Visión poética de la transexualidad Elena, una mujer transexual, regresa al hogar en el que se crió para asistir al funeral de su padre. La llegada de Elena supone una sorpresa para todos, incluso para su madre, y ello se debe a que la mujer que golpea la ventana dista mucho del recuerdo de Felipe, el joven que abandonó ese hogar mucho tiempo atrás. Sobre la base de este entramado el director Mauricio López Fernández desgrana una visión agridulce de un retrato en el que las mujeres sólo pueden descansar tranquilas una vez que la figura masculina está ausente, y donde un niño es el único consciente de la historia que ve cómo la figura patriarcal está destinada a la extinción, a la muerte dentro del retrato familiar. Hay una fiel radiografía de la transexualidad. López Fernández se cuidó mucho de que su guión no atraviese las honduras del melodrama y así su relato se va desarrollando lentamente (a veces con demasiada lentitud) hasta desembocar en un final abierto que habla de lo que puede ocurrir en el futuro de su protagonista y de quienes la rodean. Daniela Vega tuvo la capacidad de expresar sus emociones a través de su mirada, ya que su papel es el de alguien muy observador y al que le ocurren muchas cosas en ese tiempo en el que se prepara el funeral de su padre. A veces poética y por momentos angustiosa, La visita es un relato para ser observado con esa calidez y hondura que da pie a que su clima se convierta en la carta de presentación de alguien que desea ser comprendido sin reticencias ni tapujos.
Los riesgos de la rutina El casamiento es una parte importante de la vida, aunque a veces puede tener tropiezos que hagan tambalear a la pareja. Este es el caso de Leonel y Paola, él guionista, ella psicóloga, quienes llevan 12 años de casados. Es un dúo que funciona: aman a sus pequeños hijos, son exitosos en sus respectivos trabajos y comparten gustos y formas de ver la vida. ¿Pero dónde queda para ambos el amor, la diversión y la pasión? Una salida frustrada con una pareja de amigos los deja solos a los dos en un restaurante. De pronto, el vacío, la conversación incómoda, la no conversación (aún más incómoda), el aburrimiento, la charla sin sentido, la diversión que, de tanto en tanto, aparece, las bromas, los celos, los recuerdos y las ideas sobre el futuro se van apoderando de los dos en esa noche que presumían muy idílica. Tampoco están solos. Un "trapito" en la calle los hace discutir, una moza los impacienta, el sereno de un garaje los enfrenta, una vecina del edificio en el que viven trata de enamorar a Leo y otra pareja comparte con ellos la mesa y les enseña que se puede llevar el matrimonio de otra manera. La trama va adquiriendo ritmo al compás de tantas vicisitudes. Sobre la base de un guión que se hamaca entre la comedia y los sinsabores de sus protagonistas, el director Hernán Guerschuny supo adentrarse en esa problemática matrimonial dibujándola con un sabor agridulce, en la que colaboraron los buenos trabajos de sus protagonistas, Sebastián Wainraich y Carla Peterson. Con algunas situaciones que carecen de la debida soltura humorística y caen en la reiteración, Una noche de amor, sin embargo, logra entretener sobre la casi única presencia de la pareja en pantalla, aunque bien vale destacar el desempeño de Soledad Silveyra en el pequeño rol de abuela cálida y cariñosa.
Terror, desnudos, truculencia y tropiezos Apasionado por el género de terror, el director Ernesto Aguilar tiene en su haber numerosos títulos, como Necromancia (2015), La secta e Invasión alien (ambas de 2014), en las que apostó a una temática acerca de lo sobrenatural y lo espeluznante. Con Lisa no se apartó de ese camino y centró su historia en una muchacha solitaria que tiene pesadillas recurrentes de un pasado tortuoso, ya que ella fue el fruto de la relación entre su madre y un practicante de brujería. Necesitada de trabajo, concurre a una inmobiliaria donde buscan una secretaria y es recibida por dos estrambóticos personajes, antesala de un insondable misterio. Figuras que aparecen y desaparecen, velas que se encienden inesperadamente y ruidos que no se sabe de dónde vienen trastornan a la ya trastornada muchacha, que, de pronto, se ve frente a un extraño individuo que la somete sexualmente. Se presume que Lisa cayó en la trampa de una siniestra secta que tiene mucho que ver con su terrible pasado, aunque los tropezones del guión nunca permiten aclarar este enmadejado que se apoya en innecesarios desnudos, en escenas truculentas y en una fotografía y una música que pretenden crear, sin lograrlo, un clima para potabilizar el argumento. Valeria Rowinski trata de manejar lo mejor posible a su extraño personaje, pero poco es lo que puede hacer. Poco o nada es aquí rescatable.
Otra película de amor Escritor de best sellers románticos, Nicholas Sparks dio pie para que los productores estadounidenses llevasen a la pantalla algunos de sus títulos, entre ellos Mensaje de amor, Un amor para recordar y Diario de una pasión. The Choice, su undécimo relato adaptado al cine, que aquí se da a conocer como En nombre del amor, no escapa a las variables de su autor: un romance juvenil, aventuras y desventuras de la pareja protagónica, situaciones edulcoradas y un final feliz. Esta vez la trama se centra en Travis, un joven que lo tiene todo: un muy buen trabajo, amigos y una casa frente al mar. Lo que no tiene es novia ya que, según él, tener una relación podría tirar abajo su buen estilo de vida. Pero Cupido se encargará de hacerlo cambiar de opinión cuando en su casa vecina se instale Gabby, una simpática muchacha que no tardará en darse cuenta de que Travis, a pesar de él mismo, tiene puestos sus ojos en ella. Los cotidianos encuentros de ambos harán que el amor comience a despertar. Pero Gabby está de novia con un muchacho que insiste en proponerle matrimonio. La receta no varía ni un ápice de lo que la cinematografía norteamericana viene mostrando desde siempre dentro de esta temática. Poco hay, pues, de original en este film, pero el director Ross Katz lo manejó con destreza.
Historia sobre una identidad de género Stephania es una travesti nacida en Nicaragua, y siendo niño fue adoptado por una pareja de militantes de la izquierda uruguaya en plena revolución sandinista. En el presente se gana la vida como cuidadora de coches en Montevideo, pero desea retornar a su país natal, donde alguna vez fue hijo, hermano y niño alfabetizador y donde hoy desea ser aceptada como la mujer que es. En su tierra, a la que llega con cierto recelo, comenzará a buscar a esa familia que tanto extraña, y así su reencuentro con la madre, con el padre y con uno de sus hermanos la va transformando en un ser cálido que va dejando atrás su sufrimiento y su agónica incomprensión. El director y guionista Aldo Garay, que tiene en su haber títulos premiados internacionalmente, entre ellos La espera cerca de las nubes (2006), El círculo (2008) y El casamiento (2011), sigue la senda de Stephania a través de su soledad montevideana y de ese reencuentro con los suyos, que comienzan a comprenderla en su nuevo rol de mujer. Sin caer en golpes bajos este film, que oscila entre lo documental y lo ficcional, pone en foco a esa travesti, quien, junto a los suyos, empezará a reconstruir su pasado y a recordar aquellos años de su niñez, cuando en su hogar descubrieron su necesidad de cambio de sexo y su libertad para vivir sin engaños. Por momentos, poético, a veces doloroso, este film recrea un tema espinoso, pero su realizador se encargó de pintarlo de manera que su protagonista, Stephania Mirza Centelo, transite por los caminos de la fe y de la esperanza, a pesar de esa identidad que, para muchos, le impuso un rótulo que no deseaba.ß Adolfo C. Martínez Stephania es un travesti nacida en Nicaragua, y siendo niño fue adaptado por una pareja de militantes de la izquierda uruguaya en plena revolución sandinista. En el presente se gana la vida como cuidador de coches en Montevideo, pero desea retornar a su país natal donde alguna vez fue hijo, hermano y niño alfabetizador y donde hoy desea ser aceptada como la mujer que es. En su tierra, a la que llega con cierto recelo, comenzará a buscar a esa familia que tanto extraña, y así su reencuentro con la madre, con el padre y con uno de sus hermanos la va transformando en un ser cálido que va dejando atrás su sufrimiento y su agónica incomprensión. El director y guionista Aldo Garay, que tiene en su haber títulos premiados internacionalmente, entre ellos La espera cerca de las nubes (2006), El círculo (2008) Stephania es un travesti nacida en Nicaragua, y siendo niño fue adaptado por una pareja de militantes de la izquierda uruguaya en plena revolución sandinista. En el presente se gana la vida como cuidador de coches en Montevideo, pero desea retornar a su país natal donde alguna vez fue hijo, hermano y niño alfabetizador y donde hoy desea ser aceptada como la mujer que es. En su tierra, a la que llega con cierto recelo, comenzará a buscar a esa familia que tanto extraña, y así su reencuentro con la madre, con el padre y con uno de sus hermanos la va transformando en un ser cálido que va dejando atrás su sufrimiento y su agónica incomprensión. El director y guionista Aldo Garay, que tiene en su haber títulos premiados internacionalmente, entre ellos La espera cerca de las nubes (2006), El círculo (2008) Stephania es un travesti nacida en Nicaragua, y siendo niño fue adaptado por una pareja de militantes de la izquierda uruguaya en plena revolución sandinista. En el presente se gana la vida como cuidador de coches en Montevideo, pero desea retornar a su país natal donde alguna vez fue hijo, hermano y niño alfabetizador y donde hoy desea ser aceptada como la mujer que es. En su tierra, a la que llega con cierto recelo, comenzará a buscar a esa familia que tanto extraña, y así su reencuentro con la madre, con el padre y con uno de sus hermanos la va transformando en un ser cálido que va dejando atrás su sufrimiento y su agónica incomprensión. El director y guionista Aldo Garay, que tiene en su haber títulos premiados internacionalmente, entre ellos La espera cerca de las nubes (2006), El círculo (2008).
Los peligros de trabajar de niñera Ya se presume que algo siniestro le está por ocurrir a Greta, una niñera contratada por una pareja de ancianos para cuidar a su pequeño hijo, apenas llega a la tenebrosa mansión donde deberá hacerse cargo del niño. Y no es para menos, ya que la joven comprueba que Brahms, el chico, es un muñeco de tamaño natural, un sustituto del hijo que la pareja perdió trágicamente 20 años atrás. Los ancianos se tomarán vacaciones y ella deberá hacerse cargo del pequeño con unas estrictas instrucciones. Ya a solas en ese caserón, escuchará ruidos muy misteriosos. Cuando Malcolm, un apuesto repartidor de alimentos, llega por primera vez al lugar para dejar los encargos, nacerá casi de inmediato una relación amorosa entre él y la muchacha. En paralelo, una serie de eventos inquietantes e inexplicables la convencerán de que fuerzas sobrenaturales se han insertado en su trabajo, y pronto se verá amenazada por ese muñeco que parece cobrar vida cada vez que ella se le acerca. Sobre la base de esta historia escrita por Stacey Menear, el director William Brent Bell, el mismo de The Devil Inside y de Stay Alive, supo dotar a la historia de un clima terrorífico que va desempolvando lo ocurrido 20 años atrás, cuando Brahms murió en forma misteriosa. Greta trata de averiguar si en verdad el muchacho falleció o si aún está vivo en algún rincón siniestro de la casa. Thriller sin duda entretenido, y aunque no difiere demasiado de tantos otros films, El niño mantiene en vilo al espectador. Y Lauren Cohan se luce, tanto por su rostro aterrorizado como por su buen estado físico para escapar de esos angustiantes momentos.
La vida secreta de una estrella ¿Qué misterios rondaron la vida de Renée Falconetti, la actriz francesa que en 1928 protagonizó el ya mítico film mudo La pasión de Juana de Arco, dirigido por Carl Dreyer? ¿De qué modo transcurrieron sus días antes y después de haber realizado ese trabajo que le dio fama universal? ¿Por qué caminos siguieron sus éxitos y sus fracasos como artista y como mujer? Estas y otras preguntas quedan disipadas en este documental que sigue paso a paso su existencia desde su nacimiento en 1892 hasta su muerte, en 1945. Sus comienzos en el mundo del espectáculo los dio en el teatro, primero en escenarios revisteriles y luego como principal figura en obras de la dramaturgia universal. Por aquellos tiempos transitó la gloria y el éxito en el París finisecular de la década del 20 hasta que el director Carl Dreyer, quien estaba buscando a la figura principal para protagonizar su película, se sintió atraído por su belleza, su desenfado y su talento, y le ofreció ser la protagonista de su ambicioso film. Ella se negó en principio a esa invitación, pues no creía en el cinematógrafo, un arte que hacía los primeros pininos en las pantallas del mundo, aunque sin embargo, y tras la insistencia de Dreyer, accedió a la propuesta. Esta primera y única aparición en la pantalla de la Falconetti eclipsó todo lo que hizo antes y después. A partir de los pocos datos que quedan de su vida, Llamas de nitrato busca dar una mirada sobre la mujer y la actriz, ambas inseparables, y explorar los complejos mecanismos que operaron en el recorrido entre una intransigencia artística sin concesiones y su casi voluntaria autodestrucción. Por la pantalla, y a través de imágenes que se habían perdido en el tiempo y de impecables reconstrucciones de la época, desfilan los tramos más sobresalientes de Falconetti como actriz y, al mismo tiempo, su matrimonio con un millonario que construyó un teatro para ella, sus diversas aventuras amorosas, sus constantes caprichos y su lento declive artístico y financiero. Paralelamente, el documental examina con lujo de detalles la intimidad de la filmación del film de Dreyer, censurado, mutilado, quemado y perdido durante años, hasta la azarosa aparición de un negativo original en un manicomio noruego en la década del 80, copia que aún se conserva. Están aquí también las tormentosas jornadas de filmación de La pasión de Juana de Arco que provocaron la performance desgarradora de la actriz y su posterior derrotero que la obligó, perseguida por sus acreedores, a refugiarse en Brasil para luego trasladarse a Buenos Aires, donde sobrevivió gracias a la ayuda de algunos adinerados compatriotas hasta su muerte, su entierro en el cementerio de la Recoleta y, años después, el traslado de sus restos a su Francia natal.
Terror gótico en el Buenos Aires de 1871 Transcurre 1871 y Buenos Aires se ve envuelta en uno de los más trágicos momentos de su historia: la fiebre amarilla azota a la ciudad y cientos de muertos quedan dispersados por todas partes. En este escenario, Aparicio, un joven sacerdote impulsado por una visión mística, se dirige a la capital para asistir a las víctimas y los enfermos de la terrible epidemia. Pero momentos antes de llegar a su destino se detiene en la quinta de su familia, una casona lúgubre en la que en ese momento sólo es habitada por su cuidador, un hombre misterioso que lo recibe con cierta cordialidad y le informa que todos los suyos fueron atacados por esa fiebre destructora. El sacerdote se ve, de pronto, acorralado en esa mansión casi abandonada y una serie de acontecimientos inesperados (fantasmas, ruidos extraños, voces agónicas) le hacen dudar del sentido de su misión inicial, de sus creencias y del mantenimiento de su fe. El relato, ya insertado en el cada vez más intenso suspenso y en el terror gótico, va planteando el conflicto existencialista que surge del hombre frente a la muerte, al caos y al sufrimiento cruel y desconcertante de la peste. El director y guionista Gonzalo Calzada, que tiene en su haber los largometrajes Luisa y La plegaria del vidente, logró con todos estos elementos clásicos del modelo propuesto un film que, en su interior, repasa el antiguo satanismo combinado con el mito de San La Muerte y el universo de los payés y de los curanderos del Litoral para así crear un inusitado mundo de muertos vivientes. El diseño estético de la película propone un ambiente tenebroso y de intriga que aporta a las propuestas del cine nacional de género una inédita incursión en el expresivo mundo gótico. Martín Slipak supo imprimir el necesario clima a ese sacerdote inmerso en sus constantes pesadillas, mientras que Patricio Contreras aportó su reconocida solvencia en ese cuidador que sabe más de lo que dice y que trata de contener la caída al abismo de quien ahora habita la solitaria mansión. Vando Villamil, Adrián Navarro y Ana Fontán enmarcaron con calidad interpretativa este terrorífico cuadro que, apuntalado por un muy buen equipo técnico, hace de Resurrección una obra distinta que logra su propósito de aportar una nueva visión a la pantalla local.
La identidad en cuestión En Chile, y durante un día de invierno de 2011, Olivia recibe un mensaje telefónico para Lorena reclamándole una deuda impaga. ¿Pero quién es Lorena?, se pregunta esta mujer solitaria y triste que nunca conoció a nadie con ese nombre. Cuando las llamadas telefónicas se repiten una y otra vez, Olivia, que desea convertirse en actriz, comenzará a indagar en su entorno para descubrir quién es en realidad la destinataria de esos pedidos que se hacen cada vez más perentorios. Así su pequeño mundo, en el que caben nada más que la enfermedad terminal de su madre y una relación amorosa de años ahora quebrada, se irá convirtiendo en un oscuro e intrincado laberinto dentro del cual ella necesita defender su identidad y emprenderá un largo camino para hallar a esa Lorena Ruiz cuyo nombre empieza a resonarle cada vez con más ahínco en la cabeza y en el alma. Amenazada por un sistema que ya no la reconoce, Olivia transitará calles y lugares extraños para descifrar el misterio de esa mujer que alguien, a sabiendas o no, la llama Lorena. Y así conocerá a una serie de personajes que, poco a poco, irán descubriendo una respuesta que ella necesita saber para que la paz vuelva a su vida solitaria. La directora y coguionista Isidora Marras logró insertarse con gran pasión en ese personaje necesitado de calor y de afecto quien tratará de resolver su angustia en medio de un círculo que la discrimina y la torna todavía más insegura en su existir cotidiano. Loreto Aravena supo poner todo su fervor en esa muchacha arrinconada por las circunstancias, mientras que el resto del elenco aportó la necesaria calidez para que el film, que cuenta además con un correcto nivel técnico, se convierta en un trozo de dolor y de amargura para alguien que va perdiendo no sólo su identidad, sino también su necesidad de ser feliz algún día.
En busca del abuelo desconocido El cine documental ya se convirtió en un espejo de la realidad tanto de nuestro país como de toda América latina. Esta vez, el director Sebastián Deus -Werken (2004), TV Utopía (2012) y El retorno de don Luis (2013)- decidió ir tras las huellas de su abuelo, fallecido muchos años atrás, y del que no tiene casi ningún dato. La búsqueda comienza en la playa de Necochea, donde recoge conchas marinas que le servirán para indicar simbólicamente su camino. Así descubre que su antecesor tuvo que exiliarse huyendo de la Guerra Civil Española y, tras pasar por numerosos países europeos, llegó hasta la Argentina. Pero no queda nadie que pueda contarle lo que le ocurrió a ese hombre que para él es un misterio. Ante la dificultad de reconstruir la historia, comenzará a indagar en los lugares por los que habría pasado su abuelo, y así llega a Francia y a España en su intento de desandar el camino del exilio hasta su Galicia natal. Deus recorre los espacios por los que transitó aquel hombre perseguido por los fragores de la guerra y conversa con quienes todavía poseen algún dato que pueda servirle de eje para conocer lo que el destino le deparó a su antecesor. Bellas imágenes de ciudades francesas y españolas van desfilando por la pantalla, lo que por momentos convierte el film en un colorido paseo turístico.