El costado humano Riddley Scott, un director aclamado por sus historias de ciencia ficción como “Blade Runner” y “Alien: el octavo pasajero“, regresa a la Tierra en esta interpretación libre de la clásica historia del antiguo testamento. Volviendo a orígenes como los que vio al dirigir “Gladiador“, Scott elige a Chistian Bale para interpretar a Moisés, y a Joel Edgerton para su antagonista, Ramses. Aunque la historia es clásica, no hace falta conocerla para comprender el filme. Scott narra sobre dos primos criados como hermanos, dos príncipes de Egipto. Todo es gloria hasta que a Moisés le revelan el secreto de su identidad: nació en el pueblo hebreo. Esto le vale la expulsión de Egipto al desierto. El director se ha tomado unas ciertas libertades en cuanto a la letra dura de la Biblia, y probablemente la más fuerte de ellas sea representar físicamente a Dios. Probablemente todos recordemos la prueba de fe del olivo en llamas, cuando Dios habla con Moisés por primera vez. Pero aquí el olivo no está sólo, y Moisés ve a un niño pequeño y humilde que habla con la voz de Dios. También sabemos que ningún otro puede ver a ese niño. No me molestó particularmente la representación, pero sí resulta chocante. ¿Lo tomarán bien grupos religiosos judíos y católicos? Uno sabe qué riesgos corre cuando se mete en temas religiosos. Por otro lado, la interpretación de Bale nos muestra a un Moisés con un costado humano: duda, se enfada, se equivoca, e incluso contradice a Dios. Es un hombre contradictorio, puede ser un guerrero pero aún flaquea, ser un hombre de fe pero dudar. Sin embargo, no tiene un completo éxito en transmitir la transformación espiritual de este personaje, sino que la mayor parte del tiempo vemos a un hombre muy confundido. El Ramses de Joel Edgerton tiene más éxito en transmitirnos las contradicciones internas. Un personaje con la soberbia propia de alguien que fue criado como un dios, pero con las inseguridades de alguien que se desespera por mantener el poder. Puede ser despiadado, pero es dulce y amoroso con su esposa y su hijo. Empatizamos con él como no lo hacemos con Bale. Probablemente el director quiso despegar a estos del antagonismo del héroe y el villano, pero no lo logran. Encontramos actores importantes en papeles menores como John Turturro, Sigourney Weaver, y Aaron Paul; pero lamentablemente no tienen ni tiempo en pantalla ni una cantidad digna de líneas de diálogo. Una pena, podrían haber construido personajes fuertes que aportaran muchísimos a la trama, pero quedan en sólo poner su rostro más que sus interpretaciones. Incluso Indira Varma tiene un papel más importante que estos tres, eso es inusual. Sin embargo, tenemos que hacer mención a la excelencia de los efectos visuales. Las diez plagas de Egipto aparecen de una forma menos mística de lo que se relata en la Biblia, pero aún así impactante y digna de unos buenos escalofríos. Pero es en este punto que se vuelva más marcada la división entre héroe y villano, un bueno y un malo. Adiós contradicciones internas de cada uno. El abrir de las aguas comienza de una forma sutil pero acaba en el gran efecto de la película, haciendo de ese episodio un gran espectáculo. Esta obra no es lo mejor de Riddley Scott, no llega al nivel que logró con Gladiador o Blade Runner. Pero él también es un hombre de contrastes, que ha hecho películas dignas de recordar y otras que mejor olvidar. Se toma muchas libertades respecto a la historia clásica, los personajes no están cerrados del todo y eso resiente el guión. Los efectos son excelentes pero no alcanzan por sí solos para hacer de esta una gran película. Agustina Tajtelbaum
"Dr. Cliché" Este thriller es la remake de la película de mismo nombre de 1978. “Patrick” es un paciente en coma en un hospital apartado donde se realizan experimentos de dudosa moral y legalidad, que muestra poderes telequinéticos. Kathy, la nueva enfermera, empieza a sospechar de que el paciente no está realmente en coma, y al ver los dolorosos experimentos a los que es sometido muestra compasión por él y desafía a su jefe, el Dr. Roget, interpretado por Charles Dance. Sin embargo, si esperan el nivel interpretativo que conocemos de Tywin Lannister en “Game of Thrones“, lamento decepcionados. Dance es un gran actor, pero el guión construye un personaje chato y no tiene siquiera demasiadas escenas para desarrollarlo. Obsesionado con un ideal, frío, calculador, y con desprecio por la vida de los demás; parece la versión médica del patriarca de Poniente. Los macabros dueños de la clínica se completan con la hija de Roget, Cassidy, interpretada por Rachel Griffits a quien probablemente recuerden de la serie “Six Feet Under“. Podrían haber sido tanto más. Cassidy, criada en silencio en medio de la nada entre pacientes en coma, hija de un científico loco, y por cierto nos enteramos que su alguna vez esposo se suicidó. Bastante material para que la nominada al Oscar haga algo memorable. Pero al igual que Dance, Griffits sencillamente no tiene tiempo de hacerlo. Lamento que estos dos, “los malos”, no hayan tenido el espacio para trabajar a sus anchas. Lo cual nos lleva a la enfermera Kathy que ocupa el 90% del tiempo en pantalla, Sharni Vinson. Está bien chicos, nosotros tampoco sabemos mucho de ella. Su interpretación fue aceptable pero no memorable, no agrega demasiado. Como drama estaría bien. La chica despechada va a trabajar a un lugar apartado para que, la verdad sea dicha, su ex no la moleste. Conoce a otro, pero el ex siempre estará ahí, y vuelven y ya. Mientras descubre que su jefe hace experimentos ilegales y amenaza con denunciarlo. Pero cuando tardíamente empezamos a saber de los poderes telequinéticos de Patrick, se vuelve el colmo de los clichés. No podemos evitar pensar en Carrie. Y es que la “Patrick” original, de 1978, fue la respuesta australiana a “Carrie” (Brian de Palma, 1976). Hasta nombrar la película con un nombre propio. El director de la vieja Patrick, Richard Franklin, mencionó que la estética era un homenaje a su mentor, Alfred Hitchcock. Poca originalidad en la de 1978, aún menos originalidad en la remake. Incluso el director convocó a miembros del equipo de producción original, y al compositor de cine que trabajó con la Carrie de 1976. Justamente hace poco vimos una remake de Carrie, con Julianne Moore y Chloë Grace Moretz, estrenada hace casi un año. Parece que hasta en la respuesta es poco original. Si quieren ver el estilo Carrie, vean a Carrie; y para el escenario Hitchcock mejor vean a Hitchcock. Para el guión Stephen King, lean a Stephen King. Lo mejor de esta película son los malos, que podrían haber hecho mucho más. Agustina Tajtelbaum
"Entre risas y criminales" Llega la segunda parte de la comedia de 2011, con un cambio de director e incorporaciones al cast, pero el mismo humor. Sean Anders toma la posta que le dejó Seth Gordon en la entrega anterior. Un director dedicado a la comedia que vuelve a trabajar con Jennifer Aninston y Jason Sudeikis e incorpora a pesos pesados del género, como los comiquísimos Jason Bateman y Charlie Day, que también repiten papel. Pero las novedades de esta entrega son dos verdaderos pesos pesados. Por un lado, Kevin Spacey repite el papel aunque ahora desde la cárcel. Por otro, se incorpora Christoph Waltz, un actor que sabe jugar hábilmente con la línea entre el drama y la comedia. Un buen ejemplo de esto es su trabajo en Bastardos sin Gloria. Y finalmente, porque ninguna comedia lo es sin un galán engreído y emocionalmente inestable, tenemos el nuevo papel de Chris Pine. El ex Capitán Kirk nos muestra que es más que una cara bonita y también sabe de comedia. Una apuesta fuerte para el director, y una comedia que promete. No es estrictamente necesario saber lo que ocurrió en la entrega anterior para entender esta película, pero tiene un cierto enganche. Ahora que Nick (Bateman), Kurt (Sudeikis) y Dale (Day) se deshicieron de sus jefes tienen el empuje para arrancar su propio negocio. Para eso necesitan auspicio, y Bert Hanson (Waltz) y su hijo Rex (Pine) estarán más que felices de invertir en ellos. Pero las cosas no salen como estos novatos de los negocios esperaban, mientras el hábil Hanson los lleva al borde de la quiebra con la esperanza de hacerse con su empresa y sus patentes. Como nuestros héroes están un poco mal de la cabeza, tienen la brillante idea de secuestrar a Rex a cambio del dinero para salvar su empresa. Pero él se da cuenta y decide participar para convertirlo en un autosecuestro y llevarse su parte. Aunque esperábamos una historia sencilla con chistes para pasar el rato, lo cierto es que esta película sorprende. No sólo el humor es un tanto más refinado, ya que recurre a los juegos de palabras y las respuestas ocurrentes más que a un tono inherentemente escatológico. Aunque no se preocupen, nunca falta el chiste escatológico, pero no es un recurso del que se abuse. Es más bien un humor de observación al estilo del stand up que ahora está tan de moda. Además, el plan del autosecuestro no está hecho así nomás. Es complejo, elaborado, y de hecho bien ejecutado podría funcionar. Digno de cualquier película policial que se digne de serlo. Otro asunto para destacar es el giro del guión que vemos hacia el final. En general vemos en este tipo de películas el recurso de deus ex machina. Significa que cuando todo parece perdido algo ocurre que provoca que todo de pronto se arregle, aunque parece no tener mucho sentido. Un ejemplo de esto es digamos, el villano está por explotar una bomba y de pronto se tropieza sobre ella y la detiene. Funciona muy bien en episodios de series infantiles que sólo tienen 25 minutos para resolverlo. Pero esta película huye del deus ex machina, una decisión muy acertada para una comedia. El humor con un cierto grado de inteligencia funciona mil veces mejor que un puñado de chistes que parecen escritos por un chico en la edad del pavo, como muchas comedias últimamente. Una comedia que sorprende por la calidad de las interpretaciones y un guión que no subestima al espectador. Aunque tiene sus altibajos y algún que otro chiste pavo, compensa bien y no hace abuso de ellos. Una película con todo el potencial para ser la comedia del año, incluso teniendo en cuenta que compite con otra apuesta fuerte como es “Tonto y Retonto 2“. Aunque los estilos son diferentes, el carro de batalla de Sean Anders se perfila cómodamente en los primeros puestos en comedia. Agustina Tajtelbaum
Las trampas del destino El director argentino Lisandro Alonso estrena su última película luego de una seguidilla de presentaciones triunfales en festivales alrededor del mundo. Alonso cuenta la historia del viaje introspectivo del Capitán Dinesen, un danés interpretado por Viggo Mortensen que se encuentra de pronto en la Patagonia Argentina en la época de la Conquista del Desierto. Una historia reflexiva y una aventura visual en lo que el mismo director ha catalogado como “dentro de un género indefinible”. El principio es de librito, pero luego se vuelve la historia más inusual. Ingeborg, la hija de Dinesen, se enamora de un joven soldado y huye con él en una tierra peligrosa. Su padre entonces esquiva la supuesta ayuda del Teniente Pitaluga, un pervertido que mira más a su hija de lo que a él le gustaría. Sin embargo, no ha sido él quien le hace perderla. Un hombre sencillo perdido en un país que no comprende, guiado por el único deseo de encontrar a su hija y llevarla de vuelta a Dinamarca, un país civilizado. Cuanto más es que Dinesen se adentra en el desierto, más surreal se vuelve su experiencia. Es una película que plantea preguntas pero no necesariamente las respuestas. Los espacios quedan vacíos para que el espectador llegue a sus propias conclusiones. Es más acertado tomarla en cuenta como una experiencia, no como una tesis sobre qué fue lo que falló en la vida de este hombre. El viaje por el desierto y los elementos que encuentra son totalmente introspectivos, y cada pista nos indica lo profundo de su verdadero anhelo: volver a encontrar a su hija. Quizá podríamos preguntarnos en un punto cuánto de esto es real, y cuánto ocurre sólo dentro de su cabeza; pero no es el punto si tenemos en cuenta la película como experiencia. Los diálogos agregan complejidad al asunto más que aclarar, aunque vuelve la experiencia mucho más poética. En su viaje hacia adentro de sí mismo, cada palabra antes del viaje es susceptible de convertirse en una pista en su búsqueda. La experiencia gana en realismo por la completa falta de música y efectos de sonido asincrónicos, salvo por una breve excepción que se aprecia muchísimo más. Es increíble la cantidad de aire que un poco de música puede traer a una película, pero no solemos darnos cuenta hasta que no nos falta. Cada plano de la composición rompe por mucho la regla de los cuatro segundos. Todos duran al menos diez segundos, e incluso por momentos parece una galería de imágenes fijas. De todos modos, lo estático de los planos se ve compensado por la belleza de las tomas. No sólo es una proeza visual donde incluso el estado del cielo habla sobre la introspección del viaje, sino que los planos siguen perfectamente las reglas de la composición y resulta delicioso de ver. Mortensen lleva sobre sus hombros el peso de ser el único actor en pantalla la mayor parte del tiempo. Es muy interesante cómo logra interpretar a un hombre que va perdiendo la dignidad y se va perdiendo a sí mismo por largo tiempo hasta que lo admite. Pero además lo logra sin verse jamás ridículo ni patético, y ese es un gran mérito para el actor. Llena de elementos bizarros y surrealistas, donde cada detalle puede plantear cantidad de preguntas diferentes. Los planos se usan de manera inusual y puede resultar tedioso si estamos acostumbrados a las típicas tomas rápidas. Necesitamos hacer un esfuerzo para acostumbrar nuestros ojos y mantener la atención. Sin embargo, la belleza visual vale la pena. No traten de entender todo ni de llenar los espacios vacíos con respuesta. Simplemente disfruten de la belleza de la obra de arte como lo harían con un poema o un cuadro, sin cuestionar demasiado. Cada vez que volvamos a verla encontraremos cosas nuevas. Pero si buscás la típica historia en tres actos con todos los cabos cerraditos, esta no es para vos. Una obra de arte para un público selecto. Agustina Tajtelbaum
"Nunca es tarde para enamorarse" Michael Radford se toma la tarea de hacer la segunda versión de la película de Marcos Carnevale protagonizada por China Zorrilla y Manuel Alexandre. Esta vez cuenta con el protagonismo de figuras como Shirley MacLaine y Christopher Plummer, y un guión con una vuelta de tuerca adaptado a la pantalla hollywoodense que resulta refrescante. Se dice que cuando se realiza una remake se trata de adaptar, y en lo posible mejorar la versión original. Otros pensamos que las remakes no deberían existir, porque lo que funcionó lo hizo en un contexto y no en otro. Sin embargo, esta película es la excepción, ya que la remake superó a la original. No hablamos de la interpretación de los actores, claro está, ya que China Zorrilla y Manuel Alexandre habían hecho un trabajo excepcional allá por el 2005. Sin embargo, el nuevo elenco no tiene nada que envidiarle al original. Estrellas del calibre de Shirley MacLaine y Christopher Plummer, actores con experiencia en cientos de películas, vienen a darle vida a la versión norteamericana de Elsa y Fred. La mejoría radica en el guión que construyen los personajes, en la original es Elsa la que se lleva la mayor cantidad de tiempo en pantalla, aunque el protagonista es Fred, quien tiene el arco argumental. Sin embargo, en la remake aparecen mucho más parejos y eso le imprime un poco más de ritmo a la película. Por otro lado, el personaje de Fred es el que más cambia. En la original, Fred es un anciano triste y derrotado. En la remake es un viejo gruñón. Esto genera algunas situaciones de comedia que no estaban en la original, como una escena donde se rompe una cañería en la casa de Fred, o intento de la pareja de tomar clases de baile moderno. Esto contrasta y hace que el final funcione mucho mejor: las escenas en Roma resultan más emotivas. El gran final también impacta más en la nueva, como regla general la muerte de la comedia genera drama; y está regla ha funcionado aquí a la perfección. Además, quitar el plano final y cambiarlo por otro (tranquilos, no vamos a contar el final) es una mejoría. Nos quita ese balde de agua fría, esa bajada a la realidad, y en vez de eso nos deja en el momento feliz pero irreal y etéreo. Además, reivindicar a Elsa y descubrir que no todo son mentiras, es un elemento esperanzador. Le dice al público “hey no todo está perdido, la vida es buena” y ¿no es esa la idea de la película? Por eso el baldazo de agua en la original se me hizo tan chocante. El director de fotografía de la película original era desastroso. Los planos eran violentos a la vista, desagradable hasta lo incómodo; excelente idea haber arreglado eso. La historia se disfruta mucho más con una buena narrativa visual. Por lo demás, algunas escenas y diálogos son exactamente iguales, otras se agregaron para darle un tono más de comedia. Un ejemplo de esto es el personaje de la simpática Laverne, la mucama de Fred; o Armande, el portero del edificio. El ritmo de la narración es un poco más acelerado que en la original, pero es entendible si pensamos en un público estadounidense. Sin embargo, tampoco es excesivamente rápido, por lo que resulta apropiado. Los cambios que se hicieron al guión están justificados por un poco de risa, y la vuelta de tuerca al personaje de Fred vuelve a la pareja más equilibrada y menos monótona. Buenas ideas de Radford, el director de El Mercader de Venecia, que se luce con un guión fiel al original y aún así mejorado en años luz. Agustina Tajtelbaum
"Drama del tiempo y el espacio" Olvidate todo lo que creías saber sobre ciencia ficción porque lo último de Christopher Nolan rompe con todos los moldes del género. Para la mayoría de nosotros cuando pensamos en el espacio, pensamos en máquinas y teoría pero nunca en drama. En la ciencia ficción tradicional no hay emociones ni lágrimas, de hecho los personajes ni siquiera se molestan en tener una familia. Pero este caso es diferente. Una nueva ciencia ficción nos muestra el costado humano que jamás habíamos visto y se convierte en una obra de arte sublime. El protagónico del ganador del Oscar Matthew McConaughey es sin duda uno de los platos fuertes. Empezó como prácticamente un modelo, pero hoy en día es uno de los mejores actores de Hollywood; como si fuera por arte de magia. Probó que sabía hacerlo en “Dallas Buyers Club”; y aquí una vez más, nos conmueve. ¿Van a llorar? Probablemente. Nadie esperaba eso de la ciencia ficción. Por otro lado, Anne Hathaway, otra ganadora del Oscar, es la contraparte de Cooper, el personaje de McConaughey. Está a la altura. Para ellos el corazón manda, y realmente emociona. Por otro lado, Wes Bentley (quizá lo tengan de “Los Juegos del Hambre“), David Gyasi y un cameo de Matt Damon completan el equipo del espacio exterior. Una de las cosas baprendemos pronto de la ciencia ficción normal (y el cine en general) es que el actor que más vende siempre es el último en morir, o sobrevive. Bueno, no. Aquí nadie está seguro, otra de las grandes transgresiones que el guión de los hermanos Nolan hace al género. Entre el drama familiar y el peligro de que tengamos que despedirnos de los personajes que llegamos a amar en más de dos horas y media, nos tiene al borde del asiento de suspenso. Por otro lado, el equipo terrestre está conformado por Michael Caine, que vuelve a trabajar con Nolan después de encarnar a Alfred en la trilogía de Batman; y Jessica Chastain, una actriz que recién aparece alrededor de la mitad de la película. ¿Raro, verdad? Estamos acostumbrados a tener a las estrellas de principio a fin, en definitiva es el mismo caso que antes. Otro molde roto para un director que desafía las reglas implícitas del séptimo arte. Lo mismo ocurre con Matt Damon, que tiene un tiempo prudencialmente corto en pantalla y ni siquiera está en los créditos. Si viniera un director a decirme “Hey, hice una película con Matt Damon pero no puedo decir que es Matt Damon”, me preguntaría si está mal de la cabeza. Probablemente antes de ver esta película quieran leer “Breve Historia del Tiempo y el Espacio“, de Stephen Hawking (sí, soy nerd, ya sé), porque Christopher Nolan también lo leyó. El espacio de Nolan no es imaginario, es la teoría de Hawking; que en algunas de sus partes no están probadas sino que son pura teoría. Sin embargo, todo es científicamente posible de ocurrir, y eso es lo que hace el guión tan fascinante y espeluznante a la vez. El gran ejemplo de esto es el tema del tiempo. Es afectado por el magnetismo, por eso transcurre más lento cuanto más cerca de los centros magnéticos. Eso no se le ocurrió a Nolan, sino a Hawking, y está de hecho comprobado. Es así, y por eso es tan desconocido y aterrador. ¿Además querés basar tu película en las teorías de Hawking pero jamás mencionarlo? Ok. Romper tantas reglas de esta manera es un salto de fe. Seguramente no habrá faltado quien le dijera a Nolan que estaba mal de la cabeza. Y este salto de fe le iba a costar 165 millones de dólares, según IMDb. Lo primero que diría es, con su permiso, que tiene unos huevos impresionantes. ¿Loco o genio? Genio. Es sublime. Denle a este director el Oscar. A Matthew McConaughey y Anne Hathaway denles más Oscars. Es todo hermoso, las actuaciones nos conmueven, los efectos son impresionantes pero no excesivos, la historia de ciencia ficción-drama es una genialidad. No esperaba algo tan excepcional, tan superior. En cincuenta años los estudiantes de cine van a estudiar con esta película cómo se hacen las cosas. Sencillamente es perfecta. Agustina Tajtelbaum
"La vida sigue" Llega a nuestras salas una película de lo más inusual: una producción realizada durante doce años. El director Richard Linklater comenzó en 2002 con la idea de seguir el viaje de la niñez y adolescencia de una persona. Para eso buscó al pequeño actor Ellar Coltrane, que entonces tenía seis años, y un grupo de actores con los que filmó un par de semanas al año hasta terminar en 2013. Sin embargo sólo fueron en total treinta y nueve días de rodaje. El director de “Antes del Amanecer” y sus dos secuelas sigue la vida de Mason en su propia ciudad natal, Houston, Texas. Todo empieza cuando los padres del niño se divorcian y acaban mudándose. Estos son interpretados por Ethan Hawke, que ya había trabajado con el director en su famosa saga, y Patricia Arquette. Con todo esto, el guión es atípico porque lleva al extremo la idea anti climática por excelencia: la vida sigue. No es que la película carezca de los típicos actos de introducción, nudo y desenlace a los que Hollywood nos tiene acostumbrados, sino que estos se desarrollan dentro de distintos episodios. Veremos entonces varias mudanzas, matrimonios y separaciones, el inicio del secundario, la primera novia, el primer corazón roto. Todo parece tan terrible en el momento, pero luego nos damos cuenta de que la vida sigue. Uno lo supera y ya. Aunque pases, por ejemplo, por una ruptura más adelante vas a conocer a otra persona. La vida misma. Podemos pensar que esta seguidilla de anti clímax después de cada episodio atenta contra el grado de atención que le ponemos, pero ocurre lo contrario. Después de un rato incluso nos consuela saber que pronto lo superarán y listo. Admito, sin embargo, que mi acostumbrada percepción adoctrinada por Hollywood esperaba la tragedia tarde o temprano. Pero no, realmente nada es trágico, y no hay nada que no tenga una solución con el tiempo. Es una historia puramente reflexiva, es imposible no sentirse identificado con la vida de Mason porque todos hemos estado en situaciones similares en algún momento u otro. Nos hace preguntarnos cuáles serían los episodios de la película de nuestra vida. De todos modos el hecho de resumir prácticamente una vida entera en casi dos horas y media es un poco espeluznante. Quiero decir en el sentido de que es fascinante al mismo tiempo que da un pelín de incomodidad. Incluso podemos sentirnos identificados con la música, porque esta sigue el recorrido de los años. Está presente el gran top tres de cada año, e incluso nos lleva a recordar en qué episodio de nuestra vida escuchábamos esa canción. El final vuelve a la idea de que la vida sigue, y aunque es abierto podemos entender cómo sigue la cosa. Mi principal problema con esta película es que quiero saber más, quiero seguir viendo cómo sigue la vida. ¿Qué pasa con Mason? ¿Se casa y tiene hijos? ¿Tiene éxito en su carrera? Y mil preguntas más. Usualmente cuando veo una película y escribo sobre ella pongo en la balanza. Cosas buenas, cosas malas, cosas a mejorar o el desastre total. Pero aquí no encuentro nada para mejorar. Nos hace reflexionar, nos identifica, nos conmueve y nos da esperanza, y nos engancha al punto de querer quedarnos viendo cincuenta años más de la vida de este muchacho. Es sublime, es perfecta y hermosa. De verdad, háganse un favor y vean esta película. Agustina Tajtelbaum
"El lado oscuro de una vida perfecta" Este ambicioso proyecto de David Cronenberg se autodefine desde el primer afiche como una comedia negra. Humor negro sí que hay, pero también puede ser un drama familiar o una sátira de la vida hollywoodense de la estrella de cine. Todos los papeles son interpretados por actores excepcionales, que le dan a este guión atípico el impulso para sorprender hasta el último momento. En un primer momento vemos historias aparentemente desconectados entre ellas. Mía Wasikowska (“Alicia en el País de las Maravillas“) es Agatha, quien llega a Hollywood con motivos poco claros y conecta con su chofer, el escritor desempleado Jerome (Robert Pattinson, de la saga “Crepúsculo“). Ella tiene extrañas cicatrices de quemaduras que resultan un misterio. En un golpe de suerte comienza a trabajar para Havana Segrand, una fuerte pero exquisita interpretación de Julianne Moore. Se trata de una actriz que ha crecido a la sombra de su madre, también actriz, y ahora venida a menos. Pretende enfrentar su trauma de un abuso sexual en la niñez interpretando el papel que hizo famosa a su propia madre en la remake. Sin embargo, no puede competir contra actrices más jóvenes. Pero la expectativa de interpretar a su madre no hace sino agravar su cuadro y comienza a ver el fantasma de su madre que llega para consultarla en los peores momentos. Para superarlo cuenta con el gurú de la autoayuda Stafford Weiss (John Cusack), padre de un niño estrella de 13 años que acaba de salir de rehabilitación y comienza a ver fantasmas del pasado. La familia Weiss no puede ser realmente normal una vez que ha aceptado el precio de la exposición y la fama, con el plus de la madre presionando y exprimiendo la carrera de su hijo. Havana y el fantasma de su madre, junto con su misteriosa nueva asistente parecen no tener mucho que ver con los Weiss, salvo en el hecho de que todos están atrapados con fantasmas de recuerdos. Pagan el alto precio de la fama, y un precio aún más alto por guardar la apariencia de una vida perfecta y superficial de Hollywood. En este contexto el más normal parece ser Jerome, el chofer con sueños de grandeza que piensa que está a un paso de escribir y protagonizar un guión ganador del Oscar. Este es casi el papel del escritor, Bruce Wegner, que al momento de comenzar a delinear esta historia trabajaba como chofer en Hollywood. El director, David Cronenberg, es conocido por desafiar los moldes de los géneros, por lo que resultó perfecto que Wegner le llevará el guión del drama familiar en el que el incesto, la piromanía y ver fantasmas de un pasado no resuelto, son la moneda corriente. Rompe de hecho el molde del género, puede bien ser una comedia negra o una sátira, o un drama costumbrista en el inusual escenario de una familia que ha hecho un pacto con el diablo a cambio de fama, dinero y prestigio. Las actuaciones están a la altura del magnífico guión, los retratos nos muestran la espiral descendente hacia la locura de los personajes. Es destacable el trabajo de Julianne Moore, que fue premiada en Cannes como Mejor Actriz; aunque todos contribuyen a hacer de esta una historia memorable y diferente a lo que estamos acostumbrados. Agustina Tajtelbaum
"Un héroe de acción" Denzel Washington vuelve a la acción en la piel de Robert McCall, un tipo aparentemente normal y aburrido que un día explota de ira y se convierte en el vengador de los desvalidos. Washington vuelve a trabajar con Antoine Fuqua, que ya lo había dirigido en Día de Entrenamiento, y eso se nota. McCall, nuestro protagonista, es capaz de las más impresionantes y crueles proezas sin que le tiemble el pulso y aún así mostrar un costado sentimental. Es sin duda el lado fuerte de Washington. Sin embargo, lo que para el actor es su fortaleza, también es su debilidad. Parece que los guionistas ven a Denzel y escriben un personaje bastante en común para cada una de sus apariciones. En exceso, esto puede cansar al público. Cobrar venganza por el destino de una chiquita con la que él se llevaba bien me recuerda a Hombre en Llamas más de lo que me gustaría. Sin embargo, el acierto es que sólo descubrimos el lado de acción de McCall después de un buen rato. Al principio el personaje es un tipo que vive tan correctamente que incomodaría a cualquier persona normal. Es como Ned Flanders sin humor, y cuando intenta hacerse el groso queda como un idiota. Pero de pronto el hombre de los libros y la camisa abotonada hasta lo último se convierte en un asesino despiadado. La idea es darle un mensaje a los proxenetas que tienen atrapada a su amiga del bar, Chloë Grace Moretz, en una red de trata de personas. Pero resultó en tanta mala suerte que no eran proxenetas comunes y silvestres sino capos de la mafia rusa. Podría haber dejado todo como estaba, pero tenía que ser el héroe de acción y tratar de desbaratar él solito toda la red de mafiosos. Lo más notable es que es tan hábil que es algo factible. Para los fans de las películas de acción, está es la suya. Una historia de acción hecha y derecha, con todos los elementos narrativos de la buena acción. Un retirado de los malos hábitos vuelve gracias a una provocación, ver cómo los malos se aprovechan de los vulnerables. Es de librito. Lo mejor de esta producción es la fotografía. Las escenas con VFX bien aprovechadas, la cámara lenta y la profundidad de campo, construyen unos planos que por momentos recuerdan a Sin City pero a colores. Si se abusara de este recurso sería un exceso, pero en su justa medida como está aquí, crea un ambiente excepcional que despega esta película de otras mil películas de acción con historias similares. Un blockbuster para los fans de las explosiones y las peleas cuerpo a cuerpo, aunque narrativamente no es demasiado original. Agustina Tajtelbaum
"¿Existe la magia?" Llega a nuestras salas lo último del director Woody Allen, que fiel a su estilo de viajar por el mundo y las épocas, está vez nos lleva al sur de Francia. Una acaudalada familia inglesa de los años ’20 busca consuelo de la vida terrenal en una médium llamada Sophie (Emma Stone), que dice poder comunicarse con los difuntos. Stanley (Colín Firth) es contratado por su amigo y colega Howard para desenmascararla, intuyendo que ella es sólo una estafadora que quiere embaucar a la familia. Pero ¿por qué Stanley? Y es que resulta ser el mago más famoso de la época, un artista que se hace pasar por chino en el acto de Wei Ling Soo. Además, es la persona más escéptica y miserable sobre la tierra. El hecho de saber de ilusionismo y de no creer en nada lo convierte en el candidato perfecto para descubrir qué trucos usa Sophie. Ella enseguida se da cuenta de sus intenciones e intentará convencerlo de su filosofía de la vida: que hay algo más de lo que podemos ver, que existe la magia en la vida de las personas. Pero aquí aparece lo que a mi entender es el gran error de la película: que Sophie y Stanley comiencen a enamorarse. Los opuestos se atraen, y no es imposible que ella se sienta atraída por otro a pesar de estar a punto de casarse con su acaudalado pero idiota cliente, aunque no de muy buena gana. También es posible que Stanley sienta atracción a lo desconocido, a un mundo espiritual que jamás pensó que existiría. Ni siquiera es inverosímil que pierda su cinismo luego de una experiencia transformadora. Lo que me molesta es la obvia y enorme diferencia de edad entre ambos actores y sus personajes. Colín Firth tiene 54 años, mientras que Emma Stone sólo tiene 26. Podría ser su padre a pesar de que ella sea mayor de de edad y demás tecnicismos legales. Más del doble de diferencia que a nadie parece molestar. Un movimiento jugado para Woody Allen después de que recientemente fuera acusado de abuso sexual por su propia hija adoptiva, Dylan Farrow; hija de su ex esposa Mia Farrow. El director, por supuesto negó todo lo concerniente a esas acusaciones y fueron desestimadas, pero los rumores corrieron y su reputación se resintió. Retratar una pareja con tanta diferencia en este contexto puede resultar una provocación de Allen. Pero volviendo al film. La actuación de Colin Firth destaca entre todas, que es capaz de retratar la transformación de las creencias de un hombre, una y otra vez. ¿Lo que vemos es todo lo que hay? ¿O realmente hay magia en el mundo? Irónico, por supuesto, que un mago no pueda responder a esas preguntas hasta el final. En el clímax de la película, el actor nos regala un monólogo excepcional que recuerda a “El Discurso del Rey”, aunque por supuesto los personajes son muy diferentes. Los giros argumentales convierten el guión en una historia excepcional que dejará a más de uno con la boca abierta. Lo mejor: la ambientación. Francia en los años ’20 no está sólo en el escenario y los vestuarios, sino en la forma de vida y por fuera de la historia: en los planos, los colores, los movimientos de cámara, la música y hasta la tipografía de los títulos. Nos transporta y sumerge en la época que retrata. Con estos elementos, si obviáramos el (gran) detalle de la relación romántica entre los protagonistas, esta historia tiene la receta perfecta para ser una gran película. Agustina Tajtelbaum