La muerte de un perro: cine uruguayo de calidad Hay un juego de espejos interesante en esta ópera prima de Matías Ganz, realizador uruguayo que tuvo su paso por la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (La Habana, Cuba). La muerte de un perro, titulo bien fuerte y recordable, llega a la plataforma cine.ar a modo de coproducción entre Uruguay, Argentina y Francia. Es verdad que en la historia hay un perro muerto,pero también hay un perro que está vivo, dos casas de clase acomodada, una matrimonio de padres y un matrimonio de hijos, sirvienta y pobres. Como en buena parte del cine contemporáneo, latinoamericano sobre todo, el tema de la amenaza hacia lo extraño, por ejemplo la que sienten las clases altas hacia los que piden en las puertas de sus casas o de sus propias mucamas (vestidas como mucamas por supuesto) es el mar de fondo que el guión también de Ganz, desarrolla con deliberada astucia. Rico en sutilezas, desde el momento en que un perro muere en la mesa de operacion de un veterinario, tiene una base central: el usual despliegue de pequeños gestos. Con aquella idea de que en lo cotidiano también se esconde lo siniestro, ese universo de pequeñeces sin embargo va mutando a una zona más negra: el título entonces se transforma en una metáfora, y los perros, para cierta gente, no son solamente los que tienen cuatro patas y corren felices por la plaza, como el de la foto de esta nota.
Un paisaje de mármol y un hachero que tira abajo un árbol. Parece no haber mas sequedad que esa. Estamos en el Norte de la India, la provincia de Rajhastan, el paraíso de las piedras naturales. A esos planos fijos iniciales del documental de los argentinos Camila Menéndez y Lucas Peñafort le sucede un plano con cámara en movimiento que acompaña a dos mujeres con sus túnicas coloridas, estruendosamente coloridas de rojos y amarillos fuertes que contrastan sobre el paisaje árido. Bello choque que la fotografía exalta a lo largo de todo el film cuya introducción, más bien descriptiva, ya presenta las tres ideas que va a desarrollar el documental: el trabajo, la ecología y las mujeres, puestas en lógico equilibrio. Sin lo uno no hay lo otro. La cantera avanza y el pueblo de Piplantri queda más pequeño. Tres personas entran a una casa abandonada y encuentran las herramientas de su padre. Ellos saben que algún día deberán dejar la aldea, que ya pasó la época de las plantaciones de manzanos y de plátanos. El 70% de la población india vive en este tipo de aldeas: los hombres mayormente trabajan en las canteras, las mujeres intentan escapar a las rígidas normas ancestrales: se reúnen y organizan para contenerse y acompañar a aquellas que esperan una hija, a las que muchas veces las familias pobres no solo rechazan sino que son capaces de deshacerse de ellas. Camila Menéndez y Lucas Peñafort (también se ocuparon del guión) “fueron a la India movidos por el sueño de retratar la vida y la muerte en una cultura que es la madre de las creencias religiosas de la humanidad.” ¿Cuántas películas argentinas se filmaron en la India? Al menos una: Unicornio (el jardín de las frutas) de Pablo Cesar, un director que prefería estos paisajes extraños, en Unicornio un joven era sacrificado en una aldea habitada por mujeres. Distinta postura política tiene Hermanas de los árboles en un mundo que también necesita otras historias. La historia de Piplantri es fascinante: a partir de la idea que un alcalde tuvo en el año 2005, motivado por la muerte de su hija adolescente, establece no solo un plan de empoderamiento de las mujeres sino que las convierte en motores de la reforestación y de la abundancia de agua. Una cosa lleva a la otra y en ese entramado el documental se convierte en vidriera de una experiencia modelo, sin desplegar metáforas, sino paraísos posibles en este mundo tan castigado.
Testosterona, la obra teatral de la mexicana Sabina Berman, es la historia base para su adaptación al cine en Cronica de una tormenta que se estrena este jueves en plataformas de Cine.ar. Realizada en coproduccion entre España y Argentina, a traves de esa ya vieja sociedad entre Gerardo Herrero (España) y Haddock Producciones (Argentina) está protagonizada por Ernesto Alterio y Clara Lago. Opera prima también dirigida por una mujer, la madrileña Mariana Barassa. Que se trate de una obra teatral se nota en la encerrona de sus pocos personajes, mayormente dos, sujetos a lo que brinda ese reducido espacio del diario en la víspera de una Nochebuena. La entrega al periodismo como la más noble de las actividades se enuncia con cierta nostalgia tramposa, y pronto va dando entrada a un juego de dominó en el que se van desenmarañando las estrategias del poder. El director de un diario debe elegir a su sucesor entre sus dos subdirectores. La diferencia entre los hombres y las mujeres cae en la obviedad,y la charla que tendrán durante esa noche Antonio y Maca rápidamente toma el camino hacia la interrogación sobre la moral y la maternidad. El título de la obra de Berman es más que evidente. Ambiciones de un lado y del otro, y con un título que busca más la taquilla que la resonancia de algún significado, Cronica de una tormenta tiene un único motor en su historia y es el diálogo. Porque es el dialogo y no las acciones lo que empuja hacia adelante, son los tonos de voz, las miradas, y las emociones exteriorizadas el dispositivo limitado por cierto que responde precisamente a su origen teatral. No hay obligación para que esos personajes pasen toda la noche en su trabajo salvo la resolución de una disputa basada en la atracción que tiene el poder; el pasado de una relación profesor-alumna y una admiración-atracción son temas que se diluyen en un momento no muy identificado. La película gana en la actuación, en lo ajustado de su fotografía, no mucho más.
No puede dejar de leerse el entramado social y económico que plantea Ezequiel Radusky en Planta permanente, como una visión cercana a los tiempos que vivimos. Este film argentino que resultó el último de la actriz Rosario Bléfari se estrena el próximo 29 de octubre, Aunque el tema del recambio de director de un organismo público y los subsiguientes efectos que produce, es de índole universal, hay un tejido de clases sociales entre esa función, que se sospecha política, de la nueva directora que asume en este espacio (Obras publicas de una provincia) y las empleadas de la planta permanente (personal de limpieza) lo que tiene un aire a la racionalización del gasto público que acaba de sufrir la Argentina en estos años. Los modos de dirigirse a sus empleados en su discurso inaugural acerca a la nueva directora a un personaje de la política argentina que le resultará al espectador muy fácil identificar. La manipulación es una microfísica que empieza con un discurso, que sigue con un cierto grado de cercanía entre Luli (la mujer de limpieza que tiene 20 años de antigüedad) y la directora, y que involucra el cierre de un comedor clandestino que beneficia a quienes cocinan y a quienes almuerzan, la reapertura de otro comedor más oficial y un llamado a licitación. Un gran papel de Rosario Bléfari (en este mismo festival se celebra el reestreno del clásico Silvia Prieto) y un verdadero hallazgo el de Liliana Juarez que sueña con tener su restaurante propio y le da el tema risueño a la historia. Radusky (director del film tucumano Los dueños) mide, en un modo de narrativa clásica, la altura de estos personajes que rápidamente se ven enfrentados por la lógica del mercado, pero básicamente porque pelean por sus propios puestos en una administración plagada de favores, encargos, “irregularidades” y operaciones de normalización. Tal vez tampoco escapa la enunciación a cierto prejuicio de clase sobre los conflictos entre estas mujeres que prefieren entablar una lucha entre ellas sin poner en discusión en ningún momento la verdadera naturaleza de la amenaza. Este comentario se publico durante el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
¿Quién era Francisco Piria? (Montevideo 1847–1933) ¿un megalómano? ¿un empresario loco? ¿un utópico¿ ¿un estratega de la modernidad finisecular?. Uruguay tiene uno de los secretos mejor guardados de este “mundo entero” en el que vivimos. El mundo entero que cabe en esa ciudad, fundada hacia 1890 en la costa Este del país vecino, muy cerca de la playa más famosa. Llamada primero (y todavía dudosamente) Heliópolis, luego Piriápolis, ciudad templo, ciudad santuario, ciudad fantástica cuya agua prometía la cura de muchos males, ciudad fascinante que fue el sueño-proyecto de un hombre que le dio la espalda al Estado (o viceversa) y en solitario hizo todo con mano propia. El cine argentino le dedicó a Piria dos documentales, Ciudadano Piria de Gustavo Leonel Mendoza que vimos en el Festival de Mar del Plata en 2014 y comentamos oportunamente, y éste que se estrena hoy por cine.ar y que dirige Sebastián Martinez (París Marsella, Centro). Pasaron 10 años de Centro película que sorprendió en BAFICI, por el grado de observación y asociación de imágenes que lograba registrar detalladamente la vida del corazón de la ciudad de Buenos Aires. En El mundo entero Martínez hace un retorno al documental expositivo, con una voz que va marcando (e informando) el ritmo de lo que se ve. El escritor, político, empresario, hombre de fortuna que comenzó a instaurar un método y una estrategia inédita en los lugares que fundó, ya sea el barrio de Montevideo cuyos lotes vendía en cuotas de 50 años o el de la inusitada ciudad de Piriápolis, la ciudad de Piria, tema de este documental. Fraccionar los terrenos, bombardear con publicidad y comenzar el loteo formaba parte de ese plan de urbanística privada que emprendió este verdadero visionario que le dio a Uruguay un esplendor y un lujo apabullantes. Arquitectura, naturaleza y pensamiento alquimico hacen de Piria un personaje digno de ser estudiado. Martinez acierta en dedicarle largos recorridos con su cámara a las construcciones majestuosas: al hotel Argentino o la Iglesia nunca aceptada por la curia. El paisaje costero, sus bosques y ondanadas tampoco falta en la exaltacion del espacio natural. Naturaleza y alquimia que se encontraron tambien en su libro “El socialismo triunfante, lo que será mi país en 200 años”, literatura utópica latinoamericana que pensaba a Uruguay en el año 2098 en una verdadera operación de anticipación tecnológica, política y religiosa. Piria socialista? Un socialismo moderado que acompaña al capital y la empresa, como dice el historiador. Una de las fortalezas de El mundo entero es su banda sonora, especialmente compuesta para la película por el músico experimental Hernán Kerlleñevich que como curiosidad se estrenará simultáneamente en plataformas (Spotify, Apple Music, Deezer, Tidal y YouTube). Conceptualmente creada a partir de las ideas centrales de Pria en torno a la alquimia, práctica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. Vale la pena a travesar los temas Alquimia última, Bienvenidos a Piriápolis, Regreso de Italia, Albu de fotos, Castillo-Alcohol, Los primeros años, Su propio banco, Sol y sombras, Hotel Piriápolis, Dentro de 200 años, Las aguas, Ciudad templo, Punta Lara, Argentino Hotel, Un vacío imposible de llenar, Alquimia inicial. El documental de Martinez es sólido en su propuesta estética, conceptual e histórica tiene en su poder y lo aprovecha una historia extraordinaria y un material visual único.
¿Qué significan los espacios en el cine? Una habitación de hotel, un camarote de barco, una grieta en la montaña, un bosque neblinoso o la superficie del mar. En qué se parecen esos lugares, pequeños o gigantescos, sino en lo que el cine hace con ellos en tanto extensiones subjetivas o simplemente aquello que la imagen materializa. Una preocupación por el espacio como imagen en tanto representación parece habitar el trabajo de la alemana Helena Wittman, desde sus cortos Wildnis (2013) y 21,3°C (2014), que pueden verse on demand en su pagina web, o desde este estreno por streaming de su primer largo Drift que propone puentesdecine.com.ar a partir del próximo jueves 8 de octubre. En Argentina, Drift tuvo su proyección en el Doc Buenos Aires del 2018, así que es buena oportunidad para acercarse a este cine de lo real bien contemporáneo que Wittman, como buena alemana, extrema en la zona del paisaje tanto terrestre como marino hasta hacerlos casi abstractos. El espacio también está en el fuera de campo y esto Wittman lo trabaja con intensidad. Tanto aquel espacio que nunca se ve, pero se escucha, como el que se ve pero el movimiento de cámara deja lentamente fuera (en la bella escena final). Detrás de ese ejercicio visual y sonoro, una anécdota simple: dos jóvenes mujeres se encuentran en una fría ciudad marítima de Alemania, y se separan luego por una distancia geográfica (también aparece el viaje como tópico) que va hasta Argentina. Solo dos diálogos se mantienen a lo largo de la película. En uno se habla de los fríos del lugar, en otra se cuentan dos relatos míticos: el de un cocodrilo que vive en la profundidad del mar y el de Nahuelito, monstruo que, según la leyenda, habita el Nahuel Huapi. Habrá que atravesar el centro de la película con 20 minutos de cámara que se bambolea sobre la superficie del mar, soleada o nocturna: eso sí, asomar a esa belleza requiere algo de paciencia. Un desafío que puede convertir a Drift en una experiencia intensa.
Un llamado telefónico en medio de la noche y un hombre que se levanta de la cama para atenderlo; Clara se despierta y, sigilosamente, va tras sus pasos. Es un inicio que se postula ya envuelto en una sospecha, ambos mantienen un diálogo frío y distante que marca un tono general de allí en más. También podría leere como cuidada en sus diálogos. Image for post Saula Benavente, realizadora de la sugestiva Karakol, que se estrenó ayer en Cine.ar había escrito y dirigido en 2010 El cajón, una película muy poco vista que resultaba al menos curiosa (y que vi en un dvd!), luego codirigió con Inés de Oliveira Cézar, el documental Gule gule, crónicas de un viaje (2015) rodada en Francia y Estonia. Antecedente de viaje tal vez. Productora de películas de la directora de la excelente Baldío, Benavente participó este año de la producción de Bernarda es la patria, estrenada hace un tiempo también por streaming y comentada aquí. Toda una serie de films que dan garantía de calidad técnica y de guión Karakol, que resulta su tercer film como directora es una película sobre un mapa poco frecuentado últimamente en el cine argentino: el de las familias adineradas que viven en enormes y ricas casonas. En medio de un cine argentino que desde hace décadas está más atento a problemáticas de la clases media y baja, Karakol se presenta como una rara avis, no por eso menos atendible. El padre acaba de fallecer, la madre (la francesa Dominique Sanda) y los tres hijos reciben la visita circunstancial de la tía (Soledad Silveyra) y comienzan a transcurrir un luto por esa muerte fundante: “hace tres semanas que no paro de llorar” dice Clara (Agustina Muñoz). Ella hará un pequeño descubrimiento en uno de los cajones del escritorio de su padre, y emprende un viaje primero interno, luego real por otro mapa, un territorio de algún país remoto, lindante con la frontera china. Parece obligada a descubrir algún secreto al que se resiste, pero le atrae, pero forma parte del duelo. Toda esa primera parte en Buenos Aires supone una pintura de personajes muy concreta que el guión plantea con claridad y sin dejar puntas abiertas. Se anuncia incluso la presencia de ese “sobrino” que vive en Paris y que llama todos los dias. Clara se pondrá a investigar por alguna razón que se irá develando luego dónde queda un lago llamado Karakul, también Kara-Kul o Qarokul y la excusa de un casamiento en Estambul (bello plano general con Hagia Sophia logra la siempre inteligente fotografia de Fernando Lockett) le hace hacer ese viaje hasta la cordillera del Pamir en Tayikistán, un lugar a 3.900 metros sobre el nivel del mar. Allí transcurre la segunda parte del film. Image for post Cerca de este lago, en un paisaje muy parecido a la Patagonia, Clara resolverá o intentará contestar la pregunta que se hace al inicio: ¿cuándo un secreto se convierte en traición?, pero también reconstruirá parte de la historia de vida d su padre y la película hará ahí un giro previsible pero bien resuelto. Atención a la música de Gabriel Chwojnik que acompaña ese universo de Clara con un diseño realmente notable. ¿Cuántas películas argentinas están filmadas en países tan lejanos, con la libertad y justeza en el guión como Karakol? sabemos del un enorme esfuerzo de producción que supone. Me acuerdo de Venezia, del cordobés Rodrigo Guerrero, filmada íntegramente en la ciudad italiana; o las películas de Pablo César, con sus películas africanas. Aquí se suma la pelicula de Benavente, que produce aquí con Albertina Carri y Diego Schipani. Un film de factura milimétricamente cuidada desarrolla dignamente las preocupaciones centrales de la dignitas humana: la muerte, el dolor y el viaje como temas transformadores.
Este documental de Carina Sama (Madam baterflai) realizado con un año y medio de entrevistas y mucho material de archivo tiene algo muy interesante y es que ese propio límite (la entrevistada falleció a la semana de comenzar las entrevistas) se hizo horizonte para encontrar algo del corazón del documental. Aprovechar lo que había filmado, como el resto de lo que nunca se había hecho, sirvió para entender el proceso creativo desde el lugar de las dificultades y de las victorias sobre ellas. Image for post La directora no deja de enunciarlo a lo largo de esta historia de Malva, una persona que se define biologicamente como hombre e internamente como mujer, cosa que hemos escuchado muchas veces seguramente, pero en su boca, porque Malva además tiene95 años, es algo especial, hasta conmovedor. Esa edad y una memoria prodigiosa que recuerda con detalle hechos, fechas, nombres de amigos, encarcelamientos (aunque fueron tantos), momentos importantes de la vida, y también los nombres exactos de los responsables en cada gobierno que la persiguió, desde su llegada de Chile en 1943 hasta la época de Kirchner. Sama entrevista a Malva en el geriátrico y en su casa, un hogar humilde que resulta un escenario prodigioso para el encuadre, tanto el de ese cuerpo anciano, frágil, pero que todavía tiene cierta agilidad, como el de un universo planteado desde la diferencia con la norma. Vejez y homosexualidad parece dos caras de la misma moneda. La propia directora justifica eso que el ángulo de la cámara genera en lo desencajado que Malva todo el tiempo marca. La historia de la homosexualidad en Argentina (pieza importante tambien el documental de Carlos Jáuregui, El puto inolvidable) transcurre frente a nuestros ojos: las persecuciones, los edictos policiales, la fundación del reducto en El Tigre. 200 fotografías dejó Malva para que el documental adquiera la dimensión de ese pasado personal y amoroso y para que conozcamos su historia. Bella historia para llevar al cine. Viernes 28 de agosto: CINE.AR TV — 18.00hs. Repetición: Sábado 29/08–6am y 12pm (TDA: Canal 22.4 / Cablevisión: Canal 39 y 300 / DIRECTV: Canal 512 / Telecentro: Canal 400 y 1049)Desde el 28/08 también en CINE.AR PLAY
Si hay algo que demuestra esta película ecuatoriana Alba, ópera prima de Ana Cristina Barragán, que estrenó el 20 de agosto la plataforma puentedecine es una internacionalización de cierto lenguaje, celebrado por otro lado, en Festivales como Rotterdam o San Sebastian, donde esta película participó. También muy propio de cierto cine argentino, de formato reticente a la información, con intención semi documental, poco diálogo, planos cortos, de encuadres no siempre convencionales y con cámara en movimiento, personajes cerrados en sí mismos de los que hay que adivinar pasados e historias. Tengo la impresión que vi muchas veces una película como Alba, librada casi completamente a la actuación de la niña Macarena Arias, expresiva en su tristeza, su silencio, su vergüenza que se despliega tensionando entre dos ámbitos: la enfermedad de su madre y la marginalidad de su padre. Alba que debe seguir su vida de niña en un colegio nuevo, de clase alta, con sus compañeros y sus primeros juegos preadolescentes, sufre la enfermedad de su madre y oculta la situación de su padre, de lo que el espectador no tendrá demasiada data. Sin embargo el único momento que Alba ríe es cuando va con su padre (Pablo Aguirre) a la playa y las olas del mar la cubren, el momento más vital de una película apesadumbrada, de tonos mayormente azulados, construida a partir de esta mirada de niña triste e introspectiva, distanciada incluso con los objetos de su sufrimiento. Alba alcanza un nivel de cine de autor a nivel internacional, pero se queda sin lograr suficiente cercanía entre sus personajes y los espectadores, salvo, insisto, alguna que otra escena.
Andres Di Tella revive la historia de amor de sus padres, Torcuato, perteneciente a una de las familias poderosas de Argentina y Kamala, una mujer india (de la India) negra a quien conocerá estudiando en EEUU. Si la enunciación pone un signo de advertencia hacia el comienzo del documental, lo hace desde la pregunta sobre lo ético de exponer la vida privada de las personas. Historia que el documental expropia con emotividad y creatividad en un pasado que ahora pertenece a sus herederos simbólicos, y que sigue existiendo en un manojo de cartas y unas fotos sin identificar. Esa falta de epígrafes, que las voces se ocuparán de completar, requerirá de inventar porciones de historias, una sensación, una espera. Hay una fotografía en particular de un posible radioaficionado que se comunica con los espíritus que refuerza la idea que esos muertos rondarán la película de principio a fin. e Alguien se tira por una ventana, dos osos aparecen tras unas rejas (serán ellos, los padres, sin poder salir?). La referencia a la discriminación hacia esa pareja mixta de clase alta en los años 50 en cualquier lugar del mundo que se encuentran tambien cruza permanentemente el relato. La operación de sustitución de los padres biológicos, muertos, por padres simbólicos (qué estupenda la participación del querido Edgardo Cozarinsky) o padres ficticios y contemporáneos como los jóvenes actores Denise Groesman y Julian Larquier Tellarinique que leen las cartas escritas a la edad de Torcuato y Kamala. “Escribir una carta da la posibilidad volver a un lugar donde tal vez nos entedemos mejor”. Es posible. Por eso recrearlas, volver a traerlas en otras voces y algunas de ellas repetidas una y otra vez recuperan tal vez los recuerdos de lo no dicho. La carta del padre al hijo anunciando la muerte de la madre. La carta del hijo al padre. ¿Encuentra Di Tella una medida de dolor por la muerte de la madre? El relato del encuentro con la madre en el callejón conmoverá e identificará seguramente a muchos. Los fantasmas rondan Ficción privada tambien en forma de imaginación recreada: los padres imaginan la vida de los hijos a futuro y los padres serán repensados por los hijos. Por ejemplo ¿Hay medida del saber si alguna vez los padres se amaron, si tuvieron una vida sin sus hijos, se entienden sus deseos, sus conflictos, los rechazos o las culpas? El círculo parece no cerrarse nunca, es un círculo privado pero universal el relato se abre a material de archivo que no siempre es descriptivo como las imágenes de la India o de los Kibutz, hay también un bello travelling sobre una Buenos Aires de otra década. El tiempo de la letra escrita es uno, el de la voz otro, el de la imagen otro. Esas alternancias temporales se yuxtaponen con comentarios sobre las cartas que finalmente no parecen ser tantas, pero que se repiten una y otra vez, repetición que logra su momento más intenso cuando con algunas de esa palabras los actores (que son los padres) las usan en un desafío de hip hop. En Ficción privada las frases lanzadas desde las cartas, parecen no terminar nunca. El cine finalmente tiene esa capacidad de revivir a los muertos. Leedor El portal de arte, cultura y espectáculos de habla hispana. Following