INVENTO PELIGROSO El horror a veces asoma por detrás del entretenimiento. Esta podía ser la moraleja de este film previsible y espectacular. Mal o bien, por debajo de sus valores como cine de acción y aventuras, esta nueva Jurassic acumula un par de ideas y bienvenidos pincelazos de humor. El libro está bien armado y los fuegos artificiales del género –efectos especiales, suspenso, ataques y salvadas sobra la hora- están resueltos con una técnica depurada que puede transformar en algo casi real y posible cualquier antojo visual. La cosa es que el viejo Parque del fantástico film de 1993, ya fue. La gente busca algo más. Los dinosaurios no despiertan la atención de antes. La gente se cansa pronto, nos dicen. No atraen ni entretiene. Como el negocio se viene abajo, la idea es lanzar al mercado nuevos dinosaurios, más peligrosos, para ver si pueden captar un público que frecuenta el riesgo. Y bueno, los científicos ponene manos a la obra y se equivocan. El bicho último modelo es un depredador inatajable. Y al final lo que estaba pensado para asustar acaba sembrando pánico y muerte. Allí empieza la cosa. El resto es la vieja lucha entre el bien y el mal. Es cierto que los dinosaurios se comen varios visitantes, pero al final, entre tanta peripecia, el reencuentro, la paz, el coraje y el amor pondrán las cosas en su lugar.
EL OTRO LADO DEL ÉXITO, de Olivier Assayas.- La actriz María Enders (Binoche) vuelve a la obra que la consagró de joven, cuando encarnó a Sigrid, una chiquilina de 18 capaz de envolver y destruir a Helena, una mujer grande. Pero ahora la convocan para que interprete a Helena. Y desde ese cambio se replanteara muchas cosas. Todos llevan sus máscaras en esta drama sobre la identidad, la búsqueda existencial, el paso del tiempo y sobre la ficción, como escape y fuente reveladora. Es muy interesante el abordaje que hace Assayas. La que ensaya con ella, su secretaria, (Kristen Stewart, en otro gran trabajo) aprovecha el texto de Sigrid para fijar posiciones y ajustar cuentas con su empleadora. María duda. Le cuesta revivir una historia en la que fue joven y hoy deberá ser una mujer sufrida y madura. Las dos aprenden desde sus personajes. Y en ese juego de espejos invertidos, aparecen inseguridades, reproches, las dudas, el temor al fracaso, la soledad, el egoísmo, el desencuentro generacional. El film empieza en un tren (todos quieren escaparse). Allí María se entera que murió un director amigo y querido. ¿Qué hacer? ¿Ir al funeral? Y ¿qué decir? Ella parece estar siempre a merced de la actriz que lleva dentro. Los paparazzi, los paseos por senderos prohibidos, sus temores, el texto teatral que no la suelta, subrayan esa despersonalización. Desde esas máscaras que tanto pesan, las dos se pierden, se desnudan, se confiesan y se reprochan. Al film le falta más intensidad y un mejor final. Pero la historia es sugerente, el texto es inteligente y reflexivo sin ser abrumador y las actuaciones con magníficas. Realidad y ficción, verdad y mentira, soledad y fama, personas y personajes. De todo esto habla este inteligente trabajo de Assayas.
LA CALLE DE LOS PIANISTAS, de Mariano Nante.- “En una pequeña calle de Bruselas hay una inusual concentración de pianistas argentinos: de un lado, la casa de Martha Argerich; del otro, la de los Tiempo-Lechner, cuatro generaciones de prodigios pianísticos”. Este cautivante documental pregunta: ¿qué es, en definitiva, ser pianista? Esos muros sólo escuchan música. Consejos, ensayos, comentarios, grabaciones. La cámara no se entromete, anda en puntas de pie por un escenario que también deja ver los egos, las exigencias, los mandatos, las dudas. Los melómanos lo disfrutaran más, por supuesto, pero el film atrapa a todos con su puesta sencilla, sutil y sensible. Karin y Natasha, madre e hija, ocupan el centro de la escena. Desde allí se abren los temas: el paso del tiempo, las diferencias entre una y otra, el cariño, los compromisos, la actitud de Natasha (un encanto de frescura) contra un mandato que le inspira devoción, sueño y temores. En un almuerzo dominical, tras la pared escucha a la ilustre vecina, Marta Argerich, que está ensayando y ellos harán silencio para disfrutarla. Los nervios del debut, el eterno embrujo que despierta la música, la rigurosa disciplina, la herencia, todo cabe en esa casona que es academia, hogar, escuela de práctica y rincón de amigos. Un lugar que transmite no sólo música, también emociones, afectos, enseñanzas y rumbos. ¿Cuándo decidiste ser pianista? Le preguntan a un habitante de esa casa. “Yo nací pianista… no lo decidí ”, como avisando con naturalidad que lo de ellos es más un destino que una elección.
ROBOT ARREPENTIDO Nueva incursión en la ciencia ficción de Neil Blonkamp, recordado por su interesante “Sector Nueve”. La cosa pasa aquí por el tema seguridad. Estamos en una Sudáfrica desbordada. La cosa se ha puesto tan difícil que es hora de tercerizar la protección ciudadana y encomendarle el cuidado a los robots. La vieja policía ha fracasado, las calles están inmanejables, la gente ruega por más seguridad y la robótica, cada vez más sofisticada, puede ser la solución. Y así se arma la historia. La interna de los fabricantes deja ver luchas de egos y patentes. Hasta que hace su entrada un robot engendrado por el fabricante bueno. Es una criatura, un nene con sentimientos, una máquina noble que al final quedara en manos de los que son capaces de traficar con la inocencia para seguir manejando todo. Alegoría simple y ruidosa que los seguidores del cine de acción podrán ver como una Robocop tierna que se enreda sin suerte entre el mensaje humanista y los efectos especiales.
Hambre de amor Chica difícil, antisocial, que no funciona ni con sus amigas ni con familia. La dejó un amor y anda la deriva. Cielo es hermosa, pero no hay caso. Hasta que chateando conoce a Alejo, nueve años mayor. Y se enamora perdidamente. Alejo pasa a ser la obsesión, la única de esta chica de los bordes que no tiene otro centro de interés. La vida pasa por Alejo, lo demás no cuenta. Y al no encontrar en él ni respuesta ni compañía, se sumerge en una angustia extrema. El alma primero y el cuerpo después le piden explicaciones a esa obstinación que es también empecinamiento y rebeldía. Y se lastima por fuera y se vuelve no sólo anoréxica sino referente de un grupo que lleva la enfermedad como estilo de vida y reclama su derecho a querer padecerla. El film parte del texto autobiográfico de la platense Cielo Latini y aborda el tema con seriedad, sin exagerar ni mostrar patetismo o condescendencia. La historia está contada desde el punto de vista de Cielo. El amor obsesivo avanza sobre el cuerpo maltratado y hermoso de esta chica desconsolada que no encuentra rumbo ni refugio y que ve a los demás como verdugos de una vida que vomita comida y también ilusiones. El guión es monotemático, como siguiendo la cadencia de una dolencia que no da tregua. Se ve con interés, no especula con su derrumbe y es más que bueno el trabajo de China Suárez, tan bella y tan frágil, una chica desvalida y desafiante, a la que ni siquiera se la puede ver fea cuando la enfermedad le va quitando todo. A veces, parece un thriller, otras veces un testimonio desolador, pero en general representa el gesto desesperado de una chica que gastó todo su hambre en el amor y que sólo parece alimentarse de obsesiones, rupturas y privaciones.
MAS VIOLENCIA Otro filme con la violencia en primer plano. Pero esta vez aquí cerca. Parte de un libro que Corsini fue construyendo a partir de relatos de sus padres. Y está ambientada antes del golpe de marzo del 76. Montoneros, Triple A, atentados, el paso a la clandestinidad, el horror, las dudas. Como documento de época no funciona. Es un melodrama que va de la actualidad, en España, a los años 70 en Buenos Aires. Miguel es un guerrillero que se fue en el 76, desoyendo las órdenes de una cúpula montonera que exigía más de lo que daba. Y se quedó en Europa. A su compañera Diana la hicieron desaparecer. Y ahora, cuarenta años después, a Miguel la cabeza y el alma se le nublan. Tuvo un ataque y quedó con el tiempo y los recuerdos desordenados. Miguel busca el ayer desde su mente desquiciada. Y su hijo Mario busca a esa madre que no está más. Son dos memorias que van y vienen tratando de reconstruir una historia trunca y fatal. El borrador de una novela ayuda a rearmar el pasado. Hay un buen trabajo de ese gran actor que es Miguel Angel Solá. Pero también tropezones. . No desafina, pero es plano, convencional, sin matices. La historia está allí, pero el film parece confiar más en el suspenso y las intrigas.
OTRA GUERRA Y EL MISMO DOLOR Es el debut como realizador de Russell Crowe. Y también aquí el cuidado visual es lo primordial. Tampoco está mal. Se sirve de la célebre batalla de Gallipoli, una carnicería de la Gran Guerra, para plantear un melodrama bélico de aliento humanista sobre la culpa, la responsabilidad paterna y el amor como motor del sacrificio y redención. El es un chacarero que tiene un don: descubre qué hay bajo la tierra. Primero le sirve para darle agua a ese territorio reseco. Y después, para poder encontrar el cuerpo de sus hijos que están en otro territorio reseco, su corazón, de hombre viudo y desolado, que necesita encontrarlos para darle alivio a su conciencia. Hay aventuras, flashbacks con escenas de aquella guerra y hasta una historia romántica que al menos descubre el brillo de la esperanza. Buen uso de exteriores, tono cambiante, un guión que privilegia la aventura, algunas resoluciones inverosímiles y un profesionalismo que no decae, redondean otro mensaje aleccionador sobre la fuerza de la voluntad, el mandato del destino y el horror de la guerra.
Señoras que dudan y hombres que matan El noruego Erik Poppe (“Aguas turbulentas”) vuelve con otra historia que se tutea con el sentido del deber, la culpa y personajes angustiados y dudosos. Rebecca (Binoche) es una fotógrafa de guerra. Trabaja en tierras peligrosa. Herida, vuelve a su casa. Y allí enfrentara otra batalla: ni su esposo ni sus hijas quieren que se vaya más. Deberá elegir: o la adrenalina de la guerra o la familia. Ese es el tema. La vocación y el deber, por un lado; los afectos y la paz hogareña por el otro. Sobre estas opciones transcurre un film que tiene, al principio y al final, en Kabul, sus dos mejores escenas: los conmovedores preparativos de dos mujeres con explosivos, listas para inmolarse. A Rebecca sus hijas y el marido la reclaman. “Pero es el instinto lo que me manda a estar allí”, explica, aunque añade que lo que anhela con sus fotos, de alto impacto, es que a la gente cuando abre el diario se le atragante el desayuno con esas devastadoras imágenes. El filme está muy bien al retratar el peligro, pero trastabilla en las escenas hogareñas, se vuelve algo empalagoso y se alarga, aunque nunca cae en excesos. La angustia, la culpa, el verdadero lugar de cada uno en son explorados en este relato que juega demasiado con los contrastes. Rebecca, al final, al querer registrar los preparativos de otra mártir, parece entender que inmolarse en el frente (con explosivos o con cámaras) puede ser inútil y terrible.
HOJAS DE OTOÑO Ella está sola y triste. Es su noche de cumpleaños. Se cita con un amigo en un bar para escuchar jazz. Pero como el amigo no puede ir, ella al final aceptará la charla del pianista del lugar, otro solitario. Y entre los dos, favorecidos por un inesperado corte de luz (a veces la crisis ayuda) se encargarán de darle algún sentido y alguna esperanza a sus vidas, entrecruzadas de pérdidas, desilusiones, olvidos y silencios. La estructura teatral del film deja que todo descanse sobre las espaldas de estos dos buenos actores que poco pueden hacer ante un libro que no les deja desplegar otros matices. Es un relato pobre, no porque sea chiquito, sino porque no encuentra hallazgos ni detalles que dejen ver algo más. Aunque hay que agradecerle que no es meloso ni condescendiente. Pero, ni el clima romántico de la puesta (con sus velas, sus decorados, su música) logra sostener esta historia mínima que es, más que una puerta abierta hacia una segunda oportunidad, una ocasión para mejorar el día día con algo que empieza a ser. Ya a lo dice Mario Clavell en su inolvidable bolero que recorre el film: “somos dos hojas que el viento/ juntó en el otoño”.
VENGANZ A Y SANGRE Cine independiente, áspero, sin grandes nombres, con personajes taimados y un tema muy trillado: Dwight vive en su descascarado auto. Es un marginal. Se mete en casas ajenas para bañarse y la policía le tiene compasión. No es peligroso. Pero un día le informan que el asesino que mató a sus padres (y a él le cambió la vida) acaba de ser liberado por un juez (los jueces benévolos están de moda). Entonces la vida sin sentido de Dwight tendrá por fin un objetivo: matar ese asesino y vengarse. Pero, como se sabe, a la violencia es más fácil desencadenarla que detenerla. Aparecen otros vengadores en escena y la trama se espesa y se llena de sangre. El film va más allá de los enfrentamientos. Dwight es un antihéroe sin destreza. No es como los otros justicieros de cine. La venganza no está al alcance de cualquiera. Desde este personaje el film cuestiona la ligereza de una justicia que sin querer termina estimulando la violencia. Habla de la soledad que genera el dolor y va hacia atrás para contarnos que el drama viene de lejos y que incluso se potencia por una triste historia de amor que desnuda el odio entre dos familias. Relato seco, implacable, con algunos buenos momentos, pero ni su contenido ni su mirada aportan algo nuevo.