CASORIO PESADO Comedia liviana, previsible, con personajes estereotipados, poca gracia, mucho ridículo y resoluciones forzadísimas. Cuesta ver en semejante historia figuras de los kilates de De Niro, Keaton y Sarandon. El tema es tan tonto como su desarrollo: una pareja que se divorció hace tiempo deben aparentar seguir siendo marido y mujer para no desilusionar a la madre de su hijo adoptivo, una colombiana pacata, estricta, conservadora. Con un poco de gracia, la cosa se podía haber arreglado. Pero tal como está, da pena. Todo es ridículo, hasta ese muchacho ¡de 29 años! que debe pedirle a la mami que lo deje acostar con una linda colombiana que vino a la fiesta de casamiento. En resumen: son diez idiotas haciendo payasadas, incluyendo un cura medio borrachín.
Nenes que fabulan y maestros que sufren El danés Thomas Vinterberg (“La celebración”) nos habla otra vez de hogares destruidos por terribles secretos. Y lo hace con un filme incómodo y difícil, muy respetuoso en la presentación de un tema como el de la pedofilia y muy inquietante en su planteo: será cierto –pregunta- que los chicos nunca mienten. Aquí estamos ante la denuncia de una nenita fabuladora y solitaria que, acaso por despecho, cuenta que fue abusada por su padrino y mejor amigo de su padre, un ser muy cercano a ella, el único que le hacía compañía cuando sus padres reñían. A partir de esa denuncia, el jardín de infantes, los padres de los otros alumnos y al final todo el pueblito se hacen eco de esta acusación y acabarán arrinconando a este maestro solitario y golpeado, con un divorcio a cuestas y un estoicismo a toda prueba, un ser que acepta como un fatalismo semejante pesadilla. Tema difícil, bien formulado, con escenas creíbles, personajes ciertos y clima agobiante. Algunos subrayados innecesarios (enterrar el perro bajo la lluvia; la escena en el supermercado; la misa) le van quitando rigor y transforman lo que era una implacable película de terror en un melodrama pueblerino de menos vuelo. Pero el filme vale porque invita a reflexionar sobre los prejuicios, la huidiza verdad, la malévola tendencia de la gente a creer siempre lo peor, el contagio que genera algo así entre los demás chicos del jardín. Un filme serio que en su ambiguo final deja flotando varias preguntas. Habla de esos niños diabólicos que por imaginar tanto no pueden distinguir entre la realidad y la fantasía. Y pinta la oculta maldad de esos pueblos que parecen necesitar algún chivo expiatorio para poder descargar sus furias, sus borracheras, sus aburrimientos, su intolerancia y sus vacíos. La caza es la alegoría: los niños se convierten en jóvenes cuando reciben un arma y salen solitos al bosque. El filme, desde el título, pretende ir más allá del ataque a ese maestro. Quiere decirnos que los ciervos y los hombres a veces están desamparados ante la malicia de los que manejan los rifles.
MAÑANA SERA PEOR Otra más que habla de un mañana de terror. Los terráqueos apenas sobreviven lejos de un planeta devastado y habitado por seres feroces seres. Una misión espacial, por averías, debe aterrizar en lo que queda de esto. Pero en el choque mueren casi todos los tripulantes. Sólo se salvan un general y su hijo adolescente. El padre no se puede mover y el hijo sale a buscar un aparatito para poder pedir ayuda. Al pibe le pasa de todo, pero, con mucho coraje, bastante suerte y algo de inteligencia se las ingenia para alcanzar su objetivo: lograr que su exigente padre lo quiera y lo acepte. Nada nuevo y nada para destacar. La hizo M. Night Shyamalan, un realizador que tuvo un debut colosal (“Sexto sentido”, 1999) y que desde allí fue cayendo.
GOLPES Y MIMOS Melodrama meloso y previsible, ambientado en una pequeña ciudad de Carolina del Norte. Katie viene huyendo de una pareja golpeadora y vengativa y en el manso pueblito encontrará a Alex, un viudo buenísimo, pintón, con dos hijos encantadores y un maxiquiosco. Y bueno, lo que empieza con tironeos, como siempre, de a poco se irá afianzando, aunque el ex ande al acecho y esa nueva vecina guarde el secreto de su pasado violento bajo siete llaves. Antes de arribar al anunciado desenlace, la pareja deberá pasar por las pruebas de fuego que el género exige: desilusiones transitorias, enfrentamientos sangrientos, peligros por todos lados. La dirigió el sueco Lasse Hallstrom que ya había dado muestra de su falso romanticismo y su gusto por los lugares comunes en títulos olvidables, como “Chocolate” y “Querido John”. Aquí reitera esas flaquezas, mezcla sin suerte el thriller con la novelita rosa y encima se atreve a chapalear por el realismo mágico al convocar a ese fantasma que llega desde el más allá (¡la infortunada señora de Alex!) para ayudar a la nueva pareja. Además, hay bosques, flores, lagos y gente buena.
La cosa es saber mirar y no distraerse Hay tan poco ingenio en el cine de acción de estos días que una película como ésta, apenas sugerente, pero forzada, califica como algo distinto en una cartelera superpoblada de secuelas y de filmes francos, toscos, que apuntan al sobresalto más que a la inteligencia. Bueno, el filme dice que lo que se ve no es lo que sucede, que cuanto más cerca estamos de los hechos, menos podemos entenderlos, que el truco como la vida consiste en mostrar una cosa para ocultar lo que realmente vale. Y por ese lado andan estos cuatro jinetes, magos súper estelares convocados por un desconocido que juega al gato y al ratón con la policía, con los empresarios abusadores, con la magia y hasta con un racionalista dedicado justamente a dejar mal parados a los magos que deslumbran el mundo. Con todo eso el francés Louis Leterrier logro un filme vertiginoso, efectista, vistoso y entrador, que tiene suspenso, persecuciones, sorpresas y trampas. A diferencia de los buenos exponentes del género, la narración es inconsistente y antojadiza. Los trucos están allí para seguirnos diciendo que hay que saber mirar y no distraerse, porque este mundo es un gran engaño.
OTRA LOCURA MAS Es el mismo equipo, pero esta vez han dejado las despedidas de soltero desaforadas para meterse en un baile más peligroso, con asesinos y todo. Nuevo capítulo sobre la vida atropellada de estos inmaduros que viven como si la vida fuera una eterna despedida del secundario. Pero la fórmula va mostrando su cansancio: los gags son menos graciosos, las réplicas más sabidas, las sorpresas más anunciadas. Y para sostener se recurre al remedio de siempre: forzar el modelo farsesco, buscar efectos por todos lados y darle cada vez más protagonismo a ese atolondrado irresponsable que compone con mucha soltura Zach Galifianakis. Comedia grosera, con más exageraciones que humor, pero siempre efectiva y con algunos momentos logrados. El público se ríe menos que otras veces, pero así y todo la historia de estos loquitos desatados, funciona. Dirige Todd Phillips, un astuto director que en la secuencia final parece anunciar que se viene la parte 4
SABER ESPERAR Film coral que trata de ser travieso y vistoso, pero que se queda en la viñeta tonta y repetida. La protagonista es Judith, actriz, madre, divorciada y siempre dispuesta a encontrar el hombre de sus sueños. Vive con sus hijas y su hermana. Y todas aprendieron la lección materna de la búsqueda permanente. No se habla de otra cosa en esa casa. El film va y viene de una historia a otra, sin lucirse en ninguna. Trata de ser fresco, audaz, con toques de humor, pero le falta para ser una buena comedia romántica. Está escrito y dirigido por una mujer. Y se nota: los hombres son apenas arquetipos desmejorados que andan por allí, inmaduros, inseguros, sin entenderlas. Con exageraciones y pincelazos románticos el film acaba sugiriendo que al final en el amor, los que ganan, son los pacientes, los menos brillantes, los que saben aguardar y perdonar. ¿Será así? En fin, una descolorida apología del hombre bueno que espera y acepta casi todo.
PACO REGRESA Tras 36 años en España, Paco regresa al país para apadrinar la boda de un amigo. Aquí se encontrará con su hermano y sus recuerdos, pero sobre todo con Margarita, un amor de juventud que siempre siguió latiendo. Paco en España tiene mujer y un hijo. Y Margarita es viuda, con hija y nieta, una mujer triste y vacía. Y se reencuentran y todo parece querer empezar entre esos dos seres que el destino quiso separar. ¿Qué hacer? Una inesperada revelación obligará a los dos a decidirse. Comedia romántica, de gestos suaves, buena gente, silencios, reproches. Con personajes sin encanto que hacen lo que pueden en medio de esta historia sabida y chiquita que se escapa entre los dedos sin dejar huellas.
Crecer de golpe en medio de la crisis Son dos adolescentes entrañables que viven su despertar a la vida en el Londres de los tempranos 60. Rosa viene de un hogar partido y es la más audaz y la menos soñadora. Ginger tiene padres, pero en casa las cosas andan muy mal. Ellas se necesitan y se consuelan: salen, llegan de noche, beben, fuman, conocen chicos y hasta empiezan a militar. La crisis de los misiles en cuba proyecta sus sombras y la vida empieza a mostrarse como lo que es: un lugar que acoge sueños y lágrimas, que nos alimenta de dulces y amarguras. Es un film sobre despertares: al sexo, a la madurez, al activismo, a los secretos y a las crisis. La radio larga noticias inquietantes y Ginger (estupendo trabajo de una enternecedora Elle Fanning) sueña con salvar el planeta para poder salvarse de una vida de secretos y sinsabores. Mientras el mundo espera un desenlace, en casa de Ginger la crisis se precipita. Los secretos estallan en mil pedazos y la realidad se encarga de pasar en limpio la historia. Ginger encontrará en la poesía, el refugio y el desahogo que buscaba. Y al final, desde el dolor, aprenderá crecer más que su avispada amiga, tocada muy pronto por la pasión y el desencanto. Buena película. Empieza con muchos lugares comunes, pero va creciendo. Es sentida, dolida, con seres en crisis que reflejan un mundo siempre amenazante.
Lo más llamativo de esta serie (al final se anticipa el séptimo capítulo) es que ha ido mejorando con el tiempo. Cada vez recauda más y arriesga más. Y el resultado está a la vista: es una de esas películas que sirven en bandeja lo que el espectador fue a saborear. En esta sexta entrega de “Rápidos y Furiosos”, el agente Hobbs (Dwayne Johnson) se vuelve a juntar con Toretto, O’Conner y su equipo para que lo ayuden a derribar una banda a cargo del delincuente Owen Shaw, un tipo feroz. Todo es acción, todo es persecución, pero por ese lado hay escenas impresionantes (la del puente, la del avión, la inicial en las calles de Moscú) que incluso aportan algo nuevo a un género tan transitado. El argumento no cuenta mucho: los de siempre salen a pelear contra un malvado de turno, implacable y furioso, como ellos. Pero una de las buenas perdió la memoria y se pasó al otro bando. Así que la empresa tiene un premio extra. La historia se alarga demasiado (la secuencia final con el avión), pero no decae, siempre va encontrando vueltitas argumentales, es llevadera, con mucho ritmo, espectacular, con escenarios cambiantes y toques de humor. Pero lo mejor está en esa mezcla de balazos, piñas, efectos especiales, derrapes, salvaciones imposibles y volantazos.