Un homenaje a Néstor Kirchner No es un documental. No quiere serlo. Es un homenaje, más cercano al cine publicitario que al cine histórico. Su directora, Paula de Luque así lo ha querido y lo ha dicho. El filme recorre la vida privada y la vida pública de Néstor Kirchner, repasa su intimidad y su militancia y pone en la apertura y el cierre, a manera de cuidada instalación, la figura de su hijo Máximo. Desde lo ideológico, pivotea sobre cuatro temas: los derechos humanos, la deuda externa, el campo y la ley de medios. Y lo hace afirmándose en imágenes calculadamente elegidas por una directora que siente tanta admiración por su homenajeado que no plantea contrastes ni preguntas y que no le teme a la manipulación y al subrayado. Es un Kirchner sin claroscuros, arrollador y perfecto, en el centro de esta apología amable y exaltada que alterna testimonios de familiares con imágenes de noticieros y que reivindica por encima de todo a ese militante que sin duda sacudió todo. El filme va a entusiasmar a sus seguidores, pero los que no lo son se podrán sentir tocados por algunas secuencias que dejaron su marca: el rostro de Bush en Mar del Plata; la represión del 2001; la histórica bajada de cuadros del Colegio Militar. El filme vale por lo que muestra y por lo que oculta, por las caras presentes y las ausentes, por lo que evoca y por lo que proyecta. Como cine, su aporte es escaso: no investiga ni promueve debates ni aporta material inédito, pero es indudable que tiene cierto valor histórico, que invita a la reflexión y al recuerdo, que expresa una mirada parcial y respetable sobre una relevante figura política y que trata de ser también una pieza motivadora ante los grandes partidos que debe enfrentar el kirchnerismo en estos días.
OTRA VEZ EN LA PATAGONIA Carlos Sorín vuelve a la Patagonia, vuelve a su cine y vuelve a sus personajes simples y callados. Una película tan mínima como la de su comienzo, sostenida en la espontaneidad de sus criaturas, en el estilo contemplativo de su puesta en escena, en su gusto por el detalle. Es la crónica de Marcos, un padre que quiere pescar tiburones y afectos. Allá en el sur esta su hija, casada. Hace mucho que no la ve. El alcohol y quizá algo más lo fue dejando solo. Y hay recelos y reproches, pero también esperanza. Sorín saca partido de esas distancias, de esas soledades y de ese silencio para acompañar el desamparo de Marcos. No está mal, pero hay algo de manierismo y cansancio en la reiteración de un registro que siempre ese sensible y delicado pero que está necesitando historias más firmes, personajes más ricos y observaciones más interesantes. Así y todo, es un cine diáfano, humano, simple y afectivo que se ha ganado un buen lugar.
OTRA CON ROBERT PATTINSON Sobre un relato de Guy de Maupassant muchas veces adaptado a por el cine. Es la historia de Bel Ami, un joven arribista y seductor que llega sin nada a la Paris exultante de fines del siglo XIX. El hombre seducirá a esas damas insatisfechas y lustrosas. Y al final aprenderá que en ese mundo nadie gana, que solo se obtiene lo que ellos te permiten. Todo muy convencional, muy impersonal, muy decorativo pero sin fibra. Robert Pattinson da pena otra vez. La película no es interesante ni sutil, combina la guerra con las batallas caseras. Mucho baile, mucho traje de etiqueta, muchos brindis. Cuando Bel Ami comprenda que es más un instrumento que un aprovechador, no le quedará otra cosa que la cruel venganza.
VACIO Y VIOLENCIA David Cronemberg insiste con otra historia recargada y muy hablada que postula -lo ha dicho- “la visión del lenguaje como instrumento de poder”. El relato de Don DeLillo le da estructura y tono a este filme denso, desparejo, interesante, una desoladora metáfora sobre el capitalismo y sus víctimas, una suerte de viaje hacia el infierno más íntimo a bordo de una limusina que cruza Nueva York llevando a Eric (un inexpresivo Robert Pattinson), un joven arribista, millonario y desolado. Ese vehículo es su oficina y su casa Allí recibe al médico, a sus amantes, a sus asesores. Y por las ventanillas asoma la realidad: piquetes, sirenas, guardias. La idea es fascinante: un mundo fantasmal, virtual, globalizado y sin rostro viajando con vidrios polarizados por una ciudad que se deshace a los gritos. Solo hay palabras que transmiten descomposición y desasosiego. Es que “el futuro es impaciente y nos presiona”, dice Eric. Todos los que entran y salen de esa limusina están en los bordes del vacío más absoluto: “Fumo para añadirle algo de drama a mi vida”, dice esa señora olvidada y distante. Cada tanto la gente golpea contra los vidrios pero nadie escucha. En ese clima de ensueño, Cronenberg convoca otra vez a una violencia que circula por territorios simbólicos y que puede ser infierno y purificación.
La mejor comedia del año Estupenda comedia negra. Ingenioso libro, buen nivel actoral, diálogos jugosos, ritmo y sorpresas. Un inspirado y riguroso guión da vida a una historia llena de recodos que combina humor, suspenso y locura en dosis apropiadas. El filme parte de una situación límite: un secuestro que sale todo mal y empeora a cada minuto. Y a partir de allí, la historia va sumando nuevos personajes y nuevas peripecias. El escenario es una hostería perdida en medio de la selva misionera. Y el motor es la pila de dólares de ese frustrado secuestro, un botín que sacara lo peor de cada uno, que irá cambiando de manos y de socios y que mantendrá enfrentados pero curiosamente unidos a un grupo de personas que jamás se imaginó estar en el medio de un relato coral tan oscuro, disparatado y pintoresco. Valeria Bertucelli está soberbia. Es cierto, es una comediante de un registro limitado, pero para estos papeles es inigualable. Vuelve a darle vida a una mujer que busca más de lo que encuentra. Nunca equivoca el tono ni el gesto ni la réplica justa. Ella y Martín Piroyansky, (Charly), la revelación de ”Araña vampiro” llevan el mayor peso de una película a la que no le sobra una escena y que tiene media docena de actores que se mueven en un escenario extremo pero que nunca abandonan su personaje Una comedia abierta, llena de complicaciones, con muchos detalles y un formidable final. Ya sabe, si lo que busca es pasarla bien, saborear una buena historia, reírse con ganas, disfrutar de buenos actores y de buenos diálogos, no se pierda “Ni un hombre más”, la mejor comedia del año.
UNIDAS POR LA PAZ Otra película sobre un grupo de mujeres que buscan la paz en medio de un país intolerante y polvoriento. La cosa es entre musulmanes y católicos. Como siempre, los hombres son una sarta de fanáticos que no entienden razones y sólo saben pelear. Y ellas se encargarán de explorar otros caminos. La escena inicial define el rumbo de toda la película: en un cementerio donde reposan unos y otros (la muerte siempre iguala) un grupo de mujeres baila; unas llevan velos y otras, crucifijos. Y juntas seguirán peleando para que vuelva la paz. Más allá de las buenas intenciones, el film es cursi, forzado, candoroso, una historia imposible que combina pasos musicales con apuntes costumbristas. Los personajes (sobre todo ellos) son de madera y las señoras hacen lo que pueden con sus pobres papeles. Una fábula sin gracia contra la intolerancia que quiere ser pintoresca, simpática y edificante. Pero no hay caso.
EN PLENA CAMPAÑA Visión vulgar y desoladora de una interna republicana en una pequeña ciudad norteamericana. Con brochazos gruesos nos dice que la política de hoy pasa por la imagen, los asesores y las encuestas; que los discursos va cambiando en función de las oscilaciones el electorado; que las ideas, convicciones, principios y programa no existen y que todo se decide de espaldas a ese pueblo que intentan seducir. El tema daba, pero lo que pasa es que le falta humor, ingenio, pincelazos punzantes. Los protagonistas son dos candidatos a congresistas: un zarpado que no cesa de meter la pata y va por la reelección y un bobo impresentable que tras sus pifiadas iniciales al final gana terreno porque es sincero, honrado, inocentón. La película acumula detalles de mal gusto, groserías y payasadas. Se ríe de los partidos, de las familias y sobre todo del electorado, esa masa amorfa que compra cualquier cosa. El final, encima, es de lo peor: el bueno y el malo se unen para ayudar a la gente, la ciudad se salvará, los políticos malos cambian y colorín, colorado…
007 vuelve de la muerte y de la infancia Opus 23 de una saga interminable que cada tanto renueva su artillería y se maquilla por dentro y por fuera. Los años muestran al imbatible Bond con algún drama de conciencia. La búsqueda del villano es casi un pretexto para ir al encuentro de su oscura infancia y así poder saldar cuentas con sus padres. Un buen libro le da consistencia a una historia bien contada, que tiene, por supuesto, la espectacularidad de siempre, aunque se alarga más de la cuenta. Sus padres ausentes recobran presencia en esa inmolación final que le da sentido a una vida que más que correr tras los malvados parece haber estado huyendo de sus malos recuerdos. Este 007 parece no tener tiempo para los lujos ni las ironías. Pero no sólo para él ha pasado el tiempo: el espionaje ha quedado atrás, los hackers hacen más daños que los sicarios, los gobiernos cada vez necesitan más dominio y menos héroes. Y por allí anda Bond, sagaz, infalible, reconcentrado. Lo dan por muerto en la escena inicial y cuando reaparece podrá advertir que su ausencia pasó sin pena ni gloria. Por eso hay algo de revancha en su regreso. Hay persecuciones espectaculares, acción incesante, una trama bien armada fácil de seguir, secundarios rendidores y un impecable tratamiento visual. La escena final tiene extrañas resonancias: el padre es un símbolo aparte, y el villano y 007 irán a recoger en los brazos de esa falsa madre el sentido cabal de sus destinos.
Un vibrador que sacudió a todos En la poderosa Inglaterra de finales del siglo XIX se ambienta esta historia. La medicina, el placer, la aparición del vibrador y el despertar de la mujer aparecen retratados en esta comedia costumbrista, bien vestida, simpática, pero leve y artificiosa. Cuenta cómo el Dr. Mortimer Granville descubre el vibrador, un artefacto que en plena era de la maquinización avisaba que hasta para disfrutar el imperio iba a necesitar de la electricidad. Pero hay otros asuntos dando vuelta alrededor del dichoso consolador: su sorpresiva y festejada aparición deja mal parada a los hombres casados, se suma al despertar de una conciencia feminista que pedía más votos y menos patriarcado y de paso posibilita que se le dé un nuevo encuadre a una histeria que, según el filme, se anunciaba bajo los miriñaques con molestias varias, pero se aliviaba con una masturbación hecha a mano por un médico imaginativo y artesanal. Hay, además, entre tanto manoseo, un poco de amor, gestos de rebeldía y algo de lucha de clases.
AMORES NUEVOS A la manera de un cuento de hadas, Anderson explora un amor pre adolescente para hablar de los afectos y el poder, de la aventura y la rebeldía. Sus protagonistas son dos chicos de 12 años: él es huérfano y ella (“¡Cómo me gustaría ser huérfana!”) vive con padres raros: la madre da la las órdenes con megáfono y el padre es un ausente que no sabe en qué andan ni la hija ni la esposa. Son chicos que miran más allá: él tiene anteojos y ella, largavista. Y deciden escaparse. Y en ese gusto por la aventura, hay un desafío. No sólo a la imagen paterna, también a ese orden que la burocracia y los scouts encarnan. Y en la fuga surgen las primeras notas de amor. Y todos salen a buscarlos. Los grandes sienten que esa fuga los enjuicia. El poder deja ver su aspecto represivo y los padres su abandono. Los chicos, en el camino, recogerán ilusiones, sorpresas y hasta la solidaridad inesperada de sus ex compañeros. Simpática y candorosa, la fábula está contada desde una mirada adolescente que exalta la libertad, ridiculiza a los mayores, se burla del poder (la empleada de Servicios Sociales y el gran jefe de los scouts), pero nos deja asomarnos a ese mundo de inocencia y asombro, que exige los mejores catalejos para poder avizorar un futuro prometedor, apasionante y borroso.