Hay gente que tiene tiernos recuerdos de la primera época de oro de la Disney – finales de los 30 hasta mediados de los 60; bah, todo el tiempo en el cual el tío Walt estaba vivo y vigilaba personalmente los proyectos de animación del estudio -. Yo no. Para mí, el grueso de los filmes Disney de ese tiempo eran unos melodramas tremendos, de esos donde los pibes lloraban como locos en el cine al ver todas las maldades que les pasaban a los protagonistas. “Carrusel de emociones!”… un corno. Solo pude hacer las migas con Disney a partir de La Sirenita en donde se manejaban con otras sensibilidades, aún cuando los papás de Tarzán fueran boleta en los primeros cinco minutos del filme o hicieran puré a Mufasa bajo una estampida de millones de animales espantados. Existen maneras y maneras de vender dramas de la vida real a un niño, y lo de Disney en los 40s era Dickensiano. De entre esas cosas figura Dumbo (1941), película que habré visto una vez cuando era chico y después me dediqué sistemáticamente a escaparle el resto de mi vida junto con Bambi, Pinocho y otras torturas sentimentaloides que, podrán ser clásicos indisputables, pero definitivamente no son lo mío. Si ahora veo la versión 2019 del cuentito del elefante orejón que puede volar, es gracias a Tim Burton. En los 90 era LA fuerza creativa de Hollywood, el chico malo que marcaba tendencia y destilaba originalidad por todos sus poros. Pero hace rato que Burton no pega una, se recicla a sí mismo y, a excepción del mega hit Alicia en el País de la Maravillas, la taquilla le ha sido esquiva. Lo de Dumbo 2019 no es muy diferente, entra en la categoría de “tibia acogida” – 350 palos de recaudación contra cerca de 170 de presupuesto – y las críticas no fueron muy amables que digamos. No recuerdo Dumbo, así que la versión de Burton es una tabla rasa para mí. El drama es que no cuaja; el bicho es simpático, la producción es espectacular, el melodrama sigue estando pero mucho mas sedado… pero no emociona, ni siquiera divierte demasiado. Saquen a Danny DeVito – el cual disfruta como loco su papel de cirquero chanta y figura paternal de su familia de freaks ambulantes – y verás que el resto no funciona. Michael Keaton sobreactúa y no impresiona, Collin Farrell está sonámbulo, Eva Green se ve agria, avejentada y no le da para sumisa trapecista de circo (lo suyo siempre fueron los roles badass), y hay dos pibes que te hacen crujir los dientes y que son los personajes humanos que reemplazan a los ratoncitos amigos de Dumbo que estaban en el filme original. El drama es la piba, hija de Thandie Newton, que habla como un autómata, no sabe actuar y – en medio del ambiente circense – se le ocurre tener aspiraciones de científica… lo cual es un excelso ejemplo de super pedantería. Ella es la que inventa el método de la pluma para que Dumbo aprenda a volar, pero es insufrible el 99% del tiempo. Todo es drama y tristeza. El padre, a la que se le murió la esposa mientras estaba en la guerra y que vino un brazo menos; el circo en quiebra; el elefantito separado de la mamá; el malvado domador que termina hecho puré por sus maldades; el malvado empresario que – en un giro curioso del libreto – es codicioso, angurriento y tiene un parque de diversiones futurista que hace acordar a una versión steampunk de Disneylandia (¿una crítica velada de los libretistas?), la trapecista / chica trofeo con mal pasado pero corazón de oro… Pero ninguna de estas cosas resulta atrapante. Y para colmo el villano, por enojado y caprichoso, termina haciendo tantas estupideces al final que se remata él solito, disparando un absurdo climax plagado de efectos especiales que el filme no precisaba – ésta es una historia íntima entre una cría y su madre, la reconstrucción de las familias destruídas gracias al amor, las segundas oportunidades en la vida, el valorar lo que realmente importa en esta existencia -. Al menos Alan Arkin – en los dos minutos que aparece – parece pasarla bomba con su rol de banquero codicioso y cínico (hubiera sido una delicia ver a Christopher Walken en el papel, lástima que los tiempos no le dieron). Definitivamente Dumbo 2019 es un espectáculo sobreproducido y mediocre; hay demasiadas cosas traídas de los pelos, y hasta el elefante parece un personaje secundario en su propio filme. En el frente quedan todos los humanos, la mayoría de los cuales – saquen a DeVito, Arkin, el mono borracho y el moreno forzudo del circo que hace de secretario y le lleva la contabilidad a DeVito – fallan en causarte alguna impresión positiva. Es que están mucho tiempo en pantalla con un drama tosco, en vez de darle espacio al personaje principal para que se exprese como corresponde. Sigue sin poder venderme la fábula, y definitivamente es un filme que dudo mucho que vuelva a revisitar alguna vez en mi vida.
¿Cómo este filme consiguió 94% de ranking en RottenTomatoes?. Es un misterio. Muchos aplauden a Jordan Peele como el nuevo maestro del cine de terror… y ciertamente las credenciales presentadas con Get Out son mas que dignas de mérito. Pero Us (Nosotros) – su segunda obra – deja mucho que desear. Hay momentos cómicos y momentos escalofriantes, hay una premisa interesante y hay perfomances gloriosas. Pero el filme empieza a descarrilarse mal a medida que avanza y lo único a lo que Peele puede apelar (vaya trabalenguas) es a mantener el ritmo y los shocks… aunque la historia comience a apestar. He aquí un gran filme que se tira al precipicio en el tramo final de la recta, y eso que estaba plagado de buenos ingredientes. El cine fantástico se basa en absurdos. En realidad muchos de sus mejores exponentes no son mas que experimentos racionales en universos conocidos a los cuales se les ha alterado una o varias reglas – la gente debe suicidarse al llegar a los 30 años, la humanidad no puede tener hijos o sufre una epidemia de esterilidad, hay individuos que nacen con superpoderes o las personas van perdiendo los sentidos / la memoria / etc. por poner algunos ejemplos – y después se ejecuta la simulación para ver cuáles son los resultados naturales de dicha situación. Pero, si te vas a poner a explicar el por qué falta esto o sobra aquello, mas te vale que tengas una explicación de la gran hostia guardada en el bolsillo que se entienda enseguida y le calle la boca a los detractores del argumento. En The Omega Man un virus se disemina por todo el mundo y convierte a la gente en vampiros (y sólo sobrevive el creador de la vacuna), o el inicio de una nueva etapa en la evolución de la raza humana da lugar a los mutantes que forman la base de las historietas de los X-Men. Simple, rápido, indiscutible. El problema acá es que Peele comienza con un misterio y, cuando empieza a dar explicaciones, se embarra mal hasta el punto del disparate. (alerta spoilers) Todo esto podía ser una simple metáfora sobre la naturaleza del ser humano – el hombre, presa de su narcisismo, se ha expuesto demasiado a los espejos hasta el punto que el reflejo ha cobrado vida y simplemente es una copia sin alma – pero Peele mete una ensalada con explicaciones científicas traidísimas de los pelos, dobles de todo tipo y color (porque no solo existe el doppelganger de Lupita Nyong’o sino los de toda su familia , los de sus detestables vecinos, los del resto del pueblo y prácticamente los de todo el país: ¿cómo diantres copiaron a todos? ¿cómo hicieron para acomodar toda esta gente en el miserable sótano de un parque de atracciones?) y varias acciones estúpidas cometidas por los villanos. Ah, claro, no tienen empacho en matar a Elisabeth Moss pero con Lupita y Winston Duke dan vueltas y vueltas como si fuera… una mala película de terror. (fin spoilers). El comienzo es glorioso. Salidos de los fotogramas de Pantera Negra están Nyong’o y Duke como un matrimonio con mucha química e hijos con buena onda. Los chistes abundan y la Nyong’o es tan hermosa como natural para actuar. El tema es cuando se van de vacaciones a la casa de su abuela fallecida – regresando a un lugar que le trae pesadillas a la Nyong’o porque sueña con un doble malvado de ella al cual vió cuando era niña -, y se topan con una troupe de gente siniestra en la puerta de su casa y a altas horas de la noche. El cómo están vestidos de rojo y tienen tijeras doradas es un misterio (y a medida que avanza la trama y proliferan los dobles, la explicación posible suena cada vez mas estúpida; ¿acaso la gente de Alpargatas no se sorprendió al ver que tenian pedidos por 330 millones de uniformes rojos – la población actual de Estados Unidos -?), y cuando el doble malvado de la Nyong’o se trepa a una silla y habla con voz gutural… uno no sabe si asustarse o reírse. La doble de la morena parece ser la única con inteligencia ya que el resto solo hablan con gruñidos y parecen mucho mas salvajes y hasta inhumanos. Si, la batalla nocturna en la casa es entretenida y uno entiende que estos clones salidos de la nada vienen a suplantar a Duke y familia pero luego empiezan los absurdos. Solo el humor casual en los momentos mas inapropiados (muy de Peele) y las matanzas te hacen tolerable el filme pero, cuando los dobles abren la boca y siguen dando explicaciones del cómo, dónde y por qué, terminas crujiendo los dientes. El filme, por lejos, le pertenece a Nyong’o. Cuando llora, lo hace con sentimiento. Cuando es cómica, es graciosa. Cuando es mala, es siniestra. Y al final, cuando es feroz, es completamente salvaje. Es increíble que una mujer tan bella pueda cambiar tanto y pueda provocarte escalofríos cuando grita de desesperación exhibiendo todos sus dientes con una furia animal. Us es para verla con reservas. Cuando comienza la acción, no se detiene hasta el final. Hay momentos inspirados pero el resultado final definitivamente no es la suma de las partes. Es como si Jordan Peele estuviera desbordado de ideas – versiones metafóricas de nosotros mismos viviendo en la marginalidad y castigando a quienes viven en la opulencia o adorando el lujo y las cosas superficiales – y no hubiera podido plasmarlas de una manera coherente. Hubiera sido mejor dejar las cosas sin explicación, en el misterio absoluto (o darle una explicación mágica en vez de científica), ya que la película hubiera funcionado mejor. Pero al final se plaga de detalles sin sentido – como el comportamiento tipo Lemming de los dobles, que forman una absurda cadena humana, ni que hablar del giro Shyamalanesco del clímax -, y termina perdiendo casi todos los puntos que había logrado en su primera mitad.
Robert Redford se despide de la actuación, y lo hace con The Old Man & The Gun (una traducción cordial sería “El Caballero y la Pistola”, aquí la llamaron "Un Ladrón Con Estilo"), una anécdota basada en hechos reales que es mas chiquita de lo que uno piensa. Si no estuviera Redford (y estuviera otro veterano de nombre ignoto) o si no supieramos de que se jubila (después de una impresionante carrera como actor, productor, director y organizador del Sundance Festival), el filme valdría menos. Es pequeño, simpático, respetuoso, algo repetitivo y, como no tiene tanta historia, le deja un montón de espacios en blanco para que Redford los llene con su carisma casi intacto. Se le notan los años (sobre todo en el andar), pero el tipo sonrie y guiña, y te compra (y es lo que pasa con el resto de la audiencia). Hay viejas fotos (y fragmentos de antiguas películas) de Redford, y todo es un show servido en bandeja para la estrella. Y sí, es delicioso y uno se lo devora entero aunque no haya mucha historia. Mas allá de la trama policial – que es muy breve, casi enseguida dan con la identidad del personaje de Redford y empieza la cacería -, la historia de fondo trata sobre la razón principal de nuestras vidas. ¿Qué es lo que nos hace felices?. Para Redford lo suyo es el trabajo y su trabajo es robar bancos; y no se trata de dinero (porque el tipo tiene acumulada una fortuna), sino del ejercicio en sí, esa rutina de entrar al banco, mostrar el arma sin sacarla, entregarle el papel al gerente o cajero (que le dice que se trata de un robo), contestar con respeto y despedirse con una sonrisa. Y la mayoría habla maravillas de él, desde la falta de violencia hasta la cortesía a la hora de robar. Mientras esa parte es la gracia del filme, por otra parte la cinta no se encarga de sondear demasiado a Forrest Tucker / Redford como persona. Que ahora lo veamos viejo, respetuoso y galante (con Sissy Spacek, una viuda que tiene la vida hecha pero que se asoma a la vida de Redford en busca de un poco de diversión en su existencia), no implica que el testimonio cruel de su hija (cameo de Elisabeth Moss) lo pinte como lo que es, un ladrón compulsivo, un egoísta que no duda en mentirle a su familia de que va a rehabilitarse, un tipo que desaparece y abandona a sus seres queridos porque el impulso de robar es mas fuerte. ¿Acaso el romance con Spacek es la redención?. No, solo es una parada interesante sobre el final del camino. Preso o libre, lo primero que va a hacer es pispear los movimientos del banco (como un defecto profesional medir todo: ver la cantidad de guardias, los horarios del camión del dinero, las salidas posibles) y al toque va a enfilar hacia la caja. Es la adrenalina lo que lo mueve, ya que podía haberse jubilado hace rato. The Old Man & The Gun es una película amable, disfrutable. No hay mucha sustancia, solo un ejercicio de estilo en replicar cómo filmaban cine en los años 70 (rodando incluso en un celuloide de colores tibios y textura granulada), y en darle a una leyenda del cine un cálido vehículo de despedida. Y sí, lo vamos a extrañar mucho.
(Nota: el filme comienza con un sentido homenaje a Stan Lee, fallecido el año pasado. Gracias Stan.) Consideren la locura de la siguiente movida: durante años estuviste construyendo una máquina de hacer millones y ahora, en el momento mas crucial de tu historia (y cuando estás a punto de pegar el mayor batacazo del siglo), el éxito de semejante golpe depende de una pieza nueva, creada por un equipo nuevo e inexperto, presentado en sociedad apenas un puñado de días antes y sin margen de maniobra en caso de error. ¿Exceso de confianza o maniobra suicida?. En todo caso lo que ha probado Marvel – en todos estos años de un éxito tras otro – es que se ha erigido en una fábrica de productos en serie, manufacturados bajo una estricta serie de reglas básicas despersonalizadas (aunque con margen suficiente para la creatividad, de manera de poder diferenciar los productos entre sí y darles personalidad propia) y supervisados bajo un estricto control de calidad. Si lo del principio fue suerte – cuando rodaron Iron Man en el 2008, nadie podía imaginar que Marvel iba a filmar 20 películas mas, interconectadas todas entre sí, y convirtiéndose en un gigantesco éxito de crítica y taquilla -, ahora es un mecanismo súper aceitado. Es posible que hayan tomado (y mejorado) el modelo que aplicaron los productores de los filmes de James Bond en los años 90, cuando empezaron a traer a los directores mas dispares – tipos que venían del drama, el nicho indie o la comedia – y los manejaban de tal forma que seguían la fórmula sin chistar, dando a luz el producto que exactamente querían. Pero aún con todo ello las cosas podían salir mal y, lo que es peor, podían afectar la suerte en la taquilla de Avengers: Endgame de manera letal. Por suerte Capitana Marvel sale airosa, aunque no sin algunos rasguños (sorry Nick por el chascarrillo) y con cierta urgencia de pulir en el futuro los mecanismos narrativos de la saga. En sí, la historia de origen del personaje (en el comic) es bastante desprolija. Es como si les hubiera costado un montón encontrarle un público para la historieta, razón por la cual sufrió un montón de cambios. Si Superman siempre fue Clark Kent y Batman Bruno Díaz, la gente de Marvel suele mutar personajes y a veces fusionarlos entre sí o hacer que otros porten el disfraz hasta encontrar una versión que los deje satisfechos. La editorial está plagada de ejemplos como estos, ya sea con el Capitán América muerto y Bucky Barnes o Luke Cage tomando su lugar, o generando versiones afroamericanas de Ironman y Spiderman, o poniendo a Hawkeye con identidades alternativas – como Ronin, que es quien supuestamente vemos en el trailer de Avengers: Endgame -. Al principio el “Capitán Marvel” era un tipo – Mar-Vell, creado por Stan Lee & Gene Colan en 1967 -, el cual era un científico alienígena radicado en la Tierra y que vino a desarrollar un motor para viajar a la velocidad de la luz, algo requerido por sus superiores de la raza Kree (un detalle que el filme conserva de manera textual). El tipo eventualmente se transformaba en un superhéroe intergaláctico – mezcla de Superman y Linterna Verde – y se dedicaba a defender a la Tierra de amenazas de todo tipo del espacio exterior. En esa historia Carol Danvers tenía un rol secundario pero, como la tira no vendía mucho, pasó por varios autores hasta llegar a Roy Thomas y Gene Colan, quienes modernizaron la historieta, mataron a Mar-Vell y le dieron súper poderes a Danvers en 1977. Pero, por algún chifle creativo del momento, los tipos de Marvel no estaban convencidos de darle un rol tan poderoso a una mujer, y a Danvers la llamaron genéricamente Miss Marvel mientras el título de Capitán Marvel sería disputado consecutivamente por cinco personajes distintos, ninguno de los cuales dejaría una marca memorable. Danvers tendría que esperar 35 años hasta que se hiciera justicia y le dieran el título oficial de Capitana Marvel en el 2012. Por si todo esto no fuera lo suficientemente confuso, el nombre del personaje tampoco era original y ya existía un Capitán Marvel previo, publicado por otra editorial (Fawcett Comics) entre 1939 y 1953. En ese caso el tipo era un clon de Superman con mucho mas onda (las historietas eran cómicas) y se convirtió en un fenómeno muy popular hasta el punto que en un momento vendían mas ejemplares que el Hombre de Acero. Esto enfureció a la gente de DC (en ese momento se llamaban Detective Comics) que empezó a litigar contra la Fawcett en 1941 alegando que el “Capitán Maravilla” era un plagio de Supie, y enfrascándose en una seria pelea legal que terminaría asfixiando financieramente a la Fawcett en los años 50. Ciertamente el argumento del plagio era ridículo y podía defenderse a muerte en los juzgados pero la Fawcett era una editorial pequeña, no disponía de los mismos recursos que la DC y, para colmo, en los años 50 el género de comics de superhéroes estaba en franca decadencia, con lo cual las ventas eran muy pobres para enroscarse en un costoso duelo judicial contra una empresa mas grande. Muchas tiras de superhéroes fueron canceladas en aquella época y serían mas tarde revividas – con nuevo estilo, diferentes poderes e historias frescas – a finales de la década, inaugurando la Era de Plata del comic. Pero para ese entonces el Capitán Marvel de la Fawcett estaba muerto y archivado, y así lo seguiría (con tal de no ofender a la DC) durante las siguientes dos décadas. Al no seguir siendo publicado su nombre quedó en dominio público y así fue como Marvel lo registró para sí en 1967. El detalle curioso es que la DC después terminaría absorbiendo a Fawcett Comics en 1972 e intentaría revivir al personaje… pero se toparía con la mordaza legal de Marvel para poder usar su antiguo nombre. DC terminaría rebautizando al personaje como Shazam! (por la palabra mágica que usaba el protagonista para transformarse en el superhéroe de marras) e intentaría por décadas – y sin éxito – recuperar la enorme popularidad que tenía la tira en los años 50. Esta versión de Capitana Marvel llega a la pantalla grande después de dar vueltas durante casi una década en los laboratorios de Marvel Studios. Lo que aceleraría su salida del aguantadero sería el formidable éxito de Mujer Maravilla (2017), demostrando que había un masivo público femenino dispuesto a ver historias de superheroínas. Marvel – que a partir de ese momento fue tildada de ser un “club de machos”, donde no había ninguna mujer en cargos creativos importantes en las veinte películas producidas por el estudio hasta la fecha, y con escasos personajes femeninos relegados a roles secundarios – apuró el trámite y llamó a dos directores indie (Anna Boden & Ryan Fleck, de Half Nelson, Una Divertida Historia y Sugar) y los puso a cargo del proyecto, no sin antes ponerle una estricta tutela para que saliera todo tal cual lo tenían planeado. A primera vista la impresión era confusa – si no conocieras la historia previa de esta dupla pensarías que Fleck es un empleado de Marvel y la Boden está simplemente de testaferro para acreditar presencia femenina en la sección creativa -, e incluso grupos reaccionarios comenzaron a trollear fuerte contra el filme a meses de estrenarse (sobre todo, con el surgimiento de los primeros trailers de la película, los cuales eran medios flojos para la hinchada), aduciendo que era una película feminista e inundando foros y sitios de cine con toneladas de críticas malintencionadas y otorgándole puntajes bajísimos a la cinta. Hasta RottenTomatoes tuvo que intervenir en la movida y se vió obligada a ajustar sus algoritmos de evaluación de reseñas del público, descartando p.ej. anomalías tales como que 5.000 usuarios le dieran puntaje cero en un mismo día y de manera casi consecutiva a un filme en temporada de preestreno o con exhibiciones reservadas (o sea, pendiente del estreno masivo a nivel nacional). Mas allá de esta telenovela y de todos los temores de los fans del género (me incluyo), Capitana Marvel supera de manera bastante airosa toda la negatividad previa. Si uno considera los equipos creativos “frescos” que Marvel ha montado en los últimos tiempos (Jon Watts, John Francis Daley & Jonathan Goldstein de Spiderman: Homecoming, sin ir mas lejos; tipos salidos de la nada, con cero de experiencia previa en el género y que terminaron generando productos súper sólidos con una clara idea del proyecto), te da la impresión que la dupla de Boden & Fleck es una de las mas flojas de su staff, mostrando en los minutos iniciales que no tienen una idea muy clara de cómo comandar al personaje. Los primeros veinte minutos se ven bastante chatos y genéricos, con una Brie Larson que se ríe demasiado y cancherea mucho (perseguida, quizás, por el estigma de Tony Stark y Stephen Strange, como si el snobismo fuera una marca de fábrica de muchos personajes de Marvel), y uno empieza a temer lo peor, especialmente si la Larson se decide a copiar la onda de Angelina Jolie en Lara Croft: Tomb Raider (2001) donde la ex señora Pitt se hacía la ultracool en una historia boba y plagada de secuencias heroicas sobreinfladas. Por supuesto, si hay algo que yo amo es a los actores que adoran a sus personajes, tipos que estuvieron deseando durante años un papel o participar de un género (caso de Pierce Brosnan con 007) porque, cuando lo agarran, lo amoldan enseguida a su personalidad y lo interpretan con gusto. Acá yo creo que el problema es mas de los directores que de la Larson, que está chocha de ser la Supergirl de Marvel. También es cierto que, en el comic y en dibujos animados (donde uno pudo ver a la Capitana Marvel en acción, caso de Vengadores Unidos de Marvel) el personaje destilaba soberbia y prepotencia, como si fuera una especie de Capitán América mucho mas estoica y con menos tacto. Acá la Larson desparrama soberbia y sonrisas cancheras por todos lados, antes de poder justificar si semejante ego es merecido – haciendo alguna cosa formidable -. Gracias a Dios logra probarlo con creces cuando le toca escaparse de la prisión Skrull donde estaba atrapada, revoleando monos aún cuando tiene sus superpoderes anulados, y disparando la adrenalina del filme que venía medio letárgico hasta ese momento. No sólo es una pelea coreografiada como los dioses, sino que la Larson ruge y destila una fiereza que uno aplaude. Luego cae a la Tierra y sigue por algunos momentos la sensación de incomodidad con el personaje pero eso se va desvaneciendo con el tiempo por tres motivos: mas escenas de acción donde la Larson se mueve muy bien, la aparición de un digitalmente rejuvenecido Samuel L. Jackson (que tiene una química brutal con Larson) y el proceso de descubrimiento de la verdadera identidad de la protagonista, en donde Larson está mas cómoda como humana común y corriente (en los flashbacks) que como noble heroína guerrera Kree. PortalColectivo, tu guia de colectivos urbanos en internet: recorrido de lineas de Capital Federal, Gran Buenos Aires y principales ciudades del interior de Argentina En sí, el filme tiene un sabor vintage que no está explotado como debiera. Como transcurre en 1995, las referencias pop de la época abundan (caso de la música o Blockbuster), pero son mas anecdóticas que parte integral de la historia o del personaje (al contrario de lo que pasaba con Peter Quill de Guardianes de la Galaxia). En cambio el aspecto de buddy cop está mas logrado – recuerden que en esa época estaban de moda las películas de parejas desparejas de policía al estilo de Arma Mortal y cientos de clones posteriores – con Jackson y Larson sacándose chispas en pantalla. Mientras la Larson va entrando en calor y demuestra que es una heroína con gracia natural, el otro plus que cimenta la historia es Ben Mendelsohn, que a esta altura puede hacer un villano hasta en sueños pero acá le toca uno con mucho sentido del humor y cierto aspecto emotivo que termina por comprarte. Aliados por las circunstancias (y con la suma de Lashana Lynch como la mejor amiga de Danvers cuando vivía en este planeta) forman un gran equipo para la acción y el humor. Y sí; cuando Carol Danvers entra en acción, patea traseros a lo grande, en especial en el espectacular climax. Wow!; cuidáte Thanos que acá viene Carol a ponerte un supositorio de fotones!. El drama con semejante puesta en escena es que Danvers parece invencible… y no hay nada peor que un personaje – Dios carente de debilidades. Si a Superman le tuvieron que inventar un talón de Aquiles como la kriptonita para generar tensión dramática, acá el punto débil de Danvers brilla por su ausencia. Espero que en el futuro ese detalle (así como el histrionismo exacerbado de la Larson) sean corregidos para darle a la franquicia un carácter propio, fuerte, equlibrado y admirable en vez de ser simplemente un elaborado deus ex machina para ganarle la batalla final a Thanos en Endgame. Capitana Marvel satisface, pero tiene su cuota de detalles a pulir. La Larson es simpática, destila furia y es genial en acción, pero le faltan cosas para ser tridimensional. Del resto Jude Law exuda ferocidad y Annete Benning sabiduría y paciencia, pero es el trío de Larson, Jackson y Mendelsohn los que llevan la batuta. Marvel sigue sin meter la pata y sigue dando a luz formidables espectáculos pochocleros, pero acá el apuro por rodar esto devino en algunas desprolijidades. Hay tiempo para madurar y corregir lo que puede ser la épica de un gran personaje – una versión femenina de Linterna Verde destinada a imponer la paz en la galaxia – en los años que faltan hasta la llegada de la pertinente secuela.
Liam Neeson: icono del cine de acción serie B. Es cierto, a veces los argumentos de sus filmes distan de ser originales (o son demasiado fumados) pero el tipo siempre entrega lo que le piden y la gente lo adora. Ahora, en Venganza (o Persecución Fría, traducción literal del título y remake del filme noruego del 2014 En Orden de Desaparición) compone al conductor de un barrenieves – trabajo poco excitante si los hay – al cual le matan su hijo en medio de un confuso incidente con la mafia local. Aún cuando Neeson quiere componer un personaje – siguiendo las instrucciones de Hans Peter Molland, director del original y de la remake -, nada le impide entrar en modo Terminator a full cuando las circunstancias lo ameritan. Hay dos cosas que distinguen a Cold Pursuit de ser la típica película de justicieros. Una, que Neeson es un pueblerino rústico y no muy brillante, y desde ya, un tipo que no posee el mas mínimo entrenamiento militar para convertirse en el némesis de una banda de asesinos. El tipo llora, no logra superar el duelo de la muerte de su hijo con su mujer (una desperdiciada Laura Dern), y se encierra en su mundo, dedicado exclusivamente a perseguir pistas y revolear criminales como si fueran muñecos. Claro, porque todos estos pandilleros de tercera se hacen los cancheros al verlo tan geronte, lo que no le impide al veterano sacar toda la brutalidad que tiene adentro y tomarlos por sorpresa. La segunda es que el director Molland no lleva las cosas de la manera que cualquiera esperaría. En vez de ser otro thriller seco y rutinario sobre un padre buscando venganza, Molland comienza a intercalar mucho humor negro de manera sutil, comenzando por poner los epitafios de los tipos que van muriendo en la película – y como acá Neeson va a cargarse a toda la mafia local de las Rocallosas, la cantidad de epitafios en pantalla llega en un momento a ser tan numerosa como absurda -. Hay mafiosos con actitud que buscan ser buenos padres … y le dan a sus hijos el libro El Señor de las Moscas para que aprendan a ser duros e independientes; hay misticos criminales indios; matones gay, esposas enfurecidas, pibes mucho mas vivos que lo normal, un montón de coincidencias desafortunadas y algún que otro Deus Ex Machina (como el ex mafioso hermano de Neeson, compuesto por William Forsythe, que sólo existe para darle data a Neeson que de ningún otro modo conseguiría), pero todo esto destila un tufillo a Fargo que es delicioso aunque esté menos inspirado que el descalabro de los hermanos Cohen (y su delirante secuela en serie). Con personajes interesantes, buena acción y mucho humor cuasi tarantinesco, Venganza es una película recomendada. Si, Neeson está grande y quiere retirarse del cine de acción pero, para mí, le da para rodar una o dos películas mas. ¿No están de acuerdo?.
Ya imagino al tipo de Honest Trailers diciendo cosas como éstas: “Un mundo postapocalíptico donde una androide se enamora de un humano y sólo pueden tener relaciones orales”. “Un filme que te emocionará hasta el último circuito!”. “Protagonizada por: Robo-Mex Mrs. Vision Cottonmouth Blade y Hans Landa del Futuro en…. ASTROBOY CON BUBBIES!” Si la versión OVA de 1993 no me convencíó en su momento, esta super producción patrocinada por el pope James Cameron y dirigida por Robert Rodriguez… tampoco sigue sin seducirme. Se corrigen errores viejos pero se suman nuevos. Si el argumento original de Alita, Angel de Combate se veía como un clon mucho mas sangriento de Astroboy – científico que encuentra a un robot semidestruído entre la chatarra lanzada por una ciudad volante; debajo de ésta un mundo oprimido sumido en la miseria y el crimen; el robot que le recuerda el hijo muerto al científico; el androide que resulta ser un arma mortal pero con corazón; la batalla real del final donde el robot vence a los malos y se redime, convirtiéndose en héroe -, acá no han hecho un ápice para camuflarlo. Cosa curiosa, una segunda visión por parte de ojos expertos – léase James “yo era el Rey del Mundo hasta que Avengers: Endgame me pateó el trasero” Cameron – no ha hechon nada por mejorar los mecanismos dramáticos de la historia. Acá hay una épica brillante enterrada en una historia apurada, actuaciones blandas, escenografías repetidas y peleas menos sanguinarias de lo que debería. Si Alita: Battle Angel 2019 es la mejor adaptación americana de un anime hasta este momento – y aun así no convence -… ¿qué nos espera cuando cometan el sacrilegio de adaptar Akira a la pantalla grande?. visita Autos De Culto, el portal sobre la historia de los autos argentinos y del mundo - click aqui Christoph Waltz anda con cara de distraído, como si el argumento no le convenciera y estuviera perdido entre tantas pantallas verdes. Rosa Salazar está un poco mejor – cuando debe ser emocional te transmite sus sentimientos; cuando pelea está ok; pero a la hora de las arengas se siente increíblemente blanda, como si no tuviera sangre en las venas (bah, tiene un líquido azul) -, Keenan Johnson es increíblemente anónimo (y eso que le mueve los circuitos a la androide) y los únicos que aportan prestancia en piloto automático son Jennifer Connelly y Mahershala Ali, los cuales hacen de estereotipos con carisma. Pero hay algo que va mal con Battle Angel: La Ultima Guerrera, y no sé muy bien qué es. Quizás precisaba menos distracciones visuales (como los bizarros escenarios, una arquitectura tan retorcida e ilógica que te hace acordar a la Ciudad Gótica del Batman de Tim Burton) y mas clima, menos extras y chiches tecnológicos y mas diálogos profundos, o menos historia – como el pasado de Alita o los flashbacks de Waltz – para enfocarse en un puñado de puntos importantes. Ni siquiera cuando la piba estrena sus dotes de combate se ve demasiado impresionante – recuerdo que el OVA te shockeaba por lo gráfico de la violencia y quizás era el único punto destacable de la cinta – y uno tiene que esperar a la hora para verla en una pelea en un bar en donde Rodríguez parece acordarse que era muy bueno con las escenas de acción allá lejos y hace tiempo (aunque nada de lo que consigue aquí resulte memorable). Lástima que acá el mexicano (e incluso Cameron) parecieran obsesionados con los efectos especiales, sean los escenarios digitales, los enormes ojos de anime de Rosa Salazar o los innovadores métodos de captura de movimiento que aplicara el Rey del Mundo en Avatar. Incluso Cameron parece haberse olvidado de lo bueno que era como guionista, desarrollando personajes tridimensionales y perfilando el pathos de los mismos. Hace poco hicieron una encuesta a los cinéfilos sobre qué franquicia merecería ser salvada y Alita: Angel de Combate salió elegida casi por unanimidad. No soy tan entusiasta del tema. Ciertamente queda un montón de puntos por aclarar – y el ascenso pendiente de la androide a la ciudad flotante en busca de venganza, amén de explicar por qué cacso se pelearon los humanos con la República Unida de Marte (sip, leyeron bien) hace 300 años -, pero si Rodriguez no levanta la puntería (en cuanto a carnicería y dramatismo), la segunda parte la verá menos gente que ésta. Con un presupuesto de 170 palos verdes frente a una recaudación de 400 millones, la franquicia debería estar asegurada… pero me hubiera gustado ver a un tipo mucho mas brutal (ya fuera alguno de la dupla directorial de John Wick o siquiera Tim “Deadpool” Miller) embadurnando de rojo la pantalla y dándole mucho mas espacio para que los personajes respiren y se sientan creíbles. Rodriguez pasa volando como poste caído a la inocencia de la heroína (el cual es un punto fundamental de la historia), y el lazo paternal con su rescatador está escupido al pasar cuando debería ser una cosa super emocionante. Recién sobre el final Alita respira con épica de heroína, simplemente porque minutos antes acuchillaron a medio elenco. Battle Angel: La Ultima Guerrera no será mala, pero definitivamente no es la gran adaptación de anime que estaba esperando.
Y así se mata otra franquicia. Si Lego Ninjago: la Película (2017) daba signos de agotamiento, La Gran Aventura Lego 2 es el clavo final en el ataúd de una saga que salió de la nada, sorprendió a todos y se agotó tan rápido como apareció. Parte del problema es darle la secuela a un director inepto – Mike Mitchell, que tiene cosas potables como Sky High, Escuela de Superhéroes y Bob Esponja, un Héroe Fuera del Agua, pero también bodrios como Gigoló por Accidente, Alvin y las Ardillas 3 y Shrek 3 -, que es incapaz de entender cuál era la magia del filme original. Hay algunos momentos logrados, hay errores narrativos y hay un tercer acto entreverado e insatisfactorio que no sigue la lógica de la sucesión natural de los hechos como debiera. En The Lego Movie 2 el universo de Emmet es amenazado por la invasión de una raza de aliens de color rosa, los cuales disparan simpáticas estrellitas explosivas y arrasan todo antes de que pueda terminar de re construirse. El resultado final es un mundo post apocalíptico a lo Mad Max en donde los supervivientes viven en el desierto – entre los restos de su antigua civilización -, han descendido a la barbarie y aguardan de que los aliens los localicen para librar la inevitable batalla final en donde llevan todas las de perder. Al estilo de El Imperio Contraataca, una sonda los ubica y secuestra a sus mayores líderes – Benny el Astronauta, Unikitty, Batman, el pirata MetalBeard y Estilo Libre, la cual se ha convertido en una especie de ninja y es incapaz de encontrar el punto débil de los invasores para poder derrotarlos -, y Emmet se ve obligado a sacar coraje de donde puede para salir pitando a rescatar a su amada y a sus amigos. Si todo esto suena muy piola, la ejecución deja mucho que desear, especialmente porque Mitchell interrumpe a cada rato el relato intercalando molestas escenas con actores. Claro, lo que ocurre en el mundo de Emmet es un paralelo de lo que sucede en el mundo real, en donde la hermana menor del chico protagonista desea jugar con él usando su propio set de fichas Lego – llena de princesitas y ladrillos rosa– y el pibe insiste en echarla. Lo que sigue es una guerra entre hermanos en donde la chica es la mas tenaz y destructiva, desarmando los proyectos del pibe, robándole piezas de todo tipo y construyendo toda clase de abominaciones ya que tiene menos de diez años. No solo los chicos son malos actores sino que se suma a ellos la insoportable Maya Rudolph – eterna comediante sin gracia – como la sufrida madre de turno. Si el fondo del relato podía ser emotivo – hablamos del perdón y la comunión entre hermanos al bajar las armas y aprendiendo a jugar juntos -, Mitchell se da maña para arruinarlo por la mala puesta en escena. Mitchell se siente mas cómodo con el mundo animado, plagado de parodias y chistes pop (incluyendo un aventurero espacial que tiene un ejército de raptores como mascotas y que también es interpretado por Chris Pratt), que en el mundo real donde las perfomances son abominables. Cada escena live no aporta nada al relato sino que solo contribuye a arruinar el momento cómico del filme. Y a esto se suma un exceso de canciones – al final los personajes se lo toman en broma -, la mitad de las cuales es potable. Pero todas las cualidades formidables del filme original se perdieron en el camino, la sorpresa (del paralelo en el mundo real) se ha convertido en un insufrible impedimento narrativo, y buena parte de la gracia se fue por el drenaje. Si a esto le sumamos que el filme apenas recaudó 100 millones de dolares (frente a los 500 del filme original), esta visto que el interés en la franquicia se ha perdido y The Lego Movie 2 es el peor intento por revivirlo. Una lástima considerando el enorme potencial y la gran cantidad de talentos reunidos.
Odio tener que jugar el papel de malo… pero es así. La original Mary Poppins (1964) me emocionó y me aburrió por igual. A la secuela – manufacturada mas de medio siglo después, todo un record de distancia temporal entre un capítulo y el siguiente de una saga – le pasa lo mismo. Es un melodrama algo mas liviano que la original, pero inundada de canciones hasta el aturdimiento… y, lo que es peor, ninguna de ellas le llega a los talones de Supercalifragilisticoespialidoso o Chim Chim Chimenea. Al menos hubieran tenido el tino de incluir alguno de esos clásicos como homenaje (o de contratar a los autores de las canciones de Frozen, que saben hacer jingles) pero no, metieron una tonelada de canciones olvidables que, por mas que exuden energía con las coreos y las puestas en escena, no quedan prendidas en la memoria del espectador a los cinco minutos de terminado el filme. Los chicos se aburren en las plateas, los adultos se relamen con la nostalgia… pero somos unos cuantos los cuales nos pasamos cambiando de lugar el trasero en el asiento y rogando que termine el espectáculo. El Regreso de Mary Poppins es una muy buena película en muchos sentidos pero es una mediocre comedia musical que ni siquiera hubiera sido competitiva en los años 60, ya sea contra la original o contra especímenes como My Fair Lady o Hello Dolly!. El público moderno, mas cínico y preparado para una acción mas intensa, no está acostumbrado a un show infantil tan lento, con pretensiones artísticas y elaborado de manera tan artesanal. El problema con El Regreso de Mary Poppins es que es anacrónica. El filme revive mecanismos narrativos del original como cuando la niñera mágica lleva a los niños a mundos de fantasía donde ilustradores y creativos disparan su imaginación a full pero, en el medio, hay baches interminables. Y los números musicales te matan (casi te dan ganas de imitar a James Franco en Oz el Poderoso cuando un grupo de duendes empieza a cantar y el tipo grita “Cállense!. Nada de canciones!”). El drama es que no hay tipos de la talla de los hermanos Richard & Robert Sherman para hacer temas pegadizos. Y el tipo que está ahora – Marc Shaiman – parece no estar interesado en hacerlas. La letra puede ser profunda – hay una canción muy sentida que canta Ben Whishaw sobre su esposa fallecida – pero llega un momento en que odiás que todo el mundo, cuando va a decir algo, empiecen las tonadas de fondo y se despache con una parrafada larga y musicalmente insípida. Los libros de P.L. Travers no eran obras musicales, no veo por qué tener que respetar el formato del filme de 1964 – o hacerlo con tantas canciones -, pero creo que es así porque la historia en sí es demasiado corta para llenar 90 minutos. Entonces lo que tenemos es una bolsa de gatos con grandes momentos y escenas plomizas. Lin-Manuel Miranda es simpático pero no encandila. Whishaw y Emily Mortimer son una bolsa de lágrimas. Al menos la Blunt hace un trabajo genial, haciendo una Mary Poppins hermosa, sofisticada y mucho mas autoritaria que la de Julie Andrews. Es admirable cómo se hace con un personaje tan icónico en apenas un par de fotogramas. Pero vos te das cuenta de que la obra recae en el carisma de los actores mas que en la eficiencia del libreto – que es un reciclado algo alterado del original (niños que no conocen la felicidad porque su padre es un amargado), y eso que se basa en uno de los ocho libros que P. L. Travers escribió sobre el personaje en su vida – porque, cuando aparece Dick Van Dyke sobre el final, el teatro se viene abajo. El tipo tiene 93 años pero se roba todo el filme en los cinco minutos en que está en escena, bailando y cantando, e inyectándole una energía feroz a una melodia insulsa. Oh, sí, Lin-Manuel Miranda será el genio de Hamilton, pero acá se precisaba gente con experiencia en vaudeville y obras musicales a la antigua. Solo Angela Lansbury (y la misma Blunt) se acercan a la energía que logra Van Dyke en apenas cuestión de segundos. Hay muchas cosas inspiradas en lo visual – la secuencia en el tazón antiguo, la fantástica llegada de Mary Poppins al relato, el fabuloso baño de espuma -, pero muchas veces las cosas se dilatan mas de lo digerible. Todo esto termina convirtiendo a El Regreso de Mary Poppins en un espectáculo infantil para niños de cuarenta años o mas que apreciaron el original, pero bordeando lo intragable para chicos del nuevo milenio. Quizás sea tiempo de un upgrade en el lenguaje narrativo, o simplemente de contratar a otro compositor para que haga canciones mucho mas pegadizas.
Nicole Kidman: vengadora anónima y walking dead. Quizás el argumento de venta mas potente del filme sea ver como la belleza australiana se transforma en un guiñapo humano, un esqueleto consumido por el alcohol y la mala vida que cualquiera apostaría que está por morirse de cirrosis en cualquier momento. La Kidman es una agente encubierta que está en la mala por algo que pasó hace 15 años, detalle que la directora Karyn Kusama (Girlfight) se encarga de contar en lentos, interminables y poco excitantes flashbacks. Es en sí un policial negro con el género del protagonista cambiado; pero el problema es que la anécdota no amerita las dos horas de duración del largometraje, por lo cual Kusama se dedica a hacer trabajo de introspección y construcción dramática de caracteres que solo vale la pena ver por la perfomance de la australiana. La Kidman es una gran actriz y lo suyo entra en ese nicho de trabajos a conciencia en donde los actores mutan físicamente para dar el physique du rol… aún cuando el proceso ponga en serio riesgo su propia salud. Sea Charlize Theron con Monster o Christian Bale con El Maquinista, acá la Kidman adelgaza que da calambre y le meten maquillaje para que se vea como un cadáver ambulante, un detalle logrado ya que llama la atención a cualquier lugar que va en las escenas del filme situadas en la época actual. Pero esta detective no siempre fue un zombie que arrastra las piernas y las palabras y está con el último aliento a flor de boca: hace años era una oficial de carrera destacada y la empardaron con un poli agradable (Sebastian “¿por qué le dieron el escudo del Cap a Falcon y no a mí?” Stan) para un trabajo encubierto en una pandilla que asaltaba bancos y movía armas ilegales. Lo que sabemos es que fue un trabajo de meses, que Stan y la Kidman se liaron mas allá de lo requerido por sus roles, y que todo se fue al joraca. Y ahora, como un fantasma del pasado, la presencia potencial de los villanos de aquella época reaviva la llama de la venganza en la consumida detective. Que a Destroyer le sobra media hora es algo ultra obvio; una cosa es crear clima y otra es estirar las cosas hasta el punto de frenarlas casi del todo. La Kidman agotada recorre soplones, hace manuelas a cambio de data, se pelea con su hija quinceañera – que es rebelde y la odia – y lidia con su ex, el cual se sorprende que aún esté con vida. Porque no hay cosa que la Kidman no se haya metido en el cuerpo, sean polvos o licores y, para colmo, debe recomponerse de alguna manera para enfrentarse a la vieja pandilla que arruinó su trabajo encubierto y su vida. Hay que esperar al minuto 46 para ver que la consumida policía tiene fuego en las venas y puede llevarse puesto a tipos mas jóvenes y fuertes que ella, pero sólo es un destello fugaz. Salvo una lograda escena del atraco a un banco – en donde la Kidman se ve involucrada de casualidad, porque estaba siguiendo una pista y de pronto se topa con semejante sorpresa – el resto son palabras y palabras. Sí, Destroyer tiene un par de momentos dramáticos logrados – la confesión final de la Kidman frente a su hija por ejemplo -, pero los flashbacks no apasionan simplemente porque todo es muy vulgar y corriente. Figurando con 15 años menos la Kidman no se ve una nena y parece la mamá de Sebastian Stan; sigo sin entender por qué los productores están convencidos de que Toby Kebbell es un gran villano (lo han metido en todos lados, desde Warcraft hasta la fallida última versión de Los 4 Fantásticos), y lo que se supone que es un seudo clan Manson ultra violento y dedicado a robar bancos sólo es un montón de fanfarrones con mal carácter sobrepasados de polvo blanco. Ni siquiera Kebbell parece un líder brillante y rastrear su paradero demanda un montón de supuestos – de que a ninguno de los soplones que hablan con la Kidman se le pase siquiera por la cabeza la idea de mandarle un mensaje de texto a Kebbell para advertirle que van por él -, lo que hace que todo se vea traído de los pelos. Hay un par de vueltas de tuerca finales que repuntan el filme pero… No pido que todas las cintas sean pura acción (acá es un thriller, así que los misterios y el suspenso deberían estar a la orden del día) pero sí que al menos lo que haya en el medio sea apasionante, atraiga, te despierte el interés. El derrotero de la Kidman agotada es largo y lento, no es todo lo implacable que debiera; y el flashback con la Kidman joven tampoco es muy interesante, sin mucha química con Stan, sin despertar fascinación por estar encerrada con un grupo que se supone que es el mal supremo. Es simplemente un policial pasable, largo y algo estático, al cual hay que tenerle paciencia y que sólo vale la pena ver por el tour de force de la australiana, la que sigue demostrando que es una de las mejores actrices de la actualidad.
No estoy seguro de que Glass sea el peor filme de M. Night Shyamalan, pero seguramente es el mas decepcionante. El tipo hizo una de las mejores películas de superhéroes de la historia – Unbreakable, en el año 2000 -, y diecisiete años después decidió empalmarlo con saliva con una de asesinos seriales que le salió bastante bien – Split, 2017 -, intercalando un fotograma de Bruce Willis / David Dunn al final del filme y anticipando un duelo épico. Como a M. Night Shyamalan le gusta fanfarronear, salió a vender la idea que el loquito de personalidades múltiples de Split estaba en uno de los borradores de Unbreakable pero que no hizo el corte final, y que ahora su renacimiento artístico (y comercial) le permitía concretar su visión de una vez por todas. Lo que me parece mas coherente es que a último momento Shyamalan puso el cameo de Willis en la secuencia post créditos de Split (para dar un golpe de efecto a lo Marvel), y se metió en el brete de tener que cocinar de apuro una historia que agrupara al super héroe, al super villano y al super asesino serial de las dos cintas anteriores en un mismo filme, concluyendo todas sus historias de manera épica. El drama con esto es que, por su manía de hacer las cosas de manera diferente (y siempre en contra de las expectativas), Glass termina generando un filme inerte, con pretensiones intelectualoides, en donde la acción y la adrenalina brillan por su ausencia. Si hay un super villano en el filme, ese puesto le corresponde a Sarah Paulson. Su intromisión paraliza la película justo cuando Bruce Willis y James McAvoy están dándose murra, y lo sumerge en un estado de coma que dura mas de una hora y media. Supuestamente la Paulson – siquiatra brillante, encargada del manicomio local y experta en delirios de grandeza relacionados con personas que se creen superhéroes – ha estado siguiendo a Willis y McAvoy para atraparlos en el momento justo y confrontarlos con Elijah Price (Samuel L. Jackson), el genio criminal con huesos frágiles como el cristal (de ahí el título del filme), intentando convencer a los tres al mismo tiempo de que lo suyo son imaginaciones causadas por algún desorden físico o químico de su cerebro. Mientras que Jackson está catatónico debido a que lo empastillan todo el tiempo – el tipo, aún postrado en silla de ruedas y sin fuerza para nada, sigue siendo altamente peligroso por su inteligencia y su habilidad para manipular a las personas -, Willis está encadenado en una celda con unos aspersores de agua que son capaces de tumbarlo, y McAvoy tiene su propio gadget en su cuarto: una pared de luces estroboscópicas que alteran su cerebro y le hacen saltar de una personalidad a la otra (de las 24 que posee) cada vez que se activan. Lo que sigue es una serie de interminables discursos de la Paulson para convencerlos de que están chiflados, precisan tratamiento y no tienen verdaderos superpoderes. Ciertamente la estrella del filme es McAvoy, el cual ha perfeccionado su capacidad de saltar de una personalidad a la otra en cuestión de segundos, generando una perfomance impresionante. Pero la Paulson es monótona que da miedo, los secundarios están de adorno, y el filme solo revive a los 75 minutos cuando vemos que Jackson siempre estuvo simulando estar catatónico por los medicamentos. Jackson siempre es Jackson y puede relamerse con solo diez lineas de libreto, con lo cual el pobre Bruce Willis queda relegado a un rol de relleno cuando en realidad era el héroe de la historia (!). Mientras que McAvoy quiere que la gente adore a la Bestia como si fuera un Dios (y le tenga miedo), Jackson quiere un duelo descomunal entre McAvoy y Willis, algo así como el showdown entre Doomsday y Superman – las dos criaturas mas poderosas del planeta y cuya pelea acapara la atención de los medios -. El drama es que cuando el inglés y el geronte se van a los bifes, la escena se ve patética. Si su superpoder es solo la fuerza – esta gente no vuela, no lanza rayitos laser por los ojos ni puede derribar edificios enteros con un soplido – al menos Shyamalan podría haber visto las secuencias de acción de Capitán América (u otro tipo poderoso con los pies en la tierra tipo Luke Cage) como para inspirarse. Arrancar las puertas de los autos y usarlas como escudos, o tirarle postes de la luz como jabalinas… pero no. Es todo un forcejeo ridiculo con algunos tortazos perdidos y algunos coches abollados, pero nada que te eleve la adrenalina. ¿En serio esperamos 19 años para ver este clímax?. Pero si las expectativas son pulverizadas por la pobre puesta en escena y el incordio de la presencia avasallante de Paulson, lo peor viene al final cuando Shyamalan se manda con un chifle (alerta spoilers) diciendo que hay una sociedad de humanos que desde hace siglos se encarga de asesinar a los superhéroes para evitar que éstos tomen el control de la sociedad. Es una idea tipo Wanted – Se Busca (el comic original) en donde la liga de asesinos había matado a todos los superhéroes y por eso no veias a Superman surcando los cielos. Pero esta bomba la tira cinco minutos antes de que termine el filme, dejándote con una sensación de bronca e impotencia porque sabés que ya no hay tiempo para resolver semejante trama… y porque con la tibia repercusión de Glass difícilmente logren financiar una secuela para expandir semejante idea – y generar algún superhéroe que pueda abatir a esta liga del mal -. Eso sin contar con el decepcionante final de los tres personajes mas importantes de la historia, los cuales son despachados sin el mas mínimo miramiento (fin spoilers). Glass es lenta, aburrida y está mal filmada. Hay buenas perfomances y algunas ideas interesantes pero, cuando esta gente tiene que irse a los bifes, Shyamalan es incapaz de filmarlo con el mas mínimo nervio. Y deja una innecesaria puerta abierta con lo cual el final es aún mas insastifactorio. Hubiera sido mejor que Shyamalan puliera el libreto un par de años mas y nos diera algo mas solido y satisfactorio porque, de todo lo que trae Glass, hay muy pocas cosas que me dejaron feliz.