Ya hemos hablado del Hombre Araña en la review que hicimos sobre el filme de Sam Raimi de 2002. Diez años después llega este reboot, el que resulta extraño e inesperado. Cuando uno habla de un reboot es porque hay un grupo de productores y creativos que pretenden darle un giro nuevo a una saga - caso de James Bond con Casino Royale -, o bien, intentan revivir una franquicia que se encuentra en coma luego de haber sido devastada por una sarta de horrendos directores - como Joel Schumacher con Batman & Robin, o Tim Story con Los 4 Fantásticos y Silver Surfer -. En el caso de la trilogía de Raimi, la franquicia gozaba de buena salud - aún cuando Spiderman 3 dejaba muchísimo que desear - y no era necesario un reboot; en todo caso, lo que terminó primando es el vil dinero, ni más ni menos. Contratar a Raimi & Cía para una cuarta parte debía tener un costo astronómicamente caro - y... la gente se cotiza si los filmes son exitosos! - y, por otra parte, los productores de Hollywood han comenzado a guardarse la lengua en el bolsillo cuando hablan de que "las historias sólo funcionan bien cuando las arman en trilogía" - rezago del concepto trazado por George Lucas cuando hizo Star Wars y sus precuelas, pero que hoy todo el mundo parece dispuesto a enterrar y olvidar, y a seguir generando secuelas hasta que los números de la contabilidad se pongan rojo sangre -. Consideren esto: si Hollywood se ha vuelto tan inmoral de generar innecesarias remakes y versiones para la pantalla grande de las más ignotas series de TV,... ¿por qué se iban a detener de seguir lucrando con la misma franquicia, a causa de una regla no escrita que dice que las sagas van de a tres filmes?. En mi caso, yo tengo un particular problema con la saga de Raimi. Con excepción de Spiderman 2, el resto nunca llegó a convencerme. Otros filmes de personajes de la Marvel me han maravillado, pero la saga de Spiderman parece padecer (al menos en su traslación cinematográfica) de un serio problema de originalidad, y eso que hablamos del super héroe más importante de la editorial. En Spiderman 1, había demasiadas cosas que me recordaban a Batman - como la batalla en medio del desfile con los globos gigantes -; la 3 era un pastiche de aquellos, con excesivas subtramas y demasiados villanos. Para colmo la Marvel parece contar con un defecto genético que le impide tener buenos villanos. Descuenten a Magneto y Cía, y al doctor Octopus, y verán que no hay nada que sea tan siniestro y memorable como el Joker (de Nicholson o Ledger, como prefieran), o siquiera como el Pingüino de Danny DeVito. En la necesidad de seguir lucrando (y hacer desaparecer el certificado de defunción de la vaca para seguirla ordeñando), la Marvel ha decidido rebootear su saga estelar, trayendo a un director de comedias (Marc Webb, el de 500 Dias sin Ella), y poniendo un casting totalmente nuevo. Si antes los filmes de Spiderman de Raimi parecían tomar ideas de otras películas de super héroes, la película de Marc Webb parece no poder salir de la sombra de Raimi... al menos durante el primer acto. Otra vez tenemos la historia de origen, otra vez está Peter Parker descubriendo sus poderes, otra vez matan al tío Ben, y otra vez tenemos una sesión de Corte y Confección 101 con Peter manufacturando su propio traje de superhéroe para salir a combatir la injusticia por las noches. Hay matices - el traje de arañita ahora parece inspirado en los disfraces de los wrestlers mexicanos; hay un pequeño prologo que explica qué pasó con los padres de Peter (el cual es demasiado breve y desperdicia la oportunidad de darle mayor profundidad a toda la mitología del héroe); y la historia se centra en los años de secundario de Parker, en vez de su etapa como reportero gráfico para el Daily Bugle - que condimentan un poco el relato, pero que terminan por sentirse innecesarios. ¿Por qué no arrancar directamente con Peter Parker ya convertido en Spiderman y viviendo su etapa de secundario, y darle todo ese espacio al personaje de Curtis Connors / el Lagarto, haciéndolo muchísimo más siniestro?. El primer acto también cuenta con problemas de fluidez narrativa. Hay demasiadas historias y arrancan de manera algo desordenada, algo que se le podría achacar a la inseguridad inicial del director (y de los libretistas) sobre cómo manejar tanto material. Aún así - con pequeñas desprolijidades y viendo una historia tan remanida... al menos, para los seguidores del comic y de las peliculas - el Acto I es bueno y tiene sus hallazgos. En primer lugar, el tono que usa Marc Webb es mucho más oscuro que el de Sam Raimi. En segundo lugar, la perfomance de Andrew Garfield (Red Social) es muy superior a la de Tobey Maguire. Garfield tiene la presencia física y el carisma que necesita el papel, matizándolo con un toque de inseguridad que le da una extraordinaria simpatía. Como Bale con su Batman frente a Michael Keaton, la interpretación de Garfield enseguida nos hace olvidar a Maguire - que era demasiado petiso e impoluto como Peter Parker / Spiderman -. A este Hombre Araña le gusta hacer maldades y le gusta fanfarronear... y no siempre las compadradas le salen bien. Pero en donde El Sorprendente Hombre Araña logra salir de las sombras y tomar su propio vuelo es en el Acto II. Cuando Webb pone a arañita en acción, despliega secuencias intensas y excitantes - generando tomas en primer plano (como si vieramos a través de la máscara del superhéroe), o recreando poses que uno ha visto en las carátulas de los comics, o jugando con el carácter híbrido del protagonista (la secuencia en donde rastrea al Lagarto en las cañerías - montando una gigantesca tela de araña - es gloriosa) -. Quizás no sean memorables, pero Webb sabe cómo inyectarle adrenalina al relato. Y, cuando la gente abandona sus disfraces y vuelve a la normalidad, las perfomances son relajadas y el relato es ameno. Tal como uno viene viendo en los últimos filmes de superhéroes - como Superman vs La Elite - la identidad del protagonista pronto es conocida por sus más intimos... lo cual me parece un giro mucho más natural de la historia, amén de darle la posibilidad de compartir sus pensamientos con otros y enriquecer la experiencia en su totalidad. ¿Que Superman se pone un traje y un par de lentes y Lois Lane no lo reconoce? ¡Por favor!!. El filme gana sus pies en el Acto II y en el Acto III, y se transforma en un filme sólido y muy entretenido. Logra obtener su propia personalidad, gracias a que Andrew Garfield comanda con soltura en la pantalla. La historia es buena sin ser excepcional ni demasiado original; en todo caso, lo que uno encuentra son defectos menores de diferente calibre: por ejemplo, que todos los estudiantes de biología tengan el mismo nivel de conocimiento científico que un profesor ganador de un Premio Nobel (y puedan elaborar un antídoto en cuestión de minutos, o entiendan a la perfección una complicadísima fórmula genética), o que los trabajadores de Nueva York logren intuir que arañita precisa ir al rascacielos de OsCorp y alineen todas las grúas para allanarle el camino (un detalle realmente estúpido, ya que este tipo se cuelga de cualquier cosa; en todo caso esto ha sido insertado artificialmente para realzar el caracter de Spiderman como héroe de la gente; ¿se acuerdan cuando los pasajeros de un tren lo encontraban medio muerto y lo defendían del Dr. Octopus en Spiderman 2?). El Sorprendente Hombre Araña es un buen comienzo, un aperitivo para lo que puede ser un desarollo mucho más interesante (y oscuro) que el de Raimi. Tiene mejores intérpretes, y tiene mejor ritmo. A riesgo de sonar sacrílego, me gustó mucho más que Spiderman 2002, aunque no dejo de reconocer que Raimi fue quien plantó la mayoría de las ideas basales que hoy vemos - en su versión 2.0 - en esta película. Lo que me gustaría es que la saga se despegara del concepto de OsCorp (de Norman Osborne, el Duende Verde y todo ese verso que parece demasiado copiado del Lexcorp de Superman), y explorara otros caminos. La Marvel precisa desesperadamente generar un villano memorable, y el Lagarto de Rhys Ifans no lo es (es un simple científico loco con muy poco trasfondo como para resultar interesante o siquiera amenazante). Cuando obtengan un malvado del calibre del Joker, la Marvel habrá obtenido un clásico... simplemente porque tiene una galería de superhéroes formidables y apasionantes, pero carecen de antagonistas válidos con quienes enfrentarlos.
Antes que nada, debo aclarar varias cosas: primero, que a mi gusto éste es el mejor filme de Burton desde El Cadáver de la Novia; segundo, que yo no represento al público común o standard; y, tercero, que la adaptación 2012 de Dark Shadows dista muchísimo de ser una película brillante. En el mejor de los casos es un acolchado de retazos, con cosas que están muy bien y con otras cosas que resultan chocantes o fuera de lugar. El problema pasa porque se trata de un monstruo de dos cabezas, en donde cada una le quiere arrancar el cuello a la otra, pero ninguna de ellas termina por triunfar en su cometido. Si ustedes son fieles seguidores del portal de este humilde escriba, sabrán que ya hemos hablado de Sombras Tenebrosas. A mediados de los 60 el productor Dan Curtis decidió despacharse con una telenovela gótica, en donde todo eran intrigas acaecidas en los oscuros pasillos de una siniestra mansión. Los ratings comenzaron a flaquear mal y, en un intento desesperado de darle una vuelta de tuerca, a Curtis se le ocurrió meter un vampiro en la historia. Lo que parecía ser un disparate terminó resultando un fabuloso éxito, y pronto los escribas de la tira comenzaron a pergueñar todo tipo de ideas alocadas - desde que toda la familia estaba maldita y estaba constituída por fantasmas, hombres lobos, brujas y vampiros, hasta singulares saltos en el tiempo, en donde los protagonistas viajaban al pasado, al futuro o se transformaban en versiones alternativas de sí mismos -. La telenovela se transformó en un objeto de culto, siendo emitida hasta 1971, y generando dos filmes - House of Dark Shadows (1970) y Night of Dark Shadows (1971) -, amén de convertir a Jonathan Frid (quien protagonizaba a Barnabas Collins) en una celebridad. Los años pasaron y el culto por la tira continuó en ascenso, con lo cual comenzaron los proyectos para armar algún tipo de continuación o revival. En 1991 vino el primero, hecho a todo lujo y con Ben Cross en el papel de Barnabas Collins. Todo parecía indicar que el éxito estaba asegurado... hasta que los sorprendió la Guerra del Golfo y las continuas interrupciones terminaron por aniquilar a la base de seguidores de la nueva versión. La segunda oportunidad vendría en el 2004, en donde se filmaría un piloto con Alec Newman (Dune) en el papel de Barnabas Collins, pero el mismo parece que no entusiasmó a ningún ejecutivo y terminó siendo cajoneado sin que nadie haya hecho comentarios de haberlo visto siquiera alguna vez. Ahora llega esta versión para la pantalla grande, impulsada por el propio Johnny Depp, quien ha sido un fan de la serie desde que su infancia - precisamente su admiración por Jonathan Frid fue uno de los causales por los cuales abrazó la actuación -. Como si fuera el sueño del pibe, Depp logró subir a bordo a su amigote Tim Burton, y ambos decidieron encarar esta remake, la cual intenta condensar 5 años de complicadas y disparatadas tramas en un par de horas. Y aunque la esencia de la serie está presente, creo que el resultado final no es para cualquiera. El primer obstáculo con que se enfrenta la versión 2012 de Sombras Tenebrosas pasa porque el 90% del público que va a verla jamás vió un capítulo de la tira original, o siquiera ha alquilado alguna de las películas de principios de los 70. Para ese público nuevo, la versión de Tim Burton es un culebrón algo denso con esquizofrénicos cambios de tono. En cambio para el público viejo que vió la serie con Frid & Cía, encontrarán a una historia respetuosa del original pero salpicada por gags de humor camp. En los 70s Jonathan Frid era un señor intimidante que usaba ropa algo anticuada, mientras que aquí Johnny Depp parece la versión punk del fantasmita Casper. ¿Era necesario que tuviera la piel color blanco tiza y ojeras tan negras?. En realidad el problema pasa porque éste es un producto demasiado excéntrico que ha costado 150 millones de dólares, y que sólo pueden apreciarlo (hasta ahí nomás) un puñado de nerds cinematográficos como nosotros, los cuales vimos los filmes originales y hemos investigado con cierta profundidad el tema. Con ese conocimiento de respaldo, uno puede asegurar que las intenciones de Burton con el producto son honestas y respetuosas, aún cuando el filme esté muy lejos de ser algo prolijo, y tenga momentos de total esquizofrenia respecto del tono elegido. En una escena tenemos un serio momento dramático, y en la siguiente está Depp haciendo su típica rutina de Jack Sparrow, abriendo grande los ojos y mandándose alguna macana. Entre la obra fiel y la parodia al original, el filme nunca termina de decidirse respecto de la dirección a seguir. Si uno la toma como una película seria, Sombras Tenebrosas 2012 es respetuosa de su fuente: está el origen de la maldición de los Collins (descripto con admirable sencillez y coherencia), la aparición de Barnabas como una figura trágica, los oscuros enjuagues entre los miembros de la familia para hacerse con el poder y la fortuna, la deliciosa dinámica entre el protagonista / la bruja engañada / la inocente amada reencarnada, etc. Es en esos momentos en donde Sombras Tenebrosas 2012 recupera el encanto y el misticismo del original, aunque Burton insiste en torpedearlo (y mal) con sus grageas de humor fuera de lugar. Uno puede entender que la historia es demasiado freak como para ser tomada de manera lineal - en sí, la versión de Burton es la total antítesis de la saga Crepúsculo, target de mercado en el cual deben haber pensado los productores que pusieron la plata (ja,ja) en esto -; pero otra cosa es socavar en una escena los méritos que se construyeron en la anterior. Mientras que el humor venía dosificado (y, por qué negarlo, los gags eran graciosos), cuando el reloj marca los 50 minutos de exhibición el filme decide poner 4º y empieza a disparar una situación cómica tras otra: Depp echándose un polvo con Eva Green, con ambos colgados del techo y dejando todo el cuarto hecho trizas; o Depp fumándose un porro con unos hippies y diciendo pavadas; o Depp intentando exorcisar a una televisión en donde pasan un show de Los Carpenters. No todas las piruetas salen bien - la reunión hippie se hace eterna, por ejemplo - y todas, de un modo u otro , suenan fuera de lugar. Yo me divertí bastante con Sombras Tenebrosas 2012, simplemente porque es una bolsa de gatos que siempre tiene algo interesante para desplegar en pantalla. Aún así, está lejos de ser un buen filme - o siquiera uno prolijo -, simplemente porque nunca termina por decantarse si se trata de un homenaje o una parodia del original. En todo caso es un engendro esquizofrénico que cambia de discurso a cada rato, en donde cada una de sus partes funciona my bien por separado pero no cuando se las une en el conjunto.
Ultimamente venimos en una onda de películas muy desparejas y Prometeo no es la excepción: durante los primeros 90 minutos el filme desarrolla una apasionante e inteligente historia de ciencia ficción y, en los últimos 20 minutos, decide transformarse en otra película, re-cargada de acción y saturada de criaturas de todo tipo atacando gente. El problema con esos 20 minutos finales es que la trama y los personajes cambian tanto que terminan resultando irreconocibles y, lo que es peor, no aparecen las respuestas a las preguntas planteadas durante todo el desarrollo previo. Es imposible negar que la película es buena e interesante, pero uno se queda con la misma sensación de coitus interruptus que ocurría al final de Kill Bill: para saber todas las respuestas, habrá que esperar un par de años para ver la secuela (si es que se filma) Prometheus es una especie de precuela de Alien. El problema con el término "especie de precuela" es que la gente va a ir al cine a ver una de extraterrestres babosos destripando gente y se va a topar con algo más cerebral que trata sobre los orígenes alienígenas de la raza humana. Ok, como para que la gente no los putee a mansalva los libretistas decidieron meter el mencionado emparche de los 20 minutos finales, en donde vemos algunos engendros verdosos masacrando actores y que comparten algún que otro rasgo con el marcianito dientón que todos conocemos. Pero el punto es que ese climax se siente como un forzado injerto que no va con el resto del filme. La precuela toma como punto de partida el cadáver del ser extraterrestre que encontraban los miembros de la Nostromo en la Alien original, y al cual se lo conoce como "el piloto espacial" o space jockey - un gigante que piloteaba una nave alienígena y al cual parece haberle explotado el pecho -. Aquí los space jockey vienen a ser los "ingenieros", una raza extraterrestre que inventó a los humanos en una probeta y los soltó en el planeta Tierra en el principio de los tiempos. Siguiendo el camino danikeniano de Recuerdos del Futuro, nativos de todo el mundo dejaron pinturas, artesanías y todo tipo de pruebas sobre la visita de esos dioses astronautas, e incluso dibujaron un mapa estelar con referencias sobre su mundo natal. Precisamente la expedición científica que comanda Noomi Rapace cruza medio universo hasta llegar a ese planeta, intentando encontrar respuestas sobre el origen de la humanidad. Durante todo ese tiempo, Prometeo se muestra como un filme de ciencia ficción pensante, muy a lo Arthur C. Clarke. Hay numerosas tesis sobre el cómo y el por qué de la creación - como la excelente escena en donde el robot que interpreta Michael Fassbender confronta a un miembro de la tripulación preguntándole el por qué de su propia existencia; "te creamos... porque podíamos hacerlo", a lo cual Fassbender le responde: "quizás eso mismo es lo que pasó con ustedes" -, las cuales amenazan desembocar en algún tipo de revelación trascendental a lo 2001, Odisea del Espacio. Considerando que todos los grandes directores (desde Soderbergh a Danny Boyle, sin mencionar a Darren Aronofsky) han querido imitar el clásico de Kubrick - o al menos, construir algo tan elaborado y provocador desde el punto de vista intelectual -, ésta vendría a ser el intento de Ridley Scott por aproximarse al maestro. El problema es que el filme empieza a mutar. Es difícil entender el por qué - si es que los guionistas se vieron cortos de imaginación a la hora de responder las preguntas que ellos mismos se habían planteado, o si se vieron forzados a meter de apuro elementos canónicos de Alien como para maquillar a la película y emparentarla con el resto de la saga -. Tenemos otra nave alienígena abandonada, otros extraterrestres muertos en extrañas circunstancias, otros bichos que mutan en la oscuridad y atacan a los miembros de la tripulación, y hasta otro androide con una agenda cargada de siniestras intenciones. Y mientras que esas rutinas están ok, tampoco son tan impresionantes o aterradoras como la Alien original. Quizás el problema sea que su inclusión se ve forzada y parece pertenecer a otro filme, ya que no se condicen con las expectativas "intelectuales" que venía planteando la película. Considerando el tiempo que ha llevado esta precuela - comenzó a gestarse en el 2000; en un momento James Cameron estuvo interesado y, cuando por fin Ridley Scott se hizo cargo, apareció el cross over Alien vs Depredador que terminó por espantar al director y puso al proyecto en el limbo hasta el día de hoy -, el resultado final podría haber quedado más pulido. Hay cierta contradicción de intenciones, como si el libreto hubiera sido escrito por turnos por dos guionistas que pensaban de manera muy diferente y que, incluso, terminaron rehaciendo (o pisando) lo que el otro había escrito. (alerta spoilers) El caso más obvio es el del robot David, que termina transformándose en aliado de aquellas personas a las cuales le arruinó la vida, y que logra escaparse de un castigo más que merecido. Pero, además de los incomprensibles cambios que sufren los personajes en esos dichosos 20 minutos finales, figura la ausencia de respuestas cruciales para la trama, como qué pasó con la nave de los ingenieros que nunca pudo despegar del planeta, por qué se murieron todos, o por qué los extraterrestres tenían las intenciones de volver a la Tierra para masacrar a toda la humanidad. Yo me imagino al codicioso productor del filme arrancando la última página del guión (la que contenía todas estas explicaciones) y diciendo "con esto vamos a hacer 2 o 3 películas más!". (fin spoilers) Prometeo es una muy buena película, a pesar de sus cambios de tono y de sus preguntas sin respuestas. Hay grandes ideas, excelentes efectos especiales y buenas actuaciones - aunque el papel de heroína le queda algo grande a Noomi Rapace -. El punto es que, para poder apreciar la película como corresponde, hay que olvidarse de toda la publicidad que le hicieron y no tomar a esto como una precuela literal de Alien (con todas las expectativas que eso conlleva), sino como un pariente lejano, con ideas propias y con algún que otro punto común con el extraterrestre carnívoro que todos conocemos.
Hay veces en que Steven Soderbergh decide incursionar en terrenos más comerciales como para generar algunas ganancias y seguir manteniéndose independiente. Pasó con la trilogía de La Gran Estafa y con Un Romance Peligroso, y ahora pasa con Indomable. Este es un thriller de espionaje muy en la onda Jason Bourne, sólo que con faldas. Mientras que la acción es brutal e impresionante, la trama resulta artificialmente complicada y no es todo lo satisfactoria que debiera. Aún así, Haywire está por encima de la media, y es mucho más competente que el 90% de los filmes de acción que circulan hoy en día por los cines. Desde la invasión a Irak que sabemos que hay agencias de seguridad que funcionan más como ejércitos privados que como simples vigilantes del orden. Falta que se sofistiquen un poco y se transformen en una especie de corporación de mercenarios. Algo de ello es lo que ocurre aquí: hay un operativo sucio - concretamente el rescate de un periodista chino en España - y la CIA decide mandar al frente a un contratista (Ewan McGregor), el cual tiene su propio cuerpo de élite de compuesto por chicos duros. Entre ellos se encuentra nuestra protagonista (Gina Carano, ex artista marcial y ex gladiadora televisiva), una mujer maciza y pechugona que parece la versión wrestler de Nia Vardalos. La Carano va al frente en el operativo de rescate y pareciera que todo va bien, pero... Lo que sigue es una trampa. Cuando la chica está por irse de la agencia, la mandan a otro operativo. Desconfiando de la pareja que le asignaron (Michael Fassbender), decide rastrearlo y termina poniéndose alerta cuando encuentra el cádaver del chino que rescató el día anterior. ¡Euh! ¡Qué trabajo llevarlo de España a Irlanda para incriminar a la pechugona!. Como sea, las cosas se ponen espesas, Fassbender se va a cantar tangos al otro barrio, y la Carano entra en Matt Damon full mode, exterminando a cualquiera que se interponga a su paso, y rastreando a su ex-amante / ex jefe / inminente fiambre McGregor. Un teléfono pinchado por ahí, algún hackeo por allá, y pronto tenemos una lista de direcciones de la gente de la cual queremos vengarnos. En cuanto a atmósfera, Haywire está cargada de tensión. Hay persecuciones y hay situaciones explosivas que uno espera que detonen de un momento a otro. Y, cuando lo hacen, son brutales. Las peleas son largas y sanguinarias y, sobre todo, se vean realistas. Los enemigos tardan en caer. La Carano recibe más trompadas que Schwarzenegger y Stallone juntos en toda su carrera. Las resoluciones son violentas en la misma onda shockeante de Steven Seagal. Quizás el tema es que la acción se alarga demasiado y, aún así, el filme llega boqueando a una hora 26 minutos de duración. Es como que le falta trama - la que hay es demasiado corta y no es muy clara que digamos -. Y a esto se suma que el climax es anticlimático, demasiado limpio y breve en comparación con las expectativas creadas. Sin dudas Indomable es competente y tiene sus momentos, pero no es todo lo pareja que debiera. El problema es el libreto, que es minimalista. Por lo demás, Soderbergh se encarga de disfrazar muy bien la falta de substancia, y eso salva el filme. Lo otro es la presencia de la Carano - que se defiende bastante bien actuando junto a un desfile interminable de enormes estrellas, y que pelea como los dioses -, la cual precisaría tener un filme más para confirmar (o no) si tiene cualidades de estrella.
Las cosas no vienen pintando bien para John Cusack. Sin dudas es una buen actor, pero su época de gloria ha pasado y los últimos trabajos que ha tenido que agarrar para seguir pagando el alquiler son, cuando menos, cuestionables. Sin dudas hay más filmes, pero los últimos que me vienen a la mente son Hot Tube Time Machine y la película que ahora nos ocupa, la cual es demasiado rutinaria y poco satisfactoria. Quizás sea hora de que Cusack cambie de agente o que desembarque en la TV, porque a este paso pronto lo veremos en algún filme lamentable al lado del otrora idolo (y hoy lamentable geronte) Matthew Broderick. Sinceramente el desempeño de Cusack es el menor de los problemas de El Cuervo. Aplicando nuestro habitual cinismo profesional, afirmaremos que éste es un policial de época hecho sin inspiración y de manera mecánica. Algún cráneo hollywoodense pensó que podía prenderse de la cola de Sherlock Holmes (y su secuela), y poder chupar algún que otro dólar con un esquema similar. Imaginen esto: asesino serial del siglo XIX, imitador de las muertes descriptas por Poe en sus inmortales relatos. Entra Nathan Fillion... no, digo Edgar Allan Poe, y comienza a asesorar a la policía en la resolución del caso. Las inexactitudes históricas se acumulan por toneladas (para comenzar, en 1849 no había cuerpos policiales profesionalizados, técnicas forenses, y ni siquiera se había inventado el término "asesino serial", el cual data de 1970!), pero es lo de menos. La mayoría de estos personajes usan la lógica por ráfagas (o cuando se le activa el chip) y por ello hay momentos en que se le ocurren cosas brillantes, otras en que inventan siderales bolazos y otras en que se les apaga directamente el cerebro. Por ejemplo, una de las victimas muere en un péndulo - de la historia El Pozo y el Péndulo, en donde una guillotina accionada por un enorme mecanismo de relojería va bajando varios centimetros por segundo mientras se bambolea sobre el abdomen del prisionero -. Por supuesto el tipo queda hecho fetas como si fuera 100 gramos de salame fino cortado a máquina. Mientras que la secuencia está ok, a ninguno de los investigadores se les ocurre averiguar el origen del péndulo ni quién lo fabricó. Digo: esas gigantescas máquinas de tortura no se venden en los kioscos (!), así que alguien tiene que haberlo encargado a pedido. Mientras que el libreto se hace el otario sobre ese detalle, por el otro se despacha con una rebuscadisima serie de pistas para hallar la latitud y longitud de donde podría estar aprisionada la novia de Poe. El otro gran problema de El Cuervo es que la intriga es insatisfactoria. Hay un asesino serial, hay muertes espectaculares, y hay pistas intrincadas; el punto es que matan a tanta gente que los sospechosos pronto se acaban y el mas improbable - pero que termina siendo uno de los pocos que sobreviven - termina siendo el homicida. Jamás se siente la historia como un verdadero acertijo que rete a la inteligencia del espectador, sino que es una excusa boba para ver asesinatos truculentos y a John Cusack intentando imitar desesperadamente a Robert Downey Jr (al menos hay momentos en los que lo logra). Considerando que esto viene de la mano del mismo director de V de Vendetta, El Cuervo resulta decepcionante. Es relativamente pasable, se deja ver, pero tiene su cuota importante de huecos de lógica y los últimos 20 minutos están atados con alambre. Y eso arrastra los méritos del filme, los cuales no eran muchos pero eran respetables.
Blancanieves pertenece a lo que se suele conocer (al menos en castellano) como cuentos de hadas. Aunque no siempre figuren Campanita o alguna de sus primas, los cuentos de hadas siguen una estructura más o menos similar, en donde hay una princesa fuertemente castigada y victima de la villana de turno, algún principe guapo que viene al rescate, y una parva de poderes mágicos en el medio. Desde Rapunzel hasta Cenicienta siguen dicho modelo, siendo lo único que las distingue las ligeras variaciones del relato intermedio. Los cuentos de hadas suelen tener diversos orígenes. Algunos son deformaciones de antiguas leyendas mientras que otros proceden de la imaginación de fervientes autores - como el caso que nos ocupa, cuya paternidad le corresponde a los hermanos Grimm -. En general sus contenidos son moralizantes y, aunque a uno le parezca extraño, suelen ser mucho más violentos en su versión original de lo que uno piensa. Lo que ocurre es que uno siempre asocia los cuentos de hadas a las correspondientes interpretaciones animadas de la Disney, las cuales han sanitizado el mensaje hasta volverlo níveo. De un tiempo a esta parte ha crecido la tendencia de reinterpretar los cuentos de hadas en términos mucho más liberales. Por ejemplo, transformar a Caperucita Roja y el Lobo en una pelea a muerte entre una adolescente descarriada y un violador / asesino serial en Freeway, o bien quitándole el cuero al grueso de los cuentos infantiles clásicos (y sus depuradas interpretaciones) en Shrek. Pero el gran impulso del reciclado masivo de los cuentos de hadas resultó ser el descomunal éxito de la trilogía de El Señor de los Anillos, la cual puso a la fantasía como género de boga. Cuando los productores de Hollywood se cansaron de fracasar con las adaptaciones de mediocres sagas de fantasía provenientes de costosos autores del momento - como La Brújula Dorada, la saga de Las Crónicas de Narnia, Los Seis Signos de la Luz, y un largo etcétera -, descubrieron que los cuentos de hadas estaban disponibles y, lo que es mejor, no pagaban derechos de autor. Así surgieron series televisivas como Grimm o Había una Vez..., amén de reinterpretaciones como Espejito, Espejito y la que ahora nos ocupa, ambas de este año 2012 y que terminan por basarse en la historia de Blancanieves. Ciertamente la versión de Blancanieves y el Cazador se encuentra en las antípodas del clásico filme animado de la Disney: acá las muertes abundan, y la versión brilla por su oscuridad y su tono adulto. En sí, Blancanieves y el Cazador se encuentra más emparentada con la trilogia del anillo de Peter Jackson que con los enanitos simpaticones del estudio del ratón. A mi me gustó mucho Blancanieves y el Cazador, aunque reconozco que dista de ser perfecta. La reina que compone Charlize Theron destila maldad por todos sus poros, y es una de las razones por la cual funciona la película. El otro que me encantó es Chris Hemsworth, al que siempre le ponen algo en la mano como para que se entretenga - acá le reemplazaron el martillo por un hacha! -. En cambio la que falla miserablemente es Kristen Stewart, la que sigue probando que es un invento cinematográfico surgido de la saga Twilight y sólo sabe moquear frente a la cámara. El problema con Stewart es que debe hacer de doncella guerrera... y, mientras lloriquea y corre, está ok, pero a la hora de calzarse una armadura y dar una arenga a sus huestes - el típico momento Viggo Mortensen de todas las películas épicas de los últimos 12 años - fracasa de manera monumental. Acá se precisaba que Bella Swan se transformara en Juana de Arco, pero sólo se disfraza de lata de sardinas lloriqueante; incluso resulta poco creible que una muchacha que jamás empuñó siquiera un Tramontina se transforme, en menos de cinco minutos, en una feroz y eficiente guerrera capaz de pasar a cuchillo a cientos de soldados. Como puede verse, la versión que trae Blancanieves y el Cazador es totalmente diferente a todo lo conocido. Están los pasajes clásicos que todos conocemos - los siete enanos, la reina bruja, la manzana envenenada, el principe apuesto -, pero el escenario es radicalmente distinto. Blancanieves huye y se une a una fuerza rebelde; el cazador está enamorado de la heredera; y la reina es una especie de vampiro metafísico que absorbe energia vital de todas las doncellas del reino. Hay choques masivos de ejércitos, y un bosque siniestro que parece la versión oscura de Fangorn. Y todo esto está orquestado con inusual soltura por parte del director principiante Rupert Sanders. La macana de Sanders es haber elegido a Kristen Stewart como protagonista - bah, los hechos posteriores (su publicitado amorío con la actriz) terminaron demostrando que Sanders estaba caliente como una pava con Bella Swan; otra que un fetichista que ha cumplido su fantasía -. Stewart no sirve, simple y llanamente, para el papel. Lo otro que tampoco termina por resulta satisfactorio es el perfil de los enanos, que son toscos comic relief. Lo suyo se alterna entre ser los primos de Gimli y ser malas imitaciones de Adam Sandler (cuyo original tampoco es muy potable que digamos). Blancanieves y el Cazador es uno de los filmes de fantasía más satisfactorios que he visto en los últimos años y que haya surgido a la sombra de El Señor de los Anillos. Tiene sus desprolijidades - como el final, que es algo abrupto y no resuelve todas las subtramas - y tiene una horrenda protagonista pero, por contra, es excitante, tiene una formidable villana y un espléndido héroe. Y, si esto da pie para una secuela, sería algo que me gustaría ver, siempre y cuando estuviera en las manos de Rupert Sanders.
No me gusta Barry Sonnenfeld. Me parece un tipo exagerado, un individuo que confunde lo cómico con lo grotesco. No me gustó para nada ver cómo masacró el humor blanco que caracterizaba la serie de TV de culto Los Locos Adams y lo reemplazó por una catarata de excesos visuales en su desabrida remake. Menos me gustó su segunda parte, ni tampoco me gustaron la mayoría de los filmes restantes de su obra - como Wild Wild West o ese engendro apocalíptico que fue RV, por el cual merecería el empalamiento perpetuo -. Si Sonnenfeld tuvo un momento de lucidez en su carrera, fue con Get Shorty y la primera Hombres de Negro: allí había una comicidad sutil, balanceada con un libreto inteligente. Después de eso la carrera de Sonnenfeld se sumió en una sucesión imparable de fracasos que terminaron por convertirlo en un proscripto de la pantalla. Ahora, después de 6 años de impasse, Sonnenfeld regresa con esta secuela tibia y poco entusiasta. Seguramente el cineasta debe haberle llorado la carta a medio Hollywood para recaudar apoyos y dólares que le dieran una chance de revivir su malograda carrera, justo con una franquicia que él mismo se encargó de enterrar en el fango en el 2002. Sin dudas los números han favorecido a Hombres de Negro 3, aunque buena taquilla no siempre es sinónimo de buena película. En el caso que nos ocupa las cosas son bastante dispares - no hay tantos gags ni son tan graciosos como debieran, pero al menos el libreto es imaginativo y hay un par de perfomances descollantes -, con lo cual el resultado final es más que nada simpático y tibiamente efectivo. La primera hora no es muy buena. Primero, porque Sonnenfeld vuelve a irse en vicio con los gags visuales (esa manía por el humor físico o slapstick) y, segundo, porque la perfomance de Tommy Lee Jones es extremadamente mala. ¿Qué le pasó a este hombre?. No sólo parece un muñeco de cera pintarrajeado y envejecido sino que es totalmente inexpresivo y carente de gracia. Es cierto que el personaje se siente melancólico y vencido, pero da la impresión que Jones estuviera tremendamente incómodo y trabajando a reglamento. Es posible que los numerosos problemas de rodaje - arrancaron la filmación con sólo un tercio de la historia escrita y, encima, hicieron un parate de varios meses en el medio - afectaran su humor y su interpretación. A Smith le pasa algo parecido, aunque el moreno logra recuperarse cuando la historia se planta en el pasado. Por contra, el que es una gozada es Josh Brolin, quien imita los manerismos de Tommy Lee Jones a la perfección (hace de la versión joven del agente K). El filme logra despegar cuando Brolin aparece en pantalla; a esto se suma la deliciosa perfomance del villano - un jugoso Jermaine Clement, el cual hubiera merecido más tiempo en pantalla - y un personaje secundario rico en posibilidades: un ser multidimensional (compuesto por Michael Stuhlbarg) capaz de ver todos los futuros posibles simultáneamente y con meses de anticipación. Es una lástima que el filme no se haya dedicado a explorar en profundidad todas las posibilidades que generan este hallazgo, y lo relegue a un rol anecdótico y casi decorativo. Hombres de Negro 3 sobrevive por Brolin y por esos personajes. Ok, hay versiones muy anticuadas de los chiches de alta tecnología que hemos visto en otras entrega de la saga, pero tampoco el libreto se ensalza con eso. Por contra, la historia comienza a ponerse cada vez mejor cerca del final, en donde empieza a funcionar dentro de los carriles propios del género de los viajes en el tiempo - con multiples opciones y paradojas temporales -. No es que haga algo novedoso sobre el tema, pero al menos lo resuelve de manera inteligente. En sí, Hombres de Negro 3 supera a la 2 por lejos; es más consistente y satisfactoria en términos de ciencia ficción, y es simpatica sin ser hilarante. Quizás Sonnenfeld haya viajado al Tibet y haya aprendido los beneficios de la mesura, en donde menos es mas, y lo óptimo no es siempre lo mejor (o lo más caro). Y aunque no es una gran película, al menos es un entretenimiento potable que uno puede recomendarle a un amigo sin poner en serio riesgo la amistad.
En Hollywood sobran los dólares y escasean las neuronas. La última moda es tomar cualquier cosa que posea un nombre y sea medianamente conocida, y elaborar un filme entero basado simplemente en eso. Es como hacer películas sobre celulares Nokia, hamburguesas de McDonalds o pen drives Kingston. Que un producto / marca sea conocido a nivel mundial no significa necesariamente que sirva como premisa para hacer un filme de 90 minutos. En el caso que nos ocupa, podría decirse que inventar una película basada enteramente en un jueguito que se ejecuta con lápiz y papel representa el triunfo del marketing más salvaje sobre cualquier tipo de lógica. ¿Para cuando vamos a tener la película de El Estanciero o, mejor aún, de El Ahorcado? A veces uno debería tomarse las cosas de manera más light y concluir que - después de todo - el nombre (o concepto base) no es más que el puntapié inicial para crear algo totalmente desde cero. Ciertamente uno de los pocos pasajes que funcionan en Battleship es cuando llega el gran momento de inspiración de los guionistas y trasladan la mecánica del juego a la pantalla. Verán: los terrícolas hemos mandado un mensaje al espacio, y la contestación nos la traen en persona unos alienígenas que son más malos que la peste. Los invasores vienen con tecnología de punta, con lo cual no aparecen en el radar ni aún cuando estén pegados al lado nuestro y - ya que el 90% de la flota naval yanqui se basa en misiles teledrigidos - hay que inventar algún método de detectar al enemigo y dispararles un cohete en el momento exacto. Como los aliens se la pasan en el mar (sino, no habría "Batalla Naval"), cada vez que navegan sacuden unas boyas de alerta de tsunamis que están distribuidos... de manera equitativa en una cuadrícula. El oficial dice "se movió una boya en E5!" y así es como les mandan a los aliens un hermoso supositorio de metal. Jo, igualito que el juego!. En sí, Battleship es como ver Dia de la Independencia dirigido por Michael Bay. Si uno ya crujía los dientes con los malos diálogos del filme de Roland Emmerich, esperen a ver lo que les reserva aquí Peter Berg. El primer tercio está conformado por una avalancha de situaciones estúpidas y parlamentos idiotas - con gente haciendo canchereadas para conquistar una chica, violando varias leyes y terminando solo con un chas chás en la cola; y dos toneladas de clisés provenientes de todas las películas de guerra habidas y por haber - que bordea lo insufrible. Al menos las cosas mejoran bastante cuando los aliens llegan a la Tierra... pero las situaciones que plantea la invasión está seriamente reñidas con la lógica. Por ejemplo, ¿por qué las gigantescas naves alienígenas van por el agua y a los saltitos (como chapoteando)?. ¿Cómo es que estos extraterrestres tienen tecnología para cruzar medio universo en dos segundos y desconocen lo que es una bomba atómica?. O ¿cómo es que estos bichos saben de que hay una antena transmisora en Hawaii (y, dicho sea de paso, entienden la primitiva tecnología terrestre como para utilizarla y pedir refuerzos a su planeta natal)? Mientras que la refriega con los extraterrestres es medianamente entretenida (en un sentido michaelbayesco, con tomas en cámara lenta y abundancia de explosiones), al momento de poner gente de carne y hueso en escena Battleship se hunde (y mal). Tenemos al sabor del momento, Taylor Kitsch, que viene a ser una especie de versión joven y reciclada de Sam Worthington (otro flaco que sale de la nada y lo ponen a encabezar un blockbuster tras otro). Yo creo que Kitsch sabe actuar, pero el problema aquí es que le tocan unas líneas horribles. Hace de un rebelde sin pausa, encamotado con la hija del almirante (Liam "¿donde está mi cheque?" Neeson), y capaz de cometer todo tipo de estupideces a causa de la calentura. El tipo se enrola en la armada y, de una escena a la otra, ya es teniente de un navío de última generación. Luego tenemos a la cantante pop Rihanna, un hermoso e inútil adorno cuyo papel podría haberse podado olímpicamente. También hay una rubia pechugona (la dichosa hija del almirante), a la que le toca el poco creíble papel de fisioterapeuta (sí, claro! y yo soy un científico nuclear!) y que debe lidiar con un moreno gigante al que le faltan las piernas. Después de un puñado de bochornosas escenas seudo-dramáticas, el dúo termina lidiando con los aliens a su manera. Battleship no es un buen filme. Es una orgía de excelentes CGI con una historia que apesta, y con un puñado de escenas de acción bastante buenas. Da la impresión que, cuando lo dejan, Peter Berg se manda solo y consigue repuntar un cacho la puntería de una trama muy floja. Por otra parte el libreto carece del buen criterio de tomarse en broma a sí mismo - en un momento esta gente decide reflotar a un acorazado de la segunda guerra mundial (como si los buques museo tuvieran combustible y munición en depósito y listo para ser disparado!!) y, al mejor estilo Michael Bay, llegan las tomas en camara lenta y con musiquita patriótica de fondo -, como si lo que estuviera narrando fuera Shakespeare o algún tipo de clásico intocable. Quizás allí es donde resida el mayor problema del filme: una cosa es lidiar con un estúpido que se burla de su propia tontería y otra es tratar con un estúpido arrogante que se cree muy vivo. Battleship entra en la segunda categoría, con lo cual le falta la chispa y el swing como para caerle simpática al resto de la gente, algo que podría haber logrado tan solo con el reconocimiento de sus propias limitaciones.
Estamos reviviendo un cancelado proyecto de agentes encubiertos de los años 80, y lo estamos actualizando a la época actual. La gente detrás de esto carece de creatividad y se han quedado sin ideas, por lo cual decidieron reciclar mierd... antigua, con la esperanza que nadie se de cuenta de eso. Seguramente alguno debe haber visto algún capitulo de 21 Jump Street. Esa serie en la que estaba Johnny Deep y Richard Grieco, y que refritaron varias veces en las tardes de canal 11 acá en Argentina. Era una serie de policías en donde un grupo de oficiales muy jóvenes se hacían pasar como estudiantes y combatian a los criminales en las escuelas. Al igual que otras tiras similares - ej. Patrulla Juvenil - era un producto fruto de su tiempo, saturada de pibes con look neo romantic, enormes gabardinas, sacos arremangados y aritos en las orejas. Dudo mucho que alguien clame que se trataba de un intocable objeto de culto, o que incluso lo más jóvenes tengan memoria de la tira. Como sea, lo cierto es que no se trataba del proyecto más apetitoso para hacer una remake pero el comediante Jonah Hill clavó su mirada en él, y decidió convertirlo en un vehículo para su persona. Las buenas nuevas es que la versión para la pantalla grande (llamada aquí Comando Especial) supera por muchísimo a las pobres expectativas que uno podría haber tenido de antemano; simplemente tomaron la idea de base, tiraron el resto por la borda, y se dedicaron a destilar una comedia de aquellas. Como resulta obvio, una adaptación lineal de la serie hubiera dado lugar a algo opaco o ridículo. En cambio los libretistas - el mismo Hill, que produce y escribe, junto a Michael Bacall de Scott Pilgrim Contra el Mundo - decidieron tomar el molde de Starsky & Hutch (2004), y llevar todo por el lado de la comedia. Si bien acá hay tiros y persecuciones, todo el asunto tiene el mismo tufillo de Mi Primer Beso u Old School - gerontes que tienen la oportunidad de regresar al secundario y tomarse la revancha de sus vidas aplicando toda la experiencia que han adquirido en todos estos años -. Hill es el nerd, Channing Tatum es el atleta mujeriego; ahora las cosas han cambiado tanto que ser nerd es progre, y los deportistas no tienen tanto arrastre en el secundario. Para colmo, Hill y Tatum son unos palurdos de aquellos y, por error, terminan por intercambiar sus identidades, con lo cual el nerd debe correr como una luz en la cancha de atletismo, y el otro - que apenas puede sumar y al que le resulta imposible acordarse de memoria las 75 palabras del parlamento Miranda que debe recitar al realizar de un arresto ("Usted tiene derecho a guardar silencio...") - termina en la clase avanzada de química, rodeado de tragas que lo pasan como si fuera alambre caído. Una de las mejores cosas de Comando Especial es que el libreto es una máquina de disparar chistes y gags, desde el cuartel policial montado en una iglesia - un concepto de la serie original, ahora condimentado con un Jesús coreano colgado de una cruz y rodeado de carteles luminosos de "sálvame!" -, pasando por las cataratas de insultos del típico capitán negro que compone Ice Cube (en un rol ideal para Samuel L. Jackson), hasta la tonelada de idioteces que hacen estos dos cuando se ven obligados a tomar una dosis de la droga experimental para no despertar sospechas. Es un script realmente aceitado que funciona de maravilla, y Jonah Hill y Channing Tatum destilan tanta gracia y química que terminan por encandilar a la platea. El problema con 21 Jump Street es que en la última media hora se queda sin combustible. En la necesidad de atar cabos, proveer una resolución y realizar la correspondiente persecución final, la comedia se desacelera tan bruscamente que el filme casi se vuelve serio. Incluso cuando llega el momento de los cameos, los mismos carecen de gracia. El otro gran problema que tiene la película es el casting de Rob Riggle. Es un ladrillo que se cree gracioso y, lo que es peor, le siguen dando papeles en el cine. ¿Hasta cuándo, digo yo? 21 Jump Street es una gozada hasta que llega el climax; no es que el final sea terrible o arruine el filme, pero resulta una formalidad demasiado seria y algo larga. Como sea, el 90% de la película restante es más que recomendable, con lo cual invertir en un ticket para verla no será plata desperdiciada en lo más mínimo.
Los Vengadores es una bomba. Es imposible negarlo. Tiene acción a raudales, diálogos deliciosos y secuencias que lo dejan a uno con la boca abierta. Considerando que es la confluencia de cuatro películas taquilleras previas (!) (en una brillante y calculadísima jugada de marketing), el dinero inundará las arcas de los productores hasta aplastarlos. Es posible que recaude tanto - o más - que The Dark Night pero no nos confundamos; mientras que el clásico de Christopher Nolan se basa en la inteligencia, el exotismo y la sorpresa, Los Vengadores no es mas que un enorme, prolijo y hermoso espectáculo pochoclero cuya trama podría reducirse a una carilla y, aún así, sobraría espacio. La tira original data de 1963, y era la respuesta de la Marvel a la Liga de la Justicia de la DC Comics. Los 60 aún eran una época de frescura para las historietas, si bien las editoriales pronto entrarían en una espiral de competencia e imitación que terminaría por marcar la decadencia de las comics como tal. Piensen, sino, todas las ideas comunes que ambas editoriales terminaron aplicando con el paso del tiempo; superhéroes olvidables demasiado parecidos a los de su competidor, versiones adolescentes / femeninas de los héroes establecidos; universos poblados de versiones alternativas que terminarían décadas mas tarde en una purga general; melodramáticas muertes de algún prócer de la historieta... los cuales serían sospechosamente revividos unos meses más tarde y cuando las ventas comenzaran a declinar: y hasta "Watchmen-versos", en donde toda una casta de venerables personajes pasaba a la ilegalidad y culminaba en guerras intestinas entre superhéroes. Aún cuando la Marvel venía experimentando de hace rato con equipos de superhéroes - Los 4 Fantásticos; X-Men -, los Vengadores son la versión más acabada del modelo, simplemente porque contiene la flor y nata de la editorial. Esta versión de Los Vengadores viene de la mano de Joss Whedon, el mismo de Serenity y Buffy, la Cazadora de Vampiros. Whedon es un libretista brillante y ha demostrado tener muy buena mano para dirigir ciencia ficción, aunque tiene cierta tendencia a ser demasiado indulgente con su propio material. Por suerte colabora Zak Penn, el mismo de El Ultimo Gran Héroe y X-Men 2, el que pule las lineas de Whedon y les aporta sus propio salero. Entre ambos conciben una historia chiquita y fácil de seguir, dotada de un ritmo envidiable y salpicada de gloriosos diálogos. Si hay manera de definir la experiencia de alguna manera, Los Vengadores vendría a ser un híbrido entre La Gran Estafa y Transformers. Cada uno de los personajes desborda un carisma impresionante - verlos juntos en pantalla es una gozada - y poseen algunas de las mejores líneas de remate que uno haya visto en películas de superhéroes; por otra parte, cuando llega la orgía de destrucción, no hay edificio neoyorkino que quede intacto, y cada pulgada de la pantalla grande está recargada de explosiones. Pero - siguiendo con la analogía - ésta no vendría a ser la Ocean's Eleven original sino la segunda o la tercera secuela, en donde la historia de fondo es una excusa flojita para ver a estos ídolos interactuar en escena. Es simple: abren un portal con el cubo de energía que manejaba Hugo Weaving en Capitán América (y que posiblemente sea pariente de la caja de energía que manipulaba Anthony Hopkins en Thor), y aparece Loki en nuestro planeta. El tipo ya viene con plan de quedarse y dominar el mundo, razón por la cual hizo una alianza con unos aliens más malos que la peste. Como estos bichos tienen que revisar aceite, pasar por la estación de servicio y cargar nafta, etc, etc, no llegan enseguida, sino que deben esperar a que Loki - que es un dios todo poderoso - tenga sometido a un grupo de científicos para que le arme el dispositivo que pueda abrir el portal y los aliens lleguen a invadir la Tierra. Y como el cubito de energía apareció en varias películas, la gente de Samuel L. Jackson recluta a toda la gente que estuvo relacionada con el mismo (de una manera u otra): además de los ya mencionados Thor y Capitán América, está Tony Stark que lo encontró, Bruce Banner - que es el especialista en rayos gamma, la radiación que emite el cubo - y un par de agentes secretos que son más un adorno exótico que otra cosa. Esta gente se la pasa peleando verbalmente (y en algunos casos, físicamente) entre ellos y, cuando las cosas se ponen espesas, aúnan fuerzas y dejan los rencores de lado. Obviamente las mejores líneas le pertenecen por lejos a Robert Downey Jr, quien sigue siendo la voz cantante de todo el asunto. Su Tony Stark vendría a ser la versión lisérgica y descontracturada de Bruce Wayne en el universo Marvel. El resto tiene oportunidad de lucirse, aunque en un plano secundario y, en semejante ensamble, la gran novedad es el recién llegado Mark Ruffalo, el que da con el pie exacto para componer a Bruce Banner / Hulk. Al fin la mole verde tiene el perfil que se merece, mezcla de atolondrado, conflictuado light y ferocidad contenida, y supera por lejos a Eric Bana y Edward Norton juntos. El otro que destaca mucho es Tom Hiddleston, que se relame en gran forma con con su perverso Loki. No esperen que Los Vengadores sea una película inteligente; simplemente es rutina de comic escrita y dirigida con gran virtuosismo. Vienen los malos, los buenos se juntan y destruyen cosas por 90 minutos seguidos (aunque aquí el filme dure bastante más). Los chistes son para aplaudir, la acción es excitante y, lo que es mejor, se da el lujo de traer a la pantalla la orgía de destrucción que los filmes de superhéroes vienen adeudando de unas décadas a esta parte, comenzando por el climax insulso de Superman II. No hay sicología profunda, no hay intrigas inquietantes o sorprendentes; simplemente es gente con superpoderes haciendo bardo y divirtiéndose mucho en el intento. Y lo hacen tan bien que terminan contagiando su entusiasmo a la platea.