No hay nada de original en Chronicle, Poder Sin Límites: es un acolchado de retazos compuesto por el estilo de El Proyecto Blair Witch, una óptica desangelada y realista de la mitología de los superhéroes (del estilo de Heroes, Jumper, El Elegido), algunas gotas de melodrama Marvel, y un grueso de ingredientes procedentes de los filmes de adolescentes de vida torturada dotados de poderes mentales (Carrie, La Furia, etc) que estuvieron tan de moda en los años 70. El resultado final no sólo cuaja mucho mejor que lo esperado, sino que se trata de uno de los mejores filmes del género de los últimos años. ¿Qué pasa cuando uno descubre que tiene poderes para ser un superhéroe y decide no serlo?. O, por el contrario, ¿qué ocurre cuando el individuo superpoderoso resulta ser mentalmente inestable y decide usar sus dones para efectuar sus venganzas personales?. Es de agradecer que la postura de Chronicle es eminentemente pragmática. A toda esta gente le importa un pito ayudar a la humanidad: simplemente son adolescentes que utilizan sus poderes para beneficio propio y/o para divertirse. Nada de subtexto comiquero; ver cuántas cosas se pueden levantar en el aire, qué se puede destrozar, y hasta donde llega el poder. Pero con un gran poder llega una gran responsabilidad... y se precisa un gran sicólogo. Tres muchachos investigan una cueva en donde encuentran un meteorito y la radiación les da poderes telekinéticos. Primero levantan fichas Lego con la mente; luego mueven autos estacionados; por último son capaces de volar por el cielo - es interesante notar que los poderes telekinéticos, en el estado que se muestran en el filme, serían los únicos capaces de explicar el por qué Superman vuela; lástima que el hombre de Kriptón es incapaz de mover cosas con la mente -. En el medio hay un melodrama tipo Carrie, con otro adolescente bastardeado por propios y ajenos y que, cuando descubre el chiche nuevo, no tarda mucho en usarlo para descargar su ira. Esas escenas funcionan muy bien y no caen en el dramatismo barato; uno festeja las revanchas del muchacho... hasta que empezamos a ver que se pone cada vez más violento y poderoso. Chronicle, Poder Sin Límites es un filme muy corto - apenas 84 minutos -, y allí reside su efectividad. La cámara en primera persona le da inmediatez en lo emocional y espectacularidad cuando llega la acción, con lo cual el narrador se ahora gastar un montón de recursos para plasmar éstado anímico o crear una atmósfera. Es por ello que la película es tan breve y se siente tan ágil. A esto se suma que el filme explora muchos aspectos del fenómeno - el don que han recibido estos chicos -, con lo cual siempre pasa algo interesante en pantalla. Sumemos a esto muy buenas perfomances - en especial de Dane DeHaan, que tiene la mirada sicótica propia de un Leonardo DiCaprio adolescente - y se obtiene un filme bastante intenso. El estilo Blair Witch encaja bastante bien con el resto de la historia. El grueso de la filmación la provee el personaje de Andrew, quien prefiere interponer una cámara entre él y el mundo que lo rodea; pero hay escenas intercaladas con tomas procedentes de la videocámara del primo, dispositivos de seguridad y hasta celulares. Es como si todo el filme estuviera dirigido por un Gran Hermano, haciendo una historia con cuanto retazo de video pueda obtener de cualquier dispositivo presente durante los hechos que acontecen en la historia. La escalada dramática está muy bien orquestada. No es difícil anticipar que el personaje de Andrew está gestando su propia emancipación emocional, especialmente ahora que ha recibido estos poderes. El tema es: ¿se trata del individuo adecuado? ¿es alguien suficientemente maduro como para manejarlo?. ¿O se trata de una víctima de su propio destino, en donde los poderes lo único que hacen es acelerar la tragedia que le tenía deparada su vida?. Quizás se le pueda achacar a Chronicle que las circunstancias en que vive Andrew son muy Dickensianas - madre moribunda, padre alcoholico y desocupado, compañeros de escuela que lo torturan, chicas de su clase que lo rechazan - y parecen orquestadas para desencadenar el grand finale del filme - cuando se caiga una de esas fichas, se desmorona el resto del castillo de naipes que compone la vida (y estabilidad mental) de Andrew -, pero por otra parte sirven para plantear un par de interrogantes interesantes. En muchos comics vemos que los superhéroes son adolescentes (tipo Peter Parker), pero las historietas jamás se plantean si son emocionalmente maduros como para asumir dichas responsabilidad. ¿Qué es lo que le impide convertirse en un matón a Peter Parker y abusar de su poder en su propio beneficio o en desmedro de quienes considere sus enemigos?. Ciertamente Chronicle, Poder Sin Límites no es el gran filme filosófico sobre super héroes / super poderes que uno pueda imaginar, pero se da el gusto de dejarle varias interrogantes interesantes al fan del género. Por otra parte, elabora una hipotesis y se encarga de demostrarla prácticamente sin fallas. Y cuando las cosas se salen de control, el director / guionista Josh Trank rueda escenas sencillamente impresionantes, con autos y personas volando por los aires o siendo pulverizadas en un instante. El climax es lo más parecido a lo que podría haber sido el final de Superman II si se hubiera rodado en esta época de efectos por computadora. Chronicle, Poder Sin Límites es inteligente, intensa y tiene un puñado de escenas espectaculares. Es un guisado hecho de influencias, que termina por obtener su propio sabor. Es muy posible que la disfruten más los fans del género que los neófitos - a quienes les parecerá la premisa demasiado fantasiosa -, pero no por ello uno debe dejar de reconocer las bondades de su manufactura.
No soy fan de John le Carré. Al menos, las adaptaciones cinematográficas de sus libros dejan bastante que desear. Encuentro a las tramas de le Carré complicadas y burocráticas pero no ingeniosas. Mucha charla, mucha intriga pero nunca un golpe de efecto sorprendente o una deducción asombrosa por parte del protagonista. También es cierto que le Carré hizo su fama en la vereda opuesta de James Bond - desarrollando novelas de espionaje mucho más realistas que las imaginadas por Ian Fleming -, pero lo encuentro burocrático y mundano. Al menos Len Deighton - otro autor de espionaje totalmente anti Bond, y padre de la saga de Harry Palmer - tiene otra chispa en sus tramas. Candelero, Sastre, Soldado, Espia (o como retitularon en castellano El Topo, siguiendo el nombre que le dieron al libro original en su edición en español) está basada en la novela homónima de le Carré que data de 1974. En su momento lo adaptaron como miniserie (con Alec Guinness como protagonista), la cual tuvo gran repercusión en todo el mundo. Ahora llega esta versión que viene de la mano de Tomas Alfredson, el aclamado director sueco responsable de Dejame Entrar (2008). Y si bien El Topo no ha sido un filme taquillero, al menos ha recibido excelentes reviews por parte de la critica especializada. El Topo tiene los problemas típicos de las historias de le Carré: es innecesariamente complicada, y tiene una tendencia natural para irse por las ramas. Para colmo, aquí hay cuatro historias confluyentes que son insertadas con calzador en la primera hora: un veterano jefe del servicio secreto, que tiene la posta de que hay un traidor en la cúpula de la inteligencia británica y manda a un hombre de confianza a confirmarlo (cosa que jamás ocurre, ya que el agente cae tiroteado en medio de una emboscada); Smiley, saliendo de su retiro, armando su equipo investigador y lidiando con su esposa infiel; la nueva cupula del servicio secreto (traidor incluido), quienes han conseguido a un doble agente en el alto mando sovietico y están recibiendo información rusa de primera mano; y un agente británico renegado, enamorado de una soviética, y que se ha enterado por casualidad de la existencia del topo en la jefatura de la inteligencia británica, confirmando lo que querían saber en el primer punto. En el medio todo el mundo saca anécdotas de todo tipo, hay un brillante agente soviético (Karla) encargado de confundir a la inteligencia occidental con maniobras geniales, y hay personajes que entran a rolete con cada minuto que la trama avanza. Basta con que uno vaya al baño dos segundos como para perder el hilo de la maraña de cosas que pasan en una historia super complicada. Es de admirar la habilidad que tuvo Alfredson para transformar todo este circo en algo potable y relativamente fácil de seguir. La primera hora es muy densa, llena de flashbacks (no siempre bien diferenciados de las escenas ubicadas en la época actual) y toneladas de personajes. Por suerte la segunda hora gana suficiente espacio como para permitirse algunos momentos de tensión (como el robo de los registros dentro del servicio secreto o el montaje de la trampa final al traidor), pero no esperen tiros o persecuciones. El Topo es un filme demandante y dialogado, muy dialogado; es prolijo e inteligente, pero no brillante, y eso es lo que hay que echarle en cara a le Carré. Si bien el Smiley de Gary Oldman es una persona inteligente y calculadora - al contrario de la blanda encarnación de James Mason en Llamada Para el Muerto -, jamás saca un conejo de la galera o se despacha con alguna genialidad. El climax parece rutinario y cansino, a excepción de un par de detalles sexuales que parecen ser los ases en la manga con los cuales le Carré espera sorprender al lector / espectador. Por otra parte, si uno analiza la trama, verá que la mitad de los personajes de la novela tiene connotaciones homosexuales, comenzando por el mismo Smiley (algo que ya había notado en Llamada Para el Muerto). Como si fuera una constante, siempre el tipo que le clava los cuernos a Smiley es el villano de la historia. El Topo es un sólido thriller, pero no uno brillante o sorprendente. Es un espectáculo inteligente porque demanda atención al espectador... pero no espere grandes vueltas de tuercas. Piense que hay material para seis horas (una miniserie), comprimido como se pudo en una película de dos horas. A mi juicio, al libreto le falta una pulida más, ya que la subtrama con el agente renegado de Tom Hardy pudo haberse podado y sustituirla con un agente genérico, dándole oxígeno al resto de las escenas. Está bien, pero pudo haber estado mejor.Gigantes de Acero es una regurgitación masiva de clichés, y que conste subrayado en actas. No hay un momento original en todo el film - si uno conoce bastante de cine, puede ir poniéndole a cada escena el titulo de la pelicula de las cual fue tomada- y, a pesar de ser una tonelada de material reciclado, tiene su gracia. Quizás sea porque los mecanismos que prueba están tan usados, pulidos y perfeccionados, que resulta imposible fallar con ellos. No sé si el espectador promedio sentirá fresco al material de Real Steel, pero seguramente lo encontrará emocionante y, en definitiva, eso es lo que importa. Resulta curioso ver un filme americano con robots. Pareciera que su mitología fuera patrimonio exclusivo del cine fantástico japonés y, por momentos, Gigantes de Acero se siente como la adaptación live de algún anime nipón - el desahuciado robot que llega a las grandes ligas; la arena de combate de androides, etc, cosas que se pueden encontrar en Astroboy sin ir más lejos -. Pero en vez de obsesionarse con los robots luchadores, Real Steel prefiere hundir el cuchillo en el típico melodrama deportivo. Imaginen a El Campeón (1979), pero con la excepción de que Ricky Schroeder hubiera utilizado un "avatar" mecánico para salir a combatir en vez de su padre Jon Voight (y que tuviera más talento que él!); súmenle algunos elementos melodramáticos típicos de los filmes de boxeo - tipo Rocky -, sacúdanlo en la coctelera y sírvalo bien frío. Eso es Real Steel. Acá las cosas funcionan en gran forma gracias a que el elenco es más que competente. Hugh Jackman satura la pantalla de carisma, y está bien acompañado por el pequeño Dakota Goyo. El filme tiene su cuota de melodrama sanitizado - hay algunos malos que son más orgullosos y torpes que malvados; no hay conflicto que no se resuelva en menos de cinco minutos; nadie intenta sabotear o robar al robot; hasta la pareja de ricachones con la custodia del chico resultan más permisivos de lo que a primera vista uno podría pensar -, y decide poner la emoción en dos aspectos: el volátil padre que comienza a poner los pies en la tierra gracias a su hijo mientras recomponen la relación entre ambos, y los feroces combates de androides, los cuales están dirigidos con gran dosis de energía. Real Steel funciona gracias a que alterna una cosa con la otra, y de ese modo se vuelve cada vez más emocionante a medida que se acerca al final. Es posible que Shawn Levy haya encontrado la horma de su zapato y se redima artísticamente luego de engendros como la reimaginación 2006 de La Pantera Rosa, y la saga de Una Noche en el Museo. Acá ha logrado inyectar algo de magia a una historia remanida, convirtiéndola de nuevo en interesante y hasta apasionante. Y ésa es una virtud excepcional que amerita su recomendación en estas épocas de sequía creativa.
Confieso no haber visto entero ninguno de los filmes de la serie Spy Kids. Vi algunos fragmentos perdidos, y me dieron la impresión de que era un disparate hiperkinético bien manejado, un buen espectáculo para chicos y grandes. Los Spy Kids entraron en cuarteles de invierno en el 2003 y, desde entonces, Robert Rodriguez - autor de la saga - ha intentado lanzar una franquicia similar. Probó suerte con Las Aventuras de Sharkboy y Lavagirl en el 2005, y ahora es el turno de este reboot / secuela del 2011. Viendo los comentarios de la IMDB, los fans de la saga original la han apedreado desde todos los ángulos, y la crítica especializada no ha sido demasiado amable. En mi caso, romperé una lanza por Rodriguez, diciendo que no es el bodrio que todos dicen. Spy Kids 4: Todo el Tiempo del Mundo es un delirio que resulta más frenético que divertido, pero de allí a que sea detestable ya es otro cantar. Ciertamente hay cambios que son discutibles. Si bien uno no es bobo y sabe que los mini espias originales son unos gerontes ahora (precisamente actúan en el filme, haciendo un virtual traspaso de la antorcha a los nuevos niños protagonistas), los reemplazos son extremadamente insípidos y, lo que es peor, no son latinos. Una cosa a destacar era que la saga original se basaba en una familia de latinos superhéroes / super espías, lo cual era una reivindicación racial / de minorías en un Hollywood poblado de héroes rubios y con la cabellera al viento. Pero acá da la impresión que parte del libreto lo hubieran escrito en base a un estudio de mercado, haciendo que el padre / los hijos sean norteamericanos de pura cepa, y que la madrastra sea la latina de turno. Como sea, Rowan Blanchard y Mason Cook son extremadamente aburridos en pantalla, les falta gracia y carecen de química entre ellos. Ello no quita que el filme sea entretenido, aunque sin ser gran cosa. La trama es bastante complicada de seguir - hay un villano que maneja el tiempo, hay un dispositivo que actúa como máquina del tiempo, y hay un segundo villano que no se sabe de dónde salió, el cual parece estar operando su propio dispositivo ya que ahora las horas pasan volando para todo el mundo - y, cuando llega el momento de la acción - apartado en donde usualmente Robert Rodriguez se destaca - las cosas ocurren de manera exagerada y sin mucha gracia. A esto se suma un perro robot (con voz de Ricky Gervais), el cual se la pasa haciendo chistes malos todo el tiempo, orinando aceite y tirando bombas con forma de materia fecal. Ja, qué divertido. Pero aún cuando el filme gaste un montón de energía y apenas obtenga una sonrisa nuestra de vez en cuando, no dejo de reconocer que el argumento tiene un par de detalles interesantes. En especial en el climax, en donde el villano se manda un sentido discurso de por qué se siente obligado a detener el tiempo y retroceder varias décadas - allí es donde aflora el espíritu de la saga, en donde había mensajes fundamentales sobre la importancia de la familia y el sentimiento fraternal entre padres / hijos y entre hermanos -. Si Spy Kids 4: Todo el Tiempo del Mundo hubiera mantenido esa línea de conducta todo el tiempo, hubiera resultado mejor; pero el mensaje emocional llega algo tarde, cuando uno ha visto con indiferencia como el filme ha malgastado todos sus fuegos artificiales sin lograr demasiados resultados. Spy Kids 4: Todo el Tiempo del Mundo está ok, no es horrible. La salva el final y la perfomance de Jessica Alba, que es la única que le pone ganas a un libreto algo flojo; pero definitivamente no es una explosión de humor, ni el gran filme que vaya a disparar otra saga / franquicia millonaria con la cual Rodriguez vaya a llenarse los bolsillos.
La Invención de Hugo Cabret es la incursión de Martin Scorsese en el género de la fantasía. Para la mayoría de los cinéfilos que vivimos sobre el planeta Tierra Scorsese es el gran maestro del cine de gangsters, dando a luz obras maestras como Taxi Driver, Buenos Muchachos, Casino e Infiltrados. El tema es que Scorsese nunca quiso el encasillamiento y siempre buscó bandearse hacia otros géneros probando la comedia, el drama biográfico, el drama de época y hasta el musical. En lo personal los filmes de mafiosos siguen siendo lo que más me gusta de su obra, aunque el tipo tiene talento para llenar estadios enteros y hacer filmes impecables del tema que se trate. Aquí Scorsese se mete con un libro infantil, el cual le sirve de excusa para despacharse con un sentido homenaje hacia uno de sus ídolos cinematográficos: Georges Melies, el padre fundador del cine fantástico. A principios del siglo XX Melies rodó cerca de 800 filmes de fantasía, ciencia ficción y aventuras, desarrollando un lenguaje visual y una caterva de efectos especiales (efectos de edición, miniaturas, perspectiva forzada, pinturas matté, etc) que se siguen utilizando hasta nuestros días. Pero, mas que la técnica, lo fascinante de Melies era su imaginación salvaje, plasmando en celuloide fantasias de todo tipo y creando un lenguaje visual onírico nunca antes visto. Tal como dice la película, Melies se fundió, quedó en el olvido y sólo fue redescubierto en los años 30, obteniendo premios y reconocimientos de todo tipo, y siendo su obra rescatada y revalorizada, reconsiderándolas como auténticas piezas de arte. Mientras que el propósito es noble, lo cierto es que la trama elíptica de La Invención de Hugo Cabret se siente por momentos pesada y estirada. Es realmente un animal de especie única: el héroe olvidado que Asa Butterfield descubre en la antigua estación de tren no es Superman, Perseo o Napoleón sino George Melies, un nombre muy importante en la historia del cine pero que sólo el 5% de la audiencia del filme es capaz de reconocer. Vale decir, el filme peca muchas veces de intelectualmente pretensioso - más aún al ver al pedante personaje que compone Chloe Grace Moretz, incapaz de expresarse como una persona corriente - y cae en el error de encriptar algo que debería ser mas sencillo. Muchos de los personajes actúan por capricho, y las motivaciones de su encierro - de Moretz, Kingsley, el mismo Butterfield - permanecen herméticas e inalterables hasta los minutos finales. El drama también es artificial - justo el autómata tiene memorizado un fotograma de Un Viaje a la Luna (1902) -, y la presencia del banal personaje del inspector (interpretado por el siempre insufrible Sacha Baron Cohen) tampoco ayuda; es un forzado intento de preparar algún tipo de conflicto para montar una insipida persecución final. Yo creo que el filme hubiera sido mucho mas redondo si lo hubieran despojado de Hugo, sus relojes y el zóologico humano de la estación de trenes (que, por momentos, parece inspirado en los filmes de Jacques Tati), y se hubiera centrado en hacer lisa y llanamente una biopic de George Melies. Uno se da cuenta que como filme infantil es lento y espeso, y parece mas una fantasía orientada a adultos cinéfilos, generando un hibrido imposible de clasificar. No deja de ser buen cine - Scorsese arma tomas interminables; las perfomances son formidables (incluso de Ben Kingsley, quien abandona su caterva habitual de bodrios series B y demuestra que es capaz de dar una buena actuación cuando el proyecto lo amerita); hay un sentido homenaje a los pioneros del cine mudo (además de Melies están Harold Lloyd, Charles Chaplin, Buster Keaton y un largo etcétera), y por momentos la magia es palpable -; pero también no deja de ser una historia travestida, en donde la supervivencia heroica del protagonista termina siendo opacada por la redención artística de un viejo showman, el cual era el personaje secundario de la trama. En todo caso la pasión cinéfila de Scorsese le ha librado una mala pasada, traicionando el espíritu de la obra, y dejándose llevar por el tributo en vez de hacerle justicia al sufrido protagonista.
A veces la gente se supera a sí misma en el segundo intento, y eso es lo que ocurre en Viaje 2: La Isla Misteriosa, la que viene a ser una seudo secuela de Viaje al Centro de la Tierra (2008). Aquí hay los efectos especiales son más espectaculares, hay mayor cantidad de actores caros contratados y la estupidez llega a niveles alarmantes. Si la primera era mediocre, ésta es una bobada sobrecargada de esteroides, algo así como el Premio Nobel a la Idiotez Cinematográfica. El guión viene de la mano de Mark y Brian Gunn, hermanos de James (el mismo de Slither y Super), y que parecen haber sacado el número perdedor en el reparto de inteligencia y talento (yo tengo la particular teoría de que, en un grupo de hermanos, siempre sale uno vivo, uno bobo, uno vivo, etc en orden cronológico... pero ése es un tema que trataremos en otro momento). Los Gunn Brothers han creado un delirio tan exagerado e incoherente cuyo unico método de avance es generar disparates cada vez mas grandes a medida que se acerca el final. Comparado con ellos, Michael Bay es un ejemplo de cordura. En cambio aquí hablamos de costosa pornografía CGI: los actores vomitan una cantidad enorme de parlamentos horribles para saltar, a los cinco minutos, a una escena incoherente y saturada de carísimos efectos digitales. ¿Tanto les costaba escribir algo como la gente?. Porque, en el fondo, Viaje 2: La Isla Misteriosa se siente como una de esas películas terribles del canal SyFy, sólo que obscenamente sobreproducida. La historia ya arranca mal con persecuciones exageradas y pistas traídas de los pelos, las cuales sirven como la excusa más boba, incoherente y gratuita para que los protagonistas crucen medio mundo a menos de 10 minutos de comenzado el filme. El supuesto héroe de la historia es Josh Hutcherson, que en la primera era sobrino de Brendan Fraser y aqui hace de hijastro de Dwayne Johnson. El quía fabrica pistas de cualquier lado - da con el paradero de la Isla Misteriosa cruzando datos del libro de Verne, junto con los de La Isla del Tesoro de Robert Louis Stephenson y Los Viajes de Gulliver, de Jonathan Swift (!!) -, y el bonachón de Johnson pone generosamente su tarjeta de crédito para hacer las pases con él y dejar que el pendex haga el delirio que se le dé la gana. Luego sumamos a Luis Guzman como el desabrido comic relief del viaje, la chichi Vanessa Hudgens (como para calmar las febriles hormonas de Hutcherson), y a Michael Caine (wtf!!) como el abuelo indianajonesco de turno. Se ve que a Caine estaban por cortarle el Gas, ya que tuvo que agarrar el peor papel que alguien le haya ofrecido jamás desde su triste participación en El Enjambre de 1978. Ciertamente Johnson y Caine intentan ponerle onda, pero el libreto apesta. Esta gente hace proezas fisicas imposibles, cae de distancias gigantescas sin hacerse nada, monta abejas y las manejan mejor que pilotos de Zero japoneses en menos de cinco minutos, escapan de bichos enormes sin despeinarse, y realizan actos de los más inauditos, los cuales terminan por dar resultado. En un momento estos botarates llegan al Nautilus (!) y, sin haber manejado nunca la nave, la arreglan e intentan ponerla en marcha. Y, como el motor no tiene chispa, se le presentan dos alternativas: o salen y la empujan (!), o arponean una anguila eléctrica gigante y le pasan parte de su carga al motor (!!!). Algo así como si fuera un móvil de auxilio del Automóvil Club. En realidad la sensación que me deja todo el filme es la de estar viendo el video de las vacaciones de otro en una especie de Disneylandia mutante. "La próxima atracción: cabalgata aérea en el lomo de las abejas gigantes"; "ahora: paseo por la Atlántida", etc. etc. Para colmo, el libreto lanza un puñado de ideas atroces, como que la Atlántida está enclavada en medio de esa isla (que está en el Pacífico, cuando siempre se afirmó que la Atlántida estaba en el Atlántico... sino, ¿para qué le pusieron ese nombre al océano??), y que la isla emerge y se hunde en el océano cada 140 años (!!!), idiotez mayúscula si las hay, ya que eso significa que todos los siglos el mar mata a todos los bichos gigantes y minúsculos que proliferan en la zona, y que en un siglo y medio deberán regenerarse de cero. Es imposible contar la cantidad de pavadas que proliferan en el libreto de Viaje 2: La Isla Misteriosa. A Dwayne Johnson y Michael Caine les deben haber ofrecido unos cheques obscenamente abultados para agarrar viaje con esto, que es un engendro sin pies ni cabeza. Yo no creo que se trate de un filme malo: simplemente es sideralmente estúpido, que es una categoría diferente pero igual de indigna.
Es innegable que Tarsem Singh es un genio en lo visual. Creó escenarios fascinantes en su debut La Celda y, ahora, en su regreso a la pantalla grande, sigue demostrando que no ha perdido un ápice de su talento. Pero poner a un sibarita de la fotografía detrás de cámara no garantiza una obra maestra, y eso es lo que ocurre con Inmortales. Es un filme plagado de virtudes pero, a la hora de evaluar el conjunto, el mismo nunca termina de cuajar como corresponde. El primer problema con Inmortales es que toma una historia muy conocida de la mitología griega - la épica de Teseo, la cual conocemos por Furia de Titanes, y que al parecer es la única que conocen los libretistas hollywoodenses -, y termina manipulándola como se le dá la gana. Los dioses no son deidades impresionantes sino seres humanos inmortales con poderes - ya sé que suena estúpido, pero la diferencia estriba en que esta gente puede ser asesinada de alguna manera... y de hecho, a lo largo del filme, algún que otro dios se muere en el fragor de una batalla (!!) -. Los titanes no son gigantes horrendos sino un puñado de tipos, empalados como un metegol humano, que reside en una jaula mágica enterrada en el interior de una montaña. Teseo es un tipo vulgar y silvestre, un bastardo fruto de una violación gang bang que sufrió su madre en sus épocas mozas, y cuyo mayor mérito es su valentía, razón por la cual Zeus decide adoctrinarlo, haciéndose pasar por su padrastro. Y la historia ha dejado de basarse en el capricho de una diosa malvada, celosa de la belleza de una mortal, sino que ahora se trata de un rey renegado que está decidido a conquistar el mundo y el Olimpo, el lugar sagrado en donde residen los dioses. Con lo cual todo esto termina resultando una especie de versión 2.0 de Furia de Titanes, disfrazada con la estética de 300 y con algunos cambios de reglas que resultan desconcertantes, y que me hacen acordar al grado de shock que tuve cuando ví el climax de Bastardos Sin Gloria. Definitivamente esto no es lo que esperaba de una épica de la mitología griega. El segundo problema con Inmortales pasa porque es algo estática. Hay muchos diálogos (quizás demasiados) que son más que correctos en su contenido, pero casi ninguno de ellos resulta emocionante. En un momento Henry Cavill se despacha con una arenga al estilo de Gerard Butler en 300... pero las palabras suenan huecas o repetidas, y el tono vocal de Cavill no da para inflarle bravura al discurso. Es que, en realidad, Inmortales se siente demasiado como una copia de menor calibre de 300. Los combates se ven muy parecidos, los escenarios extravagantes son similares, hasta la fotografía amarillenta parece un calco. Pero 300 tenía un puñado de personajes intensos con un fuerte sentido del destino, algo que aquí no aparece. El héroe es correcto pero quizás es demasiado estoico, y uno nunca termina de hacer causa común con él, aún cuando hayan matado a su madre delante de sus ojos. No es un problema del protagonista - el exuberante Henry Cavill, que actúa bien y tiene carisma de sobra - sino del libreto, que no termina de decidirse si debe humanizarlo o hacerlo épico. Por contra, el guión tiene muy claro qué hacer con el villano - Mickey Rourke, robándose cada una de las escenas que le toca, y haciendo su mejor imitación de Marlon Brando en Apocalipsis Now -. Hyperión es un tipo tan despiadado como fascinante, ya que se maneja con su propio sistema de valores morales. El tipo liquida a unos y protege a otros, y no se anda con chiquitas a la hora de mutilar gente. Como Brando en el filme de Coppola, parece vivir en un estado de violencia contenida generado por algún tipo de bizarra filosofía zen ... estado del cual abre, de vez en cuando, una puerta y deja salir toda la letalidad de su infierno interior. Las perfomances son muy buenas, los dialogos son muy correctos, la historia está ok (aunque los cambios de las reglas de juego sobre los dioses me suenan muy desconcertantes y bizarros). Pero... no es un filme que me emocione, ni tampoco es una película abundante en secuencias de acción. En comparación con Furia de Titanes me quedo con el filme de Louis Leterrier, simplemente porque me entretenía más con aquél que con éste.
Seré concreto: La Chica del Dragón Tatuado es un ejercicio de futilidad. Es una experiencia similar a ver la versión de Psicosis de Gus Van Sant - prácticamente un calco del original, fotograma por fotograma -, con la diferencia de que el director al que le tocaron el traste en esta ocasión era el sueco Niels Arden Oplev y no ese ícono sagrado que era Alfred Hitchcock (y por ello, nadie salió a prenderle fuego a los cines en donde exhibían la película). La remake norteamericana no sólo no es original - ni en lo visual ni en lo conceptual - sino que aporta su propia cuota de pifias, las cuales - aunque sean pocas o pequeñas - la hacen inferior al original sueco. Que los norteamericanos hagan remakes de filmes extranjeros exitosos por el simple hecho de que no les gusta leer los subtítulos (!) es una clara muestra de su ignorancia. Acá tomaron un policial sueco, lo fueron a filmar a Suecia, lo rodaron prácticamente en las mismas locaciones que el filme original, consiguieron a un cast genéticamente idéntico a los actores suecos que participaron en la película primigenia, calcaron las tomas y los diálogos... y aún así, terminan obteniendo algo que es inferior. La Chica del Dragón Tatuado carece de potencia, principalmente porque el filme parece centrarse más en Daniel Craig que en el personaje de Rooney Mara; y aunque la Mara destila excentricidad, está a años luz de la furia animal que escondía Noomi Rapace en Los Hombres que no Amaban a las Mujeres. Es una nerd antisocial fría y antipática, no una sicótica inteligente capaz de destrozarte en menos de 30 segundos si llegabas a enfurecerla. Las tomas se ven muy similares, quizás demasiado. Uno lee por allí demasiadas estupideces, como que David Fincher volvió a las fuentes - el libro original - y creó algo de cero. Mentira, buuh, buuh. Fincher fue, cobró un buen cheque y calcó al filme original, simplemente porque el filme original era demasiado bueno para mejorarlo. Fincher quiso meterle ritmo y lo que logró fue descompaginar la armonía que tenía la exposición inicial del relato - acá la historia va a los sobresaltos y resulta difícil identificar a cada miembro de la familia Vanger, cuando en la película de Niels Arden Oplev la exposición era extremadamente didáctica -. Craig está ok en el papel, pero no tiene el mismo aura paternalista que poseía Michael Nyqvist (amén de que es físicamente más poderoso que Nyqvst, y por ello es inconcebible que lo atrapen y lo traten como un trapo) (dato para la trivia: ¿alguien se fijó la cantidad de gente relacionada con el mundo 007 que figura en este filme, incluyendo al ex candidato al papel Goran Visnjic y al ex villano Steven Berkoff?). Y de la dicotomía Rapace / Mara ya hablamos en líneas anteriores. Pero lo más indignante es el final, que ha sido alterado de manera poco creíble. En el original, Blomkvist llegaba a una conclusión lógica y había una carga emocional muy fuerte; acá simplemente es confuso. Tampoco ayuda el climax extendido, en donde vemos a la hacker haciendo sus propios negociados durante 20 minutos - es la misma sensación que me dejó el final de El Señor de los Anillos: El Regreso del Rey; si los tiros y la acción terminaron hace media hora, ¿cómo inventar un final que satisfaga al espectador y no resulte un bodrio sobreexcedido? - . Mientras que en el original sueco uno paladeaba la revancha que le daba la vida a Lisbeth Salander, acá sólo vemos a una chica rara haciendo demasiados cambios de vestuario. Sin dudas para quien no ha visto el original sueco, La Chica del Dragón Tatuado le parecerá un buen thriller; para mí, está demasiado descremado. Colmar a esto con cinco nominaciones al Oscar es un exceso - es una clara muestra de una cultura que sólo se adora a sí misma -, y es lo mismo que premiar a un deja vu, con la diferencia de que nuestro recuerdo ahora viene hablado en inglés y está protagonizado por actores conocidos.
Filmes como Sherlock Holmes: Juego de Sombras dejan un extraño sabor en la boca. Es una película con montones de problemas pero con una avalancha de aciertos, los cuales terminan por ganar por peso en la balanza. Hay excesos y redundancias, y da la impresión de que el filme precisaba pasar otra vez por el cuarto de edición para un tijeretazo extra, uno que le podara media hora de duración. Aún así, con todos sus defectos, es un espectáculo entretenido aunque no tan satisfactorio como la Sherlock Holmes original. Es posible que parte de los problemas se deban a la llegada de una dupla nueva de guionistas (responsables de Paper Man), los cuales parecen carentes de seguridad y feeling por el material. Los Mulroney (Michele y Kieran) dan vueltas y vueltas durante los primeros 40 minutos, como si no se atrevieran a meterse en la cancha. Así que, durante ese tiempo, vemos mucha cháchara y mucho chiste interno, muy poca acción y, lo que es peor, cero avance de la historia. Es posible que el problema pase porque, cuando la trama se devela, resulta ser muchisima más simple de lo que parece, amén de que arrancamos con la mitad del acertijo resuelto. En los 10 minutos iniciales sabemos que Holmes tiene entre ceja y ceja a Moriarty, y lo único que falta saber es cuál va a ser el siguiente paso del villano. Después de mucha sanata de relleno llegamos a Francia, en donde el filme realmente despega. En el medio hay guiños de todo tipo para los fans, en especial con la inclusión de Mycroft - el hermano de Holmes - y un par de gags sobre la inminente boda de Watson. Entra Noomi Rapace en escena - en un enganche que tampoco se entiende demasiado; ¿el hermano (que trabaja con Moriarty) le manda pistas para que lo encuentren? - y las cosas se condimentan un poco. Y si la historia venía patinando por falta de foco, al menos Guy Richie sigue demostrando que es un virtuoso con la cámara en movimiento: las secuencias de acción van de lo excitante a lo fabuloso, llegando al paroxismo con un tiroteo salvaje - que involucra obuses, morteros y cañones - el que transcurre en medio de un nutrido bosque nevado que termina convertido en una montaña de astillas para escarbadientes. Sin ser un especialista en la materia, da la impresión de que Sherlock Holmes: Juego de Sombras es más fiel a la mitología del personaje que el filme previo. Además de Mycroft y otros guiños, hay un final cantado que proviene de la última novela de Doyle. Si bien el lugar geográfico difiere del que figura en el libro, el resultado es similar, y es un enorme golpe de efecto para el espectador desprevenido. Sherlock Holmes: Juego de Sombras es un buen filme, pero uno muy dispar. Precisaba varios recortes. Pero, por otro lado, hace cosas tan maravillosas que uno le perdona la vida: la reconstrucción de época es impecable, el casting es fantástico - en especial Jared Harris, que compone a una amenaza tan inteligente y brillante como el mismo Holmes; y el delicioso Stephen Fry en un par de escenas hechas con gusto; y la única que desentona por opacidad es la sensación sueca Noomi Rapace, que no destila nada del exotismo que requiere su personaje, y que solo parece una enana cabezona con una peluca enorme -, y la acción es fabulosa. ¿La trama?. Mmm..., está bien y punto. Quien haya visto La Liga Extraordinaria anticipará la verdad del enigma a la legua. Por lo demás, se trata simplemente de un producto potable con envoltura de lujo, al cual le falta enfoque y mucho mas brillo intelectual para ser llamada "una adaptación digna" de Sherlock Holmes.
The Darkest Hour viene de la mano de Timur Bekmambetov, el mismo de Wanted - Se Busca y Nightwatch, y que aquí oficia de productor. Al parecer Bekmambetov quiere armarse un imperio cinematográfico en su Rusia natal, y para ello se ha abocado en desarrollar proyectos relacionados con lo fantástico como, por ejemplo, 9 Nueve o Relámpago Negro. En esta ocasión reclutó a Chris Gorak, el director de El Peor de los Miedos, para poner en escena una invasión extraterreste a la Tierra, la cual comienza en Moscú. Y si bien La Ultima Noche de la Humanidad no comete ningún error imperdonable, tampoco es el filme más excitante del mundo. La dirección es demasiado sobria y el libreto no es demasiado original, y ambas cosas se terminan por combinar para opacar el escaso brillo que podría tener esta película. Haciendo un análisis en crudo, La Ultima Noche de la Humanidad no deja de ser material directo a video, sólo que aquí está prolijamente producido (o sobre-producido, como se quiera verse). La invasión extraterrestre está copiada casi textualmente de La Guerra de los Mundos 2005 - los aparatos eléctricos dejan de funcionar, la gente sale a las calles, los aliens caen sobre el asfalto, el primero en morir es el policía que se anima a tocarlos, y hasta los rayos vaporizadores tienen los mismos efectos que el filme de Steven Spielberg -, y hay algunos toques provenientes de otros filmes, al estilo 28 Dias Después - Exterminio (que a su vez se inspiró en el original de El Dia de los Trifidos): otra pareja de superviventes que utiliza las luces de su departamento como un faro para atraer a los desvalidos, aunar fuerzas y emprender una excursión suicida a través de la ciudad para llegar a algún destacamento militar que los lleve a algún lugar lejano y aislado del horror. Como se puede ver, nada de esto es del otro mundo - ni siquiera los alienígenas, que son invisibles hasta el momento en que emiten algún chispazo o activan algún aparato eléctrico, ya que deambulan por ahí como si fueran pilas Duracell con patas -, pero al menos está prolijamente filmado. Ciertamente los mayores problemas de La Ultima Noche de la Humanidad no pasan por su falta de originalidad ni porque sea un vehículo casi exclusivo para los efectos especiales. El punto es que se trata de una película hueca y chata. Los personajes son unos ególatras superficiales que se pasan haciendo americaneadas en Rusia, y que jamás terminan por transformarse - a causa de las circunstancias - en mejores personas. El escenario es fascinante pero resulta ser un mero decorado - lo único que entra en juego es que los avisos de auxilio están en ruso y, para ello, precisan encontrar a un ruso vivo y que, además, sepa hablar inglés! -, y jamás es utilizado como subtexto (si en los 50 las invasiones extraterrestres eran metáforas de la paranoia de la Guerra Fría, The Darkest Hour podría haber devuelto el cachetazo, usando la imagen para analizar la invasión de la cultura americana en la conservadora Rusia). Los ataques de los aliens son correctos pero poco inspirados - ninguno de ellos posee algo de suspenso -, y los extraterrestres carecen de personalidad. Son una gran masa anónima, invisible y aburrida. Me gustaría tirarle algunas piedras más a La Ultima Noche de la Humanidad, pero el tema es que no le encuentro fallas imperdonables. Es algo lenta e insulsa, y no está mal hecha. No es un entretenimiento "guau!", pero tampoco es un atentado al pudor. En todo caso lo que se le puede recriminar es su falta de valentía para hacer cosas mucho más interesantes con un escenario tan potencialmente rico como resulta ser la occidentalizada Rusia de hoy en día, con lo cual entra a jugar en la liga de "oportunidad desperdiciada", en donde a veces las omisiones pesan mas que los leves pecados que cometen.
- ¡Derribaremos el teatro, nos quedaremos con los nombres de los personajes, y nos haremos millonarios con el petróleo que saquemos de las profundidades!. ¡Ahora ha llegado el momento de la risa diabólica! - A mediados de los años 50 Jim Henson creó a Los Muppets - un espectáculo de títeres basados en un humor muy inteligente y surrealista -, y muy pronto comenzó una lenta pero inexorable escalada hacia la fama. No sólo el público se enganchó con la comicidad de los personajes, sino también con los muñecos cada vez más complejos e impresionantes que Henson comenzó a incorporar al show. En los 70s Los Muppets tuvieron su propio programa de televisión, y comenzaron a incursionar en la pantalla grande; pero en los 80 su fama empezó a menguar y el golpe de gracia vino en 1990, con el fallecimiento de su creador. Y aunque Brian Henson tomó la posta de su padre, Los Muppets nunca terminaron por recuperar el brillo que los hiciera famosos, culminando por ser absorbidos por la Disney en el 2004. Entra Jason Segel en escena. Segel es una estrella en ascenso - es un comediante bastante competente pero su fuerte son los guiones que escribe, los cuales se han traducido en filmes con buena taquilla y crítica respetable -, y un fan de Los Muppets desde que era niño. Durante el rodaje de Olvidando a Sarah Marshall entró en contacto con la gente de la Jim Henson Company (precisamente para el climax del film, en donde Segel monta toda una obra con marionetas) y, al quedar fascinado con el manejo de los títeres, pronto comenzó a discutir ideas con ellos. Esto lo animó a presentar un libreto a la Disney - con la intención de resucitar a Los Muppets en una nueva aventura para la pantalla grande -, el cual era muy respetuoso de la esencia de los personajes y del humor que Henson le había inyectado al show. La Disney terminó por darle luz verde al proyecto, y esto se tradujo en el filme que ahora reseñamos. Ciertamente yo era un fan del show televisivo de los años 70, no tan así de los filmes. Siempre me pareció que el espíritu de Los Muppets yace en la comedia de situaciones, en los sketches, y no en protagonizar una larga trama con desarrollo. Sin embargo la catarata de críticas favorables me indujo a ver Los Muppets 2011, y comprobar qué tanto era de cierto todo lo bueno que contaban. Las buenas nuevas es que las críticas no mienten: la película es buena y divertida y, sobre todo, respetuosa al máximo de la mitología Muppet. No sólo se reconstruye perfectamente la mecánica del show, sino que se rememora los momentos más inolvidables del mismo y, en medio de todo esto, da tiempo para desarrollar una historia que resulta emocionante aunque no sea demasiado original. En el fondo, Los Muppets no es más que un reciclado de un argumento visto miles de veces antes - que va desde Los Blues Brothers hasta la inminente Los Tres Chiflados de los hermanos Farrelly -, y que se trata de salvar al teatro / cine / orfanato de turno de las garras del villano millonario, recaudando en tiempo record una cantidad imposible de dólares. Lo que sigue es el viaje de reclutamiento - viendo a dónde fueron a parar y en qué estado están los antiguos miembros de la banda -, y la correría a último minuto para montar el show y llegar sobre la hora con los dólares justos. Los Muppets es muy graciosa. Los personajes no han cambiado un ápice su personalidad, y el humor es inteligente y autorreferencial. Los caracteres bromean sobre sí mismos, sobre el hecho de estar en una película - "chicos, no creo que el resto de los Muppets quiera reunirse" dice René, a lo que conteste Amy Adams "guau, esta va a ser una película realmente muy corta"; o "discúlpame que llegue tarde, pero acabo de protagonizar un número musical allá afuera" -, y sobre las convenciones de esta clase de películas. Y mientras los buenos se rompen el lomo para hacer las cosas bien, están los villanos tramando para arruinarle los planes. La nota sorpresa la da Chris Cooper, quien se roba todas las escenas en donde participa - rapeando, bardeando a sus torpes secuaces o planeando maldades -. Un detalle curioso y casi surrealista es ver una dupla de hermanos en donde uno es humano y el otro Muppet. Si uno quiere, se puede ver toda la historia como una alegoría sobre poseer un hermano "diferente" - discapacitado, adoptado y perteneciente a otra raza, gay... pongan ustedes el nombre -, en donde el hermano "normal" siempre se esfuerza para que el otro sea aceptado en círculos que normalmente lo discriminarían. Hasta el climax tiene ese sabor a asimilación y redención - gracias a su hermano, el "diferente" ha encontrado a sus pares y ha podido hallar el lugar en donde sentirse normal -. Si hay algo para reprochar, es que a veces hay demasiadas canciones seguidas. Sin dudas el tema "Hombre o Muppet" es delicioso, pero antes de él hay una tonelada de tonadas simpáticas que resultan demasiado largas y no muy memorables que digamos. Y si bien las estrellas son los Muppets, uno siente que Amy Adams o el mismo Jason Segel deberían tener un poco más de espacio en pantalla para poder desarrollar mejor su historia personal. Pero, dejando de lado eso, los personajes entrañables están, el humor que los caracterizaba está, los cameos de celebridades están, y hasta están las reediciones de viejos y grandes éxitos como el Mah Na Mah Ná, con lo cual Los Muppets 2011 terminan por convertirse en una fiesta para aquellos fans del viejo show, gente como yo que pinta alguna que otra cana y que se divertía como un descocido viendo las ocurrencias de la rana René y sus amigos en la TV cuando éramos chicos.