Estudios Universal: la tierra de los Monstruos mas Famosos de Hollywood. Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo, la Momia, el Hombre Invisible… el Monstruo de la Laguna Negra. Entre la década del 30 y la del 50 arrasaron en taquilla hasta que el exceso de secuelas dejó de hacerlos atractivos. Terminaron peleándose entre ellos en publicitados monster bash o participando de las comedias mediocres de Abbott y Costello hasta que terminaron por salir de circulación por el escaso atractivo de taquilla producido por la saturación. Saltemos a la primera década del segundo milenio: Marvel comienza a arrasar en la taquilla y se anota un poroto enorme con Los Vengadores (2012), un crossover de personajes presentados en varias películas previas, una apuesta cuyos resultados dieron generosos dividendos. Todos los productores de Hollywood se excitaron y comenzaron a planear sus propios universos cinematográficos – Sony con el Hombre Araña y todos los villanos de su saga para llegar eventualmente a un crossover con The Sinister Six, cosa que ahora sí parece posible después del éxito en solitario de Venom; Netflix en asociación con Marvel tomó los héroes callejeros neoyorkinos de la editorial y terminó con The Defenders; Warner / DC quiso hacer lo mismo con los personajes de DC pero el apuro y la falta de coordinación lo hicieron fracasar en La Liga de la Justicia (hasta que vino gente de afuera con una mirada fresca y reencaminaron la saga, enfocándose en películas individuales mas que en universos compartidos); incluso hubo gente que reflotó a los monstruos de la Toho (los que sí tenían un universo cinemático compartido desde hace mas de 50 años) y lanzó su saga de Godzilla & friends con resultados que van de lo excelente a lo pasable -, y la Universal no quiso quedarse atrás. Primero probó con la injustamente menospreciada Dracula Untold, y luego se lanzó con el desastroso reboot multiestelar de La Momia (cuanto menos hablemos de la horrenda El Hombre Lobo, mejor). No se trata de contratar estrellas ni de convertir a los monstruos en una especie de superhéroes oscuros. Se trata de recuperar su esencia: bichos que te asustan y se convierten en la peor de tus pesadillas. Entra Jason Blum a escena, un tipo que está construyendo un imperio con películas de terror de bajo presupuesto, total libertad creativa y productos que en su mayoría rinden en la taquilla y obtienen muy buenas críticas. El tipo le propone un nuevo acercamiento al universo de los Famosos Monstruos al estudio y se trae a Leigh Whannell, un tipo que sabe de sustos con su sociedad imbatible con James Wan que ha dado a luz Saw, Silencio desde el Mal, El Conjuro, Insidious… Ahora Wan se ha vuelto mas mainstream y Whannell – libretista desde siempre – está haciendo sus primeros pininos como cineasta. Ahora tiene un enfoque nuevo pero no para Drácula o Frankenstein sino para un monstruo secundario del panteón: el Hombre Invisible. En lugar de convertirlo en un criminal demente que quiere apoderarse del mundo, prefiere ceñirlo a una historia mas íntima y efectiva: la del esposo sicópata que no puede dejar de acosar a su sufrida esposa… por el medio que sea. Whannell no reinventa la rueda sino que simplemente adapta Durmiendo con el Enemigo (1991) (la de Patrick Bergin acomodando compulsivamente toallitas en el baño) a su enfoque, solo que el marido sicópata ahora es Tony Stark, un genio multimillonario que ha hecho maravillas en el campo de la óptica y ha diseñado un traje lleno de cámaras que retransmiten el fondo y le permiten ser invisible. Simulando su muerte, el tipo se dedica a acosar a su mujer, hasta el punto de hacerla encerrar en un manicomio. ¿Quién va a creer que su esposo muerto la acosa y que, encima, se ha vuelto invisible?. Si el filme es efectivo es porque Elisabeth Moss es una actriz de lujo. Tiene un rango enorme y puede ir desde la mas devastadora crisis de nervios hasta el polo opuesto, demostrando inteligencia y frialdad. El escape de la mansión de su esposo, su refugio en la casa del novio de su hermana, la paranoia de que un tipo tan sádico y abusivo como su marido puede aparecer de un momento a otro en la puerta de la casa… da lugar a escenas completamente electrizantes y uno puede palpar el horror en el rostro de la Moss. Y cuando los sucesos paranormales ocurren (porque, ¿qué otra explicación puede haber?; o es un fantasma o a la Moss se le chifló el moño e imagina cosas), uno pega flor de repingo. Whannell dirige al estilo de Actividad Paranormal o, mejor aun, como la escena de la enfermera de El Exorcista III (considerada oficialmente la escena mas shockeante de la historia del cine según una tonelada de encuestas), con cámara fija en un punto durante demasiado tiempo y algo imperceptible que se mueve en el fondo… o que no pasa nada y cuando la cámara regresa con la Moss hay una revelación espeluznante. Con cero música, solo sonidos ambientales, es un prodigio de suspenso. Me gustó todo lo que tiene El Hombre Invisible: el clima, las perfomances, la locura, la mutación de Elisabeth Moss de víctima desamparada a princesa guerrera, las revelaciones. Hay algunos sustos pero no es el gran filme de terror como El Conjuro o Insidious; en cambio está plena de clima y posee grandes revelaciones, y el final definitivamente me encanta. Ok, si uno lo analiza con ojo crítico y busca el realismo verá que todo es muy rebuscado, pero es la habilidad de Whannell como director para entretenerte lo suficiente sin que vos le veas los costurones. Y al final termina dando a luz algo sólido, chiquito, eficiente y creativo, un enfoque novedoso sobre un personaje que parecía restringido a los mismos mecanismos narrativos de la historia original. Si esto es el inicio de una nueva etapa de la Universal con versiones minimalistas y mucho mas intimas de Frankenstein, Drácula y otros monstruos, bienvenido sea. Me encantaría ver una versión de Frankenstein de Whannell con un marido desesperado por recuperar a su esposa muerta y creando un adefesio hecho de cadáveres… tomando la idea de base de la leyenda y aplicando un criterio mas moderno, intimo y con el cual el público pueda sentirse identificado. Algo similar a lo que ocurre con Elisabeth Moss y la audiencia, en donde cada triunfo de la sufrida heroína es digno de un aplauso de pie.
William Eubank: director de películas de ciencia ficción inteligentes, chiquitas… y nada memorables. Es el mismo de Love y La Señal, y ahora le tocó un presupuesto decente como para tener una caterva de FX y poder contratar a actores de renombre como Kristen Stewart (!) y Vincent Cassel. El drama es que el filme lo hizo para la Fox en el 2017, quedando atrapado en el proceso de absorción del estudio por parte de la Disney. Después de revisar proyectos y presupuestos que ya estaban en marcha la Disney / Fox decidió estrenarla sin pena ni gloria en Febrero 2020, el llamado “período de la muerte” que es donde los grandes estudios se sacan de encima los proyectos a los que no le tienen fe (o estiman que serán seguros flops), así vacían su agenda antes del período fuerte de estrenos en el verano norteamericano. Ocurrió con Dolittle y ocurre con Underwater, la cual recuperó apenas la mitad de sus 80 millones de dolares de presupuesto. A primera vista esto parece otro clon de Alien pero en las profundidades – a lo Leviathan – pero pronto demuestra ser un animal de otra especie. Si bien hay bichos asesinos y corridas, esto se asemeja mas a un filme de cine catástrofe setentoso donde los sobrevivientes deben ir del punto A al B superando todo tipo de inclemencias sean escapando de túneles que colapsan, arrastrándose por pisos mojados o moviendo piedras para liberar gente atrapada. En vez de poner énfasis en superar el obstáculo de turno (como ocurría en La Aventura del Poseidón, que es el filme con quien comparte mayores características genéticas), el giro pasa por la exploración dramática de los protagonistas, en especial la curtida ingeniera que compone la Stewart. Sip, se parece mas a una estudiante de secundario que a una buzo experta pero la Stewart le pone ganas, armando un trasfondo donde aún está en duelo por un novio que se murió e intentando liderar a todos los heridos y paranoicos que componen la troupe de supervivientes. En vez de ser un filme con gente hablando sandeces / latiguillos de “vamos a patearle el trasero al monstruo” / histeriqueos de todo tipo, Underwater se comporta mas como un drama supervivencialista con perfomances super sólidas (en especial el pragmático capitán que compone Vincent Cassel; lástima la inclusión de T.J. Miller como comic relief, desentona con el rumbo del filme tanto como si pasaran las uñas sobre un pizarrón). Esta gente inventa cosas, se consuela, arma planes desesperados sin mucha chance de que tengan éxito. En realidad la mayoría del filme se basa en escapar de la plataforma submarina que está colapsando, así que los bichos entran tarde en escena y sólo cuando esta gente se ve obligada a realizar una penosa caminata por el fondo del mar – los tipos están en el fondo de la Fosa de las Marianas, a 11 kilómetros de profundidad y usando unos trajes de buzo que serían la envidia de los space marines de Starcraft -. Y es ahí donde el filme clava la nariz y arruina los méritos que había logrado. ¿Es que ocurren cosas estúpidas o cambia de tono?. NO. Simplemente es que no se ve… nada. Eubank es muy bueno para crear climas y manejar actores pero pareciera que la escena submarina lo sobrepasa en cuanto a dotes técnicos. Todo es borroso, hay demasiados primeros planos – uno supone que Eubank no tuvo el presupuesto de dispuso James Cameron para Titanic, así que debe haber filmado en una pileta no muy grande y sin demasiados dolares para camuflar el tamaño de la misma aplicando escenarios CGI (es que ya hay muchos en el filme!), razón por la cual se la pasa filmando a diez centímetros de la cara de los actores – y la amenaza la ves sólo cuando está encima… en forma de un blur que se hace nítido durante una fracción de segundo. Es un problema serio porque se trata de una secuencia que debería ser estremecedora – estás caminando por un desierto en el fondo del mar, el agua es oscura y espesa y sentís que hay hordas de cosas que dan vueltas a tu alrededor -. (alerta spoilers) Incluso cuando el filme se mete en el tercer acto – donde vemos que la superperforadora ha desenterrado algo propio de la imaginación de H.P. Lovecraft (el mismo director ha admitido que se trata de Ctulhu) -, uno debería quedarse con la boca abierta y no lo hace. Me impresionó mas la visión fugaz de un megademonio caminando entre los edificios en Jeruzalem que el Godzilla infernal que Eubank tira el ruedo. Simplemente es confusión visual, no hay limpieza en los planos como para captar la amenaza (fin spoilers). Como película de bichos asesinos en la onda Alien, Underwater, Amenaza en lo Profundo es – como dijo un comentarista en la IMDB – una gloriosa mediocridad. Tiene un montón de cualidades en cuanto a libreto y actuaciones, pero precisaba otro director para los FX y para el clima de terror. Está ok, pero debió ser mucho mas excitante.
Bombshell no es una película satisfactoria por varias razones. La primera y mas importante es que la narración es desprolija y fuera de foco. El director Jay Roach se toman un tercio de la película para lidiar con los escándalos de Donald Trump después de haber sido interrogado duramente por la periodista Megyn Kelly de Fox News. Como Fox es una canal de la mas acerrima derecha, pareciera que la premisa del libreto es mostrar que Trump es un misógino arrogante que trata a las mujeres como basura… y que dicho modelo se puede aplicar a todos los conservadores con poder. Claro, Fox apoya a ultranza a Trump y los mismos tipos de condcuta se reflejan en sus mas altos estamentos directivos, especialmente en el jefe del canal – Roger Ailes – pero también en otros reporteros de señera trayectoria como Bill O’Reilly – otro que también sería depuesto como Ailes en el mismo año por el mismo tipo de escándalo -. Tipos que consideran a las periodistas como prostitutas enfundadas en vestidos de marca, y con las cuales pueden hacer lo que quieran ya que su poder es tan grande que pueden arruinarles sus carreras. Pero lo que debería ser una obra de tensión y profunda revulsión termina convirtiéndose en un culebrón plagado de idas y vueltas y completamente fuera de foco. Eso no quita que haya un par de escenas shockeantes, como cuando Roger Ailes invita a una reportera novata (Margot Robbie, conmovedora, soberbia) a hablar sobre su futuro y le ordena que desfile para él, dándose una vueltita como una modelo – es un medio visual!; precisamos mujeres bellas en pantalla! -… y obligándola a subirse la pollera hasta el punto de mostrar la bombacha. Es una escena aberrante compuesta magistralmente por Lithgow y Robbie porque la banalidad y las risas salen volando por la ventana, y el mandamás de tu trabajo te sale con un pedido inusual al cual reaccionás con sorpresa y vergüenza… pero al cual accedés porque no te atrevés a contradecirlo. Entonces cada centímetro de pollera que sube es una daga en el corazón que sigue penetrándote porque ese tipo – sin ponerte una mano encima – te está forzando, con la mayor de las urbanidades (y eso quizás es lo mas espantoso), a que te desnudes para su regocijo mientras su rostro muta en una expresión obscena. Ailes no se conformaba simplemente con el voyeurismo de semi-desnudar a sus empleadas; también avanzaba y las obligaba a tener sexo oral. Y quizás lo peor de todo es que sus víctimas entran en el juego tratándolo como si no quisieran ofenderlo (o como si fuera culpa de ellas mismas) mientras se van muriendo por dentro al hacerle un servicio sexual que repudian con toda su alma. Hay una escena en Bombshell que refleja ese sentimiento – de que las mujeres intentan manejar diplomáticamente el acoso, incluso echándose la culpa de que se arreglaron de manera muy atractiva y de que pueden haber despertado sentimientos equivocados en un colega – y es un almuerzo entre una reportera y un anchorman de prestigio, el cual le dice en la cara que si quiere tener oportunidades en su carrera debe dejarlo conocer su habitación de hotel. Los pensamientos de la mujer son terribles – ella sabe lo que significa, lo que pasará, todo lo que viene si dice que no, intenta esquivarlo pero el avance no retrocede – porque, en cualquier otra situación involucrada con dos extraños, la mujer le daría una cachetada, le tiraría la comida encima y lo insultaría públicamente. Pero la sumisión por poder es atroz, porque ese tipo puede hacerte perder el trabajo, porque de la nada salió esa propuesta indecente que jamás viste venir y que tenés que improvisar en el momento – simulando un rechazo amable – mientras tu cabeza se vuelve un infierno. Y porque te das cuenta de que el mundo, tu mundo, tal como lo conocías, puede extinguirse dependiendo de lo que digas en los próximos segundos. La periodista rechaza la propuesta y la venganza es el inevitable despido. Pero si esas escenas son terribles – incluyendo la llamada de Ailes a Margot Robbie después del primer encuentro, con la rubia deshaciéndose por dentro sabiendo que va al sacrificio, con la mirada cómplice de las mujeres que trabajan para Ailes y saben de que su jefe es un depredador pero que ellas se libran de ser su presa por ser feas o viejas -, creo que lo mas horrendo fue ver a la dupla de abogadas / asistentes de Ailes que le exigen al staff de Fox – incluyendo especialmente a las mujeres – que salgan a apoyar a su desgraciado mandamás cuando una ex reportera del canal – Nicole Kidman, desperdiciada en el papel – le manda una demanda por acoso luego de haber sufrido todo tipo de suplicios y humillaciones por parte de Ailes por no haber querido tener relaciones con él. Digo: esas mujeres saben que el tipo es un depredador, que le hace cosas innombrables a las mujeres y aun así – guiadas exclusivamente por el poder y el dinero, razonando tal como los otros machistas poderosos que había en el canal – deciden ir a presionar empleadas y reporteras (en un accionar cuasi mafioso) para obtener su apoyo explícito sin importarle que una buena parte de ellas hayan sido víctimas. Es una imagen propia de una película de guerra – de esas donde los nazis ocupan una nación y algunos de sus ciudadanos se vuelven fervientes colaboracionistas para obtener los privilegios del poder, aún cuando la fuerza invasora esta mancillando tu nación, yendo contra tus sentimientos naturales de patriotismo y rebeldía… vendiéndole tu alma al diablo por una tajada de poder y autoridad – que resulta igual o mas repelente que las escenas y los relatos de acoso. Pero todo esto está desdibujado entre charlas, titubeos, chismeríos y un montón de cotilleo político que intoxica el relato y le hace perder foco. La Theron tiene otra perfomance camaleónica y es tan impresionante como irreconocible por el maquillaje, la voz (gruesa, texana, prepotente) y los manerismos que adopta para convertirse en Megyn Kelly, Pero hay también contra ella un dedo acusador, ya que si ella sabía – y fue victima de avances de Ailes que no llegaron a puerto – ella podría haber actuado ya que era una mujer con poder. Solo cuando Gretchen Carlson (Kidman) sale del canal y se va a la guerra contra Ailes su conciencia parece despertar y empieza a hacer trabajo de hormiga para contactar a otras víctimas y acercarlas a la causa. Pero también es un problema del libreto, porque acá el personaje principal debería haber sido Carlson y no Kelly; su única ventaja es la de estar adentro al momento del escándalo y plegarse a la causa en el momento álgido de la misma. Bombshell tiene formidables perfomances – Theron, Lithgow, Robbie – pero también es un filme decepcionante. El terror de toda la situación se diluye porque el libreto prefiere dibujar una enorme panorámica cuando en realidad precisaba relatos individuales mas precisos y profundos, y dejar el cotillerío político de lado.
Estado mental. Estado de la mente que suele tener altibajos y debilidades. O esos momentos en donde uno es mas sensible a unas cosas que a otras y tiene las defensas bajas por lo cual es fácilmente influenciable (“estos no son los droides que estaban buscando”). Quizás porque estaba en un estadío mental débil o porque precisaba diversión de manera desesperada (el mundo se viene abajo con el Coronavirus, la economía se va al garete, los auspiciantes pagan menos, etc) es que tomé a Sonic, la Película y la abracé con alma y vida. Ok, no creo que sea la mejor adaptación cinematográfica de un videojuego hecha en toda la historia del cine pero, guau, es re divertida. Y es curioso que Jim Carrey no sea lo mejor del filme aunque tiene un puñado de escenas hilarantes (palabra desubicada para el estilo de este portal pero, rayos, no encuentro mejor sinónimo). El meister está veterano y fuera de forma (a mas de 20 años de sus tiempos de gloria de La Máscara y Ace Ventura) pero algunas de sus improvisaciones son muy buenas. Sin embargo (y aunque parezca mentira) es la gracia innata de Sonic y su sociedad accidental con James Marsden lo que lleva adelante la película. Si usted vive en Marte, le cuento que Sonic es la mascota de Sega. Como el caso de Super Mario Bros con Nintendo, fue un videojuego fatto in casa que se convirtió en un furor de ventas y volvió al personaje en el símbolo de la marca. Sonic tuvo su cuota de adaptaciones en series animadas y este es el debut live action. Sí, la gente protestó al verlo flaco y musculoso pero ahora se parece mas al del videogame, gracias al rediseño digital y 5 millones de dolares de gasto extra que no estaban contemplados en el presupuesto original. En sí Sonic the Hedgehog no cubre ningún sendero virgen. Todo es un pastiche de reciclados – básicamente es E.T. (con otro alien bonito y simpático) mezclado con The Flash, Hombres de Negro, la camaradería de Arma Mortal y hasta unas gotas de Quicksilver de los X-Men -, pero hecho con mucha gracia. Los libretistas de esto – que sacaron adelante una premisa imposible y crearon una película potable; Pat Casey y Josh Miller, nombres a tener en cuenta en un futuro – tiraron todo por la borda sabiendo que cualquier historia con un erizo humanoide azul, velocista y parlante iba a sonar como una pavada, y decidieron irse al pasto sin tomarse nada en serio. El caso mas obvio es el final en donde el gobierno decide olvidarse de la existencia de Sonic y compensa a Marsden y esposa … con un pase de 60 dolares a un spa de lujo. Pero es el humor desenfadado del erizo lo que mantiene a flote la cinta y la hace hasta recomendable. Consideren esto como una versión ATP de Deadpool con otro tipo bocón que se la pasa haciendo chistes de cultura pop (¿drones asesinos?; pensar que Amazon tiene pensado entregar paquetes con cosas como éstas!) y ridiculeces de todo tipo, como cuando un vehículo robótico del doctor Robotnik persigue a Sonic y Marsden, los tipos lo hacen explotar y se vuelve cada vez mas chico cada vez que lo destruyen, o la locura en un bar texano en donde Sonic copia al toque el gracioso efecto de gente paralizada en el aire al estilo Quicksilver en X-Men: Dias del Futuro Pasado. Mientras que los diálogos internos de Sonic son consistentemente graciosos, el que anda tibio es Carrey. El tipo viene de una racha de malos años en lo personal, con una novia suicidada con una prescripción de pastillas a su nombre, cosa que casi mandó al garete su carrera. Se lo ve viejo y agotado, y como el libreto le da carta blanca para improvisar, no toda la verdura que vende el tipo da en el blanco, aunque Jim va entrando en calor a medida que avanza la película. Sin dudas éste es un comeback valido considerando el éxito inesperado del filme, el cual superó todas sus expectativas. Para película estúpida y divertida vea Sonic. Anoten también en la lista de talentos a seguir a Jeff Fowler, el director, un tipo que hizo un corto animado en el 2004 y casi se gana un Oscar, el cual es responsable del gran timing comico del filme. No, no es Shakespeare, pero es superior a la media… y te deja tan buen gusto en la boca que hasta la volvería a ver.
Divertida y caótica. Aves de Presa (o la Fabulosa Emancipación de la Unica Harley Quinn) brilla en los momentos de acción, en los chistes y en las perfomances pero la narrativa es un desastre (al menos durante la primera mitad del filme), simplemente porque la directora Cathy Yan no sabe como resolver con limpieza la entrada de tantos personajes extraños a la historia de Harley. Cada uno tiene su historia y, lo que es peor, se van enredando entre ellos de manera secreta en el tiempo real, así que tenemos flashbacks del presente, flashbacks del pasado y a veces flashbacks de flashbacks, lo cual es un dolor de cabeza. Hay uno de estos flashbacks en especial que dura una eternidad – y que involucra a Harley Quinn apresada entre dos bandas rivales en un callejón – el cual es tan excesivo que, cuando la directora Yan vuelve con el relato al momento del callejón, uno ya daba por terminada dicha escena. Pero no sé si es tanto la culpa de Yan como de la libretista Christina Hodson, la cual debería haber visto algunas de las primeras películas de los X-Men (o bien, de El Señor de los Anillos) para ver como se introduce un elenco multitudinario con mínimos recursos y en poco tiempo. La historia es tremendamente simple y el licuado de flashbacks pretende hacerla mas compleja de lo que es. Hay un mafioso, un diamante robado que quiere recuperar (y que tiene data grabada de cientos de cuentas secretas de la mafia, recargadas de dolares), Harley en el medio, y un montón de futuras aliadas que tienen cuentas a cobrarse con el mafioso. En el interín hay una niña avispada, carterista y rebosante de cultura callejera, que se hace con el diamante y tiene a medio mundo a mal traer. Nop, no es Interstellar o una de Bergman. Sin embargo a veces te da la sensación de que perdés el hilo de lo que está pasando en la pantalla en ese momento. Como la historia es breve, el libreto le manda relleno. Otro flashback, esta vez para contar el origen de Harley Quinn – lleno de dibujos animados así no muestran en pantalla al horripilante Joker de Jared Leto de Escuadrón Suicida – y un larguísimo voice over para explicar que la Quinn acaba de romper con su budincito. Por mas que la Robbie sea una delicia actuando (y confirme que es la Harley Quinn definitiva de la pantalla grande), uno se desespera para que las historias del rompimiento entre ella y el señor G. se terminen de una vez y comience la trama real del filme. Yan se embelesa con el detalle, total es el componente Rom Com de la trama… pero llega un momento en que te pudre. Ohh, otra vez, ahí vamos con el lamento, el luto por el noviazgo perdido… Las cosas se ponen interesantes cuando Ewan McGregor y Chris Messina entran en pantalla. McGregor hace de Máscara Negra, uno de los villanos mas temibles de la mitología de Batman, y acá el inglés se devora el papel con alma y vida, componiendo a un cretino ególatra obsesionado con las máscaras y la tortura, gracioso casi todo el tiempo… hasta que decide hacerse respetar y le arranca la cara a alguien. No, no es un villano a la altura del Joker (Nicholson, Hamill, Ledger, Phoenix… elija su propia versión) sino un malo medio pelo pero está interpretado con gusto. En cambio Messina es Victor Zsasz, el sicario que tiene un bromance con McGregor y quiere que su jefe esté siempre contento. Como el duelo entre Máscara Negra y la Quinn sería desparejo, el libreto decide meter con calzador a las Aves de Presa – un equipo de superheroínas que vimos alguna vez en una fugaz serie televisiva cerca del 2000 – con algún que otro cambio en el staff. Cazadora ya no es mas la hija de Gatúbela y Batman sino de un mafioso que Máscara Negra mandó matar, Canario Negro ahora es una cantante morena del cabaret que regentea McGregor (un cambio al canon del comic que resulta inspirado) y, en vez de Oráculo / Batichica jubilada y postrada, tenemos a Renée Montoya, la cual tiene un serio problema de casting ya que Rosie Perez se ve demasiado vieja y enana para el rol que, además, es demandante en lo físico y un área en donde ella no resulta creíble (¿acaso no estaba disponible Rosario Dawson para el papel??). Mary Elizabeth Winstead está pasada de tubos y se ve como un camionero (¿dónde quedó esa belleza de Scott Pilgrim, la precuela de The Thing y 10 Cloverfield Lane de la cual estaba enamorado?), y al menos Jurnee Smollett-Bell rebosa de energía y carisma, tanto que le daría una película a ella sola. La invitada a la fiesta es Ella Jay Basco, la que desborda de picardía con 13 años y es la compañera ideal de viaje para las locuras de Harley Quinn. Está visto que la Quinn seguirá camino con otra película propia y que acá quisieron presentar a las Aves de Presa para su propia franquicia, cosa que dudo que prospere porque – por mas buenas críticas que haya tenido – el filme no llegó a los 200 millones de dolares de recaudación, un vuelto comparado con los standares que recaudan las películas de superhéroes. ¿El por qué del fracaso?. Quizás porque el melodrama del rompimiento de Harley devora demasiado tiempo… o quizás sea porque el de los superhéroes es un club de varoncitos, donde solo pueden tener éxito historias como la de Capitana Marvel, que es una standard de superhéroes pero sin pito. Quizás el feminismo en este género pase por otro lado – no por cuestiones del corazón como en Aves de Presa -, sino porque una superheroína puede tener una visión mas humana del mundo que la de los hombres, que es la razón por la cual brilló tanto Mujer Maravilla. Aves de Presa es muy muy divertida si uno no le presta demasiada atención a la liviandad de la historia, a los enredos narrativos y al exceso de personajes sin trasfondo dramático. Cuando patean traseros es genial – cortesía del mago Chad Stahelski -, y cuando acierta con el humor es la bomba. Margot Robbie es deliciosa todo el tiempo – por favor, que alguien le mande una nota a Brie Larson sobre cómo interpretar con gusto a un personaje de comic que usa calcitas -, el tono es mucho mas zarpado que su predecesora Escuadrón Suicida (y por eso arranca mayores risas), y es muy llevadera. No, no es la versión DC y femenina de Deadpool (aunque quisieron hacer algo parecido) ni el filme que revolucionará el género; pero si te metes entre las cuatro paredes de un cine la vas a pasar bien, aunque sea tan solo por admirar el desparpajo de la Robbie, la cual es una ladrona de escenas constante que se merece nuestro mejor aplauso.
Judy tiene todas las características de un melodrama: a la protagonista le pasan cosas horribles, impensables, una cantidad tan disparatada de problemas que se precisaría mas de una vida para poder resolverlos (y un espíritu indomable para soportarlos). Los melodramas son ficciones – como las historias de Dickens – pensadas con un propósito moralizante y donde el héroe al final termina de triunfar contra semejante avalancha de obstáculos. Pero Judy – basada en los meses finales de la actriz y cantante Judy Garland – no es un melodrama, simplemente porque la heroína nunca tiene la oportunidad de ganar: solo se autodestruye a una velocidad cada vez mayor y el final de semejante conducta está cantado. Tampoco es una tragedia, porque las tragedias requieren un desarrollo equilibrado de los personajes en una situación pacífica donde, de pronto, cae algún tipo de bomba y la vida de cada uno de ellos se altera de una vez y para siempre. En muchos sentidos Judy es comparable a Joker, solo que una es una biopic y la otra una obra de ficción, pero tienen esa cosa exagerada, torturante en donde a el / la protagonista solo le ocurren las peores cosas. Ninguno de los protagonistas es una persona equilibrada, así que lo suyo es una espiral de malas decisiones y, la única manera de salir de semejante espiral es tomar una decisión radical. Y mientras que en Joker Arthur Fleck se reinventaba como una persona que encontraba el orgullo y la satisfacción en la violencia, acá la única salida que tiene Judy Garland es la muerte, sea accidental o por suicidio. Y, como en Joker, semejante historias exageradas están marcadas por el tour de force del protagonista: Joaquin Phoenix allí y Renée Zellweger acá, ambos candidatos casi cantados a ganar el Oscar 2019. Nadie pide de que la biopic de Judy Garland sea un camino de rosas (porque su vida no lo fué), pero pedía cierto equilibrio para saber cómo las cosas se decantaron en semejante situación. En ese sentido hubiera sido mucho mas apasionante – y amargo – enfocar por completo la biopic en los años de juventud de la Garland, especialmente en el rodaje de El Mago de Oz porque allí ocurrieron cosas perturbadoras que el filme apenas muestra en pantallazos rápidos. Hubiera sido mas abrumador ver como la inocencia de una adolescente es devorada por Hollywood (y mas tarde, masticada y escupida), conociendo como llegó a estar una chica de 14 años sola en un set de filmación, custodiada por extraños y acosada por un tipo maduro y amoral al que solo le interesan las finanzas de sus películas y la estética de sus actores (Louis B. Mayer, dueño de la MGM y al que le cabe el titulo de villano despreciable y manipulador) sin saber donde diablos está la familia para protegerla. Hay sugerencias sobre la marcha, pero las escenas ubicadas en 1939 son mucho mas espeluznantes que el show repetitivo de excesos, desmoronamientos y depresiones que tiene reservada Zellweger para el resto del filme. Esto no disminuye los méritos del trabajo de la actriz, pero si de la historia (o del enfoque del director). A mi nadie me va a vender que la atrocidad que la Zellweger se hizo en la cara hace unos años (sacándose la trompita de Betty Boop del hermoso rostro que tenía) no fue con el propósito secreto de tomar este rol. La Zellweger quiso reinventarse como madura sexy, actriz de carácter y la verdad es que no le sale ya que los años le pasan factura, la voz de nena persiste y se la ve esquelética (hay una serie en Netflix que da prueba de ello). Ahora, adelgazando aún mas para el rol, la Zellweger logró convertirse en una zombie, una figura cadavérica, pálida, con ojos profundamente negros, impresionantes y sin vida, con los mohines de una persona inestable mentalmente y con la actitud de una mujer quebrada por la vida. La Zellweger canta – canta mucho – y si bien es cierto que los cinco temas que entona están vinculados con los sentimientos de la protagonista en ese momento, a veces las cosas se estiran demasiado. Hay Deus Ex Machina – como la pareja gay que va todas las noches a verla y que luego le termina de salvar las papas del fuego – y hay mucho drama repetido. Pero aún con todo eso, la Zellweger se impone con bravura en la pantalla. Cuando se desquicia, avasalla todo; cuando se quiebra, es conmovedora; cuando canta, es pura furia artística. Pero, sobre todo, te da una sensación muy triste y amarga de una persona a la cual le arruinaron la vida con las drogas y que luego pasó toda su existencia a los tumbos, esperando que alguien la rescatara – como si eso fuera posible debido a sus enormes demonios internos imposibles de extirpar -. Su acto de redención pasa por los dos hijos que tuvo con Sidney Luft, su cuarto marido – curiosamente la existencia de Liza Minelli es ignorada olímpicamente y se restringe a un cameo -, con los cuales hace el sacrificio final de darle la custodia a Luft ya que entiende que su vida está llegando al fondo del abismo. Quizás de entre toda la podredumbre que tuvo que afrontar en su vida – por presiones de los estudios, por la falta de amor sincero, por los vaivenes de la carrera profesional, por la profusión de aprovechadores que le daban vuelta como si fueran moscas – sus hijos fueron lo mas sano de su vida, y aquello por lo cual ella luchó con hidalguía para preservar de la corrupción generalizada de Hollywood. En la escena de la cabina telefónica – donde convence a sus hijos de que lo mejor es quedarse con su padre en Norteamérica – la Zellweger es devastadora porque sabe que ya no volverá a verlos. Y en la despedida final en el teatro inglés – en donde aceptó de mala gana una gira, ya que nadie en Estados Unidos quería contratarla por su inestabilidad personal y artística -, en donde se quiebra cantando Sobre el Arcoiris la Zellweger arrolla con todo, reflejando todo el agotamiento y el dolor, y obteniendo una mínima compensación entre tanta tragedia cuando el público empieza a corear el tema mientras ella se deshace en llanto tirada en el escenario. Judy es un filme sobre perfomances sublimes, pero no es ni por asomo la versión definitiva y completa de la vida de Judy Garland. Cosa curiosa, comparte puntos en común también con otra biopic – Stan & Ollie – donde individuos en el ocaso creen ver un renacimiento de sus carreras yendo a actuar a Inglaterra. Pero Stan & Ollie era mas completa y satisfactoria mientras que aquí solo vemos a una gran actriz lidiando con la personalidad inestable de una mujer devastada, y buscando desesperadamente algún contexto dramático mas sólido – que el libreto retacea – con el cual desplegar sus alas y poder darle la tridimensionalidad que el personaje precisaba.
El personaje del Doctor Dolittle es uno que viene cascoteado. Desde su aparición en 1920 – en una serie de libros escritos por el inglés Hugh Lofting – Hollywood ha quedado prendado con el carácter y ha intentado llevarlo al cine. La adaptación mas recordada es la de 1967 con Rex Harrison, la cual fue un fracaso – plagada de canciones sosas en un momento en que los musicales iban en retirada, amén de costos astronómicos de producción los que pusieron en serios aprietos a la Fox, el estudio que la financiaba -. Después Eddie Murphy tomó el personaje, lo aggiornó y lo adaptó para una serie de desabridas comedias baratas producidas entre 1998 y 2009, las últimas de las cuales Murphy brillaba por su ausencia (y figuraba su hija como protagonista, heredando su don de hablar con los animales). Y ahora llega este proyecto de vanidad de Robert Downey Jr. & Sra, el cual se hundió en la taquilla sin recuperar los 175 millones de dólares que costó. Es posible que Dolittle 2020 no sea el esperpento que todos digan – la crítica yanqui es muy amoral en tal sentido y, si huelen sangre (o, en este caso, dos años de rodajes adicionales y retrasos hasta ser estrenada en la zona de la muerte que representan los meses de Enero y Febrero para la taquilla estadounidense, y que es donde los estudios se deshacen de los filmes que estiman que son un fracaso irrecuperable), se le van al humo como si fueran un cardumen de tiburones, despedazando el filme muchas veces sin siquiera verlo (o simplemente repitiendo y exagerando las criticas de otros criticos) -, pero tampoco es una película memorable. Comparte características con muchos flops de los últimos veinte años – es demasiado extravagante, tiene demasiados efectos especiales, demasiados chistes fallidos y demasiada comedia slapstick -, pero se deja ver. En todo caso es una costosa película infantil que tiene muy poco para ofrecer para los adultos mas allá de la simpleza de su humor e historia. El tipo responsable de esto es Stephen Gaghan, el que escribió Traffic y Syriana (y en el último caso, también dirigió), al cual todos apedrearon porque no lo consideran un director de comedia y/o fantasía. El timing de Gaghan no es malo; el problema es que la historia está sobreinflada. En apuestas como ésta quizás hubiera sido mejor una producción animada que quizás hubiera costado la mitad y hubiera tenido un rendimiento pasable en taquilla. Pero acá hay palacios monumentales, criaturas gigantescas, escenarios exóticos, un elenco multitudinario y pasan tantas cosas en pantalla que termina por saturar. Es en el segundo acto en donde Dolittle encuentra sus pies y reduce un poco el exceso para contar su historia. En especial el seguimiento de los pasos de la esposa de Dolittle – fallecida en una aventura marina -, cuya bitácora puede llevar al doctor de marras a encontrar un fruto rarísimo para salvar a su mentora, la reina de Inglaterra, la cual agoniza. Pero también es un viaje sentimental para el doctor, el momento de cerrar heridas y clausurar su luto, en especial tras un bravo encuentro con su irascible suegro (Antonio Banderas, siempre destilando clase en el rol que sea). Es un filme amable. Quizás Downey Jr. no sea el mejor candidato a Dollitle (su acento galés es tan raro que suena como si tuviera canicas en la boca; hay demasiada comedia física como si hubiera vuelto a sus días de Chaplin), y quizás un tipo sólido y mas sereno (como Michael Sheen, que acá hace de su rival) hubiera estado mejor en el rol. Claro, Sheen no tiene el encanto taquillero de Downey Jr ni el atractivo para las masas estadounidenses que hace a una buena recaudación en suelo norteamericano, pero eso tampoco le alcanzó a Dolittle para llegar a la meta. Comparen toda la payasesca excentricidad de Downey Jr. con la sutil extravagancia de Rex Harrison – un actor diametralmente opuesto a Downey Jr – y verán qué era lo que el rol requería. También es cierto que el filme se mete en sus propias trampas, y parte de esto tiene que ver con la gente convocada para rodajes adicionales cuando los primeros tests de audiencia fracasaron. Uno puede ver la mano de Seth Rogen (!) (¿en serio?¿quién llamó a este tipo?) en los chistes sobre gases y en el atroz final donde Dolittle debe sacarle un bolo fecal (siii!; así como lo leen!) a un dragón, compuesto por todos los cascos y armaduras de los soldados que se devoró. Por otra parte el diálogo se salta la prosa isabelina y entra en unos anacronismos chocantes (animales saludándose como “hermano!” y chocando los cinco; ratones tomando leche de sus cocos en sorbete; bichos haciendo comentarios sicologicos que parecen salidos de una mala comedia contemporánea) que no van con el entorno histórico que pretende vender. Dolittle es una bolsa de gatos pero se deja ver. Si un mayor respeto por la naturaleza del personaje hubiera derivado en un filme mejor y mas popular, no lo sé. Es posible de que haya personajes cuya naturaleza es demasiado ingenua para el público de hoy y que resulte imposible adaptarlos sin hacer un estropicio. Quizás el doctor Dolittle sea uno de ellos y sea hora de dejarlo dormir en la estantería de la biblioteca donde reside tranquilo y sin que nadie le falte el respeto.
Parásitos viene de la mano de Bong Joon Ho, un tipo con muchísimo talento al cual no le gustan los encasillamientos. Hizo fantasía (Okja), kaiju eiga (The Host) y ciencia ficción (Snowpiercer), película última con la cual Parasite tiene puntos temáticos en común. A Bong Joon Ho le encanta hablar de la lucha de clases en escenarios excéntricos – en un caso, los obreros de mantenimiento de un gigantesco tren, único medio de supervivencia en una devastada tierra post apocalíptica, los cuales se rebelan contra los ricachones que viven con todas las comodidades en primera clase; acá, con una familia de vividores y embaucadores que están en la miseria y que se anotan como los sirvientes de una familia surcoreana acomodada, diciendo mentiras de todo tipo para que los contraten y actuando como si no fueran de la misma familia – y acá tiene un argumento para esgrimir sobre las diferencias sociales en la actual Corea del Sur. Para Bong Joon Ho los pobres son supervivientes que rascan la olla y subsisten gracias al engaño, y los ricos son una clase de gente superficial que compra la honestidad de la gente por los títulos que poseen (la chapa) antes de corroborar si son ciertos. Aprovechando semejante dejo de ingenuidad, la familia Kim (encabezada por el pirata Kang-ho Song, vago, mentiroso y vividor) arma un engaño: el hijo mayor Ki-Woo (Woo-Sik Choi) encuentra un trabajo en una familia adinerada, una recomendación dada por un amigo universitario para que le enseñe inglés a la hija de los Park, una adolescente calenturrienta que no duda un segundo en enamorarse de su mentor. Al conocer la superficialidad de la dueña de casa (Yeo Jong-yo), decide recomendarle una profesora de arte para su travieso pibe, el cual hace unos dibujos horribles a los que todos tildan de obra maestra. Así acomoda a su hermana (So-Dam Park) como una amiga especialista en el tema (con títulos falsos elaborados por ella misma en el Photoshop de un cibercafé!), y comienzan una larga, silenciosa y sutil tarea de infiltración metiendo a su padre como chofer y a su madre como ama de llaves. Claro, semejante operación se cobra sus víctimas – el anterior chofer, al que le pusieron una trampa para que parezca que tiene relaciones en el coche del patrón; la antigua ama de llaves, a la cual le simulan una tuberculosis terminal sin muchos miramientos -, lo cual genera un karma que tarde o temprano será cobrado. Y de ese modo se convierten en los parásitos del título, viviendo a expensas del arquitecto y su disfuncional familia, usando identidades falsas y títulos inventados. Al principio Parásitos funciona como una deliciosa comedia negra. Estos vagos y atorrantes montaron una de Misión Imposible para hacerse con unos empleos bien pagos para los cuales obviamente no están capacitados. Cuando los dueños no están, aprovechan para devorar los costosos manjares y las buenas bebidas de la casa, amén de sondear los diarios íntimos de los Park para conocer mejor a su víctima y así timarlos mejor. Pero es allí donde Parasite pega un salto y se transforma en una montaña rusa, comenzando a saltar de un genero a otro con una facilidad pasmosa y sin que el espectador sepa muy bien como diantres se va resolver todo esto. Porque en la noche de parranda los tipos descubren un compartimiento secreto en la cocina, y un hallazgo con el cual no deberían haberse topado. Imposible revelar mas sin arruinar las sorpresas que Bong Joon Ho le tiene reservadas a la platea. Lo que puedo decir es que el filme se bandea hacia el thriller, el drama y la tragedia – mientras sigue metiendo chistes negrísimos – con una facilidad pasmosa. Aún cuando sean unos rufianes, es difícil no sentir empatía por los Kim. Son tipos que miden el peso, manguean WiFi gratis y viven en condiciones deplorables haciendo trabajos que nadie querría – como plegar miles de cajas de pizza por día para juntar unos billetes -. El plan que se les ocurre es tan supremo como ridículo, y solo funciona por la credulidad de la gente rica. Pero a su vez los ricos no caen bajo una buena óptica ya que se los ve despreciativos y manipuladores – no la simplona ama de casa sino el arquitecto Park, el cual puede detectar a los pobres por el olor de su ropa -. Y la revelación de la cocina demuestra de que los Kim no son los únicos que trazaron un plan semejante para subsistir a costillas del arquitecto y su pedante familia. En todo caso es una comedia sobre las miserias de la condición humana – el mantener el trabajo bien pagado y los beneficios que conlleva impulsan a los Kim hasta al crimen; los ricos no captan a sus empleados como personas sino como herramientas para satisfacer sus caprichos y desestiman sus necesidades -, lo que termina en una batalla entre las clases que se suponía eran simbióticas. Hay un trueno en el paraíso y el equilibrio de antes jamás podrá ser restaurado. Parasite es un dechado de originalidad por donde se la mire. Las perfomances son excelentes, pero el timing cómico y las ocurrencias de Bong Joon Ho lo son todo. Es un número puesto para el Oscar ya que nunca vi una película así; y si se lo niegan, será otro de esos robos a los que nos tiene acostumbrado la Academia.
Jumanji: The Next Level es divertida y punto. Ohh, no es un dejo de originalidad, es un reciclado de lo anterior con un par de pluses. Básicamente la saga Jumanji copia la misma mecánica de la saga Ocean’s Eleven – es decir, estos tipos tienen tanto carisma que podemos divertirnos con ellos aun cuando estén en pantalla durante dos horas leyendo el diario – donde el cast es el que hace el entretenimiento. La trama es la misma – otra joya mágica robada, otro villano pamentero, incómodos romances, incómodos cambios de almas y cuerpos – con el detrimento de que las aventuras adolescentes en el mundo real son un plomo insalvable. Uno no ve la hora en que sean absorbidos por el videojuego. Y cuando eso pasa, lo pasás bomba. Esta secuela tiene un plus y una contra. El plus es que La Roca y Kevin Hart se matan de risa imitando a dos viejos decadentes (Danny DeVito y Danny Glover, qué falta de respeto por parte mía, por Dios!), y es lo mejor que tiene para ofrecer el filme. Los tipos probando sus nuevos físicos, sus nuevas caderas, hablando con los manerismos de DeVito y Glover, yéndose por las ramas a la hora de las explicaciones. La contra es Awkwafina, la nueva joya del cine indie (by The Farewell), a la cual no le encuentro gracia en ningún lado. Ni en The Farewell, ni en Ocean’s Eight (la cual terminaré de ver en algún momento) ni acá, que solo revive cuando se le pasa el alma de DeVito (porque hay unas aguas mágicas que hacen saltar las almas de un cuerpo a otro) y copia las cosas que The Rock habia hecho con muchísimo mas éxito minutos antes. El elenco lo es todo. Karen Gillan tiene mas protagonismo y es mucho mas badass, Jack Black ahora es el deportista negro que se queja de su gordura, y Johnson y Hart roban una escena tras otra. La acción es buena y la gracia está, aunque la originalidad se haya perdido y no todos los chistes sean tan graciosos como el filme anterior. Y, con una secuela anunciada en los créditos finales – que hace suponer que va a volver a las raíces de la Jumanji original, con los bichos del juego saliendo al mundo real e invadiendo el pueblo y con un cameo de Bebe Neuwirth (la tía de Kirsten Dunst en el original) -, me anoto desde ahora para verla.
Taika Waititi no es Roberto Benigni. El italiano será ahora un bufo en decadencia pero el tipo la pegó como nunca con el tono exacto que precisaba La Vida es Bella – con comedia, drama, emoción y horror, alternándolos con naturalidad y virtuosismo -. Acá Waititi no es tan fluido y, aunque cada escena funciona muy bien de manera individual, al sumarlas no termina de cuajar. Te da la impresión que Waititi pretendió hacer muchas cosas y al final obtuvo algo tibio, disfrutable durante su desarrollo, pero sin una conclusión satisfactoria. Como si dos películas diferentes – el drama sobre el horror de la guerra; la negrísima sátira sobre el nazismo – pretendieran ocupar la misma silla y se sentaran por turnos. Jojo Rabbit se basa muuuy libremente en El Cielo Enjaulado de Christine Leunens. La novela original era un dramón pretencioso donde un pibe de la Juventud Hitleriana descubre a una chica judía refugiada en el ático de su casa y decide jugar juegos mentales con ella – aprovechando el aislamiento, le miente sobre todo (incluso sobre el final de la guerra) para tenerla de rehén y forzarla a que eventualmente ella se enamore de él -. Waititi toma la estructura, tira el resto y llena los huecos. Cuando los nazis están en pantalla, son brutalmente satirizados como fanáticos, inútiles, cínicos, burocráticos y/o amorales. Cuando el protagonista está en familia, la cosa se pone dramática y emotiva. Pero el relato pega bandazos de un lado a otro con el tono – en un momento te morís de risa (con un humor desquiciado a lo Airplane!) y en otro se te parte el corazón -, lo cual te desubica. El filme carece de sutileza y fluidez, cosa que el clásico de Benigni sí tenía. Y eso se vuelve un problema cuando te metés con un tema tan sensible como es el nazismo y el Holocausto. Waititi se pone al borde del offside cuando pone a Rebel Wilson a hacer chistes sobre cómo perdió la figura dándole 18 hijos al Reich, y a las dos escenas Thomasin McKenzie se pone a llorar como loca contando cómo vio a sus padres subirse a un tren que los llevaba directo a un campo de concentración… y sabiendo de que nunca mas los volvería a ver. En realidad el drama central en la estructura de Jojo Rabbit pasa porque, cuando ponés a los nazis como comic relief, estás banalizando el contexto histórico (para colmo, para el que sepa algo de historia, el filme tiene unos errores tremendos como poner a estadounidenses y soviéticos invadiendo un pueblo alemán al mismo tiempo, o ubicar el Dia D y el atentado contra Hitler en la Guarida del Lobo por parte de Claus von Stauffenberg en los últimos meses de la guerra) y estás disparándote en tus propios pies porque, a su vez, pretendés tener tu cuota de desarrollo profundo y dramático. O el filme es una sátira o el filme es un drama y, si vas a mezclar las dos cosas, tenés que hacerlo con altura y propiedad. Cada momento de tensión entre Jojo y Elsa, la refugiada judía, es pulverizado por una intervención graciosa del Adolf Hitler / amigo imaginario del pibe. Se supone que son momentos angustiantes y dramáticos, de cambio de roles en donde la víctima considerada inhumana y frágil termina enseñándole humanidad al racista extremo. También es la confrontación de lo absurdo y esquemático que es su pensamiento, y la humanización de los personajes al descubrir su comunión en el dolor y la pérdida. Pero cuando tenés un momento de horror – la irrupción de la Gestapo en la casa de Jojo para investigar si los rumores de que hay refugiados judíos es cierto -, Waititi se despacha con el gag de los 30 Heil Hitler seguidos que, por mas hilarante que sea, trivializan la tensión del momento. Es como si Waititi no quisiera jugar serio por demasiado tiempo o si se asustara cuando las cosas se ponen intensas y decidiera escapar por la tangente con un chiste que relaje el ambiente. Es difícil no recomendar Jojo Rabbit, aun cuando tenga contradicciones dramáticas importantes. Cuando es cómica, te morís de risa (como el montaje donde ves a los fanáticos del régimen asistiendo a los rallies nazis, pretendiendo tocar a Hitler durante la procesión mientras en el fondo suena una versión en alemán de Quiero Tener tu Mano de Los Beatles!), y cuando hay horror y desolación, la cosa te pega fuerte. Las perfomances son uniformemente excelentes, aunque le daría un premio a Scarlett Johansson, la cual se roba todas las escenas donde participa – ella es un espíritu libre que llora las pérdidas de su familia, irradia alegría para iluminar el alma de su hijo y se desarma emocionalmente cuando comprende que está criando a un monstruo adoctrinado por el régimen -. En todo caso es un experimento fallido (como si fuera un filme de Wes Anderson mal cocinado, donde todos los personajes son exóticos y bizarros y la banda sonora es en joda) pero que desborda de creatividad y que precisaba una mejor brújula dramática.