VIEJAS LOCAS Aunque suele sorprendernos con novedosos estrenos, hay que admitir que Hollywood está envejeciendo. A veces se le olvidan cosas, como que ya contó una misma historia mil veces. Otras, necesita la ayuda de los demás para hacer algo que antes le resultaba muy fácil. Por ejemplo, una buena comedia. En vez de pensar, filmar y estrenar algo con lo que no nos hayamos reído antes (Cof cof EL LOBO DE WALL STREET cof cof), Hollywood decidió colgarse de varias de las modas de hoy en día para darle forma a ÚLTIMO VIAJE A LAS VEGAS (LAST VEGAS, 2013), una película innegablemente divertida, pero que decide quedarse en lo cursi y lo cliché para volverse olvidable. En este nuevo film del director Jon Turteltaub (LA LEYENDA DEL TESORO PERDIDO), varias tendencias actuales se entrelazan en un guión que se escribió prácticamente solo: Alocadas despedidas de solteros (¿QUÉ PASÓ AYER?, DAMAS EN GUERRA, DESPEDIDA DE SOLTERA) + Los abuelos aun se la bancan (TRES TIPOS DUROS, RED, PLAN DE ESCAPE, la próxima a estrenarse GRUDGE MATCH) + Eventos cinematográficos con elencos enormes (LOS VENGADORES, X-MEN: DÍAS DEL FUTURO PASADO, THE EXPENDABLES, ESTE ES EL FIN). Así tenemos una despedida de solteros en la Ciudad que Nunca Duerme, protagonizada por cuatro veteranos interpretados por las leyendas Robert De Niro, Michael Douglas, Morgan Freeman y Kevin Kline, quienes nos hacen creer que estamos viendo una verdadera reunión de verdaderos amigos de la infancia. Además de mostrarnos que siguen manejando el drama sin problemas, fue una placentera sorpresa descubrir la enorme cantidad de química que comparten y contemplar a estos cuatro oscarizados en situaciones que implican resacas, boliches, petes y concursos de bikini. Aun así el libreto les queda chico a estos grandes. Los conflictos personales de cada uno (incluyendo el de DeNiro y Douglas que más peso tiene en el film) son pequeños y se resuelven fácilmente, lo que obliga a la historia a ser rellenada con escenas cómicas inconexas que hacen poco y nada por el desarrollo dramático. Y dejando de lado a la encantadora Mary Steenburgen (Diana), todos los secundarios que interactúan con el cuarteto son insoportables. Pero volveré a los conflictos de los personajes porque es ahí donde radica el problema de ÚLTIMO VIAJE A LAS VEGAS. No está mal querer contar historias románticas, moralistas y con lecciones de vida y amistad. Pero, ¿había que hacerlo en el mismo lugar en el que, hace unos años, tres amigos resacosos, un bebé abandonado y un tigre compartían habitación? Turteltaub amaga con darnos situaciones zarpadas o delirantes (hay un cameo de 50 Cent que no le llega ni a los talones al de Mike Tyson), pero termina optando por un camino más predecible, inocente, sentimental y medianamente desubicado, hasta llegar a un final sin sorpresas y con muchos “Awww, que tiernos los viejitos”. Pero, a pesar de todo, el film nunca deja entretener. Sí, puede ser que los chistes de abuelos y sus roces con la actualidad terminen gastándose, pero la química y el humor entre sus protagonistas sigue y sigue (¡Kline y Freeman se roban el show!). No habrá tetas o drogas en este viaje, pero sí un film simple, honesto, nostálgico, con gran corazón y que muestra que los sexagenarios aun saben divertirse. Ah, ¿querías tetas y drogas como yo? Tal vez somos demasiado jóvenes y “fiesteros” como para disfrutarlo. Bueno, Hollywood no siempre nos entiende. Ya está viejo. Y al igual que los abuelos, lo queremos… pero a veces dan ganas de mandarlo a un asilo.
LA PIEZA FALTANTE Tengo una duda. Habiendo visto nuevas versiones como EL ENIGMA DE OTRO MUNDO (THE THING, 1982), CABO DE MIEDO (CAPE FEAR, 1991), EL AMANECER DE LOS MUERTOS (DAWN OF THE DEAD, 2004), CARACORTADA (SCARFACE, 1983) e incluso la más reciente POSESIÓN INFERNAL (EVIL DEAD, 2013), ¿por qué somos tan remakeofóbicos? ¿Por qué tememos y odiamos los reboots incluso antes de verlos? ¿Por qué estamos en contra de las reinterpretaciones de una u otra clásica obra cinematográfica? ¿Por qué defendemos el pasado? Obviamente, una de las razones (¿O la única?) es porque realmente hay más remakes malos que buenos. Jason, Freddy, Douglas Quaid, Carrie, Gort. Ninguno pudo salvarse cuando la ola de productores llegó hasta ellos, con ganas de hacer mucha plata con pocas ideas. Los resultados fueron films visualmente interesantes o impactantes, pero vacios y repetitivos. Y como no es de nuestro agrado observar personajes que amamos siendo usados solamente para vender entradas, cada vez que se acerca uno de estos proyectos, el miedo nos invade. Pero, ¿es solo por eso que somos remakeofóbicos? O tal vez nos aferramos tanto al pasado que nublamos nuestro criterio. Preferimos esa época que siempre será un nostálgico refugio de nuestra infancia, mientras que el futuro (lo nuevo) es completamente desconocido para nosotros. Con esas sensaciones de cautela y disgusto, me acerqué a ROBOCOP (2014), el remake del clásico de culto ochentoso de Paul Verhoeven. Al salir, esas sensaciones habían sido reemplazadas. En Detroit de 2028, cuando Alex Murphy (Joel Kinnaman) –esposo, padre y policía– queda al borde de la muerte por culpa de unos criminales, la empresa robótica OmniCorp aprovecha la oportunidad para convertirlo en una infalible arma de lucha contra el crimen, mitad humano, mitad máquina. De eso trata la nueva ROBOCOP. A simple vista, no suena muy diferente a la primera película. Sin embargo, el director José Padilha (TROPA DE ELITE) decidió llevarla por rumbos diferentes: Rumbos aptos para mayores de trece años. Convertida ahora en una aventura sci-fi para toda la familia, esta ROBOCOP carece del carácter subversivo, desquiciado y ultra violento con el que lo conocimos en 1987, aunque aún mantiene viva una pizca de su espíritu burlón. Si bien la nacionalidad brasilera del nuevo director le sirvió (al igual que al neerlandés Verhoeven) para exponer de manera satírica la política extranjera de Estados Unidos y ciertas posturas derechistas –usando en su mayor medida al personaje de Samuel L. Jackson (Pat Novak, un magnate de los medios pro-robots)–, Padilha se dejó llevar y presenta críticas demasiado directas o exageradas (al punto de volverse casi ridículas), que no siempre encajan con la trama principal de Murphy y están allí solo para hacer que el remake parezca mucho más serio o importante de lo que es (en realidad es solo política para principiantes). En lo que sí acierta es en su crítica a la influencia de los medios masivos y al poder de las corporaciones. Padilha también llama la atención al arriesgarse y ocupar la mayor parte del film centrándose en los orígenes y dilemas filosóficos de Murphy (¿Hombre o máquina?), ya que el protagonista despierta siendo psuedo-humano y no 99% robot, como la versión de Verhoeven. Algunos opinarán que estas ideas frescas y conflictos nuevos ayudan a redescubrir al personaje, en lugar de ir a la acción al palo como lo hacía el RoboCop de los ochenta. Personalmente, creo que esto sobrecarga una historia que ya era rica por sí sola, y colabora en la construcción (junto con los personajes de la madre y el hijo) de un melodrama familiar de lugares comunes y situaciones melosas dignas de Virginia Lagos. Y con tantos elementos dando vueltas alrededor de su trama, el RoboCop de 2014 se queda sin tiempo para encontrar un villano de verdad o una escena de acción que valga la pena recordar. Sinceramente, no puedo diferenciar un tiroteo del otro –por más bien filmado que esté–. Aunque es (casi siempre) entretenida, rara y visualmente impactante, esta nueva versión decidió ponerse más seria (más táctica, “Let’s go with black”) para llegar a las masas y no ser acusada de ridícula o absurda (lo que cualquier pibe actual diría del robocana ochentoso). Con esto logró alcanzar una nueva dimensión de conflictos, un libreto no tan predecible que a veces se aleja del relato clásico, actores de peso (Gary Oldman y Michael Keaton son fabulosos en cada escena) y efectos especiales de primera categoría, pero sacrificó lo más importante: El Rated R (Apto para Mayores de 18 años). Y si hay algo que una nueva versión nunca, NUNCA debe dejar de lado es la clase de espectador que amó el film original. La primera ROBOCOP no era zarpada y sangrienta solo por querer ser transgresora o para atraer jóvenes a la salas. Lo era porque lo burlesco y grotesco de su declaración podía sostenerse solo con un absurdo nivel de violencia que lo acompañara. Y al optar por un PG-13 (Apto para Mayores de 13 años) y no contar con ese tono violento, las posturas políticas del nuevo film se vuelven extremas, casi caricaturescas, y no terminan acoplarse a esta versión mucho más filosófica (también filosofía para principiantes) y edulcorada. Apunta a ser más seria, moderna y generadora de debates post-salida del cine, pero nunca llega a alcanzar el espíritu agitador de su fuente. Aquí, la armadura metálica de Murphy está mucho más pulida que antes, pero lo que cuesta encontrar es su corazón, la pieza más importante y aquella que los remakes fallidos siempre se olvidan de agregar. Sé que está por ahí, en alguna parte, oculto bajo todo ese drama familiar y poco trabajo policial. Si aman la versión clásica, esta nueva ROBOCOP les resultará entretenida pero olvidable, a veces fría y otras decepcionante (o insultante, sin son hardcore fans). Pero no hay dudas de que supera a varios remakes actuales (EL VENGADOR DEL FUTURO, entre otras), y que logra divertir y mantenerse de pie por sí sola a pesar de las obvias comparaciones con la original. Tal vez no sea lo suficientemente emocionante, pero tampoco hay dudas de que cuenta con un guión redondo y un tono propio que llamarán la atención de cualquier espectador actual. El elenco es una máquina bien ajustada –incluso con Kinnaman como protagonista, que rara vez convence (ya sea en papel de humano o de robot)– y hay momentos que de verdad te quitan el aliento (el explosivo comienzo en Irán, la brutal revelación del verdadero aspecto de Murphy, etc.). Pero las comparaciones con su predecesora son lamentablemente necesarias al momento de analizarla, ya que ROBOCOP de 1987 es la que nos muestra cómo debería contarse esta historia. En una escena, cuando OmniCorp prueba los distintos diseños para el protagonista metálico, el personaje de Keaton le dice a su encargado de marketing (Ah, ¿era Jay Baruchel?) que el público no sabe lo que quiere ¿Acaso Hollywood nos estaba hablando a nosotros a través de Keaton? Si es así, le respondo: Sí sé lo que quiero. No soy un fanboy quejándome solo por el nuevo diseño del traje (que, a decir verdad, ni me molesta). Soy un cinéfilo que no se conforma solo con escenas dramáticas de manual, secuencias de tiros con estética trash, chispitas y buenos efectos especiales. Soy un espectador que no se deja sorprender por comentarios políticos más obvios que punzantes. Soy una amante de la versión de los ‘80 al que no lo compran una o dos simpáticas referencias y la banda sonora original remasterizada. Soy, como muchos otros, un remakeofóbico que simplemente quiere que NO le arranquen el corazón a uno de los héroes de su infancia. No hay nada que de más miedo que eso.
DANZA CON LOBOS Al momento de abordar la difícil tarea de continuar con un film exitoso, un realizador pude decidir entre hacer algo más grande o hacer algo mejor. Tomemos el caso de ¿QUÉ PASÓ AYER? (THE HANGOVER, 2009). Con Bangkok en lugar de Las Vegas y sexo con un travesti en vez de casamiento con una stripper, la secuela ¿QUÉ PASÓ AYER? PARTE II (THE HANGOVER: PART II, 2011) era claramente algo más grande, pero no necesariamente mejor. Usaba confiada y descaradamente la misma estructura de su predecesora, incorporando solo algunos chistes nuevos. Pero para la recién estrenada tercera parte, el director Todd Phillips hizo caso a las críticas y entregó un film con un esqueleto totalmente diferente que ayuda a cerrar la saga con la cabeza nuevamente en alto. ¿QUÉ PASÓ AYER? PARTE III (THE HANGOVER: PART III, 2013) no es más grande que el film anterior, pero sí mucho mejor (aunque nunca se pone a la altura del primero). Con la frescura de una estructura completamente nueva, el film funciona perfectamente a modo de despedida. No así a modo de comedia. El humor a puñada de loco de las primeras películas es remplazado aquí por situaciones simpáticas, ácidas o delirantes, pero esparcidas a lo largo de un libreto mucho más serio y con menos sorpresas, que no se preocupa tanto por hacernos reír, sino por darles a sus personajes (en especial a Alan y a Chow, y a su relación) el cierre que se merecen. Aun así (y sumando la épica escena post-créditos finales de la que todos hablan), la sala se llenará de risas. Esto es por el simple hecho de que amamos a la Manada de Lobos, sin importar la situación en la que se encuentren. Y aunque nos preocupamos por ellos, más disfrutamos verlos sufrir. Es el corazón mismo de la comedia: es divertido ver a alguien tropezar y caerse. Y más aun si es gordo. Como siempre pasa en Hollywood, aquel que agrada al público recibe más participación en la secuela. Esta vez, Zach “Alan” Galifianakis es quien lleva la historia (Bradley “Phil” Cooper lo hizo en PARTE I y Ed “Stu” Elms en PARTE II), la cual a veces se vuelve tan impredecible como su personaje: Luego de causar un accidente de tránsito que involucra una jirafa decapitada (una escena que roza el “¡Naaah! ¡Déjate de joder, Todd Phillips!”), Alan hace enfadar a su padre al punto de causarle un ataque cardíaco. Tras su muerte, el cuarentón con corazón y mente de niño (con déficit de atención) sufre una crisis nerviosa. Para ayudarlo, el único ser racional de la saga, Doug (Justin Bartha), propone llevarlo a una clínica junto a Stu y Phil. Pero en el camino son interceptados por Marshall (John Goodman), un criminal que los obliga a encontrar a Leslie Chow (un desatadísimo Ken Jeong), con quien tiene una rivalidad que nos remonta al primer film. Y como no podía ser de otra manera, Doug es secuestrado a modo de seguro y la Manada de Lobos al fin se encuentra, por primera vez, en la situación real de tener que salvar a un amigo en manos de verdaderos criminales (en la PARTE I y II solo creían que pasaba eso, pero todo el asunto terminaba siendo mucho más inocente). Esto hace probar los límites de cada uno de ellos, en situaciones con más violencia, crueldad y peligrosas a los que acostumbran (en las que los actores se desenvuelven sin problemas). Al no contar con la clásica estructura previa, el film mantiene al espectador interesado. Da varias vueltas, pocos tropiezos e introduce, cada tanto y cuando es necesario, escenas con su desprejuiciado humor característico - algunas excelentes (como la de la intervención de Alan, el descenso del techo del Caesars Palace o aquellas que involucran a Melissa McCarthy), otras algo forzadas (como la de los gallos o la entrada a la mansión) y un par ya vistas (¡Hay un momento de Alan con una maqueta que es idéntico al de ZOOLANDER!) -. Pero resta puntos el hecho de que el film a veces alcanza niveles de oscuridad, emotividad y drama demasiado intensos para una comedia. Al tratarse del final de su trilogía (del caos, la desesperación y las malas decisiones), Phillips decidió tomarse las cosas un poco más en serio, lo cual no le favorece del todo. Su guión es más honesto y duro, pero no tan festivo. Entretiene (casi) siempre, pero no hace reír siempre. Ese aspecto de cierre de saga también brinda una autorreferencialidad que se hace notar con la reaparición de varios personajes (Black Doug, el bebé Carlos y Jade, ¡pero no Mike Tyson!) y el ansiado (aunque no tan épico) retorno de The Wolfpack a Las Vegas. Pero lo importante en la película no es el regreso a la Ciudad del Pecado de sus hijos pródigos. Tampoco es ver a la Manada de Lobos haciendo de las suyas en una nueva ciudad (Tijuana, un lugar que nos recuerda mucho Bangkok). Más que nada, la película explora cómo el primer encuentro entre Alan y Chow desencadenó una sucesión de eventos que casi arruina la vida de un grupo de adultos. Juntos son un cáncer para Phil, Stu y Doug, y ¿QUÉ PASÓ AYER? PARTE III profundiza en la idea de ese vínculo y en si Alan puede volverse un ser racional, capaz de dejar de hacerle caso al diablito sobre su hombro llamado Chow, que le dice cómo divertirse. Con Alan como protagonista y Chow consagrándose aquí como otro de los grandes villanos del cine, el guión tiende a descuidar mucho esas dosis de humor y de otros elementos que caracterizan a la franquicia (es la menos ofensiva y zarpada). También descuida a actores de la talla de Cooper, Helms y Goodman, que no tienen la participación que se merecen. Pero lo que sí se agradece es que ¿QUÉ PASÓ AYER? PARTE III representa un giro interesante en la filmografía de Phillips. La masculinidad (no confundir con machismo) y la amistad entre hombres, algo tan presente en las primeras dos entregas - así también como en AQUELLOS VIEJOS TIEMPOS (OLD SCHOOL, 2003) y TODO UN PARTO (DUE DATE, 2010) -, son remplazadas por esa subtrama acerca de la maduración (un teme que tocaban sus previos films, pero en menor medida). Y así, el mismo director madura con su filmografía. O al menos eso creemos: En medio de los créditos finales, una brillante y delirante escena bien hangover nos hace estallar a carcajadas y nos demuestra que La Manada siempre será La Manada, que Chow siempre se portará como Chow, que en Stu siempre habrá un demonio interno y que THE HANGOVER siempre será comedia. Porque aunque lo encerremos bajo un montón de momentos dramáticos, trabajos aburridos y anillos de casados, el lobo siempre estará allí adentro. Esperando. Dispuesto a recibir el néctar (alcohol, droga, fiestas) que lo hace aullar en la noche e ir en busca de strippers y cocaína.
SOY LO QUE SOY Todos los que fueron a ver ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS (2012) y se desilusionaron al encontrarse con un film que no le hacía justicia a su bizarro y prometedor nombre, tienen una nueva oportunidad para ser parte de una experiencia cinematográfica (ahora sí) tan excéntrica y poco seria como su propio título. Me refiero a HANSEL & GRETEL: CAZADORES DE BRUJAS (2013), la nueva película del director que convirtió en zombies a un ejército de nazis: el noruego Tommy Wirkola, de DEAD SNOW (2009). Con los ascendentes Jeremy Renner (LOS VENGADORES, EL LEGADO BOURNE) y Gemma Arterton (EL PRÍNCIPE DE PERSIA: LAS ARENAS DEL TIEMPO) como los ya adultos hermanitos del cuento de hadas, el realizador entregó sin muchos problemas (ni muchas sorpresas) un film realmente entretenido y nada serio, que cumple lo que prometían sus avances y su nombre. Sí, hay desmembramientos y cabezas estallando. Sí, también ametralladoras bendecidas, puteadas y brujas en escobas. Y sí, curvas de bellas mujeres, una espeluznante villana (Famke “Jean Grey” Janssen) y otras locuras. Eso sí. El film cuenta con un libreto predecible, repleto de personajes chatos, lugares comunes y vueltas de tuerca que se perciben a kilómetros de distancia; escenas de acción de poco asombro; intentos de aportar elementos del cine de terror, pero sin causar miedo; una sub-trama con un Troll (sí, leyeron bien) medio empalagosa (sí, sí, leyeron bien de nuevo); y una química entre sus protagonistas que no está aprovechada - una lástima, ya que rara vez se ve a dos hermanos pateando culos juntos en un film de acción -. Pero, ¿importa? Si son de los que buscan un film intelectualoide que cambie sus vidas y perdure en sus mentes por siempre, les va a importar. Porque HANSEL & GRETEL: CAZADORES DE BRUJAS en ningún momento es eso o aspira a ser algo más que pura y sádica diversión, con dos protagonistas queribles aunque muy mainstream. Los films previos de Renner le sirvieron de práctica ya que aquí cumple casi con los ojos cerrados el papel de Hansel, el héroe de acción imparable. Lástima que su personaje sea solo eso. De hecho, la única dificultad que tiene es ser - no es joda - diabético (consecuencias de la dieta durante su estancia en la casa de dulces cuando era pequeño), ya que ni los hechizos de las brujas lo detienen. Ah, y Arterton cumple de manera sobresaliente el papel de estar buena. Así que, si se atreven a ver HANSEL & GRETEL: CAZADORES DE BRUJAS, no esperen más que un perverso y (¿demasiado?) clásico cuento de locura, violencia y acción. Porque la película reconoce que es algo tonta o ridícula, pero no lo esquiva como ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS, que intentaba ser madura o fiel a la historia del presidente. Está orgullosa de ser así, y se divierte con eso. Hay diseños cool y armas steam-punk a lo VAN HELSING (2004); litros de sangre digital; maquillajes bien logrados; un intento de darle un giro novedoso al cuento de hadas; humor negro y un 3D para nada artístico pero si efectivo. Nada más. Pero, a veces, nada más hace falta.
¡GRANDE, PA! DURO DE MATAR (DIE HARD, 1988) probablemente es, sea y siempre será la mejor película de acción de la historia. No por nada Joey y Ross de “Friends” gritan en unísono su nombre o la ven dos veces seguidas por la simple razón de que el bruto Tribbiani alquiló la 1 repetida, en vez de la 1 y la 2 (“Oh, well we watch it a second time and it’s DIE HARD 2!”). Sus escenas de acción, su irónico sentido del humor, su villano y su héroe son insuperables, pero eso no quita el hecho de que Hollywood haya intentando repetir esos elementos en una saga de secuelas sólidas y entretenidas, pero nunca a la altura de la primera. La quinta de esta serie, DURO DE MATAR: UN BUEN DÍA PARA MORIR (A GOOD DAY TO DIE HARD, 2013), no es la excepción, pero si presenta algunos factores que hacen que la franquicia siga manteniéndose fresca y, aparentemente, inagotable. Uno de esos factores es el personaje del hijo de John McClane (Bruce Willis, más arrugado pero ¡aun de 10!), Jack (Jai Courtney), un agente de la CIA que, durante un operativo en Moscú, es atrapado y enviado a prisión. Su padre viaja hasta allá para sacarlo, pero termina involucrado en la misión de su primogénito - la de proteger a un ruso dispuesto a atestiguar contra un empresario maloso -. Los realizadores supieron explotar bien a Jack (un espía) ya que es el primer compañero de aventuras que, a nivel físico, realmente está a la altura del protagonista - perdón por Samuel Jackson (un hombre común) y Justin Long (un nerd), pero es verdad -. Si bien nunca llega a ser tan carismático, ambos comparten una buena química y simpáticas escenas familiares (muy indianajonesnianas), y hacen que las secuencias de acción sean (ahora sí) doblemente explosivas. Como un buen hijo, DURO DE MATAR: UN BUEN DÍA PARA MORIR intenta ser la viva imagen de su padre, la primera parte. Así es como regresa un poco a sus raíces y se agradece que sea más violenta que su predecesora (la 4ta, apta para mayores de 13), o que nos devuelva al Willis puteador que tanto amábamos. Y pese a que no hay escenas de acción muy memorables (dejando de lado la del camión colgado del helicóptero, es más que nada un tiroteo tras otro, con un persecución o una explosión en el camino), estás se presentan atractivamente como más toscas, clásicas, sin tanto CGI (al menos en la primera mitad) y poco limpias. Para lograr esto, el director John Moore tuvo que unirse a la franquicia y aportar en ella eso que en MAX PAYNE (2008) se olvidó de poner. Descartando su amada cámara lenta, todo aquí es frenético y electrizante. Antes de entrar de lleno en la narración, se siente como que aquel estilo cuasi-documentalista promete marearte durante hora y media, pero no lo hace. Le da un aire novedoso y un toque de furia, adrenalina y realismo que la vuelven la entrega más interesante, visualmente hablando. Pero si pensamos en su guión, es otra cosa. La trama de “protejamos al testigo” es algo reciclado de incontables otras cintas de acción; el potencialmente carismático villano está desperdiciado; la brusca vuelta de tuerca final no le hace bien a la historia; hay algunas soluciones fáciles en el relato y la entrada del personaje de Willis a la trama está algo forzada (lo que hace que a veces se sienta más como una película de McClane Jr.). Pero jamás aburre y jamás rompe el verosímil que fue construyendo en cada secuela. Porque si creen que John a veces actúa como un demente o que es tan duro de matar que se hace imposible de creer, es porque no lo recuerdan saltando desde un edificio estallando, con una manguera atada a su cintura; haciendo explotar un avión con un encendedor; caminando por las calles de Harlem con un cartel de "Yo odio a los negros" o derribando un helicóptero con una patrulla de policía por la simple razón de que se le habían acabado las balas. Las reglas del mundo de McClane no solo siguen intactas… ¡se amplían! Así como DURO DE MATAR 4.0. (LIVE FREE OR DIE HARD, 2007) exploraba la relación entre John y su hija (Mary Elizabeth Winstead, quien aquí vuele en un pequeño papel), este nuevo film profundiza un poco más en eso. Pero, como no hay mucho tiempo para el drama familiar, las disputas entre John y Jack se resuelven rápidamente. Esto puede hacer parecer al film perezoso o chato, pero lo cierto es que las pocas escenas que comparte el dúo hablan lo suficiente de ellos, su relación y de lo que es ser un McClane. Ese apellido significa que no son de las familias que se abrazan sino de las que son buenas matando a los malos. Además, el film dura solo 97 minutos y hay que mantener entretenido al público sediento de acción (y asientos con portavasos). Llegando al final, DURO DE MATAR: UN BUEN DÍA PARA MORIR se toma solo 4 o 5 minutos para decir todo lo que quiere decir y, de paso, explicar su título: McClane padre le dice a su hijo que, a pesar de todas los mierdas que tuvieron que enfrentar a lo largo de 24 horas, ese fue un buen día ya que pudo compartirlo con él. Sabe que no morirán. Pero, si llegara a pasar, ¿qué mejor manera de hacerlo que junto a un hijo que acaba de decirte que te ama? Obvio, está muy lejos de ser la mejor de la saga (solo supera a la 2), pero nunca deja de divertir. Y eso es exactamente lo que buscamos en films como estos. Eso sí, esta secuela demuestra que DURO DE MATAR de a poco va dejando de ser acción y nada más para convertirse en el retrato de la vida de un hombre y su legado. Pero no cualquier hombre. El más duro de matar, ya saben.
NOTHING BUT A GOOD TIME Antes de llegar el país, la nueva película de Steven Soderbergh se construyó sobre los cimientos de dos controversias. Una de ellas es que MAGIC MIKE (2012) está inspirada en la vida del guionista, protagonista y ex-stripper Channing “he’s so hot right now” Tatum. La otra es la arbitraria cita en la crítica de Libby Gelman-Waxner en “Entertainment Weekly”, que fue usada por la distribuidora para promocionar mejor la cinta y que aseguraba que MAGIC MIKE es “EL CIUDADANO KANE de las películas de strippers”. Primero que nada: Bitch, please. Segundo, ¿ya nadie se acuerda o vio TODO O NADA (THE FULL MONTY, 1997)? Y tercero, ¿qué tiene de especial este film - entretenido, pero no mucho más que eso - cómo para llegar a ponerla en la misma oración que la obra esencial de Orson Welles? Tal vez ser un hombre heterosexual es un factor que juega en contra al momento del visionado de MAGIC MIKE, pero es imposible que solo un par de abdominales bien marcados sean capaces de enaltecer la película al punto de ponerla en la cima del subgénero desnudista. Sé que no cuenta con virtuosos competidores (¿SHOWGIRLS (1995)? ¿STRIPTEASE (1996)? ¿ZOMBIE STRIPPERS! (2008)?), aunque probablemente esa sea la causa de que algunos hablan tan deliberadamente de ella como el mejor exponente de los films de strippers; pero también sé que no es una obra maestra y ni siquiera un gran film. Aunque sí un inesperado vistazo al american way of life, que no falla en la parte de divertir (o de calentar a las espectadoras), aunque sí en eso de mantenerse original. De día, Mike (Tatum) trabaja en construcciones y otros laburos. De noche, es stripper. No es algo que le apasione, pero si algo en lo que es muy, muy bueno. Y su objetivo es juntar la suficiente cantidad de plata como para poder dejar todo eso y cumplir su sueño (¿de vender muebles hechos a mano?). Un día conoce al joven y desempleado Adam (un desastroso Alex Pettyfer, de SOY EL NÚMERO CUATRO), que vive con su hermana Brooke (Cody Horn) y al que Mike lleva al mundo del striptease masculino. A partir de allí, el film desarrolla las historias paralelas de Mike - su relación con Brooke y su futuro - y de Adam (alias, “The Kid”) - y de cómo su irresponsabilidad y ansias de diversión lo irán llevando por un insaciable camino de drogas y la aspiración del “sueño americano”, dejando una puerta abierta para la secuela que ya está en tratativas -. Podría decir que la primera trama cierra mejor (pero es la más clásica), mientras que la segunda es más interesante y oscura, pero son básicamente una sola historia. Las dos siempre se encuentran en el Strip Club, están atravesadas por ese deseo de alcanzar el éxito (uno fructífero, el otro vacío), tienen a seres reales en situaciones cotidianas y están protagonizadas por Tatum, quien hace malabares para poder salir airoso con una interpretación que, en varias ocasiones - no las físicas, ya que aquí se desempeña incluso mejor que en STEP UP (2006) -, no está a la altura de lo que requiere el film. Aun así, es sin dudas la mejor actuación de su carrera. Pero si estás leyendo esto, Channing, ¡tartamudear no significa hablar naturalmente! A pesar de sus intentos, el guión de MAGIC MIKE es muy simple, predecible y rara vez se sale de los cánones de cualquier drama similar. Algunos diálogos o situaciones son imperdonablemente estúpidos (“Deberíamos ser mejores amigos”, “Okey”) y sus personajes secundarios son muy de manual - la mayoría sirven de desahogo humorístico (o erótico) y el papel que le toca a Matthew McConaughey (brillante y siniestra interpretación), por ejemplo, bien podríamos compararlo con la serpiente del Génesis, el más clásico de los villanos que tienta a nuestros héroes -. Sin embargo, hay que darle algo de crédito a MAGIC MIKE. Visualmente, Soderbergh firma la película con una interesante fotografía y juego de colores que logran crear una fabulosa sensación de micro-mundo; hay un sentido del humor que se siente muy natural, y los shows - algo que el film se toma realmente en serio - son verdadero entretenimiento y, en ocasiones, extravagantemente hilarantes. Y siempre lo suficientemente sexys como para hacerle pasar un buen momento a la platea femenina. En cuanto a la muchachada, algo intimidados se van a sentir.
LECCIONES Hay muchísimas lecciones dentro el universo cinematográfico de Marvel Studios. Con sus historias, ese panteón de películas creadas a base de pasión, comics y puro pochoclo han impartido los valores del coraje, el heroísmo y la camaradería, enseñándonos a sacrificarnos por un bien mayor, a dejar de lado el orgullo y a mirar las cosas desde otra perspectiva. IRON MAN (2008), HULK: EL HOMBRE INCREÍBLE (2008), IRON MAN 2 (2010), THOR (2011), CAPITÁN AMÉRICA: EL PRIMER VENGADOR (2011) y LOS VENGADORES (2012) son algunos buenos ejemplos de cómo hacer una película de superhéroes, manteniéndose fiel al material original, entreteniendo y sin descuidar nunca su desarrollo de personajes. La denominada Fase 1 fue un éxito y una sacudida al corazón geek que late en todos nosotros y que, cada tanto, nos recuerda - al mejor estilo Dave “Kick-Ass” Lizewski - que todos, en algún momento de nuestras vidas, quisimos ser un superhéroe. Sin embargo, el corazón corre peligro. Aunque sigue latiendo con la misma energía y ritmo que siempre, algo ha entrado en el torrente sanguíneo de la franquicia de Tony Stark. Ese algo, como los fragmentos de metralla que recorren sus venas, es Walt Disney Pictures - dueña de Marvel Studios desde 2009 -. Lenta y sigilosamente, la compañía fue dejando su huella y, con el inicio de la Fase 2, se comprueba que estas películas dejaron de ser productos para entretener y satisfacer solo a los amantes de los comics, para convertirse en films destinados a la familia entera. Con la alegre y explosiva fiesta pop de LOS VENGADORES, estábamos demasiado entusiasmados como para darnos cuenta. Pero ahora, el Disney-Style pisa con todas sus fuerzas y los fragmentos de metralla se acercan más y más al corazón del Universo Marvel. Pero esta vez no hay super-equipo que nos salve: Es Tony Stark contra el mundo, y el mundo ha cambiado. Lección número uno: No hagas tratos con el ratón Mickey. Dioses, alienígenas, portales. Sí, ahora todo es diferente. En IRON MAN 3 (2013), los límites del verosímil se expandieron y los espectadores podemos disfrutar sin prejuicios de una saga mucho más fantástica, fresca y renovada. Ya no es armadura Vs. armadura. Ahora, el personaje al que da vida Robert Downey Jr. (¿O es a la inversa?) se enfrenta a retos completamente nuevos. Uno de ellos es un trastorno de estrés post-traumático y post-Avengers que lo lleva a refugiarse en su mansión. Mientras pasa las noches sin poder dormir, ocupándose de su hobbie, una nueva amenaza empieza a hacerse notar en los medios: El temible líder terrorista El Mandarín (Ben Kingsley). En el perfecto primer acto de la película, héroe y villano inician una disputa que dejará a Tony Stark sin hogar y sin armadura. Alejado de su mansión en ruinas y de su amada Pepper Potts (la siempre eficaz y siempre bella Gwyneth Paltrow), Tony se embarca en un viaje muy personal e introspectivo que, lamentablemente, solo entorpece el relato ya que nunca llega a ser tan profundo como el “¿Qué se supone que debo hacer?” de la primera IRON MAN, o el “¿Quién fue mi padre? ¿Quién soy yo?” de la segunda. IRON MAN 3 pretende ser oscura y madura en esa y otras áreas de su guión, pero (incoherentemente) termina siendo la más infantil e inocente de la trilogía. Muchos chistes fáciles y humor slapstick con las armaduras; personajes como el niño solitario que ayuda al protagonista, fruto del bullying y los padres ausentes; y villanos sin motivaciones fuertes más allá del “lo hago porque soy malo” - en vez de la codicia o la venganza -. Uno puede sentir a Disney convirtiendo a la saga en algo más banal y aplacando los divertidos excesos de Tony - ni una gota de alcohol, y apenas una sutil pizca de sensualidad y sexo (¿Y los shortcitos de Pepper? ¿Y los escotes de Natasha? ¿Y las azafatas bailando en el caño dentro del jet privado de Stark?) -. Si bien IRON MAN 3 nunca deja de entretener y cuenta con el mejor, más gracioso y vulnerable Downey Jr., no hay dudas de que la campaña de marketing vendió algo que definitivamente no era. El terrorismo de manual no es un tema para preocuparse aquí (todo termina siendo más fantasioso), y la odisea de Tony nunca es tan oscura como parecía. Y en ese aspecto, la saga Marvel que más apegada estaba al mundo real y a personajes de mayor complejidad, ha retrocedido para tomar otro rumbo que, aunque sigue manteniéndola original, no le favorece. Lección número dos: No aclares que oscurece. Quien llevó a la franquicia por un nuevo rumbo es el director y co-guionista Shane Black, responsable del libreto de ARMA MORTAL (1987) y director de KISS KISS BANG BANG (2005), una de detectives con Downey Jr. A diferencia de Jon Favreau - que siempre mostró un amor incondicional por el personaje y sus raíces (y que vuelve en IRON MAN 3 pero solo para sacarnos una sonrisa con su personaje Happy Hoogan) -, Black es más un hijo del cine de acción de los 80s. Y a pesar de que la tercera película cuenta con muchas referencias a las historietas, el director decidió filmar lo que él quería y no lo que nosotros esperábamos. Lo reconozco, su dirección es más estilizada, sus escenas de acción son considerablemente mejor que las de Favreau y aun estoy recuperando el aliento después de las secuencias del ataque a la mansión, al avión y del enfrentamiento final con el ejército de armaduras. Pero es muy debatible lo que hace cuando no está explotando cosas, haciendo que Tony se comporte como un McGiver con mejores chiches o filmando su propia versión de ARMA MORTAL en el muelle, con la dupla del loco Stark y el serio Rhodey (Don Cheadle) - dos calcos de Riggs y Murthaug -. Aunque este es solo su segundo largometraje como director, Black ocupa parte del film poniendo su propia firma (al igual que KISS KISS BANG BANG, se sitúa en Navidad y Robert Downey Jr. narra la historia), en lugar de intentar hacer un producto 100% comiquero (Stan Lee aparece una mísera milésima de segundo). Tampoco se preocupa en acoplarse más al universo en el que se encuentra. Lo positivo de esto es que IRON MAN 3 se siente como un film solitario, una historia aparte que va más allá de ser una excusa para ganar plata. Lo negativo es que, si bien hay pequeñas menciones a “lo sucedido en Nueva York”, “los alienígenas” y “el tipo del martillo”, jamás (al menos hasta la escena post-créditos finales) hay una conexión directa con el resto de Los Vengadores o S.H.I.E.L.D. ¡¿Dónde está el Capitán América y todos los demás mientras EL PRESIDENTE ES SECUESTRADO?! No se sabe y Black no se toma la molestia en contestarnos. Lección número tres: No te alejes del grupo. A partir del segundo acto del film, el director también recurre a un inesperado giro en su historia, tan audaz y polémico como devastador, que cambia completamente el desarrollo y el visionado del film (aunque sí sacará carcajadas a más de uno). Los que conocen a Iron Man más allá de las adaptaciones cinematográficas, se sentirán estafados. Casi como la revelación al final de BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE (THE DARK KNIGHT RISES, 2012), solo que esta sucede a la mitad del metraje. A partir de allí, uno mira el film desganado y con la mínima esperanza de encontrarse con una buena excusa para dicha vuelta de tuerca o, en su defecto, otro giro narrativo que ponga todo de nuevo en su lugar. Pero definitivamente, no hay una buena excusa. Solo una mala decisión. Y Black sacrifica muchas otras cosas con tal de obtener una línea humorística o un momento cool: El verosímil (“¿Escupes fuego?”), las escenas de tensión o drama (hay un chiste de armadura durante el enfrentamiento final con el villano, minutos después de un suceso terrible), el desarrollo de la historia (Pepper Potts al final de la batalla en el muelle) o el comportamiento de sus personajes (¿Tony Stark matando malos a balazos?). Todo puesto al servicio de un libreto a veces tramposo, de soluciones y recursos fáciles (flashbacks + voz en off), que juega con el espectador y lo agarra desprevenido. La historia de IRON MAN 3 está llena de baches y lagunas, recursos gastados (¡Mark 47 hasta oxidarlo!), preguntas sin responder o respondidas a medias, un final que cierra ciertas subtramas a las apuradas y que se contradice con las entregas predecesoras: Si tan fácil era, ¿por qué no hubo procedimiento quirúrgico en la primera película? ¿Qué pasa al final con la situación de Pepper? ¿EXTREMIS? ¿Por qué Maya, una científica que pasó tantos años dedicada a su trabajo, cambia completamente su visión de las cosas después de dos frases que dice Tony Stark? ¿Por qué la misma clase de armaduras qué enfrentaron dioses y extraterrestres son aquí tan frágiles? Preguntas como esas hay varias. Lección número cuatro: Get your shit together, man. Pero ese mismo film de giros polémicos (que dará paso a varios debates), de elementos Disney (que amenazan el futuro del Universo Marvel), de personajes mal trabajados, ideas muy tiradas de los pelos, villanos no tan carismáticos como esperábamos e imágenes de una ideología preocupante (¿El Presidente usando la armadura de Iron Patriot? Mmmm), cuenta además con lo necesario para ser puro entretenimiento. Engaña y decepciona, pero también divierte, fascina y, ya sea para bien o para mal, sorprende una y otra vez. Sabiendo ya lo que es IRON MAN 3, creo que un segundo visionado es necesario para terminar de definir mis diversos sentimientos encontrados con este inicio de la Fase 2. Tal vez no haya que tirar abajo el film por una imprecisa campaña de marketing, ya que IRON MAN 3 sí cuenta con una oscuridad alrededor suyo. Lamentablemente, esta nunca termina de cubrirlo por completo. Tal vez algún día veamos un film de Marvel realmente sombrío y serio (¿THOR: UN MUNDO OSCURO, tal vez? Crucen los dedos), pero no por ahora. Había lugar para un guión más profundo y genuino. Sin embargo, en lugar de ser una épica epopeya de adversidades, IRON MAN 3 termina siendo una comedia/aventura familiar que respira aires ochentosos, efectos especiales asombrosos, diálogos divertidos, mucha química, buenas actuaciones (Kingsley, Downey Jr. y Guy Pearce sorprenden en todas sus facetas), escenas de acción increíbles y altas dosis de encanto, humor y narcisismo Starkero (nuevamente, es un film centrado más en Tony que en Iron Man). Pero no hay vuelta atrás. La Fase 2 ha comenzado, dejando algunas decepciones y lecciones que Marvel Studios debería tener en cuenta. Última lección: ¿Héroes? Sí existen. Solo hay que saber (re)armarlos.
EL MUNDO DE LAS IDEAS CLOUD ATLAS: LA RED INVISIBLE (CLOUD ATLAS, 2012) no es una película cualquiera. Además de representar el regreso a la ciencia ficción de los creadores de la trilogía MATRIX, unir a un elenco de buenos actores y adaptar una ambiciosa novela, la nueva película de Andy Wachowski, Lana Wachowski y Tom Tykwer (CORRE, LOLA, CORRE) dividirá considerablemente a sus espectadores. Algunos la odiarán, llamándola pretenciosa, innecesaria, larga, absurda y confusa. Otros, aquellos que estén más abiertos a nuevas experiencias, disfrutarán de su osadía, originalidad, frescura y los mil elementos que hacen de ella un gran experimento cinematográfico, único y ambicioso. Después de disfrutar (y pocas veces de padecer) sus 172 minutos, no hay duda de que soy de aquellos que se dejaron fascinar por este recorrido a través de la historia de la humanidad, que intenta explorar temas como el amor, el odio, la esperanza, el coraje, la política, la injusticia, la religión, la redención, la teoría del efecto mariposa, la mortalidad, la vida y la rencarnación; centrándose en cómo acciones individuales pueden causar impacto en las vidas de otros y en cómo un acto de bondad puede replicarse a través de lo siglos, inspirando una revolución. Dije “intenta explorar” porque no siempre lo logra. La magnitud de semejante proyecto a veces le queda grande a su historia, y las intenciones de su guión tienden a perderse en tanto poderoso espectáculo. Pero si miramos atentamente (o más de una vez), podremos encontrarle cierta belleza, inteligencia y sentido a CLOUD ATLAS. El film cuenta seis historias muy diferentes y muy separadas por décadas o siglos, pero conectadas por pequeños detalles. Si bien el interés siempre se mantiene, esos detalles pueden llegar a escapársele al espectador, creando algo de confusión. Lo que pasa es que el montaje no ayuda a esclarecer o a empalmar mejor sus muchas tramas y, en lugar de contar con algún recurso como excusa para pasar de una historia a otra, la edición funciona más bien como una Tv que cambia de canal cada tanto (como si hiciera zapping), para después regresar y seguir viendo un programa. Esto provoca que la experiencia de ver y digerir el film sea más difícil de lo que estamos acostumbramos. Sin embargo, la gran variedad de géneros en los que CLOUD ATLAS se anima a incursionar, la vuelven una película aun más exótica y atrapante, aunque rozando el pastiche. Hay un drama histórico, uno romántico, una comedia, un thriller de espionaje empresarial, una de ciencia ficción y una aventura post-apocalíptica con toques de fantasía, los cuáles le permitieron a sus directores crear una maravillosa colección de escenas oníricas, entrañables o de un delirante sentido del humor; momentos duros, impactantes y violentos; asombrosas secuencias de acción y una rica variedad de personajes. A veces es más rara de lo que cualquiera podría soportar - en especial todo lo relacionado con Old Georgie (Hugo Weaving), un pseudo-duende maligno e imaginario que solo ve uno de los personajes de Tom Hanks -. También hay algunas historias que funcionan o se resuelven mejor que otras y algunas que casi no funcionan o desilusionan con su final, pero llama la atención cómo todas están conectadas además por dos elementos claves. Primero, el constante reciclamiento de sus actores, que vuelven a usarse sin importar que el personaje que les toque interpretar sea de otra raza o sexo. Así tenemos, de a momentos, a un Weaving oriental o mujer; a un Hugh Grant aborigen o anciano; a la coreana Doona Bae haciendo en algunas escenas de mexicana o norteamericana, entre otros. La mayoría de los maquillajes son muy buenos e incluso, en ocasiones, no se logra reconocer al actor. Pero otras veces, cuándo es demasiado obvio que es tal estrella de Hollywood con muchas prótesis en la cara, puede generar cierto rechazo. Y, en parte, es ahí donde CLOUD ATLAS dividirá a sus espectadores según esto les parezca o ridículo u original. De cualquier modo, esa es la forma que tiene el film de tocar el tema de la rencarnación, de almas que se conectan a través del tiempo y de cómo, a pesar de los miles de años que transitó la humanidad, seguimos cometiendo los mismos errores. De sus muchos temas, este (la rencarnación) es el menos explorado que posee su guión y, tal vez, funcionaría mejor sin él. Pero no hay duda de que le aporta otro gramo extra de personalidad a un producto muy distinto de toda la cartelera actual. Otro importante elemento que ayuda a conectar sus historias es la fuerte ideología política que presenta las diferentes tramas. No hace falta mirar con atención para distinguir la manera en que CLOUD ATLAS habla en contra del racismo, de la esclavitud, del conservadurismo y de la homofobia. Tampoco teme criticar al capitalismo, a los sistemas totalitarios, a la religión organizada y al maltrato a los ancianos, al medio ambienta o a las mujeres, volviéndola una película extremadamente política, llena de capas y tan interesante como debatible. Al verla, recomiendo que deje sus prejuicios de lado. Es una película inmensa, por lo que es muy probable que encuentre ideas no muy cerradas, una o dos historias poco atrapantes, algún actor desperdiciado o mal usado, y momentos que le parezcan demasiado extraños o ridículos. Pero así como falla en algunos aspectos, acierta muy bien en otros. Sin embargo, al salir de la sala, tampoco hay que quedarse solo con su bellísima banda sonora; sus fabulosos efectos, diseños y paisajes; lo larga que fue o las buenas actuaciones del elenco (exceptuando a Halle Berry, quien no se anima a meterse de lleno o con entusiasmo en ninguno de sus roles). Quédese con sus ideas y la curiosa manera en que se anima a transmitirlas. Porque no es una película cualquiera. Es una de esas para comentar, debatir y analizar como lo hicimos y seguimos haciendo con cualquier otro osado film de ciencia ficción que nos haya volado la cabeza. Este aspira a ser uno de ellos, se nutre de ellos y, con mucho esfuerzo, podría jurar que lo consigue.
GAMERS & UNDERDOGS Es interesante ver el camino que recorrió Disney con sus personajes. En sus inicios, los héroes de sus historias eran personajes perfectos, con conflictos externos y ajenos a ellos mismos. Como BLANCANIEVES (1937), una bella princesa amenazada por una cruel reina, y un apuesto príncipe que la rescataba. O LA BELLA DURMIENTE (1959), misma formula. Pero, con el correr de los años, sus films fueron involucrando la temática de la belleza interior y el clásico “no juzgues a un libro por su portada”, como en LA BELLA Y LA BESTIA (1987) o EL JOROBADO DE NOTRE DAME (1996). Sin embargo, fueron intentos bien intencionados pero vacíos ¿Qué pasaba, llegando al final, con todos los underdogs (los rechazados, los marginados) que miraban esas películas y se sentían identificados con La Bestia y Quasimodo? Si recuerdan bien, La Bestia vuelve a ser un príncipe atractivo, mientras que el Jorobado es aceptado por los demás, pero Esmeralda obviamente elije a Febo. Así, los underdogs se quedaban con un sabor amargo en la boca. Ya entrando al 2000, algunas de las mentes más abiertas de Disney nos dieron una colección de personajes ajenos a esa perfección de la primera era: el egoísta, inmaduro y solitario Kuzco de LAS LOCURAS DEL EMPERADOR (2000), convertido en una llama aún más egoísta y solitaria; el desagradable e indomable Stitch de LILO Y STITCH (2002), entre otros. Pero, en sus respectivos finales, siempre terminaban convirtiéndose en lo que la sociedad esperaba de ellos, haciéndose buenos, más comprensivos o más perfectos ¿Y qué tal si ya eran perfectos así como estaban? ¿Qué tal si era la sociedad la que no los entendía? ¿Por qué Pinocho no aprendió de Dumbo y siguió siendo un niño de madera? No todos somos perfectos y, tal vez, esa perfección no existe. Pero a Disney le costó (y aun le cuesta) entender que la búsqueda de un estado de belleza y aceptación por parte de los demás ya no es algo que afecta a la mayoría. Pido disculpas si mi discurso suena a una canción de Lady Gaga o a un capítulo de “Glee”, pero lo cierto es que los underdogs del mundo de a poco se van alzando, diciendo con orgullo que está bien ser gordo, flaco, homosexual, feo, lindo, tímido, loco o, en el caso de RALPH, EL DEMOLEDOR (WRECK-IT RALPH, 2012), un villano. Así como Pixar a veces se contagia de temáticas Disney y entrega films como CARS (2006) o VALIENTE (2012), también pasa a la inversa. Porque Ralph fácilmente podría entrar en la misma línea de los monstruos de MONSTERS, INC. (2001) o los peces minusválidos Nemo y Dory de BUSCANDO A NEMO (2003). Temido y rechazado, Ralph ha sido por 30 años el villano de un videojuego. Y cansado de su papel, decide abandonar su puesto y entrar a otros videojuegos para intentar volverse un héroe. Así conocerá a la pequeña Vanellope, una falla de “Sugar Rush”, un fichín de autos de carreras con onda “Mario Kart”. Estos dos underdogs se unirán para intentar cambiar y salvar sus destinos, y al del mundo de videojuegos. Parece puro entretenimiento y lo es, pero entre fabulosas secuencias de acción, humor para diferentes edades y referencias/cameos que los gamers amarán, RALPH, EL DEMOLEDOR se encarga además de contar una historia con un gran corazón, que nos enseña que no hay que cambiar para ser perfectos, sino aceptarse a uno mismo tal cual es. No se dejen engañar por dicha moraleja ya que la película no es para nada empalagosa - irónicamente, la mayor parte del film sucede en una tierra de caramelos -. Esto se debe a su guion, que se balancea entre lo muy entretenido y original, y lo a veces predecible. Si tendría que mencionar algunas de sus debilidades diría que no hay un villano muy solido; que la trama tarda en tomar el rumbo que seguirá hasta el final; que a la tierna y simpática sub-trama romántica de Felix y Calhoun le cuesta encajar; y que hay poca participación de personajes famosos de videojuegos. Pero en general, el libreto está bien pensado tanto a nivel de construcción/desarrollo de personajes (muy queribles y de geniales diseños, por cierto) como en las diferentes capas que posee su historia. Llama la atención como la trama de RALPH, EL DEMOLEDOR presta mayor importancia a los conflictos internos que a los externos. Hay insectos gigantes, carreras de autos, tiroteos, un malo (que demora en revelarse) y un gran desastre a impedir, pero no hay duda de que lo importante aquí es Ralph, su evolución, su relación con Vanellope y consigo mismo. En ocasiones, eso ayuda a crear inesperadas escenas muy conmovedoras o dramáticas, y una madurez a la altura de Pixar o el mejor DreamWorks (tiene varios puntos en común con SHREK). Dejando su guión de lado, Disney logró además moldear una aventura visualmente muy llamativa, cuyos recorridos por distintos mundos ayudan a expandir su nivel de belleza, color, simpatía y asombro técnico. El 3D, la acción y la gran variedad de personajes funcionan como deben y ayudan a hacer de esta una fantástica delicia animada que, aunque los gamers la disfrutarán como nadie (me atrevo a decir que es la mejor película de videojuegos en años), puede ser vista por TODOS. Ya que todos, en algún momento de nuestras vidas, jugamos un videojuego o nos sentimos un underdog. Y esto es Disney celebrando al gamer y al underdog en todos nosotros ¡No más héroes perfectos!
LA ETERNIDAD APESTA Odio muchas cosas y a muchas personas, pero en especial a aquellos que alcanzan el éxito sin ningún merito. Garcas que solo cuentan con un ejército de infradotados (“forros”, en criollo) siguiéndolos por detrás, aplaudiendo las gansadas que hacen y agrandándoles los egos. Si cada película fuese una persona, LA SAGA CREPÚSCULO sería un reverendo hijo de puta. Algo amanerado también, pero más que nada uno de esos garcas. Porque nada de lo que hizo desde su nacimiento en 2008 fue un mérito. Ni bien saltó al cine, la serie creada por Stephenie Meyer (una cuasi-escritora que seguramente fue la gordita pesada de la clase, enamorada del pibe popular) se dedicó solo a cagarse en muchas de las cosas que amábamos: los vampiros, los hombres lobo, las entregas de premios onda MTV Movie Awards, la literatura fantástica, la carrera de Michael Sheen y el cine mismo, por no mencionar a nuestro pollo, Cedric Diggory, que en paz descanse. Tal vez ahí radica ese odio incontrolable que sentimos por ella, o tal vez sea por su cursilería estrafalaria, sus ideas psicóticas acerca del amor o el cómo le enseñaron a toda una generación de niñas que no hay nada más importante que tener un macho pollerudo. Ay, si tan solo algún alma caritativa se hubiese garchado a la Meyer antes de que todo esto sucediera, tal vez ni siquiera existirían los vampiros que brillan a la luz del sol, los lobos explosivos o los actores tan de madera como Taylor Lautner o Kristen Stewart. Pero una época de sequía sexual puede ser el desencadenante de la saga cinematográfica más injustamente exitosa en la historia, y de la era más triste para los chupasangres y los licántropos. Si detestan LA SAGA CREPÚSCULO tanto como yo, prepárense. Ya hay en cines una razón más para odiarla: AMANECER – PARTE 2 (BREAKING DAWN – PART 2, 2012), el peor final que podría pedir esta franquicia y, aunque sea imposible de creer a esta altura, la peor de todas las entregas. Parafraseando al gran Homero Simpson, he visto muchas bazofias pero esta fue la mayor bazofia entre las bazofias. Puedo entender a las fanáticas que se enganchan con la historia de una adolescente normal y medio tilinga (así como ellas) que conoce a un príncipe azul que la lleva a un mundo de emociones intensas, abdominales bien marcados y sexo marital. Y aunque sé que AMANECER – PARTE 2 cubrirá las expectativas de (casi) todas ellas, me es imposible hablar del film como algo que no sea una verdadera pedorrada. La segunda parte de este final es un insulto al espectador - más allá de una perdida de tiempo y plata -, ya que su historia y la de la primera AMANECER están descaradamente estiradas para poder abarcar la duración de dos films y, por ende, una doble recaudación. Esto se hace evidente cuando las horas pasan y en pantalla vemos escenas y personajes que realmente no aportan nada, a Bella haciendo pulseadas o pateándole el culo a Jacob porque le tiene ganas a su nena recién nacida (PEDO BEAR ALERT!). Si no son simpatizantes de la saga, los primeros ¾ del film - hasta llegar a la batalla final (que tampoco es de lo mejor, ya llegaré a eso) - pasarán muuuuy lentamente. Poco entretenida, visualmente pretenciosa y narrativamente embrollada al pedo, AMANECER – PARTE 2 es una tortuosa agonía. Un minuto de silencio para nuestros valientes que fueron arrastrados al cine por sus novias… La película empieza con Bella despertando como un ser inmortal. Al principio no sabe ni caminar, la muy boluda, pero aun así es re copada. Salta, corre, trepa, tiene super-visión, super-fuerza y las habilidades de los otros vampiros no la afectan (Sí, sí, cada vampiro tiene un poder diferente ¿Se acuerdan? Cof cof malísimo cof cof). Bien podría ser un superhéroe en lugar de ponerla por enésima vez con Edward, pero bueh, en el film se dedica solo a hablar, a pelear con pumas por comida (¡posta!), a romper piedras usando sus puños y a decirle a Jacob que tiene un olor a bola que voltea ¡Y todo eso haciéndolo con su cara Poker Face elevada a la quinta potencia! Después de ese comienzo para nada atrapante, Bella conoce a su hija Renesmee, que primero es un bebé muy creepy creado innecesariamente por animación digital, con los peores efectos de computadora que haya visto en un personaje de este estilo. Tres escenas después, esta ya es una nena un poco más grande (si, crece rápido, ammmmm) que vuela y junta copitos de nieve junto a Jacob (PEDO BEAR ALERT! ¡DE NUEVO!). Mientras se pasea por ahí junto a mamá Bella, uno de los personajes presentados en el film anterior, Irina (Maggie Grace), la ve de pedo y se horroriza al creer que los Cullen mordieron a una niña. Sin saber que en realidad nació mitad-vampiro (y en lugar de ir a preguntarle a Bella “¿Qué onda?” para poder ahorrarse todo el quilombo), Irina viaja a Italia a reportarle este “crimen” al clan de los Volturi, quienes deciden ir a Forks para liquidar a la pendex. Para impedir esto, los Cullen viajarán por el mundo buscando testigos (¿?) que los ayuden a convencer a los Volturi de que Renesmee no representa un peligro. Cada uno tiene su pequeña historia, un poder diferente y colaborarán en la batalla final por el destino de su familia. Igual, todos estos nuevos personajes son inútiles para la narración, casi todos están de relleno o no se los desarrolla de manera correcta. De eso trata este quinto film que falla atrozmente en varios niveles. Sin embargo, donde más tambalea es al convertir a sus personajes en puros objetos al servicio de la narración, que se dedican solo a esperar que la trama avance, que no generan empatía ni evolucionan para bien - Edward y Jacob no aportan nada nuevo, y lo poco de atractivo que tenía el personaje de Bella (una humana dentro de un mundo sobrenatural) se perdió para siempre -. AMENECER – PARTE 2 intenta ser graciosa (charlas con doble sentido, Jacob desvistiéndose frente a Charlie o la enfermiza relación entre el lobito y Renesmee) pero se vuelve patética o de mal gusto; intenta ser sexy (Edward y Bella garchan como si no hubiese mañana), pero sus escenas en la cama siguen presentándose en planos inentendibles, en fundidos a negro o en un vistazo a la espalda desnuda de la Stewart, que tiene menos sensualidad que una papa. También intenta ser atrapante y misteriosa (con la sub-trama de las pistas dejadas por Alice), pero dichos enigmas no llegan a nada. Y, tratándose del final, prueba con ser emocionante, trágica o emotiva, pero no se anima lo suficiente como HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE: PARTE 2 (2011). Tampoco se esfuerza demasiado. Va a lo seguro, a la resolución fácil, al final feliz y predecible, y lo peor es que no tiene nada nuevo para decir sobre temas como la muerte o la inmortalidad, el amor, la familia, la paternidad, etc. Su guión - estirado hasta más no poder - es un pastiche torpe y casi sin forma, con escenas redundantes o de una cursilería insoportable. Por otra parte, el director Bill Condon busca darse aires solemnes, pero la mayoría de los planos parecen sacados de un videoclip (de los malos). Los efectos especiales son imperdonablemente flojos para semejante proyecto, pocas de las actuaciones se salvan (la de Sheen como un afeminado Aro podría ser fácilmente el fin de su carrera) y hasta los maquillajes son poco creíbles. Pero nada, NADA, es tan malo como el climax. Si bien la mayor parte del film es muchísima charla y poca acción, hay que reconocer que la batalla final entre los Volturi y los Cullen (+ testigos + manda de lobos) es el momento más épico, emocionante y violento que tiene la saga. Funciona muy bien (a pesar de los FX) ya que incluso se da el lujo de despacharse crudamente a varios de los personajes más queridos por los fans. Lamentablemente, un giro sorpresivo (SPOILERS) - Toda la batalla es solo una visión de Alice, que le muestra a Aro cuál será su futuro si se animaba a meterse con ellos - (FIN DE SPOILERS) tira todo por la borda. La incrédula masa de espectadores ríe aliviada, mientras que este crítico se levanta sintiéndose estafado y ofendido, a putear a la pantalla, a los cuatro vientos y a los responsables de esta bazofia. No la odio solo por usar ese bajísimo recurso, porque es una película aburrida, un mal final y un film hecho solo para satisfacer a las fanáticas. La ODIO con todo mi ser porque es un éxito en taquilla sin esforzarse, sin arriesgarse y sin innovar. Y peor aún, cagándose por quinta vez consecutiva en nuestras criaturas de la noche favoritas, que ahora ya son solo vagos recuerdos tapados por una montaña de porquería ¡¿Estás contenta, Stephanie?! “Sí”, dice la conchuda mientras cuenta billetes.