MÁS EXTRAÑO QUE LA FICCIÓN Tal vez no sea el actor más talentoso con el que contamos en la actualidad, pero cuando Ben Affleck se dispone a dirigir, todos nos ponemos alertas. Después de dos aclamadas y exitosas películas - DESAPARECIÓ UNA NOCHE (GONE BABY GONE, 2007) y ATRACCIÓN PELIGROSA (THE TOWN, 2010) -, el ahora director decidió retratar una insólita historia real, sucedida a principios de los años 80 en Irán, cuando revolucionarios invadieron por cuestiones políticas la embajada norteamericana y seis empleados estadounidenses tuvieron que escapar y mantenerse escondidos, sin poder salir del país. Allí fue cuando la CIA puso en marcha una operación secreta para rescatarlos, llamando al especialista en extracciones Tony Mendez (Affleck), quién ideo un singular plan: Inventar un estudio de cine para hacerles creer a los iraníes que iba a entrar al país a preparar una película de ciencia ficción muy similar a STAR WARS. La idea era que los empleados de la embajada simularían ser parte del equipo de filmación y así intentarían escapar. No estaban haciendo una película, estaban haciendo historia. ARGO era el nombre de aquella película falsa y es ahora el nombre del nuevo film de Affleck, un thriller atrapante e inteligente, que usa el poder de los medios, un trágico momento histórico y a un eficaz elenco para demostrar que a veces la realidad puede ser más extraña que la ficción. Visualmente, es la menos llamativa de las tres películas de Affleck y flaquea narrativamente en varios momentos. Pero el acercamiento que hace de la historia - realista, dura y sin exagerar casi nada (ni siquiera el patriotismo yankie) - la vuelven muy interesante y realmente intensa en los momentos de suspenso ¡¿Los van a atrapar?! ¡¿Los van a descubrir?! Al centrarse más en las relaciones humanas que en la crítica política, Affleck logra que de verdad nos interesemos por sus personajes y que nos agobiemos en cada paso en falso que dan. Claro que también refuerza la narración al agregar pequeños momentos de tensión cinematográfica que, aunque están claramente puestos, ayudan a que el film no se vuelva aburrido. ARGO interesa desde el primer segundo. Al entrar en la trama de la película falsa, la narración incluso se desvía acertadamente por una senda con algo de humor, una genial ironización de la industria hollywoodense y una tomada de pelo a la saga de George Lucas, apoyada en sus dos mejores personajes: Lester Siegel y John Chambers, dos verdaderos pesos pesados de la Industria, interpretados por los graciosísimos actorazos Alan Arkin y John Goodman. A lo largo del film, la participación de estos dos se volverá menor, para dar lugar a la trama del operativo - que en más de una ocasión nos recuerda gratamente a “Los Simuladores” -. Pero esta parte de la historia (la más importante) demora en arrancar y, cuando lo hace, provoca que la narración tambalee al principio, en escenas que sirven solo para estirar la trama. Recién cuando se pone en práctica el operativo, llegando al final, ARGO sí alcanza altísimos niveles de intensidad. Y aunque hubiese sido mejor un poco más de emoción o acción en el clímax, el film cierra de manera correcta, pero sobre todo, de manera realista - Affleck está constantemente tratando de demostrarle al espectador (con placas, fragmentos televisivos o en los créditos finales, comparando innecesariamente fotogramas con fotos reales) que lo que se está viendo sucedió realmente -. Analizándola en su totalidad, ARGO es entretenimiento del bueno y se destacan en ella sus actuaciones, algunos personajes, sus aportes de humor, un dramático y crudo acercamiento casi documental a la historia de Irán, grandes momentos de tensión y una trama seductora y 100% cinematográfica, que homenajea de paso a los héroes anónimos. Por su parte, Affleck se desenvuelve actoralmente sin problemas, pero también sin sorprender. Nunca fue el mejor de los actores, pero como director aun no tiene una película mala en su haber. Con ARGO se consagra como un realizador con todas las letras y le demuestra a Hollywood y a todos nosotros que todavía no hemos visto nada de lo que tiene para ofrecer.
¡ESTÁ VIVO! Siempre existieron esos niños que preferían estar adentro de sus casas en lugar de salir afuera. Solitarios e incomprendidos, encerrados en mundos propios, jugando y escondiéndose en su imaginación. En su infancia, el director Tim Burton era de esos niños. Así nos lo cuenta sin problemas en su nueva película, FRANKEENWEENIE (2012). Como un niño solitario, el Burton adulto pasó meses dentro de un set, moviendo muñequitos que después se convertirían en los protagonistas de este film en stop-motion que llega a la salas marcando un nuevo osado estilo en las películas infantiles - okey, muy infantil no es, pero los nenes seguro irán a verla -, que ni siquiera previas maravillas animadas burtonianas (como EL EXTRAÑO MUNDO DE JACK o EL CADAVER DE LA NOVIA) se animaban a implementar. FRANKENWEENIE no solo es extraña, oscura y simpática, o un bello homenaje al clásico cine de terror de Clase “B”. También es la mejor y más personal obra de Burton en mucho tiempo. Acusado de volverse reiterativo y poco novedoso, Burton hizo oídos sordos a las críticas y revivió una historia que ya había filmado. FRANKENWEENIE empezó siendo un cortometraje ochentoso con actores reales que aquí decidió reinventar, animándolo cuadro por cuadro y agregándole la tecnología 3D Digital, pero siguiendo apostando al blanco y negro y a la misma trama: Victor es un niño solitario con un adorable perro llamado Sparky como mejor amigo. Sin embargo, el pichicho muere atropellado. Pero en lugar de lamentarse, el inventivo pebete ideará un plan para traerlo de vuelta a la vida, al mejor estilo Frankenstein. Claro que habrá aquellos - vecinos horrorizados, compañeros celosos - que intentarán deshacerse de Sparky. Allí es cuando Victor y su perro deberán demostrar que nada (ni la muerte) los podrá separar. Es una historia pequeña pero fascinante, con un acercamiento muy conmovedor y nostálgico a la infancia, a las primeras relaciones que tiene uno de niño (con los padres, con las niñas, con los maestros que nos inspiran) y al amor incondicional que se puede llegar a sentir por una mascota. En esta nueva travesía por su mente, Burton también habla de la muerte con madurez y no enalteciéndola como algo cool, lo que la hace verdaderamente oscura y adulta (repito: muy infantil no es). Sumándoles las incontables referencias a los clásicos de horror y a la cultura pop, y un humor tan inocente como irónico, FRANKENWEENIE termina siendo el mejor exponente animado del año y una película casi, casi sin fallas. A veces es predecible (más aún si ya vieron el mediometraje original) y a veces presenta secuencias tan exageradas, fantasiosas o forzadas, como el ataque final de los monstruos, que toman a uno por sorpresa, por no decir que desentonan con los primeros ¾ del film. Pero no son fallas. De hecho, hasta se agradecen. Es más Burton, más homenajes al cine de terror y algo que el mediometraje no pudo aportar. FRANKENWEENIE también triunfa a nivel visual. Sus planos compuestos casi como cuadros, sus diseños híper burtonianos y los juegos con las sombras le dan al film una belleza pictórica que, con la mezcla del stop-motion y el bien aprovechado 3D, la hacen una película realmente única. Teniendo incontables elementos a favor, Burton encontró el mejor lugar para retratar su infancia, sus vecinos y su pueblo (idénticos a los de EL JOVEN MANOS DE TIJERA, otra relato personal y a lo Frankenstein), sus padres, sus ídolos (el maestro Rzykruski es un calco de Vincent Price, con la voz de Martin “Bella Lugosi en ED WOOD” Landau) y su primer amor: el cine y los interiores más ingeniosos y solitarios de su imaginación. Después de la divertidísima SOMBRAS TENEBROSAS (2012), Burton vuelve a demostrar que nunca se fue, que siempre se reinventa en lugar de repetirse y que es mucho más que un director que hace films con Johnny Depp. Burton no revive ¡Burton está vivo!
TODO LO QUE NECESITAS ES AMOR… AMIGOS, CINE Y ROCK’N’ROLL Los hombres rara vez podemos sentirnos identificados con las películas románticas. Y si lo hacemos, es muy probable que otros pongan en duda nuestra hombría. Pero en días tan raros como estos, el cine nacional se despacha con una genial comedia hecha para el sensible que todo macho lleva dentro. Contada al ritmo de los mejores temas del rock mundial, DÍAS DE VINILO (2012) es una redonda y divertidísima película coral centrada en las vidas amorosas de cuatro amigos de la infancia - Damián (Gastón Pauls), Luciano (Fernán Mirás), Facundo (Rafael Spregelburd) y Marcelo (Ignacio Toselli) -, que deben aprender a confiar, olvidar, perdonar y arriesgar para dar un último paso hacia la madurez. No es un clásico inolvidable (como muchas de las canciones que mencionan sus excéntricos personajes a lo largo film), pero sí hay buenos actores, bellas mujeres, una excelente banda sonora, geniales diálogos y una simpática forma de caer en los lugares más comunes del género. Con varios puntos de contacto con ALTA FIDELIDAD (HIGH FIDELITY, 2000), la opera prima de Gabriel Nesci (creador de la serie “Todos contra Juan”) nunca llega a ser tan madura como esta en cuanto a sus ideas acerca del amor. El principal problema de esto es que ocupa varios minutos de su metraje en descabelladas historias que, si bien aportan mucho del humor, restan al verosímil y al desarrollo de las mejores tramas. Está todo bien con ver a uno de los personajes ser detenido por la policía con una herida de bala, mientras llevaba a un rockero moribundo al hospital; o con recrear la historia de la separación de “Los Beatles” ante la llegada de una pseudo Yoko Ono colombiana. Divierten y mucho, pero más hubiese preferido ver dos horas completas de la dupla de Gastón Pauls e Inés Efrón. Ambos desbordan talento, ternura y una química tan inesperada como entrañable. Es ahí - o con la sordera de un graciosísimo Fernán Mirás o los impredecibles cambios de Leonardo Sbaraglia - cuando DÍAS DE VINILO mejor funciona. La dirección es más que correcta y el guión es entretenido e inteligente, pero también posee algunos personajes, subtramas o relaciones más descuidadas que otras, y una representación de las mujeres que no dejará a la platea femenina muy contenta (dejando de lado a Inés Efrón, las demás chicas de la película son controladoras, infieles, frías u obsesivas). Además del amor, las mujeres y la música, Nesci se dedica a rendirle tributo a otra de sus pasiones: el 7° arte. Hay menciones y referencias a sus films favoritos - la de VOLVER AL FUTURO (1985) es buenísima -, pero también una ácida crítica a los clichés más obvios y gastados de las comedias románticas. Sin embargo, llegando al final, DÍAS DE VINILO termina aceptándose como una más del género y usando dichos clichés orgullosamente. Curiosamente, esa autoconciencia la hace más rara, original, fresca y disfrutable de lo que uno podría esperar. Incluso con pequeñas reminiscencias a la filmografía de Woody Allen - no solo el título nos recuerda a DÍAS DE RADIO (RADIO DAYS, 1987), sino que varios de los personajes son unos neuróticos bárbaros envueltos en las más incomodas y bizarras situaciones -, DÍAS DE VINILO no teme usar la magia del cine para contar su historia. No busca ser 100% creíble, ya que está llena de momentos que jamás pasarían en la vida cotidiana, pero es 100% honesta. Y al decírselo al espectador de frente, este puede relajarse, disfrutar tranquilo y dejar pasar esos clichés que tantas veces presenció (y odió) en otras idas al cine, pero que aquí funcionan de maravilla. En nuestro mundo nadie corre a revelarle su amor a alguien en un discurso épico frente a una multitud, y esta película hace que nos lamentemos eso. Porque además de divertirte y emocionarte, DÍAS DE VINILO intenta - con buena música y una pizca de cinefilia - hacer la vida real un poquito más épica/romántica. Primer paso: empezar con un buen clásico a todo volumen, girando en un tocadiscos.
THE MACFARLANE SHOW Solo a alguien tan hilarante e irreverente como Seth MacFarlane (creador de “Padre de Familia”, “American Dad” y “The Cleveland Show”) podía ocurrírsele algo como TED (2012). Su historia es una de las más raras, frescas y desquiciadas que hayan transitado la cartelera en los últimos meses, y el zarpadísimo sentido del humor que emplea tiene su sello en cada chiste. Y chistes hay muchos. Repetidamente y sin descanso, TED logra sacar sonrisas y carcajadas al no limitarse en cuanto a que tan loca, ofensiva, escatológica o políticamente incorrecta puede llegar a ser. Tal vez enfade a varios y tal vez divierta a muchos, pero de seguro maravillará a los fieles seguidores de la obra de MacFarlane, que aquí da un salto triunfal al cine con su primer film. No es una película perfecta, pero sí una muy original comedia para ver sin prejuicios, sin exigencias y, definitivamente, sin niños. Porque aunque es la historia de un oso de peluche que revive por el deseo de un pequeño solitario, también narra cómo, 27 años después, ambos siguen siendo tan inseparables como inmaduros. Consiente o inconscientemente, el realizador volcó en TED todo lo amado y odiado de sus series animadas. Hay muchísimas referencias a la cultura pop norteamericana (algunas demasiado yankees, que los espectadores argentinos no sabrán disfrutar); varios cameos de celebridades (Ryan Reynolds, la cantante Norah Jones, Tom Skerritt, Sam J. Jones y Patrick “Profesor X/Capitán Picard” Stewart como el narrador); incontables chistes que muchos considerarían ofensivos o asquerosos; escenas de pelea 100% MacFarlane y un uso de flashbacks o momentos de alucinaciones que funcionan muy bien en “Padre de Familia”, pero que aquí desentonan con el formato cinematográfico. Sin embargo, lo que más caracteriza a TED como parte de la obra del mismo realizador es la relación de amistad entre un personaje fantástico y un hombre inmaduro (sí, al mejor estilo Peter-Brian o Stan-Roger). Esto no solo le da al film una elevada cuota de frescura que trasciende a lo bizarro, sino que permite contar una entrañable (pero para nada cursi) historia sobre mejores amigos (o Thunder Buddies for Life!) y, porque no, sobre el paso a la vida adulta. Los geniales diálogos, los protagonistas y las descabelladas situaciones no fallan. Lo que falla es la estructura del film. TED puede ser verdaderamente única, pero si la analizamos en profundidad encontraremos que es un relato clásico predecible, con una dirección poco trabajada (que se evidencia en las escenas “de acción” del final) y personajes o sub-tramas algo débiles (ejemplo: el jefe de Lori o la bizarra historia del padre psicópata - interpretado magistralmente Giovanni Ribisi - y su hijo gordito). Pero en ese mismo análisis, seguramente nos encontraremos también con lo que esta película realmente es: una verdadera fiesta. Apoyada por eficientes efectos digitales que nunca ponen en duda el verosímil, y un graciosísimo trío protagonista (Mark Wahlberg, Mila Kunis y la voz de MacFarlane), TED es salvaje, ridícula y alocadamente divertida. Con grandes momentos de humor y un gran corazón, MacFarlane demuestra aquí que no hay nada más poderoso que la risa, la amistad y el deseo de un niño... excepto un helicóptero Apache, claro.
NADA QUE DECIR No apoyo las remakes de películas de horror debido a que muy pocas logran aportar o decir algo nuevo, algo que la versión original no había dicho previamente. LA CASA DEL MIEDO (SILENT HOUSE, 2011), revisión norteamericana de un fallido film uruguayo, no es la excepción. Tal vez sea porque ya LA CASA MUDA (2011) no aportaba mucho al género, pero extrañamente, ver la remake fue una experiencia más disfrutable. Aun así, sigue contando con las mismas fallas que terminan convirtiéndola en un producto inferior. Nuevamente, la historia es la de un padre y una hija que van a su casa de campo a arreglarla para poder venderla. Pero durante la noche, la joven debe enfrentarse al miedo, a la maldad y a un oscuro secreto del pasado. Todo esto sigue narrándose en “tiempo real”, en un muy bien trabajado falso plano secuencia (en el que no se distinguen los cortes). En LA CASA MUDA esto aportaba un exquisito y constante clima tensión que pocas películas actualmente logran crear tan fácilmente. Aquí, ese suspenso se construye aun mejor. También hay una dirección más estilística, un mejor aprovechamiento del sonido (y su construcción del fuera de campo), un uso controlado de los sustos a partir del elemento sorpresa y, sobre todo, una talentosa actriz protagonista (la bellísima Elizabeth Olsen, lo único bueno del elenco) capaz de bancarse la hora y media de película, casi en silencio y siempre aterrada. Pero el que haya disfrutado más LA CASA DEL MIEDO que LA CASA MUDA, no significa que la remake sea un producto acertado. Los primeros ¾ de cinta funcionan de maravilla gracias a que no es tan repetitiva o incoherente como la versión uruguaya (las decisiones que toma el personaje están justificadas y los recursos lumínicos se van renovando constantemente), lo que la vuelven más atrapante. Pero al igual que la original, todo el film se desmorona con el abrupto giro dramático final. Aunque está mejor explicado, este sigue dejando algunos cabos sueltos y a muchos espectadores decepcionados. Otra repetida falla es la decisión de filmar toda la película en una frenética cámara en mano documentalista. Al no ser una más del estilo PROYECTO X (2012) o PODER SIN LÍMITES (2012), dicho recurso estético no está justificado, distrae constantemente (al menos hasta que uno se acostumbra) y no permite al espectador abstraerse, dejando en evidencia que detrás de lo que se ve en pantalla hay un equipo de filmación y haciendo poco disfrutable la función. En resumen, LA CASA DEL MIEDO innova poco, su estética no es lo suficientemente oscura o tétrica, y a veces asusta menos que LA CASA MUDA, pero funciona mejor a nivel técnico y de actuación. Aun así, sigo considerándola una remake innecesaria ¿Qué sentido tenía volver a filmar (ahora en inglés) un interesante experimento uruguayo que prometía mucho pero entregó poco? ¿Plata? ¿La escotada remera de Elizabeth Olsen? Para decir algo nuevo seguro que no. Ninguna de las versiones tiene algo que decir.
LEGAR O MORIR Antes de ir a ver EL LEGADO BOURNE (THE BOURNE LEGACY, 2012) decidí rever las entregas anteriores con Matt Damon. No solo porque no las recordaba, sino porque sabía que la franquicia siempre se había caracterizado por ser complicada al pedo. Muchos diálogos, muchos nombres, muchos personajes y mucha información moviéndose a la misma velocidad que sus protagonistas. Ya teniendo frescos mis conocimientos de Treadstone (el programa de asesinos del gobierno del que surge Jason Bourne), asistí a una función de la nueva película, ahora con Jeremy Renner como la cara de la franquicia. Allí descubrí que EL LEGADO BOURNE no solo es una continuación directa de la misma historia, sino que está tan relacionada con las anteriores que sucede casi al mismo tiempo que BOURNE: EL ULTIMATUM (THE BOURNE ULTIMATUM, 2007). Y no, no se toma la molestia de explicar casi nada. Esto puede que preocupe a aquellos que no recuerdan las primeras partes, pero EL LEGADO BOURNE cuenta con suficiente acción como para disfrutarse por separado. Aun así les recomiendo que hagan lo mismo que yo y revean la trilogía para apreciar la nueva secuela completamente. Sin embargo, a aquellos espectadores exigentes no les resultará fácil disfrutarla o apreciarla. La nueva película es entretenida pero, a diferencia de sus predecesoras, posee un guión algo débil, buenos actores desperdiciados, personajes no tan interesantes y una ausencia total de clímax. En el mundo real, la razón del cambio de protagonista fue que el director Paul Greengrass no quería seguir encargándose de la saga y Matt Damon no quería seguir sin Greengrass. En el mundo ficticio pasa otra cosa. Después de descubrir la verdad sobre su pasado y darles su merecido a los responsables de Treadstone, Bourne continúa escapando. Para ahorrarse problemas, Eric Byer (Edward Norton) y los miembros de la agencia deciden no meterse con Bourne y dedicarse solo a eliminar todo rastro del programa, incluyendo a los demás agentes que entrenaron y a los científicos que trabajaron en este. Así es como Aaron Cross (Renner) y la Dr. Marta Shearing (Rachel Weisz) se unen para intentar sobrevivir, dándose juntos a la fuga. A pesar de ser una buena película de acción con un impecable tratado técnico, EL LEGADO BOURNE tiene problemas en el guión. Y uno de los mayores es que desperdicia demasiado tiempo preocupándose por demostrarle al espectador que sigue siendo parte de la misma franquicia. Las referencias al personaje de Damon son tantas que en un punto llegan a cansar. “¡Dejen de hablar de Bourne! ¡Él ya no esta! ¡Hablen de Cross!”, pensaba durante la función. Todo el guión está tan atado a sus predecesoras que la trama del supuesto nuevo protagonista pasa a segundo plano. Y es una lástima ya que Jeremy Renner es un genial actor, con mucho más carisma que Damon. Pero al no estar trabajada su historia, Aaron Cross termina siendo un personaje chato, poco interesante y con motivaciones débiles, a diferencia del conflictuado, deprimido y amnésico Bourne. Otros actores desperdiciados por culpa del guión son Norton y Weisz. Él se dedica a hablar sin parar y no salir nunca de la oficina. Lo hace bien, obvio, pero es lo único que hace. Ella tiene un personaje molesto y estereotipado (la doctora asustada), con diálogos muy comunes que en muchas ocasiones la obligan a sobreactuar. Pero a pesar de todo, es este trío de buenos intérpretes lo que salva a la película. Los tiroteos, las peleas cuerpo a cuerpo y las persecuciones también ayudan mucho. Otra falla que tiene es que su historia es simple a grandes rasgos, pero está forzadamente estirada. Es evidente que bien podría haberse resuelto en menos escenas, ya que hay conversaciones o secuencias innecesarias o excesivamente largas (Ejemplo: La visita a la fábrica píldoras). Sumando el hecho de que sigue sin haber un verdadero villano a la vista o que su débil final llega muy rápido - la película termina cuando empieza a ponerse interesante -, EL LEGADO BOURNE resulta ser la menos atrapante y eficaz de la saga. Entre actores desperdiciados y algunos baches en su libreto, por suerte contamos con estrepitosas e intensas escenas de acción y suspenso, una buena dirección por parte de Tony Gilroy, más datos y explicaciones sobre Treadstone, y un nuevo protagonista (con mucho potencial) que intenta a toda costa mantener vivo el legado. Pero no depende de él. Depende de que los guionistas acepten que es momento de dejar ir a Bourne antes de que la franquicia se hunda en el olvido.
YO APOYO LA MOCIÓN... ¡CON TODA VIOLENCIA! Mel Gibson solía ser una de las estrellas más solicitadas, queridas y reconocibles de cine. Pero comentarios racistas, ataques de agresión, incidentes en estado de ebriedad y una etapa como director de films violentos lo alejaron del corazón y la vista del público. Sus intentos de regresar con películas como AL FILO DE LA OSCURIDAD (2010) o LA DOBLE VIDA DE WALTER (2011) no sirvieron de nada. Pero en lugar de bajar los brazos y desaparecer para pasar al olvido, decidió hacer las cosas a su manera. Triste, cansado y enojado - pero mucho más sabio -, Gibson se dedicó a producir, co-escribir y protagonizar un thriller de acción con un personaje principal triste, cansado y enojado, al que encierran en una prisión mexicana y debe arreglárselas para sobrevivir adentro y cobrar venganza afuera. Este bardero criminal de mil nombres (Bozzo, Dennis, Rubén, Reginal T. Barns, Richard Johnson, Gringo) se mete en un quilombo que incluye policías corruptos, dinero sucio, al líder de la prisión y al hígado de un niño, para terminar convirtiéndose por accidente en un anti-héroe de esos que Gibson interpreta con los ojos cerrados. No es una obra maestra ni su mejor trabajo, pero sí su mejor película en mucho tiempo. Es VACACIONES EXPLOSIVAS (o GET THE GRINGO o HOW I SPENT MY SUMMER VACATIONS, 2012), su verdadero regreso a la acción y la prueba viviente de que, a pesar de que muchos ya no lo quieran, soliciten o reconozcan, Gibson fue, es y siempre será un grande. Tocar fondo muchas veces implica que ya nadie espera nada de uno. En parte eso es bueno porque es la oportunidad perfecta para sorprenderlos a todos, y VACACIONES EXPLOSIVAS es una grata sorpresa. Graciosa, algo loca, desprejuiciada y fresca, pero también oscura, cruda y dura, la película entretiene al lograr equilibrar eficazmente sus dos aciertos: Gibson y el guión. El primero compone un intrigante personaje que se las sabe todas y que rápidamente se ganará el corazón del público a pesar de ser uno de los más malhablados, sarcásticos, agresivos y moralmente cuestionables de su filmografía. Lejos de querer retirarse, Gibson patea traseros a lo loco y llena a la película de una onda nostálgicamente divertida - algo parecido a lo que lograron hace unas semanas Stallone y sus amigos con la genial LOS INDESTUCTIBLES 2 (THE EXPENDABLES 2, 2012), solo que no tan exagerado y mucho más realista -. También cumple con eficacia en los momentos de humor, en las partecitas dramáticas y en las secuencias de acción que, si bien no son muchas y a veces resultan poco novedosas, sorprenden de vez en cuando con escenas como la de un intenso y sangriento tiroteo en cámara lenta. El resto del elenco (la mayoría mexicanos hablando en mexicano) cumple pero no sorprende, y a veces ni siquiera cumple. No se dejen engañar, porque no es para nada tan explosiva como indica el título que le pusieron en nuestro país. Pero todo lo que carece de acción, VACACIONES EXPLOSIVAS lo compensa con un acertado guión. Este nunca da respiro ni deja de entretener y maneja sin problemas las muchas sub-tramas que se entrecruzan, con originalidad, ironía y, en ocasiones, altas dosis de violencia, locura y crueldad. Hay algunas historias y personajes más débiles que otros, pero en definitiva la película es una sobredosis de Mel. Su voz en off acompañándonos a lo largo de todo el film y el llamativo y rico estilo visual del debutante Adrian Grunberg son otros rasgos de originalidad que hacen de VACACIONES EXPLOSIVAS una película para todos aquellos que alguna vez se preguntaron “¿Cuándo dejamos de admirar al hombre con un lanzallamas o un arma que esparce ácido corrosivo?”. Porque además de entretener, sorprender y no decepcionar, este nuevo exponente del cine de acción es también otra buena forma de recordar esa admiración que sentíamos por ese hombre.
TOTAL REMAKE Si alguien les preguntara a los responsables de la remake EL VENGADOR DEL FUTURO (TOTAL RECALL, 2012) la razón de ser de este nuevo exponente Made in Hollywood, seguramente dirían que querían volver a contar la odisea de Douglas Quaid para que sea conocida por las nuevas generaciones. O tal vez, que querían homenajear un clásico de culto de ciencia ficción. O, si se sienten un poco más honestos, confesarían que querían aprovechar los avanzados recursos tecnológicos actuales. Yo pienso que Columbia Pictures tomó el genial film de 1990 de Paul Verhoeven solo para no tener que pensar una nueva idea y poder hacer fácilmente un producto 100% pochoclero y rentable, con efectos digitales asombrosos, escenas llenas de adrenalina, mucho ruido, explosiones y caras bonitas. Todo el paquete que vende a la perfección. Pero dentro del paquete se encuentra una película que, por más entretenida que sea, tambalea al sostener el peso de un clásico de culto sobre sus hombros. EL VENGADOR DEL FUTURO es Douglas Quaid (Collin Farrell), un obrero cansado de su rutinaria, que decide asistir a "Rekall", la compañía que puede transformar tus sueños en recuerdos reales. Pero cuando el procedimiento sale terriblemente mal, Quaid pasa a ser un hombre buscado. Pronto se encontrará escapando de la policía - controlada por el tiránico Canciller Cohaagen (Bryan Cranston) -, con la ayuda de una luchadora rebelde (Jessica Biel) que lo llevará a conocer al líder de la resistencia, Matthias (Bill Nighy), y a descubrir su verdadera identidad, su verdadero amor y su verdadero destino. Como verán, esta nueva versión sí vuelve a contar a grandes rasgos la odisea de Douglas Quaid, pero lo hace sin esa magia, humor, osadía, simpatía, locura y violencia que poseía la original. Dejando al Planeta Marte y a los mutantes fuera de la ecuación, la remake se convierte en un producto más serio, realista, menos llamativo y hasta olvidable, pero igual de interesante si es la primera vez que escuchan esta historia. Sin embargo, a aquellos que hayan visto la original, la remake les parecerá un film completamente innecesario. Por su puesto que las espectaculares secuencias de acción y efectos digitales suman muchísimo - y superan a los ridículos (aunque entrañables) efectos de los 90 -, pero visualmente tampoco tiene nada que no hayamos visto en otra reciente película de ciencia ficción o de espías del estilo Jason Bourne. Y aunque introduce algunas ideas interesantes (el medio de transporte “La Caída”; la mayor participación de la esposa de Quaid; los debates sobre la identidad del hombre entre Quaid y Matthias), la remake desaprovecha todo lo que la versión original ya nos había entregado. De todas maneras, no calca ni le falta el respeto a EL VENGADOR DEL FUTURO de Verhoeven e incluso presenta en ocasiones pequeños homenajes a esta: la mención del Marte, la prostituta de tres tetas (que aquí se lleva las palmas, aunque sea solo por unos míseros segundos) y otros. Creo que es injusto analizar el film solo teniendo en cuenta la relación con su antecesora. Remake o no, EL VENGADOR DEL FUTURO de Len Wiseman entretiene, atrapa e interesa, y lo hace con muy buenos efectos especiales, un interesante diseño del futuro - que mezcla MINORITY REPORT (2002) con BLADE RUNNER (1982) -, y secuencias de acción de alto impacto, aunque a veces repetitivas. Su historia – en ocasiones confusa, pero bien contada - es otro punto a favor ya que logra mezclar eficazmente elementos de ciencia ficción con una trama de espionaje, rebelión, algo de crítica política y esa inquietud que constantemente lleva al espectador a preguntarse si lo que ve es o no un sueño. El elenco es solido y sus actuaciones son correctas, pero más de uno está desaprovechado (los enormes Nighy y Cranston) y la mayoría son personajes poco desarrollados que sirven más que nada para protagonizar secuencias de acción en una película visualmente espectacular, narrativamente correcta, pero fría y carente de alma. La remake de EL VENGADOR DEL FUTURO no es mala, no es aburrida y acepto que sí vuelve a contar la odisea de Douglas Quaid para que sea conocida por nuevas generaciones, aprovechando los recursos tecnológicos y homenajeando en más de una ocasión a la original. El problema es que lo hace sin arriesgarse, sin sorprender, sin innovar, sin alocarse y sin shockear. Por eso no llega nunca a ser un clásico de culto y por eso está condenada a ser una película que, en un futuro muy cercano, ya habrá desaparecido de mi memoria... Ehhh, ¿de qué estaba hablando?
ALGO ABRAHAM HECHO Estuve en varias funciones en la que los espectadores de la sala alrededor mío veían interesados un avance. Había sangre, monstruos y atrapantes momentos de acción. Pero ni bien concluía y aparecía el nombre del film al que pertenecía dicho avance, estallaban las risas. No se podía culparlos ya que esas carcajadas incrédulas tenían una razón de ser. Después de todo, ¿quién puede tomar en serio algo llamado ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS (ABRAHAM LINCOLN: VAMPIRE HUNTER, 2012)? Curiosa y lamentablemente, en la respuesta a esa pregunta yace el principal problema de lo nuevo del director Timur Bekmambetov (SE BUSCA). Su risible (aunque cool) nombre era el perfecto punto de partida de lo que debería haber sido un producto completamente bizarro, al mejor estilo Robert Rodríguez o Sam Raimi. Pero sus responsables desaprovecharon la idea y no lograron explotar al máximo la ola de locura, violencia y diversión que podrían haber generado. En lugar de eso, cometieron el error de tomarse la mayor parte de la película demasiado en serio, creando un pseudo-biopic del decimosexto presidente norteamericano - con su historia de amor y ascenso a la política incluidos -, pero agregándole una poco explorada trama de vampiros, momentos muy ridículos, patriotismo yankee al palo y un abuso descontrolado de efectos digitales flojísimos. ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS entretiene pero decepciona bastante, es seria pero a veces estúpida y sus 105 minutos de duración son una constante y cansina lucha por ver que clase de film quiere ser. El problema es que, cuando por fin se decide, decide mal ¡Ah, y hay una escena con unos caballos que da vergüenza! Cuando era niño, Abe Lincoln (Benjamin Walker) vio a su madre morir en manos de un vampiro. Al crecer, decide dedicar su vida a vengarla, convirtiéndose en un letal cazador de chupasangres con la ayuda de un mentor: Henry (Dominic Cooper). Su lucha lo llevará hasta la Casa Blanca y, una vez convertido en presidente, Lincoln continuará peleando para deshacerse de los vampiros y salvar a su país de la oscuridad, durante la Guerra Civil. De eso trata ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS y es interesante ver como lograron entrelazar la historia oficial del presidente con su verdadera naturaleza de cazador. Pero en ese entrelazamiento se perdieron cosas y se agregaron otras que no deberían estar. La película arranca muy bien, con mucha violencia, acción, frescura y algo humor. Es cuando más se acerca a un film biográfico cuando empieza a decaer. Los aspectos románticos y políticos del guión ayudan darle veracidad a los hechos y a enriquecer el personaje de Lincoln, pero escenas como las que comparte con su prometida, por ejemplo, desmoronan todo lo que se venía construyendo. Esos momentos cursis o serios no logran encontrar cabida en una película con algunas secuencias sumamente violentas, delirantes o flasheras (la pésima persecución sobre los caballos o la escena final, por decir algunas), y viceversa. Pero no hay suficiente oscuridad, no hay suficiente locura. El resultado es un pastiche que en más de una ocasión no funciona al preferir mantenerse lo más fiel posible a la historia real, en gran parte de su metraje (pero no en todo). Esta constante indecisión (¿es seria o es bizarra?) hace que se quede a medio camino entre lo que seguramente será LINCOLN (2012) de Spielberg, y BUBBA HO-TEP (2002) - esa extravagante delicia cinematográfica en la que Bruce Campbell interpretaba a un Elvis Preasley retirado que luchaba contra una momia -. Su libreto también presenta incontables fallas y clichés - giros dramáticos demasiado obvios, momentos estúpidos y sub-tramas o personajes poco trabajados (el villano, etc.) -, al igual que sus efectos especiales, de los que abusan a pesar de no estar a la altura de lo que quieren mostrar (¿Ya mencioné la escena de los caballos?). Pero obviando algunos de esos FX, el film funciona bien visualmente. Hay un correcto uso del 3D y de cámara lenta, y grandes momentos de violencia, sustos, combate y acción (¡A excepción de la escena de los caballos! ¡Ahhhh, qué horror!). Y a pesar de todos sus errores - y con la ayuda de la muy buena interpretación del ignoto Benjamin Walker y su hacha bad-ass -, debo decir que ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS logra su cometido de entretener des-cerebralmente y de no desmoronarse por completo ante el propio peso de su risible (aunque cool) nombre.
HUMOR A SEGUNDA VISTA Mientras veía LOS TRES CHIFLADOS (THE THREE STOOGES, 2012), en los momentos en los que no me reía, estaba seriamente pensado en lo estúpida y ridícula que era. Lo que digo parece ser tan irónico como incoherente, pero en realidad no lo es. Es más simple de lo que creen. Si bien creo que TODOS en la sala se reirán (al menos con uno o dos chistes), la nueva comedia de los hermanos Farrelly, basado en el clásico trío humorístico de los años 30, funcionará solo para algunos. Primero, los niños muy niños. Segundo, los fieles seguidores o simpatizantes de los Tres Chiflados originales o del tipo de comedia slapstick. Todo esto pasa porque en esta adaptación al cine, no hay filtro. Larry, Curly y Moe son simplemente sacados de su época y de los tonos de grises, y puestos en nuestros tiempos y a todo color. Si esa idea ya les produce nauseas, entonces por nada del mundo vean LOS TRES CHIFLADOS. Pero si tienen ganas de volver a ver a los mismos idiotas de siempre lastimarse inocentemente entre ellos y a los que los rodean, dense una vuelta por el cine. Puede que su guión sea lamentable, la dirección muy pobre y sus actores unos simples imitadores de los personajes originales, pero de algo no hay duda: es más fiel de lo que creíamos y sus clásicos chistes los golpearán una y otra vez, hasta dejarlos en el piso. A pesar de que está dividido en tres bloques/episodios de media hora, el film cuenta una historia general: Intentando salvar el orfanato en el que crecieron, Moe (un genial Chris Diamantopoulos), Larry (un Sean Hayes muy insípido y desaprovechado) y Curly (un correcto Will Sasso) se involucran por accidente en una trama de asesinatos y shows de Tv. Si bien dicha división intenta a darle originalidad y asemejarse más al programa, de nada sirve. Además de ser débil, predecible, tonta y demasiado infantil, su historia es solo una excusa para ver a Larry, Curly y Moe haciendo de las suyas. Todos sus conflictos son resueltos de manera forzada e inesperadamente estúpida, y los diálogos - cuando no están siendo usados como juego de palabras - son simplemente patéticos. Los personajes secundarios, a cargo de reconocidas figuras televisivas (Jane Lynch, Sofía Vergara y Larry David), tampoco aportan demasiado. En resumen, un libreto muy pobre que disgustará a los adultos que vayan a ver LOS TRES CHIFLADOS, y que solo se salva por contar con secuencias que exprimen el humor físico hasta la última gota (algo que no se veía desde hace tiempo). Pero ese también es a veces un problema, porque el film llega a abusar de muchos de sus chistes (e incluir algunos de mal gusto, como el del corcho golpeando el orto de un león) hasta el punto de gastarlos. Y bueno, después de tres episodios de “Los Tres Chiflados”, cualquiera se cansaría de ver como Moe le pica los ojos a Curly por enésima vez ¿O no? Aquí pasa eso. Hay adaptaciones y remakes que valen la pena, otras que son experimentos interesantes y otras que simplemente no deberían hacerse. Si bien esta logra salir airosa; mostrarle a las nuevas generaciones quienes fueron “Los Tres Chiflados”; ser fiel al material original al punto de crear casi un tributo; entretener en algún punto y presentar una emotiva sub-trama que ayuda a ver más claramente el núcleo de la relación del trío protagonista (no es joda), creo que la película es una de esas que no deberían haberse filmado ¿Por qué? Los Larry, Curly y Moe originales son personajes demasiado icónicos y pertenecen a una época muy diferente de la nuestra. Son eternos. No hace falta verlos renacer y ponerlos en nuestros tiempos, porque se ven ridículos intentando interactuar con un iPhone o con las pseudo-celebridades de “Jersey Shore”. De todas formas, me compadezco de Diamantopoulos, Hayes y Sasso, tres buenos comediantes que logran sostener este film y que se animaron a intentar llenar unos zapatos enormes. Aunque en una que otra escena pensé que lo conseguían, al final de la película, mientras los créditos pasaban, me di cuenta que son solo son una imitación. A veces buena, a veces burda, pero una imitación a fin de cuentas.