Un ritual ajeno al tiempo, donde siempre habra algo nuevo que ver, oler, escuchar, saborear o aprender Los mercados han sido, desde que el mundo es mundo, un espejo bastante fidedigno de la cultura del país, una pintura maravillosa, exuberante, olorosa, colorida y sensual, que da cuenta de las costumbres, de los modos y de las gentes, que forma y conforma su particular idiosincrasia. El título elegido de este particular documental alude (nunca explícitamente) a una canción, también conocida como La hierba de los caminos, acuñada en la Guerra Civil Española, con un alto contenido de protesta social, interpretada actualmente por el Grupo Chileno QUILAPAYUN, quizá, un pretexto para contar siete historias, que abordan diversamente el recorrido de los componentes de cada gastronomía, desde la tierra a la mesa, y reflexionar sobre otras cuestiones. Seleccionada por Ibermedia en noviembre de 2009, ¿Qué culpa tiene el tomate? fue el documental, que abrió el ciclo cinematográfico (“Iberoamérica: Our Way(s)”), “Así Somos”, que organiza el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, y que recoge bajo este título a las mejores producciones realizadas a ambos lados del Atlántico, gracias a un convenio establecido con la organización intergubernamental Ibermedia, quien cumple 12 años, como fondo de ayuda pública al cine en lengua española y portuguesa). Sus productores, Hugo Castro Fau (desde Argentina) y Fernanda del Nido (desde Galicia) convocaron a 7 directores, con la consigna de abordar, cada uno desde su país de origen, el proceso de la comida, que no pasa por los supermercados. Las siete producciones sumaron un total aproximado de 520.000 euros, para filmar 105 minutos, dividido en igual cantidad de tiempo de filmación para cada país, y en igual aporte económico. Lo que dio como resultado, un interesante documental de observación que trata sobre la vida de siete mercados en 7 ciudades de Iberoamérica. Aunque las locaciones donde se filmaron aborden mayor cantidad de mercados en algunos países. A diferencia del pescado y la carne (que también están presentes), los mercados de frutas, verduras y flores, tienen casi siempre un lugar al aire libre, lo que es un plus a la hora de recorrerlos. Visitarlos es una forma de conocer un país, lo que se come, y que se cultiva en sus campos. Un inmenso placer para los sentidos, donde se mezclan colores y olores. Cada mercado es un lugar único, con sabores, colores y olores diferentes, que invita a descubrir y apreciar las tradiciones de cada país. Un lugar para aprender y disfrutar, donde siempre habrá ollas que despiden olores de comidas recién hechas. Además de esta experiencia, tienen la ventaja de ofrecer los ingredientes de la temporada, que van acorde a los ciclos de las estaciones. Porque es a través de estos productos sostenibles, en relación a cada región, que no solo se promueve la cultura, sino la economía, ya que el dinero queda en la misma comunidad, anulándose los intermediarios, y de hecho, contribuyendo directamente ecológicamente con el planeta. Alejados de la globalización, los mercados ofrecen la posibilidad de tratar algunas veces con los mismos productores, donde a veces son los mismos agricultores, quienes comercializan el fruto de su trabajo y sus sudores diarios. Por una parte está el alma y el lazo, que los une con su pasado, pero también está la compleja subcultura de los comerciantes, en donde la proximidad y los intereses en común generan una amistosa competencia, y en ocasiones una rivalidad no tan amigable. En el sentido sonoro, siempre hay una sinfonía de voces, dialectos e idiomas, ya que está hablada en gallego, español y portugués, a veces acompañados de música, un caleidoscopio vivo de imágenes, colores y escenas. En esta ruta, la música del Brasil impone su particular ritmo al trabajo. Otra de las consignas de este documental fue el sonido de toma directa. Bolivia está presente en la figura de una pareja, que parece detenida en el tiempo, en la ausente prisa de sus movimientos, acompañados de los ruidos propios del campo, y de un silencio casi ancestral. Enmarcado en atardeceres acompañados de un sol que se pone en un cielo plomizo. Otros se detienen en la figura de una hermosa mujer, que vive de la venta de sus panes de miel. Por lo general, la mayoría, ama su trabajo, en el que por lo general llevan varios años, y algunos lo utilizan para dar a conocer sus platillos típicos. Otros son observadores- observados, hay también quienes viven o revenden lo que se que se tira o se descarta. Cada director aborda desde su país de origen una mirada de observación sobre cada mercado y dicha documentación da lugar a todo un cuestionamiento acerca de la comercialización en las grandes cadenas de venta y distribución. Pero más allá de esta obvia interrogación, que genera otro tipo de reflexiones político- sociales, el espectador que ama visitar los mercados, verá pasar imágenes de los propios, y de todos aquello que recorrió a lo largo de su vida, lo que le permitirá recuperar imágenes imborrables de cada cultura explorada en sus viajes. Que culpa tiene el tomate, alcanza momentos de una gran intensidad contemplativa, que no siempre roza lo poético, resultando un collage con desigualdad de logros artísticos, pero valga eso de apostar a la “unidad en la diversidad”, en una propuesta tan democrática. Uno de sus directores, Jorge Coira, aprovechando el camino iniciado por la gastronomía acaba de realizar un largo de ficción “18 comidas”. España, 2010. Habrá que esperarlo. La hierba de los caminos, más conocida como Que culpa tiene el tomate refleja la cultura explotada, de hecho es una canción de protesta. Acá va la letra:
Basado en una historia real, Desbordar es el nombre de una revista creada por un grupo de sicólogos en la década del 80. Resultado de un taller de escritura realizado en un Hospital Neurosiquiátrico. El film posee sin dudas las mejores intenciones de sacar a la luz las condiciones en que son tratados los enfermos mentales, las transgresiones a la ley o a los más elementales derechos de los seres humanos. Un buen comienzo, donde tres psicólogos se unen para llevar a cabo este proyecto en una tensión entre la alegría que genera en los pacientes la escritura, la satisfacción por poder llevar a cabo su tarea, y la actitud de preocupación del enfermero y el jefe del hospital, que son concientes que la salida a la luz pública de la revista, tarde o temprano va a generar conflictos. Violaciones, venta de órganos, sobremedicación, son algunas de las perversiones, que se llevan a cabo. Paralelamente, se muestra la vida de cada uno de ellos y cómo afecta este trabajo en sus relaciones personales. El film da cuenta de cómo muchas veces las fronteras entre lo normal y lo patológico se borran, y cómo el medio es el que alimenta paradójicamente a la enfermedad, le impide la cura y lo somete a una calidad de vida inhumana. Una cosa son las dimensiones psicológicas de la enfermedad y otra las condiciones reales de la misma. La escritura oficia de catarsis obligando al sujeto a sacar los conflictos de la desordenada ley de su corazón y de su mente, para poder a la vez sobrevivir en las contradicciones del “orden del mundo”. El guión tiene algunas fisuras visibles, que se van produciendo a partir de la mitad del film. Las buenas actuaciones de Carlos Echevarría, Julián Doregger y Nacho Ciatti se malogran por un cierre inesperado, cuyas marcas más visibles son una ausencia total en la dirección de arte y maquillaje, donde de pronto aparecen Fernán Mirás y Manuel Callau, reemplazando a dos de estos, casi 20 años después, con una fisonomía absolutamente alterada y reunidos con parte de aquellos pacientes a los cuales, no parece haberles pasado el tiempo. La aparición tanto de Millás como de Callau, que además aparecen como figuras centrales en el afiche, no poseen ninguna relevancia dentro del argumento del film, sólo una conversación final con estos, sumada a otras licencias. Un descuido imperdonable en un director que posee una trayectoria considerable para este tipo de fallas. Otro tema, que no es menor es la aprobación en diciembre del año pasado, de una nueva ley de salud mental. La Ley 26657, que busca redefinir el tema de la locura y su tratamiento en Argentina. Las claves de la nueva ley Desde su primer artículo el nuevo reglamento establece al paciente psiquiátrico como sujeto de derecho y establece que su función es asegurar "el pleno goce de los derechos humanos de aquellas (personas) con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional". La ley, en concordancia con los lineamientos más modernos, considera a la demencia como un problema multifacético, con aspectos históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos. En consecuencia, enfatiza la importancia del trabajo interdisciplinario para su diagnóstico y tratamiento. Este enfoque no solo incluye a psiquiatras y psicólogos, sino también a trabajadores sociales, enfermeros y agentes de terapia ocupacional.
La palabra empeñada es un testimonio poco conocido y de hecho relevante, sobre una parte muy puntual de la vida de Jorge Ricardo Masetti, el único periodista argentino, que cubrió, (entre abril y mayo del 58), la guerra de liberación de Cuba en Sierra Maestra, en representación de Radio El mundo. Realizando entrevistas claves tanto a Fidel Castro, como al Che Guevara, materiales, con los que a posteriori escribió “Los que luchan y los que lloran”, su único libro. Esa experiencia lo llevo a establecer una relación de compromiso político y afectivo, con la persona del Che y con su proyecto político. Por lo que crea Prensa Latina, una agencia de noticias, que no sólo tenía su representación en Latinoamérica, sino en Europa, en las cual participaron entre otros Rodolfo Walsh, Gabriel García Marqués y Rogelio García Lupo. De la cual de aparta, ya que la prensa tampoco escapa al fenómeno del “sectarismo”. A posteriori, sus ideales lo llevaron a participar en la guerra de liberación de Argelia, para participar finalmente en el frente de avanzada del Che en la Argentina, (Operación Sombra) bajo el nombre de” Comandante Segundo”, para desaparecer en la selva de Salta en 1964. Cuatro años de investigación, un considerable material de archivo, sumado a muchos testimonios, entre los que se encuentran los de su segunda mujer Conchita Dumois, el cual de algún modo funciona como eje en la estructura, ya que es refrendado todo el tiempo con imágenes. Un prolijo trabajo, destinado a dar a conocer una historia y de paso despejar tergiversaciones, que habla de un aspecto determinante en la vida de Jorge Masetti y de hecho, en la historia de Argelia, y en el frustrado avance revolucionario en la Argentina. La palabra empeñada pretende ser una demostración que a modo de metáfora da cuenta de aquello que un hombre suele jugarse por un ideal, en este caso, la vida.
Realismo mágico en el Cerro Colorado “Caminiaga Santa Elena, el churqui Rayo Cortado, no hay pago como mi pago, viva el Cerro Colorado…” Don Ata El Dedo fue una de las gratas sorpresas de Pantalla Pinamar. La historia fue construida en base a varios acontecimientos casuales y podría ubicarse dentro del género de la comedia negra. Un poco de historia para otro film Sergio Teubal estaba viajando por la ciudad de Córdoba (casi en la frontera de Santiago del Estero), más precisamente en una localidad llamada Santa Elena donde se encuentra el Cerro Colorado, escenario muy caro a nuestro a nuestra cultura antropológica y popular, por sus cavernas llenas de jeroglíficos de los indios comechingones y por estar ligada a una figura de nuestro mejor folklore, ya que en ese lugar yacen los restos de Atahualpa Yupanki. Y donde además está la que fuera su casa, un lugar donde este maestro solía pasar mucho tiempo. Quien conoce estos parajes del interior de nuestro país sabe que allí se tejen historias, que se van pasando, de generación en generación oralmente, y que a posteriori se convierten en leyendas, donde cada uno de sus habitantes con el correr del tiempo suelen contribuir a irlas enriqueciendo con el aporte de su propia subjetividad. Retomando…en ese recorrido, Teubal se encuentra con un artesano de cobre, que comienza a charlar, porque de hecho en ese lugar eso es un hábito, (ya que el tiempo corre de otra manera) y le cuenta al pasar, que acababa de pasar un escritor, que estaba trabajando sobre una historia absurda y desopilante. El tema es que, este señor sólo sabía la mitad de la historia, no obstante, le supo dar el apellido, un tal Assardourian. La historia obviamente es la historia de un dedo. Teubal regresa a Gral. Belgrano, donde estaba parando, y se le ocurre ir a comer algo al viejo Munich, un lugar típicamente alemán. Antes de retirarse le entregan un diploma firmado por el mismo apellido, pregunta quién es, y este resulta ser el hermano del dueño, lo ubica en Buenos Aires, encuentra su libro, lo compra por internet y decide hacer el film. Bendita cibernética! Esta comedia costumbrista marca un paso más allá de lo que es una comedia, un paso muy bien dado. Bajo un estilo propio, sin ninguna necesidad de efectos “especiales” se concentraron en contar una historia particular, con una desgarradora honestidad, que hace, que el espectador se pregunte. Si dicho relato es real o absurdo, a lo que su director responde, que es en todo caso “un absurdo latino”. El Dedo inicial estaba en un almacén - cantina del cerro Colorado, y pertenecía a un carnicero, que se lo había cortado accidentalmente, y lo había guardado pensando que a futuro de lo pegarían. El film transcurre en 1983, en pleno regreso de la democracia y la historia da cuenta hasta qué punto pueden llegar los habitantes de un pueblo, empujados por el dedo índice del soltero más codiciado del pueblo. Mientras este dedo descansa en el frasco de un almacén, hará del pretexto perfecto para lograr descubrir las razones de un asesinato; renovar la fe de los escépticos, revivir historias de amor y desde ya, movilizar a todo el pueblo del Cerro Colorado. La historia, que merece ser vista es el primer largo de su director y cuenta con una acertada selección de actores, con un buen manejo de los registros coloquiales, con excelentes actuaciones, y con escenas insospechadamente audaces, que no por pacatateria conviene describir, porque es mucho más divertido disfrutarlas. Se podría pensar, que El Dedo es un film que contribuye a mostrar realidades que nos pertenecen, al margen de la comicidad, que estás imágenes susciten en el espectador. En primer lugar porque muestra otra cara de un cine, que puede entretener y a la vez estar bien hecho, y en segunda instancia, porque permite revivir historias de una época muy rica en Latinoamérica, literariamente hablando y pensar en esa realidad que compartimos, con nuestros hermanos latinoamericanos, y recordar a un Macondo de García Marquéz, a un Rulfo y revivir ese tan debatido “Realismo mágico”, marca de una generación de escritores, que tan presente se encuentra hoy, en una ficción muy cercana a la realidad de esos, y otros parajes del interior de nuestro basto país.
El sentido del tiempo: Pastor, chivo, árbol, carbón… Angelo es un pastor de cabras, que vive en un pueblo de la Calabria. Todos los días lleva a pastar a sus animales y regresa al atardecer, una tos seca lo acompaña y le impide moverse. Por las noches toma una mezcla de hierbas, (con oración incluida) que le prepara una mujer, que hace el trabajo de limpieza en la iglesia. Hasta que un día pierde esa medicina por el camino e inevitablemente muere. Este primer personaje es el pretexto que utiliza su director para crear una estructura polifónica y circular que le permita hablar de los ciclos de la vida, de los ciclos de la naturaleza, donde en última instancia: “nada se pierde y todo se transforma”. Un pueblo casi medieval es el contexto donde se desarrolla la historia, donde están presentes sus rituales, sus trabajos, sus anónimos habitantes. Porque los tres personajes restantes serán un chivo blanco, que muere prematuramente, en el bosque, un árbol (pino), que participa de un ritual hasta, que es talado por sus habitantes y deviene en madera, y esta, en una gran pira, que a su vez deviene en carbón. Un documento vital construido poéticamente, cuya estructura da cuenta de un guión preciso, de mucho trabajo en todos los sentidos, de una excelente fotografía y montaje realizado solamente con el sonido natural de las voces, que en él aparecen. La existencia, en casi todas las concepciones religiosas, tal y como aparece en el campo del devenir, sólo adquiere sentido, si podemos vivir nuestra vida, de manera tal, que podamos repetirla. Y esto adquiere sentido en una concepción circular del tiempo, siempre y cuando no haya sólo repetición, sino progreso espiritual. Sólo así la historia adquiere sentido, así como cada suceso y cada momento. Lo cierto es que ni las personas (salvo unas pocas), ni los animales, ni los árboles deciden cómo ni cuando morir. Una narrativa poco convencional y rigurosa hace de estas cuatro únicas voces, un poema visual, para disfrutar y reflexionar.
Cada vez que asistimos a un estreno de Woody Allen, (y este es su film número 40 de los 41, que tiene en su haber) hay siempre una esperanza de talento: es innegable que ha sido y sigue siendo ese genio que dirige sus propios guiones, que los actúa directa o indirectamente, y mantiene un estilo con el cual ha construido una carrera y creado una filmografía, que aprecian sus devotos. Desde su primer guión, que escribiera en 1965 para What`s New, Pussycat? (1965) de Clive Donner, su cine adhiere a un particular modo de retratar la realidad, donde implícita o explícitamente habla de sí mismo y, cuya base es el diálogo que surge en las relaciones de pareja, y alrededor de la gente que conoce, lo que permite el filtro de los aspectos personales, para enriquecer la sicología de sus personajes. Del mismo modo que incluye siempre a personajes públicos de la sociedad norteamericana, pertenecientes a diferentes ámbitos del espectáculo, de la ciencia, del psicoanálisis, de la filosofía o de la literatura. Bastaría recordar la maravillosa aparición por televisión de Primo Levi, “Somos el resultado de nuestra elecciones…. Donde operaba, por una parte el azar y por otra la certeza, de lo que el sujeto hace para y por sí, nadie puede hacerlo por él… ni Dios, ni ningún “otro”) de Crímenes y pecados (1989) Tan presente hoy, incluso tangencialmente, y en referencia a la política, en la figura de Bush en cera, que permite (antes y después de cada llegada de los padres de la novia) realizar, una exacerbada crítica en tono de parodia, sobre a la religión y sus creencias. Que “la cosa” funcione es la historia de Boris Yellnicoff, de hecho el alter ego de Allen, un experto en física cuántica, que estuvo cerca de obtener el Premio Nobel, y que tiene una idea muy negativa sobre el género humano en general, a la vez que posee un gran complejo de superioridad respecto de sus semejantes. Un tremendo pensante que habla sin parar de estas cuestiones y que sufre de pánico. Azarosamente se cruza con una joven que aparece algo así como detrás de un árbol, obviamente bella. Ella le pide la aloje hasta que consiga un trabajo. Ergo, final previsible, primero 30 minutos aburridos, verdadero cliché de estas situaciones típicas de comedia, hasta que aparece la madre, y la acción comienza a repuntar. Como casi todos los films de Allen este es otro pequeño documento de las relaciones entre grupos de parejas que habitan en Nueva York, lo que invariablemente remite a hablar de problemas que tipifican a ese momento de la realidad, donde sus planteos, no son otros que su propia visión de la vida, siempre con una intención de relacionar la ficción con la realidad, comienzo y cierre de un film, donde se impone un relato en primera persona, con un diálogo frente a frente con los espectadores. Cuyo referente sigue siendo el propio Woody, quien pertenece a la ciudad de Nueva York, tanto o más que la estatua de la libertad. La vida, la muerte, el sexo, la religión, las uniones alternativas, son los temas alrededor de los cuales giran sus diálogos o largos monólogos. Esta vez, su título más que una metáfora es una frase a la que alude el personaje al comienzo y al final de su historia. Y que remite a cómo debemos aprovechar los encuentros azarosos de nuestra vida, en todos los sentidos, y vivir intentado, que “la cosa”, la relación, que establecemos funcione, sin forzarla demasiado, porque en todo caso, el hecho de que deje de fluir, implica, que surgirá “otra” en reemplazo de esta. Ya que la adaptación a los cambios contribuye a agilizar ese disfrute, mientras se pueda. Y que en todo caso “la flexibilidad” viene a constituirse en un preciado bien, al cual cualquier persona sensible e inteligente debe aspirar, si desea aprovechar, lo que la vida le ofrece. Que “la cosa” funcione, es una comedia optimista, con excelentes actuaciones (Larry David, Evan Rachel Wood, Patricia Clarkson) densa al comienzo, algo más que un entretenimiento para sus fieles adeptos.
Videografías de circulación familiar Frenkel hace un racconto, casi en forma de video clip previo, de la historia del súper 8, con humor, sensibilidad y creatividad, con el objetivo de contarnos la historia de Jorge Mario. Un odontólogo, que vive en Concordia, Entre Ríos, quien a los 10 años había presenciado la filmación del western pampeano “Martín, el gaucho” de Jacques Torneur. Actualmente a los 70 años de edad y 40 años después de la realización de su western amateur, al que denominó “Winchester Martín”. Con la misma energía y predisposición para hacer cosas, este inusual y prolífico autodidacta está dispuesto a filmar su propia remake. En un Congreso de Super ochistas ideado por su director, aparece entre otras, la figura de Mario, que dará lugar al relato sobre su historia. El cine amateur hace referencia a un conjunto de registros familiares, vinculados a la vida privada, realizados con tecnologías masivas por cineastas no profesionales. Es un cine que nace en el hogar, sin ningún reconocimiento académico, y sin pretensiones de rédito económico. Esta hecho sólo por el puro placer de atrapar el paso del tiempo capturando aquellos instantes/ imágenes felices de la vida, como son ver crecer a los hijos, los cumpleaños, los casamientos, los amigos, todos aquello, que forma parte de nuestros afectos. Aunque paradójicamente, y no en el caso de Mario esas imágenes estén durmiendo en un cajón o en una caja cualquiera, y jamás hayamos vuelto a verlas. De hecho el caso de Mario supera ampliamente al cazador de imágenes familiares, porque además de dejarnos documentos de la época. Mario hace cine y muchas cosas más relacionadas con este o no. Es algo así, como un hacedor compulsivo, en el mejor de los sentidos. El cine amateur es una práctica, en diálogo permanente con todas las convenciones sociales, estéticas y culturales de la industria del cine profesional, de allí la apropiación, que Mario hace en su western. Y si bien se encuentra reconocida como una práctica menor, estas producciones dan cuenta del proceso histórico y social, de la representación audiovisual. El cine amateur es también la resultante de un cruce, entre las tecnologías cinematográficas y la memoria de la clase media, y en consecuencia, las videografías populares, son el producto de una sumatoria, entre la tecnología digital, la sensibilidad (que en amateur- film, abunda) y los imaginarios populares. Amateur es un pequeño documento de la memoria, de un grupo de potenciales cineastas autodidactas, en cuya multiplicidad de imágenes, siempre se rescatará alguna, que haga espejo con el espectador, rozando suavemente algún recuerdo escondido, por donde seguramente se escapará, quizá algo más que una sonrisa.
Es la historia de un hombre y una mujer que se encuentran una tarde cualquiera en el banco de una plaza. Uno cuenta las diecinueve palomas que caminan a su alrededor y el otro las va señalando por su nombre. El tiene alrededor de 50 años y ella 95. La ingenuidad de él, sumada a un cierto analfabetismo, hace de este encuentro algo inusual y poético. Ella ha sido una científica que vive en un asilo para ancianos, y es mantenida por un sobrino desde Bélgica. Su vida hasta ese momento han sido sus libros, de los cuales vive rodeada. El amor por la literatura de Margueritte y el desconocimiento absoluto de Germain hacen, que a partir de esta aparente dicotomía, se construya un vínculo afectivo basado en él descubrimiento de la misma. El primer puente entre ambos será la lectura de "La Peste" de Albert Camus, un pasaje donde las ratas van invadiendo un edificio. Allí Germain imagina la escena y va surgiendo en él una sensibilidad escondida. El relato va y viene del presente al pasado, mediante flashbacks, que muestran una niñez de abandono emocional, tanto por su madre, como por la escuela. Jean Becker (Conversaciones con mi jardinero, La fortuna de vivir) da cuenta en su filmografía, de una voluntad de elegir historias sencillas, en este caso pueblerinas, casi detenidas en el tiempo, alejadas del ritmo de un mundo globalizado, donde sus criaturas son dueñas de sentarse a charlar en una plaza, de compartir con los amigos en la taberna, de vivir en parte del cultivo de una pequeña quinta en su casa…. De ese mismo modo, “pueblo chico, infierno grande” un niño puede detenerse en una edad como persona ávida de conocimiento. Al cual no tuvo acceso, y creer que no sirve para nada, porque no tuvo la suerte de tener los maestros adecuados, o porque nació en una familia disfuncional. Quizás por esa misma razón, un niño, que no es amado tiene aún todo para descubrir y aprender. Mis tardes con Margueritte es un film de esos, de los que una se retira inevitablemente con una sonrisa, porque eso es lo que pretende arrancar, una cálida y suave emoción, donde se habla del amor, aunque también se muestre como contrapartida a la violencia. Y donde predomina la esperanza, de que nunca es tarde para aprender, ni para construir una relación basada en el amor y el respeto mutuo. Y que la solidaridad también es posible. Con una madre un poco estereotipada, y con una novia idílica y bella, como todas las partenaires, a las cuales nos tiene acostumbrados en casi todos sus trabajos Depardieu. (Quien tiene alrededor de 150 films en su haber) La tête en friche es una historia al borde de una fábula, con un hermoso final. Un film recomendable en todos los sentidos, además de una cuidada adaptación de la novela homónima de Marie- Sabine Roger.
El reencuentro con los espíritus que amamos El hombre debe percibir que vive en un mundo que en cierto sentido es enigmático. Que en él suceden y pueden experimentarse cosas que permanecen inexplicables, y no tan solo las cosas que acontecen dentro de lo que se espera. Lo inesperado y lo inaudito son propios de este mundo. Solo entonces la vida es completa. - C.G Jung. Es posible que, el cine, (como el arte) sea para Apichatpong Weerasethakul, y desde sus comienzos, infinitamente grande e incomprensible, lo que no podemos negar es que al mismo tiempo sea sutilmente irónico y profundamente poético. Apichatpong Weerasethakul es un cineasta radicalmente independiente, que acaba de recibir la Palma de Oro de Cannes por El hombre que podía recordar sus vidas pasadas, por un Jurado presidido por Tim Burton. La película fue lanzada este jueves en cinco salas de Buenos Aires. Sabemos, que cada film crea su propio universo. Y en este sentido el mundo en que se mueve el Tío Boonmee es un paradigma de esa construcción, ya que le entrega al espectador ese universo mágico y sus fantasías, jugando con la luz, con las fuerzas ascendentes, con absoluta inocencia y bondad. Esa es la estrategia que utiliza Apichatpong Weerasethakul para contarnos la historia de un hombre que vive en el campo, entre la selva y las montañas. Sufre de una insuficiencia renal aguda que lo obliga a dializarse todos los días. Y mientras cena con una especie de enfermero, y charla con su hermana con el objetivo de convencerla, para continuar su tarea en el campo. De pronto, sutilmente y en paz emergen de la oscuridad, primero, el fantasma de su mujer muerta y luego, el de su hijo desaparecido hace años en la jungla, hoy casi un gorila perfecto. Luego de meditar sobre lo que representa la vida y la muerte, tanto para los vivos, como para los muertos, decide finalmente llevar a su familia a una cueva, debajo de la cima de una colina, reconociendo ese espacio, como el lugar donde nació. En un mundo desvastado por grandes sufrimientos, y en la continua búsqueda de un sentido espiritual, las conversaciones de Bonmee con estos espíritus que regresan de la muerte para hablar con sus seres queridos, da cuenta de elementos tomados del Budismo, a la vez que alude a la modernidad. En un quiebre continuo entre ésta y la tradición. Y entre los objetos propios de ambas, como la escena que muestra a un monje que duerme en un templo, y que de paso controla su celular. Pero dentro de esa modernidad, el autor, también parece interrogarse. Hace un tiempo un monje le obsequió a Weerasethakul, un libro de su autoría, titulado, "El hombre que podía recordar sus vidas pasadas", cuyo relato se centra en Bonmee, y en su capacidad de recordar sus anteriores vidas trascurridas en ciudades del noroeste de Tailandia. En el 2008 Weerasethakul escribe un guión inspirado en la reencarnación de Bonmee, a la vez que inicia un viaje a través de la aldea de Nabua (ocupada por el ejército, entre los 60 y los 80, con el fin de replegar los grupos de filiación comunista). No obstante no encontró vínculo alguno. Por lo que se decidió a investigar sobre su historia y a documentar el paisaje. Allí surgió su proyecto Primitive, que propone re imaginar esa pequeña aldea de Tailandia, donde parece, que tanto las ideologías, como los recuerdos habían desaparecido. Primitive se acompaña de diversos videos, un libro y una serie fotográfica, que Apichatpong Weerasethakul realizó en Nabua como impresiones de luz y memoria, entre los que destacan: Nabua (Nabua); Making of the Spaceship (La construcción de la nave espacial); A Dedicated Machine (La dedicación de una máquina); An Evening Shoot (Tiros al caer la noche); I’m Still Breathing, 2009 (Todavía respiro) y Nabua Song (Canción de Nabua). A partir de esta propuesta artística surge la elaboración del filme, desde esos restos o rastros de archivo, que pertenecieron a relaciones cotidianas, y que tanto el arte como el cine busca sacar a la luz. A diferencia del cine fantástico, donde hay una lucha entre el bien y el mal, o de la ciencia contra la divinidad, en El hombre que podía recordar sus vidas pasadas ese aire sobrenatural se centra en la aparición de los fantasmas o en la historia de la princesa que enamorada de su reflejo en el agua se convierte en pez. Hay una magia y/o una creencia en ese sentido y en todas las facturas de los rubros cinematográficos. Pero esa magia apunta a mostrar también a personajes de carne y hueso, que sufren su karma, aquel que cargamos todos, y que traen a sus seres queridos mediante el recuerdo, que es en última instancia, el único modo de atraerlos hacia nosotros. “¿Dónde debería ir a buscarte mi espíritu? – ¿al cielo? – No, el cielo está muy devaluado”. Los espíritus siempre permanecen al lado de las personas que nos amaron, ellas no necesitan recordar… están. Un film para ver no con la idea preconcebida de entender todo lo que puede plantear, sino para disfrutar de unos diálogos inteligentes cargados de la ironía que impone la realidad; de una fotografía impecable sumada a una singular búsqueda estética, en sus transparencias, en sus contraluces y en la búsqueda de un tipo diferente de luz que quizá se encuentre en el concepto de la reencarnación, que no necesariamente es solamente budista.
Prisionero de sí mismo El Derrotado es un film basado en una novela homónima escrita por Leopoldo Torre Nilsson en los años 50. Publicada recién en el 66, y luego extraviada. De viaje por La Habana, Cuba Javier Torre encuentra casualmente el libro de su padre y decide hacer un film. El derrotado suele ser casi absolutamente fiel al texto, en la mayor parte de sus diálogos narra la historia de Julio (Adrián Navarro), quien trabaja en un estudio contable y vive con su mujer Celina (Romina Gaetani) y su hijo de 5 años. Ambos pertenecen a clases sociales un poco distanciadas, él es un jugador compulsivo, que se desespera por las carreras de caballos. Un hombre aprisionado en una situación amorosa y a la vez preso del juego, quien va autodestruyéndose de a poco hasta arribar a la tragedia, luego de haber perdido todo. Una producción muy costosa, con una muy buena dirección de arte, donde tanto la reconstrucción de época (los 50), como la actuación de Adrián Navarro y Rafael Ferro, en ese orden, sumada a la sensualidad de Romina Gaetani (su primer trabajo en cine) son los aspectos más destacables del film. Esta vez Javier Torre no ha recurrido ni a la literatura de Puig, ni a la de Arlt, ni a la de Borges. Sino, que se ha dado el lujo de adaptar una novela de su padre 61 años después. Dijo Javier Torre en la Conferencia de Prensa: "La película emocionalmente me movilizó mucho porque yo era niño en esa época, por ello todo el tema de la reconstrucción me produjo mucha nostalgia" enfatizó. Al preguntársele sobre el casting Javier Torre explayó "Fue una serie de casualidades que llevaron a armar ese reparto. A Adrián (Navarro) me lo propuso Pascual (Condito), el representante de Adrián me sugirió a Romina Gaetani que quería incursionar en el cine, y ella para las escenas de sexo me propuso a Rafael (Ferro) que era amigo suyo". "Hubo una suma de buenas voluntades para hacer la película, desde mi hermano que no me pidió plata por los derechos de la novela, la predisposición de los actores, la participación desde un comienzo de Condito en el proyecto, y hasta el trabajo digital de postproducción que hicieron los técnicos que, por ejemplo, se tomaron el trabajo de eliminar digitalmente todas las cerraduras que no eran acordes a la época, o el color de los ojos de los actores". El cine argentino se vuelca cada vez más al recurso de contar historias, más o menos lineales, pero historias pensadas para que el público no se devane los sesos intentando armar un rompecabezas, que en muchas ocasiones, a pesar del esfuerzo, no lo logra. Algunas veces con más acierto que otras, pero historias al fin.. historias.