Basado en un video secreto de siete horas captado por una cámara de vigilancia en una celda de Guantánamo y hecho público por los tribunales canadienses, este documental revela la dramática intensidad de un interrogatorio que duró cuatro días. Un equipo de la policía secreta canadiense somete a Omar Khadr, canadiense de 16 años de edad, a diversos métodos coercitivos. Conservando el estilo de una pantalla de seguridad, el filme analiza los aspectos científicos, legales y políticos de un diálogo forzado. En octubre de 2010, Omar Khadr fue condenado por una Comisión militar de Guantánamo como criminal de guerra. El film de Henríquez y Côté obtuvo numerosos reconocimientos internacionales en los principales festivales de cine documental, entre ellos el Premio Especial del Jurado del International Documentary Film Festival de Amsterdam (IDFA) y el Premio al Mejor Documental en el Festival It’s All True, de Sao Paulo. 24 únicas funciones La brutalidad sin fronteras Estuvimos en el DOCBSAS 2011. Excelente programación y algunas mesas más que relevantes. Una de ellas la realizada a propósito del caso de Guantánamo, compuesta por Adolfo Pérez Esquivel, Ana Caccopardo, el abogado Dennis Edney, Patricio Henríquez y Luc Côté los directores del film. Una posibilidad única y privilegiada de escuchar los testimonios sobre la prisión de Guantánamo, cárcel que EEUU creo en un territorio robado a Cuba, un espacio donde el tiempo no existe, salvo para sufrir los mayores atentados que se hayan podido ver de un hombre hacia otro, en este caso un niño. Allí no rige la ley, ni la norteamericana, ni el derecho internacional, por eso la brutalidad no tiene fronteras. Sólo existe un sistema de justicia militar, que no se adhiere a ningún tipo de legislación, que es autárquico para el uso y el abuso del poder. Los prisioneros no tienen derechos y son acusados de pertenecer al terrorismo internacional. Sí, como una bofetada de impunidad al mundo les permiten a los acusados una defensa, mediante abogados militares elegidos directamente por el pentágono, los que pueden ser acompañados por algunos abogados civiles. En el 2002 Omar Khadr, un niño canadiense de familia árabe de sólo 15 años fue detenido y hoy con 24 años todavía sigue allí. La razón por la cual permanece allí, sobre la cual no existe ninguna prueba concreta es la presunción de que Omar mató a un soldado de las fuerzas especiales estadounidenses en Julio de 2002, en Afganistán. Dennis Edney, un abogado canadiense viene trabajando en forma ininterrumpida en este caso, defensa que viene realizando con sus propios fondos económicos. Edney expresó que le era muy difícil describir sus pensamientos en estos casi 9 años, cuando fue contratado para defender a un niño-soldado declarado criminal de guerra, cuya acusación no cuenta con ninguna prueba concreta. “A medida que lo iba conociendo y conocía el infierno que lo rodeaba, me impresionaba la forma en que otros seres humanos pueden tratar a otros y cada vez que me iba me sentía como un padre entristecido. Mi defendido estaba en una de las tres cárceles secretas, tres complejos, con los que el gobierno de los EE.UU. cuenta para los interrogativos reservados. Celdas donde los presos están encadenados al piso, meses que no hablan con nadie. Muchas veces al mirarlo veía un niño muy herido, que ve con un solo ojo, que de hecho va en camino de perderlo y que tiene 4 o 5 heridas de bala en su cuerpo. He intentado hablarle haciéndole hincapié en la esperanza, mientras tanto voy de los tribunales canadienses, a los de EE.UU, que son muy diferentes. Seguramente en lo personal este viaje al horror me ha hecho mejor persona. Pero necesito herramientas legales, que no las hay. Hay mucha apatía y de hecho hay muchos detalles que no puedo hacer públicos, siendo uno de los pocos o el único civil que lo visita. Increíblemente en la Bahía hay muchas iglesias y siempre están llenas los domingos, y sin embargo las personas y los soldados que van allí parecen haber perdido la relación entre rogarle a sus dioses y el trato que les dan a estas personas. Luego de realizar las torturas se los promueve para ascender en Guantánamo y de allí el otro ascenso es Irán. En los últimos años he recibido muchas amenazas. Siempre la defensa dura un día y medio y es sin testigos. Cada cama es una celda de tortura y el sonido en el hospital es el grito de dolor de los heridos y torturados. Muchas veces cuando recuperan el conocimiento los obligan a pararse con los pies de punta, y cuando orinan usan su cabeza como trapo de piso, o ponen sus traseros desnudos en su cara y lo obligan a aspirar todo tipo de olores. Esas acciones degradan de otra manera”. Durante meses tuvo que pelear mucho para conseguir que la Corte Suprema de Canadá le ordenara al gobierno, que entregue documentos de miles de páginas en relación al interrogatorio a los cuales había sido sometido Kadr. De este modo obtuvo 7 horas de grabación en video donde los agentes del Servicio canadiense de inteligencia y seguridad sometían al niño a un interrogatorio. Este corresponde a los 4 días entre el 13 y el 16 de febrero de 2003. Donde fueron borrados tramos enteros de la banda de sonido por motivos de seguridad nacional. Una selección de estos es la base de un film que es casi obligatorio ver y donde claramente lo estético se subordina a todo lo que se desprende de lo expresado. El presidente Obama prometió el desmantelamiento de Guantánamo, que hasta el día de hoy no cumplió, probablemente porque no tiene el poder necesario para hacerlo. Pérez Esquivel expresó “que a los EE.UU. no les interesan las opiniones mundiales. Existe una violación sistemática a los derechos humanos, y tanto las cárceles de Irán, Turquía y Guantánamo obedecen a las mismas prácticas usadas por Bush y por Clayton. Todo es aterrador, aunque aquí se trata de un niño, que ahora tiene 25 años, donde cuenta la responsabilidad del gobierno de Canadá. Como sobreviviente de las torturas sabe como un hombre llega a esto y la forma en que lo hacen es a partir del consenso colectivo, es decir si todos actúan de la misma manera. Esto fue muy bien explicado por Silingo en Madrid respecto de la Argentina, donde él explicó como ese mecanismo le inducía a creer, que ese era el modo en que se podía escapar del Comunismo internacional, y cuando regresaban de tirar los cadáveres al mar, los recibían y les decían, que acababan de otorgarles una muerte cristiana”. Ana Caccopardo adhería agregando “que estos mecanismos eran los mismos utilizados en la segunda guerra mundial y que en este sentido la situación de estas personas es un agujero político que resiste, ya que no existen las leyes ni los derechos”. Los directores expresaban que “han hecho una película sobre Omar, pero podrían haber hecho una sobre otras personas maravillosas. Pero lo que más les impresionó de él fue la sabiduría y la ausencia del sentido de venganza. Y sobre todo el deseo de seguir viviendo, ya que los victimarios cada vez que alguien se suicida se lo plantean como una posibilidad aceptable, como un gesto para ser imitado en su situación, O cosas como hacer que se declare culpable con la promesa de dejarlo en libertad en 8 años, y comenzar avisándole de que para que esto salga, la burocracia necesita casi 2 años más”. Publicado en Leedor el 27-10-2011
Un joven fotógrafo vive en una pensión con tres inquilinos y su dueña. Una noche es llamado para fotografiar a la hija de una familia adinerada del pueblo, la cual acaba de morir (a pocos días de haber contraído matrimonio). La madre desea conservar la última imagen de su hija. Cuando, arriba a la casa, se encuentra con ella vestida como una princesa y sonriendo como una bella durmiente en una de sus tres tomas ella abre los ojos, lo mira y lo hechiza. Lo encanta. Este será el comienzo de una mágica y a la vez desesperada historia de amor que transcurre en Douro, donde en 1931 Oliveira dirigiese su primer corto describiendo una jornada de trabajo de los pescadores en las riberas del Duero. Revelando su adhesión a las vanguardias europeas y a la influencia que ejercían en él directores como Robert Flaherty y los documentalistas soviéticos. Oliveira siempre entendió al cine como una manifestación moderna, indispensable y necesaria, y en éste, su film número 23 y a los 102 años (casi los mismos años que la historia del cine) es probable que haya querido rendir una especie de homenaje a los amores de su vida, al cine claramente, y de alguna manera despertar al Olvido rescatándolo desde una planificada inocencia. Con una maravillosa banda de sonido compuesta por dos sonatas de Chopin acompañadas de múltiples referencias literarias, que aluden a José Regio, a quien adaptó en Mi caso(1987), la historia avanza mágicamente, mientras reflexiona sobre la naturaleza del arte y sobre la complejidad del “ser humano”. Atemporalidad, hermetismo y teatralidad son las características de un film donde Isaac, su protagonista principal sale desesperado de su habitación para fotografiar a los labradores que con sus picos en las manos abren surcos en la tierra, y luego cierra la serie con una foto de cada uno de ellos a modo de documentar/l una tarea ancestral, que ya ha sido sustituida por las máquinas, en el mismo lugar en que Oliveira fotografiase a los pescadores. A medida que avanza su amor y ergo su obsesión por Angélica, su ensimismamiento se acrecienta, y solo calma su angustia cuando sobrevuela la ribera del Duero con su amada en los brazos. Dicen que el amor es ciego, y que la locura lo acompaña, y esto suele tener mucho de cierto, en todas las realidades. El extraño caso de Angélica es una reflexión, por momentos muy teatral, (como todo el último cine de Oliveira) sobre lo verdadero y lo falso y sobre la realidad y la fantasía. En los diálogos de los personajes de la pensión hay algunos intentos de racionalizar lo fantástico mediante la ciencia, el saber común, el chismorreo, la filosofía, pero son absolutamente rudimentarios de ex profeso, como la cita de El hombre y su circunstancia de Ortega y Gasset o el dicho:“Yo no creo en las brujas, pero que las hay… las hay”. Estos en su aparente ingenuidad ponen en evidencia todo el tiempo la ruptura de un orden conocido. Orden que el personaje también se cuestiona por momentos en su desesperación por apresar lo inasible. La mirada, la sonrisa, el mágico vuelo por el río, el ingreso a la habitación, donde las manos apenas se rozan recuperan el tono lúdico de los primeros films que transitaron el género de George Melies en adelante. 102 años, un retorno a la topografía de su primer corto, un increíble deseo de seguir soñando, creando y filmando con una imperturbable fidelidad a si mismo. Y una historia de amor que subvierte el orden de lo real. Aquel que todo el tiempo se enfrenta y convive con la conciencia humana: con sus necesidades, sus contradicciones, y su desesperación.
Testimonio de una vocación es un documental sobre la multifacética obra de Edmund Valladares: pintor, escultor, escritor, cineasta y docente. Si hay algo que caracteriza a la obra de Valladares es una particular fuerza contra la visión sistemática de la figuración, camino que ha transitado en todas las expresiones artísticas, y que ha seguido consistentemente a lo largo de su vida. Y que en el caso del cine podríamos hablar de una obra de autor. Intuición y libertad se han sumado a un estilo expresionista, que lo ubica en principio en lo que se llamó la Nueva Figuración de Argentina, alumno de Spilimbergo, con un acento americano en sus pinturas y con las inevitables referencias a Siqueiros, Orozco y más acá a Ricardo Carpani, Carlos Alonso, Gorriarena. Esto a modo de establecer una filiación o un parentesco, ya que la obra de Valladares trasciende las fronteras y aunque tenga a la vez una profunda raigambre con la cultura a la que pertenece, se ha mantenido a una discreta distancia del poder de lo institucionalizado. Aspecto, que ha desarrollado y trasladado maravillosamente a su filmografía, con un film inolvidable como es Nosotros los monos (1971) Seguramente con las mismas intenciones que tuvieran en su oportunidad Tristán Bauer, Rodolfo Durán, Luis Cícero y Eduardo López, a los cuales se suman en esta oportunidad Jorge Valencia y Jaime Lozano, Testimonio de una vocación es un registro minucioso de la obra pictórica, escultórica y fílmica, que se entremezclan con las criticas u observaciones de críticos, con la presencia imprescindible de Valladares y con una desacertada por momentos voz en OFF, con varios errores en la sintaxis y en la presentación de los críticos. En él la pintura es el centro que va y viene en la pantalla, que es finalmente la gran protagonista del film. Un film que cumple con la misión de dar cuenta de una vocación, que en el caso del cine surge en Huinca Renanco (Cba) con el Chaplin de “Carlitos Vigilante”. Y que deja claro su raigambre con el testimonio social y con la búsqueda de una identidad basada en nuestras raíces culturales.
Vaquero es ante todo un film con un sello de estilo que puede inscribirse dentro del género de la comedia. La historia está centrada en Julián Lamar (Juan Minujín) un actor de teatro y cine, que no puede con su vida ni con el entorno que lo rodea. El film comienza con una escena de teatro donde se lo ve con una particular energía pero casi abruptamente cuando sale del escenario esa energía se va desvaneciendo, para dar lugar al rumiador. Julián no puede controlar su mente que no para de hablarle, a la vez que percibe al entorno más como espectador que como actor de su propia vida. Se encuentra perseguido en sus relaciones laborales y no asume ningún compromiso en las afectivas. De pronto, todo parece dar un giro ante la posibilidad de acudir a un casting para trabajar en una producción americana haciendo de vaquero. Si bien es cierto que el mundo en que vivimos es muchas veces de una impiadosa competencia, también es cierto que dando lo mejor de uno mismo todavía se puede vivir en él y generar afectos. Julián es el eterno insatisfecho, que cuando tiene la oportunidad de darle un lugar a los afectos, no puede comprometerse. Lo mejor del film: una radical construcción del personaje principal, la dirección de arte y el vestuario. Y muy especialmente una de las escenas de sexo más tierna y lograda del cine argentino de los últimos tiempos. Minujín, quien ya incursionó como director en el cortometraje Guacho (2007), vuelve al mundo de los actores, de la actuación, del casting, la tv y el cine. Un universo particular, donde cada uno le dice al otro, lo que el “otro” desea escuchar. En Vaquero, su director trabaja con la oscuridad de la mente de su personaje, como una corriente constante de pensamientos que no para de preocuparse por el pasado y el futuro. Ergo tampoco para de sentir que somos una indisoluble identificación entre el ego y el cuerpo. El tema es que la conciencia, al no parar ni un instante para vivir el ahora, se aferra a las experiencias pasadas y se anticipa a todo aquello que va a venir generando un vacío en el presente. Allí surge el miedo y la incapacidad de sentir. Y el conflicto interior y exterior se vuelve norma, justamente por la incapacidad de sentir esa conexión, dando lugar a la ilusión de la separación del mundo que lo rodea. Una característica cada vez más acentuada de la humanidad. Juan Minujín nació en Argentina en 1975 y desde muy pronta edad se desarrolló como actor. En 2007 dirige su primer corto del que también es productor, guionista y montajista. Sus principales actuaciones en cine son: Eva y Lola (2010); El cielo elegido (2010), Zenitram (2009); Vecino; Cordero de Dios e Historias Extraordinarias, esta última ganadora de 10° BAFICI (2008), entre otras.
Estrenado dentro de la Competencia Argentina de la última edición del Bafici, El Estudiante es un film que coloca sobre el tapete, la realidad de los centros de estudiantes pertenecientes a las Universidades Nacionales. El relato está centrado en la historia de un joven que viene de Ameghino, pasa por La Plata y llega a estudiar a la capital, no teniendo claro que es lo que quiere, ya que proviene de varias elecciones abortadas. Poco a poco en contacto con los compañeros de la Universidad irá encontrándose a sí mismo en la figura de un militante carente de ideales, aunque de eso sea de lo que se hable. Por otra parte, aunque no sabe bien qué, ni cómo va a defenderse en ese mundo, la mecánica de éste lo excita lo suficiente ya que le ha permitido descubrir/se una habilidad que además reconocen rápidamente quienes lo rodean. Actividad para la cual es casi imprescindible carecer de principios y de ética. Actitud que obviamente practica en todas las relaciones que establece. Y que son las inexorables reglas del juego con que mueven, la mayoría de las personas que hacen política dentro de la Universidad. Algo así maquiavélicamente hablando, de que: “el fin siempre justifica los medios”. Lo más logrado del film es la agilidad de sus diálogos, la acción que no decae en ningún momento y la idea de colocar la cámara en el interior de ese mundo que se suele mostrarse desde el afuera. Sumado a excelentes actuaciones, en particular la de su protagonista principal en un film recién sacado del horno, ya que los afiches dan cuenta de la reciente muerte del presidente Kirchner. Al margen de que todos sepamos claramente, que ese es el usual modo, en que se mueven la mayoría de las personas que hacen “política”, aunque haya surgido como una actividad humana en beneficio de la sociedad. Y en este caso estemos hablando del contexto universitario. En esta perspectiva, El estudiante muestra, como ese beneficio se transforma, en el uso/abuso de un poder público organizado, para lograr objetivos provechosos para su grupo de pertenencia. Un muy buen film, que en este momento compite en el Festival Internacional de Locarno.
Vivir como se filma y filmar como se vive Hachazos es un documental de Andrés Di Tella sobre Claudio Caldini cuyo resultado es un film hecho en colaboración con Caldini, donde conviven dos estéticas diferentes que responden a la misma creencia de lo que piensan y sienten, que es el cine. No es casual que Di Tella y Caldini se conocieran durante la filmación de “Autogeografía”, una performance de Minujín de 1976, una marca respecto de la relación del arte con la vida. Ambos adhieren a que en el cine como en todo hecho artístico, la historia personal, su autobiografía, se encuentra homologada en la creación. En Hachazos se percibe todo el tiempo una tensión entre el sujeto social y el sujeto textual, una pugna entre representación y construcción, realidad y lenguaje. Lo que posibilita un doble juego entre dos sistemas de lógicas antagónicas: realidad y discurso, vida y obra, que no es ni un reflejo genético de su biografía, ni una ilusión referencial, sino que surge de cruces lingüísticos y culturales sumado a un proyecto creador. Siguiendo a Foucault, en su texto "Las palabras y las cosas" (1985), donde se sostiene que “…el pensamiento en su forma más matinal, es en sí mismo una acción, un acto peligroso.” Aplicado a Caldini, revelaría que como autor no sólo actúa sobre la realidad mediante su obra sino por ende sobre su vida. Llevar toda su obra que es toda su vida dentro de una vieja valija de cuero comprada en la India es más que significativo a la hora de pensar la obra de Caldini y el deseo de Di Tella de analizar mediante este multifacético proyecto su propia relación con el cine. Hay sobradas razones para este proyecto, implícitas y explícitas, personales y colectivas. Caldini es un sobreviviente de un grupo de “antiguos combatientes del cine experimental”, los cuales no han sido relevados en la historia de nuestro cine, y su obra en particular ha sobrevivido todo tipo de avatares guardada dentro de una valija. Dentro del film hemos podido disfrutar de algunas tomas, que como todo film en super-ocho obliga al artista a realizar su propia proyección, ya que no permite copias. Hasta el soporte y su imposibilidad acentúan la relación de la obra con la vida. Ver filmar a Caldini es ver al cine siempre como un experimento cinematográfico, como un acto lúdico, que remite siempre a sí mismo y al mundo que en ese instante lo roza. Un niño que viene jugando hace cuatro décadas luchando como ha podido, con el contexto social y político, que lo ha rodeado, sin claudicar. Di Tella desentierra esta historia, esta persona y esta obra, que comenzó con el juego de un auto=entierro más de treinta años atrás. Espero, que estos restos de vida renazcan con la fuerza suficiente “Porque hoy nací”, como dice la canción, para que estos cineastas en general y Caldini en particular ocupe el lugar, que se ha ganado hace tiempo y pueda continuar trabajando con el poético registro de su subjetividad. Un documental para reflexionar sobre quçe es el cine, y de hecho para disfrutar.
Las relaciones en juego Ferzan Ozpetek nació en Estambul y se radicó en Italia en 1978 para estudiar en la Universidad de Roma. Trabajó un tiempo con Julian Beck y el Living Theatre y pasó al mundo del cine como ayudante del director Maurizio Ponzi. Su primer film fue Hamam, el baño turco (1997) seguido de Harem Suaré (1999) y El hada ignorante (2001), con el que ganó el reconocimiento mundial al conseguir el Premio a las Mejor Película en el Festival de Cine Gay y Lésbico de Nueva York. Su trabajo da cuenta desde sus inicios, de una preocupación por indagar sobre un sinnúmero de temas, donde se destacan las uniones de hecho, la eutanasia, las convenciones sociales y culturales y fundamentalmente la homosexualidad, común denominador en casi toda su filmografía desde que debutara con "Hamam, el baño turco" en 1997. Aunque el director asegura no creer "en la palabra homosexualidad, sino sólo en la sexualidad de las personas", uno de los conflictos planteados en esta película entre una pareja del mismo sexo impulsó un encendido debate en Italia acerca de la legalización de la unión civil entre personas, con independencia de su sexualidad. Tengo algo que decirles aborda dicha temática, pero va mucho más allá. Si bien el film es la historia de Tommaso, el hijo menor de una familia del interior de Italia, quien vive en Roma y viaja a su pueblo con la idea de contarle a su familia la verdad sobre su vida y sus sentimientos. Su hermano mayor escucha previamente su relato, donde le cuenta, que en cambio de ser un administrador es literato, y en cambio de desear dedicarse a la fábrica de pastas de su padre quiere ser escritor y en cambio de gustarle las mujeres está enamorado de un hombre. El inconveniente es que en el momento en que decide plantear su verdad, su hermano de adelanta y le confiesa a su familia su propia verdad. Esta noticia desestructura a toda la familia y Tommaso debe hacerse cargo de la fábrica. El hecho de que ambos hermanos sean gay es un pretexto para hablar de todo aquello que nos ocurre, (o, que en todo caso le ocurre a todos los integrantes de esta familia) cuando se vive a contramano del propio deseo. El deseo no es algo que pueda correrse de lugar, se puede negar, se puede reprimir, pero siempre inexorablemente se cobra la mayor parte de aquello que solemos llamar “felicidad”. Con la forma de una comedia, por momentos bufa, por momentos dramática, Ferzan Ozpetek con su habitual maestría, nos muestra el retrato de una familia para hablar de una sociedad pueblerina, alcanzando en algunas escenas, momentos de una particular belleza. La historia de la “Nonna” es el eje que atraviesa el film, a través de un flash back que la muestra con su amor imposible y representa también la primera sumisión a los mandatos sociales. Con una excelente actuación de Riccardo Scamarso y Nicole Grimaudo, trabajada en primeros planos con el énfasis puesto en la mirada, el film avanza hacia una historia coral, a la vez que cada personaje nos remite a mostrar algún deseo imposible. Riccardo Scamarcio encabeza el reparto, convertido en el nuevo galán del cine italiano con títulos como "Tres metros sobre el cielo", "Romanzo Criminale" o "Mi hermano es hijo único". Además, intervienen Ennio Fantastichini y Lunetta Savino (No basta una vida), Nicole Grimaudo (Baarìa), Alessandro Preziosi (El destino de Nunik) y Elena Sofia Ricci (Todos tenemos un ex) entre otros. "Tengo algo que decirles" se llevó 2 David de Donatello y una Mención Especial del Jurado en el Festival de Tribeca. Tengo algo que decirles es un film absolutamente recomendable, por momentos poético, de pronto hilarante y a veces paródico, que muestra el abanico de posibilidades dentro de las relaciones humanas.
Nada es para siempre Un film que narra, en blanco y negro, la historia puntual de la Cinemateca Uruguaya como institución no estatizada, y el espacio, que ocupan las mismas sumado al estado, del llamado Cinearte en la actualidad. El film tiene como protagonista a Jorge Jelinek, excelente crítico y agradable persona, que intenta componer al director de la misma. La pertenencia al medio y su pasión por el cine hace que se mueva cómodamente en algunas escenas del film, como la que se produce en la radio, con otro crítico, una reflexión muy emotiva respecto a como aborda su oficio y qué es lo que privilegia, además de un llamado solidario a la comunidad. No obstante colocar sobre el tapete las problemáticas institucionales y cinematográficas, la escena citada y un giro radical, que hace Jorge dando unos saltitos muy graciosos, en las escalinatas de la Universidad Nacional de Montevideo, no ameritan haberle otorgado el premio al mejor actor de la competencia oficial internacional en el último BAFICI. Una muestra de un amiguismo, muy afectuoso para los amigos, pero muy irrespetuoso para el resto de los actores y muy buenos, que los hubo. Un film tierno, inocente, que por momentos genera una impotencia, muy bien resuelta, para los que aman el cine y aquellos espacios particularmente queridos en que muchos se formaron.
Un western criollo y federal. Basada en un cuento de Antonio Di Benedetto esta ópera folklórica de Fernando Spiner es otra apuesta más de su director a lo diferente. Esta vez su desafío fue hacer una película de gauchos, con la idea de la venganza del cuento original, que es el corazón del film. Con ocho versiones, y ambientada en los valles calchaquíes, cuya referencia de época es la marcha de San Lorenzo, (cantada por los buenos y silbada por los malos, y remixada para los créditos finales) este western criollo narra las aventuras de un gaucho mal llevado, resentido, y asesino, que luego deviene en santo. Western místico, que profundiza en el amor, la venganza y la redención, Aballay esta inspirado en el Tesoro de la sierra madre de John Huston, La pandilla salvaje de Sam Pekimpash y en nuestra autóctona Pampa Bárbara de Fregonese, entre otras. Otra de las felices apuestas de nuestro cine, heredero de la tradición de Lucas Demare, de Favio, de Sóficci. ¡Bienvenido a la cinematografía argentina! Sobre FERNANDO SPINER Nació en Buenos Aires, en 1958. Es licenciado en la Escuela Nacional de Cinematografía, y estudió en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma. Dirigió cortometrajes como “Testigos en cadena” (1983) o “Gracias Che Cortázar” (1986). Dirigió series de la TV argentina, como “Cosecharás tu siembra” (1991) y “Poliladron” (1994), así como la miniserie “Bajamar, la costa del silencio” (1998) por las que fue nominado al Premio Konex como Mejor Director de Televisión de la década, antes de debutar en el largometraje con “La sonámbula” (1998), a la que siguieron “Historias de la Argentina en vivo” (2001), y el largometraje de ficción “Adiós querida luna” (2003). Vinieron a continuación el telefilm “Reflexiones de una vaca” (2003), también para la TV, “Cuentos clásicos de terror” (2004) y “El vigilador” (2004), el documental “Angelelli, la palabra viva” (2006, codirigido con Víctor Laplace) y, finalmente, “Aballay, el hombre sin miedo” (2010).
El túnel de los huesos es la ópera prima de Nacho Garassino, la cual está basada en un hecho real: la fuga de siete reclusos de la cárcel de Villa Devoto, investigación, con la que Jorge Ragendofer obtiene el Premio Príncipe de Asturias. El film es un relato circular, donde Raúl Taibo (protagonista) va a contar la historia de esta espectacular fuga. En ella, siete reclusos cavan un túnel desde el hospital a la cárcel y, cuando están a pocos días de realizar la fuga se encuentran con un macabro hallazgo: los cadáveres de casi un centenar de presos, bajo sus muros. Este descubrimiento hace que todos sellen un pacto con los muertos: dar a conocer su existencia. Este racconto, también forma parte de la realidad, ya que en diciembre de 1991 un grupo de periodistas interesados en este hecho, interpelaron a un vocero de la policía. A posteriori, uno recibió una llamada en la redacción del periódico donde trabajaba, luego aceptó ser trasladado a un suburbio del conurbano bonaerense, y allí uno de los prófugos dio comienzo a la narración de esta experiencia límite, a la cual el periodista tituló, “El túnel de los huesos” Cuatro semanas de rodaje en la cárcel de Caseros y una semana más en locaciones diversas, contribuyen al resultado de un film típico de fuga marcado por la acción. No obstante hay un trabajo con la intimidad, con las emociones, que de algún modo lo emparenta con un cine intimista. Si bien es claro, que el film es una reconstrucción de un hecho real, deja entrever la posibilidad de que esos cadáveres hayan sido prisioneros políticos de la dictadura, o presos comunes del motín de 1977, donde hubo una sangrienta represión. Un film discreto para un género poco trabajado en la Argentina, con algunas licencias, que podrían resultar inverosímiles en algunos casos. El tema es justamente, que cuando el espectador se enfrenta a este tipo de films suele asociar referentes inadecuados. No obstante hay un desfasaje en la mirada del vestuarista, que se da sobre todo en la figura de Vulcano (Raúl Taibo), que muchas veces desea mantener su vestimenta en composé, lo que contribuye a atentar contra la verosimilitud.