Resulta muy difícil ver un film de los hermanos Dardenne, y no sentirse atrapada por su construcción en todos los sentidos. Su profundo acento en la temática social, la salida redentora de sus personajes, y el cruce de límites de los cuales cuesta retornar. Todas marcas de la estética dardenniana. Es posible que Rosetta sea, además de uno de sus mejores films, el referente de un canon propio, y al que siguen apostando, aún con el riesgo de bordear el complejo terreno de repetirse. Esta vez la historia gira alrededor de un niño llamado Ciryl del que en principio sólo sabemos que desea recuperar una bicicleta y que vive en un hogar para niños en estado de abandono. A medida que avanza el relato una peluquera se ofrece como hogar sustituto de los fines de semana, no obstante el niño insiste en ver a su padre, pero éste no quiere porque no puede “emocionalmente” hacerse cargo. Sin duda esto irrita al espectador, es complejo entender tanta incapacidad e inmadurez. Esa otra de las constantes argumentales de su cinematografía “la incapacidad de hacerse cargo” de la responsabilidad que implica ser padres. Para compensar, la verosimilitud siempre está puesta en los actos cotidianos, tanto realismo en muchas oportunidades desborda. El niño deambula con su bicicleta por la ciudad, un acontecimiento complica su recuperación, y esto genera la lucha de Samantha (Cécile de France) quien a costa de perder a su pareja o endeudarse sigue apostando a dar amor y a construir un vínculo de madre e hijo. Mientras tanto y sólo por momentos escuchamos a Beethoven que suena para dar mayor profundidad a los sentimientos que se producen dentro de ese niño, y que no consigue procesar y aceptar el abandono. La interpretación de Sibyl es casi estrictamente visceral, hay pocas palabras… las necesarias para percibir que las heridas necesitan tiempo para cerrarse. Un pequeño film hecho con la habitual maestría que los caracteriza, una actuación destacable de Cécile de France, un film ascético, casi minimalista, donde la insistencia y la dedicación de un ser humano por otro logra finalmente sanar.
Un suceso feliz es primero que nada, una historia de amor narrada en sus comienzos como una comedia romántica, casi en tono de fábula, con la idea de mostrar lo que todos conocemos como tal. Aunque nunca se sabe bien dónde y por qué comienza una relación amorosa, de alguna manera el desarrollo es siempre muy similar. El enamoramiento es un acontecimiento que hace creer a las personas que el amor puede con todas las dificultades, y claramente suele ser así. Lo que quizá no se cuenta habitualmente es que la realidad suele trastocar bastante las expectativas que “espejo mediante” imaginamos sobre y con el “otro”. Porque ese otro viene a reparar todo aquello que “nuestros seres más queridos y próximos” no supieron realizar para hacernos sentir lo suficientemente felices y protegidos. Bárbara (Louise Bourgoin) esta escribiendo su tesis final sobre el Tractatus de Wittgenstein, y Nico (Pio Marmaï) trabaja en un Video Club. Es posible que su gusto por el cine contribuya bastante a que ambos se perciban como interlocutores válidos. Y así comienza el juego…….. Con ánimo de Amar, entre otros guiños cinematográficos entre cómicos y tiernos. Mientras la feromona sobrevuela a su alrededor, la relación crece y los dos deciden hacer “un bebé”. A partir de esta acción amorosa el film gira hacia la verdadera intimidad, la de la cotidianeidad, la de los miedos e inseguridades propias de todo cambio, sobre todo aquel que genera en la vida de las personas el suceso feliz e inigualable de parir un hijo. Hecho que a su vez atraviesa la cabeza y el corazón de ambos, pero sólo el cuerpo de una, literalmente hablando: el de la madre. Las dificultades psico-sexuales a las cuales se enfrentan la mayor parte de las mujeres, y los múltiples fracasos que la hacen pasar por cierta excitabilidad cercana a la histeria, o rozar la depresión o, más comúnmente la frigidez, comienza con el cambio de objeto, el que la lleva a elegir al padre en lugar de la madre como compañero erótico, donde el deseo de la mujer está en realidad dominado por la angustia. Y es justamente “la maternidad”, como proceso, la que enfrenta a la mujer con una nueva experiencia del objeto: que es el hijo/a, la única oportunidad- a repetición- donde la mujer encontrará la posibilidad de deshacerse del repliegue sobre sí misma y consagrarse al otro, con el riesgo siempre latente de encerrarse en la omnipotencia. Que en el film lo muestra en tono de parodia con un grupo de amantes de la lactancia a toda prueba, que no son una ficción. En ese aprendizaje doloroso, sublime, intransferible e interminable la mujer se reencuentra a su vez con el vínculo primigenio: su madre. ¿Cuando se comienza a ser madre? : ¿Cuando el test da positivo?, ¿Cuando los pechos cambian y el cuerpo de transforma? ¿Cuando el bebé comienza a moverse? La realidad nos dice que todas estas son algunas de las características propias de la maternidad, pero paralelamente ocurren otras, que no son precisamente felices, el listado es largo… y conocido. Lo cierto es que se es madre en el momento en que ese otro sale del cuerpo, y se nos presenta con el suyo visible a los ojos sobre nuestro pecho. Es verdad, que tanto este tipo de padres, como los adoptivos realizan a este punto una experiencia similar. Pero el sufrimiento, que implica parir existe, es uno de los tres dolores más fuertes reconocidos por la medicina, que luego se olvide o que se olvide casi instantáneamente es algo muy común en todos los sufrimientos que transcurren en el cuerpo físico, no así en la siquis que tiene otros tiempos. Allí se inicia un camino sin regreso, porque madre se es para toda la vida, para suerte de unos y para desgracia de otros. El tema es que ese camino será muy diferente si se lo transita con una cierta madurez. O si es un duo que se encuentra en pleno crecimiento. Como es el caso planteado en el film. Tener un hijo es felizmente algo posible para casi todas las personas, pasar una sucesión interminable de noches sin dormir entre tetas y pañales, con una pareja que se rehúsa a ayudar a cambiar las mudas porque le da asco o quiere dormir, y no hay a quien recurrir. Y si llega una ayuda no sirve, y si paralelamente se tienen otras aspiraciones, y hay tiempos pactados para llevarlas a cabo. Y no se es Angelina Jolie, que muy probable tendrá las niñeras necesarias para dormir en paz. No es algo posible para todas las personas. Y es normal un desajuste emocional. Y esto es lo que quiso contar en su novela Eliette Abecasssis. Con la gran ironía de que su director Remi Bezancon en un reportaje realizado por Paraná Sendrós confiesa que se pone más de parte del joven que de la embarazada. Lo cual es maravilloso, sobre todo si pensamos que la adaptación la realizo con su esposa y tuvo además dos productoras que lo alentaron. Es sin duda para reflexionar doblemente sobre el peso que tiene la maternidad como mito, al menos en este que plantea el film. El peor enemigo de este film es haber querido dar cuenta de TODO, de absolutamente todo, desde un marco teórico completo para una tesis doctoral sobre el TractatusLogico-Philosophicus de Wittgenstein, de cada instancia pormenorizada en la evolución de la maternidad, de toda la problemática, que tiene Bárbara con su madre y su padre, de la relación de Nico con una madre, de la cual le falta despegarse. Paralelamente digamos que tiene un guión impecable, pero agreguemos, que no deja nada librado al azar. Absolutamente todo queda explicado. Hasta una novela final. Eso sí con una fluidez increíble, con una fotografía excelente y con una banda sonora muy bien pensada. Lo mejor del film además de lo expresado y de sus grandes actuaciones -Louise Bourgoin impecable- es atreverse a mostrar la versión privada de la maternidad en una pareja joven, con las mejores intenciones de amarse, que es la que generalmente no vemos, aunque un poco exacerbada, casi como si los bombardeos emocionales de Bárbara se trasladasen a todo el film, donde la alegría, la tristeza, el amor, la desesperación, la neurosis, la experiencia y la inexperiencia conviviesen de algún modo en todos los personajes, desde la partera, pasando por todos los integrantes de ambas familias hasta el tutor de tesis. ¡Como en la vida! Nada más y nada menos!
La costumbre de in-ventar la realidad. Una nueva apuesta al cine de género, resultado de una adaptación de la novela homónima del marplatense Carlos Balmaceda, quien incursiona en el cine como co- guionista. La Plegaria del vidente (2001) está inspirada en un hecho real ocurrido en su ciudad natal en 1996, donde supuesta-mente un asesino serial mata a un grupo de prostitutas, acontecimientos nunca esclarecidos del todo y que devienen en un posible ajuste de cuentas entre la policía y un grupo de trata de blancas. Este segundo largo de Gonzalo Calzada, protagonizado por Gustavo Garzón, Mimí Ardu, Valentina Bassi, Juan Minujín, Vando Villamil y Rodolfo Ranni, surge a partir de la lectura de la novela, más precisamente de una escena donde aparece el cadáver de una prostituta estrangulada en las afueras de la ciudad, lo que dispara su deseo. La historia, -que en la novela está contada en primera persona- gira en torno a las subjetividades de tres personajes: El Vasco, un detective obsesionado con la muerte de su hija, quien trabaja junto con Natalia, una médica forense; Riveros, un periodista policial, y Mauro, un vidente, quien tiene el poder de ver fragmentos de los asesinatos, personaje que le aporta la dosis fantástica al film. Balmaceda se inicia en la literatura dirigiendo una revista de una cadena de supermercados marplatenses llamada Toledo. En 1985, su primera novela La otra muerte recibe la faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores y en el 2003 escribe El evangelio de Evita, la cual es adaptada al teatro por él mismo. Donde el escritor imagina lo sucedido en un viaje de Evita a Mar del Plata, posterior a la renuncia de su candidatura a la vicepresidencia. Existe el rumor, que en compañía de su confesor y amigo, el sacerdote jesuita Hernán Benítez, ella comenzó a escribir unas memorias que revelarían entretelones de su vida. Nadie sabe si esos escritos existieron en realidad, pero Carlos Balmaceda jugó a imaginar un contenido, con la idea de relevar las contradicciones de nuestro país, y lo logró. Actualmente acaba de escribir Manual de Caníbal, donde de alguna manera une sus orígenes, gastronómicos- culinarios, con su preocupación como periodista y escritor, que está centrada en cuestionar el valor de “verdad”, que el espectador/lector le atribuye hoy al discurso político, una construcción, que se hace realidad todos los días, en el escenario de los “medios de comunicación”. De allí, que esta ficción, que se estrena mañana en Buenos Aires tenga la pretensión implícita de contribuir, a que se entienda mejor la realidad en la cual vivimos, elección estética mediante, de trabajar con los códigos del cine- noir, en un thriller con una fuerte impronta de videoclips, edición, que para el género no resulta operativa por dos razones: la primera, porque se pierde el clima de suspenso, y la segunda, porque transitivamente se reduce un elemento fundamental, que es el dramatismo. Con el objetivo de sumarle realidad hay un pequeño exceso en algunas escenas en extremo sádicas, que aunque son parte del género, lo apartan de su eje de reflexión, que es la denuncia de la corrupción política y policial, de una Mar del Plata opuesta, también en extremo, a la del imaginario de “la feliz”. Imaginario que Carlos Balmaceda conoce a fondo como sujeto de su escritura, y como marplatense, sobre todo en su último libro, que es un repaso de los últimos 100 años de historia de nuestro país, al cual se suma un análisis de la violencia, y en el otro aspecto relevado, como yerno del Juez Pedro Federico Hooft, una personalidad conocida en la ciudad, no sólo como especialista en Bioética, famoso por su fallo a favor de la “muerte digna”, sino también como “el juez que dio salida al primer hábeas corpus, presentado a raíz de la llamada Noche de las Corbatas (Julio de 1977), liberando a uno de los abogados secuestrados, Camilo Ricci. Decisión que le valió un reconocimiento (que no volvería a repetir), y por lo que a posteriori fue cuestionado por más de 100 causas sea por acción u omisión a favor de la dictadura militar. Sabemos que las enfermedades brotan con las dictaduras, pero también sabemos de la intolerancia, que a veces tiene la democracia. Ambas forman parte de esa realidad, la que se nos da a conocer por los medios y aquella que el sentido común debería obligarnos a deducir. Un comisario Un periodista y Un vidente. Tres personajes, tres miradas en busca de “la verdad”, que probablemente nunca conoceremos, que los enfrenta a sus propias verdades, en una celebrada apuesta al género en el segundo film de un director, que ya comprobó talento con Luisa, interpretada por una multifacética y excelente actuación de Leonor Manso (2009).
Es probable que esta sea la mejor actuación de Glenn Close con la cual debería haber obtenido el Oscar. También es cierto, que esto es lo más destacable de un film que por su temática podría haber alcanzado a generar múltiples reflexiones en torno a una realidad tan compleja y rica como ha sido la modificación de la identidad, como elección –en algunos casos- obligatoria para la subsistencia. Puntualmente me refiero a convertirse en hombre para poder tener un trabajo medianamente digno, en una sociedad marcada por la discriminación de los sexos. En una época donde en Irlanda, tanto el tema de la homosexualidad como el de la transexualidad hubiesen sido “los temas para relevar” este personaje reconcentrado y obsesivo, impecable en su interpretación, se vuelve poco a poco inconsistente en un guión que hace agua por todas partes. Y todo ese inmenso esfuerzo de la excelente construcción del personaje resulta fallido. Un secreto casi obvio, un triángulo amoroso sin grandes aristas, una frustración con un final previsible. Y sobre el tapete? Quedan solamente algunas supuestas intenciones? Acompañadas de una actuación sorprendente como pocas, con momentos que podrían haber sido memorables! ¡Zapatero a tu zapato!
Escenas de peronismo explícito A modo ya no de sinfonía, sino de cumbia del sentimiento, PUTOS PERONISTAS narra la historia de la presentación en sociedad de la “Agrupación Nacional Putos Peronistas”, la primera agrupación peronista gay en la Argentina desde su antecedente, el Frente de la liberación homosexual creado a principios de los 70. La idea que está dentro del film, y que es importante relevar por su carácter social es la doble marginación que sufren estas personas que habitan en su mayoría en nuestro negado Conurbano Bonaerense. Porque como bien dice una de sus protagonistas Ariana Cano, primera locutora transexual del país, vestida de Evita, en una gran fiesta.. “¡El puto es peronista, el gay es gorila!” y luego puntualiza “No somos un grupito gay más, no formamos parte de un gueto, creemos que la única minoría es la maldita oligarquía”. Los presentes, muchos, le cantan: “Acá están, estos son, putos, tortas de Perón”. Desenfado y celebración e ironía: “esta película contiene escenas de peronismo explícito”. Son las marcas de una estética sin concesiones, que alude a la triple marginación: la elección sexual, la condición económica, y la pertenencia política. Y esto flota en el aire en nuestra cotidianeidad, porque desgraciadamente no es lo mismo ser pobre, vivir en los márgenes y ser homosexual, lesbiana o travesti, que tener una posición social X, como juez, abogado, economista, empleado público finalmente, tener un cierto bagaje cultural y habitar y moverse en otros círculos, como los intelectuales por ejemplo. Esto es real y es ajeno a las pertenencias políticas además, claramente. Como bien lo muestra el cine de José Celestino Campusano. Duro No? O mucho más suavizado, en el barrio Talleres de la cordobesa De Caravana. Su director realiza una especie de “road movie” muy visceral por las paradas de ruta, bares de todo tipo, los espacios donde se reúnen Pablo Ayala, portero de escuela y militante de la Juventud Peronista de La Matanza, La Matías, peluquero de barrio y transformista de noche y la Lara, mucama travesti de día y prostituta de noche, quienes finalmente arriban a la Plaza de Mayo, donde la Marcha del orgullo gay, va a coincidir con el día del militante peronista. Hay escenas elegidas de ex profeso, entiendo, un tanto patéticas, que no le aportan demasiado al film, sino que al contrario diluyen su sentido inicial y esto ocurre en el entierro de nuestro ex presidente, donde se podía haber acudido a mostrar tanto “otro” de lo que sobraba en materia de sentimiento. Lo cual es una lástima porque la intención es relevante, y esto no tiene que ver con la convicción o no, de que el Peronismo sea el único movimiento capaz de concretar una utopía de igualdad, para que en el pueblo reine el amor, porque esto al menos por ahora está muy lejos de las posibilidades concretas de esta sociedad en que vivimos. Lamentablemente, porque el poder es el poder provenga de la clase que provenga, aunque es siempre más refinado, si en cambio de estar tan asociado a lo económico se asocia un poco al saber. Por lo que por otra parte no quita, que haya instancias que apuntan a la catarsis, que amerita mostrarlas para dar cuenta de que existe por fin, una apropiación de la palabra puto con la intención de vaciarla del contenido ofensivo, para llenarla de un contenido político anclado al imaginario de la justicia social, para de este modo poder asociarlos a aquellos descamisados de 45 y así poder lograr pasar a ser protagonistas de la Historia.
"Abrir puertas y ventanas" es una coproducción entre Argentina, Suiza y Holanda entre (Ruda Cine, Fortuna Films, Alina Film y Bordu Films) contó con una ayuda de la Swiss Agency for Development and Cooperation (SDC) y, en este sentido, cabe aclarar que Milagros Mumenthaler nace en la Argentina en 1977, vive en Suiza hasta los 17 años, y regresa a su país para terminar de cursar sus estudios en Mar del Plata. Posteriormente se traslada a Buenos Aires para realizar su carrera de Directora en la Universidad del Cine. En 2004 recibe con su corto El patio el premio al mejor cortometraje en el 6° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) y en 2006 obtiene la mención especial del jurado oficial en ese mismo festival con Amancay. Protagonizada por María Canale, Martina Juncadella y Ailín Salas (con la participación de Julián Tello), Abrir puertas y ventanas es la historia de un verano en la vida de tres hermanas, a las cuales se les acaba de morir la abuela que las ha criado. Una nueva apuesta sin concesiones al cine de autor, que retorna al abordaje de las ausencias afectivas, al entretejido de las relaciones entre hermanos, a las relaciones impuestas, donde el amor que se supone incondicional, muchas veces convive con un sentimiento de rechazo. Una poética basada en la sutileza de los actos cotidianos y en la morosidad que va y viene entre la palabra y la imagen. El Astor de Oro de Mar del Plata (y el Leopardo de Oro del Festival de Locarno 2011) fueron este año para Abrir puertas y ventanas, la ópera prima de Milagros Mumenthaler, quien participó en la Competencia Internacional con Danielle Arbid, Adrian Sitaru, Nicolas Klotz, Julia Loktev, Shinji Aoyama, Mia Hansen-Løve y Sebastián Lelio, junto a El estudiante, de Santiago Mitre; y Papirosen, de Gastón Solnicki, quienes participaron en la sección Cineasti del Presente.
Un compromiso con lo humano Quien recuerde al Kaurismaki de Un hombre sin pasado (2003) puede afirmar que los temas que le preocupan a este gran director finlandés son siempre los mismos: la marginación, el desempleo (en este caso la inmigración clandestina) por ende su trabajo está centrado en los estratos más bajos de la sociedad y en las situaciones límites que de ellos se derivan, para poder mostrar una visión particularmente realista de la sociedad, por lo general de su país. Como el Malku Peltola del citado film, el personaje y la historia que rodea a El puerto coloca en evidencia ciertas características negativas del hombre para transformarlas en un verdadero soplo de aire fresco, y enfrentarse con la inocencia y la bondad de sus personajes, que emergen de esa realidad como verdaderos sobrevivientes. Le Havre es uno de esos films que nos hace sentir que la solidaridad y el amor al prójimo, o sea la amistad verdadera son dos características esenciales con las cuales es posible combatir la injusticia y la maldad que se instala en el mundo. Si bien el tema que subyace es la inmigración clandestina, que de hecho es un tema actual, este termina siendo un pretexto que le va a permitir además rendirle un homenaje al cine. Esta vez, ese inmenso respeto por la humanidad de sus personajes tiene otro escenario geográfico, que no podía estar en otro lugar que no fuese Francia, simplemente porque es el referente del comienzo del cine. La historia gira alrededor de Marcel, (André Wilms) un hombre de unos 65 años, que trabaja como lustrabotas en el puerto, un empleo casi en extinción, al cual no se sabe como ha arribado. Ya que hay indicios de que en algún momento ha pertenecido a alguna esfera del arte, y que ahora lleva una vida apacible junto a su mujer Arletty(Katy Outinen), que lo que gana no le alcanza para sobrevivir, pero que vive en armonía consigo mismo y con los demás. De pronto esa existencia apacible se complica por el encuentro con un niño africano, que llega al puerto en un contenedor pero que logra escapar de la policía, paralelamente su mujer se enferma y debe permanecer en un hospital con un diagnóstico terminal, que no le es comunicado en profundidad. Marcel a pesar de ese contexto se apiada de ese joven y decide ayudarlo a reencontrarse con su madre en Londres, ya que su padre ha muerto. Mientras, un caricaturezco detective Monet interpretado por Jean-Pierre Darrousin, bien a lo Humphrey Bogart. le pisa los talones. Desde sus primeros planos donde esas sombras de pasajeros fuera de campo se proyectan en el espacio iniciático del séptimo arte, que representa el tren, El puerto es un homenaje al cine, pasando por la similitud del rostro del chico de Los cuatrocientos golpes, al rescate de Litle Bob, una gloria del rock star. El tono de fábula y el humor contribuyen a parodiar al cine negro, con un inspector que no se quita ni los anteojos, ni el sombrero y que ingresa al bar con una piña en la mano, que le acaba de dar alguien que supuestamente ha tenido alguna relación amorosa con él, mientras le pregunta que tanto quiere al que transgrede la ley protegiendo al niño. Fiel a una estética que apela a una fotografía impecable, el color y la música ocupan un nivel de relevancia muy posiblemente con la idea de contribuir a hacer de este film un canto a la esperanza y a la ilusión de vivir. Todos los personajes de Kaurismaki tienen y mantienen, aún en las peores circunstancias, esa dignidad a la cual ni la pobreza ni el sufrimiento amedrentan, como el abuelo en prisión que se define como el albino de la familia, o la esposa de Marcel en el hospital, que no desea que la vea en tratamiento y a la vez le pide que le traiga su vestido amarillo cuando termine con el mismo, como un personaje salido de la década de los 50. Ese tono de fábula es el que permite que los personajes entran y salgan de la realidad como sobrevivientes mediante la bondad de sus actos. – "Ya me curé, podemos volver a casa" - le dice Arletty a su marido. Y esto, que puede ser un milagro forma parte tanto la ética como del particular estilo de su director que enriquece no sólo al cine, sino a la vida. Publicado en Leedor el 7-03-2012
Entre el lirismo y el erotismo Se estrena por fin en Buenos Aires 35 Rhums, un film tan particular como toda la filmografía de Claire Denis, atravesada por una concepción sensitiva de la narración, incluso en sus trabajos como documentalista. Luego de trabajar como asistente de Wim Wenders, Jim Jarmusch y Costa Gavras, entre otros, decide realizar su primer film, Chocolat, 1988, una reflexión semi-autobiográfica, donde una francesa criada en Camerún regresa después de 20 años, a un país ya independiente. Allí la tensión (una evidente y reprimida atracción sexual) estaba focalizada entre la madre y el criado. Siempre en un clima emotivo, sobrio e íntimo con actuaciones impecables. Porque las temáticas sobre la que reflexiona Denis son aquellas que implícitamente aluden a los miedos ancestrales y a los tabúes. Y por ende a los cuerpos. Cuando se habla de sobriedad es porque su estrategia narrativa está basada en cómo y dónde coloca la cámara, en su trabajo con los silencios, siempre llenos de tensiones contrapuestas- como los cuerpos- en un juego insistente y sutil, que socava el imaginario de las obligadas formalidades de las relaciones humanas. Interpretada por Alex Descas (su actor fetiche) un hombre viudo, que vive con su hija Joséphine. (Mati Diop) en un clima de convivencia casi perfecto basado en el amor que ambos se tienen y que demuestran en las pequeños actos de la cotidianeidad, -partiendo de la compra de la arrocera-, en una convivencia marcada por el respeto, y la repetición maravillosa y obsesiva -por momentos- de sus rituales privados. Esta vez la historia se encuentra focalizada en la relación entre un padre y su hija quien transita el final de su adolescencia: ambos van a enfrentarse a cambios en sus vidas, el se encuentra próximo a su jubilación, y ella comienza a sentirse atraída por el sexo opuesto. Por una parte está la visión del padre como maquinista de un tren, quien tiene entre sus amigos, a uno muy cercano, que se suicida luego de su jubilación. Ella es una estudiante de sociología muy conciente de sus capacidades oratorias. Y por otra parte están “los otros”: una mujer solitaria amiga de ambos desde hace muchos años, quien sueña con el amor del padre y un joven también solitario, quien esta enamorado de Joséphine. Pero padre e hija viven en un mundo casi impenetrable, en su propio, intimo y perfecto mundo…cuya escena emblemática son ambos enfocados de atrás durmiendo improvisadamente en el camino con una frazada tirada en el pasto, mientras el padre asiente con su silencio a una frase con cual la hija sintetiza esa relación. Podríamos quedarnos todo el tiempo de este modo y sería feliz. Por su parte la mirada fascinada de la cámara se detiene durante todo el film en unos primerísimos planos, en sus cuerpos, en sus manos… ya en Beau Travail, 1999 esta misma actitud contemplativa se posaba en el cuerpo de los soldados, objeto uno de ellos del deseo de dos de sus superiores, que Denis lleva al extremo en Every Day, 2001. Una historia maravillosamente narrada, que en este caso se mueve entre el lirismo y el erotismo, de una directora, que trabaja con su mismo coguionista Jean Pol Fargeau, con Agnes Godart en la fotografía y con Stuart Staples y Tindersticks en la música. La escena en el bar da cuenta del quiebre necesario en la relación padre e hija, en un festín de miradas y cuerpos que se rozan al compás de la música. Del mismo modo que en el ámbito de lo cotidiano lo ocupa la presencia de una segunda arrocera en la casa. Un film para no dejar de ver! Unite al grupo Leedor de Facebook y compartí noticias, convocatorias y actividades: http://www.facebook.com/groups/25383535162/ Seguinos en twitter: @sitioLeedor Publicado en Leedor el 11-05-2012
Cómo y por qué se llega a la tragedia Cuesta reconocer que la infancia es la circunstancia clave del ser humano donde se evidencian las marcas que luego van a constituir la adultez. Antes se pensaba que el desafío tanto para los padres como para los maestros era la adolescencia. Pero hoy sabemos claramente que la niñez es la clave donde suceden los mayores conflictos e interrogantes. Tenemos que hablar de Kevin trata de esto, aunque el mayor problema de la familia en cuestión sea justamente no hablar y negar la existencia de una realidad a costa de la propia vida y de la ajena. Una pareja de clase media alta, con una buena relación entre ambos decide tener un hijo. Eva es una mujer plena en su relación amorosa y como profesional. Se dedica a escribir y editar guías de viaje, un trabajo bastante hedónico. Esta casada desde hace años con Franklin, un fotógrafo que trabaja en publicidad. Cerca de sus cuarenta años y tras muchas dudas nace Kevin, el producto de esa decisión. Desde el comienzo de su relación con el hijo, nada se parece a los mitos creados y mantenidos por hombres y mujeres desde que el mundo es mundo. Ella siente que Franklin prosigue su vida normalmente y ella debe privarse de placeres que le son importantes como el sexo, la gimnasia o el vino. El pequeño Kevin desde que nace será una prueba a la paciencia de la madre, que es en realidad con quien tiene el conflicto mayor, y a quien tortura sin pausa. Lo que comienza con llantos interminables, berrinches, escenas de histeria, va evolucionado lentamente hacia una violencia en principio invisible, que va adquiriendo con el correr del tiempo mayor visibilidad y mayor impunidad. Kevin piensa que todo el mundo gira alrededor de él y poco a poco aprende con mucha inteligencia a dominar el hogar con continuas demandas, ataques de ira, recurriendo a múltiples estrategias, con cinismo y falta de compasión. Estas marcas vienen acompañadas de una absoluta ausencia de culpa por el dolor que desencadena en el entorno, y de una incapacidad de empatía, mientras la madre que es su blanco predilecto boya entre el temor, la duda y el miedo a plantear una realidad, que no obstante la desborda, pero sigue siendo más fuerte mantener esa supuesta armonía familiar, incluso decidiendo la llegada de una hermana a esa casa, que en ausencia del padre se parece más a un campo sórdido de batalla, donde victimas y victimarios se acomodan cada vez en sus roles patológicos: Alguien que es sólo un niño pero que actúa como un monstruo. Ella, que hace intentos por establecer una relación emocional, cuyo resultado siempre es quedarse atónita y no hacer nada, ni imponerse, ni poner límites. El, absorto en su trabajo, típico macho que llega a su casa en busca del paraíso y de la propaganda de la familia feliz, de esas que comen pochoclo mientras miran la TV, y no percibe ni el agotamiento de la madre y minimiza hasta el absurdo la conducta del niño y desestima y malinterpreta los pocos comentarios de esta. El complejo de Edipo fue uno de los pilares sobre el cual Freud armó su teoría, en base a la tragedia de “Edipo Rey” de Sófocles. No solamente para la teoría, ya que es el eje pulsional con el que explica como se estructura la personalidad, sino de la clínica, ya que de su evolución depende la forma en que se presentan a posteriori las distintas patologías. Pero este desorden del comportamiento obedece justamente a una insistencia en intentar encajar en los viejos esquemas patriarcales. Mientras la demanda de la vida laboral hace que los padres permanezcan mucho tiempo fuera de la casa, y en consecuencia cuando arriban a ella, resulta mucho menos complejo y desgastador no poner límites, la mayoría de las veces porque no se sabe bien donde se encuentran. Y los niños que son como esponjas perciben la duda, el asombro frente a situaciones límites, la inacción y también la actitud de negación. Y de este modo van desarrollando al pequeño y terrible tirano. Todo esto sumado a una sociedad cada vez más consumista, que hace todo el tiempo el esfuerzo por paliar esa ineptitud con la inconmensurable oferta con que todos los medios nos bombardean. Complejo panorama, con temas tratados por Michael Moore en su documental Bowling for Columbine que tomó como punto de partida la masacre del instituto Columbine (el trágico tiroteo que tuvo lugar en 1999 en el Columbine High School) para realizar una reflexión acerca de la naturaleza de la violencia en los EE. UU. Donde se refirió además al erróneo concepto armamentista de la sociedad estadounidense y a su concepción del miedo. Acá el arma es un arco y una flecha que va creciendo de tamaño a medida que Kevin crece. Acontecimiento sobre el cual había ya había trabajado Gus Van Sant en el 2003, con Elephant. Aunque la estrategia de Gus Van Sant es exponer las cosas con un estilo más poético, donde no se explica demasiado aunque se diga todo. Es más, el título del film se refiere a la frase inglesa elephant in the room (es decir “elefante en la habitación”) usada para indicar los problemas enormes que todos ignoran a propósito. Una muy buena metáfora sin duda, que de otra manera remite a todo aquello sobre lo que no se habla. No obstante los aspectos sociológicos y psicológicos sobre condición, motivación y conducta desde su génesis los tenemos acá, porque Lynne Ramsay indaga sobre el contexto familiar y lo hace magistralmente. Basada en la novela de Lionel Shriver, el personaje de Eva intentará atravesar el duelo y todo lo que esto implica para la sociedad en que vive y donde es juzgada sin piedad. Narrada en base a continuos flashback que se entrelazan en un guión impecable y protagonizada por Tilda Swinton en una memorable actuación. Tenemos que hablar de Kevin es un film que no puede dejar de verse en un tiempo donde este tipo de patologías se multiplican sin tener el claro si se desencadenan por una falta de educación emocional de los padres, si obedecen a factores genéticos hereditarios o si es el resultado de un deteriorado esquema patriarcal en el cual se insiste resolviendo sobre la marcha lo que debería ser hablado y tratado con seriedad y responsabilidad. Este inusual thriller abre la reflexión sobre el tratamiento y el abordaje de lo que puede ser leído como un espejo de la ausencia de comunicación entre los integrantes de una familia tipo, o no. Unite al grupo Leedor de Facebook y compartí noticias, convocatorias y actividades: http://www.facebook.com/groups/25383535162/ Seguinos en twitter: @sitioLeedor Publicado en Leedor el 6-04-2012
Amor para siempre (A Little bit of heaven) es una comedia dramática con intenciones de comedia romántica, cuyo relato está centrado en la historia una joven y exitosa publicista de Nueva Orleans, un tanto desprejuiciada, - prototipo hollywoodense menos pacato que de costumbre- quien recibe de pronto la noticia de que tiene un cáncer de colon. Se lo comunica a sus amigos y a sus padres con la fuerza del personaje que ha decidido representar, no obstante el conocimiento de uno de los médicos que la trata hace tambalear la estructura de una mujer que no confía en los hombres, y que por ende tiene miedo a darse y a enamorarse. El tema del film es en realidad el camino por el cual ella llega a vencer el miedo, para por fin disfrutar de una relación que le permita ser ella. Y está bien que su directora haya elegido focalizar en ese impedimento, que como todos tienen su origen en la infancia, más precisamente en la imposibilidad del padre de transmitir los afectos. Ya que el tema médico en sí está absolutamente mal tratado, diría casi con una excesiva liviandad y desconocimiento. No obstante se puede decir que, sin recurrir a golpes bajos, el film por su argumento y por el trabajo de Kate Hudson en particular, alcanza momentos en que logra realmente emocionar al espectador. Ya que la tragedia es abordada desde el ritmo vital de su personaje. Aunque esa vitalidad, tanto de ella como la de los personajes que la rodean bordeen en algunas escenas la banalidad. Sería incomprensible por otra parte, que como personaje cuya elección es no tratarse de un cáncer para elegir supuestamente “una mejor calidad de vida” con la idea de disfrutar de su ultimo tiempo en esta vida, no generase emoción. De lo que resulta un film que podría ser duro, pero que cumple con las reglas del entertainment, con algunas escenas y personajes demasiado impostados, como el del personaje que da lugar a la traducción del mismo como “El pedacito de cielo”, sumada a una de las peores interpretaciones de Gael García Bernal –médico mexicano de origen judío- y enamorado. Con una estética hollywoodense convencional sumada a un guión lineal e inverosímil en algunas instancias en el peor de los sentidos, el film intenta dar cuenta de lo que puede ocurrirle a una persona cuya vida de pronto hace un giro de 360 grados. Son rescatables las buenas intenciones, ya que pretende reflexionar sobre los miedos, los afectos, el rol de la familia, los amigos, y porque no de las diferentes elecciones de los seres humanos en las mismas circunstancias. Por lo que a pesar de las convenciones, puede verse y disfrutarse, ya que logra transmitir el valor de la vida, al menos de esta que todos conocemos. Publicado en Leedor el 29-01-2012