LO “TRASCENDENTE” Una de las peores cosas que le pueden llegar a suceder a un ser humano es sobrellevar la muerte de un hijo. Quizás el hecho que sea algo poco habitual (lo “establecido” es que el padre muera primero), lo transforma en una experiencia muy traumática y difícil de tolerar. Intentando exhibir esta situación, El valle del amor narra la historia de Isabelle y Gérard, una ex pareja de actores que después de años separados y sin verse, reciben una carta de su hijo Michael, quien se suicidó hace seis meses. En ella, su hijo los cita en El Valle de la Muerte, en pleno corazón de los Estados Unidos. A pesar de lo absurdo de la situación, el padre y la madre deciden ir, provocando que los fantasmas de su pasado común aparezcan a lo largo de la búsqueda del fantasma de este hijo que los ha enviado al umbral de la muerte en California. De corte clásico y con un trabajo de puesta en escena que sólo se dedica a exhibir los diferentes momentos de la travesía de este dúo, el film transcurre entre diálogos y situaciones que apuntan a la simbología y lo espiritual de la muerte, como también a los recuerdos de esa pareja divorciada hace años. A pesar del talento de Isabelle Huppert y Gérard Depardieu, que abordan sus personajes con maestría y gran destreza, la película nunca llega a despegar, resultando monótona, sin sobresaltos, sin instantes que emocionen o estremezcan. Todo ocurre en forma irresoluta y con demasiados “símbolos” que nunca se terminan de entender claramente, agregando aún más imprecisión al relato. Una bella fotografía y una dupla que sigue demostrando su talento actoral no alcanzan para hacer que El valle del amor resulte un producto atractivo. Es de esos trabajos que pretenden ser trascendentes y -a su vez- “premiables”, pero que nunca logran transmitir emoción al espectador ni presentar una historia significativa para el universo cinematográfico que represente la cruel vivencia de la muerte de un hijo.
UN CONTEXTO VACIO Intentando representar la vida de Mohammed Assaf, El ídolo cuenta la historia de este joven nacido en Gaza (Palestina), que de niño soñaba con cantar en el teatro de la ópera de El Cairo para que todo el mundo oyera su voz y que alcanza la fama mediante Arab Idol, el popular concurso de talentos de televisión. El film muestra parte de su infancia y cómo después de haber sobrevivido varios años en aquel lugar conflictivo de Medio Oriente, logra escapar de su ciudad y llegar a las audiciones para el certamen televisivo. A medida que va avanzando para alcanzar las rondas finales de la competición, deberá afrontar no sólo sus propios miedos sino la esperanza y felicidad que depositan en él todos los habitantes de su pueblo. Con el imponente contexto del lugar de nacimiento del protagonista, la cinta va narrando los inicios en la música de Mohammed, su primera banda y las distintas dificultades que fue transitando hasta lograr alcanzar el éxito. Lamentablemente, todo es presentado con demasiada velocidad, sin generar un clima acorde, más como una enumeración de hechos que como una construcción dramática sobre la superación humana. Esto implica que el espectador nunca siente empatía por el personaje principal o alguno de los secundarios, en un relato que se vuelve monótono, por momentos sin gracia y hasta vacío de contenido. Sin embargo, El ídolo acierta en mostrar de manera solapada pero contundente el contexto en el cual se desarrolla la historia. En esos instantes, la película adquiere relevancia al presentar el machismo inserto en la sociedad árabe, las dificultades sociales y económicas del lugar, como también el control militar que se ejerce en Gaza. Sin estos pasajes donde se filtra la realidad, el film se caería a pedazos porque en ningún momento logra transmitir elocuentemente el drama de su protagonista, que ya ha sido visto en muchas oportunidades, pero que -tranquilamente- se podría haber logrado por el contexto y la historia real. Tan sólo sobre los momentos finales, a través de la utilización de imágenes de archivo (que se encuentran desastrosamente editadas con la “ficción”), El ídolo logra cierta emoción y comprensión sobre lo que significo en verdad lo sucedido con Mohammed Assaf.
UNA OPORTUNIDAD PERDIDA El cine lleva muchísimos años desarrollándose como arte, por lo que actualmente la sorpresa o lo novedoso resultan difícil de encontrar: lo que se busca en el presente es la efectividad o una realización que se distinga más allá de contar con elementos ya utilizados en innumerables ocasiones. En este sentido, Dos noches hasta mañana no contiene un universo original, sino que es una sucesión de rejuntes de dramas románticos que en su momento dieron resultado pero que aquí, la mezcla, termina siendo forzada y sin éxito. El film de origen finlandés narra el encuentro entre una arquitecta francesa y un DJ finlandés, que durante un viaje de negocios se conocen casualmente en Vilna, capital de Lituania, y terminan pasando la noche juntos. Al día siguiente, cada uno regresará a su ciudad de origen y nunca volverán a verse. Pero su relación toma un giro inesperado cuando una nube de ceniza volcánica obliga a cerrar los aeropuertos e impide que sus vuelos despeguen. Lamentablemente hay que decir que la principal falla de la película se observa en su pareja protagónica, que nunca logra transmitir una conexión. La relación emite sólo una tensión sexual que es interesante en la primera parte del relato, pero cuando el film intenta convertirse en algo más serio y profundo, las grietas entre ellos se vuelven abismales y muy notorias. Además, se agrega un personaje femenino completamente confuso, extraño, prejuicioso, que cambia de estado de ánimo de un segundo a otro y que se pisa constantemente en el decir con el hacer. Una protagonista que quizás busca ser real, pero que su construcción es inverosímil. Tal vez lo único atrayente de Dos noches hasta mañana sea su parte visual, con precisos planos y una cámara en mano que logra transmitir cierta frescura y naturalidad al relato, más una agradable fotografía. En definitiva, estamos ante un intento fallido de film romántico, que resulta distante y frío, pero que tampoco escandaliza ni indigna. Es sólo una oportunidad perdida.
ERA POR ABAJO En un país futbolero como el nuestro, este deporte deriva en miles de historias que suceden a su alrededor, algunas como protagonista, otras como un contexto perfecto para una determinada situación. En este caso, Línea de cuatro cuenta la historia de cuatro amigos de treinta años que se reúnen después de haber pasado un largo tiempo sin verse para mirar la final del mundial Brasil 2014 entre Argentina y Alemania. Luego de debatirlo deciden hacer una apuesta, si la Selección pierde, dos de ellos contarán una verdad que los otros no sepan; y si gana, los otros dos contarán sus verdades. Todo está envuelto en un marco de tensión y las verdades no pueden contenerse hasta el final del partido, generando que los auténticos conflictos que hay entre ellos salgan a la luz. Una sesión maratónica de diálogos filosos y bien construidos son la base de este film, que se podría encasillar como de estructura teatral pero la hábil dirección logra que en ningún momento se caiga en ese marco, imprimiéndole cierto vértigo al relato con el uso de la cámara en mano y la constante variación de planos, haciendo que el film no pierda narrativamente la intensidad que poseen los diálogos. Los cuatros protagonistas realizan destacadas labores interpretando perfectamente las personalidades de estos amigos, los cuales se dan a conocer en forma progresiva pero contundente. Se encuentran bien marcadas sus miserias, sus aciertos y sus puntos de vista frente a la vida, en forma muy real, concreta e irónica, sin tapujos ni miramientos. Uno de los puntos altos de Línea de cuatro se encuentra en la brillante dinámica que posee el intercambio de opiniones que van teniendo los personajes, bien ensamblados y coherentes entre sí. La construcción dramática es sobresaliente al exhibir el vínculo entre estos amigos en forma lenta pero potente, en cómo se presentan ante la vida luego de haber pasado varias historias juntos como adolescentes y ahora ser hombres adultos con responsabilidades. Tomando estos dos elementos principales -diálogos y actuaciones-, el film construye un destacado relato que junto con el clima nervioso y apasionante que transmite una final del mundo disputada por la Selección Argentina (por lo menos a los futboleros), hacen un combo explosivo pero encantador para llevar adelante las vivencias de amigos de mucho tiempo, con más de treinta años, que reflexionan sobre sus vidas, sobre la vida; sobre nuestras vidas.
CUALQUIERA PUEDE CANTAR Dentro del universo de films de animación, podemos destacar factura técnica resaltando el aspecto visual; los mundos mágicos y las historias fantásticas que se narran; o los personajes extraordinarios y queribles. Y si analizáramos a Sing. ¡Ven y canta! teniendo en cuenta estas pautas, la nueva producción de Illumination Entertainment (Mi villano favorito; Minions) no se destacaría en ninguno de estos puntos. Es que si en algo se luce la película es en la presentación de personajes poco comunes para el mundo infantil, perdedores a los cuales todo les sale mal. En principio, Sing. ¡Ven y canta! se encuentra situada en un mundo como el nuestro, pero habitado totalmente por animales, donde Buster Moon, un koala que está al frente del que alguna vez fuera uno de los teatros más importantes de la ciudad, actualmente pasa por tiempos difíciles. Buster es un eterno optimista y quizás hasta un poco sinvergüenza, pero ama tanto a su teatro que hará hasta lo imposible por conservarlo. Poco a poco ve cómo su sueño se desmorona, y es ahí cuando tiene la idea de revivir la gloria de su teatro a través del más grande concurso de canto del mundo. El film irá presentando con agilidad y sabiduría a cada uno de los protagonistas de la historia, iniciándose con Moon y exhibiendo allí perfectamente a esas personas que tienen un amor ilimitado por el teatro, tan sólo por la pasión que el arte les motiva. Luego irán apareciendo un egocéntrico ratón que tendrá problemas con la mafia; una tímida elefanta adolescente con pánico escénico, que es presionada por su familia a cantar; una dedicada madre que tiene que atender a sus 25 revoltosos cerditos sin la mínima ayuda de su esposo; un gorila adolescente que desea alejarse de las costumbres de su familia dedicada al crimen; una puercoespín rockera, que debe sobrellevar la actitud de su engreído novio e iniciar una carrera como solista. Cada uno llega al teatro de Buster creyendo que está ante la oportunidad perfecta para cambiar el rumbo de sus vidas. Y esa búsqueda de redención, de superación, es el punto destacado de esta realización. Aquí no veremos espectaculares paisajes, una animación detallista, ni una producción que te hará llorar de risa. Sing cuenta la historia de perdedores que dan todo lo que pueden por tratar de superarse, por tratar de ser mejores, intentando sobreponerse a todos los obstáculos que afrontan en sus vidas. En esa presentación de personajes sufridos, donde todo les sale mal, el film es una sucesión de tragedias que se presentan con algún chiste de por medio para que resulten más digeribles, pero que en su fondo representan la tristeza y la angustia que viven estos personajes. Tal vez el público infantil (al cual va dirigida esta película) no llegue a captar la desolación del film, identificándose con algún personaje más que otro por gusto personal, aunque quizás la esencia del mensaje sea captado. Allí la perseverancia y el sacrificio pueden llegar a dar sus frutos. Donde cualquiera puede cantar y superar las dificultades que le impone la vida. Es cuestión de tomar valor, animarse, subirse al escenario y empezar a entonar.
EL MENSAJE La problemática de los agrotóxicos resulta ser bastante nueva dentro de las cuestiones medioambientales que se analizan, ya que a partir del hartazgo de quienes sufren sus consecuencias se pudieron conocer las calamidades que provocan estos químicos en la naturaleza y, principalmente, en los seres humanos. Un film que aborda esta temática es La tierra roja (exhibida en la pasada 30ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata), donde se presenta a Pierre, un extranjero que trabaja como capataz en el obraje de una multinacional en plena selva misionera, desmontando bosques y plantando pinos para fabricar papel. Pasa sus días entre su trabajo en el monte y un equipo de rugby juvenil que entrena con pasión. Pero su vida cambia cuando se enamora de Ana, una maestra rural preocupada por los problemas que el uso indebido de los agroquímicos está provocando en la población. Mediante la utilización de una simple historia de amor y de las vivencias de las personas que viven en la selva misionera, la película intenta exhibir la cuestión de los agrotóxicos en forma directa y concreta. Más allá de sus falencias en lo narrativo y la floja labor de los actores, lo importante aquí es el meta-mensaje que quiere transmitir, al exponer esta cuestión medioambiental y plantear un debate al respecto. Dentro de esta búsqueda, posa su mirada en cómo es el propio pueblo nativo el que decide luchar en contra de quienes contaminan. El cambio de visión sobre lo que se está haciendo proviene desde las propias raíces de la comunidad y nunca de algún organismo que controle dicha circunstancia; de una autoridad competente que vigile que los trabajos u obras se realicen en forma correcta. Asimismo, La tierra roja intenta mostrar cómo el Poder pareciera siempre defender a quienes intoxican. El gobierno y la policía se encuentran del lado de las empresas, que sólo les interesa su negocio y sus ganancias, formando una alianza que ya se ha observado en forma reiterada en varios trabajos que también abordan tópicos semejantes. Todo esto permite comprender que se trata de un modus operandi que se repite en todos los lugares donde se busca generar conciencia ambiental. En definitiva, La tierra roja resulta pobre como experiencia cinematográfica y bastante básica en muchas cuestiones; sin embargo, su fuerte se encuentra en lo que busca difundir, el mensaje que quiere transmitir y poner sobre la mesa un asunto que muchos quieren ocultar porque no les conviene que se sepa. Ahí es donde cobra un sentido mayor al que su desarrollo merece.
MATAR AL CARNICERO Uno de los hechos históricos del Siglo XX que más veces fue llevado al cine es la Segunda Guerra Mundial, que ha sido retratado además con la enorme cantidad de ribetes que tuvo: momentos heroicos, unión y ruptura de lazos familiares, crudos asesinatos. Todo lo que un ser humano puede generar, la belleza y el espanto. Anthropoid se incluye en este grupo, película basada en la historia real de una operación que tenía la misión de asesinar al general Reinhard Heydrich, conocido como “El Carnicero de Praga”, tercero al mando luego de Hitler y Himmler, que fue enviado a Checoslovaquia a controlar a la resistencia local. Esta producción dirigida por Sean Ellis recrea en forma destacada el momento histórico de aquella Checoslovaquia que había sido entregada a los alemanes por parte de los aliados para evitar llegar a una guerra que tiempo después fue inevitable. El film es preciso, centrándose principalmente en los dos soldados checoslovacos encargados de asesinar a Heydrich. La llegada a Praga, la conexión con los otros miembros de la Resistencia, la planificación del atentado y la posterior consecuencia de este son los elementos que presenta Anthropoid, que toma esa porción de vida de los rebeldes con el contexto de la invasión nazi. La película no se detiene a pensar las cuestiones políticas o los argumentos civiles de porqué esa circunstancia: aquí hay una orden de matar a un líder y lo que se ve es la planificación, ejecución y secuelas del hecho. Ni más ni menos. A lo largo de la película se observan situaciones predecibles o ya vistas en otras producciones bélicas, lo cual le quita sorpresa. Sin embargo, la acertada utilización de estos elementos habituales hace que el film resulte interesante. A su vez hay un destacado trabajo del director, quien desde la puesta en escena resume en miradas, gestos o el enfoque en una situación breve, la complejidad de las relaciones humanas, sin abandonar el centro de lo “policial” de la historia, pero que sirve para darles volumen a los protagonistas. También se suma las acertadas actuaciones; justas, medidas, precisas con el tono serio del film, que a través de la música logra alcanzar el tono épico habitual en el género. Anthropoid no es la última maravilla del cine, ni será recordada como la película del 2016. Tampoco hará que el espectador se encuentre con algo nuevo en este tipo de films, pero es una producción correcta, bien ejecutada, que resulta interesante para conocer este pequeño hecho dentro de la gigante Guerra. No sorprende, pero satisface.
DEJAR DE MIRARNOS EL OMBLIGO Ha llegado un nuevo trabajo del director que a través de sus documentales críticos en lo profundo de la realidad estadounidense se ha convertido en una estrella del cine. Obviamente, todos sus trabajos no son acertados ni excelentes, pero ha logrado establecer un estilo propio que llama la atención de los espectadores. En ¿Qué invadimos ahora?, Michael Moore juega el papel de “invasor” visitando una gran cantidad de países con el objetivo de averiguar y aprender cómo Estados Unidos podría mejorar sus problemas internos. A pesar de su visión sensacionalista y sesgada, Moore construye un interesante relato exhibiendo cómo distintas políticas aplicadas en diferentes lugares del mundo han tenido éxito, diferenciándose de las estándares establecidos, mostrando una mirada disímil a varios de los problemas que sufren varios países del planeta, entre ellos, Estados Unidos. Pese a abordar muchas temáticas juntas, las que se podrían profundizar individualmente aún más, el director logra transmitir en forma breve y concisa cómo se han tratado cada una de las problemáticas, buscando lo positivo de cada una de ellas y contrastándolo con la realidad estadounidense. Como lo expresa en un momento del documental, en cada país Moore “va a ver las flores, no la maleza”, centrándose en intentar encontrar respuestas a la actualidad de su nación, sin importar las falencias de esa sociedad que “invade”, la cual no es de su incumbencia y no es algo que pretenda exhibir. De ahí que su mirada es sesgada, sí, pero consciente. Y cualquier espectador comprende esa división que se efectúa, ya que aquí el objetivo del director es buscar soluciones para Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de esta centralización en lo “americano”, esta visión tranquilamente puede ser adaptada a cualquier parte del mundo, como nuestro país. ¿Acaso no se podría aplicar en la Argentina el modelo educativo finlandés? ¿El sistema penitenciario noruego es una locura para nuestros presos? ¿La lucha por los derechos femeninos y la mayor participación a nivel social y político de la mujer no es algo de lo que se habla en estos días por nuestras calles? Estas preguntas hacen ver que, más allá de que Moore pretenda sacar las soluciones en otros países para “salvar” el suyo, esas medidas pueden ser la salida para cualquier otro sitio del planeta, y es ahí donde se encuentra el verdadero valor de este documental. Que en la búsqueda de ser local y preciso, logra ser universal y general. A pesar de que aborda los temas de manera simplista, ¿Qué invadimos ahora? logra exhibir cómo en otros lugares del mundo se ha avanzado socialmente, en la búsqueda de otro ser humano, diferente al que conocemos, que ha llevado al mundo a esta situación tan frágil y delicada. Quizás será momento de dejar de mirarnos el ombligo y ver que si observamos a los demás integrantes de esta aldea global, ellos nos pueden ayudar a que entre todos hagamos un mundo mejor.
LA TIERRA NO SE TOCA En plena discusión por el desarrollo de la actividad minera en nuestro país, luego de que la empresa canadiense Barrick Gold, que tiene a su cargo la explotación de la mina de oro en Veladero, San Juan, reconociera otro derrame de solución cianurada, el compuesto químico que utilizan para separar los minerales de las piedras, el documental Olvídalos y volverán por más: Megaminería y neoliberalismo busca informar y concientizar sobre los grandes peligros que produce esta práctica. En este trabajo filmado en varios países, desde Canadá hasta Argentina, se cuenta cuáles son los impactos de la megaminería como avanzada del neoliberalismo que saquea los territorios donde antes hubo agricultura, contaminando las nacientes de los ríos y explotando las montañas. Iniciándose con furiosa actualidad, exponiendo la temática de la fuerte suba de las tarifas de luz y gas por parte del gobierno de Mauricio Macri, la producción recorre la pelea frente a la actividad minera desde la emblemática lucha de Esquel a comienzos del siglo XXI, que llevó a la sanción de una ley que prohibió la megaminería en Chubut en 2003; pasando por las experiencias de luchas de sociedades como las de Jachal, Famatina y Andalgalá en contra de la instalación de emprendimientos mineros. Este documental se destaca por no centrarse solamente en el drama ambiental que causa esta actividad, sino por exponer las implicancias políticas y económicas que conlleva. El plan preciso y estudiado por las empresas para instalarse y cómo buscan presentarse con una imagen social benefactora y limpia para esconder sus verdaderas intenciones. A su vez, se exhiben las influencias que tienen estas empresas sobre los gobiernos para adquirir de manera fácil y rápida sus necesidades para poder lograr extraer los recursos naturales de los suelos. A través de algunos reportajes y muchas imágenes de archivo, la cinta expone en forma clara el oscuro entramado de las compañías mineras en busca de sus objetivos, sin importar si destruyen montañas, ríos hasta pueblos enteros, como ocurrió en Canadá que desalojaron a un poblado entero con tal de poder extraer metales preciosos de esa tierra. Quizás la principal falencia que contenga este documental es que su estructura resulta más televisiva que cinematográfica, pareciéndose más a un informe emitido en años anteriores en la pantalla chica que a una producción destinada a exhibirse como un largometraje. Más allá de esta cuestión estructural, Olvídalos y volverán por más: Megaminería y neoliberalismo resulta de un gran atractivo para conocer a fondo cómo se desempeñan las empresas mineras detrás de esa imagen pulcra y limpia que intentan transmitir y el por qué de la “protección” que obtienen de los gobiernos, sin que importe el desastre ambiental, económico y social que realizan estas deplorables compañías.
FLORES MARCHITAS La primavera es una de las cuatro estaciones de las zonas templadas de nuestro planeta, posterior al invierno y anterior al verano. El término prima proviene de “primer” y vera de “verdor”. Astronómicamente, esta estación comienza con el equinoccio de primavera (entre el 20 y el 21 de marzo en el hemisferio norte, y entre el 21 y el 23 de septiembre en el hemisferio sur), y termina con el solsticio de verano (alrededor del 21 de junio en el hemisferio norte y el 21 de diciembre en el hemisferio sur). En la zona intertropical del hemisferio norte comienza el 21 de marzo hasta el 23 de septiembre. En la zona intertropical del hemisferio sur va desde el 23 de septiembre al 21 de marzo. Con una descripción semejante se inicia Primavera, film dirigido por Santiago Giralt, en el que Leopoldo, un niño de 11 años, cuenta su vida, la de sus padres y la de la comunidad de artistas en la que fue criado. Hijo de una productora de teatro y un director teatral, es un chico que ha crecido rodeado de actores y locos, en medio de ensayos, bambalinas y disfraces. Leopoldo descubre el amor en una joven compañera de su clase de poesía y vive su primera desilusión amorosa. A su alrededor, un variado grupo de personajes vivirán amores y desamores en la estación de las flores. Desde su inicio, el film propone mucho colorido y una estética bien determinada que será un rasgo durante todo el metraje. Muchas situaciones transcurren al aire libre en virtud de la época del año, referenciada en su título, lo que le aporta una particular fotografía. No obstante, el film de Giralt intenta sostenerse en los roles principales de Catarina Spinetta y Nahuel Mutti, los cuales nunca logran encajar con sus personajes, resultando exagerados, desequilibrados, en un tono diferente al que va el film, provocando que cada situación resulte extraña y -por momentos- inentendible. Tal vez las tareas de los actores secundarios, donde se destaca Moría Casán, logran que la película no desbarranque del todo, ya que transmiten cierta calidez y gracia en sus roles, circunstancias que no se dan en los protagonistas. A su vez, la trama de Primavera no contiene ningún punto atractivo, ya que todo se cuenta en un mismo tono: los pseudo-inconvenientes se solucionan con una liviandad desesperante, pasando velozmente a otro tema sin siquiera detenerse a pensar en lo dicho anteriormente. Tampoco resulta divertida, la mayoría de sus chistes no causan gracia mayormente por impericia del elenco. Sólo Casán, conocedora de la comedia, logra sacar una sonrisa entre tanto gag mal construido. En definitiva, Primavera resulta un producto fallido, que nunca logra transmitir sensación alguna: todo es pasatista, vacío y sin alma. Una oportunidad perdida.