DOS POTENCIAS SE SALUDAN En épocas donde el revisionismo histórico está en auge y en un año donde se festeja el Bicentenario de la Independencia argentina, El encuentro de Guayaquil logra tener todos los elementos necesarios para destacarse en este contexto: a pesar de ser una producción correcta, quizás reciba más notoriedad por el momento en que se conoce que por sus valores, que los tiene. Dirigida por Nicolás José Capelli, narra el encuentro entre San Martín y Bolívar en Guayaquil, poniendo en relieve el pensamiento de los máximos próceres latinoamericanos, en el momento que llevaban adelante su avanzada independentista. Al inicio, la película parece una competencia entre personalidades fuertes y testarudas encerradas en una habitación -que llevaría obligadamente al duelo actoral entre los protagonistas-, llevando a pensar que irremediablemente la historia caerá en lo teatral. Sin embargo, durante toda la película el director acertadamente busca contextualizar el momento, intenta explicar el porqué de esa reunión entre estos personajes, mostrándolos de un punto de vista humano y no desde el bronce de los próceres. Exhibe sus aciertos y sus errores, sus grandezas y sus miserias. Y es allí donde se destaca, en presentar situaciones poco conocidas para el público en general y que son un gran aporte para comprender un poco más la historia. A pesar de que El encuentro… -como era de esperarse- se centra en sus protagonistas (Echarri y Ballesteros), estos no se destacan por sobre el resto, quizás porque desde la dirección se persigue más narrar lo sucedido en vez de centrarse en las personalidades, llevando a que San Martin y Bolívar, aún siendo los que más aparecen en pantalla, sean dos elementos más dentro de esta historia. Asimismo, con registros correctos y precisos, las labores actorales cumplen una sobria tarea en presentar a cada uno de los intérpretes involucrados en este momento trascendental dentro de la revolución americana. El punto más alto se encuentra en el trabajo de Capelli, quien mediante la multiplicidad de planos, tratando de evitar en todo momento el teatro filmado -a pesar de que hay instantes en que lo es-, la acertada ambientación y contextualización de cada hecho, como también un prolijo relato que usa en varias ocasiones el flashback pero nunca deja de tener sentido ni ilación en lo que se está contado. No se marea en fechas o lugares, todo se encuentra bien ordenado. En definitiva, El encuentro de Guayaquil resulta una correcta producción, que a pesar de contener algunos fallos en sus diálogos por resultar muy teatrales, sale airosa de este estigma. Tal vez su mayor falencia sea la poca emoción que transmite su narración, no obstante, esta carencia no logra hacer mella en su prolija y honesta estructura.
El símbolo Con el objetivo de reanimar la militancia del peronismo, que en ese momento se encontraba proscripto en el país, el 12 de agosto de 1963 cinco jóvenes de la denominada Resistencia Peronista robaron el sable corvo del general José de San Martín del Museo Histórico Nacional. Además del impacto que buscaban con el hecho, tenían la intención de llevárselo al líder del movimiento: Juan Domingo Perón, quien para ese entonces estaba exiliado en España. A más de cincuenta años del suceso, el documental El sable, de Nahuel Machesich, reconstruye lo sucedido en aquella época, tomando como base el relato de los únicos dos integrantes del episodio que están vivos: Osvaldo Agosto y Manuel Gallardo. Con sencillez y dinamismo, el trabajo va narrando cronológicamente la historia del sable corvo desde el momento en que el general San Martin lo compra hasta el cercano acontecimiento de su traslado al Museo Histórico Nacional en 2015. Todo se cuenta en forma prolija y clara, con testimonios valiosos y de gran conocimiento sobre las cuestiones que se expresan. Sin embargo, en su parte final, la producción comienza a ser redundante, perdiendo el acertado ritmo impuesto desde su comienzo, concluyendo de una manera un poco extraña. El documental posee una admirable rigidez histórica, siendo preciso en lo que busca narrar, utilizando de manera acertada los registros de archivo, aportándole humanidad a esas imágenes y recortes de diarios que se presentan mediante el relato de los protagonistas que expresan sus vivencias de lo acontecido. Asimismo, el film rescata una parte de nuestra historia enfocándola desde otro aspecto, a través de un hecho (quizás olvidado) que conmocionó en aquella época pero que resulta un fiel reflejo de esos años convulsionados políticamente. También resulta interesante para entender la biografía del movimiento peronista y cómo se van generando las diferentes fracturas que tuvo (y tiene) esa fuerza política. En definitiva, El sable resulta una producción correcta, de buena factura, simple pero efectiva, concreta en lo que intenta contar (salvo en su final) y que termina siendo una atrayente propuesta para conocer un poco más la historia argentina.
Todo sobre mi madre Sin ánimos de caer en la comparación simplona o de quitarle mérito a la tarea de los realizadores, al terminar de ver Goodnight mommy a uno se le viene a la mente el nombre de M. Night Shyamalan. Su estructura, ritmo y golpe de efecto se asemeja bastante a las formas que hicieron famoso al director de origen indio. El film dirigido por Severin Fiala y Veronika Franz narra la historia de dos hermanos gemelos que esperan pacientemente a que su madre regrese a casa tras una operación de cirugía plástica. Pero cuando esta llega con la cara completamente vendada, se muestra fría, distante y obsesiva, causando que los niños se pregunten si la mujer es realmente su madre o se trata de una impostora. Este será el punto de partida para una trama que irá creciendo hasta alcanzar su clímax en los minutos finales. Pero en el durante, la producción presentará momentos de gran tensión, manejados brillantemente a través de planos perfectamente estudiados, que logran transmitir la incertidumbre de cada situación y que, a su vez, llevan a plantear la duda en el espectador sobre si cualquiera de los actos que se presentan se encuentran justificados por el contexto. Existe un gran logro también en la optimización de los recursos, ya que hablamos de un elenco de tres protagonistas que llevan adelante el film, pero sus roles son tan potentes y bien realizados que le agregan un plus a la película. Además, la acertada elección de los ambientes en los cuales se desarrolla la trama resulta ser perfecta para transmitir ese entorno claustrofóbico en el cual la historia se desenvuelve con energía y vigor. Quizás, a algún que otro espectador el final lo decepcione en vez de sorprenderlo. Pero si se deja atrapar, metiéndose de lleno en la narración, el desenlace tendrá el efecto que buscaba su director. En definitiva, Goodnight mommy representa una gran producción dentro del cine de suspenso, que sin lugar a dudas podría llamar la atención de Shyamalan para llevarla a Hollywood. Es una atractiva trama que mediante una brillante utilización de planos y una acertada fotografía permite conocer una historia trágica en un lugar poco común para el cine comercial como las cercanías de Praga.
Una película más Al igual que en la laureada En primera plana, una vez más el cine decide inmiscuirse en la tarea periodística reflejando un resonante caso de investigación, pero esta vez no tanto en las repercusiones políticas y sociales que trajo, sino en cómo afectó la vida de los periodistas que realizaron aquel trabajo. En efecto, Sólo la verdad sigue las consecuencias a las que se enfrentaron la productora de CBS News, Mary Mapes, y el presentador, Dan Rather, luego de que revelaran que el ex presidente George W. Bush había evitado sus responsabilidades durante su servicio militar durante la guerra de Vietnam. El film exhibe en forma concreta el desarrollo de la investigación, su publicación y las derivaciones que tuvo ese trabajo, centrándose más en esta última etapa que en las anteriores, que sólo sirven como preámbulo de lo que la película realmente quiere contar. No resulta virtuosa su puesta en escena ni trascendencia en su relato, ya que se trata de una estructura clásica en la cual lo único importante es contar la historia. Ni más ni menos. A diferencia de En primera plana, donde absolutamente todos los elementos eran en favor de la trama, sin destacarse uno por sobre otro, aquí las actuaciones de Cate Blanchett (principalmente) y de Robert Redford son el sostén de un guión pobre de emociones e impacto. La carga dramática que le aportan los intérpretes es lo único que puede sacar un poco de la monotonía que posee la película, que por momentos parece ser más un documental que una ficción basada en hechos reales. En determinadas circunstancias, la transcripción textual de lo sucedido puede ser sugestiva en una estructura documental, pero en un film narrativo, tanta literalidad quita ritmo y provoca pocas sensaciones en el espectador. Esta falencia dramática lleva a que la película sólo resulte atractiva para saber su final y no por su historia en sí. En Spotlight todo el proceso investigativo y su repercusión social resulta atrapante y transmite cierta emoción. En cambio, aquí todo transcurre con mucha pasividad, acotándose la historia sólo a lo concerniente a los periodistas, un universo muy pequeño y quizás lejano al público en general. A pesar de los esfuerzos de Blanchett y Redford (y del elenco en general), los personajes nunca logran transmitir empatía, resultando muy distantes hacia el espectador, lo cual agrega aún más a la falta de emotividad, que apunta a exhibir una trama dramática la cual nunca llega a explotar. En definitiva, Sólo la verdad resulta atrayente para conocer una situación periodística determinada, que quizás será destacada por su temática para quienes estamos metidos (en mayor o menor medida) dentro de los medios, pero para el espectador común no pasará de ser una película más.
Toros salvajes Las fiestas de San Fermín son una celebración en honor a San Fermín de Amiens, que tiene lugar anualmente en la ciudad española de Pamplona, capital de Navarra, cuyos festejos comienzan con el lanzamiento del chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento de la localidad, a las 12:00 del 6 de julio y terminan a las 00:00 del 14 de julio con el Pobre de mí…, una canción de despedida. Esta explicación enciclopédica sirve para ilustrar cuál es el ámbito en el que se desarrolla Blue lips, film coproducido entre España, Brasil, Italia, Estados Unidos y Argentina, en el cual seis personajes de seis ciudades diferentes del mundo coinciden en Pamplona durante la celebración. En este escenario, las relaciones que llegan a establecerse entre ellos les ayudarán a hacer frente a los conflictos que, por una u otra razón, les han llevado hasta allí. La película utiliza como base la (ya usada) historia coral, en la cual se van conociendo diferentes aspectos de los distintos protagonistas, hasta concluir en un cierre común. Aquí, quizás la “novedad” resulta en que no todas las historias se cruzan o interactúan, sino que tiene como punto de coincidencia el lugar en donde se desarrollan, la Fiesta de San Fermín. Asimismo, en este tipo de películas resulta complicado mostrar profundamente cada historia personal, ya que el ritmo provoca que constantemente se pase de una a otra sin alcanzar mayor grado de intensidad, y Blue lips no es la excepción. Cada personaje va transitando su “drama” de una manera simple, sin exhibir demasiado sus sentimientos o sensaciones, ni conocerse en forma cabal por qué llegaron a tal punto de sus vidas. Todo transcurre en forma superficial, sin lograr profundizar ninguna temática. Este tipo de construcción provoca que las actuaciones no se destaquen en demasía, siendo correctas, sin momentos destacables o sobresalientes, aunque no resultan agobiantes ni angustiosas para el espectador, que sólo por empatía destacará a uno más que otro. A pesar de la falla en el aspecto narrativo, el film se destaca en su parte técnica mediante una prolija y resaltable puesta en escena, con atractivos planos que exhiben en forma correcta cómo es la tradicional celebración en sus diferentes etapas, y la acertada utilización del contexto para enriquecer el producto. También se le suma una lúcida tarea en fotografía como también en el apartado de sonido, donde se logra una gran mixtura entre el ambiente y la música instrumental propia del film. En definitiva, Blue lips refleja un gran trabajo de sus seis directores por intentar hacer la mejor película posible, cualidad que se transmite en pantalla por el cuidado que tienen del producto, pero que como todo film necesita una atractiva historia que contar, cosa que aquí faltó, ya que la narración nunca logra trascender más de la mera anécdota.
Juego de tronos La llamada Guerra Fría ha sido reflejada desde diferentes puntos de vista en el cine: en ellos se ve cómo la disputa política entre Estados Unidos y la Unión Soviética afectó a sus propias sociedades y al mundo en general. Pero todavía no había sido presentada como una simple partida entre dos prestigiosos ajedrecistas que puso en vilo (una vez más) esa tirante relación. En efecto, La jugada maestra narra la historia de la preparación y del legendario enfrentamiento por el campeonato del mundo entre Bobby Fischer (Tobey Maguire), campeón de ajedrez estadounidense, y el campeón ruso Boris Spassky (Liev Schreiber). El duelo, que tuvo lugar en 1972, en plena Guerra Fría, fue mucho más que un conjunto de partidas para conquistar un campeonato; prueba de ello es que captó la atención de todo el mundo. El film muestra la vida de Fischer, poniendo en primer plano cómo inicia su pasión por el ajedrez y va evolucionando hasta alcanzar un nivel superlativo para luego desaparecer misteriosamente de la escena pública. A su vez, se va presentando la forma en que su obsesión por el juego afecta su salud mental, llevándolo a creer en constantes conspiraciones y persecuciones. Esta personalidad tan fuerte es llevada con altibajos por Maguire, que logra transmitir bien lo excéntrico del personaje pero que por momentos resulta desencajado o exagerado, aportando un poco de confusión más que credibilidad. Por su parte, Schreiber realiza una labor sobria como contrapunto del protagonista. La película posee una fluidez narrativa, priorizando la fidelidad a la hora de presentar los hechos, realizando una gran tarea de inserción de los actores dentro del material de archivo existente. No se destaca un gran trabajo de puesta en escena, ni secuencias sobresalientes: el director Edward Zwick apunta básicamente a contar la historia de Fischer y la repercusión a nivel político de aquel enfrentamiento ajedrecístico, sin aportar ningún virtuosismo. Quizás lo más interesante se encuentra en el contexto de la situación, cómo los medios, la política y por consecuencia, la sociedad, se volcaron hacia un deporte no muy atractivo y de difícil comprensión sólo por derrotar al “enemigo”. La rivalidad existente entre ambos países llevaba a que en aquella época cualquier disputa entre ellos, ya sea hasta en un partido de metegol, representara resaltar el orgullo de quien ganaba. Sólo Rocky logró que estas sociedades pudieran respetarse en el final de aquella inolvidable cuarta parte de la saga del boxeador de Filadelfia. En definitiva, La jugada maestra resulta interesante para conocer otro hecho más que afectó a aquel momento político mundial, como también para saber sobre la vida de Bobby Fischer, quien pasó de ser un ídolo nacional a un linyera olvidado. Sin embargo, como película, no aporta mucho más, sólo presentar algo poco conocido pero sin innovar demasiado.
La historia es lo primordial En ciertas ocasiones y por su tarea profesional, el periodista debe inmiscuirse en cuestiones delicadas, en lugares poco felices, en los cuales si los hechos salen a la luz pueden hacer que tambaleen los cimientos de una sociedad, entidad o gobierno. Un gran reflejo de esto es En primera plana, de Thomas McCarthy, cuya trama exhibe cómo, en 2002, un equipo de reporteros del Boston Globe destapó los escándalos de pederastia cometidos durante décadas por curas de Massachusetts. La publicación de estos hechos, que la archidiócesis de Boston intentó ocultar, sacudió a la Iglesia Católica como institución. En primera plana posee un estilo clásico en su narración, donde se va presentando paulatinamente el trabajo de estos periodistas, desde el inicio de la investigación hasta el momento de la publicación de la historia. Allí se va exhibiendo cómo van descubriendo las diferentes pruebas que permitieron arribar al artículo que provocó que este caso llegara a las portadas de la prensa internacional, sacudiendo a la Iglesia Católica en todo su núcleo, por ser el mayor escándalo de pedofilia dentro de la institución eclesiástica, y llevando a que el Boston Globe ganará en 2003 el Premio Pulitzer al servicio público por sacar a la luz una amplia trama de encubrimiento en la archidiócesis de Boston. Con un contundente guión, que es estupendamente narrado, la película también tiene sus pilares en las actuaciones, todas de gran solidez y contundencia, destacándose las de Mark Ruffalo, Michael Keaton y Rachel McAdams, que son quienes llevan adelante la mayor parte del relato y permiten construir con volumen y matices esta interesante trama. Los premios recibidos por la película destacan el valor de contar esta historia (que tal vez en otros tiempos podría haber sido ocultada y censurada por la Iglesia como los casos de pedofilia que exhibe el film) porque a pesar de haberse basado en hechos reales, resulta escabroso meterse en una temática tan delicada que encima tiene como implicada a una institución tan poderosa. En primera plana no se amedrenta por estas circunstancias, intentando en todo momento mostrar lo sucedido con crudeza y realidad, sin tapujos ni ataduras. En resumen, En primera plana resulta un gran film, sólido y concreto, donde el protagonista es lo que se cuenta. No los planos o las actuaciones, la historia es lo primordial. Y quienes intervinieron en ella lo comprendieron desde el primer minuto, quizás también como lo entendieron aquellos periodistas en el 2002.
Creer o no creer, ¿esa es la cuestión? El amigo Mex Faliero en su crítica de la brillante La habitación establecía al film como “una narración claramente dividida en dos partes que se distancian a la vez que se retroalimentan, que es casi un milagro que el film haya salido tan bien”. En el caso que tratamos aquí, la cinta italiana Si Dios quiere, lo que ocurre aquí (vaya paradoja) es que destruye todo lo bueno que había logrado en una primera parte con una segunda mitad sensiblera, trillada y completamente olvidable. El film cuenta la historia de Tommaso, un cardiólogo de fama y hombre de firmes creencias, ateo y liberal. Está casado con Carla, ama de casa y madre de dos hijos. Uno de ellos, Andrea, prometedor estudiante de medicina, revoluciona a la familia con su noticia: quiere hacerse cura. A partir de allí, nada será igual. Con esta premisa, del hijo que busca un destino completamente opuesto a lo que desea su padre, la cinta comienza a desarrollarse de manera perfecta, con humor inteligentemente irónico y preciso; con la pasión propia de la cultura italiana pero sin la locura y vehemencia clásica de su cine, sino más acotada, estudiada y tiempista. Durante este tramo se ve lo mejor: junto a la perfección en la comedia se suman la acertada utilización de referencias fílmicas, los planos acertados y la música correcta. Todo funciona de maravilla. Pero a partir de la aparición del Padre Pietro (una especie de Papa Francisco pero con 40 años menos y facha), todo comienza a desbarrancarse, ya que el film comienza a tomar un tono melodramático y sensiblero. Las cuestiones que antes eran tratadas con ironía y humor se pasan a tomar con seriedad y adultez como en una tragedia griega. Es decir, de lo que se reía en un principio ahora se lo toma en serio. Y concluye con la moraleja simplista e insípida que nos lleva a pensar qué demonios se quiso decir con todo esto. ¿Sos crítico, sos ateo, sos cristiano o qué sos? Obviamente no es que la culpa sea del cristianismo o de la aparición del cura en el film (se aclara esto porque con Francisco está todo bien, ya que es de San Lorenzo, como quien escribe) sino de la contradicción de la narración, que primero se da el lujo de ironizar y luego suscribe y remarca aquello que criticó con inteligencia. En resumen, Si Dios quiere es una película que parecía ser una atractiva vuelta de tuerca a la comedia italiana termina cayendo en lo sensiblero, que no emociona y que, tal vez, le falta el respeto a quienes profesan su creencia con honestidad, ya sea en Dios o en nadie.
El hombre detrás de la máquina Fuera del radio de los Estados Unidos, la figura de Steve Jobs ha causado más sensación luego de su muerte que mientras estaba vivo. Quizás fue la mistificación que se le ha querido agregar a su existencia lo que llevó a que este genio del marketing y la innovación se haya convertido en un ejemplo para la sociedad moderna. Intentando traer un poco más de realidad a esta cuestión, la película homónima dirigida por Danny Boyle exhibe el lado más humano de Jobs, presentándolo en tres eventos importantes de su carrera dentro de los cuales se mezclarán no sólo su labor en el ámbito tecnológico sino también su vida personal. Apelando al diálogo constante, casi sin pausas durante todo el metraje, Boyle intenta reconstruir la estructura del creador de Apple sin ataduras ni tapujos. Exhibe claramente cómo era su pensamiento, su pedantería, su meticulosidad, en definitiva, su personalidad, de manera cruda y adulta, diferenciándose abismalmente del film que protagonizara Ashton Kutcher (Jobs, 2013) que al lado de esta producción queda como un humilde trabajo dirigido al ambiente televisivo, muy simplón y naif. La base para que este esqueleto se mantenga en pie en el ritmo que impone el director se encuentra en las actuaciones, principalmente en la destacada labor de Michael Fassbender, tarea que le ha valido la nominación a los Globos de Oro 2016 como mejor actor en drama, el cual no se preocupó tanto por reconstruir físicamente a Jobs (como lo hizo Kutcher) sino que buscó apuntar a su personalidad, logrando un enriquecimiento del personaje. También resulta primordial la labor de Kate Winslet (también nominada a los Globo de Oro 2016 como mejor actriz de reparto en drama), representando a la fiel ayudante de Steve, en la cual la actriz logra ser un complemento perfecto para la vertiginosa personificación de Jobs, interpretando un personaje querible y agradable dentro de este lado oscuro que se exhibe del empresario tecnológico. Para quien no conoce quién fue o qué hizo Steve Jobs, este largometraje será un buen acto introductorio pero no definitivo. El tipo de relato fragmentado elegido no permite conocer en amplitud varios momentos de su historia y de su tarea como innovador, debiéndose dirigir a otros trabajos para terminar de saber sobre la vida de este personaje. A pesar de esto, Steve Jobs es potente, vertiginosa, muy bien filmada y dirigida; a la cual hay que seguirle el ritmo para que al final se logre comprender un poco más la psiquis del hombre detrás de la máquina. Un genio, sí. Un ejemplo de ser humano, de ninguna manera.
Errar es humano (a veces) En nuestro país existen muchas asambleas o grupos vecinales que se han enfrentado a multinacionales para impedir los atropellos que estas comenten a nivel ambiental y sanitario. El ejemplo más claro de esta lucha es el pueblo de Famatina, La Rioja, el cual en nueve años expulsó a cuatro mineras que se querían establecer en la zona. Siguiendo esta línea, Mariposas negras es un documental que muestra lo que vienen haciendo, desde hace algunos años, los vecinos de Berazategui, quienes han comenzado a ver mariposas negras sobrevolando sus calles. Así descubrieron que una grave situación amenaza sus vidas: la posible instalación de una subestación eléctrica en el centro de la ciudad. La situación repite lo ocurrido en Ezpeleta, a pocos kilómetros de Berazategui: 170 muertos de cáncer y 117 enfermos son el resultado de la instalación de la subestación de alta tensión Sobral en esa localidad. Desde un punto de vista práctico, este film resulta importante al exhibir una temática no muy difundida ni conocida por nuestra sociedad y representa de gran valía por la muestra de la lucha vecinal. Las imágenes sobre la organización de las manifestaciones, de las represiones que han sufrido y de los distintos testimonios de quienes participan de la Asamblea como de quienes son víctimas de los males que causan estas subestaciones eléctricas, resultan interesantes en ese sentido. Sin embargo, el documental falla en la forma en la cual presenta el relato, ya que su manera “circular”, es decir, comenzar en un determinado punto para finalizar en el mismo lugar, aporta más confusión que certeza en un trabajo que debía ser claro para que se comprenda de manera categórica la problemática por la cual luchan los vecinos. Además, la presentación de personajes resulta un tanto desprolija. La aparición de hombres y mujeres que quizás conmueven con sus palabras, pero que al no ser muy claro sobre cómo conocen aquello que expresan, no terminan de darle un rigor “científico” a un producto que por la temática que aborda se merecía tenerlo. Tal vez esa falla se puede justificar en el hecho de que el documental busca presentar la lucha vecinal, centrándose sólo en su accionar y en sus componentes. Pero aquí vuelve a errar porque nunca termina de definir qué estilo utilizar, si el de la denuncia social o el del simple retrato de la vida de los asambleístas autoconvocados. A pesar de sus fallas como relato, la valía de Mariposas negras se encuentra en la exposición de los daños sanitarios que provocan las diferentes subestaciones que son ubicadas sin el mínimo control ambiental correspondiente. Por eso quizás esta vez los errores pueden ser perdonados, porque como dice el dicho “errar es humano”, aunque a veces pareciera que algunos yerros son inhumanos.