Hay historias que resultan muy grandes para sus respectivas biopics, y este es el caso de "Colette: Liberación y deseo". La película protagonizada por Keira Knightley recrea la fascinante vida (o al menos la juventud) de Sidonie-Gabrielle Colette, la célebre escritora francesa que rompió moldes y se rebeló contra la cultura machista a principios del siglo XX. La historia arranca cuando Colette se casa con un pseudo escritor 14 años mayor que ella que la introduce en el mundo artístico de París. De a poco la chica descubre su vocación por la escritura, pero su marido explota su talento y la utiliza como una escritora fantasma: ella escribe y él firma, y las novelas se transforman en un éxito editorial sin precedentes. El director Wash Westmoreland ("Siempre Alice") se enfoca después en el proceso de emancipación de la escritora, que descubre su deseo sexual por las mujeres y empieza a reaccionar contra la cruel manipulación de su marido. Hay pocas películas que puedan dialogar con el presente como "Colette", que expone temas candentes como la reivindicación de derechos de igualdad entre el hombre y la mujer y la revalorización del feminismo. Sin embargo, el filme por momentos pierde esa fuerza natural que irradia su heroína, y hacia el final los personajes se desdibujan porque les falta intensidad y carnadura. Keira Knightley se luce con un personaje que tiene muchos matices, aunque también parece limitada por el planteo algo esquemático del director.
Después de triunfar con dos películas íntimamente ligadas a la música —"Whiplash" y "La La Land"— el director Damien Chazelle volvió con una propuesta distinta: una biopic del célebre astronauta Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la luna en julio de 1969. Claro que viniendo de Chazelle no se podía esperar una biopic convencional. Y el realizador de sólo 33 años se dio el gusto de hacerlo a su manera. "El primer hombre..." es una película realista y austera, que se ubica lo más lejos posible de los espectáculos épicos y demagógicos. A través de la figura de Armstrong —un hombre estudioso, perseverante y sufrido, marcado por la muerte de su hija— Chazelle construye un drama intimista que se sostiene en la relación entre sacrificios y logros, algo que también estaba muy presente en sus anteriores películas. La historia comienza en 1960 y recorre todos los hitos de la carrera espacial de EEUU, entre festejos y tragedias. La muerte está omnipresente en "El primer hombre...", y por eso la tensión narrativa nunca decae, más allá de que la duración parezca excesiva. El tono lúgubre y sin concesiones que elige el director encuentra un balance perfecto en las vibrantes secuencias de vuelo: la cámara se mete en las cabinas de los astronautas y uno puede sentir y respirar el vértigo y la incertidumbre. Otro acierto de Chazelle es haber apostado a Ryan Gosling como protagonista: su famosa mirada triste acá se vuelve poderosa.
Hay que estar preparado para el intenso viaje de "Sin dejar huellas" (Fleuve Noir), la nueva película de Erick Zonca ("La vida soñada de los ángeles"). Este es un policial oscuro y opresivo, donde los personajes no tienen redención posible. El protagonista es el detective François Visconti (Vincent Cassel), un policía alcohólico que está lleno de rencor por el abandono de su esposa y la conducta de su hijo, que se dedica a vender drogas en la calle. La historia comienza cuando Visconti se obsesiona con el caso de Dany Arnault, un adolescente que desaparece sin dejar rastro. El detective persigue día y noche a un sospechoso, el ex profesor de francés del chico (Romain Duris), al mismo tiempo que empieza a sentirse atraído por la madre del adolescente (la rubia Sandrine Kiberlain). La investigación avanza lentamente, mientras las teorías sobre la desaparición se vuelven cada vez más densas y dramáticas. Erick Zonca maneja muy bien los tempos del "film noir" y demuestra otra vez que es capaz de construir personajes sólidos, apoyados en las grandes actuaciones de Cassel, Duris y Kiberlain. A través de ellos el director se mete con temas complejos como los secretos familiares, los deseos inconscientes y los siniestros métodos de la creación literaria. Sin embargo, por otro lado, Zonca también abusa de los giros inesperados y por momentos agobia con las miserias de sus criaturas.
Cuando un director como Spike Lee vuelve a su mejor forma es imbatible. Y eso pasa en "Infiltrado del KKKlan", su última película. Lee logra acá una equilibrada síntesis entre su ideario político y su estilo narrativo, con una combinación prodigiosa de policial, comedia y cine militante. El realizador de joyitas como "Haz lo correcto" y "Malcolm X" vuelve sobre los mismos temas de siempre, pero con un telón de fondo (el presente de EEUU) que los potencia. La historia se desarrolla en los años 70 en el estado de Colorado. El policía afroamericano Ron Stallworth se pone en contacto por teléfono con el Ku Kux Klan sin revelar su color de piel. Su intención es infiltrarse en la organización racista, pero para eso necesita a un compañero blanco que se haga pasar por él. La tarea recae en Flip Zimmerman, un judío que niega su origen y que va a descubrir que el nefasto Klan planea un atentado. A partir de ahí se desarrollan situaciones tan tensas como desopilantes, donde quedan bajo la lupa la sinrazón del racismo y la naturalización del odio. Spike Lee te empuja a la sonrisa cómplice y al rato te golpea y te pone la piel de gallina, y encima abrocha un final que no admite reproches. La dupla protagónica también tiene que ver con el triunfo de la película: John David Washington (hijo de Denzel Washington, con escasa experiencia en la actuación) y Adam Driver ("Star Wars: El despertar de la fuerza", "Paterson") resultan un hallazgo.
No hay por qué negarlo. Después de ver "Bohemian Rhapsody" uno sale del cine emocionado, en estado de gracia y con los himnos de Queen resonando en la cabeza. Pero esta excitación y este entusiasmo no pueden nublar el juicio sobre la película, que es otra cosa. La demorada (y esperada) biopic sobre la vida de Freddie Mercury se encuentra en un balance perfecto: tiene tantas virtudes como defectos. Por cada acierto suma una torpeza, desde el primer minuto. No es de extrañar que su principal defecto sea la superficialidad del relato, teniendo en cuenta que dos integrantes de Queen (Brian May y Roger Taylor) figuran como productores ejecutivos. Esta es una "historia oficial" bastante lavada, donde los hechos se cuentan como en una cronología de Billiken, con frases trilladas para hacer dulce. Los orígenes de Mercury, sus relaciones y sus elecciones sexuales pasan por la pantalla como un recital más o la edición de un disco. Entonces a la película le falta carnadura, y uno no termina de creer en los personajes. En el haber, por otro lado, hay varios ítems, aunque ninguno llega a conformar un hallazgo. El casting, en primer lugar, es genial. Rami Malek no imita a Mercury, lo personifica. Y el resto de los integrantes de Queen está a tono. El ritmo narrativo es efectivo (la película tiene pocos baches en sus 134 minutos) y su estructura circular funciona muy bien: empieza y cierra con el histórico concierto del Live Aid de 1985, donde Queen tocó para una multitud, pocos días después de que al cantante le diagnosticaran sida. Sin golpes bajos ni efectismos, y con una recreación que transmite la potencia de la banda en vivo y el carisma de Mercury como showman, "Bohemian Rhapsody" logra captar ese último y épico momento de gloria.
“Locamente millonarios” fue un éxito de taquilla totalmente inesperado en EEUU. Nadie suponía que en esta era de superhéroes y otros tanques por el estilo una simple comedia romántica iba a recaudar millones. Pero está claro que el exotismo vende, y las películas sobre bodas (recordar “Mi gran casamiento griego”) todavía funcionan para el público masivo. Acá la trama es muy simple: Rachel es una neoyorquina de origen chino que está de novia con Nick, un muchacho aparentemente común que nació en Singapur. Nick la invita a la boda de su mejor amigo en su tierra natal, en la lejana Asia, y allí ella se entera que Nick es heredero de la familia más rica y poderosa de Singapur, a su vez el país más próspero del mundo. Traducción: riqueza a mares, lujos y todo tipo de excentricidades. Para colmo, Rachel es una brillante profesora de Economía, pero es de origen humilde, y la familia de él la rechaza. A partir de ahí, “Locamente millonarios” es un extenso muestrario de todos los estereotipos y los lugares comunes de las comedias románticas. Al principio seduce con su cuento de hadas, pero rápidamente comienza a aburrir con escenas previsibles. Una perlita aparte es la banda de sonido con clásicos melosos del pop cantados en chino, que a veces emociona y otras veces dispara una risa incómoda.
Pablo (Alan Sabbagh) y Lucía (Julieta Zylberberg) son una pareja que lleva varios años de convivencia y está en una etapa de replanteos: a ella le gustaría tener un hijo, pero él quiere esperar hasta firmar un contrato importante en la empresa donde trabaja. En ese interín, Pablo decide sorprender a su mujer comprando un viaje all inclusive a Brasil, pero resulta que justo lo despiden de su trabajo cuando está por realizar el viaje. En conclusión: él le oculta a Lucía lo del despido, la pareja viaja igual, y ya en tierras brasileñas las cosas se complican todavía más. "All inclusive" es la segunda película de los hermanos Diego y Pablo Levy ("Masterplan", de 2012), que conocen bien los códigos de la comedia. Acá mezclan la típica comedia de enredos con la comedia romántica, y le suman el efecto "bola de nieve", donde todo se complica hasta volverse denso. A favor hay que decir que los Levy consiguen mantener el tono de comedia hasta el final (lo cual es todo un logro), pero el problema es que pretenden abarcar demasiado, y así sobrevuelan temas como la pareja aparentemente estable pero en crisis, la frustración laboral de la mediana edad, las diferencias culturales entre argentinos y brasileños, los distintos modelos de familia... y finalmente no hacen pie en ninguno. Además caen en lugares comunes muy trillados, como los personajes que fuman porro o se emborrachan como única vía para desestructurarse. En el balance general esto es una lástima, porque los guionistas y directores saben muy bien cómo construir personajes, y acá cuentan con dos excelentes actores de comedia como Sabbagh y Zylberberg. Sabbagh, en especial, es todo un hallazgo de los Levy desde "Masterplan".
En los últimos años, a falta de guiones originales, Hollywood se volcó mucho a las remakes. Pero los resultados no siempre fueron los mejores. El caso de "Nace una estrella" es una excepción. Se trata de la cuarta remake de este clásico que nació en los años 30, resucitó en los 50 y tuvo su versión más taquillera en los 70 con Barbra Streisand y Kris Kristofferson. Esta vez la dupla es un golazo: Bradley Cooper ("¿Qué pasó ayer?", "El lado luminoso de la vida") y Lady Gaga, una de las mayores estrellas pop de la última década. Igual había dudas porque aquí Cooper debuta en la dirección y Gaga se mide por primera vez en un protagónico. Sin embargo, ya en las primeras escenas de la película, cualquier tipo de duda se evapora. El está perfecto como un rockero alcohólico y de tendencias autodestructivas, y ella se mueve como pez en el agua en la piel de una cantante y compositora talentosa que nunca pudo triunfar y que trabaja en bares. La historia va del romance a la tragedia: él la conoce en un bar, se enamoran, y él la convence para debutar en un gran escenario. Ella se vuelve famosa, brilla y se transforma, mientras él lucha contra sus fantasmas y se hunde en su decadencia. Es una estructura clásica y algo vetusta, pero Cooper logra renovarla con personajes más terrenales, lejos del artificio y la pomposidad de la versión de 1976. Además introduce muy buenos personajes secundarios, que apuntalan el eje dramático. Más allá de los esquematismos, uno termina comprando a la pareja protagonista por la naturalidad que le imprimen Lady Gaga y Bradley Cooper. Además la dupla tiene química, y el director supo captarla con la cámara. Las canciones, la voz de Gaga y la sensibilidad de Cooper (que también canta) completan lo mejor de esta historia de amor aggiornada al siglo XXI.
Después del éxito de "Gilda, no me arrepiento de este amor" (2016), la realizadora Lorena Muñoz tomó la decisión de dirigir "El Potro", sobre la vida de Rodrigo, aún a riesgo de repetirse. Tanto Gilda como Rodrigo fueron cantantes populares que tuvieron un final trágico, aunque sus personalidades y sus fugaces carreras está atravesadas por varias diferencias. La directora no cae en la tentación de hacer una "película gemela", pero curiosamente comete otros errores. "El Potro" es un biopic musical clásico. Y en ese sentido tiene algunos hallazgos: el retrato de la intensa relación de Rodrigo con sus padres (muy bien interpretados por Daniel Aráoz y Florencia Peña) y con su manager (Fernán Mirás); la elección del debutante Rodrigo Romero como protagonista y la influencia del cine de Leonardo Favio (en especial de "Gatica el mono"), aunque esto se registra sólo en las formas. Lamentablemente, estos aciertos no llegan a compensar las falencias. La película se ve como fragmentada y falta un punto de vista. Pasa por muchos temas, pero no profundiza en ninguno. Y lo que más llama la atención es que, salvo por la famosa seguidilla de 13 Luna Park repletos, no hay referencias concretas a la enorme popularidad que tenía Rodrigo, su repercusión mediática y su carisma. El final trágico llega como arrebatado, y si conmueve es por excelencia técnica de las tomas, y no por el arco dramático que tendría que haber dibujado el protagonista.
El empoderamiento femenino llegó para quedarse, sí, pero en el mientras tanto las mujeres tienen que dar una dura batalla para acceder a los puestos de poder. Ese es el tema que desarrolla "La número uno", la última película de la directora y guionista francesa Tonie Marshall ("La belleza de Venus"). En el centro de la escena está Emmanuelle Blachey (interpretada por la talentosa Emanuelle Devos), una brillante ingeniera que llegó alto en su carrera y actualmente integra el comité ejecutivo de un gigante de la energía. La acción comienza cuando una influyente asociación feminista, con fuertes conexiones con el gobierno, le propone ayuda para conquistar la dirección de una de las empresas más importantes de Francia. En caso de ganar, Emmanuelle se convertiría en la primera mujer del país en ocupar un cargo tan elevado. La película se enfoca en la carrera de obstáculos para lograr el puesto, que también es ambicionado por un poderoso empresario, y en ese sentido acierta, mostrando todas las miserias del mundo empresarial: tráfico de influencias, corrupción y carpetazos como herramienta de extorsión. Con sutileza y sin subrayados, la directora también muestra las humillaciones que soportan las mujeres en un ámbito laboral predominantemente masculino, y el alto precio a pagar por ascender en empresas que definen las políticas de un país. "¿Vida privada? Vos ya no tenés vida privada", le dice una de las militantes feministas a la protagonista, envuelta en una guerra de carpetazos. El problema con "La número uno" es que abarca demasiados temas (el pasado de Emmanuelle, la relación con su marido) y por momentos se torna un tanto esquemática, fría y superficial en el planteo de los conflictos.