Un valioso documental sobre un notorio fotógrafo, Eduardo Longoni. El repasa su vida personal y profesional. Y allí están sus logros: la única foto que documenta que Maradona en el Mundial de México hizo el gol con su mano, “me mandaste en cana” le dirá personalmente el propio Diego. Sus comienzos en Noticias Argentinas donde tomó a un policía a caballo atropellando a las Madres de Plaza de Mayo. Las fotos que regularmente hacía de las marchas, aunque sabían que los clientes de la agencia no las publicaban. La relación maternal que ellas crearon con él. Sus fotos del copamiento de La Tablada, siete tomas donde se veían a guerrilleros que luego figuraron como desaparecidos, rindiéndose: Gracias a ese trabajo fue testigo fundamental en el juicio por desaparición de personas que se hizo tantos años después. Un recorrido con su pensamiento sobre la profesión, porque decidió dejar de ser reportero gráfico, sus exposiciones, sus libros, su búsqueda de la belleza, sus diálogos con el artista Eduardo Stupía. Un documental valioso con un titulo perfecto.
Un documental escrito y dirigido por Lupe Pérez García con Carmen Meza de protagonista. La historia de una andaluza que desde niña soñaba con conocer Los Andes y con esa ilusión, y su talento a cuestas se viene a nuestra tierra dispuesta a conquistar el mundo con su arte y a ser simplemente feliz. Aquí tendrá desilusiones amorosas, se hará hasta cantante de tangos, “a mi estilo aflamencado”. La soledad le hace descubrir nuevos caminos, enseñar su arte por todo el territorio argentino. Y de a poco, aún con el mal de ausencias a cuestas, conocerá otros afectos, a su familia por adopción, con lazos tan fuertes como los de sangre. Taconeos y baile actitud y talento.
Cuando el director decide a saltar de la ficción (Tres minutos, Hortencia, Amor urgente) al documental, resumirá el lapso de tiempo de esta realización con datos contundentes de su vida familiar “hice una peli, tuve una hija, perdí a un hermano”. Pero en realidad se propuso hacer una película sobre Graziele su cuñada de l9 años, asumida lesbiana, durante el gobierno de Bolsonaro que decide emigrar a la Argentina cuando el entorno familiar y social no es el mejor. Esa convivencia, con lo no hablado y los problemas que trae toda migración, un núcleo muy interesante del film, despierta otras inquietudes. Las preguntas no formuladas sobre el propio origen del director- narrador, conflictivas y cruciales para comprender, eliminar dolores y asumirse sin deudas emocionales. Un recorrido emotivo, revelador y terapéutico a la vez.
Lo que demuestra este documental de José Glusman es que la generación dorada de basquetbolistas no fue una casualidad. Ni siquiera un truco de magia destinado a brillar. Con el talento de los jugadores, tres directores técnicos lograron lo imposible. Por eso conocer las historias de Julio Lamas, Rubén Magnano y Sergio Hernández nos permite comprender como se fueron gestando esos tiempos únicos. Con la participación especial de Emanuel Ginóbili, Juan “Pepe” Sánchez, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Luis Scola y Horacio Muratore Son 145 minutos ideales para los fanáticos del deporte y para comprender, como señala su realizador, que si en los últimos 24 años nuestro país tuvo 10 presidentes y 23 ministros de economía, la Selección Argentina de Basquete tuvo solo a estos tres entrenadores, con su estilo, experiencia y sapiencia, pero con un sentido de la continuidad que logró esos brillantes resultados.
Es un documental imperdible por muchas razones. La primera es que los realizadores Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, encontraron un lenguaje ameno, con humor y didáctico sin ingenuidades. A eso le agregaron datos de la realidad, con muchos testimonios interesantes, una historia animada de la evolución del tema de los zoológicos, la necesidad de tenerlos o que desaparezcan. Y por fin todo lo que se estudio y argumentó en un juicio histórico sin precedentes. El zoológico de Buenos Aires tiene su cuota de nostalgia para quienes siendo niños descubrían a los animales y sus tamaños, en un mundo que nada se cuestionaba sobre tenerlos encerrados detrás de rejas. Hubo un acontecimiento que sacudió conciencias dormidas y resistencias del pasado: la muerte del oso polar, llamado Winner, por culpa del estrés (fuegos de artificios celebrados en la Sociedad Rural, a pocos metros de su encierro) y altísimas temperaturas. A eso se le sumó un juicio histórico llevado a cabo por la jueza Elena Liberatori donde se declaro a la orangutana Sandra persona no humana, con derechos al buen trato por ser un individuo sintiente. Un material fascinante, interesante y también despertador de conciencias y emociones.
La realizadora austríaca Jessica Hausner plantea una gélida ciencia ficción, donde casi todo se desarrolla en un mundo medido y de gestos rituales y respetuosos, en tonalidades pastel, un ambiente pulcro donde parece que nada malo puede suceder. Y esa realización inquieta más cuando irrumpen las consecuencias de una aparente creación genética. Una manipulación que ha logrado una flor capaz de hacer feliz a la gente, que tiene en su aroma “esa hormona definida como olor a madre, que establece el fuerte vínculo de la mujer con su hijo recién nacido.” Algo tan inquietante que ese perfume hace recordar el argumento de la mítica “Invasión of the body snatchers” porque transforma a quienes aspiran lo que ofrece la flor en zombies agradables pero… monstruosos al fin. Y también permite otra lectura de una investigadora tan adicta al trabajo que descuida a su hijo, o la invasión aceptada y consumida de una verdadera marea de medicamentos antidepresivos para adormecer a los humanos y que nunca salgan de su zona de confort. Un film en apariencia demasiado prolijo que oculta lo siniestro con inteligencia.
Todo lo que se pueda decir de esta desmesurada y espléndida película de Alejandro González Iñárritu, escrita junto a Nicolás Giacobone, el mismo lo anticipa en boca de sus colegas mexicanos, que increpan al protagonista ( un soberbio Daniel Gómez Cacho) con frases “pretensioso y sin sentido onírico” entre otras lindezas que seguramente se publicaran sobre este film. Un trabajo tan extenso como seductor, tan deslumbrante como agobiante, tan creativo como punzante. Una realización artesanal exigente que mezcla realidad, escenas de ficción que se supone son parte de los documentales del protagonista, un expansivo e inmersivo mundo onírico y un presente que tiene que ver con un premio importante que el duda en recibir y provoca todo tipo de reacciones entre sus colegas del pasado. El tema es que el espectador nunca se aburre y pocas veces encontrará criticas tan despiadadas hacia EEUU y la quita de territorio a México, la masacre hacia sus soldados, los supuestos trámites de Amazon para comprar un estado de su país de origen. Y ni hablar sobre la conquista encabezada sobre Cortez que dialoga con el protagonista desde la cima de una montaña de cadáveres indígenas. Y los dardos hacia México, con su violencia que provoca tantos desaparecidos en una escena impresionante, o cuando le dice a un periodista exitoso local “Gracias a tus opiniones exaltadas y tu enojo nos quedamos sin verdades” . Es despiadada su mirada sobre la situación del protagonista, un migrante de lujo que sin embargo sufre maltrato en el regreso a un país que habita desde hace 20 años. Nada ni nadie se salvan. Pero tampoco faltan los momentos emotivos: los recuerdos de su padre, el encuentro con su madre, el hijo que vivió tan poco, la cercanía de la muerte. Como es un gran director, es fácil decir que Fellini con su “ 8 y ½”, “All That Jazz de Bob Fosse o “La grande bellezza” de Paolo Sorrentino influenciaron a Iñárritu. Pero él le dio su sello, su impronta a un film que, toma al espectador para un viaje largo, de emociones, visiones filosas, desbordes, hermosos momentos. Su creación es avasallante, recargada, florida y también personal. Es de celebrar que ahora en cine y luego en su estreno en Netflix la plataforma le de espacio a una creación tan particular como extensa. Se luce con su trabajo Griselda Siciliani.
Se supone que la historia tiene que ver con una leyenda urbana vietnamita aunque un ascensor especial en un hospital abandonado, es un tema que también se atribuyen los japoneses en varios films. El guión y la dirección de Peter Mourougaya no se preocupa demasiado de las explicaciones de los distintos giros del argumento, pero si pone toda su atención en la realización, el uso de colores estridentes, la pantalla a negro, los efectos fuera de cuadro que dan más temor de lo que se ven en realidad. Un juego, una aventura, usar un ascensor con una invocación repetitiva que finalmente logra sus frutos, que las puertas se abran al inframundo. Entretiene en “el durante” aunque al final deja sabor a poco. Los fanáticos del género igual apreciaran las inquietudes de ángulos especiales, lujos de iluminación y momentos de franco suspenso.
El despertar de una joven mujer que observa y aprende, estudia y elige, parte del desamparo y de a poco encuentra no solo su lugar de pertenencia, sino también su espacio ético. Lo que propone la directora Micaela Gonzalo, autora también del guión junto a Lucía Tebaldi, es mostrar el camino recorrido por una adolescente que parte del peor desamparo. Vivir en condición de calle, situación en la queda a la muerte de su madre. Como puede, con algún pequeño robo incluido, junto lo necesario para viajar a Río Grande en Tierra del Fuego, donde vive su medio hermano con quien no ha tenido prácticamente una relación. No hay afecto verdadero para comenzar una relación, si un principio de obligación, molestia y utilización para un hombre joven con tratos mafiosos y al margen de la ley, en paralelo a un trabajo en blanco, en fábrica que ensambla teléfonos, donde le consigue un puesto a la chica. El crecimiento de “la chica nueva” en manos de la talentosa Mora Arenillas, incluye toda la gama de sentimientos, el encontrar su propia voz en un rol casi sin palabras, pero siempre elocuente. Los apuntes de una realidad precaria, las protestas, la violencia, un fresco de un tiempo y una situación conocida. También es bueno el desempeño de Rafael Federman. Un film que une lucidez, profundidad y sensibilidad para una mujer en crecimiento.
Damián Galateo dirige este documental con partes ficcionalizadas, con un perfecto casting, para reflexionar desde el tono de una película de horror, cómo el peor terror existe y es la violencia intra-familiar. Con entrevistas, imágenes de archivo, efectos del género, la utilización del suspenso y el color rojo, los efectos de sonido, expone su propia historia familiar, también para terminar con la inevitable cadena de repeticiones y cortar con el sufrimiento. El director Damián Galateo es el nieto de un hombre violento. Se trata de Alberto Luis Galateo, un futbolista santafesino que tuvo su tiempo de fama, en los años 30 jugó para Colon, luego en Chacarita Jr., en Racing por un solo partido ( se explicará porque) en Colegiales y en la Selección en el mundial de 1934, donde le hizo un gol a Suecia. Esa fue su vida pública. En privado era un monstruoso violento: le pegaba sistemáticamente a su esposa, le hizo perder un ojo y a sus tres hijos. El mayor puso fin a tanta tortura soportada, en un tiempo donde el derecho de la mujer y los niños era avasallado y aceptado por la sociedad, con tres tiros. Fueron tantos los testimonios familiares y del entorno familiar que el adolescente solo estuvo en prisión pocos meses. El abuelo del director y su hermano, el que empuño el arma, siguen viviendo muy cercanos, pero solo hablan de futbol. Poner en palabras, imágenes y en género de terror lo que vivió esa familia, fue un mandato para el realizador que devino en una muy buena película. Sorprendente, durísima, innovadora, absolutamente creativa frente a tanto documental lineal.