El insulto de Ziad Doueiri Luego de su nominación para los premios Oscar como mejor película extranjera, se estrena el film El insulto que cuenta un drama personal que desnuda las deudas pendientes de una sociedad constantemente abatida por los conflictos en medio oriente. Toni es un libanés afiliado al partido demócrata cristiano que considera que los refugiados palestinos tienen un trato preferencial en su país y eso lo resiente. Un día conoce a Yasser, un palestino que está trabajando en Beirut, y en un acto de odio Toni entorpece su trabajo, a lo cual el palestino responde con un insulto. Escandalizado por el hecho de que un extranjero tenga tal trato para con él, exige al jefe de Yasser una disculpa, pero al negársela, Toni decide elevar el caso a la corte, llevando ese pequeño conflicto doméstico a tener alcance nacional, resaltando así las diferencias dentro de una sociedad en la cual las deudas sociales abundan. La crisis en medio oriente, que ya lleva siglos sin poder resolverse, encuentra en El insulto una nueva y diferente forma de ser contada. La sociedad libanesa que nunca reparó sus heridas ni reivindicó a sus sufridos debe ahora albergar a los palestinos, sin tierra, sin patria y estigmatizados por todos sus vecinos. Y en medio de eso los prejuicios, las culpas y el resentimiento de quienes no cerraron sus heridas y quienes están todavía siendo heridos. La pareja protagónica de El insulto muestra cómo la calidad actoral es muchas veces el secreto para que un relato llegue a buen puerto. Tanto Adel Karam, en el papel del libanés Toni, como Kamel El Basha, quien encarna al refugiado palestino Yasser, logran en pantalla una tensión que excede la de los diálogos que, por momentos, terminan siendo demasiado explicativos, y logran encarnar entre ellos la impronta de un conflicto que les es común y los excede al mismo tiempo. El código del drama legal es, sin embargo, demasiado parecido al de una telenovela y eso le quita credibilidad al relato. Las resoluciones sorpresivas, las verdades ocultas que afloran, el comportamiento irracional de los implicados, de los testigos y hasta de los abogados, contrastan con la seriedad del planteo de la película y terminan yendo en detrimento de una más madura resolución por parte del director.
Llega el debut cinematográfico como directora de Valeria Bertuccelli en co-dirección con la también debutante Fabiana Tiscornia. Bertuccelli es quien, además, encarna a la protagonista de La reina del miedo, esta particular y atrayente película sobre un personaje singular. Robertina (Tina en el ambiente laboral) es una prestigiosa actriz. A días del debut de su nuevo y muy esperado espectáculo teatral, Tina está perdida. Temerosa, paranoica, desconcentrada, fluye a través de las horas que se suceden, evitando enfrentar el hecho de que no sabe bien qué es lo que va a pasar en su obra de teatro mientras la fecha de estreno se acerca. Vive sus días siguiendo la omnipresente voz de Albert que, constantemente, le dice a través del teléfono todas las cosas que aún le quedan por hacer, hasta que un llamado le informa que uno de sus amigos más queridos, que vive en Dinamarca, tiene cáncer. Shockeada por la información, Tina se sube a un avión sin darle aviso a nadie para ver a Lisandro, quien parece ser la única persona con la cual se siente contenida. Como una imagen reflejada invertida en un espejo, la película arranca con un apagón de luz e inmediatamente Tina sucumbe ante lo desconocido, como en ese momento en que la platea queda a oscuras y el actor sólo depende de él para llevar a buen término la obra. Tina, sin embargo, se ve aterrada por la situación, desatando una escena paranoica que desnuda todas sus inseguridades al mismo tiempo que nos muestra la complejidad del personaje. Lamentablemente no se llega a disfrutar del todo el momento por la constante y poco disimulada inclusión de pauta publicitaria en la secuencia inicial. Sin embargo, apenas terminada la escena el espectador se ve liberado de esa incomodidad y se mete de lleno en el extraño mundo del personaje que compone de forma brillante Valeria Bertuccelli. Con un código de actuación y un clima emparentado con los filmes de Ana Katz y Martin Rejtman, Bertuccelli y Tiscornia llevan al personaje a deambular de lo patético a lo tierno, pasando por la risa, el ridículo y la desesperación. Es justamente en ese vaivén emocional donde el film se luce más. Los cambios de género logran mostrar un ser complejo que parece no tener puntos medios, siempre tironeado entre la pasividad absoluta y el histrionismo. Mención aparte para las excelentes actuaciones en el film. La química entre los personajes en la pantalla trasciende, particularmente la lograda entre Lisandro (Diego Velázquez) y Robertina, quienes reconstruyen para el espectador años de amistad con apenas unos segundos en la pantalla.
Basada en el caso real de un sobreviviente de las explosiones que en el 2013 sorprendieron a quienes estaban en la maratón de Boston, el director David Gordon Green nos trae Más fuerte que el destino, la historia de Jeff Bauman, la historia de su familia y de una ciudad golpeada que busca sanar sus heridas. Jeff es un inmaduro y poco comprometido joven que está dispuesto a demostrarle a su ex novia Erin que ha cambiado. Es así que se presenta cerca de la línea de llegada de la maratón de Boston en la cual ella compite y, mientras la espera, sin saberlo, se para al lado de un terrorista que está a punto de detonar una de las dos bombas caseras que lesionaron a muchas personas, incluyéndolo. Como resultado, pierde ambas piernas por debajo de las rodillas y se ve condenado a una vida en silla de ruedas o una comprometida y dolorosa rehabilitación. Es en este momento,que Jeff va a aprender qué nivel de compromiso tiene con la vida y hasta dónde está dispuesto a llegar para lograr sobreponerse. Lo que relata Más fuerte que el destino no es una historia novedosa, pero lo que la vuelve más interesante es el hecho de estar basada en un caso real. El derrotero que el personaje tiene que recorrer no es el habitual camino del héroe porque, al ser capaz de identificar a uno de los terroristas y contribuir así a su detención, Jeff pasa de la noche a la mañana a ocupar el lugar de héroe de su ciudad y se transforma en un símbolo de esperanza. El problema es que él, en lo personal, no es esa persona. Sigue siendo débil e inmaduro y tendrá que enfrentarse, una y otra vez, con sus problemas para poder resurgir como un hombre renovado. La lucha de Jeff se ve reflejada, al mismo tiempo, en su entorno: una familia sureña de clase social baja, cuya madre pasa la mayor parte del tiempo alcoholizada, y sus amigos, sin proyecto de futuro. Esto que podría haber sido un punto fuerte en la película es, sin embargo, uno de sus problemas, ya que estos personajes quedan muchas veces en la caricatura y eso termina haciendo que los momentos tensos o incluso dramáticos queden ridiculizados en tono de comedia. Jake Gyllenhaal, en el protagónico, tiene momentos correctos, pero muchas veces termina en un código de actuación un tanto exagerado, probablemente, también, como producto de la falta de claridad en el código dramático de la película en general. Muy correcta por otro lado la actuación de su contraparte femenina Tatiana Maslany, quien tiene la difícil tarea de encarnar al único personaje que, lejos de lo condescendiente, es frontal con el protagonista y lo ayuda a encontrar su lugar.
Encuadrado en el subgénero del terror gótico se estrena Los inquilinos, película irlandesa que retoma el código de otras que ya se han vuelto clásicos del género, pero que no logra en ningún momento levantar vuelo por sí misma. Rachel y Edward son dos hermanos gemelos que viven en una inmensa propiedad familiar que fue pasando por casi dos siglos de padres a hijos. Pero de la misma forma que con la casa, durante todos estos años los padres heredaron un terrible secreto, causal de una maldición que tiene a los miembros de la familia presos dentro de su propio hogar. Si ellos no respetan las tres reglas impuestas: estar en sus habitaciones antes de la medianoche, no dejar a ningún extraño entrar a la casa y tratar bien a su hermano, aquellas presencias que habitan debajo de la casa volverán a entrar en ella para castigar a los chicos. El problema es que los gemelos, ahora mayores de edad, se ven enfrentados a la disyuntiva de continuar la costumbre familiar que perpetúa la maldición o huir y cortar finalmente con ese ciclo aparentemente interminable. Siguiendo la tradición de películas como Los otros o El orfanato, el guion de Los inquilinos descansa mucho en la locación en la cual se filmó. El estilo impactante de la mansión es, sin dudas, lo más llamativo de este film que no logra en ningún momento asustar verdaderamente al espectador. Las actuaciones son bastante aceptables, particularmente el dúo protagónico de los hermanos, pero la redundante charla que trata de poner de manifiesto todo el tiempo la amenaza latente a la que se ven sometidos termina siendo tediosa. Dos, tres, cuatro veces se repiten las frases hasta el punto en el cual se habla más de los temores que lo que realmente se percibe en pantalla. Y cuando finalmente las amenazas como “están llegando” “vienen por nosotros” y otras más se cumplen, la estética de las criaturas sobrenaturales es decepcionante, no asusta, no impresiona y no está definida por ninguna cualidad particular, como si uno estuviese mirando maniquíes.
Mezcla de drama con suspenso y película de acción, Desaparecido es el retorno de Halle Berry a un rol protagónico donde su constante presencia en pantalla no llega a ser suficiente para sostener un relato previsible y de poca agilidad. Karla es una madre de clase trabajadora en medio de un divorcio en el cual tendrá que pelear con su ex marido por la tenencia de su hijo Frankie. En medio de un paseo por una feria de atracciones, Karla se aleja de Frankie para hablar con su abogado y, cuando corta la comunicación, se encuentra con que su hijo ha desaparecido. En medio de la desesperación, divisa como una mujer lo mete en un auto y se lo lleva. Desesperada, Karla emprende una persecución en su minivan, decidida a no dejar que los secuestradores se lleven a Frankie. La película de Luis Prieto (un prácticamente desconocido director que no muestra acá motivos para querer revisar su filmografía en busca de joyas perdidas) es fallida casi desde el principio. Si bien la secuencia de títulos promete una película bien armada desde lo emocional, ya en cuanto abre el relato nos encontramos con una muy extensa y mal armada secuencia de presentación que nos quiere mostrar el lugar de trabajo de Karla, pero que por alguna razón pierde mucho tiempo en mostrar algunos de los clientes, logrando volver al film muy aburrido en su mismo comienzo. La secuencia del secuestro, clave en la película, es otro momento fallido, copiado de En lo profundo del océano (The Deep End of the Ocean, Ulu Grosbard, 1999) pero que, por ciertos problemas de armado y al estar estructurada desde una conversación telefónica poco interesante, no logra generar ningún tipo de dramatismo. Lo mismo ocurre con la persecución del auto de los secuestradores (la cual ocupa la mayor parte del metraje de Desaparecido), está tan mal montada y tan plagada de momentos en los cuales la persecución baja su intensidad que el espectador no logra nunca angustiarse solidariamente con Karla. Desaparecido es una película relativamente corta que parece volverse interminablemente larga. Parece ser un proyecto que busca poner en primer plano todo el tiempo la actuación de Halle Berry, como la madre desesperada dispuesta a todo para no perder a su hijo, pero los diálogos y los monólogos que tiene la actriz mientras está al volante de su vehículo, plagados de clichés y repeticiones hasta el hartazgo, hacen que lo único que pueda demostrar es que sabe llorar muy naturalmente, lo cual a esta altura del film ya poco importa.
Un pequeño momento en la vida de un poeta puede ser un enorme momento dentro de una sala de cine, como bien demuestra Jim Jarmusch en Paterson, su última película de ficción. Paterson es un joven conductor de autobuses en la ciudad de Paterson, otrora cuna cultural y económica, hoy devenida en un lugar que sobrevive a pesar de carecer del carácter pujante de las otras ciudades. Paterson es también poeta, transcurre su vida escribiendo sus textos, trabajando y conviviendo con su inquieta novia Laura, otra artista pero de espíritu más relajado. El día de Paterson transcurre en la atenta observación de sus pasajeros, los paisajes de su ciudad y las noches en comunión con su inquieta amante, quien le insiste para que él edite sus poemas, cosa a la que el protagonista se niega incesantemente. ¿Es una semana tiempo suficiente para conocer a un personaje? ciertamente no es una tarea difícil la que le propone Jarmusch a su espectador, pero junto a una rutina clara, una actuación brillante por parte de Adam Driver y la presencia constante de la escritura que va creando el protagonista logran que, por lo menos, quien se adentra en este maravilloso film, pueda entender el interior de un personaje simple, querible. Muy interesante es la revisita que hace Jarmusch de su film Coffee and Cigarettes (del año 2003 compuesto por charlas entre diferentes personajes), en las pequeñas conversaciones entre los pasajeros que Paterson transporta, capturando la simpleza de las palabras y la impronta de una ciudad en pequeñas escenas y que corona con el semblante relajado y magnético de Adam Driver. La poética es, sin dudas, la gran protagonista de este film, está en imágenes, en los climas, en la química entre los protagonistas y también está en los procesos de escritura del propio Paterson, que repasa en su cabeza cada palabra y su relación con los vocablos que la rodean, mientras el espectador es invitado al juego mediante una sencilla sobreimpresión en la pantalla.
Llega a la cartelera Norman, el hombre que lo conseguía todo, en parte comedia, en parte drama, la película que muestra el leve ascenso y abrupta caída de un personaje muy peculiar es una pequeña joya que no hay que dejar pasar. Norman Oppenheimer es una persona cuyo único talento parece ser el de generar conexiones entre los hombres de negocios y de esa forma él busca obtener su propia tajada. Así es como termina conectado con Micha Eshel, un prometedor político israelí que se siente en deuda con el carismático personaje. Unos años después, elegido primer ministro de Israel, Micha vuelve a New York y se reencuentra con Norman, quien inmediatamente intenta usar sus vínculos con el político para lograr sus propósitos, sólo para encontrar que su participación puede poner en peligro el proceso pacificador de Medio Oriente que el mandatario quiere llevar a cabo. El personaje de Norman está a cargo de Richard Gere, que no es un gran actor, y no tiene el physique du rol para hacer de un judío neoyorquino, pero el guion logra sortear eso construyendo el personaje a través de infinidad de situaciones que, más allá de ser verosímiles al mismo tiempo que estrambóticas, logran compenetrar al espectador aprovechando, paradójicamente, lo poco carismático del personaje y lo mucho que logra a pesar de eso. Gere está rodeado de un elenco sobresaliente, encabezado por Lior Ashkenazi en el papel del primer ministro israelí, y con la presencia de los siempre excelentes Steve Buscemi y Michael Sheen, la película mantiene un constante ritmo y tensión propio de un policial, aunque nunca se adentra en ese género. El gran mérito del director Joseph Cedar es lograr, justamente, que esta trama, aparentemente simple, se transforme en trascendental para el espectador. La intriga sobre cómo va a desarrollarse el conflicto está manejada magistralmente y así las pequeñas situaciones se potencian hasta volverse apasionantes.
Llega la tercera entrega de la saga de Thor, titulada Thor: Ragnarok, inmersa de lleno en el universo cinemático de Marvel y con una gran apuesta al cine de género. Thor (Chris Hemsworth) está recorriendo el universo tratando de mantener la paz en el planeta Asgard y es en ese viaje que aprende todo sobre el Ragnarok, un apocalipsis que amenaza con la destrucción completa de su hogar. Habiendo desarticulado el terrible acontecimiento regresa para encontrar que Loki (Tom Hiddleston) ha desterrado a su padre hacia la tierra mientras se hace pasar por él. Cuando ambos parten a buscarlo se encuentran con un terrible secreto: la muerte de su padre liberará a su hermana mayor, Hela, la diosa de la muerte. Ella es poderosa y no muestra piedad y parte hacia Asgard para, desde ahí, apoderarse, a través de masacres y guerras, del resto del universo, desterrando en el proceso a los hermanos a un lejano planeta, desde el cual Thor deberá intentar regresar para salvar a los habitantes de Asgard de su imparable hermana. Aunque el film sea la tercera parte de una saga propia, Thor: Ragnarok es una película inmersa en el ya gigantesco universo cinemático de Marvel. A punto tal que es más importante haber visto Avengers 2 que Thor 2 para entender gran parte de lo que pasa. Al excelente reparto original se le suman en esta entrega Mark Rufallo como Bruce Banner/Hulk y Cate Blanchett en el papel de la tremenda Hela. Como viene ocurriendo estos actores aportan gran parte del encanto del film, con excelentes composiciones la mayor parte del tiempo y carisma en los casos donde el talento actoral no es tan notorio. Desde la elección de Taika Waititi como director, el tono de comedia de la película se podía prever. Waititi es el responsable de la popular comedia del 2014 What We Do in the Shadows (estrenada con el pésimo nombre de Casa Vampiro en nuestro país) y esta tercera entrega de Thor avanza por esos lares. Humor, humor fino y ocurrente, con más chistes de los que el espectador normal puede abarcar en una visión.
Con pocas innovaciones, Geo-Tormenta busca reinventar el cine de catástrofe sin mucho éxito, a pesar de contar con un buen cast, la falta de ideas y los pobres efectos especiales la ponen muy por debajo en el ranking de las películas del género. En el año 2019 la humanidad enfrenta una posible extinción cuando la naturaleza, fuera de control, luego de muchos años de abuso, sufre una especie de descompensación que termina en catástrofes climáticas que ponen en vilo a la humanidad. Producto de eso, las naciones se unen en el proyecto Dutch Boy que logra controlar por un sistema de satélites los climas del mundo, logrando una nueva armonía, no sólo en cuanto al tiempo sino a la unión de los diferentes países del mundo. Pero ahora todo está en peligro porque alguien está saboteando la estación espacial que controla los satélites y eso provoca que, en algunas ciudades, la población muera. Es momento de recontratar al creador de Dutch boy (Gerard Butler) para que viaje al espacio y arregle el problema. El poco inspirado argumento de Geo-Tormenta no es más que una excusa para intentar un cruce entre las ya mediocres Armageddon (Michael Bay, 1998) y 2012 (Roland Emmerich, 2009). En parte película de catástrofe climática y en parte thriller de acción espacial, nunca logra el clima que podría haber tenido. La geo-tormenta no llega nunca a corporizarse y los fenómenos atmosféricos son poco creíbles y están mal diseñados, provocando más risas que empatía en el espectador. El cast es lo más prolijo dentro de la película, aunque en papeles ridículos hasta actores como Ed Harris o Andy García terminan siendo difíciles de asimilar. Por lejos lo mejor es el hallazgo de Talitha Bateman en un papel muy cliché pero con un muy buen desempeño actoral.
50 Primaveras, de Blandine Lenoir, trata, en tono de comedia, el escabroso tema de la menopausia y la vida en una sociedad que parece no tener lugar para mujeres que pasaron sus cuarenta años. Aurore es una madre divorciada. Sus dos hijas están en pareja y sus vidas parecen estar en medio de una transformación. El lugar donde trabaja cambió de dueño y ella debe adaptarse a eso. Su hija mayor acaba de quedar embarazada y la menor, enamorada, decide seguir a su novio que se va a radicar a Barcelona. En medio de todo esto, ella se reencuentra con su primer amor, Totoche, en quien deposita la perspectiva de una nueva oportunidad en la vida. Con las hormonas como principal protagonista, la directora nos muestra tres etapas de cambio que se cruzan. Al mismo tiempo que Aurore tiene que luchar con sus bochornos y su lugar en la sociedad como mujer divorciada, ve como su ex marido, casado ahora con una mujer más joven, tiene su vida resuelta. Su hija mayor, también en un estado de excitación hormonal provocado por el embarazo, tiene problemas con su propio cónyuge y la hija menor, en plena excitación de la post adolescencia, se va de la casa (y del país) en pos de sostener la relación con su pareja. Lo que podría haber sido un melodrama es, en manos de un guion muy divertido y ocurrente, una comedia que descansa completamente en el carisma de su actriz protagónica: Agnès Jaoui que, además de ser una mujer hermosa, logra contagiar su sonrisa al espectador. Al trío protagónico de mujeres de hormonas revolucionadas lo complementa Mano, la mejor amiga de la protagonista, que se niega a permanecer en el lugar que la sociedad le asigna a las mujeres de su edad y que aporta al guion (y a la vida del personaje principal) la cuota de humor exagerado que tan bien le viene a la historia.