Basada en la novela homónima de Juan José Saer, llega El limonero real, a nueva película de Gustavo Fontán que relata con su particular narrativa la historia de este apesadumbrado personaje. El litoral santafesino es el escenario de este relato en el cual Wenceslao, un humilde poblador de la ribera del rio comienza su día que no será como otros. Una celebración en casa de su familia, que comienza al almuerzo y se extiende hasta la cena pone de manifiesto el drama que subyace en su propio hogar: La ausencia de su hijo fallecido y la de su esposa, en eterno luto. Wenceslao atraviesa el día en compañía, pero solo, sintiendo las dos ausencias al mismo tiempo que se rodea de todos aquellos que le importan, menos sus dos personas más cercanas. Los festejos se suceden en este día que parece durar lo mismo que el sol, y Wenceslao como si fuese parte de ese paisaje arrasado por el agua y seco al mismo tiempo se deja arrastrar por esa correntada que son los rituales de los isleños, en los cuales él fluye como un bote más, parado en el polo opuesto de su esposa, pero con la misma falta y necesidad que ella. Imposible hablar de la película sin hablar de su director. Gustavo Fontán es un poeta que depone la pluma al mismo tiempo que agarra la cámara. El film plantea el luto por el hijo perdido casi anecdóticamente, es Fontán quien, a través de la imagen y sobre todo los tiempos del espectador para recorrer la composición del cuadro, la expresión del devastado pero estoico Wenceslao y hasta los frenéticos movimientos de la familia, transmite la desesperante sensación de lo que pudo ser y no fue. Que se puede decir ya de Germán de Silva que no se haya dicho. El actor a quien la mayoría de los espectadores conocimos en la fantástica Las Acacias (Pablo Giorgelli, 2011) encarna a Wenceslao expresando sin siquiera tener que gesticular, el desgarro que el personaje siente en su ser. El resto del elenco, sin salirse del código natural impuesto por el escenario, complementa este relato fuerte que emociona sin sobrecargar al espectador. El limonero real es una película de una belleza particular, con un clima que no se deja atiborrar por el de sus paisajes sino que se construye desde las cámaras. Con una poética maravillosa y un personaje potente, es sin duda un imperdible para quienes disfrutan de un cine reflexivo y pausado que no atraganta al espectador sino que lo compromete emocionalmente.
Del director de La Huerfana, llega Miedo Profundo. Desde que en 1975 las audiencias de todo el mundo quedaron hipnotizadas por la película Tiburón, hubieron 3 secuelas oficiales, versiones europeas, telefilms y más películas de ataques de tiburones de las que uno puede recordar. Este 2016 llega a los cines Miedo profundo , una nueva película con una premisa un poco mas intimista pero con el mismo resultado que el resto de los films de igual temática. Nancy esta en medio de una encrucijada en su vida, la pérdida de su madre le quita perspectiva de futuro. Entonces decide aventurarse a la búsqueda de una playa que los nativos mexicanos mantienen secreta para evitar que los turistas la destruyan. Ella la encuentra y se adentra en las aguas para practicar surf y tratar de encontrar algo de paz mental. Pero antes de terminar su día de playa, es atacada por un enorme tiburón blanco, y a partir de ahí su existencia se transforma en un juego de vida o muerte donde alcanzar la orilla es el premio máximo al que se puede aspirar. Al principio, y tal como ocurrió con el primer teaser que se vio del film, parece que estamos viendo una película bastante original en su punto de vista, centrada más en el duelo entre el personaje y la bestia, al mismo tiempo que la naturaleza misma del mar beneficia a uno y otro. Pero rápidamente la aparición obvia y muy expuesta del tiburón saca cualquier poética que el film había generado y pasados los minutos iniciales, Miedo Profundo se transforma en un producto digno del cine clase B, solo que con buen presupuesto. Para ser honesto, la verdadera intención estética de Miedo profundo se devela demasiado rápido en el film. La secuencia de apertura carece de la sutileza de todas sus predecesoras, incluso de películas muy inferiores a esta. Luego, una vez desatado el conflicto, vemos un tiburón que gruñe, retrocede (algo que los escualos no pueden hacer físicamente) y hasta pone cara de dolor, por más imposible o ridículo que esto suene. El punto más alto es sin duda su fotografía, a cargo de Flavio Martínez Labiano (quien supo trabajar para Alex De La Iglesia). Siguiendo la línea de directores de fotografía como Clark Little, las tomas de oleaje, las tomas subacuáticas y los ralentis son realmente bellísimos. El problema es que los efectos digitales son claramente inferiores en su estética a las imágenes obtenidas por el director de fotografía. Blake Lively como Nancy realiza una actuación apenas aceptable. Su personaje pasa demasiado rápido de su condición de “persona pensativa” a heroína de acción, y ninguna de esas facetas las desarrolla demasiado en profundidad. El paralelo con el personaje de Chrissie (la primer muerte en Tiburón) es claro, y la película no ahorra en homenajes al film del ’75, pero eso no alcanza para conformar a los fans de una de las películas más icónicas de la historia del cine. Esta película tiene en definitiva, el potencial de atraer a las salas a toda una generación que no posee muy buenos referentes de este tipo de films de monstruos devora hombres. Pero para aquellos que ya hemos pasado por la experiencia tantas veces, realmente Miedo profundo no aporta nada interesante para ver y muchas de sus escenas terminan siendo más graciosas que terroríficas.
Llega a la argentina Nada es lo que parece 2, secuela de la película homónima del año 2013 que como viene pasando, no llega al nivel de su predecesora y falla también al momento de entretener. Luego de haber sido aceptados por El ojo, Jack, Daniel y McKinney viven en la clandestinidad (ya sin Henley, por razones nunca explicadas) y están ansiosos por volver al ruedo. Perseguidos por las autoridades, se esconden a la espera de las instrucciones que a cuenta gotas les acerca Dylan Rhodes, su contacto en el FBI. Finalmente la oportunidad de volver se presenta pero, cuando los magos (con el agregado de la nueva integrante Lula) están en medio de su improvisado show, son intervenidos por una potencia que parece tener las mismas herramientas que ellos, quien los expone. Así, son secuestrados al mismo tiempo que protegidos por Walter, un millonario que los traslada a la otra punta del mundo para que ellos roben algo por él, y así recomienza el juego de misterios, traiciones, y sorpresas (ya no tan) inesperadas. Sin caer en el cliché de “segundas partes nunca fueron buenas” realmente en este caso el producto queda tan alejado de los logros de su predecesora que el espectador no sabe muy bien por donde apreciar el film. Nada es lo que parece no era una genialidad, pero en el juego de descubrir y entender como habían hecho los trucos y como todos los peones del ajedrez estaban perfectamente entrelazados, el espectador veía un producto disfrutable. En este caso, por alguna razón que excede mi entendimiento, el guion decide contar por anticipado cual es el truco a realizar y luego mostrar como lo realizan. No teniendo el efecto sorpresa de su edición anterior, la película termina siendo un mero pasatiempo que no deja mucho lugar para el disfrute. La fotografía sigue siendo impactante, la música no tanto. Los efectos de la banda sonora se repiten igual que en el film anterior, pero en Nada es lo que parece 2 no sirven, porque ya no hay nada para sorprenderse. Algunas actuaciones son buenas, particularmente siempre es un gusto divertirse con el carismático Woody Harrelson (haciendo dos papeles esta vez) pero esta entrega atrasa muchos años en un guion que no parece haber sido demasiado trabajado. La nueva integrante del elenco hace un personaje al límite de lo soportable y Jesse Eisenberg ahora parece estar siempre haciendo de Luthor, lo cual no es bueno… no es nada bueno traerle ese recuerdo a la mente a ningún espectador. Nada es lo que parece 2 no deja un buen sabor al final de la proyección y no habilita mucho interés para continuar con los personajes, realmente una película que puede dejarse sin ver sin ningún problema.
Detrás de los anteojos blancos primer largometraje de Valerio Ruiz. Lina Wertmüller es una de las pocas mujeres directoras de cine que han pasado a la historia como una profesional de renombre en una profesión integrada casi en su totalidad por hombres. Detrás de los anteojos blancos hace una recorrida por la historia, la persona y sobre todo la filmografía de este pintoresco personaje. En el año 1963, Fellini dirigía 8 y ½ y una novata pero nada tímida Lina se presentó al mundo como una torpe y carismática asistente de dirección, según su propio recuerdo. Gracias al padrinazgo del mismo Fellini y a una muy original idea, ese mismo año Lina Wertmüller logra con I basilischi su debut como directora. A partir de ahí, su carrera ascendente, su estética tan particular y la temática de clases sociales y diferencias de género que pueblan su filmografía, dieron como resultado una de las más prolíficas y elogiadas carreras cinematográficas. El documental transita desde la personal mirada de la cineasta, cada uno de los hechos que la volvieron quien es, deteniéndose prácticamente en cada una de sus películas, lo que probablemente sea el punto más bajo del film, ya que en algún punto termina pareciendo un catálogo de su producción. Su anecdotario es más que extenso y la propia capacidad de la cineasta para contar una historia hace que la más usual anécdota de rodaje sea algo hermoso de escuchar. A medida que avanza el film, empiezan a menguar las intervenciones de la propia Leni, y entonces, grandes protagonistas del mundo del cine como Scorsese, Sophia Loren y Harvey Keitel hablan tanto de lo intensa e interesante experiencia de trabajar con ella, como de la influencia que sus películas tienen en el cine actual. Sin dudas para los seguidores de Wertmüller, este documental es una joya imperdible, pero también es muy disfrutable para todos aquellos que gusten del cine en general y particularmente del cine italiano del cual ella es, una de sus principales exponentes. Detrás de los anteojos blancos se propone como un film que descubre a la artista detrás de la obra, pero que comprende rápidamente que la obra ES el artista.
Luego de cuatro años de haber sido estrenada en Buenos Aires Amigos intocables, llega a los cines la muy inferior versión Argentina de la misma historia, Inseparables. Felipe sufrió hace ya muchos años un accidente cabalgando que lo dejo paralizado del cuello hacia abajo y con muy poco interés en vivir. Pasa sus días sin ninguna motivación, hasta que conoce a un subcontratado trabajando en su casa, Tito. Y es él quien a través de la simpleza de su visión de la vida hará que Felipe pueda de a poco animarse a vivir un poco más. Inseparables es, en casi todos los aspectos una copia textual de su predecesora y aun así, fracasa como película en casi todos los lugares donde aquella triunfaba. La traducción en la relación de los personajes es forzada y la diferencia de clases por sí sola no revierte para la historia un motor suficientemente poderoso como para que la química entre los personajes (que es el punto más importante de esta historia) se desarrolle. Sin lugar a dudas, Rodrigo De La Serna es un actor de primera línea y logra encarnar a la perfección al ayudante de jardinero devenido en asistente personal de Felipe (Oscar Martínez) y gracias a su carisma logra que su actuación sea sin lugar a dudas el punto más alto de la película. Alejandra Flechner también está muy bien en su personaje y Martínez sin sobresalir demasiado, compone a Felipe muy bien. Pero es el pequeño personaje de Monica Raiola la que logra uno de los mejores momentos de la película. El problema de la película es claramente el guion. No tiene muy en claro como funcionaria esta historia en el contexto de nuestro país y la traducción de la versión francesa no es para nada acertada. Muy forzadas las situaciones y los diálogos y con eso no hay actuaciones que alcancen. Igualmente por lejos el peor punto de la película es la música. Es inexplicablemente anticlimática, de pésimo gusto y da la sensación de que uno está viendo una muy mala película de los ochenta.
14 años después de su primera aparición, vuelve jason Bourne con Matt Damon dirigido por Paul Greengrass. En un año donde los estudios empiezan a replantearse la eficacia de los reboots, las secuelas y las remakes, se estrena Jason Bourne, una película que busca revivir la saga original basada en los libros de Robert Ludlum y que, tal como está pasando con muchos de estos productos, no llega a la altura de sus predecesores. Jason Bourne está perdido, peleando por plata en un alejado rincón del mundo sin demasiado en que pensar. Alejado de todo su pasado en la CIA, recorre largas distancias solo para batirse en duelos de lucha libre y así continuar purgando la culpa que lo carcome. En una de esas peleas, mientras su espíritu luchador parece estar abandonándolo, ve a Nicky, con quien comparte el hecho de ser un paria de la CIA. Y es gracias a la información que ella le va a dar, que se embarca en una nueva aventura tratando de desenmarañar los recuerdos de su pasado que aún siguen torturándolo. El film parte de una premisa complicada, que es la necesidad de estar a la altura de sus predecesoras que marcaron un punto de quiebre en el cine de acción actual, no solo por lo complejo y efectivo de sus argumentos, sino por el preciso delineado de este personaje enigmático que, arrepentido de su accionar, trata de redimirse. En esta nueva entrega, en la cual resulta muy obvia la ausencia creativa de Ludlum, Bourne es transformado por el director en un espía que sabe pelear muy bien pero que a diferencia del protagonista de la saga original, ahora es más un personaje ayudado por la suerte que un estratega capaz de desafiar a los cerebros mejor entrenados del servicio secreto americano. Las escenas de acción por otro lado son realmente impactantes. Las persecuciones en las calles, las multitudes en Atenas que aumentan exponencialmente el caos de la huida, los autos, calles y túneles de la ciudad, generan un ritmo vertiginoso que no va a decepcionar a los amantes del género. Matt Damon conoce a la perfección a su personaje, y su actuación así lo refleja. El resto del elenco que cuenta con Tommy Lee Jones, Alicia Vikander y Julia Stiles hace su trabajo a la altura de la situación, con la excepción de Vincent Cassel que lejos de componer un personaje profundo como estamos acostumbrados, se transforma en un malvado prefabricado que no termina siendo muy creíble. Jason Bourne es una buena película de acción, plagada de escenas que mantienen al espectador en vilo y expectante, pero que no deja de generar un sabor un tanto amargo al recordar lo pulido del guion y la dirección de la trilogía original, que en cada entrega se fue superando a sí misma.
El poder, la religión, el alma humana y el deseo se juntan en el estreno de la nueva obra de Marco Bellocchio, Sangre de mi sangre, una obra de arte de esas que hay que ver si o si en el cine. Sangre de mi sangre cuenta dos historias diferentes, pero unidas por un mismo punto de vista. Por un lado, un hombre llega a un antiguo convento del siglo VXII para intentar limpiar el alma de su hermano quien, por haber cometido suicidio no puede ser enterrado en tierra santa, y ahí descubre a la mujer por la cual su hermano desesperó. Al mismo tiempo pero en nuestra actualidad, un misterioso personaje se oculta de la vista del pueblo donde vive, dentro de las paredes del mismo monasterio amparado en lo que parece ser una sociedad secreta que coexiste con la nuestra desde hace siglos. Aunque la película parezca esconderse detrás de la simpleza del conflicto principal, el entramado de imágenes, sonidos y también silencios logran hipnotizar al espectador, al mismo tiempo que lo impulsan a reflexionar sobre las diferentes estructuras de poder en cada época. La iglesia, la burocracia, la prensa… y de fondo, las clases dominantes siempre al acecho. Plagado de simbolismos, el film no explicita nunca un punto de vista tajante, no ahonda en escenas de gran crudeza como otras películas que muestran la inquisición, sino que deja que la poética de las imágenes y las excelentes actuaciones lleven al espectador a armar sus propias conclusiones, reflexionar, pero nunca desde un lado de alto dramatismo, sino desde una observación que se pretende objetiva y que en muchos aspectos, lo logra. Marco Bellocchio dirige esta maravillosa obra de arte, alejándose un poco (como siempre hace) de sus anteriores obras mientras que al mismo tiempo deja entrever la misma fascinación por la naturaleza humana. Dios, el diablo, la iglesia y el pecado todos conviviendo en un mismo relato, pero sin dejar que el controversial tema tome tanto protagonismo como para que el espectador no entre de lleno en la poesía de la imagen y la palabra. Poética, intrigante, controversial, Sangre de mi sangre es uno de los mejores estrenos del año, imperdible, para ver más de una vez, y para ver en cine.
¿Quien no fantaseo alguna vez con averiguar lo que hace su perro o gato cuando uno se va? Esa es la premisa con la que se promociona La vida secreta de tus mascotas, pero lamentablemente, el film queda muy lejos de eso. Max es un tierno perrito con la suerte de tener un ama, con quien siente que mantiene la relación perfecta. Max tiene muchos amigos con los cuales comparte su día mientras su dueña esta trabajando, pero en cuanto vuelve, el centra toda su atención en ella. El problema surge cuando un día, volviendo del trabajo, trae a Duke, un gigantesco perro al que adopto de una perrera, y con el cual Max se lleva mal desde el primer instante. La película es extremadamente eficaz, apunta a un público obviamente infantil, pero a diferencia de otros dibujos animados, no reviste demasiado interés para el público adulto que lo acompaña. La premisa del “que estará haciendo mi perrito cuando yo no estoy” desaparece muy temprano en la película (no hay nada de ese hilo argumental que no se haya visto ya en el trailer) e inmediatamente se transforma en otra película más en la cual un grupo de animales que habla se traslada de un lugar a otro y, tal como viene pasando últimamente en muchos de estos films, el crecimiento que supone tiene que realizar el personaje, es casi efecto de la ósmosis, y no tiene nada que ver con la metáfora de las experiencias vividas. El doblaje al español es correcto aunque algo torpe con el desesperado intento de argentinizarlo, mezclando la palabra ‘che’ cada dos o tres frases, vocablo que queda perdido en medio de mucho acento neutro, aun en el propio Campi que tiene a su cargo la voz del torpe y grandote Duke. El punto a favor que tiene La vida secreta de tus mascotas son los personajes. Apuntan sin ningún miramiento a enternecer al público infantil al cual va dirigida, y en ese sentido, es claramente una producción que va a enamorar a los chicos durante las vacaciones de invierno. La vida secreta de tus mascotas es un film de animación en todo aspecto menor que la mayoría pero que es tan preciso al momento de enganchar a su audiencia, que nadie saldrá del cine disconforme, excepto aquellos que buscan algo que haga honor al trailer que los atrajo hace más de un año.
La Era del hielo llega a la Argentina en su quinta entrega. Los mismos personajes, la misma estructura de película y la misma trama, pocos cambios y la misma efectividad para el público infantil que, como dicen por ahí, siempre se renueva. En esta nueva entrega de La era del hielo: Choque de mundos, Scrat sigue buscando su famosa bellota, y esta vez se topa con una nave espacial enterrada bajo el hielo, con la cual, sin mediar ningún tipo de explicación, sale a recorrer el universo, creando la galaxia de la vía láctea por accidente. Y mientras tanto, en la tierra, Sid, Manny, Ellie y toda la pandilla se encuentran nuevamente disfrutando tranquilos de su vida, hasta que, Buck mediante, se enteran de una profecía antigua que hablaba del cataclismo que estaba por arrasar con su propia existencia, y es así que deciden emprender el camino hacia el lugar del impacto de un asteroide que vuelve a la tierra cada tanto, para poder de esa forma repeler la inminente tragedia, de vuelta al espacio exterior. Esta saga, desde su primera entrega, es un producto de efecto instantáneo en los más chicos que mueren de amor por sus personajes, pero que con una trama de ridícula sencillez, termina resultando bastante insuficiente para el público adulto, conocedor de grandes películas de “crecimiento personal”. Los personajes parecen tener como único objetivo, siempre, el caminar de un lugar a otro, nada más. Carentes de ambiciones, carentes de objetivo, parecen simplemente vagar de un lugar a otro y al llegar a destino, aprenden por efecto del realismo mágico, la lección de vida que les espera, maduran y listo. Dejando de lado al público adulto, los chicos parecen desesperarse por los personajes. Sus falencias, sus torpezas, su inadecuación social, todo repetido una y otra vez a lo largo de las diversas entregas de esta saga, enamoran a la audiencia más pequeña que, sin haber probablemente visto las anteriores en el cine, pueden vivir en la sala la misma experiencia que ya han visto en sus hogares cuando vieron las otras cuatro partes en los diferentes formatos digitales. El poco esfuerzo de los guionistas por darle algún sentido a todo lo que pasa en la pantalla (por ejemplo, Scrat crea el sol y pone a la tierra a orbitar, aun cuando el sol apareció en todos los planos anteriores de la película) realmente hacen que el espectador deje de buscar cualquier atisbo de perfección en el producto, alejándolo de la media de las películas infantiles de hoy día. La era del hielo: Choque de mundos es una película menor para el público cinéfilo pero sin dudas entretendrá a los más pequeños durante las vacaciones mientras los grandes soñamos despiertos con los grandes dibujos animados con los que crecieron.
Del guionista de las primeras 4 películas de Arma Mortal, llega Dos tipos peligrosos de Shane Black. Con un guión sobresaliente, un dúo protagónico con mucha química y una cuidadísima estética de los años 70, llega la comedia Dos tipos peligrosos, con potencial para transformarse en uno de los más importantes films en estas vacaciones de invierno. Jackson Healy (Russell Crowe) es un detective privado desencantado de la vida, que va siendo contratado por anónimos que necesitan ayuda de todo tipo. Así, recibe el pedido de Amelia, una chica muy angustiada que se sabe perseguida. Healy irá entonces a buscar al hombre que la persigue, Holland March (Ryan Gosling). Y a pesar de que su misión era amedrentarlo, ambos terminan encarando juntos una investigación que será mucho más compleja de lo que imaginaban. Si bien el argumento suena más bien parecido al de un policial, el punto fuerte de este guión es que en realidad, es una comedia. Y es de hecho una muy buena. Con un muy marcado cinismo y muchos chistes tan originales como inesperados, un ritmo muy bien logrado, diálogos que superan el uno al otro, y aun mientras la trama político-policial de fondo va subiendo en importancia y complejidad, es siempre el humor negro y las impecables líneas del guión lo que priman, arrancando una risa detrás de la otra. Puntos extra para la pareja protagónica de Dos tipos peligrosos. En algunas películas Crowe resulta un poco sobrecargado, pero este personaje lo entiende perfectamente. De Gosling no hay mucho para decir, es sin duda el mejor actor de su generación y la precisión con la que elige los proyectos para los que trabaja es casi perfecta. Entre ambos logran dos cosas que sostienen la película. Por un lado, hacen creíble textos muy difíciles, que rozan lo políticamente incorrecto todo el tiempo. Y por otro lado, crean una química dentro de la estructura de pareja despareja que realmente aporta un clima genial. Shane Black, el director de la película, realmente demuestra conocer la fórmula del policial de parejas desparejas (fue guionista de las primeras Arma Mortal) y todo en su film es impecable, incluso la ambientación de época es realmente admirable, desde la fantástica elección de canciones, hasta la vestimenta, todo el film tiene esa nota festiva de la década del 70.