A partir de hoy tiene su exhibición comercial la película LA CONFERENCIA, después de su reciente estreno en el Festival de Cine Alemán que se llevó a cabo del 8 al 14 de septiembre en Cinépolis Recoleta. El 20/1/1942, en una villa situada frente al lago de Wannsee (Berlín) se reunieron los principales miembros del régimen nazi, que conformaron un total de 15 hombres (y una única mujer secretaria de Adolf Eichmann). Dicho encuentro político es conocido históricamente como la "Conferencia de Wannsee" y fue liderado por Reinhard Heydrich, Jefe de la oficina central de seguridad del Reich. La Conferencia (2022) sigue las actas de la reunión registradas por Eichmann, de las que sólo se conserva actualmente una copia. El objetivo de dicho encuentro era decidir el método de "solución final" para lo que la ideología antisemita denominó "la cuestión judía". Mediante otras expresiones como "exterminio total y biológico de los judíos, grupos raciales inferiores", enunciaron el tema como un asunto de "higiene nacional" y de moral germana, viendo la guerra como una oportunidad frente al "enemigo judio". El film transcurre prácticamente en un único espacio* (y por eso quizás se hace algo lenta en su primera mitad) que concentra la frialdad, meticulosidad y el racismo de estos 15 funcionarios y líderes de la SS en organizar inescrupulosamente el asesinato masivo y sistemático del que resultaron víctimas 6 millones de judíos en toda Europa. Por eso el póster anuncia poéticamente que ese día fue "cuando la humanidad perdió la guerra". *Al respecto es pertinente recordar 12 Angry Man.
"La chica salvaje" es una transposición del best seller de Delia Owens, realizado por la productora “Hello Sunshine” de Reese Witherspoon. La chica salvaje (Where the Crawdads Sing, 2022) cuyo título original significa “donde cantan las langostas” es una transposición de la exitosa novela homónima de Delia Owens publicada en 2018. La película narra la historia de la joven Catherine Clark, conocida como Kya, (interpretada por Daisy Edgar-Jones, actriz que cobró popularidad principalmente por la serie televisiva Normal People), quien se crio prácticamente sola en una casa humilde en medio de la naturaleza. Por dicha razón, siempre fue vista por la prejuiciosa gente del centro de forma peyorativa y llamada despectivamente Marsh girl (“la chica del pantano”). En consecuencia, tras la policía local investigar la dudosa muerte de un popular joven de la ciudad Chase Andrews (Harris Dickinson) cerca de la marisma donde vive Kya, la acusan de homicidio, pues al parecer hay un secreto entre ambos. A partir de allí, el relato anacrónico alterna entre el proceso penal que debe enfrentar Kya, con su crecimiento desde 1953 hasta 1969, el punto cero temporal. De este modo, el largometraje mediante la combinación de características de distintos géneros cinematográficos como el misterio, el suspenso, el drama, el trial movie y el romance y una excelente dosificación de la información, logra mantener intrigado al público. Respecto a la novela, el filme parece ser bastante fiel a la misma, modificando principalmente su estructura. Mientras el texto literario se divide en dos partes sucesivas, una correspondiente a los años ´50 y la niñez de la protagonista, la segunda parte refiere a lo ocurrido en los ´60. Es decir, que la obra cinematográfica realiza narrativamente vaivenes temporales entre ambas líneas temporales. La chica salvaje es una propuesta muy interesante, no solo porque formalmente se va construyendo como un rompecabezas, sino también porque plantea varias cuestiones sociales interesantes desde una sentida perspectiva de género, en términos feministas. La obra representa una contundente crítica a las instituciones familiares, el sistema educativo y ese microcosmos social. Cuando de niña Kya intenta integrarse a esa comunidad, es expulsada por la misma constantemente. Tan solo cuenta con la ayuda de una pareja de afroamericanos, un abogado y su primer amor Tate Walker (Taylor John Smith). Siempre es mirada por el resto de forma discriminatoria, un ejemplo de ello es cuando la policía local registra su cabaña, al observar los elementos de la naturaleza que conserva es calificada como “científica o bruja”, lo cual esboza sintéticamente la juzgante mirada patriarcal que históricamente define dualmente a las mujeres en opuestos. Sin embargo, el audaz temperamento de la joven no se quebranta fácil, tal como ella expresa sobre esa sociedad mediocre: “no me juzgan a mí, se juzgan a ellos mismos”. En consecuencia, el aspecto más positivo de esta conmovedora y emotiva película reside en cómo es representada la resiliencia de la protagonista. Kya, a pesar de su infancia difícil debido a la violencia intrafamiliar provocada por su padre alcohólico, y al posterior abandono de su madre y sus hermanos, es una mujer capaz de empoderarse por sí misma, en su humilde casa, ganando su propio dinero, quien gracias a su talento para dibujar y observar la naturaleza logra publicar su libro sobre etología. Y aquí es donde hacen sentido las palabras pronunciadas por Virginia Woolf (en tiempos en que el acceso femenino a la educación universitaria todavía era complicado): “una mujer debe tener dinero y un cuarto propio si va a escribir ficción…”. Por ende, vinculando dicha cita al filme se podría decir una mujer debe tener dinero y un cuarto propio para sobrevivir. El eje principal que atraviesa todo el relato es que “cada criatura hace lo que debe para sobrevivir”, algo que Kya aprendió observando las luciérnagas hembras en la marisma. Es decir, que la lógica que mueve la acción de la protagonista es lo que Darwin calificó como la supervivencia del más apto. Pero esa supervivencia en Kya no es despiada, es por necesidad, porque comprende que vivir aislada por elección es una cosa, pero que vivir con miedo es insoportable. Es por ello que recién en la adultez y atravesando una situación similar, la joven entiende porqué su madre ha tenido que irse. En conclusión, a pesar de su predecible vuelta de tuerca sobre el desenlace -al menos para el espectador entrenado- y de un detalle que desencaja del aspecto etario de la esposa del difunto, La chica salvaje es una película que vale la pena puesto que invita a la reflexión al representar vínculos tóxicos. La narración no juzga a Kya, la comprende, ella es la única que permanece a diferencia de sus hermanos, porque la conexión que posee con la naturaleza es tan especial que no puede irse. Por ende, no es casual la elección del nombre Kya que en el idioma luganda significa "pertenecer", recordemos que la autora del texto literario es zoóloga y vivió en África. Lo valioso de esta historia reside en que al igual que una mariposa Kya se transforma, logrando realizarse como persona gracias a su peculiar mirada del mundo. De allí la importancia de su título original Where the Crawdads Sing, que refiere a lo lejos, allí donde las criaturas son salvajes, donde aun se comportan como tales.
Jordan Peele y un híbrido entre la ciencia ficción, el terror y el western El director y guionista presenta su tercera película luego de sorprender al público con su largometraje "¡Huye! (Get Out, 2017)" y continuar con el género de terror en "Nosotros (Us, 2019)". Sin embargo, a pesar del tono solemne que suelen tener dichos géneros, debido al pasado actoral de Peele dentro de la comedia, el relato posee también constantes gestos irónicos y humorísticos. Hasta el momento el autor ha realizado obras muy originales, creando su propio estilo narrativo y estético. Sus universos diegéticos siempre proponen algo inquietante que sale de la norma, para sin ser de este mundo hacer lo extraordinario presente. Este rasgo es el centro de la trama en ¡Nop! (Nope, 2022), en donde en un rancho de California (Estados Unidos), ambientado en la actualidad, comienzan a suceder hechos extraños: los caballos que allí viven comienzan a tener un comportamiento caótico y desaparecen personas en zonas cercanas. Los dueños de la propiedad, dos jóvenes hermanos OJ (Daniel Kaluuya, quien ya había protagonizado la ópera prima del director Get Out) y Emerald Haywood (Keke Palmer) detectan que las peculiares alteraciones provienen de lo que ellos creen que es un OVNI-objeto volador no identificado- justo encima de su propiedad. Debido a la crisis económica que atraviesan, y ante la fascinación deciden registrar el fenómeno con el fin de poder obtener de ello un redito monetario, sin importar el riesgo que esto implica. La búsqueda por la interacción con esa fuerza desconocida hará que el horror se incremente, pero desde lo fantasmagórico, desde el juego con su presencia-ausencia. Los pares opuestos componen simbolismos que atraviesan toda la trama: extraterrestre/terrestre, cielo/tierra, presencia/ausencia, analógico/digital, pasado/presente, suerte/infortunio, caballo negro (“Lucky”) /caballo blanco (“Ghost”). Todo esto parece simple así descrito, pero lo cierto es que una vez más el director demuestra desde el inicio, a través de un prólogo situado en 1998, que tiene un excelente manejo de la intriga y del suspenso. Puesto que allí, siembra el misterio a través de la tragedia acontecida en un exitoso programa de televisión familiar, del que participaba un simio, el cual desencadena repentinamente una tragedia sangrienta. Al respecto, la enunciación se tomará su tiempo en develar qué fue lo que realmente ocurrió y su presunta conexión con el tiempo presente del relato. No azarosamente se trataba de una sitcom (comedia de situación), un género televisivo dominante, ya que uno de los puntos del metalenguaje del filme es reflexionar respecto de las industrias culturales y el consumo de masas. Uno de sus protagonistas Ricky “Jupe” Park (Steven Yeun), en aquel entonces una estrella infantil y actualmente dueño de un rancho temático de entretenimiento llamado “Jupiter´s Claim” (“reclamo de Júpiter”) cercano al barranco de los Haywood, aprovecha la tragedia para lucrar con ella y también para enmascarar su propio recuerdo de los hechos. Lo que le cuenta a la gente y el tono cómico de su exhibición dista bastante de su trauma infantil. En consecuencia, según avanza la acción en un nivel de lectura en donde subyace la tesis social, la película cuestiona la mirada, a tal punto que desde el rol de espectadores seremos cómplices de aquello que el relato tanto critica. Por lo tanto, como es característico del cine de Peele hay una fuerte crítica a la sociedad norteamericana en varios aspectos: al intento de dominio superior de la humanidad por sobre la naturaleza, al morbo, a la necesidad constante del consumo de entretenimiento y a la industria del espectáculo. En adición, al igual que en otras obras del realizador, se expone el racismo. Lo cual se ejemplifica con la afirmación de la familia Haywood de que son descendientes del jinete que figura en la secuencia del fotógrafo Muybrigde, cuyos experimentos se consideran un antecedente del cinematógrafo. Es decir, que se exhibe la invisibilidad de los afroamericanos que la historia oficial edificó sobre su participación desde su génesis. Por ende, puede interpretarse que el “OVNI” ya sea con forma de nube, nave, medusa o barrilete, es algo dinámico y volátil que condensa lo sublime en términos kantianos (o “milagro malo” según el filme), aquello que resulta de la inmensidad de la naturaleza y que a pesar de ser abrumador no puede dejar de contemplarse. De forma tal que en ello se condensa la codicia de la humanidad y su deseo de generar “opio para las masas” a través de su explotación. En conclusión, a pesar del atinado gesto cómico del desenlace, el final resulta emocionalmente poco potente y aquello que el relato se había encargado de representar como amenazante, se desdibuja demasiado rápido. Quizás porque el largometraje no logra mantener aquel terror nocturno durante los episodios diurnos de clausura. En adición, empero de que los personajes carecen de cierta profundidad psicológica, ¡Nop! posee algunas reflexiones interesantes sobre su contexto de producción y su ritmo dinámico hace que resulte entretenido.
Un crimen argentino (2022) es una transposición de la novela homónima del periodista y escritor Reynaldo Sietecase, publicada en el año 2002. A su vez, el texto literario estaba basado en un crimen real ocurrido en la ciudad de Rosario en los años `80, donde un hombre adinerado aparentemente es secuestrado de forma extorsiva con pretexto económico.Bajo la dirección de Lucas Combina (La chica que limpia, 2018), el relato sigue la investigación del caso por parte de dos jóvenes secretarios de un juzgado de instrucción, Antonio (Nicolás Francella) y Carlos (Matías Mayer) que intentan cumplir las ordenes de su jefe, el juez Suárez (interpretado por el siempre sobresaliente Luis Luque). En consecuencia, mediante un tono detectivesco, la narración se centra en la búsqueda de pruebas de los investigadores que tienen bajo la mira a un sospechoso, Mariano Márquez (Darío Grandinetti), un abogado que ya posee antecedentes penales, pero el problema se encuentra en que “sin cuerpo no hay delito”. Asimismo, otra dificultad que los secretarios deberán sortear son las interferencias y presiones constantes de la policía al servicio del poder opresor de turno, encarnados en los personajes de Servera (Alberto Ajaka) y su superior el teniente Ríos (César Bordón). En dicho sentido, además de una excelente ambientación estética de época, la película también logra reconstruir el clima de ese periodo y el terror de estado sembrado por la dictadura militar. Tan sólo un ejemplo de ello es el icónico Falcon verde que circula tormentosamente por las calles de la ciudad. El largometraje si bien pertenece al género policial, posee algunos elementos del thriller y unos pocos rasgos de buddy movie que logran distender la tensión ocasionada por la densidad de la trama. Dentro del esquema de personajes, también se encuentran dos mujeres que intentan abrirse camino en ese universo dominado mayormente por hombres. Por un lado, María (Malena Sánchez), sobrina del juez, cuyo personaje representa el componente sentimental a la trama por su vínculo con Antonio, pero también propicia tensión, porque el relato se encarga de generar la sensación de peligro para la pareja dado el contexto histórico. Por otro lado, una experimentada médica forense (Rita Cortese), cuyo personaje se encuentra también del lado de los “buenos”, funciona brevemente como el comic relief del relato. Por último, hay dos aspectos que se observan negativamente sobre el filme, el primero tiene que ver con la secuencia inicial que inaugura la narración, a partir de un audio de Videla sobre el despreciable término “desaparecidos” que sitúa la acción en 1976 en pleno golpe militar. Desafortunadamente, a continuación de dicho audio de archivo se pasa a una escena de sexo entre Antonio y María ubicada en 1980. Por ende, se considera que el montaje allí es totalmente desatinado, abrupto y de “mal gusto”, similar a lo que sucedía en algunas secuencias de El clan (2015, Pablo Trapero). En segundo lugar, y de menor tenor, parece algo inverosímil que un secretario de un juzgado porte un arma de fuego y por momentos actúe como un oficial, pero bueno esto es un detalle que suponemos bien intencionadamente quiere resaltar el tono detectivesco de la trama y acercarlo como el relato mismo enuncia al “cine de espías”, como otras “licencias artísticas” que se atribuye la obra. Sin embargo, se considera notable como con algunos rasgos y frases el filme logra representar el costumbrismo argentino, incluyendo sus pesares con citas como por ejemplo: “(…) en Argentina el que trabaja no tiene tiempo para hacer plata” y“El mundo está lleno de malas personas y la mayoría está suelta”. En conclusión, Un crimen argentino es una obra lograda, intrigante y entretenida para toda clase de público, incluso el más reticente a contemplar el cine nacional.
El espejo tiene dos caras Después de su exitoso paso por festivales internacionales de cine como Berlín, Sundance y Tribeca, se estrena en Argentina la película Buena Suerte, Leo Grande (Good Luck to You, Leo Grande, 2022), protagonizada por Emma Thompson, quien de forma sobresaliente y conmovedora personifica a Nancy Stokes. Ella es una mujer que con más de media década vivida, jubilada y viuda, decide contratar a un prostituto, mucho más joven que ella y esbelto, llamado Leo Grande (Daryl McCormack). La osada decisión de la protagonista reside en querer explorar la sexualidad, un aspecto que durante toda su vida -su largo matrimonio, su maternidad de dos hijos y su trabajo como docente de educación religiosa- ha sido subvalorado a punto tal que nunca ha tenido un orgasmo. El film recurre a la simplicidad y economía de la puesta en escena: prácticamente se utiliza un solo espacio minimalista durante todo el largometraje, algunos pocos cambios de vestuario, dos protagonistas y brevemente dos extras hacia el desenlace. La obra se reduce a los elementos básicos escénicos -incluso es pertinente destacar el color gris de la habitación donde transcurre la acción, un tono neutral porque lo que importa es el vínculo entre Nancy y Leo Grande- para mediante la perspectiva de género reflexionar inteligentemente sobre la búsqueda de intimidad y placer, la culpa, la vergüenza, las construcciones y mandatos sociales, las apariencias, el paso del tiempo y el trabajo sexual. Recordemos que la película fue escrita por Katy Brand y dirigida por Sophie Hyde, es decir, hablamos de una propuesta realizada por mujeres que puede resultar muy pedagógica pero no desde una bajada de línea moral, sino todo lo contrario, colocando al placer femenino como tema central del relato, algo muy poco elaborado en la historia del cine. En palabras de Emma Thompson generalmente “no es considerado importante que las mujeres tengamos placer, no es frecuente que se nos pregunte, ‘¿has sentido placer?’” Buena Suerte, Leo Grande, mediante la brillantez y profundidad de sus diálogos, evidencia que cuando una narración es lo suficientemente inteligente e interesante a veces no se necesita nada más, reduciendo el marco expresivo casi al mínimo, pues prácticamente todo sucede en una habitación de hotel anónima en cuatro encuentros entre dos personas de sexo opuesto y dos generaciones diferentes que mutuamente cambiarán sus vidas para siempre, logrando que el público se mantenga intrigado en todo momento en lo que atañe al destino de los protagonistas. Mediante un logrado ritmo e intriga, a través de la comunicación entre Nancy y Leo (en lo que se dicen, pero también en lo que no se cuentan), el relato deconstruye ciertos tabúes sociales y con muy pocos elementos logra evidenciar los cambios del contexto socio-histórico y cultural de una generación a la otra, puesto que son dos generaciones que poseen diversos vínculos con la sexualidad y el placer, y con cómo los entienden y construyen su nexo con el prójimo. Asimismo, según avanza el relato aparecen en un segundo plano las conversaciones sobre la problematización del trabajo sexual, a su vez que en un primer plano las dinámicas de poder van cambiando conforme Nancy halla confianza para materializar sus deseos. En consecuencia, las máscaras autoconstruidas de cada uno comienzan a caer, rostros falsos conformes a ciertos estándares sociales de una tradición que ha quedado obsoleta y que ya no tiene sentido sostener. A lo largo de las escenas, Nancy se da cuenta que ha perpetuado valores en los que no creía. En dicho sentido, hay que destacar el trabajo interpretativo de ambos para plasmar la acción interna de los personajes, en donde es fundamental aquello que callan, que vienen callando por años y que podrán revelar a partir de una conexión íntima con el otro. Al respecto, la sinceridad interpretativa de Emma Thompson es notable desde la primera escena hasta la última a tal punto que la hace merecedora de un premio Oscar. Hay que destacar su valentía actoral, la cual culmina con un desnudo total frente al espejo, dejando ver un cuerpo de 63 años sin retoques ni artilugios, desafiando todos los cánones de belleza con la aceptación del cuerpo mujeril y del paso del tiempo, algo muy poco frecuente en el cine y en el mundo en general, puesto que esos son los cuerpos que se esconden, no los que se muestran. En la conferencia de prensa en Berlín la actriz ha comentado al respecto: “(…) a las mujeres nos han lavado el cerebro para odiar nuestros cuerpos. Todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos, ‘todo está mal, tienes que verte así’. Entonces intenta pararte desnuda frente al espejo y no moverte, solo acéptalo y no lo juzgues, es lo más difícil que tuve que hacer.” El espejo tiene un valor fundamental en el relato, puesto que funciona como síntesis simbólica que representa en cuatro momentos el acto de quererse a uno mismo: primero, ni bien comienza el relato, Nancy se observa con inseguridad frente al espejo mientras espera al joven, sucesivamente Leo -cuando ella no está en la habitación- se mira al espejo con cierta vergüenza (debido a su profesión y a la mirada punitiva de su madre), después juntos frente al cristal intentando cada uno aceptarse a sí mismo con la ayuda del otro, y finalmente Nancy totalmente desnuda luego de haber alcanzado por fin ese esperado orgasmo mediante la masturbación. En consecuencia, el film expone la creciente confianza sexual de Nancy, en función de la cual el empoderamiento de la mujer se da a través de la intimidad, y así el orgasmo llega finalmente consigo misma. Este aspecto del crescendo del placer en Nancy se representa también desde su vestuario, generalmente estampado con flores, elemento de la naturaleza asociado poéticamente a la mujer y su despertar sexual. En conclusión, Buena Suerte, Leo Grande reflexiona de forma conmovedora y perspicaz sobre la vergüenza, la conexión sexual y las frustraciones emocionales con un sabor agridulce que logra divertirnos, pero también hacernos pensar. Según su directora “la película es un recordatorio de que la búsqueda de intimidad y conexión puede ser poderosa, valiente y necesaria.” El largometraje compone personajes con sentimientos verdaderos y complejos que los vuelven personas ambiguas y contradictorias y por ende, reales. En una cultura que nos alecciona a sentir culpa o avergonzarnos de nuestros deseos y cuerpos, resulta liberador observar el camino de autoconocimiento de Nancy, una mujer común que apela a la identificación de cualquiera y comienza a apreciar su cuerpo y a descubrir el placer, mostrándonos que nunca es tarde para volver a empezar.
¿Buena o mala suerte? Por Denise Pieniazek Se recibe con regocijo el largometraje Tren Bala (Bullet Train, 2022) dirigido por David Leitch –realizador de Atomic Blonde (2017), Deadpool 2 (2018) y productor de la saga de John Wick (2014)– puesto que es lo que llamaríamos un peliculón: entretenido, cómico e ingenioso. El filme es una transposición de la novela MariaBeetle (2010) del japonés Koraro Isaka, en la cual varios sicarios se encuentran sorpresivamente en un tren bala que parte desde Tokio, percatándose una vez que arranca el tren, que sus encargos individuales están entrelazados. La pregunta es ¿quién logrará cumplir su cometido y salir vivo del tren? La película protagonizada por Brad Pitt, a quien se lo percibe cómodo y convincente en el personaje de “Ladybug” (“vaquita de San Antonio”, un insecto que popularmente se dice trae buen augurio), éste es irónicamente su apodo encubierto, puesto que está convencido de tener mala suerte. Desde el comienzo se expresa que “Ladybug” atraviesa hace tiempo una crisis existencial o ética, en la que intenta resolver los encargos laborales evitando toda clase de violencia, hasta eludiendo en lo posible las armas de fuego. Su misión es tomar una valija que se encuentra en el tren y bajar en la primera estación. Sin embargo, esto se verá dificultado por los otros pasajeros del tren que poseen encargos paralelos. En dicho sentido, la obra realiza una acertada presentación de los personajes, entre los que se destaca una llamativa dupla de “hermanos” compuesta por los actores Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry, que funciona como el comic relief del relato y será un componente fundamental en el esquema actancial. Al igual que la joven “Prince” (Joey King) quien con su apariencia inocente pretende despistar a los demás de su verdadero carácter letal, y quien en contraposición al protagonista, posee buena suerte. También aparecerán otros criminales secundarios, pero lo fundamental a la trama es que todo es dirigido a distancia por “La muerte blanca” (White Dead), el gran villano de la diégesis, cuyo pasado la narración se encarga de dosificar paulatinamente y su rostro se mantiene oculto hasta ser develado recién al final del relato. Puede pensarse que Tren Bala posee relaciones intertextuales con la poética del cine japonés, con la estética de realizadores como Robert Rodriguez y Quentin Tarantino (sobre todo Kill Bill), quien también reformuló varios elementos del cine oriental de los ´70 en su obra. En consecuencia, la película es en resultado un híbrido entre la industria norteamericana de acción y comedia, y el cine japonés. Así como también la ficción oscila entre el destino y la buena o mala suerte. Puesto que puede notarse la presencia de una especie de “deus ex machina” una entidad o fuerza mayor que se presenta inesperadamente y proporciona una solución artificial a una dificultad, el karma o la alternancia y relatividad de poseer buena o mala fortuna. En adición, es evidente que Tren Bala juega con la metadiscursividad y conciencia de las normas del género. Lo cual puede ejemplificarse con las comparaciones que realiza el personaje de Brian Tyree Henry entre los extraños del tren y la serie animada del trencito Thomas the Tank Engine and Friends (1984) que termina por exponer el funcionamiento del esquema actancial. También hay que reconocer en la producción en cuestión el excelente trabajo de dirección de David Leitch y de la montajista Elisabet Ronaldsdottir que logran otorgarle gran dinamismo y agilidad a la historia que resulta entretenida en todo momento, sobre todo considerando que todo transcurre en los vagones del tren, donde los personajes están “encerrados” en un mismo espacio. En dicho sentido, es pertinente recordar el aporte de películas como Strangers on a Train (1951) y Murder on the Orient Express (1974), igualmente ambientadas en un tren y con el crimen como eje argumental. Un claro ejemplo de ello es el manejo del “suspense” con la tensión que se genera con una serpiente venenosa suelta entre los vagones del tren, con la cual sabemos que algo sucederá, pero no sabemos cuándo, ni a quién. A diferencia de Kill Bill: Vol.2 (2004) donde la Black Mamba actúa según la sorpresa, no mediante el suspense. Asimismo, los flashbacks si bien interrumpen la acción, no le quita dinamismo a la narración, sino que resultan pertinentes. Por último, a pesar de mantener características del género cinematográfico al que pertenece, el guión logra sorprender según avanza la intriga hasta en la resolución mediante sus ingeniosas vueltas de tuerca o con sus divertidos cameos. En conclusión, Tren Bala es -en el mejor de los sentidos- una gran pieza de “cine shampoo”, con un gran equilibrio de acción y comicidad que dejará más que satisfecho al público amante de este tipo de películas.
Ya se encuentra en cartelera DC Liga de SUPERMASCOTAS, una propuesta para llevar a l@s niñ@s al cine en estas vacaciones de invierno, sobre todo si son fans de los superhéroes. El largometraje animado es dirigido por Jared Stern, escritor de las películas de LEGO. El relato comienza con un prólogo en el que reescribiendo la conocida historia, los progenitores del recién nacido Kal-El deciden enviarlo al planeta tierra para salvar su vida. En esta versión tiernamente se incluye a su cachorro Krypto para que lo acompañe en dicha travesía. Esta escena inicial nos recuerda a Hércules (1997) y su Baby pegasus. A continuación, transcurridos varios años y transitando la adultez Superman y su perro Krypto son una dupla inseparable que protege a la ciudad de Metrópolis. La paz se ve interrumpida cuando toda la Liga de la Justicia es capturada por los villanos de turno, Lex Luthor y una conejilla de indias llamada Lulu, la mente maestra detrás del plan. Al respecto es pertinente resaltar que se conforman duetos con características similares, Superman y Krypto, y Luthor con Lulu (comicamente ambos desprovistos de pelo). Al ir al rescate Krypto se percata que misteriosamente está desprovisto de sus poderes. Por ende, para salvar a Metrópolis y La Liga de la Justicia, él tendrá que aprender a ser humilde y a trabajar en equipo junto a un variado grupo de mascotas del refugio de adopción, que ahora poseen distintos poderes: Ace un sabueso, una tortuga, una cerdita y una ardilla. La idea del relato enlaza bien las conexiones con la historia previa de Superman y posee cierta lógica, pero en cuanto a sus resoluciones es algo simplista. La duración del filme no es en sí misma un problema, sí lo es su lento y monótono ritmo, sobre todo considerando que apunta a un público infantil. Incluso, dilata innecesariamente su desenlace. Quizás le hubiese favorecido menos diálogos y más acción de las mascotas junto a los respectivos superhéroes. Asimismo, si bien los chistes son efectivos, son mejor comprendidos por los adultos. Sin embargo, al finalizar le pregunté a mi "sobri" y dijo que le gustó.
Este jueves se estrena UNA VILLA EN LA TOSCANA , protagonizada por Liam Neeson, Micheál Richardson (hijo en la vida real de Liam y la actriz Natasha Richardson quien lamentablemente falleció en el 2009), Valeria Bilello y Lindsay Duncan. Este cálido filme narra la historia de Jack (Micheál) y su padre Robert (Liam) quienes se reencuentran cuando el joven está con problemas financieros y debe recurrir a su padre quien generalmente se ha mantenido ausente. Jack atraviesa una crisis de pareja, mientras que su padre quien ha sido un exitoso artista plástico se esconde en el desorden y sus amantes. Ambos no han podido superar la muerte de su respectiva esposa/madre, aquello de lo "que no se habla". El hijo necesita dinero urgentemente y su única salida es vender una casona en Toscana que ha heredado de su madre, por ende necesita de la firma de su padre también dueño de la propiedad. Juntos emprenderán un viaje de Inglaterra a la región Italiana, donde compartirán metafóricamente una travesía de mutuo y autoconocimiento. El relato escrito y dirigido por James D'Arcy -es la ópera prima del actor- dosifica de forma inteligente y paulatina la información del pasado de ambos, manteniendo la intriga del espectador y logrando un crescendo emotivo que culmina con la brillante actuación de Neeson. Además, la película ofrece un gratificante y sentido momento, en el que el sabor agridulce tiene además momentos de comedia y romance. Mientras que Robert no supo lidiar con el duelo de su esposa, Jack intenta recuperar los recuerdos de su madre. Será justamente la casa que guarda las memorias la que permita el entendimiento y reconstrucción del vínculo padre-hijo. Lo cual es metafóricamente representado por el arreglo de la casa en ruinas (esto remite al largometraje Bajo el sol de Toscana, 2003). Una villa en la Toscana nos recuerda que nunca es tarde para volver a empezar.
"Elvis, ícono cultural de lo ardiente" Con gran expectativa desde que fue anunciada su producción se recibe la película biográfica "Elvis", dirigida por Baz Luhrmann. Por Denise Pieniazek “I learned very early in life that: Without a song, the day would never end; without a song, a man ain´t got a friend; without a song, the road would never bend. So I keep singing a song.” Elvis Presley Ya se ha estrenado en los cines argentinos Elvis (2022), biopic recibida con gran entusiasmo por parte de los admiradores de la música del popularmente llamado “Rey del Rock”. En lo personal desde que me he enterado del proyecto lo he estado esperando, también porque se encuentra bajo la dirección del talentoso Baz Luhrmann, responsable de Moulin Rouge! (2001), Australia (2008), Romeo+Juliet (1996), Strictly Ballroom (1992) y The Great Gatsby (2013). El estilo del realizador está presente en dicha biopic debido al dinamismo frenético que posee, ya que al igual que Moulin Rouge!, domina la lógica rítmica del video clip. Sin dudas, es una tarea compleja realizar una película biográfica y más aún de un talento artístico y una vida tan fructífera como la del cantante, actor y performer Elvis Presley (1935-1977), quien tuvo una vida corta pero gloriosa como Aquiles, según diría la antigüedad griega. En cuanto a producciones audiovisuales previas sobre Presley se recuerdan las películas televisivas Elvis (1979, John Carpenter) en la cual el cantante es interpretado por Kurt Russell y Elvis and me (1988), como así también la miniserie televisiva Elvis (2005) protagonizada por Jonathan Rhys Meyers y el filme Elvis and Nixon (2016). Asimismo, entre los numerosos documentales se destaca y recomienda Elvis Presley: The Searcher (2018) dirigido por Thom Zimny y escrito por Alan Light. Se desea hacer hincapié en este último puesto que Elvis (2022) toma varios elementos del mismo, reiterando su línea narrativa adaptándola a través de los elementos poéticos y estéticos al género de la biopic. Incluso, fue este documental el responsable de resaltar positivamente toda la influencia que el músico recibió de la cultura afroamericana de Memphis. Al respecto se debe elogiar la obra de Luhrmann, por enaltecer varios aspectos de la personalidad de Presley, no sólo su enorme aporte a la música debido a sus innovaciones y transgresiones, sino también que dichas rupturas estaban vinculadas al contexto socio-cultural, a fin de ir en contra de la segregación racial en Estados Unidos. El relato muestra que el artista tomó elementos de distintos estilos musicales tales como el góspel y el blues, para fusionarlos con la música country, el rock and roll y hasta la ópera. Todo ello mediante varios recursos estéticos y visuales característicos del director, por ejemplo, a través de la superposición de distintos lenguajes, a manera del comic, y la dinámica del video clip. En adición, el filme representa muy bien la energía, la sensualidad y los movimientos provocativos de las interpretaciones del cantante en el escenario, evidenciando como en esta ocasión el objeto de deseo era un hombre (y no como en la mayoría de los casos una mujer), permitiendo a las mujeres de la época manifestar su deseo sexual sin culpa, alejándose de las ideas de la tradición cristiana norteamericana. En cuanto a su estructura, el largometraje es construido de forma dual. Por un lado, entre los vaivenes temporales de los inicios y el desenlace de Elvis, recorriendo entremedio toda su vida, y, por otro lado, entre la tensión de la enunciación en voz del personaje del “coronel” Tom Parker y su refutación en la mayoría de los casos mediante el significado opuesto plasmado en la pantalla. Al respecto, se remarca que aquí se observa otra faceta actoral de Tom Hanks, quien logradamente interpreta a un desagradable Parker, puesto que éste es representado como el villano del relato. Además, se destaca la caracterización física del personaje, en donde Hanks es casi irreconocible, pero con el equilibrio justo (sin excesos de prótesis como en otros casos) para que pueda notarse al actor y al personaje a la vez. Respecto al protagonista, es notable el trabajo interpretativo de Austin Butler quien le pone el cuerpo a Elvis Presley, mediante un exhaustivo y logrado trabajo vocal (incluso canta acertadamente algunas canciones como “Trouble” y “Hound Dog”) y a través de su gran desempeño coreográfico, cuyo entrenamiento estuvo supervisado por la especialista Polly Bennett. Todo el esfuerzo previo durante un exigente casting del que participó Butler durante cinco meses rindió sus frutos. Si bien en cuanto a los gestos faciales no todo es perfecto, sobre todo si se busca cierta mímesis, cabe decir que, de todas las interpretaciones ficcionales de Presley, la de Butler es la más lograda y convincente hasta el momento. Por último, el relato construye también acertadamente un crescendo, en el que Butler se asienta cada vez más en el personaje, para llegar al apogeo de la estrella a fines de los ´60 y principios de los ´70. Curiosamente uno de los datos que desliza la película es que Elvis era candidato a protagonizar junto a Barbra Streisand el remake de A Star is Born (1976), la cual finalmente fue encabezada por Kris Kristofferson. Analógicamente podemos decir que con Elvis estamos ante el nacimiento de una nueva estrella: Austin Butler, a quien apenas habíamos visto en la serie The Carrie Diaries (2013) y en Once Upon a Time in…Hollywood (2019) interpretando a Tex. En adición, igualmente brilla el vestuario diseñado por Catherine Martin (también aquí directora de arte y productora) ya que en el largometraje los atuendos son un sistema de signos fundamental. La idea del director era transmitir a Presley como un símbolo de la cultura desde su música, pero también a partir de sus looks y su estilo. Butler viste más de noventa trajes que van de la década del ´50 al ´70, en consecuencia, la indumentaria también transmite la historia del artista visualmente. Respecto al soundtrack y los cuadros musicales que se representan, este es uno de los desafíos más complejos que enfrentaba la película, recordemos que Presley grabó inmensamente 1684 canciones. La selección de temas musicales es quizás algo reiterativa ya que algunos se utilizan en varias ocasiones, pero los cuadros musicales que se realizan son tan logrados que por momentos el público se queda con ganas de más. Algunos de los cuadros que se desarrollan son “That´s all right”, “Hound Dog”, “Trouble”, “Blue Sued Shoes”, “Heartbreak Hotel”, “If I can Dream”, “Suspicious minds”, y otras tantas canciones del artista son utilizadas en un segundo plano y en ocasiones remixadas. En cuanto a las pocas, pero contundentes objeciones que tienen para hacérsele al relato se encuentran principalmente tres. En primer lugar, el poco detenimiento en la carrera cinematográfica de Elvis (quien filmó 31 películas), sobre todo hubiese sido atinado que se profundice en el primer periodo de la misma, donde se destacan obras como Love Me Tender (1956), Jailhouse Rock (1957) y King Creole (1958), la favorita de Presley. En segundo lugar, el desatinado protagonismo constante del personaje de Tom Parker y su doble presencia, debido a ser la voz over que va narrando el relato resulta por momentos algo reiterativa e incluso agobiante. Por ende, se considera que la voz de Parker tiene demasiado protagonismo, cuando el centro y eje de la acción debiera pasar principalmente por Elvis, la verdadera estrella de la cuestión, esto hace que se desbalancee un poco la narración. En tercer lugar, si bien el ritmo vertiginoso mantiene entretenido al público, por otro lado, por momentos es tan veloz que no permite detenerse más en el disfrute del protagonista. Ya sea cuando canta o en otras situaciones en donde quizás pausar para permitir la observación y el goce, hubiesen sido necesarios para alcanzar mayor conmoción. En conclusión, Elvis (2022) es una propuesta interesante, entretenida y con gran deleite tanto visual como auditivo, donde se lucen el talento tanto de los intérpretes como de su director. A pesar de no ser perfecta, es la mejor biopic de Elvis Presley que se ha hecho hasta el momento y la más completa de todas ellas, puesto que muestra todas las aristas del artista, como así también su siempre presente conciencia social.
La “divina” comedia Con gran expectativa de los fans de Marvel ha llegado a las salas de cine la película Thor: amor y trueno, protagonizada por Chris Hemsworth, Natalie Portman y Christian Bale. Por Denise Pieniazek Actualmente se encuentra en la cartelera de los cines argentinos la película perteneciente al género de superhéroes Thor: amor y trueno (Thor: Love and Thunder, 2022), la cuarta entrega de la saga que tiene como protagonista al “dios del trueno”. Recordemos brevemente que los largometrajes de Thor están basados en los comics creados en 1962 por el ilustrador Jack Kirby y escritos por los hermanos Stan Lee y Larry Lieber, los cuales a su vez estaban inspirados en la mitología nórdica. Dicha saga que pertenece al grandilocuente MCU (Marvel Cinematic Universe), es integrada por Thor (2011, Kenneth Branagh), Thor: The Dark World (2013, Alan Taylor), Thor: Ragnarok (2017, Taika Waititi). En esta última, el director ya había comenzado a imprimirle su impronta personal, lo cual será enfatizado en la cuarta y presente secuela. De este modo, el realizador se aleja cada vez más del tono sobrio de las primeras entregas y se acerca cada vez más a la comedia y la autoreferencialidad. Lo cual puede compararse a la actitud del artista Kirby, quien ha explicitado: "Hice una versión de Thor para D.C. en los años cincuenta antes de hacerlo para Marvel (…) Conocía muy bien las leyendas de Thor, pero quería modernizarlas. Sentí que podría ser algo nuevo para los cómics, tomar las viejas leyendas y modernizarlas". Lo mismo puede aplicarse a los dos filmes de Thor dirigidos por Waititi. Puesto que, Thor: Amor y trueno se centra en el nuevo Asgard, lo cual le permite en cierta forma comenzar de nuevo y desprenderse de los acontecimientos narrados previamente con Avengers, para así poder centrarse en el devenir del “dios del trueno” con un tono narrativo distinto. El largometraje comienza con un prólogo que presenta al villano de turno, Gorr (interpretado por el siempre convincente Christian Bale), quien luego de un acontecimiento trágico y al no encontrar reparo en el dios que creía, es sumido por unas fuerzas tenebrosas y al transformarse proclama que “todos los dioses morirán”. Subsiguientemente, sabremos que él irá por Thor, y el resultado será el de un logrado maligno, posiblemente debido a su componente humano y sus claras motivaciones. El héroe, luego de un viaje espiritual de autoconocimiento y la búsqueda de un nuevo rumbo frente a la falta de motivación, al enterarse de la existencia del “carnicero de dioses” formará un equipo para enfrentarlo. Por otro lado, luego de la ausencia del personaje de Jane Foster (Natalie Portman) en la obra anterior, aquí reaparecerá más empoderada que nunca encarnando a Mighty Thor, a tono con la relevancia que el género cinematográfico de superhéroes quiere darles merecidamente a las mujeres dejadas de lado por largo tiempo. Por otro lado, las características actuales de la pareja sentimental del protagonista complican las intenciones cómicas de la narración de Waititi. Foster padece un avanzado cáncer, un tema que difícilmente pueda ser tratado desde el humor, por ende, el tono lúdico y banal de la película por momentos incómoda al confrontarse con la enfermedad, a pesar del atinado gesto de realismo en su desenlace. En consecuencia, Thor: Amor y trueno carece de cohesión, lo cual le quita solidez y no permite que el espectador se entregue totalmente ante la propuesta planteada por el universo diegético, debido al contraste de la carga humorística en Thor y la solemnidad presente en Jane. La película recurre constantemente a la metadiscursividad y la comicidad para burlarse de sí misma. Sin embargo, carece de inteligencia por lo que no alcanza a realizar una parodia al género al que pertenece. Si bien algunos chistes son eficaces o poseen referencias cinéfilas, la mayoría resultan bastante básicos y fáciles, pareciendo subestimar la inteligencia del público. De igual modo, la ridiculización de Zeus, y en consecuencia a la mitología de la antigüedad griega, no termina de convencer. Después de todo, de esa clase de relatos populares proviene gran parte de la inspiración para la creación de los superhéroes contemporáneos. Paradójicamente, algo de ello manifestará incluso uno de los personajes en una de las dos secuencias post créditos que posee el filme. Respecto a la metadiscursividad, la película recurre principalmente a dos elementos por un lado una obra de teatro (tal como ya lo había hecho Waititi en Thor: Ragnarok, es decir que se produce una representación dentro de la representación misma, y por otro lado mediante el relato de Korg (personaje que posee la voz del propio director) que narra la historia como un cuento para niños. Ambos recursos aportan comicidad y momentos de distensión. Otro aspecto en el que se desea reparar es en la clara similitud estética de Thor: Amor y trueno para con las series animadas de los´80 He-Man and The Masters of the Universe (1983-1985) y su spin-off She-Ra, Princess of Power (1985-1987). Recordemos también que Kirby (dibujante de los comics de Thor) trabajó en el diseño de producción de la serie animada Thundarr the Barbarian (1980). Ya desde la campaña de marketing previo al estreno, los posters tenían similitud visual con las series animadas: la pose enaltecida de los personajes -tanto en la versión masculina (He-Man/Thor) como femenina (She-Ra/Mighty Thor)- con sus elementos de poder en una cima (al igual que los gemelos hijos de la realeza de la animación alzando su espada), el color bien ochentero en degradé del cielo al fondo, la tipografía del título o el caballo blanco que monta Valkyrie (similar al Swift Wind de She-Ra). Asimismo, en la primera escena después del prólogo en un planeta se observa un castillo de cristal rosado cuya forma torzada y en tres partes remite muchísimo al diseño escenográfico de She-Ra. Por último, la caracterización del villano Gorr es similar tanto desde su tonalidad cromática como desde el vestuario con capucha y fisionomía de cabeza calva y casi esquelética a Skeletor, el antagonista malvado de He-Man. De igual modo, pueden destacarse visualmente los usos por momentos del blanco y negro y ciertos encuadres que automáticamente homenajean a la historieta, incluso existe un comic titulado A black and white Thor story publicada en 1977. Asimismo, la atinada musicalización con principalmente éxitos de la banda musical Guns N´Roses (una vez más la conexión cultural con la década del ́80) logra enaltecer la acción tal como lo hacía en la tercera entrega de Thor con “Immigrant Song” de Led Zeppelin. En conclusión, esta cuarta entrega de Thor resulta entretenida, pero carece de unidad debido a sus irregularidades. Seguramente a lo largo del tiempo, no sea de las películas más recordadas del MCU. Finalmente, es claro debido a su desenlace y a lo que se ha observado luego de Avengers: Endgame (2019), que algunos personajes emblemáticos de la saga comienzan a despedirse y dar paso a otros más jóvenes, otorgando el mando a las nuevas generaciones para futuras explotaciones.