El prejuicio racial como tema del terror El film es una especie de comedia negra espeluznante, que parte de la premisa del clásico “¿Sabes quién viene a cenar”, que protagonizó Sidney Poitier en los años 60. "Huye!" empieza un poco cómicamente, al estilo de la clásica fábula antirracista "¿Sabes quién viene a cenar?", y avanza hacia climas progresivamente más oscuros que combinan "Raíces" con "The Stepford Wives", superando cualquier fantasía contra la intolerancia imaginada por Rod Serling en su serie "Dimensión Desconocida". Hay una linda parejita de jóvenes que van de visita a la casa de la familia de ella. A él le preocupa que su novia no le haya contado a sus padres que es negro, algo que en Alabama aun hoy podría ser un problema. Pero ella le asegura que sus padres son cualquier cosa menos racistas; de hecho, en la majestuosa mansión típicamente sureña, el joven encuentra que su futuro suegro es un ferviente militante de Obama. Pero hay otros detalles, entre curiosos y perturbadores, como el extraño rictus de los empleados afroamericanos, o la insistencia de la madre de su novia, una psiquiatra, por hipnotizarlo. La llegada de otros amigos de la familia de la novia empieza a volver más preocupante la situación del pobre novio, que en un punto percibe que está metido en una auténtica trampa infernal. El director y guionista Jordan Peele logra una excelente opera prima con una historia original y conducida con un excelente pulso narrativo, mucho humor negro y, sobre todo, con más cerebro que gore, aunque ambos elementos explotan al unísono en el final. Ningún fan del cine fantástico debería huirle a esta película.
“La graduación”, o cómo una mano lava la otra "¿Y vos todavía creés en los concursos? ¡Cuñas, amigo, cuñas!" Esta frase pertenece a la comedia argentina "Los tres berretines", de 1933. No la dicen en la película rumana que ahora vemos, pero ronda en el aire. Para gozar de su beca en Cambridge, una estudiante debe graduarse con el mayor puntaje en los exámenes. Pero sufre un ataque callejero que la deja física y anímicamente en desventaja. Le será difícil completar las pruebas en el tiempo establecido. ¿Qué puede hacer un padre? Lo que comienza con un pedido de consideración, sigue, se enreda y se hunde cada vez más. Nosotros decimos que una mano lava la otra. También, devolución de favores. A un nivel más alto, tráfico de influencias. En el caso del padre que aquí nos ocupa, se agregan ciertos bemoles. Médico exiliado durante el régimen comunista, volvió con la esperanza de ayudar a reconstruir el país. Por eso trabaja en un hospital público, pero en el fondo todo sigue igual y su única esperanza es lograr que la hija se reciba y se vaya. Así es como el médico termina haciendo lo mismo que criticaba. Y la hija y la mujer lo observan. También la policía. Cristian Mungiu, el mismo de "4 meses, 3 semanas y 2 días", sigue con la costumbre de los planos largos, la expresión contenida y la ausencia de música, pero enhebra las situaciones de tal modo que mantiene el suspenso. Y deja pensando. Para el final, un elogio al formidable Petre Ciubotaru, el gordo que hace de corrupto bonachón, y al guionista, que es el propio Mungiu, y una reflexión: si esta película fuera doblada, creeríamos que es argentina.
Guardianes vistosos pero sin guión a la altura del original Hace tres años el director James Gunn logró una obra maestra de la comedia de ciencia ficción con los antihéroes psicodélicos de "Guardianes de la galaxia", una de esas raras películas que pueden combinar en partes iguales extraordinarios aspectos visuales con un buen guión y gags tan divertidos como astutos. Gunn venía de Troma Inc., un estudio clase z especializado en lanzar una secuela tras otra desvergonzadamente, con ejemplos como"La última tentación del vengador tóxico", y lamentablemente en esta continuación de "Guardianes de la galaxia" da la sensación de que nadie se preocupó demasiado por desarrollar un guión articulado que esté a la altura de las circunstancias. En este "Volumen 2" el truco básico consiste en darle el héroe Chris Pratt un padre extraterrestre y casi todopoderoso, el Ego que personifica Kurt Russell, sin duda lo mejor del film. Esta mezcla de hippie del espacio y semi-dios es resistido por su hijo, dado que abandonó en la Tierra a su madre moribunda, y de esta relación surgen casi las únicas situaciones que unen cabalmente el argumento con las imágenes, algunas impactantes. Pero los demás personajes, incluyendo al mapache con la voz de Bradley Cooper, parecen apagados, empezando por el anodino Vin Diesel que ahora es sólo un retoño. También aparece Stallone, pero apenas en un cameo. Esta nueva entrega se disfruta bastante a nivel visual, pero no está al nivel del original.
Cuando un film eterno se convierte en un infierno En los '80, Walter Hill filmó el primer guión de John Fusco, "Crossroads", con Ralph Macchio dispuesto a apostar su alma al demonio por el blues en un increíble duelo de guitarras contra el diabólico Steve Vai. Ahora Fusco escribe otro drama místico pero se trata de un encuentro sobrenatural mucho más luminoso pero menos logrado que aquel film de culto. En "La cabaña" un hombre que acaba de sufrir una tragedia devastadora recibe una extraña carta con una invitación de Dios para reunirse con él en una cabaña. El resultado, lamentablemente, es un auténtico bodrio del infierno. Y es que aún reconociendo que el guión de Fusco no es precisamente inspirado, lo que termina de condenar este engendro es la monótona dirección de Stuart Hazeldine. En otras manos el material hubiera potenciado algunos pocos puntos imaginativos y el humor surgido de la original personificacion de la Santísima Trinidad con la que se encuentra el protagonista. Pero salvo un par de toques de buen humor espiritual eficaces, todo se derrumba casi desde el principio de la proyeción. Y eso del "silencio de Dios" bergmaniano aquí no se aplica en absoluto, ya que el film es una sucesión de diálogos incesantes y obvios. La vida eterna debe ser algo maravilloso, pero una película mala que se hace eterna sin duda es un castigo tremendo. Otro error es no haberla estrenado en alguna efeméride, ya sea Semana Santa o el Dia de los Inocentes.
Biopic de un héroe impensado en una Palestina desoladora La primera media hora de "El ídolo" es una pequeña obra maestra, y casi funciona como una película aparte. Una nena, su hermanito y otros dos nenes palestinos de la Franja de Gaza quieren formar una banda de pop árabe, y hacen de todo, como pescar o cantar en bodas, para poder comprar instrumentos, aunque son constantemente abusados y estafados por adultos inescrupulosos. Pero la nena necesita un transplante de riñón, por lo que la banda termina separándose. Las actuaciones de los cuatro chicos son genuinas y naturales, igual que el estilo simple y humorístico, aún en los momentos dramáticos del dos veces nominado al Oscar, Hany Abu-Assad (justamente este film tuvo una candidatura a la mejor película extranjera). Cuando el hermano de la nena crece y es un joven taxista de una Palestina desoladora, aspira a participar en el programa de talentos "Arab Idol", pero para eso debe pasar ilegalmente por una frontera más que problemática. Mucho más convencional, pero igualmente sólida, toda esta parte de "El ídolo" sigue contando esta historia verídica sobre perseverancia a toda costa. Está muy bien filmada y actuada, y aún cuando pueda parecer totalmente exótica, las canciones árabes son excelentes. Lo que hace que este fim sea altamente recomendable para público de todas las edades es la extraordinaria primera media hora.
Polansky lo habría hecho mucho mejor "Cuando me prestan libros, todo termina mal". El personaje de Marion Cotillard en este drama francés tiene toda la razón: es que una cosa es amar los libros según los consejos de Sarmiento, y otra muy distinta es tener sexo con el libro que le prestó uno de sus amores imposibles. La protagonista es la bella hija díscola de una rica familia de la campiña francesa que no puede adaptarse a ese estilo de vida conservador, por lo que su madre decide que hay que casarla a como dé lugar con el primero que aparezca, o internarla en un manicomio. Corre la década de 1950 y el candidato al matrimonio es un albañil español escapado del franquismo. La chica es terrible con su marido, al punto de no consumar la unión hasta que él le pague unos billetes como a una prostituta. Y luego, mientras él le tiene una paciencia increíble, ella acosa sexualmente a un veterano de la guerra de Indochina vencido por la enfermedad y el opio. La actriz Nicole García, vista en famosos films como "El cuerpo de mi enemigo" o "Los unos y los otros", dirige con más prolijidad que garra o imaginación. Un Polansky hubiera logrado un film más picante, pero como lo contrafáctico no nos es posible, lo que queda es este melodrama con buena ambientación de época, buena fotografía y una muy atractiva Marion Cotillard.
Una posesión sudafricana Aqui hay algo nuevo: terror sudafricano. Curiosamente la trama elude lo que podríamos llamar "color local", aunque de todas maneras en la trama de "La posesión" hay diamantes, demonios y rituales africanos, aunque básicamente el planteo es del típico argumento sobre un golpe criminal que deriva en un asunto sobrenatural. Una banda de secuestradores profesionales hace el minucioso seguimiento, durante seis semanas, de una chica que se convertirá en su víctima, dado que su padre esconde una fortuna en diamantes mal habidos, obviamente el botín del secuestro. Pero cuando llega el momento de concretar el asunto, hay una serie de situaciones extrañas, que empiezan con luces que se prenden y apagan con intermitencia, y siguen con el hallazgo de que en la casa donde vive la secuestrada y su familia no queda nadie para pedir el rescate, salvo cadáveres en estados horripilantes y una serie de apariciones espantosas. Este film tiene varios problemas, empezando por el hecho de que se toma en serio eso de estudiar un mes y medio a una familia y perderse detalles gruesos como el de una posesión demoníaca da para el chiste-, a lo que hay que agregar cierto desorden narrativo. Eso sí, hay una generosa dosis de gore y los efectos son excelentes.
Malvadas al estilo años 80 Después de décadas de producir películas de Tim Burton como "Beetlejuice", "Batman" y "El extraño mundo de Jack", o series de TV tan populares como "Los '70", Denise Di Novi dirigió una película y su elección recayó en un guión que lleva a fines de la década de 1980. "Mío o de nadie" pertenece a ese ya casi olvidado género de psychothriller doméstico que surgió del éxito de "Atracción fatal" y ya hasta bien entrada la década de 1990, que con menos repercusión se enfocó en niñeras, compañeras de habitación o noviecitos del infierno en títulos como "Mujer soltera busca" y "La mano que mece la cuna". En "Mío o de nadie" la que viene del infierno es Katherine Heigi, una rubia malísima, ex del guapo y rico Geogg Stults, que ahora está con la heroína, Rosario Dawson. La ex quiere separar a la nueva pareja y no repara en métodos, adoptando tácticas ya vistas en todas las películas de este subgénero, pero que de todas formas siguen resultando entretenidas. Di Novi juega su historia como una telenovela más que como una película de terror, y en ambos sentidos el film tiene sus discretos buenos momentos. La dirección de fotografía del maestro Caleb Deschanel tiene gran nivel.
La tragedia en la maratón de Boston narrada con pericia Mark Wahlberg y el director Peter Berg, que ya habían trabajado juntos en la historia del desastre petrolero de "Horizonte profundo", se vuelven a reunir para una crónica rigurosa del atentado a la maratón de Boston de 2013, enfocándose en cada uno de los protagonistas de este terrible episodio, tanto las víctimas como los terroristas, los policías y los agentes del FBI que investigaron, con el énfasis en la minuciosidad y en los detalles. El resultado es brillante, uno de esos escasos thrillers que logran generar tensión a pesar de que el espectador conozca la resolución de los acontecimientos. En ese sentido, el director sabe cómo equilibrar esta película coral con excelentes actores como John Goodman, J.K. Simmons o Kevin Bacon en los papeles más disímiles, además de lograr que toda la ciudad de Boston sea protagonista. Y el suspenso se intensifica más en las escenas relativas al raid criminal posterior al atentado de los terroristas, con impresionantes escenas violentas en sus enfrentamientos con la policía. Por supuesto, "Patriot's Day" es también un film político, pero éste es un hecho que surge de la naturaleza de lo que se narra y no debido a bajadas de líneas surgidas del guión.
No soy yo, es mi otro yo El recurso de hacer que un actor haga de sí mismo puede dar buenos resultados, y aunque haya sido utilizado desde tiempos inmemoriales, siempre vuelve a lucir original. En esta comedia española, el que se personifica a sí mismo es nuestro compatriota Diego Peretti, que llega a España para tener una primera reunión con el guionista y la productora de un policial, pero se encuentra con una situación irreal que involucra una mezcla de ex maridos y esposas cuyos conflictos, inclusive llegan a provocar un muerto durante la cena. "La noche que mi madre mató a mi padre" empieza bien, con ritmo y gags eficaces, y una vez que Peretti entra en escena nunca termina de agotar los chistes autorreferenciales. El actor se luce y el argumento explota bien su dualidad de intérprete y médico psquiatra. También sobresale Belén Rueda, como la actriz esposa del guionista que quiere a toda costa un papel en el film a producir. Sin embargo, promediando la proyección, el ingenio empieza a agotarse y los chistes se vuelven un poco previsibles. La película daba para más. La banda sonora jazzística es excelente.