Un policial que se empantana Un tipo escapa por el litoral con un montón de dinero. A medida que va avanzando desde Entre Ríos hasta Misiones queda claro que está buscando a su hermano, que vive en Brasil, y que al mismo tiempo hay alguien que lo persigue a él. Se podría decir que "Pantanal" es un policial, pero no llega a tener ninguna de las cualidades del género, empezando por algo que se parezca a la acción o al suspenso. La falta de carisma del protagonista, y el hermetismo acerca de los pormenores de su misión, parecen ser la clave de este film bastante obtuso, aunque no carente de interés. Sin ir más lejos, los distintos paisajes que van llevando al parco protagonista desde la Argentina hasta la triple frontera, para pasar del Paraguay a Brasil, por momentos están bien filmados, lo que deriva en imágenes atractivas y hasta por momentos justifican el ritmo lento de esta road movie. Por otro lado, el extraño modo de mostrar al perseguidor del personaje principal no deja de ser original, ya que nunca se lo ve, sólo a sus interlocutores, a los que se interroga a través de entrevistas a cámara de los distintos testigos, como si fuera un documental, algo que se aplica sólo a esos fragmentos de la película. Entre el hermetismo general, la falta de diálogos que tengan algún mínimo atractivo o sustancia, y esos fragmentos documentales, "Pantanal" finalmente cuenta una historia más enigmática que otra cosa, e inclusive más pretenciosa de lo necesario. Como curiosidad vale, pero está lejos de conformar.
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El horror del nazismo con mirada diferente Siempre es difícil ver una película sobre los campos de concentración nazis, pero el tema seguirá siendo un drama insoslayable. En esta ocasión es un director húngaro debuante, Laszlo Nemes, ganador en Cannes y nominado al Oscar a la mejor película extranjera por esta opera prima que tiene mucho para ofrecer, incluyendo por supuesto todo tipo de cosas terribles. Saul trabaja en un campo de concentración limpiando las pilas de cadáveres del lugar, así como las pertenencias personales de las víctimas. Un día cree ver entre los montones de cuerpos el cadáver del que asegura es su hijo, y por algún motivo, quizá para redimir su participación entre tanta matanza, pide la asistencia de un rabino para darle a su hijo un funeral adecuado. Algo que no tiene sentido en medio de ese infierno. La película está filmada de un modo muy original que no sólo ayuda a mantener el suspenso, sino que también implica una intención de sugerir los horrores del nazismo, que se describen antes que mostrarlos directamente de un modo más gráfico que sería insoportable (y no es que este film sea precisamente light). La estrategia del director es la de que la cámara siga a Saul, y casi no se separa del protagonista durante todo el metraje. Esto permite que el horror esté permanentemente alrededor del personaje central, rodeado de los aullidos que salen de las cámaras de gas y todos los elementos conocidos de la pesadilla que implicaba un campo de exterminio. Esta estrategia es interesante en lo formal, aunque por momentos estiliza demasiado lo que se está contando, y consigue que la narración no tenga siempre la misma fluidez. Con todo, es una excelente película que agrega algo distinto a un tema tan difícil como importante.
Crisis conyugal que resonará en muchos Una noche de amor es lo que cada tanto necesitan todos los matrimonios, para recuperar un poco del enamoramiento que alguna vez sintieron. No es lo que inicialmente piensa hacer la pareja que aquí nos convoca. Inicialmente sólo iba a salir a comer con otra pareja amiga, sin los chicos. Pero hay cosas que no se piensan ni se esperan, crisis ajenas que ofrecen oportunidad para prevenir las que se vienen dentro de casa, si uno no cambia y se refresca un poco. Por ahí va esta comedia que empieza con títulos ágiles, originales y juguetones pero de a poco va dejando el humor de lado, para recuperarlo cuando los personajes recuperen su cariño. La historia inserta desde el primer momento el riesgo latente en dos que se quieren pero hace tiempo que se aburren, y no tienen mayor ejemplo a seguir. Una salida resulta entonces ocasión de replanteos, desazones, discusiones más o menos civilizadas, bochornos públicos, distanciamientos, desencuentros, reencuentros y aceptaciones. Es lo que hay. A cierta altura las páginas del guión también parecen desencontrarse, pero en general predominan los aciertos. Los diálogos son exactos, los caracteres acertados, igual que los motivos de queja y los reproches. Varios matrimonios van a reconocerse en la pantalla. Muy bien Carla Peterson y la dupla Rafael Spregelburd-María Carámbula, componiendo otra pareja que aparece de golpe y que la va de piola. El es el ganador, ella lo celebra y apuntala sin ponerse por ello en actitud de muñeca. El nuestro, en cambio, ya no causa efecto alguno en su esposa. Es lógico que por ahí sueñe con tener "otro público" (un sueño, Justina Bustos). Elogiable también el director Hernán Guerschuny, que había debutado con una comedia romántica muy especial, "El crítico", protagonizada por Spregelburd. Esta es la segunda, ya no tan romántica. Quién sabe cómo será la tercera.
Espectacular peplum del siglo XXI El cine de aventuras del siglo XXI toma extrañas formas que pueden ir desde el oscuro y extraño western nominado al Oscar "El renacido" a este rarísimo e imaginativo péplum psicodélico del director de "El cuervo", Alex Proyas. "Dioses de Egipto" aplica la fórmula de los superclásicos films de aventuras sobre mitología griega con efectos de Ray Harryhausen como "Jason y los argonautas" y "Furia de titanes", pero aplicando la mitología egipcia. Esto permite imágenes y situaciones absolutamente alucinantes, empezando por la eterna lucha del dios Ra (Geoffrey Rush) para evitar que el caos reptante, una especie de cometa monstruoso, devore el mundo tal como lo concebían los egipcios. Obviamente, como no hay un conocimiento más que general de las creencias egipcias, el director Alex Proyas puede hacer cualquier cosa con estos personajes, como el dios Horus, a quien su tio Seth le roba el trono y sus ojos lumínicos luego de asesinar a su padre, el rey Osiris. Por otro lado, las fuentes que usa el director también se remontan al cine mudo, en especial a "La muerte cansada", de Fritz Lang, la película que cambió la manera de filmar y potenció todo lo que tuviera que ver con efectos especiales al punto de generar el clásico hollywoodense "El ladrón de Bagdad", de Raoul Walsh, que inmortalizó a Douglas Fairbanks. No por nada en "Dioses de Egipto" el protagonista es un mortal, un ladrón que hará lo que sea por sacar a su amada muerta del inframundo, aun si tiene que hacer cosas imposibles como robar los tesoros más preciados y bien guardados de los dioses, asociándose con Horus para acabar con el violento reinado de Seth. "Dioses de Egipto" no sólo es entretenidísima, sino que explota en lo visual en una escalada de delirios realizados con una batería gigante de efectos digitales, con una dirección de arte formidable, un vestuario lujosísimo y una fotografía antológica a cargo de Peter Menzies jr. Hay muy buenas actuaciones como la de Rush o la del malísimo Seth que encarna Gerard Butler. Y también en medio de tanto delirio mitológico, hay mucho sentido del humor que termina convirtiendo a esta película en un gran entretenimiento para todas las edades.
Divertida sátira urbana para grandes y chicos Disney vuelve a centrar un largometraje animado en animalitos, pero esta vez con un criterio menos minimalista que, por ejemplo, "El rey león". De hecho, lo más atractivo de esta película para grandes y chicos es el concepto de sátira urbana donde los distintos animales (todos mamíferos, eso sí, para simplificar un poco las cosas) asumen los roles de las personas en el mundo real. El resultado es muy divertido y bastante novedoso. "Zootopia" es un mundo ultramoderno habitado sólo por animales, con distintos barrios que sirven para fijar los diferentes climas a los que corresponden las distintas especies, como una tundra helada, uno tropical y así. En ese contexto, la película se centra en la relación entre una liebre de campo que quiere ser policía, pero a la que sus superiores rinocerontes y búfalos sólo la dejan hacerse cargo de las multas de estacionamiento, y un astuto zorro que en su primer día de trabajo la engaña para que compre un helado tamaño elefante que convertirá en cientos de pequeños helados para lemmings (si uno compra un helado, todos los que vienen atrás lo imitan). La anécdota policial que une a esta pareja despareja es graciosa, pero lo que realmente tiene gracia son los detalles y situaciones a las que da lugar. Una visita al mundo burocrático de las marmotas, por ejemplo, simplemente no tiene desperdicio. Pero lo mejor de "Zootopia" son las poderosas y coloridas imágenes, de una creatividad superlativa. Sobre todo en lo relativo al diseño de esa ciudad utópica donde todo tiene que tener puertas gigantes para paquidermos al lado de pequeñas puertitas -bien clásicas de los viejos cartoons- para los roedores. Otro punto fuerte es que aquí no hay mucho énfasis en lo musical, salvo un tema de Shakira realmente pegadizo.
La idea es original, pero su desarrollo irregular El prólogo de "El expediente Santiso" es inusitado y muy entretenido a todo nivel por animarse a algo imposible para el cine argentino: la película comienza en Irak bajo los bombardeos de la guerra, y hasta se ve a Carlos Belloso pasando en auto detrás del corresponsal de un noticiero internacional. Ahora, como la acción sigue de Irak hasta la Argentina, se transforma en un disparate que lamentablemente el director se toma demasiado en serio. El asunto es que el protagonista, un periodista llamado Santiso, pierde a su hija durante un bombardeo, se vuelve loco y es internado en un manicomio. EL pobre tipo asegura que su hija está viva y secuestrada por una secta de nazis que hacen experimentos con niños. Años más tarde, dado por cuerdo, el protagonista de todas maneras sigue convencido de que su hija vive, mientras su esposa descubre un oscuro secreto sobre su pasado que también la relaciona con la misma conspiración. El principal problema del film no es su carácter entre original y delirante, sino el escaso pulso narrativo con el que se intenta contar una historia que avanza de a trechos, fracturada por falshbacks permanentes que quitan fluidez y no aportan mucho. Salvo el personaje de Edgardo Nieva, realmente falta humor, y las cosas se repiten demasiado. Por otro lado. todo está bastante bien filmado, con efectos especiales razonablemente creativos y bien concebidos y esto junto a su carácter insólito ayudan a no desestimarla del todo.
Transformación de Eddie Redmayne y poco más Basada en un caso real, esta película cuenta el caso de una de las primeras operaciones de cambio de sexo. Pero si bien así dicha la premisa parece clara y contundente, el director demora mucho en llegar a que su narrativa responda a estos términos, y la verdad es que, especialmente al principio, no sabe bien cómo establecer el conflicto de esta dramática historia verídica. La película comienza con la vida feliz de un joven matrimonio, ambos pintores, él sobre todo muy exitoso, al punto de que su marchand lo califica entre lo más alto de la pintura danesa. Corre la década de 1920 y evidentemente una pareja danesa puede tener costumbres más evolucionadas que el resto del planeta. Por ejemplo, vestir al marido con ropa de mujer durante sus encuentros íntimos, e incluso llevar el chiste al punto de salir como si fueran dos amigas a un ágape, sin que nadie se dé cuenta de que la prima Lili en realidad es el prestigioso pintor. El problema se suscita cuando a un hombre que está en el evento le gusta la prima Lili, la lleva a un sitio discreto y de golpe la esposa encuentra que su marido, vestido de mujer, está besando a un señor. Evidentemente la cosa era más que un juego para el pintor, que Eddie Redmayne (el mismo que ganó un Oscar por su interpretación de Steve Hawking en "La teoría del todo") interpreta mejor cuando es ella que él. De todos modos, la que extrañamente lleva adelante la película es la esposa, una eficaz Alicia Vikander. Pero al film le faltan mejores actores secundarios, una puesta de época que sea algo más que prolija y bonita y, fundamentalmente, desaprovecha todo lo que tiene que ver con los procedimientos médicos de esos tiempos. La música monocorde, más digna de un film romántico que de un drama como éste, tampoco ayuda.
Tropiezo de un De Niro desconocido La abuela ha muerto, y Zac Efron se encuentra metido, no sabe bien cómo, en un viaje de solteros con su abuelo Robert De Niro, que en vez de viudo inconsolable se comporta como un juerguista empedernido. De Niro tiene talento para todos los géneros y ha descollado en la comedia, pero este intento de descenso a la comicidad guarra es algo nuevo en su carrera, y la verdad es que el asunto no funciona demasiado bien. Quizá esto no sea tanto por los actores, ya que Efron hace bien su papel de abogado demasiado estirado e incapaz de disfrutar de la vida, mientras que De Niro es De Niro y puede caer bien parado en cualquier situación. Sólo que los gags simplemente no son buenos, y a eso hay que agregar que además de ser bastante malos son especialmente guarros, y la combinación no va para ningún lado. A favor de "Mi abuelo es un peligro" hay que mencionar algunas buenas actuaciones secundarias y el incesante desfile de chicas ligeras de ropas. Por otro lado, la película tiene una banda de sonido especialmente ruidosa y sólo dos o tres gags que realmente hacen reír. Vista en el cable puede ser otra cosa, dado que guarro o no, después de todo, De Niro es De Niro.
Una verdad antipática para fans del fútbol americano Ésta es una película que trata sobre un tema original e interesante por donde se lo mire: el descubrimiento de una enfermedad cerebral provocada por los golpes constantes a los que son sometidos los jugadores de fútbol americano. La historia es real y la parte más pesada, que hasta casi llega al thriller conspirativo, es la que tiene que ver con la necesidad de la asociación de clubes de que la enfermedad en cuestión sea considerada una falacia. Por otra parte, el protagonista, interpretado por Will Smith, es totalmente atípico. Se trata de un erudito forense nigeriano que vive y trabaja en Pittsburgh, que por pura casualidad recibe el cadáver de un exsuperastro de fútbol americano muerto en circunstancias extrañas para que realice la autopsia. El jugador -muy bien interpretado en una breve aparición por David Morse- tenía un nivel de demencia inusitado y una decadencia general imposible de entender en un atleta de apenas 50 años, detalles que llevan al forense a investigar especialmente su cerebro, llegando a la conclusión de que las "contusiones" provocadas durante años de entrenamiento y juegos profesionales de la víctima, que para colmo ocupaba la más vapuleada ubicación central en la formación de su equipo, son las culpables de sus padecimientos. A partir de este momento, la película se divide entre los ataques de demencia de otros exjugadores, la vida personal y romántica del forense y los ataques de la asociación de fútbol americano al descubridor de la enfermedad, y a la existencia de la enfermedad misma. Aquí el film pierde fuerza por no encontrar un modo contundente de contar la historia. Lo que no implica que no esté bien filmada y que no cuente con buenas actuaciones de Will Smith, y de Albert Brooks y Alec Baldwin como dos profesionales que lo apoyan. "La verdad oculta" daba para más, pero es una buena película sobre un tema tan antipático para el público estadounidense como el daño que provoca su deporte favorito.