Romance previsible, más destinado al zapping que al cine El guión de “Con derecho a roce” va acumulando todos los lugares comunes sobre las imposibilidades de la amistad entre el hombre y la mujer, derivando en la típica historia de amor con gags ya vistos. Chris Evans, más conocido como el Capitán América, protagoniza y también produce una comedia romántica que repite todo el ABC del género sin aportar un ápice de originalidad y haciendo que todo dependa de su carisma y el de la coprotagonista, Michelle Monaghan. Evan es un hombre que no puede involucrarse sentimentalmente con el más mínimo nivel de compromiso, debido a un trauma infantil relacionado con su madre. En todo caso, como es escritor y debe escribir una historia de amor, tiene que arreglárselas de algún modo, y lo primero que se le ocurre es acudir a sus amistades para que le cuenten sus propias experiencias. Pero al mismo tiempo, el protagonista descubre a la que podría ser la mujer de su vida (por supuesto Monaghan), aunque el problema ahora es que la chica está a punto de casarse, por lo que la única opción posible es simular una amistad que obviamente pretende ser algo más. Así es como el guión va acumulando todos los lugares comunes sobre los conflictos e imposibilidades de la amistad entre el hombre y la mujer, derivando en la típica historia de amor con gags bastante familiares y ya vistos, y situaciones que deberían estar prohibidas a esta altura de las cosas, como la de la eterna boda interrumpida. El director debutante Justin Rerdon maneja el asunto con un ritmo atendible y poniendo el énfasis en la pareja central, que en realidad es el principal motivo para ver una película más apta para un zapping en la pantalla chica que para una sesión de cine.
EL DUELO ACTORAL ENTRE JAKE GYLLENHAAL Y FOREST WHITAKER ESTÁ ENTRE LO MEJOR DE "REVANCHA" Melodrama boxístico muy bien filmado y actuado “Revancha” es un sólido film, un poco anticuado y algo cargado de tintas, pero sin duda con algo que aportar a la tradición del cine de boxeo. Este film es un temible dramón, pero un dramón muy bien filmado y actuado. El experto en policiales y films de acción Antoine Fuqua (el de "Día de entrenamiento" y "Asesinos sustitutos") elabora un melodrama boxístico casi con más melodrama que boxeo: durante las dos horas de proyección, hay sólo cuatro peleas, aunque todas logran una intensidad como para recomendar la película. Jake Gyllenhaal es Billy Hope, un campeón con una esposa y una hija que disfrutan de sus millones y una vida de ensueño lograda a base de exponerse a los golpes en el ring. Una situación confusa con un retador termina con la muerte de su esposa, y sus actitudes autodestructivas, con detalles suicidadas -algo que en una oportunidad incluso lleva al ring- terminan provocando que las autoridades le quiten la tenencia de su hija. El título original "Southpaw" se refiere a un golpe de zurda, pero la revancha del título local se refiere al esfuerzo del protagonista por retomar el control de su vida, para lo que necesita obligatoriamente volver a triunfar en el ring. Para eso necesita un nuevo entrenador totalmente alejado de la corrupción del negocio del boxeo, que es en parte lo que provocó su caída. Aquí entra en la película Forest Whitaker, que ofrece otra de sus grandes actuaciones y ayuda a darle su excelente nivel al film. Si bien "Revancha" en muchos momentos se pasa de vueltas en su escalada melodramática, lo cierto es que está bien construida narrativamente con picos de intensidad en las escenas de boxeo, filmadas con un realismo impactante que demuestra cabalmente la crudeza de este deporte (el personaje de Jake Gyllenhaal ayuda a exacerbar este aspecto del boxeo ya que se trata de un campeón que logró sus triunfos exponiéndose como ninguno a los golpes de sus rivales). El resultado es un sólido film, un poco anticuado y algo cargado de tintas pero sin duda con algo que aportar al cine de boxeo. La música, especialmente sutil, marcó el último trabajo del prolífico James Horner, quien merece una dedicatoria en los títulos del final.
Lejos del original, pero aún divierte Partiendo de un argumento más absurdo que gracioso, “Ted 2” está por debajo del nivel del original, pero tiene una batería de buenos gags y una imaginativa dirección de Seth Mac Farlane. Un argumento sobre un juicio por los derechos civiles es lo último que se podría esperar de la secuela de "Ted", la comedia negra sobre un osito de peluche que fuma marihuana y es en general una pésima influencia para su amigo del alma interpretado por Mark Wahlberg. Pero de esto se trata "Ted 2", ya que el oso está casado con una chica y, en medio de una crisis matrimonial, la pareja decide que la solución es adoptar un niño, lo que no sólo les es denegado sino que, además, provoca una serie de investigaciones del Estado sobre la vida de Ted que lleva a declarar que él no es una persona sino una propiedad, lo que determina que no pueda adoptar hijos ni tampoco tener trabajo, ni obra social, y ni siquiera estar casado. Así que el resto del film es un juicio para demostrar que el osito puede ser considerado una persona, lo que en realidad es más absurdo que divertido, aunque a lo largo del film hay buenos gags que salvan el conjunto, que además, incluye personajes de lo más extraños a cargo de actores como Giovanni Ribisi o el mucho más serio Morgan Freeman. Pero, básicamente, "Ted 2" está por debajo del nivel del film original -que se convirtió en una de las comedia prohibidas para menores más taquilleras de todos los tiempos- y no es otra cosa que una trama totalmente disparatada intercalada por una batería de gags, algunos de los cuales funcionan bastante bien. La imaginativa dirección de Seth Mac Farlane que además es la voz del oso- ayuda para que la película se deje ver amablemente, si no se espera algo parecido a la primera formidable "Ted".
Teatro filmado de Polanski al servicio de excelente Seigner Una Emmanuelle Seigner de gran lucimiento y un Mathieu Amalric concebido a imagen y semejanza de Roman Polanski joven protagonizan “La piel de Venus”, film que en ningún momento consigue disimular su origen teatral. La realidad y la ficción se mezclan en una noche de lluvia en la que una actriz impresentable llega tarde al teatro donde hasta hace un rato un director estaba tomando el casting para su nueva obra, una adaptación de "La Venus de las pieles" de Sacher-Masoch, la novela que dio lugar al término "masoquismo". La sorpresa es que la actriz, que ni siquiera estaba anotada para el casting, no sólo se sabe de memoria el texto y lo interpreta maravillosamente bien, sino que incluso logra que el adaptador y director de la obra, al tener que replicar sus diálogos se meta totalmente en la performance. Esto provoca ciertos momentos incómodos y extraños, incluyendo una novia que lo espera para cenar y lo llama constantemente interrumpiendo el inesperado ensayo. La actriz no sólo se llama igual que su personaje, sino que entre otras curiosas casualidades, sabe todo sobre iluminación escénica y hasta tiene a mano vestuario de época para el director, que de pronto parece ser el que va a ser dirigido. La carrera de Roman Polanski ha brillado especialmente en dramas con situaciones absurdas y claustrofóbicas que podrían parecer teatrales, a pesar de su raíz ciento por ciento cinematográfica. Pero aun para un talento del calibre del director de "Repulsión", "Barrio Chino" y "Tess", el teatro filmado puede terminar siendo una opción ante la falta de posibilidades de concretar proyectos dignos de uno de los grandes cineastas de todos los tiempos. El film anterior de Polanski. "Carnage" ("Un dios salvaje", 2011), también era teatro filmado, pero Polanski tenía un tema contemporáneo y varios personajes con los que podía jugar a darle buen camuflaje cinematográfico a un texto teatral, a desarrollar en el departamento donde transcurría la acción (locación que al incluir distintos ambientes ayudaba a convertir la obra teatral en película). En cambio, "La piel de Venus" es teatral por todos lados, aun con Polanski adaptando la obra junto con su autor, David Ives, para darle el giro personal de enfrentar a su mujer, Emmanuelle Seigner, con un Mathieu Amalric concebido a su imagen y semejanza de décadas pasadas, por ejemplo cuando dirigía y protagonizaba "El inquilino". Ambos intérpretes pasan por todos los rangos emocionales, y la que se luce es Seigner potenciando los detalles humorísticos y eróticos de la obra teatral, que nunca termina a traducirse del todo al lenguaje del cine.
PABLO TRAPERO CREA CLIMAS ESTREMECEDORES AL CENTRARSE EN LOS VÍNCULOS FAMILIARES DE LOS PUCCIO EN "EL CLAN" Francella, formidable patriarca del mal Lo primero que hay que decir sobre "El clan" es que nadie que vea por primera vez a Guillermo Francella creería que el protagonista pudiera haber tenido antes una carrera como comediante. Es que el papel del secuestrador y padre de familia Arquímedes Puccio está tan bien actuado por Francella, que realmente consigue provocar una sensación tan aberrante como los crímenes llevados a cabo por el personaje. Sin dudas, Francella es un gran actor dramático y el personaje que compone en "El clan" es un gran villano, no sólo por sus actividades horribles de secuestrar gente de dinero y luego matarla a pesar de haber recibido el rescate, sino por el detalle sin precedentes de hacer que toda su familia participe de estos crímenes, lo que lo convierte en una especie de patriarca del mal. El director Pablo Trapero se preocupa especialmente por ubicar al espectador en la época en la que transcurren los hechos a través de un largo prólogo en el que se ve tanto a Alfonsín en material de archivo pronunciándose contra los crímenes de la dictadura como a Galtieri anunciando la derrota en las Malvinas. No queda claro del todo cuál era la actividad previa de Puccio pero sí que forma parte de lo que por entonces se denominaba "la mano de obra desocupada" y que contaba con algún tipo de protección o sensación de impunidad por un cierto "comodoro" que aparece intermitentemente a lo largo del film. Este vínculo con el antiguo poder ahora en caída queda más claro en una escena que aporta una mirada más amplia sobre el Caso Puccio, la visita de Arquímedes a Aníbal Gordon en la cárcel (el asesino está interpretado por un excelente Fernando Miró). Obviamente, dado que se basa en hechos reales y muy difundidos a través de las décadas, éste es el tipo de film en el que el espectador podría sentir que ya sabe todo lo que va a pasar. En parte puede ser así, pero Trapero se enfoca en la relación de Arquímedes con su familia, es decir sus cómplices, y en este sentido desarrolla un terrible clima que aprovecha especialmente en todo lo que tiene que ver con uno de sus hijos, Alejandro, el que cae más bajo al ayudar a secuestrar a sus propios amigos y compañeros del equipo de rugby Los Pumas (la actuación de Peter Lanzani también es uno de los puntos fuertes del film). Tal vez porque la historia se conoce, el director no se propone describir el accionar de la Policía que finalmente puso fuera de combate al clan. Y tal vez por eso, y sobre todo en su primera mitad, el film tiene pulso más de drama que de policial, con el suspenso tensándose a medida que se avanza hacia el desenlace, cuando los planes de los Puccio no salen tal cual se los había diseñado. Muchas veces el director atenúa el suspenso al utilizar distintos temas musicales a manera de clips, por ejemplo un clásico de The Kinks, "Sunny Afternoon" cuya letra tiene que ver con las familias de clase alta venidas a menos. Esto se repite otras veces en escenas clave que podrían haber resultado más fuertes con otra estrategia narrativa. Otro detalle que llama la atención en un film que aborda un tema real tan crudo es que haya hecho todo lo posible por aligerar el impacto visual de las cosas infernales que se desprenden de la historia, empezando por el hecho de que la cámara casi no entre a los escondites donde están prisioneros de forma subhumana las víctimas del clan. En todo caso, ésta es una película ya de por sí bastante fuerte y, especialmente para el final, Trapero se guarda algunos de los momentos temibles, con una escena que merece destacarse en una antología del cine policial argentino.
Ni Pacino redime irregular film de un Levinson decadente Cuando Pacino aprovecha bien diálogos o situaciones hechas a su medida mejora “Un nuevo despertar”, film con torpezas formales y técnicas más propias de un amateur que de Barry Levinson. Hace un par de meses se estrenó en la Argentina la última película de Al Pacino, "Directo al corazón" ("Danny Collins"), donde el inigualable intérprete que siempre será relacionado con personajes únicos como Michael Corleone, Serpico o Tony Montana Scarface, se dedicó a burlarse de sí mismo al encarnar a un cantante pop ridículo y decadente intentado casi un poco demasiado tarde darle un giro sensato a su vida tanto en lo artístico como en lo personal. De algún modo, "Un nuevo despertar", su película anterior, pero que nos llega después de "Danny Collins", se centra en el mismo conflicto, sólo que lo hace de una forma bastante menos sutil desde el momento en que Pacino interpreta a un prestigioso actor shakespeariano cada vez más confundido entre la realidad y la ficción, al punto de que se le mezclan los parlamentos de distintas obras y se pierde en el backstage del teatro. La decadencia del histrión queda en evidencia cuando se arroja de un escenario y luego de pasar unos días en un psiquiátrico, decide retirarse del teatro avergonzado de que la prensa especializada se refiera a él con apodos como "el hombre araña shakespeariano". Pronto sus locuras solitarias que ni siquiera entiende del todo su psiquiatra, que lo atiende vía Skype, son potenciadas por la mala influencia de varias mujeres desquiciadas, empezando por una ex lesbiana que se suponía era su ahijada y que podría ser su hija- pero que está decidida a probar la heterosexualidad con el famoso actor que admiró desde niña. La novela de Philip Roth en la que se basa, por momentos plantea una relación similar a la de "Ese oscuro objeto del deseo" de Luis Buñuel, y no por nada el título original del film bes "The Humbling" ("La humillación", igual que la novela). Como comedia negra, hay grandes momentos de chistes corrosivos acerca de estas relaciones dementes, y en las mejores escenas, Pacino realmente se divierte y divierte al público con el patetismo desmedido de su personaje. Lamentablemente, la película parece filmada por un amateur (algo curioso dado que algo que no le faltó nunca a Barry Levinson, fue prolijidad en lo formal, esencial para éxitos masivos como "Rain Man"). Aquí todo está filmado demasiado rápido, sin mucho rigor, abusando de unos pocos decorados y saturando las repetitivas confusiones del protagonista, que más que el personaje de la novela de Roth, es obviamente una caricatura de Pacino. Fallida a varios niveles (torpezas formales y técnicas, falta de ritmo y de foco en la sustancia de lo que se narra), de todos modos cada vez que Pacino aprovecha bien un diálogo o una situación hecha a su medida, casi redime el conjunto: las escenas buenas, son muy buenas. El elenco también está aprovechado a medias, con una atractiva Greta Gerwig que parece salida de una buena comedia del Robert Altman de los años 70, y es la encargada de aportar una bienvenida dosis de morbo. En este sentido hay detalles retorcidamente divertidos, y dado que uno de los guionistas es Buck Henry, uno de los creadores de "El agente 86", la mezcla de ingenuidad y perversión de los diálogos entre la pareja central podría verse como una versión subidísima de tono de las clásicas rutinas entre Maxwell Smart y la 99. Pero la verdad es que la película es demasiado larga y despareja y desaprovecha todo tipo de talentos, empezando por un par de actrices de peso como Dianne Wiest y Kyra Sedgwick, realmente muy mal dirigidas por un Barry Levinson casi tan decadente como su personaje principal.
Competencia cada vez más televisiva Está diseñado para un público acostumbrado a distintas variaciones de competencias televisivas. El resto puede deprimirse. La estética es completamente televisiva, la música es la versión más pasteurizada de cualquier cosa cantada a capella, los chistes intentan ser picantes pero son tan obvios y repetitivos que a la tercera vez no logran arrancar ni media sonrisa. Sin embargo la fórmula funciona, de ahí que la exitosa primera "Pitch Perfect" (estrenada en nuestro país como "Ritmo perfecto") tenga ahora su segunda parte, que propone más o menos lo mismo que el film original, pero con un tono aún más ruidoso y, si eso fuera posible, estética aún más televisiva-colorinche. La película empieza con la agrupación de chicas universitarias de canciones "a capella", Las Bellas, haciendo un temible papelón en una actuación en vivo ante un público que incluye al mismísimo presidente Obama y su primera dama. El incidente ocasiona que la prensa especializada dedicada a los certámenes de este tipo insistan en que estas chicas cantan "por ser demasiado feas o gordas para ser porristas". Estos conceptos se repiten de manera no demasiado ingeniosa a lo largo de toda la historia, que le da a las chicas lideradas por la gordita Rebel Wilson (que actúa muy bien, y obviamente tiene los chistes más pasables, ya por su physique du rol) la oportunidad de redimirse y dejar de ser losers en una competencia internacional donde tienen como principal rival a un equipo de jóvenes alemanes aún más insípidos que ellas. La productora del primer film, Elizabeth Banks, es ahora la directora de éste, diseñado a medida para un público cautivo acostumbrado a distintas variaciones de competencias televisivas con música pasada por agua, lo que convierte a la banda de sonido en una especie de sobredosis de canciones sin alma, aun cuando los principales temas están cabalmente armados desde un punto de vista técnico. Para el público desprevenido, el efecto puede llegar a ser muy deprimente.
Entretenimiento y, también, buen cine La historia de la génesis de “Los 4 Fantásticos” está muy bien filmada, con especial imaginación y originalidad para algunos detalles de la dirección de arte y los efectos especiales. Todas las películas sobre personajes de Marvel -y a esta altura ya casi siempre hay una por mes-, la gran cualidad de la nueva "Los 4 Fantásticos" es la seriedad con la que se toma la historia de estos cuatro jóvenes mutados luego de ser expuestos a la energía de un fallido viaje a otra dimensión. De hecho, casi se podría decir que el director Josh Trank se toma todo el asunto demasiado en serio, lo que no está nada mal por el rigor narrativo que exhibe en la primera mitad del film, que confluye hacia el viaje a otra dimensión, aunque le quita algo de diversión a las posibilidades de la acción sobrenatural una vez que los protagonistas ya han adquirido sus superpoderes. El film comienza con un prólogo muy anterior a los hechos conocidos, cuando el futuro hombre elástico es un chico, que en el colegio, cuando el profesor le pregunta qué quiere hacer cuando sea grande, le explica que va a inventar la teletransportación. El pequeño Reed Richards encuentra un inesperado aliado en un compañerito que vive al lado de un desarmadero de chatarra, es decir Ben Grimm, el futuro gigantón llamado The Thing. El tiempo pasa y, ya de adolescentes, en una feria de ciencias, los dos chicos siguen metidos en el tema de la teletransportación, lo que llama la atención de un científico dedicado a ese tópico, nada menos que el padre de los dos Fantásticos Johnny y Sue Storm. La película crece hasta su mejor y grandiosa escena del desembarco de los jóvenes científicos en el llamado Planeta Cero, una tierra extraña de otra dimensión. La escena es formidable, maravillosa y aterradora y, lamentablemente, es un climax que no se repite en una película demasiado contenida, que a nivel argumental, es prácticamente lo opuesto de la segunda parte de "The Avengers", que intentaba contar demasiadas cosas a la vez, mientras que ésta se limita a narrar minuciosamente el surgimiento de estos héroes que recién asumen su verdadera identidad en la última escena. La película está muy bien filmada, con especial imaginación y originalidad para algunos detalles de la dirección de arte y los efectos especiales. Las actuaciones, correctas, no son precisamente el fuerte del film. En cambio, el trabajo de montaje combinado con el antológico score musical de Marco Beltrami y Phillip Glass (todo un lujo para Marvel) consigue que el director ofrezca momentos de auténtico buen cine.
“Vacaciones”: cómica e incorrecta sátira al american way of life La nueva “Vacaciones” es la secuela más cruda del inolvidable original con Chevy Chase, y lo cierto es que consigue explosiones de carcajadas y también muchas risas incómodas al llevar la sátira a niveles demasiado oscuros. Las desventuras de los Griswold en la primera "Vacaciones" ("National Lampoon's Vacation") con Chevy Chase obligando a su esposa Beverly D'Angelo y sus dos hijos a recorrer medio país en auto para ir a un soñado parque de diversiones estilo Disney sin duda es una de las grandes sátiras al american way of life, la quintaesencia del humor ochentista surgido del programa "Saturday Night Live", y una de de esas películas que uno no puede dejar de ver cada vez que la repiten en el cable. Sin embargo, es la típica película de culto que aun habiendo pasado más alla de toda duda la prueba del tiempo, sigue disfrutándose como un raro placer culposo, tal vez por combinar el delirio y la ironía del director Harold Ramis con los toques ñoños del guión de John Hughes y la comicidad boba hasta lo patético de Chevy Chase. El detallle de que todas sus secuelas hayan sido menos audaces también sirvió para apreciar cada vez más el original de 1983, ahora continuada casi directamente por esta nueva "Vacaciones", que apuesta tanto a las tonterías como, sobre todo, al humor más salvajemente guarro que pueda ser vinculado con una comedia familiar. Lo que la convierte en un placer muy, muy culposo, que se pasa totalmente de la raya entre la estupidez y la más implacable sátira social a niveles insensatos. Sin poder decir si es una gran película, lo cierto es que consigue explosiones de carcajadas y muchas risas incómodas- además de llevar el concepto a niveles demasiado oscuros. Ed Helms es creíble como el mediocre piloto de una línea aérea de bajísimo costo que, para sacar del pozo a su familia, tiene la gran idea de repetir el viaje en auto a "WalleyWorld" con el que su padre lo torturó de niño. Su esposa (Christina Applegate) no cree que eso sirva para despertar la anodina rutina conyugal, y sus dos chicos (el grande, con inquietudes artísticas, abusado y humillado de todas las maneras posibles por su despiadado hermanito menor) casi se quieren matar ante la idea, Las actuaciones de los dos chicos, Skyler Gisondo y Steele Stebbins, son de lo mejor de la pelicula El mal viaje lleva a la nueva generación de Griswolds por aberrantes viñetas de la vida americana, lo que potencia lo patético del clan familiar. La pesadilla está salpicada de chistes memorables, terriblemente fuertes, con escenas destinadas a la inmortalidad, tanto del humor tonto (todo lo vinculado con el auto alquilado y presentado como la más moderna camioneta familiar fabricada en Albania simplemente no tiene desperdicio; el reencuentro de la madre de familia con su pasado universitario y su leyenda de "party animal" no se puede creer) y, especialmente, el momento digno de asco y lágrimas de risa en el que la familia cree haber encontrado una especie de spa natural sólo para ellos. Lo del auto y esta escena inenarrable justifican el precio de la entrada. También reaparecen los abuelos Griswold: Chase está tal cual como debería lucir su antiguo personaje, o peor, mientras Beverly D'Angelo sigue siendo una beldad. Ninguno de los dos hace mucho, de todos modos. Como bonus, aparece Thor, es decir Chris Hemsworth, burlándose de su sex appeal de un modo no precisamente sutil. Aunque hay que convenir en que la sutileza no es el fuerte de estas nuevas "Vacaciones". Verla en un cine lleno un sábado por la noche debe ser toda una experiencia, por los ataques de risa e indignacion cruzadas de la audiencia ante diálogos como "Papá, ¿que es un beso negro?", por ejemplo.
Lúcida reflexión sobre deporte y totalitarismo Las películas de atletas olímpicos suelen estar repletas de mensajes de fe y esperanza. Ésta no. Probablemente sea debido a que el asunto deportivo quizá sea sólo la excusa para que la directora se atreva a describir su visión de la vida cotidiana en la Checoslovaquia de principios de la década de 1980. La trama presenta a una chica que hace un tiempo brillante en la carrera de 200 metros, lo que podría calificarla como candidata a representar a su país en las Olimpíadas de Los Angeles de 1984. La madre presiona tanto a su hija como para provocar quejas del entrenador. Es que la madre era una notable tenista del equipo nacional checo, que por insinuar actitudes disidentes en la rebelión del 68, interrumpió su carrera y la relegó a un trabajo de fregona de edificios del Estado. Para ella, el buen desempeño de su hija implica armar un plan para darle una vida mejor en el mundo capitalista. Para su entrenador es una oportunidad de poder competir con los mucho más preparados atletas de países comunistas como la Unión Soviética o la Alemania Democrática. Por eso para casi todos los personajes, menos para la pobre atleta, la solución es aceptar lo que recomienda el estado socialista: una droga llamada "stromba" a inyectarse en dosis masivas. Además de provocar depilaciones urgentes y modificar su período menstrual, más ataques graves hepáticos y cambios metabólicos a granel, el tratamiento a base de "stromba" mezcla de esteroides y anabólicos totalmente ilegales- implica tal presión gubernamental como para generar que, aun los personajes mejor intencionados, no encuentren otra opción que traicionar de distintas maneras a la chica maravilla, aun cuando promediando el film ya califica formalmente para el equipo olímpico. La mezcla de atletismo y totalitarismo convierte a esta película en algo que merece verse, sobre todo por los detalles asombrosos de una sociedad en la que hasta la delación está planteada a través de contratos formales entre los individuos y el Estado. La gran cualidad y el principal defecto de "Fair play" es tratar de contar demasiadas cosas a la vez, dualidad que deriva de un gran rigor narrativo: toda minima subtrama está realmente bien contada por la directora y coguionista, lo que lleva a que el espectador experimente cierta frustración al querer saber más acerca de cada una de esas historias adicionales. En sus mejores escenas, "Fair Play", mas que un drama, casi se convierte en un thriller paranoico-deportivo. Empezando por la atleta y su madre (Judit Bardos y Anna Geislerová) las excelentes actuaciones de todo el elenco y la estética básicamente ascética pero generosa en detalles visuales y en la ambientación de época y lugar ayudan a equilibrar un film no siempre parejo, a veces un tanto ingenuo y con riesgos melodramáticos. Y casi totalmente carente de humor, aunque con cierta dosis de ironía solapada.