No lo supera, pero asusta tanto o más que el primer film Las nuevas tecnologías favorecen para que esta nueva versión de "Poltergeist" tenga algo con qué competir con la versión original dirigida por Tobe Hooper bajo una fuerte supervisión del productor Steven Spielberg. El uso de celulares, gps, o un dron que muestra en magnífico 3D esa zona fantasmal donde queda atrapada la hija menor de una familia suburbana logran que los espectros de "Poltergeist" traigan nuevos sustos que literalmente pueden hacer saltar al espectador de su butaca. La situación básica sigue tomando prestado un célebre episodio de la serie "Dimensión desconocida", "Little Girl Lost", con una nena desapareciendo en una especie de limbo o tercera dimensión ubicada en su propia casa, con el agregado de los espiíitus de un viejo cementerio supuestamente reubicado antes de construir un nuevo barrio suburbano, aunque queda claro que los constructores sólo cambiaron de lugar las lápidas, provocando la ira de los difuntos. Esta nueva película también cuenta con un nuevo productor, nada menos que Sam Raimi, y su estilo se deja sentir desde la primera aparición de los fantasmas que se comunican con la nena desde un televisor, que de golpe, se llena de manos espectrales apoyadas desde "el otro lado". Esta vez los acontecimientos suceden sin paz ni pausa desde el mismo momento en que la familia de Sam Rockwell se muda a la casa en cuestión, y hay un crescendo que no se detiene hasta el final del film. Sobre todo en la parte en que un equipo de expertos en lo paranormal buscan a la nena, esta nueva versión ofrece más acción sobrenatural que el film original, y también detalles más siniestros, algunos verdaderamente horripilantes. Y un personaje de la producción de Spielberg que era muy difícil de reemplazar, el de la vidente Zelda Rubinstein, está muy bien sustituido por un experto en casas embrujadas que tiene un programa de TV interpreado por Jared Harris, que se roba cada escena en la que aparece. Sin superar un clásico como el "Poltergeist" de Tobe Hooper, esta película ofrece variantes astutamente diseñadas para asustar al espectador con todo tipo de recursos, y ningún fan del género se la debería perder.
Comedia bien actuada pero sin gracia Diego Peretti está separado, no le resulta fácil rehacer su vida sentimental, y entonces pone todo el foco en su hija de 8 años. Eso hasta que retoma contacto con un viejo amor idílico, Maribel Verdú, que está lista para salir con él, poniendo una condición derivada del hecho de que detesta a los chicos. Así está planteada esta comedia que, en realidad, no es demasiado graciosa, lo que sin lugar a dudas es su principal problema, dado que está bien filmada y actuada. La doble vida del protagonista para mantener vivo su romance no es muy verosímil y resulta más patética que divertida, y la ausencia de auténticos gags no ayuda. Cuando Peretti debe vaciar su casa de juguetes para recibir a su nueva novia, la sensación es más artificial que otra cosa y, evidentemente, el planteo naturalista de la imagen no sirve para derivar el asunto en alguna dirección más delirante que funcione más con un tono de comedia que es finalmente a lo que aspira "Sin hijos". Otro problema del guión es que no hay auténticos fundamentos para que el personaje de Maribel Verdú tenga esa fobia a los niños, lo que por otro lado sirve para que toda la trama tenga resoluciones más bien previsibles. Diego Peretti es un actor lo bastante talentoso como para sostener casi solo el interés del film y de bancarse situaciones tiradas de los pelos, pero no tanto para darle humor a todo el film. Por lo demás, la fotografía es muy solvente y hay buenas actuaciones de reparto de actores como Pablo Rago.
Su creador resucita al mejor “Mad Max” La diferencia entre la mayoría de las remakes, secuelas y demás subproductos del cine fantástico de los 80 y este nuevo "Mad Max" está en que no es una simple explotación de una franquicia, sino el regreso del director George Miller al desolador mundo violento de un futuro postapocalíptico, concebido por él mismo en el film de 1979 que ayudó a convertir a Mel Gibson en un astro internacional. Y lo que es aún mejor, se podria decir que el estilo elegido por Miller para que Mad Max vuelva a las más peligrosas carreteras que se hayan visto en la historia del cine surge directamente de la mejor película de la trilogía original, "Mad Max 2; The Road Warrior", que en 1981 describió las más desquiciadas persecuciones automovilísticas de todos los tiempos. Dado que han pasado casi 30 años desde que Miller abandonó a su personaje más famoso con "Mad Max y la cúpula del trueno" (de 1986, con Gibson compartiendo la pantalla con una eufórica Tina Turner), para dedicarse a "Babe, el chanchito valiente", hay varias generaciones de espectadores para los que la idea de una película de autos es "Rápidos y Furiosos". Y lo bueno de este regreso de George Miller es que sirve para explicar que, al lado de Mad Max, cualquier título de la saga de Toretto y su pandilla luce como "Cupido motorizado". Y esto, por suerte, queda clarísimo con "Mad Max, furia en el camino", que de alguna manera repite a mayor escala, si eso fuera posible, las dementes persecuciones de autos, mitos y, sobre todo, camiones armados como fortalezas de la carretera y el desierto sin modificar en absoluto el espíritu del personaje y su mundo, con énfasis en las particularidades tribales de los distintos bandos, y dándole rienda suelta a la desaforada estética entre punk y heavy metal de los diversos modelos de villanos (es decir, casi todos los personajes del film). La trama básica sigue siendo la lucha por combustible casi más que por el agua, y sólo se agrega el detalle de un harén que casi retoma el tema de viejos westerns (o, por qué no, de "Pampa bárbara", de Lucas Demare y Hugo Fregonese). Tom Hardy es un eficaz Mad Max que apenas hace extrañar a Mel Gibson, y la que sorprende es una durísima dama del camino interpretada por Charlize Theron. Pero los que se roban el film, tal como debe ser, son los dementes stunts automovilísticos, que casi superan los de "Mad Max 2", algo que sólo se podría lograr dejando de lado los efectos digitales y apelando a los auténticos rompecoches analógicos, igual que en los buenos viejos tiempos.
Notable visión de la actualidad brasileña del británico Daldry Las favelas de Rio son casi las verdaderas protagonistas de este thriller tercermundista que mezcla sordidez y crueldad con la ingenuidad derivada de los tres personajes adolescentes que, pesar de las necesidades surgidas de su extrema pobreza, deciden enfrentar a policías corruptos simplemente por que es lo correcto. Uno de los puntos fuertes de "Trash" son justamente las excelentes actuaciones de estos tres chicos que hacen creible la historia sobre un caso de corrupción cuya exposición depende del contenido de una billetera arrojada a un basural por la victima de un grupo de policías criminales al servicio de un candidato a alcalde que actúa con la mayor impunidad. Uno de los chicos encuentra la billetera y luego de repartir el dinero con su mejor amigo, que no demora un instante en comprar comida, se da cuenta de que maá allá de los billetes hay otros hallazgos en principio menos atractivos pero que no dejan de tener algún significado. La casi inmediata aparición en la favela de policías ofreciendo una recompensa por la billetera confirma esta sospecha, y más que nada para saber si el premio es el correcto o se queda corto, los chicos empiezan a investigar qué es lo que realmente encontraron. La primera pista, la llave de un locker de una estación de trenes, da lugar a una frenética persecución en decorados tan realistas como diferentes de los que se puede ver en cualquier película hollywoodense. Este tipo de escenas de acción muy bien armadas permite que la trama política no se quede en lo discursivo, del mismo modo que el punto de vista adolescente permite volver más o menos razonable lo elemental y los excesos sentimentales de todo el asunto. Tal vez el mayor logro del director inglés Stephen Daldry (el de "Billy Elliot") sea su capacidad de combinar esta ingenuidad casi minimalista con toda la crueldad del caso, incluyendo una temible secuencia de torturas a uno de los chicos a manos del jefe de los policías corruptos, o una siniestra visita a una cárcel necesaria para resolver el misterio del contenido de la billetera. En escenas como ésta se lucen los miembros internacionales del elenco, Rooney Mara y un eficaz Martin Sheen en el rol de un cura estadounidense. Pero un buen detalle de "Trash" es no quitarle peso a los personajes de los tres chicos fugitivos, excelentemente interpretados por los desconocidos Rickson Teves, Gabriel Weinstein y Eduardo Luis. Las atractivas imágenes y una banda sonora de temas brasileños muy bien elegidos ayudan para recomendar una película que desde Inglaterra toma temas de la más candente actualidad socio-política del Brasil.
Cómo desperdiciar una idea original El lado oscuro de los Amish y otras comunidades religiosas similares casi nunca fue explorado en el cine, Dentro del cine negro, apenas Richard Fleischer consiguió que el pacífico Ernest Borgnine muestre el límite de su paciencia en "Sábado violento", gema de la era del CinemaScope que inspiró la mucho más conocida pero menos interesante "Witness" (Testigo en peligro) de Peter Weir. Pero, dado que no hay muchos más títulos que mencionar, la idea de un film de terror que se anime a explorar a fondo la cara oculta de estas comunidades tendría a su favor la originalidad. Lástima que sea un producto tan poco logrado como esta película, que por algún motivo tiene dos títulos originales. La cosa empieza con una obtusa profecía acerca del nacimiento de seis niñas el sexto día del sexto mes y todo lo que lleve al temible número de la bestia tan bien explotado en la saga de "La profecía" de Richard Donner. En este caso la profecía no sólo es apenas entendible, sino que además requiere esperar a la mayoría de edad de las recién nacidas. El detalle de tener que esperar hasta los 18 años de las hipotéticas niñas malísimas ilustra el respeto de los cineastas por este tipo de comunidad, detalle que no ayuda a volver más intensa o interesante esta película que desaprovecha casi toda ocasión de brindar, no ya un par de ideas a la altura del potencial sobrenatural del planteo, sino por lo menos alguna dosis razonable de sexo y violencia estilo amish. A favor de este proyecto de film de terror se puede mencionar que por momentos está muy bien filmado, y que casi todo el elenco da lo mejor de sí en un esfuerzo sobrehumano (casi diabólico) por darle credibilidad a cualquier disparate que les pongan a mano. Y, por cierto, la originalidad del tema, ayuda un poco.
Zonceras románticas bien fotografiadas Este secreto se puede explicar en pocas palabras: fantasía romántica melodramática y ñoña. Adaline, también conocida como Jenny, es una mujer con un pasado. Un vasto pasado, debido a que, aunque aparenta 20 años, en realidad hace rato cumplió los 100. A diferencia de Dorian Gray, la juventud eterna de esta beldad no tiene una explicación sobrenatural que sirva de relieve al conflicto moral que planteaba Oscar Wilde en su maravillosa novela. Aquí en cambio hay un absurdo resorte argumental acompañado por un desarrollo no menos absurdo. Por momentos el asunto se vuelve involuntariamente divertido cuando la incoherencia se aplica más a las situaciones realistas, con diálogos que parecen salidos de algunas de esas escenas de relleno escritas demasiado rápido de alguna tira de Suar. En este sentido, la actuación del galán Michiel Huisman (de "Game of Thrones") es tan minimalista en su caricaturesco papel de joven millonario dedicado a causas nobles como para acentuar la sensación de telenovela folletinesca, en este caso con pretensiones de fábula existencialista, Es que la idea sería que Adaline, dado que sabe que sobrevivirá a cualquier compañero incluyendo su perrito- huye de todo compromiso y termina viviendo una existencia vacía sin animarse a vivir en serio. Como una esfinge a veces realmente inexpresiva Blake Lively escucha este consejo de gente como el lunático astrónomo Harrison Ford, cuyo personaje hace que Indiana Jones parezca shakespeareano. Sin embargo es la aparición del personaje de Ford el resorte para que el folletín, narrado hasta ese punto con un tibio pulso narrativo, termine tomando ritmo e intensificando sus retontos conflictos pasionales. Formalmente la película es mucho mejor que en lo narrativo, argumental y actoral, y sin la formidable fotografia de David Lanzenberg, las casi dos horas de ñoñerías serían insoportables.
Buen thriller épico, pese a convenciones En 1971, Roger Corman abandonó su carrera de director y se dedicó exclusivamente a la producción por una cuestión de acento relativa a su excelente "El Baron Rojo" ("Von Richthofen and Brown") que narraba el duelo entre dos aviadores de la Primera Guerra Mundial, el legendario aristócrata alemán y el plebeyo canadiense que finalmente lo venció. Sin contar con mucho presupuesto, la idea de Corman era darle realismo al film haciendo que los anglosajones hablen en su idioma y los alemanes en el suyo, con sus diálogos subtitulados en inglés. Los distribuidores le dijeron que eso era imposible, que los subtítulos eran veneno para la taquilla. Por lo tanto todos debían hablar en inglés. Corman filmó la película con todos los actores, incluyendo los personajes alemanes, hablando en inglés neutro, pero eso también era un problema: la convención obligaba a que los alemanes hablen en inglés, pero con el típico acento alemán de los eternos villanos hollywoodenses de origen extranjero. Corman se hartó, y dejó de dirigir. Casi medio siglo después, ese tipo de convenciones no han sido abandonadas, al punto de que el elenco internacional lleno de excelentes actores de "Child 44" hacen de soviéticos que hablan en inglés con distintos niveles de forzadísimo acento ruso que por momentos casi arruina este original thriller épico, histórico y político. Hay momentos en los que Gary Oldman y Tom Hardy parecen salidos de alguna comedia como "Top Secret" de los hermanos Zucker, o incluso podrían ganarse un puesto de agentes de Kaos en alguna nueva remake de "El agente 86". A pesar de este problema, que a veces se suaviza, pero a lo largo de las dos horas de proyección reaparece con toda la furia, "Crímenes ocultos" es un film para ver, básicamente debido a que el guión de Richard Price (un talento últimamente relegado a la pantalla chica) realmente logra capturar la idea de la pesadilla de la era stalinista, con el agregado de que en medio de las purgas y delaciones interminables hay un asesino serial dedicado a matar niños con la mayor impunidad. Esto porque en el paraíso socialista no existe el crimen, por lo que un niño asesinado debe ser necesariamente víctima de algún accidente. Sólo que tal como indica con precisión el título original, los cadáveres de niños se van acumulando por docenas hasta llegar al número en cuestión. Tom Hardy es un héroe de guerra con un papel protagónico en la caída de Berlin, algo que hacia 1952 le da una posición cómoda, lo que no impide que haya alguien dedicado a espiarlo a él y especialmente a su mujer (Noomi Rapace) sospechada de actividades contrarrevolucionarias. Algo de lo que en realidad todos los millones de rusos tambien son eternamente sospechosos. En ese contexto, la decisión de tratar de atrapar al psicópata asesino de niños es un verdadero acto de traición, y justamente esta lucha por adaptarse a un mundo horrible o hacer lo correcto es lo que vuelve realmente atractiva esta historia. La dirección de Espinosa no siempre sabe resolver con la tensión adecuada esta progresión dramática, pero cuando lo logra, aprovecha al máximo el talento de los actores, especialmente de Gary Oldman, que se luce como un oficial que se atreve a ayudar al protagonista en la caza del psicópata. La película es un poco más larga de lo necesario, algo comprensible dadas las distintas subtramas entrelazadas, pero tanto en la ambientación de época como en los momentos de acción y las grandes escenas épicas (ésta es una producción de Ridley Scott) siempre hay algo digno de ver, aun dentro del tono sombrío necesario para acentuar la pesadilla stalinista. En este sentido, la fotografía de Oliver Wood tiene climas visuales excepcionales. En contra del film se puede decir que, para ubicar al espectador en ese momento histórico, el director a veces carga demasiado las cosas, casi como si fuera un film de propaganda anticomunista del siglo pasado. Por otro lado, si la crítica de un pasado lejano molestó tanto al ministro de Cultura ruso como para prohibir la exhibición del film que se iba a estrenar en Moscú semanas antes del 70 aniversario de la caída de Berlín- es que evidentemente las purgas del paraíso stalinista siguen siendo algo para recordar. O tal vez lo que en realidad molestó fue el inglés con acento ruso.
Vampiros simpáticos y nada pretenciosos Quizá sea bastante tonto, pero al menos este seudo-documental es original y divertido. Cuatro vampiros viven en una casona de Nueva Zelanda y su vida (o mejor dicho, su no-vida) cotidiaba es objeto de un documental que registra estupideces como sus peleas por ver a quién le toca lavar los platos llenos de sangre y otras cosas por el estilo. Los vampiros están interpretados de manera simpática por los codirectores, entre otros, y cada uno tiene un modelo distinto de chupasangre, empezando por una especie de Nosferatu que se mueve poco porque es el más viejo (tiene unos 800 años, y el más joven, todo un adolescente rebelde, tiene unos ciento ochenta y pico). La película tiene algunas cosas ingeniosas, como por ejemplo, ilustrar la dificultad de los vampiros para ir a boliches dado que, como se sabe, el vampiro no puede entrar a donde no es invitado. Más allá de que no tiene mayores pretensiones, hay simples y eficaces efectos especiales para mostrar a los vampiros elevándose en el aire cuando se pelean entre ellos, y otros detalles simpáticos, además de excelente música original. Claro que el chiste no se mantiene permanentemente y, en algún punto de la proyección, la broma parece agotarse en sí misma.
Sólido policial negro a la altura de su talentoso elenco Liam Neeson vuelve a asociarse con el director de "Sin escalas" en un film negro a la altura del talentoso elenco que también incluye a Ed Harris y a Vincent D'Onofrio. Lo bueno es que el personaje de Neeson no es una simple repetición de su ex agente secreto de la saga de "Búsqueda implacable", sino un hombre totalmente decadente que no tiene familia ni amigos debido a haber sido el máximo asesino de la mafia del puerto de Nueva York. Ahora sólo lo protege el gangster para el que cometió todos sus crímenes, un excelente Ed Harris, que, sin embargo, se vuelve su enemigo más implacable cuando los hijos de ambos se ven envueltos en un asunto criminal y el protagonista debe liquidar al hijo el hampón para evitar que mate al suyo, con el que no tiene el más mínimo contacto, pero que lógicamente intenta proteger. La situación que queda planteada es la de la noche de pesadilla a la que se refiere el título, con padre e hijo intentando escapar de asesinos y policías por igual, en una maratón de superacción no sólo muy bien filmada y actuada sino también con un guión lleno de detalles sórdidos propios de un buen film noir moderno. "Una noche para sobrevivir" es un sólido policial que ningún fan del género debería perderse.
Viggo Mortensen y Oscar Isaac, lo mejor de un tenso triángulo. Este thriller basado en un relato de Patricia Highsmith se sostiene bastante bien por las buenas actuaciones y las locaciones exóticas, aunque está claro que sería más potable para la pantalla chica que para el cine. Viggo Mortensen y Kirsten Dunst interpretan a una pareja de ricos y despreocupados estadounidenses viajando por Grecia. En Atenas, conocen por casualidad a Oscar Isaac, un compatriota que trabaja como guía turístico, y aunque nadie parece confiar mucho en nadie, surge algo que se podría llamar una amistad si no fuera que casi nada es lo que parece y a que las cosas pronto se complican en todas las direcciones posibles. La película empieza muy bien con el encuentro y la descripción básica del trío protagónico, que pronto se ve metido hasta el cuello en un asunto criminal difícil de manejar, especialmente para el guía que no tiene nada que ver con los negocios sucios de la pareja que acaba de conocer. Pero la casualidad, el dinero, y una atracción con la chica en el trío provocan que todos huyan desde Atenas hasta Creta, donde la lógica tensión del caso se potencia hasta un punto extremo. Todo sería más creíble y sustancioso si el personaje de la tercera en discordia, es decir Kirsten Dunst, estuviera mejor aprovechada. Sin este detalle, el director y guionista británico-irani Hossein Amini estira demasiado algunas escenas, aunque por suerte aprovecha bien momentos clave del relato logrando un resultado convincente. Los sólidos Mortensen e Isaac son los que hacen que todo tenga sentido, y mientras la fotografía de Marcel Zyskind apoya el atractivo de las locaciones, la música del vasco Alberto Iglesias genera tensión ya sea poniéndose hitchcockiano o, incluso, con mucha más originalidad pero no menos precisión, casi tanguero.