Aunque con altibajos, Wolverine entretiene El más famoso mutante de la Marvel Comics se mezcla con yakuzas, samurais y ninjas, más la bomba atómica de Nagasaki en una ensalada tan poco natural como el protagonista, y si bien tiene sus momentos divertidos y espectaculares, también incluye demasiados tiempos muertos, escenas confusas y bastante soporíferas. El mutante de las garras metálicas que hizo famoso a Hugh Jackman empieza la película al final de la Segunda Guerra Mundfial, en un impactante prólogo en Nagasaki, justo en el momento que está por explotar la bomba. Lo que sucede en esa escena entre él y un joven soldado japonés a punto de hacerse el harakiri es lo que lo mete en este complicado entuerto nipón muchas décadas más tarde. Cuando nos reencontramos con Wolverine tanto tiempo después, está harto de todo, y vive en una caverna en el bosque con un gigantesco oso como único vecino. Eso hasta que empieza la temporada de caza y el salvaje solitario debe salir a la luz, lo que permite que lo encuentre una extraña joven japonesa que lo invita a viajar a Tokio para cumplir la última voluntad de su viejo amigo. El anciano es ahora el millonario dueño de un imperio tecnológico, que tiene una oferta para quitarle sus dones mutantes y brindarle una vida común con una muerte normal al final de muchos años de existencia feliz. Pero obviamente las cosas no son tan fáciles ni bien intencionadas, y pronto el héroe se encuentra recorriendo Japón en un tren bala, salvándole la vida a la nieta de su viejo amigo, perseguida a muerte por incansables bandas de yakuzas y metida en una complicada trama que hasta incluye al disoluto ministro de Justicia japonés haciendo festicholas.. Hay un momento en que James Mangold, director de grandes títulos de acción como la remake de "El tren de las 3 y 10 a Yuma" y de la biografía de Johnny Cash, parece estar a punto de lograr otra muy buena película capaz de mezclar los violentos iconos japoneses con la fantasía de la Marvel. Por ejemplo toda la escena del tren tiene un vértigo increíble, y dado que el guión aporta el toque de que el mutante esté perdiendo sus poderes de autocuración e inmortalidad, estas luchas asombrosas le dan un nuevo perfil humano al personaje. Lamentablemente esta vuelta de tuerca se termina diluyendo en una sucesión de escenas de sufrimientos insoportables del pobre Wolverine, que parece metido en una de esas películas llenas de torturas sadomasoquistas que tanto le gustaban a Marlon Brando. Por supuesto, en un momento determinado de las más de dos horas que dura el film todo vuelve a la normalidad, y todos los malos reciben su merecido, lo que no era difícil de adivinar. No hay mucho más que decir salvo que las escenas con ninjas y samurais aportan lo suyo, y la música de Marco Beltrami y el uso del 3D no brillan por su imaginación. Eso sí, hay un epílogo sorprendente que aparece en medio de los créditos y que ningún fan de Marvel debería perderse por apurado.
No es fácil divertir con un caracol Un caracol odia la lentitud de su rutinaria existencia y sueña con la velocidad de las carreras de autos. Dado que en la industria de la animación digital todo es posible, un extraño accidente convierte al caracol en un mutante ultrarrápido, listo para competir y ganar en un circuito profesional, nada menos que Indianápolis. El chiste de volver veloz a un caracol es bastante elemental, y el desafío de "Turbo" es darle detalles atractivos a semejante asunto minimalista y previsible. El problema es que por más que se lo intente, no hay manera de aportarle carisma a un caracol, por más ultraveloz y fosforescente que sea, aun en 3D, y con toda la pericia técnica de los estudios Dreamworks. Por suerte hay personajes secundarios, diálogos irónicos y, sobre todo, fascinantes climas visuales para hacer realmente entretenido todo el asunto.Sin poder sacar la trama de su obviedad inclusive desde el punto de vista del público infantil-, de todos modos la película incluye gags de humor negro con algún toque de realismo en sus apuntes sobre la dura vida del caracol, siempre a punto de ser aplastado por algún ser más grande. Es decir, casi todo ser vivo que lo rodea. Los guiños a la saga de "Rápido y furioso" y la dinámica banda sonora ayudan a que todo camine velozmente hacia el momento culminante. Que, por supuesto, incluye una carrera en la que un bicho pequeño y baboso compite en medio de autos de verdad, con ruedas, motor y carrocería, y no sólo un caparazón mutante. El climax tiene todo el vértigo y la superacción surrealista digna de las ideas dementes de genios del cartoon analógico como Tex Avery, que de todos modos siempre mantuvo la moderación necesaria para ni soñar con hacer un largometraje protagonizado por un caracol.
Como Godzilla, pero más seria Los monstruos más gigantescos del cine de todos los tiempos invaden la Tierra en este delirio con ecos de Godzilla y todas las locuras apocalípticas de Inoshiro Honda, con momentos imperdibles y todo el talento de Guillermo del Toro, pero que lamentablemente pierde demasiado tiempo en los no tan interesantes robots gigantes comandados por soldados que deben detener la invasión alienígena. Según el guión de Travis Beachman, 2013 es el año de la primera invasión de los monstruosos kaijus, seres que aparecen desde un portal en la Costa del Pacifico y arrasan ciudades enteras. Para enfrentarlos, la humanidad inventó los jaegers, robots enormes tripulados por dos soldados que deben estar conectados mentalmente para unir sus hemiferios cerebrales compartiendo reflejos, pero también, recuerdos y emociones. A medida que pasan los años, los kaijus aparecen en forma cada vez más apocalíptica y en un pantagruélico combate derrotan el mejor robot tripulado por dos hermanos. Al morir uno de ellos, el otro sufre la temible experiencia conectado cerebralmente y, a pesar de ser el mejor combatiente, abandona su papel en la guerra. Pero cuando el programa de jaegers está a punto de ser abandonado, el comandante lo vuelve a convocar en un último intento por volar el portal y salvar a la Tierra de una derrota segura. Las imágenes son de primera, con toda la tecnología disponible al servicio de Del Toro, que no solo como realizador sino también como director de fotografía homenajea a los monstruos que lo aterraban en la niñez desde la pantalla grande y también desde la TV. Los monstruos son algo así como la versión seria de los amigos de Godzilla, especialmente la tortuga Gamera y el pterodáctilo Rodan, oscurecidos a niveles de pesadilla con los toques lovecraftianos que los vuelven temibles descripciones del Cthuluhu y otros seres extraterrenos (justamente el film da muchas ganas de que Del Toro consiga alguna vez un presupuesto parecido a éste para filmar su postergada adaptación de "En las montañas de la locura" de H.P. Lovecraft, que quería filmar en nuestro país, ya que transcurre en la Antártida). Todo lo relativo a los jaegers y sus héroes (Charlie Hunnam, EIdris Elba) al lado de esto tiene bastante poca gracia, y los robots en sí le deben demasiado a los Transformers (y menos de lo que uno querría a los nipones Ultraman, Ultra 7 o Mazinger). Se salva todo lo relativo a la teórica de los jaegers convertida en combatiente Rinko Kikuchi, que aporta no solo tensión romántica sino también impresionantes flashbacks de su traumática niñez en una ciudad devastada. Y, sobre todo, los personajes secundarios salvan la película, empezando por el científico obsesionado en meterse en el cerebro de un kaiju (Charlie Day) y el mercachifle del mercado negro Ron Perlman (antológico como su asistente Santiago Segura, todo un "aTorrente" del futuro). El humor de las escenas con estos personajes por momentos también forman parte de lo mejor de la película, curiosamente en escenas que no necesitan montañas de millones de dólares. La combinación de un mismo director y director de fotografía amplifica el 3D a niveles que dan vértigo, por lo que sería una pena ver esta megaproducción en 2D.
Entretiene igual que el original En el año 2010, la primera parte de este film de animación digital fue toda una sorpresa en la taquilla, y realmente hay que reconocer que cautivó a chicos de todo el planeta con su idea de volver simpático al típico villano de película de James Bond. En en este caso, de Austin Power, ya que un punto de falta de originalidad de todo el asunto es que el protagonista, Gru, se parece casi un poco demasiado al Dr Evil que protagonizó Mike Myers en las tres películas de esa saga (y las similitudes no son sólo en lo físico, sino también en los conflictos y en el estilo de muchos de los gags). Pero, lógicamente, al no tener un nemesis heroico, el protagonista terminaba entendiendo y queriendo a los niños que al principio detesteba a más no poder (casi tanto como a sus pillos nerd-droides, que aquí reaparecen y se roban algunos de los mejores chistes del film). En todo caso, aquí el villano es despertado de su tranquila existencia casi bonachona para su nivel por un equipo de lucha antivillanos que debe enfrentar a un tipo realmente malísimo al que no podría combatir sin la asistencia de alguien que tenga una lógica criminal parecida. Asi es que el villano favorito de otrora ahora no quiere dominar el planeta sino salvarlo de un colega peor. El equipo técnico es el mismo, pero luego del éxito previo, aquí hay mas presupuesto y una excelente animación, además de un uso inteligente del 3D digital, que se aplica especialmente bien a los gadgets típicos del cine de espías pasado de rosca, dando lugar a gags realmente eficaces para chicos sin dejar de divertir a los adultos que los tengan que acompañar.
Cruel pesadilla con sello de autor Un inocente, amable e inofensivo maestro de una guardería de algún pueblo del interior de Dinamarca vive una vida solitaria en su enorme casa. Eso lo sabe hasta una nena del jardín, la hija del mejor amigo de este curioso maestro jardinero, la niña que detona esta historia aterradora digna de verse. El asunto es que, sin tener nada que ver con las tradicionales revistas XXX que circulan por todo hogar escandinavo, el pobre hombre termina siendo acusado injustamente de abuso de menores, lo que convierte su vida en una pesadilla. Tal vez su vida ya era una pesadilla antes: divorciado, sin que su ex mujer le deje ver a su hijo teenager, sin ser capaz de seducir a una doméstica inmigrantre salvo que ésta se le tire encima, este docente siempre está dispuesto a dispararle con su rifle a algún ciervo de los bosques daneses. Dada su exrema bondad, su inclinación a la caza mayor y su triste existencia en una casa inmensa, con la única presencia de su perrita de raza Cocker, y además, capaz de aguantar cualquier acusación injusta sin llamar al Inadi, pero listo para explotar por cualquier pequeñez sin que nunca lo ayude un abogado, el hipotético falso culpable da muy sospechoso. Encima, ¿alguien dejaría a sus chicos en un jardincito al cuidado de un archivillano de James Bond? (el protagonista es Mads Mikkelsen, el mismo que interpretó al ultramalísimo Le Chiffre de la remake de "Casino Royale". El talento de Thomas Vinterberg consiste en meternos en su clima pesadillesco sin que nadie se plantee demasiado el asunto con la lógica que debería tener un thriller convincente. Sólo la actuación de la nena que se siente eróticamente despechada, tanto como para acusar en falso a su maestro y padrino es electrizante; ella aparece en varios de los momentos imperdibles de una película despareja, pero recomendable por su mezcla de auténtico buen cine europeo hasta conducirnos al corazón de "auteurs" que en los 70 mezclaban morbo y talento. En realidad el que brilla y sostiene toda la película es Mikkelsen, quien suda la gota gorda para volver creíble cualquier cosa,. Lo que nos lleva a un guión no siempre tenso ni demasiado coherente, pero que constantemente toma direcciones imprevisibles, cuyas aberrantes posibilidades dan miedo en serio. Luego, hay momentos formalmentes descuidados, pero la película parece pensada para más de un par de escenas culminantes, gentileza de la fotografía de Charlotte Bruus Christensen, cuyo solo apellido ayuda a evocar a los maestros del mejor cine escandinavo. Este film es como una mezcla de melodrama hollywoodense con Bette Davis o Audrey Hepburn (esos que filmaba William Wyler), película de terror del género de "niños diabólicos" (típicamente inglesa, pero universalmente posible, sin olvidar "¿Quién puede matar un nilño?" de Narciso Ibáñez Serrador), y sexploitation de esos italianos magistrales para combinar morbo, provocación y tamices de cine de autor Igual que el mejor y más puro, y muchas veces totalmente olvidado cine europeo setentista, con "Jagten", el director de "La Celebracion" (gran éxito de taquilla de la franquicia/movimiento cinematográfico hiperpublicitado, el "Dogma"), vuelve a volar alto, pero ya libre de etiquetas. Entre otras cosas, se suponía que las películas del "Dogma" requerían que todo lo que hicieran los actores ante la cámara fuera real, cosa que se demostró falso (por las escenas explícitas de "Los idiotas", con dobles de cuerpos) , lo que todo amante del cine reconocería y celebraría como parte necesaria del show business, en su variante del cine europeo entrecomillado (que en ese momento necesitaba justificar conceptualmente el rodaje en tape, lo que ahora se aplica a todo el mundo).
Nueva mitología hace revivir a un alicaído Superman Da la sensación de que ésta podría calificar como una de las mejores adaptaciones al cine de Superman. Alguien que no opine lo mismo por ejemplo, todo fan atento al cuidado de las tradiciones de los iconos de la cultura Pop y las revistas de historietas mexicanas- podría empezar la discusión argumentando que no es un pájaro, ni un avión, ni tampoco Superman. Es que el titulo de la película es "Man of Steel" (casi una burla al hiper taquillero colega y rival de Marvel, "Iron Man") y el concepto general aplicado por Zack Snyder (el de "300" y "Watchmen") es verdaderamente atrevido: ordenar de manera sensata décadas de mitología y cuadritos de historietas, dándole profundidad dramática y conflictos intensos a todo el asunto.Y, de paso, borrar todo lo insoportable de esta especie de Zeus del Olimpo superheroico, tan invencible y libre de conflictos humanos como para que a su lado resulte carismático el mismísimo Clark Kent. Justamente, uno de los grandes aciertos del guión es prescindir del Clark Kent tristemente célebre por su debilidad por desvestirse en cabinas telefónicas. Y, lo que es mejor, ni siquiera se la podría definir como una película sobre superhéroes de historieta. "El hombre de acero" empieza con el primer parto natural visto en el planeta Krytpon desde hace siglos. Es sólo uno de los momentos asombrosos e imprevisibles de un comienzo más heavy metal que el acero del título (en el mejor sentido de comic y ciencia ficción del término), contundente tanto en lo visual como en lo narrativo, y sobre todo en su reelaboración del folklore de Superman, que ahora tiene un sentido y una coherencia digna del fenómeno llegado desde Krytpon a DC Comics hace casi tres cuartos de siglo. El largo primer acto en Krypton es lo primero que asombra, y que en realidad es lo que lleva a entender a Superman no como un superhéroe infalible, sino como un nexo involuntario en el primer contacto de la raza humana con una civilización extraterrena. Luego de los indescriptibles momentos en Krytpon, inmediatamente los guionistas eligieron no detener la acción con un formato narrativo convencional al estilo de los Superman setentistas que hoy sólo le interesan a los amantes del kitsch. Con una barba mal afeitada, y sin anteojitos, Kal-El es decir Clark Kent, más conocido como Superman- medita en el fondo del mar sobre los actos heroicos que podrían meterlo en problemas, pero que no puede dejar de hacer. Es que la "S" de la remera azul del famoso traje popular disfraz para carnavales y noches de brujas- no tiene nada que ver con ninguna letra del abecedario terrícola, sino con el escudo de una familia noble kryptoniana que tiene como lema la fe y la esperanza. Kal inconscientemente actúa de acuerdo a este emblema familiar, y confía en los seres humanos a los que está dispuesto a ayudar. a pesar de no ser percibido como un superhéroe sino como un tipo raro, un freak que asusta incluso a quienes les está salvando la vida, y que no deja de ser considerado una posible amenaza alienígena aun después de salvar el mundo. Especie de padre de la patria del comic, Superman interesaba cada vez menos. No por nada sus encarnaciones realmente "cool" son las de los alucinantes dibujos animados producidos a principios de la década de 1940 por los hermanos Fleischer (superhéroes del mundo real que crearon a Popeye, Betty Boop y el Gato Felix) que se concentraban en lo visual del asunto y no perdían tiempo en paparruchadas, o el malísimo super villano de la comedia negra "Superman III" que dirigió Richard Lester y en realidad casi protagonizaba Richard Pryor. Obviamente no se puede construir una nueva mitología de golpe, y luego de la primera hora de proyección, la pelicula se demora en ir lanzando sus tremendas ideas para convertir a Kal-El en Clark Kent, y su super alter ego. Henrry Cavill es un muy buen Superman, pero por si las moscas, está apoyado por un elenco a toda prueba, empezando por sus dos padres (Russel Crowe y Kevin Costner), el impagable General Zod (Michael Shannon, en su mejor nivel villanesco), una brillante Luisa Lane (Amy Adams), y una verdadera revelación, la malísima oficial marciana Antje Traue. El 3D es todo un tema: empieza con toda la furia en el primer acto, pero nunca es gratuito, lo que ayuda a que vaya intensificándose más y más hacia el desenlace apocalíptico e hiperrealista. Para dar una idea, se puede decir que Metropolis nunca sufrió una destrucción tan masiva, y que nunca se pareció tanto a la ciudad de Nueva York.
Humor negro y derroche de gore para solaz de fans Matias es un contador gordito y tÍmido, enloquecido por su ex novia, humillado por las mujeres, por su jefe, etc.; es el típico marmota que nunca logra entrar a los boliches. En fin, un desastre. Pero su vida cambia cuando una noche pierde su billetera, que le es devuelta por un antiguo compañero del colegio al que nunca habia vuelto a ver. Este extraño personaje está decidido a ser su mejor amigo, y para demostrarlo va a llevar las cosas hasta el extremo de la violencia, incluyendo el homicidio. "Hermanos de sangre" es un disparate total, que empieza con un pie en el grotesco típicamente argentino y va cambiando de clima hasta convertirse en una más interesante comedia ultraviolenta dotada de un eficaz humor negro y la dosis de gore ya habituales en este tipo e bienvenidas producciones nacionales. A Daniel de la Vega, experto en cine de terror (incluso filmó una película con Faye Dunaway) le cuesta un poco más la primera parte del film donde hay que describir los personajes dentro de lo que podríamos llamar un sainete, pero pronto le da buen ritmo e intensidad a la historia hasta la mejor parte, la segunda mitad, con una catarata de violencia que conseguirá los aplausos de los fans del género. Hay que hacer notar los cuidados aspectos técnicos, buenos momentos de música tecno y un elenco donde se destaca el dúo protagónico, Alejandro Parrilla y Sergio Boris, pero también intérpretes secundarios como un divertido Carlos Perciavalle y la voluptuosa Isabel "Coqui Sarli" que agrega el toque de sensualidad famoso en la familia.
Como un episodio de “Star Trek” alargado Desde "Sexto sentido" en adelante, casi todas las películas de M. Night Shyamalan funcionan como una especie de episodio estiradísimo de la serie "Dimensión desconocida", donde siempre hay que estar atento a una sorpresiva vuelta de tuerca final. En cambio esta "Después de la Tierra" es una especie de alargado episodio de la vieja serie "Viaje a las estrellas", probablemente debido a que el guión surge de una historia original de Will Smith, quien la concibió para el hipotético lucimiento de su hijo Jaden Smith, verdadero protagonista del film. La acción transcurre en un futuro lejano en el que la humanidad, luego de volver inhabitable nuestro planeta, debe emigrar a otro donde debe enfrentarse a unos monstruosos seres guiados por el terror que le tienen los seres humanos. Will Smith es el general terrícola inventor de la técnica de "fantasmear", que consiste en eliminar todo vestigio de miedo para no ser percibido por estas criaturas. Sólo que en sus campañas lejos de casa este héroe militar no pudo evitar que uno de estos "ursus" mate a su propia hija y deje con un grave trauma psicológico a su hijo, que años más tarde, ya adolescente, aún no da la talla para ser un auténtico soldado. A punto de retirarse, el general trata de estrechar los vínculos con su hijo y lo lleva a una misión de entretenimiento en un lejano planeta. Sólo que las cosas salen mal, y padre e hijo se convierten en únicos sobrevivientes de una nave estrellada en el peor planeta imaginable, es decir la Tierra. Lo peor para ellos, y también para el espectador- es que el general no puede moverse, así que toda tarea de supervivencia recae en el joven cadete que debe enfrentar sus temores, y al monstruo que los percibe, además de recorrer cien kilómetros de territorio desconocido plagado de bestias hostiles. Will Smith se queda quieto toda la película, lo que propicia innumerables flashbacks no muy interesantes mientras su hijo se enfrenta con monos, tigres y enormes pajarracos.Todo está bien filmado, con una excelente fotografía del veterano Peter Suchistsky y algunas buenas escenas de acción, incluyendo la previsible lucha final con la monstruosa criatura cometerrícolas. Pero en el medio hay muchos momentos muertos e incluso varias escenas demasiado dialogadas, algo preocupante en una película que básicamente tiene sólo dos personajes.
Divierte una original comedia policial al borde de lo fantástico Cuatro magos callejeros son convocados por un personaje misterioso para realizar el mayor acto de magia jamás visto: roban bancos en vivo, y le entregan el dinero del botín al público. Un agente del FBI y una agente de Interpol están a cargo de la investigación, tan imposible como los trucos que sacan de la manga estos anarco-prestidigitadores llamados Los Cuatro Jinetes. Louis Leterrier es conocido por películas de superacción como la saga de "El transportador" o fantasías como "Furia de Titanes", y esta vez el discípulo predilecto de Luc Besson se mete con un género difícil, el de los magos, que nunca ha dado films demasiado interesantes, salvo la famosa biografía de Houdini protagonizada por Tony Curtis o la tal vez demasiado terrorífica para ser conocida "Lord of Illusions" de Clive Barker, que ni siquiera tuvo estreno en los cines argentinos. Pero esta "Nada es lo que parece" es el tipo de simpática comedia policial al borde de lo fantástico que tiene algo para agradar a todo tipo de público. En realidad se podría sintetizar diciendo que es un policial, sólo que los trucos son tan inverosímiles y complicados que hacen girar el tono hacia lo fantástico, lo que no deja fuera de juego elaboradas escenas de acción propias del director, incluyendo una brillante persecución automovilística y, sobre todo, mucho humor, que es lo que vuelve especialmente recomendable este original producto. Hay mucho cuidado en la elección del elenco, y brillan muy especialmente Woody Harrelson y Jesse Eisenberg como dos de los magos, Michael Caine como el hombre de negocios que los contrata, Morgan Freeman cono un famoso showman especializado en revelar los trucos de los magos y Mark Ruffalo como el sufrido agente del FBI que no da pie con bola en la investigación, siempre dos o tres pasos más atrás que los populares delincuentes que tiene que atrapar. El punto débil de la trama es la revelación final del personaje misterioso, ya que prestándole atención a los detalles previos, la película no cierre del todo bien. Pero la verdad es que a esa altura no importa demasiado, ya que es divertida hasta lo vertiginoso, está muy bien filmada, y tiene uno de esos scores formidables de Brian Tyler que sigue sonando en la cabeza del espectador mucho después de terminada la proyección.
Hasta Justin Bieber, a su lado, parece de calidad Este documental sigue explotando el fenómeno de la banda de música pop adolescente "Teen Angels", y nadie que no sea fan a muerte de estos chicos debería pensar ni en acercarse a la puerta del cine. Está claro que tiene miles de espectadores casi asegurados (no sólo son populares en la Argentina, sino en lugares como Israel, lo que está relacionado con el éxito en la exportación de algunos productos televisivos autóctonos). El documental no deja de ser un producto correctamente hecho, pensado un poco a la medida del film sobre el cantante Justin Bieber "Never say Never", registro de un show en el Madison Square Garden, ya que "Teen Angels El Adios 3D" documenta el último show del grupo en el Gran Rex el año pasado. Hay mucha histeria femenina, y seguramente las fans verán la película más de una vez y dormirán con el dvd debajo de la almohada cuando salga editado, y se sorprenderán favorablemente al verse gritando y llorando como locas estereoscópicamente. Hay buena puesta de luces, muchas cámaras bien dispuestas y un montaje vertiginoso típico del género, pero nada muy creativo o que llame la atención. Esto es algo entendible y en sincro con todas las variaciones de la más insulsa y desabrida música pop que interpreta esta banda artificial en su concepción y concreción. Se podria decir que, a su lado, Justin Bieber es Jim Morrison y los Jonas Brothers, los Rolling Stones.