Principio y fin DE JUEVES A DOMINGO arranca con un plano que será el leit-motiv constante de esta sorprendente opera prima de Dominga Sotomayor. La cámara está adentro, mirando hacia afuera. Ese esquema, que luego se repetirá en autos, carpas y hasta estaciones de servicio, será la forma en la que Sotomayor intentará visualmente cubrir las varias capas de significado que tiene su filme. Ese plano, el primero, es del cuarto de Lucía y se extiende por cuatro minutos. Ella duerme mientras que por la ventana vemos a lo que imaginamos son sus padres llenando el baúl de un auto para un viaje. Vendrán a buscarla a Lucía y a meterla dormida en el coche mientras, a lo lejos, vemos un atisbo de discusión entre ellos dos. “¿Estás seguro que quieres que vaya?”, le pregunta ella a él. Esto no va a ser sencillo… Casi todo el filme está ahí, resumido en ese plano, el más extenso de todo el filme. En primer plano, el lugar seguro, Lucía, su cama desordenada. Un poco más lejos, sus padres, cuyas discusiones y charlas ella escucha pero no es seguro que alcance a entender del todo. Y más atrás el auto, el viaje, la ruta, el mundo. DE JUEVES A DOMINGO se mantendrá siempre contenida dentro de estos tres espacios de significado. En un muy controlado y sugerente primer filme, Sotomayor contará un viaje familiar que durará los días que le dan título a la película. Papá Fernando maneja y mamá Ana va a su lado. Lucía, de unos 11 años, va a atrás con su hermano Manuel, de siete. El viaje es al norte de Chile, a ver un terreno de la familia del padre, pero ese destino es más que nada una excusa para pasar unos días juntos. Acaso, para ver qué se puede hacer con ese matrimonio que parece estar encaminado al divorcio. O para despedirse de él… El punto de vista será en todo momento el de Lucía y su ingreso a ese mundo de conflictos familiares será lateral. En la primera parte del filme, que transcurre casi exclusivamente en el auto -la película puede ser definida como una road movie interior-, Lucía cantará canciones de pop latino ochentoso mientras su hermano se aburre y se queja. Adelante, uno se da cuenta por los breves y secos diálogos, las cosas no están nada bien, aunque ambos (especialmente el padre) hagan esfuerzos por disimularlo. Y el divorcio parece una decisión sin vuelta atrás. Pararán en una estación de servicio, se encontrarán “casualmente” con conocidos con los que luego compartirán una noche en un camping, estacionarán para ir a un lago a nadar y ese será -resumiendo brutalmente- el fin de semana de la familia y lo que sabremos de ellos. Esos pocos días y situaciones servirán para adentrarse en el mundo de Lucía: en su primera fascinación con el hijo de un amigo de su madre con el que se topa en la ruta, en los sonidos de una relación sexual que llega de otra carpa, en los misterios de las relaciones de los adultos, en el fin de su niñez. Nuestra información de lo que realmente pasa será sesgada: estamos atados a la capacidad de comprensión de Lucía. Y eso es lo que vuelve fascinante a la película: que si bien nunca sabemos verdaderamente lo que sucede, igualmente entendemos todo. Habrá diálogos y caricias y miradas entre su madre y ese amigo que nos harán pensar que hay algo más ahí de lo que parece. Habrá noticias en la radio del auto -y ruidos y camiones que pasan por la ruta- que nos servirán para darnos cuenta que, fuera del coche familiar, las cosas pueden ser un poco peligrosas. Y habrá otras intrigas que no conviene adelantar, pero que confunden y mucho a Lucía. Es que, además de ser un filme sobre la descomposición de una familia, este inteligente y sugestivo debut es una mirada comprensiva y compasiva al mundo de su protagonista, que atraviesa el fin de su infancia, de su inocencia, y se enfrenta a una nueva etapa en su vida en la que las seguridades de la niñez desaparecen. Y, con eso, también salen a la luz emociones nuevas que todavía no alcanzan a tener nombre. Un capítulo familiar se cierra, se desvanece, vuela por los aires y empieza otro, inasible y misterioso, en el que tendrá que aprender a manejarse por sus propios medios. Más allá de esa forma sensible de acercarse a la descomposición familiar a través de los ojos de una preadolescente en un estilo que recuerda y mucho al de Celina Murga, el filme chileno tiene una rigurosidad muy específica en la puesta en escena y en la fotografía de Bárbara Alvarez (LA MUJER SIN CABEZA). Los planos tienden a ser largos y a incorporar diversos elementos en perspectiva, y algo parecido pasa con el uso de espejos y reflejos (del vidrio del auto, de la estación de servicio). Sotomayor y Alvarez logran así captar, sin casi mover la cámara y respetando casi siempre el punto de vista de Lucía, las capas de significado personal, familiar y social que tiene el filme. Y eso será así hasta que ese mundo, finalmente, se achate, y en un plano lejano la familia aparezca allí sola, desconectada del mundo y como abandonada a su suerte, en lo que puede ser su origen y también su final. O el cierre de una etapa y el comienzo de otra.
Historias extraordinarias Una película tan increíble de ver como difícil de describir y explicar el placer que genera. Empecemos por la historia o estructura narrativa. El largometraje tiene un prólogo, una especie de cuento/fábula que introduce en tema y forma a lo que va ser el film: una combinación de lo fantástico, lo surreal, lo cómico y lo emotivo. Es la historia (relatada por el propio Gomes desde la voz en off) de un explorador del continente africano, muy angustiado por la muerte de su mujer y perseguido literalmente por su fantasma, que termina tirándose a los cocodrilos y acaso, sólo acaso, reencarnando en uno de ellos. En blanco y negro y el clásico formato cuadrado del cine clásico y la televisión (1:33/1), el corto juega con el choque entre la voz sincera y seca del relator y los sucesos algo absurdos que se van narrando, pero sin llegar nunca a la parodia, una zona que Tabú logra evitar en todo momento. La película viene a Lisboa y a un tiempo que parece ser el presente, aunque mantiene el formato y el blanco y negro. Esta parte de la historia tiene tres personajes: Aurora, una vieja bastante cascarrabias y paranoica, que tiene una relación muy curiosa con su mucama caboverdiana, Santa, quien vive con ella y la cuida, pero a la que maltrata cada vez que puede. Aurora tiene un bizarro sueño con monos peludos (sí, no pregunten) y, siguiendo ese sueño, pierde todo el dinero en el casino de Estoril (dinero que le da su hija, que la mantiene pero nunca la visita). Y la que está ahí también para sostenerla es Pilar, su vecina, una mujer algo solitaria y con aspecto de “buen samaritano” que tolera los comportamientos cada vez más paranoicos de Aurora. Esa primera parte del film, titulada Paraíso perdido, se centrará en estos tres personajes a lo largo de unos días: los intentos de Pilar de salir con un “amigo”, su participación en causas sociales y su relación con la “extraña pareja” de su mismo edificio. Aurora se volverá cada vez más demandante, mientras la estoica Pilar intenta leer Robinson Crusoe y soportar los embates de la vieja, que cree que la tiene embrujada. El final de esa sección (que no revelaremos) dará paso a la siguiente, que transcurre mucho tiempo antes (promediando los años ’60, según parece, aunque el combo temporal será difícil de seguir del todo a partir de referencias culturales bastante descabelladas que irán apareciendo) y que muestra a Aurora, joven y bella, una gran cazadora que vive en una casona en la ladera del Monte Tabú, en Africa, recién casada con su marido. El film será, como en el prólogo, narrado por una voz en off (en este caso de Gian Luca Ventura, un hombre de origen italiano que tendrá su parte importante en la historia) y desaparecerán los diálogos. Esto es: habrá sonidos ambiente, se escuchará tanto música incidental como música tocada en el lugar (Gian Luca y su amigo Mario integran una banda que, digamos, tiene éxitos con covers de temas de The Ronettes como Be My Baby o Baby I Love You), pero no los oímos hablar. Sí, un poco como El artista, pero esto es totalmente otra cosa… La historia de esta parte (que se titula Paraíso, invirtiendo el orden del Tabú, de Murnau, y rodada en Mozambique) involucrará, principalmente, a Aurora y a Gian Luca, que tendrán un affaire amoroso allí, mientras el marido de ella viaja, y con los peligros que la situación conlleva por otras cuestiones que tampoco revelaremos. Esto, sumado a cocodrilos que se escapan, éxitos pop cantados en castellano, portugués y por… The Ramones, además de otras variopintas situaciones, harán el aporte visual al que hay que agregarle una pata fundamental que es el relato y la lectura de cartas que, mayormente, se escuchan en la voz de Gian Luca y que, como las del explorador del principio, tienen un tono romántico, nostálgico y bastante triste. La película, y particularmente estas partes, me hicieron acordar mucho a Historias extraordinarias, de Mariano Llinás, en la manera en la que texto e imagen se complementan, en cómo la voz va llevando al espectador a atravesar situaciones cada vez más absurdas y enrarecidas sin perder jamás la honestidad, la sinceridad emocional en el relato. Hay algo en el choque ese que funcionaba bien allí y lo hace también acá: el texto poético pero realista (especialmente en su tono) otorga a los delirantes hechos que se narran una suerte de plataforma sensible, una conexión emotiva, que hace que ninguno de los dos se dispare por su lado del todo. Por más bizarras que puedan ser las situaciones, se sienten como reales y esencialmente tristes y hasta conmovedoras. Eso, en parte, la convierte en una gran película. Claro que no es todo ya que las imágenes creadas por Gomes (y el director de fotografía Rui Pocas, que hizo Aquel querido mes de agosto y Morir como un hombre, nada menos) son de una gracia y un lirismo a la altura de los maestros del cine mudo con los que la película conversa/dialoga. Pero resulta difícil desarmar del todo a una película como Tabú. Hay algo en ella que es mágico -especialmente la segunda parte, que tapa un poco a la primera-, que envuelve al espectador en una especie de recuerdo africano colonial pero en un mundo paralelo, en el que todo es “bigger and weirder than life” y donde el sentido del romance y de la aventura resultan los motores esenciales.
Escrito con sangre El coreano Park Chan-wook se suma, con LAZOS PERVERSOS, a la larga lista de cineastas extranjeros que se pasan a Hollywood perdiendo algo fundamental en la transición. A la vez, siendo un realizador con marcas estilísticas muy fuertes, los resultados no son del todo despreciables sino, más bien, extraños, lo que transforma a esta película en un curioso híbrido que vale la pena analizar. Famoso en Hollywood, básicamente, por OLDBOY, Park se puso al mando de un filme que uno podría describir como una cruza de filme de terror, melodrama de los ’50 y película de suspenso hitchcockiana. Pero esa descripción no lograría transmitir la casi bizarra especificidad de este material y de la forma en que está manejado. Stoker-Mia-WasikowskaIndia Stoker (Mia Wasikowska, en plan chica deprimida y conflictuada) acaba de perder a su padre en un accidente automovilístico. Su madre, Evelyn (Nicole Kidman, en otra personificación excesiva para la galería del cine camp), con la que nunca se llevó bien, vive con ella en una gran casona. Hasta allí llega Charles (Matthew Goode, en la caracterización más problemática de la película), un tío que India no había visto en muchos años (de hecho, ni sabía de su existencia), que de la nada se instala en la casa, provocando una división aún más fuerte entre madre e hija, ya que este misterioso hombre parece tener ojos para las dos. Así, mientras Park se regodea con pirotecnias visuales, juega con formas y colores y planta escenas sangrientas y eróticas, intentando transformar la historia en un mix de figuras hitchcockianas (con LA SOMBRA DE UNA DUDA como la más clara influencia) en un escenario propio de un melodrama de Douglas Sirk (Sirk + Tim Burton, tal vez), se va desarrollando esta historia de intrigas, suspicacias y suspenso. stoker nicoleCharles ayudará a India a lidiar con agresiones en el colegio, pero también seducirá a la muy necesitada Evelyn, mientras en paralelo algunos personajes secundarios empiezan a desaparecer misteriosamente. ¿Quién es este hombre? ¿Por qué actúa como actúa? ¿Cómo resolverán madre e hija la tensión cada vez más extrema a la que llegan por su culpa? Viendo LAZOS PERVERSOS uno a veces tiene la impresión de que se trataba de un guión más o menos clásico de terror y suspenso, y que Park tomó la decisión de darle un fuerte toque autoral, alejándolo de las rutas estéticas convencionales. Uno nota que la trama no es muy original ni fuera de lo común y, a la vez, lo que no se puede dejar de notar es que el director quiso ponerle su marca, a veces de forma lograda y otras, no tanto. Esa decisión le juega a favor y en contra al mismo tiempo. A favor, para mí, por trastocar las expectativas, por haber hecho una película que mantiene al espectador atento, no tanto al desarrollo de la trama sino a cuestiones de puesta en escena. Eso, que puede ser problemático para la película en términos comerciales (uno nunca deja de ver la ingeniería y pocas veces se mete del todo en la trama) la hace a la vez intrigante y curiosa, nos invita todo el tiempo a pensar en cuestiones de forma y de decisiones estéticas. stokerDe cualquier modo, ese “vuelo audiovisual” que tiene el filme muchas veces, directamente, no funciona. Y aquí creo que el mayor ruido lo harán, para muchos, las actuaciones. Kidman sigue en plan desborde, con su rostro cada vez más de cera, y dejándonos con la duda de si sabe, o no, que está actuando en plan diva de los ’50, al borde del camp más absoluto. Wasikowska, por el contrario, parece estar más cerca de la languidez, acaso para contraponerse a su madre, pero es Goode el que complica todo el juego, ya que su personificación es tan básica (una media sonrisa canchera es su único gesto en toda la película) que transforma a su personaje en un villano obvio, cuando debería ser un familiar seductor e interesante que logra entrometerse en la vida de estas mujeres. Sólo hace falta verle la cara dos segundos y uno sabe que no debería dejar entrar a su casa a alguien que parece reírse hasta en el velorio de su propio hermano. LAZOS PERVERSOS no es una buena película en términos convencionales, pero creo que verla es un gran programa, un interesante ejercicio en choques estilísticos, apropiaciones y combustiones genéricas de todo tipo. Park se regodea en su propio rompecabezas de influencias perdiendo un poco de vista lo que tiene para contar. “Soy yo más importante que la película”, parece decir. Acaso, considerando la simplista historia de su debut hollywodense, Park tenga razón. El termina siendo el motivo más interesante por el que ir a verla.
Museo de ciencia ficción Visualmente bella y estéticamente irreprochable, OBLIVION, la nueva película de Joseph Kosinski, el director de TRON: LEGACY, protagonizada por Tom Cruise, parece más un homenaje y cita permanente a otras películas de ciencia ficción que una película en sí misma. Es como si Kosinski y su equipo hubieran decidido hacer un museo vivo del género y poner a Cruise a recorrerlo con algunas compañías ocasionales, aquí y allá. El museo pinta muy bien -Kosinski diseña maravillosos escenarios y Cruise tiene una presencia magnética que ayuda a recorrerlos-, pero ninguna de las dos cosas logra evitar que la película se sienta sin demasiado pulso cardíaco. Las películas de ciencia ficción tienen que vivir a la sombra de otras que han creado esos universos antes que ellas, por lo cual es muy difícil que cada nueva película no parezca citar a muchas anteriores. Kosinski se tomó el trabajo de diseñar algunos espacios de manera más o menos original, pero es una pena que no se pueda decir lo mismo de la forma en la que construyó la trama que se desarrolla en ellos. oblivionOBLIVION comienza como una cruza entre WALL-E, SOY LEYENDA y MOON, con un hombre que está en un futurista planeta Tierra que ha sido devastado por una guerra contra un ejercito extraterrestre. Según nos dice la voz en off de Tom, los humanos ganaron la guerra pero el planeta quedó tan deshecho que tuvieron que irse a vivir a Titán, una de las lunas de Saturno. Cruise encarna a Jack Harper, un hombre que junto a su compañera Victoria (Andrea Riseborough) es enviado por muchos años a una base flotante en la Tierra como una suerte de guardia de seguridad que cuida que algunos extraterrestres que siguen por ahí no destruyan los pozos desde donde los humanos exiliados del planeta extraen sus recursos. La pareja ya está por retornar a Titán, pero Harper no está seguro de querer irse. El hombre recorre el planeta devastado limpiándolo como Wall-E mientras que Victoria hace las veces del robot femenino Eve. Pero Harper tiene un extraño recuerdo en el que él está en el Empire State de Nueva York con una mujer (Olga Kurylenko) que no es la suya, y no sabe de dónde viene ese sueño/pesadilla. Cuando una nave aterrice por accidente en el planeta, la vida rutinaria de Harper cambiará por completo y descubrirá que no todo es como el creía. Más bien, nada… Oblivion-Tom-CruiseTratando de no revelar más de las sorpresas que, una atrás de otra como en fila (la película compite por el récord de vueltas de tuerca), nos va otorgando el filme, diremos que ahí WALL-E se termina y el museo pasa a recorrer otras películas de las que podemos citar a 2001, MATRIX, EL VENGADOR DEL FUTURO, EL PLANETA DE LOS SIMIOS, ROBOCOP, AVATAR, YO ROBOT, ALIEN, MAD MAX e incontables obras literarias del género. OBLIVION pasa de la ciencia ficción existencialista y casi soviética (SOLARIS anda por ahí también), a la post-apocalíptica y bélica, a la mística/interplanetaria y a la que se te cruce por la cabeza, en una concatenación de hechos que parecen digitados más como formas para pasar de uno a otro esquema que por necesidades dramáticas reales de los personajes. Es así que la película, cuya primera mitad (la más, digamos, WALL-E) promete un ejercicio de sci-fi seco y reflexivo va girando y girando sobre sí misma, agregando actores como Morgan Freeman y Nikoaj Coster-Waldau, sin decidirse nunca adonde quiere ir. Esa primera mitad, visualmente fuerte, con música de la banda electrónica francesa M83 para cubrir los silencios y con Cruise recorriendo lo que quedó de la Tierra es sin duda lo mejor, un espectáculo audiovisual propio del Planetario, pero muy disfrutable. oblivion-tom-cruise-morgan-freemanCuando el Kosinski guionista -o los guionistas que le pusieron para darle “garra” a la película- toman el control del asunto, el estilista visual que hay en él parece perdido, y la película se desvanece al mismo tiempo que su control sobre ella, desperdiciando de a poco la credibilidad que había conseguido. Y ni todo el carisma de Cruise (que lo tiene, seguramente es uno de los pocos actores de Hollywod capaces de ponerse al hombro una superproducción que durante buena parte de su metraje tiene poquísimos diálogos) puede sostener este producto, cuyo carácter solemne y elefantiásico queda ahí -en su zona más mística y, admitámoslo, un poco absurda- más que nunca en evidencia. OBLIVION son cinco películas en una (para los que quieran hablar de todas ellas, debatamos sobre con spoilers en los comments) cuando con dos, o a lo sumo tres, alcanzaba y sobraba. O, tal vez, hacer OBLIVION como miniserie televisiva. Así, posiblemente, todas las abruptas transiciones que hay en la película se podían ir acomodando menos bruscamente.
Al maestro, con cariño En lo que no se dice, en lo que no se ve, está lo mejor de Profesor Lazhar, la película canadiense de Philippe Falardeau que fue nominada al Oscar a mejor film extranjero en la edición 2012 de los premios de la Academia. Basada en un unipersonal teatral, el largometraje plantea una situación con potencial para la extorsión emocional: una maestra se suicida en el aula de la escuela en la que trabaja dejando bastante traumados a sus alumnos, y el Lazhar del título -un inmigrante argelino que es refugiado político - es el único que se atreve a reemplazarla. La película -que transcurre en Montreal y está hablada en francés- no evita del todo esa narrativa, pero la manera discreta y sutil en la que lo hace nos permite ingresar en ella sin sentir que nos van a bombardear con sentimentalismos varios. Desde las primeras escenas -la forma en la que está filmado el suicidio y su repercusión, la llegada del correcto y algo fuera de lugar profesor- nos queda claro que Falardeau y su protagonista prefieren cuidar el trazo, acercarse al tema de manera respetuosa. La escuela a la que entra Lazhar, pese a su discurso progresista y moderno, es de las que prefieren esconder los problemas debajo de la alfombra, haciéndose cargo formalmente de ellos (poniendo psicólogos y siguiendo los procedimientos), pero sin buscar de verdad solucionarlos. Lazhar, sin más objetivos que su propio interés por ver mejor a sus alumnos y por curar sus propias heridas, se entromete en el tema más de lo indicado, provocando conflictos de todo tipo. En especial con una niña y un niño que se sienten personalmente involucrados en lo que sucedió con la maestra. Las subtramas que maneja el film son casi sacadas del manual de la película de “el profesor que cambia la vida de sus alumnos y él cambia gracias a ellos”, pero no molestan. Lazhar tiene un pasado denso en Argelia, donde murió toda su familia, pero el asunto nunca pasa del todo a los primeros planos. También empezará a sentirse atraído por una colega de la escuela, pero eso tampoco llevará a grandes explosiones emocionales ni descubrimientos. Son, en cierto modo, los elementos que permiten entender su vida y sus circunstancias. Y lo mismo pasa con los chicos, de quien suponemos muchas más cosas de las que vemos. Es claro que esa corrección tal vez no nos permita entusiasmarnos demasiado con el film. En un punto uno puede pensar que la película procede de la misma manera que la escuela con el suicidio de la maestra (se hace cargo de hablar del tema, pero no va nunca a fondo, es epidérmica), pero a fin de cuentas uno queda con la impresión de que es una decisión correcta para este tipo de historia y de personajes, sinceros y confundidos, que no alcanzan a saber expresar del todo bien lo que les pasa.
Sangre charrúa Hace unas semanas llegó a los cines MAMA, la película del argentino Andrés Muschietti quien, tras hacer un corto en YouTube y apadrinado por Guillermo del Toro, realizó una película de terror de 15 millones de dólares presupuesto y lleva recaudados 127 millones en todo el mundo (más de 71 de esos en los Estados Unidos). En la Argentina ya lleva más de 316 mil espectadores, cifra bastante elevada para una película de terror. Esta semana llega a las salas un filme con muchísimas similitudes “estructurales”. Titulada POSESION INFERNAL, no es otra cosa que la remake del clásico de terror EVIL DEAD (aquí se conoció como DIABOLICO. Su director, Fede Alvarez, es uruguayo y llegó a Hollywood tras hacer un corto en YouTube, apadrinado por Sam Raimi, director de la original EVIL DEAD y productor de su remake. Todavía no hay cifras de espectadores porque la película se estrena mundialmente este fin de semana, pero a juzgar por la expectativa creada (mayor a la de MAMA en su momento) es indudable que alcanzará o superará las cifras del filme de Muschietti. evil-dead-1Esta coincidencia -que se extiende al guión, ya que ambos directores los coescribieron con otros compatriotas- termina a la hora de las películas, que son muy distintas entre sí. POSESION INFERNAL es una remake con algunas diferencias narrativas y de tono con el filme original, estrenado 30 años atrás, que era un poco más zumbón y ligeramente cómico, en especial por la presencia siempre algo excesiva de Bruce Campbell. También la excusa para la reunión de estos cinco jóvenes en una “cabaña en el bosque” es diferente. Aquí están porque la llevan a Mia a este lugar como una suerte de retiro forzoso para abandonar de una vez por todas las drogas. Ese es el motivo por el que no darán demasiado crédito a las primeras manifestaciones de la “posesión” (creerán que es parte del delirio de la desintoxicación) y no cejarán en su intento por permanecer en el lugar pese a todo lo que va pasando. Lo que sucede ya más o menos se conoce, pese a las diferencias sutiles y específicas. Uno de los chicos, Eric, encuentra un libro tenebroso y cerradísimo, lo abre, dice la frase que no debía decir, y un demonio se libera poseyendo a Mía y haciendo que ella ataque violentamente a los demás habitantes de la cabaña. David, hermano de Mía, será el encargado de liderar esa batalla contra el demonio tratando, a la vez, de proteger a su hermana. evil-dead-2Violenta, sangrienta, mucho más gore que la original, POSESION INFERNAL funciona como un digno exponente del género, pero no sorprende ni impacta realmente hasta sus últimos 15 minutos, donde la sangre ya pasa a mayores y la narración predecible da paso a un océano de rojos más propio del cine de terror asiático que del hollywoodense. Es que, hasta allí, la película nunca se decide por romper la línea de la “credibilidad narrativa”, lo cual no aporta demasiado porque los personajes, más allá de la protagonista, son más bien poco interesantes. A David le han adosado un trauma familiar que tampoco le aporta demasiado. Lo que vale, aquí, son las llamadas “set pieces”, y en ese sentido el filme apuesta por el impacto más que por la sugerencia: lenguas y brazos cortados, variados tipos de objetos cortantes, y así. Es por eso que cuando la puesta en escena toma el control absoluto de la situación, cuando ya es una batalla final por la supervivencia, el talento visual de Alvarez (que aparenta ser bastante superior a su capacidad como guionista) marca la diferencia y la película golpea donde más duele, que es en la capacidad de sorprendernos. Es allí que nos queda clarísimo que Alvarez es un cineasta con mucho futuro en la industria, uno que -luego de cumplir con las reglas y aprobar las lecciones del caso- sabe darle un personal toque a los productos que encara. PD. Por si no lo vieron, aquí les dejo PANIC ATTACK!, el corto que llevó a Hollywood a Fede Alvarez.
Estrategias de supervivencia familiar “Voy a cumplir 40”, le decía, entre lágrimas, Sally a Harry en una escena clásica de la comedia de Rob Reiner de fines de los ’80. “¿Cuándo?”, respondía Harry, del otro lado del teléfono. “¡Algún día!”, gritaba ella, desesperada por esa especie de condena a muerte que la esperaba a la vuelta de la esquina. En esa escena de CUANDO HARRY CONOCIO A SALLY, Sally (Meg Ryan) tenía 32 años y parecía urgida por definir su situación sentimental y, ¿por qué no?, también su estado civil. Es que se trata de una Ley pocas veces quebrada de las comedias románticas hollywoodenses: la circulación amorosa debe detenerse antes de cumplir los 40 años ya que, después de esa edad, todo parece volverse demasiado denso o patético. Ergo, es territorio del cine independiente. O del filme de autor… Film Title: This Is 40Uno de los motivos por los que Jerry Seinfeld decidió dejar de hacer su célebre sitcom fue porque pensaba que los personajes no podían seguir yendo de relación en relación y de fracaso en fracaso después de los 40. Lo mismo sucedió con FRIENDS. Y, antes, con la claramente titulada THIRTYSOMETHING (“Treinta y pico”). La comedia romántica es territorio de los más jóvenes y hasta dos de sus más grandes estrellas de las últimas décadas –Hugh Grant y Julia Roberts- dijeron que abandonaban el género porque se sentían “demasiado viejos”. Hugh pasó los 50, pero parece menos. Julia tiene 45 y, cual jugador de fútbol, “ya colgó los botines” en el género. Esa Ley de Hollywood encontró hace algún tiempo a alguien dispuesto a quebrarla. Su nombre es Judd Apatow. El realizador y productor dirigió cuatro películas y le puso a dos de ellas el número 40 en su título, todo un desafío a la lógica del género. La primera, VIRGEN A LOS 40, era una suerte de comedia romántica en la que nuestro torturado anthéroe –interpretado por Steve Carell-, presionado por sus amigos a tener que debutar sexualmente, conocía a una mujer de la que se enamoraba. Y ahora llega BIENVENIDO A LOS 40, que funciona en el subgénero de las llamadas “comedias de rematrimonio”: es una película acerca de una pareja que debe atravesar una crisis de la que, si todo sale bien, debería salir más fortalecida de lo que estaba. this-is-40-lenaEn cierto sentido, BIENVENIDO A LOS 40 no traiciona las leyes estipuladas. Trata sobre personajes que rondan los 40 (Debbie, interpretada por Leslie Mann, esposa en la vida real de Apatow, se saca años todo el tiempo y dice tener 38), pero los protagonistas están casados y tienen dos hijas (también interpretadas por las hijas del director), por lo que la película más que transitar el tema del descubrimiento y los problemas que surgen con una nueva pareja, tiene como centro la vida familiar y las estrategias de supervivencia de cada uno. Como encerrarse en el baño a jugar con el iPad, por ejemplo, para que nadie te moleste… Pete (Paul Rudd) tiene un sello discográfico independiente que está en crisis y decide jugarse el todo por el todo en el relanzamiento de la carrera musical de Graham Parker & The Rumours, que se reúnen como banda a más de 30 años de su separación. Debbie, en tanto, queda embarazada pero decide, por el momento, no decirle a su marido. Juntos, además, tienen los problemas clásicos de una pareja con varios años de casada: la relación con los padres respectivos (interpretados por Albert Brooks y John Lithgow) y con los hijos (en este caso, hijas) comunes. Si ambos les suenan conocidos, no es casualidad: Pete y Debbie aparecían como personajes secundarios en LIGERAMENTE EMBARAZADA, la segunda película de Apatow. This-Is-40-MeganTodos estos hilos del relato (incluyendo, además, una subtrama con Megan Fox como la empleada sexy del local de Debbie de la que se enamoran todos y que esconde algún secreto) se suman, van y vienen, entran y salen de la pintura de esta familia de clase media alta en crisis tanto de pareja como familiar y financiera en una película que tiene todos los códigos ya establecidos de las que dirige Apatow: una narración bastante libre y descontracturada, una extensión acaso demasiado prolongada, escenas cómicas brillantes y detalles reveladores junto a otros que podrían no estar ahí pero que en la lógica del “todo vale” del director no molestan. This-is-40-Maude-Iris-ApatowEso sí: la línea evolutiva es clara. Si a los 20 y a los 30 las comedias románticas de Hollywood se centran en los problemas para conseguir pareja, ya en los 40 la única forma de sumarse al género es terminar haciendo películas sobre cambiar autos, vender casas, abrir o cerrar negocios o decidir cuántas horas por día tus hijos pueden pasar en Facebook. Recién a fines de los 40 -o ya en los 50- dicen esas mismas leyes, se puede volver a la película romántica. Eso es cuando “los hijos se van de casa a estudiar en la Universidad” y muchas parejas entran en una nueva crisis. Eso sí, para entonces ya no suelen ser comedias sino dramas románticos con visitas médicas incluidas. BIENVENIDO… es, en ese sentido, bastante realista. Incluye chequeos médicos varios, discusiones sobre si ya es hora de usar Viagra y de hacerse, o no, cirugías estéticas. A su manera, Seth MacFarlane –el conductor de la ceremonia del Oscar- le hizo a la película de Apatow un más que curioso homenaje cuando dijo que a AMOUR, la premiada película de Michael Haneke, él prefería llamarla BIENVENIDO A LOS 90. Es que, pensada de esta manera, no es otra cosa que una secuela…
Volver a empezar Un hombre solo maneja su auto por las rutas de la Patagonia argentina. En un costado del camino ve a una mujer pedir ayuda a los autos que pasan tras sufrir un accidente, pero él -pese a advertir lo que sucede- no se detiene y sigue su marcha. Una vez en su trabajo (en una petrolera) lo vemos comer desaforadamente mientras evita contestar una llamada telefónica. En sólo unos minutos queda en claro que todo lo humano parece serle ajeno al protagonista de LA RECONSTRUCCION, el drama de Juan Taratuto protagonizado por Diego Peretti. Pero también advertimos -por su mirada confundida, su incomodidad ante casi todo, sus pequeñas reacciones- que esa separación entre él y el mundo es consciente, una elección a partir de lo que, suponemos, debe haber sido un evento traumático en su vida. la reconstruccinEl camino hacia la segunda oportunidad, la “reconstrucción” a la que se refiere el título, empieza a partir de un llamado de un amigo suyo que vive en Ushuaia y que le pide si no va hasta allá a darle una mano. El, claro, preferiría no hacerlo, pero son sus vacaciones en el trabajo y no puede ya negarse a la insistencia de su viejo amigo, al que no ve hace muchos años. Una vez allá comparte algunos días con él (Alfredo Casero), su mujer (Claudia Fontán) y sus dos hijas adolescentes, que lo miran como si se tratara de un alienígena ensimismado consigo mismo, sin hábitos sociales (come con las manos) y que casi no habla ni cruza mirada con nadie. Eso sí, para no tener que convivir con esta familia disfuncional y peleadora (humana, demasiado humana), el hombre prefiere pasar las noches en un hotelucho. Pero de a poco y a partir de unos hechos que se irán revelando lentamente, a Eduardo (Diego Peretti, en una composición muy interior y silenciosa) no le queda más opción que empezar a conectarse con esa familia, que atraviesa una situación mucho más complicada que lo que él preveía al llegar. Y esas idas y vueltas son las que narrará este drama seco, de cámara e intimista, que disimula su minimalismo narrativo al transcurrir en las rutas, ciudades y espacios abiertos de la Patagonia con su gran belleza natural. la reconstruccion 2Alejado del costumbrismo humanista y minimal de Carlos Sorín (si bien hay cosas muy similares a DIAS DE PESCA aquí) pese a usar similares locaciones, Taratuto construye un drama hecho y derecho, crudo y austero, que por momentos parece más cerca del Nuevo Cine Argentino que del tipo de películas más livianas y masivas que el director de NO SOS VOS, SOY YO, QUIEN DICE QUE ES FACIL? y UN NOVIO PARA MI MUJER ha venido haciendo hasta el momento. Es que si uno le saca cierto preciosismo visual y las canciones “nickdrakeianas” del talentoso Alexi Murdoch (“Wait” y “Towards the Sun”, ambas escuchadas también en la banda sonora de AWAY WE GO, de Sam Mendes), LA RECONSTRUCCION recuerda más a NACIDO Y CRIADO, de Pablo Trapero, que a casi cualquier película, digamos, “grande” o industrial. Esa confusión entre lo que se espera que la película sea y lo que realmente es puede desacomodar a muchos de entrada, pero una vez que se entra en la lógica narrativa y estética de lo que propone el director, en sus silencios y sus tiempos, la película nunca engaña ni es otra cosa de lo que parece, un drama humano austero y emotivo sobre la posibilidad de tener segundas oportunidades en la vida. Y es entonces que la Patagonia deja de ser un escenario bello en el que se mueven los personajes para ser ese territorio alejado de todo en el que uno puede desaparecer en la piel de otro para reinventarse, transformarse, o bien, volver a empezar.
¿Es o se hace? Anunciada oficialmente como la película que marcará el retiro de Steven Soderbergh del cine -le queda pendiente Behind the Candelabra, un telefilm sobre Liberace que hizo para HBO y que muy probablemente se estrene en el Festival de Cannes-, Efectos colaterales es un thriller bastante efectivo -especialmente, durante la primera mitad- aunque un poco disparatado -notoriamente, durante la segunda parte- acerca de una mujer (muy bien interpretada por Rooney Mara en un trabajo más complejo de lo que parece) que actúa de manera muy extraña a partir de los “efectos colaterales” de un medicamento antidepresivo que toma desde que su marido, un financista de Wall Street (Channing Tatum), fue preso por manipular dinero para una financiera. Tras el regreso a casa de su esposo y un intento de suicidio muy impactante (la mujer hace chocar su auto violentamente contra la pared de un estacionamiento), ella empieza a ver a un psiquiatra (Jude Law) que le receta varias cosas, pero ninguna parece funcionar. Hasta que da con una nueva droga en fase experimental recomendada por la ex psiquiatra de la misma paciente (Catherine Zeta-Jones) que parece ser un éxito. Pero, tras unos días, el asunto vuelve a ponerse complicado y la chica hace algo mucho peor bajo los efectos de esa droga ¿Qué sucedió? ¿La droga es un peligro? ¿Las farmacéuticas juegan con tu vida y arreglan con los psiquiatras a tus espaldas? ¿Los propios pacientes tienen su responsabilidad? ¿O ninguna de todas esas cosas? Eso es lo que hay que resolver en la segunda parte de este bastante bien construido film que, lamentablemente, sobre el final se vuelve un poco pedestre, profusamente “informativo” y algo confuso. Muchas vueltas de tuerca se apilan innecesariamente, y las trampas y traiciones sobre traiciones hacen caer el nivel de una película que podría haber sido mucho más interesante si se hubiera centrado del todo en las alteraciones perceptivas que pueden causar ciertos medicamentos psicotrópicos, en lugar de utilizarlas sólo como “McGuffin” hitchcockiano (hay algo de Vértigo circulando por la película) para hacer arrancar el motor del thriller. Esa intriga, si se quiere, “perceptiva” es la que más potencial tiene en el film, ya que está sólidamente metida en la propia trama ¿Hasta qué punto una persona puede ser considerada culpable de un crimen si está bajo los efectos de una poderosa droga legal y recetada que le puede limitar y mucho la capacidad de ser conciente de sus propios actos? Pero la película no va a fondo con el asunto, acaso por no querer meterse en los problemas que implica atacar directamente a las compañías farmacéuticas. Los “ataques” están ahí de todas maneras, pero más puestos en las personas que en el sistema. De cualquier modo, la serie de personajes ambiguos y tramposos que circulan por la trama, capaces de hacer cualquier cosa por dinero o para salvar el pellejo, torna al film en algo mucho más siniestro e inquietante que un thriller con héroes y villanos más convencionales. Aquí, son todos seres corruptos, intrigantes y potencialmente peligrosos. Lo único que los diferencia es hasta dónde están dispuestos a llegar por dinero.
Secretos y mentiras... a la catalana Una pistola en cada mano no es una película argentina, pero podría serlo. Esta comedia dramática del catalán Cesc Gay transcurre a lo largo de unos pocos días en diversos lugares de Barcelona y está conformada, básicamente, por seis secuencias separadas, cada una de ellas con dos protagonistas, la mayoría hombres de más de 40 años. Cada cuentito es autosuficiente en su narración y su formato casi teatral, tanto en lo formal como en la dramaturgia. Y recién sobre el final se verán algunos apuntes en común. Eduard Fernández y Leonardo Sbaraglia encarnan a dos amigos que se reencuentran después de muchos años: el español está mal de trabajo y sin dinero, pero bebe y no le importa; al argentino le va bien en la vida pero está medicado con estrés y ataques de pánico, y vive empastillado. Javier Cámara va a dejar a su niño a la casa de su ex mujer con la secreta idea de proponerle a ella volver a juntarse, pero lo que sucederá allí lo obligará a repensar la cuestión. Ricardo Darín está en un parque espiando a su esposa, que lo engaña con un hombre, cuando se encuentra con un conocido (Luis Tosar). En la conversación que tendrá con él surgirán cuestiones inesperadas. En el cuarto corto, Eduardo Noriega trata de invitar a salir a Candela Peña, su compañera de trabajo en una gran empresa. Ella, luego de dudar un poco, le propone ir al baño y hacerlo allí, sin más vueltas. Pero aquí tampoco las cosas salen como el hombre las imagina. El quinto y sexto cuentos suceden al mismo tiempo y los protagonizan dos parejas cruzadas. En un auto hacia una fiesta van Antonio San Juan y Leonor Watling. Y caminando van -a ese mismo evento- Cayetana Guillén y Jordi Mollà. Las parejas están cambiadas, por casualidad, pero en las charlas paralelas los amigos (Antonio y Jordi) se enterarán, gracias a sus mujeres -confiadas de que entre amigos se cuentan todo- detalles de la vida del otro que desconocían. La película tiene apuntes graciosos, es simpática por momentos, emotiva en otros, pero nunca logra trascender esa estructura armadita que da la sensación de que cada “cuadro” tiene una pequeña moraleja para ofrecer acerca del patetismo de los hombres de esa edad. Cada escena de por sí no está mal -hay un buen timing cómico, el paso hacia lo dramático está bien llevado-, pero es el conjunto el que se termina volviendo demasiado programático, excesivamente calculado y más televisivo/teatral que cinematográfico. De cualquier modo, Una pistola en cada mano tiene bastantes momentos muy simpáticos y, si bien no está a la altura de otras películas del realizador como Krampack y Ficción, resulta una propuesta discretamente entretenida.