Anexo de crítica: La historia principal de Secretos de estado demora en arrancar y no es precisamente atrapante hasta el último acto pero allí donde el guión falla prevalecen los actores con personajes muy bien definidos. La descripción de una campaña política, con su compendio de agachadas, traciones y lealtades puestas a prueba de manera constante, compensan cierta debilidad argumental que levanta el nivel en dramatismo más avanzada la trama pero nunca en originalidad. Es una de esas películas en la que casi todos los personajes de peso son seres humanos cínicos y poco edificantes: la radiografía que efectúa George Clooney es impiadosa y nada mejor que la formidable máscara de Ryan Gosling para hacer llegar su mensaje desolador. De todos modos se trata de la película menos interesante realizada por el actor, director, productor y guionista hasta la fecha…-
Anexo de crítica: La adaptación estadounidense de la primera parte de la saga sueca Millennium sale airosa del compromiso gracias al por momentos brillante trabajo de dirección de David Fincher, aunque la versión cinematográfica original que aquí se estrenara como Los hombres que no amaban a las mujeres sigue siendo superior. El guionista Steve Zaillian y Fincher se propusieron hacer más empática a la pareja Mikael / Lisbeth a la vez que resolvieron bajar un poco la apuesta en términos de claustrofobia y violencia. La Chica del Dragón Tatuado es como la versión light de aquella película de Niels Arden Oplev, sobre todo en lo concerniente al personaje de ella que adopta en dos o tres escenas puntuales actitudes casi melosas si lo comparamos con la Lisbeth sueca. Por su parte a Daniel Craig, pese a lo buen actor que es, me parece que le faltan algunos años más y unas cuantas abdominales menos para que me cierre mejor su periodista de mediana edad. Empero son detalles que pasan a un segundo plano gracias a la fluidez del montaje y la prodigiosa puesta en escena del realizador de Pecados capitales. Quizás no sea una gran película pero como thriller cumple con su cuota de intriga e impacto…-
Anexo de crítica: El estilo de Steven Spielberg vuelve a manifestarse gratamente en esta adaptación de la clásica historieta de Hergé que ha sido llevado al cine con la controvertida técnica de captura de movimiento que la convierte en un filme de animación (pese a ello los actores son parte esencial de la “actuación” de los personajes). De todas las películas que he visto rodadas con este sistema Las aventuras de Tintín me parece la más convincente: el problema es un guión enmarañado por la decisión de fusionar varios libros de Hergé en una sola historia. Narrativamente es despareja, con momentos brillantes (la persecución cercana al final demuestra que Spielberg no pierde los reflejos para la acción fluida) y otros no tanto, con muchos (demasiados) diálogos y con la confirmación de que el peligro de la unidimensionalidad en las criaturas de Hergé no era sólo un mal recuerdo de la infancia. De todos modos vale la pena el intento…- Diego Martinez Pisacco (7 puntos)
Anexo de crítica: Hay varios cambios sustanciales entre esta nueva entrega de la franquicia que reiniciara Tom Cruise de la mano de Brian De Palma en 1996 y su inmediata predecesora (aquella dirigida por J.J. Abrams, que sigue siendo la mejor de la saga en mi opinión). Protocolo Fantasma es una película mucho más al estilo Bond, supera por lejos en vértigo tanto a la primera (siempre fue un thriller más que una action flick) como a la segunda parte (el bodrio con palomitas y motos que dirigiera John Woo) y queda cabeza a cabeza con la tercera. No obstante este última involucraba de una forma más personal al agente Ethan Hunt y lo enredaba en una historia de acción tan dramática como visceral que mucho le debía al universo de la serie Alias que creara J.J. Abrams y que no por nada motivara su contratación (Cruise era un fanático del programa que animara la bella Jennifer Garner durante 5 espléndidas temporadas). Además del virtuosismo de varias escenas que aúna el talento –y el reconocido sentido del humor- del realizador Brad Bird con el excelente nivel técnico y el poderío de una producción impecable, Protocolo Fantasma gana puntos por el equipo que rodea al héroe (Paula Patton, Jeremy Renner) y especialmente por el desarrollo que ha tenido el personaje del inglés Simon Pegg que de una pequeña participación en Misión: imposible III ha devenido en parte integral como excelente comic relief de una trama funcional y con las suficientes vueltas de tuerca para no decepcionar a nadie. Los seguidores de Lost se llevarán una linda sorpresa ni bien empieza el film: hay aquí un poco de todo para cada espectador. Un gran espectáculo audiovisual como para arrancar el 2012 con la adrenalina bien arriba…- Diego Martinez Pisacco (8 puntos)
El único motivo que justifica el visionado de esta absolutamente mediocre comedia sobre dos amigos que intercambian cuerpos por accidente es el desempeño de sus protagonistas. El siempre rendidor Jason Bateman (a años luz de aquel adolescente de la sitcom Valerie y de sus primeros escarceos con el cine en Muchacho lobo 2) y el carismático Ryan Reynolds interpretan respectivamente a un abogado workaholic ahogado por sus responsabilidades como esposo y padre; y a un actor bohemio inmerso en una etapa de inmadurez emocional e interesado sólo por “livin’ la vida loca”. Tras una noche de juerga el dúo expresa a viva voz su deseo de sentir cómo les calzarían los zapatos ajenos mientras descargan la vejiga en una fuente que, mágicamente, les concede el pedido. Al despertarse al día siguiente, Dave (Bateman) es en verdad Mitch (Reynolds) y Mitch, Dave. El contraste de sus personalidades entra entonces en juego propiciando la vis cómica de estos experimentados actores. Claro que no lo suficiente para que la película funcione a pleno… ¿Es necesario recordar todos los antecedentes en la materia que tiene Si fueras yo? Repasemos por las dudas: Un viernes de locos (en sus dos versiones: una con una Jodie Foster niña y la otra, más conocida, con Lindsay Lohan), Viceversa (el filme original inglés de 1948 fue convertido en una remake yanqui cuarenta años después), De tal palo tal astilla, 18 otra vez, Hay una chica en mi cuerpo… ¡la lista es interminable! Si la extendemos a la TV directamente nos quedamos cortos de espacio: en cualquier serie estandar se ha tocado la temática incluyendo Los Expedientes X y La Dimensión Desconocida, entre muchas otras. Con este panorama, ¿qué ofrece Si fueras yo que no se haya visto antes? Me temo que bastante menos de lo esperado: apenas cierto tono irreverente que el guión de los mismos autores de ¿Qué pasó ayer? confunde con mal gusto apelando a un humor de trazo grueso. A diferencia de algunos de los títulos citados aquí no hay espacio para la ingenuidad o el humor blanco. La receta utilizada mezcla a tontas y locas algo del estilo de los hermanos Farrelly con un tratamiento de los personajes cercano a lo que se suele ver en las producciones de Judd Apatow (cuya esposa, la actriz Leslie Mann, interpreta a la sargentona mujer de Dave). Lo que sucede es que más allá del esfuerzo actoral de la dupla principal cuesta encontrarle algún atisbo de inteligencia, creatividad e ingenio a un libreto que, además, se estira en demasía hasta rondar las dos horas de metraje. Que para lo que se cuenta y cómo se lo cuenta es, ni más ni menos, una barbaridad… Para colmo el consabido mensaje que conlleva la propuesta –con el tópico “responsabilidad” a la cabeza para no ahondar en varios subtemas que también están allí- es algo fútil e innecesario en el esquema de comedia guarra y canchera en la que se enrola este muy discreto trabajo del realizador David Dobkin que contó con un mejor material para su película Los rompebodas –que hasta la fecha sigue siendo lo más destacado de su corta filmografía-. Si fueras yo es de esos filmes contradictorios que se la dan de re heavies, re jodidos para en un último acto borrar con el codo lo que escribieron con la mano. Lo melosa que se pone la partitura de John Debney en esas escenas finales es francamente de no creer. La supuesta acidez del planteo a medida que se desarrollan los conflictos y cada personaje asume su nuevo rol (Mitch, en la piel de Dave, como un exitoso abogado y aplicado pater familias; Dave, dentro del cuerpo de Mitch, como un individuo con más tiempo para disfrutar del ocio) empieza a degenerar en la misma comedia previsible y condescendiente made in Hollywood de siempre. No hay un rigor para sostener nada: sólo queda en pie el histrionismo de dos tipos que si fuera por su profesionalismo merecerían la medalla de oro al remo tranquilamente. El único problema es que cuando se avizora la anhelada meta el bote se llena de agua y se hunde lentamente… Si alguien me pregunta sobre la presencia en el elenco de la divina Olivia “13” Wilde como una colega de Dave mi respuesta es muy corta: un lindo adorno. ¡Pero a quién le importa!
Anexo de crítica: Tuve la oportunidad de ver el cortometraje Medianeras en el Festival de Cine de Mar del Plata de 2005 y aún recuerdo la grata impresión que me llevé por la originalidad de su planteo y la frescura de su humor. Es uno de los cortos más impactantes que se hayan filmado jamás en la Argentina y es una pena que no se consiga con buena calidad de imagen (ni siquiera en internet). Cuando leí que Gustavo Taretto estaba expandiendo la historia para convertirla en un largometraje, por un lado la idea me gustó ya que posiblemente recibiría una difusión que el corto, por su exhibición restringida, jamás podría. Los riesgos, no obstante, eran grandes: ¿sería Taretto capaz de superar o inclusive igualar un trabajo tan bueno? Lamento decir que ni el uno ni el otro: Medianeras, la película, pierde fuerza al estirar aquellas situaciones que fueran tan ágilmente hilvanadas en el original. Los momentos de inspiración son exactamente los mismos que hicieron del corto algo digno de ser mencionado. Los protagonistas son correctos, los secundarios concebidos para la ocasión también pero hay un problema de ritmo muy serio que cosnpira contra la eficacia del producto. Medianeras, el corto, me pareció una creación genial; Medianeras, el filme, apenas una comedia urbana fallida; de a ratos hasta tediosa. ¡Y quería tanto que me guste!...
Million Dollar Sister Por lo general me predisponen mal las películas que llegan precedidas por el fatídico cartelito: “Basado en hechos reales”. Es como si la aclaración pretendiera legitimar de alguna forma la historia que se cuenta. Más allá de su origen las propuestas son interesantes per se y no me importa en absoluto lo que está en la periferia o totalmente fuera del universo desarrollado en el film. De todos los argumentos posibles aquellos que narran procesos judiciales son material propicio para la manipulación emocional más flagrante. En ese sentido Tierra fría (North Country, 2005) es un paradigma perfecto de mi aserto: no carece de ciertos valores fílmicos pero se lo siente especulativo y poco honesto para con el público. Dentro del género en el que se mueve nadie puede negar que el filme dramáticamente funciona. Y sin embargo al mismo tiempo genera dudas por la intencionalidad que abrigan sus creadores. Para contar lo que cuentan, ¿era en verdad necesario hacerlo tal y como lo hacen? Sostengo que no… Por eso celebro que un caso análogo aplicable como Justicia final venga a corregir los defectos aludidos. Si bien el tufillo a telefilme de la semana ronda continuamente durante la proyección hay aquí una sensibilidad en la dirección de Tony Goldwyn que evita el regodeo en el sensacionalismo y logra extraer maravillosas actuaciones de sus actores, en especial de sus protagonistas excluyentes: Hilary Swank y Sam Rockwell. La primera mitad de la película juega con los tiempos cinematográficos mezclando pasado y presente para introducirnos en la vida de los hermanos de baja extracción social Kenny y Betty Anne Waters que crecen en un hogar partido (la madre tuvo siete hijos, todos de distinto padre) para luego ser cedidos a sendas familias adoptivas en aras del supuesto bienestar de los menores. La violenta escena en la que se les “comunica” la irrevocable decisión de separarlos me trajo reminiscencias de Un largo camino a casa (A Long Way Home, 1981), excepcional largometraje televisivo de Robert Markowicz que en la Argentina se estrenó en salas de cine en junio de 1986. Justicia final es uno de esos raros dramas en donde hasta el último secundario luce creíble. Y los niños Bailee Madison y Tobias Campbell en los roles de Betty Anne y Kenny no son la excepción. La segunda parte, seguramente la más convencional, se concentra en la valiente iniciativa de Betty Anne por recibirse de abogada para intentar reabrir el caso de su hermano y probar su inocencia del asesinato por el que fue condenado en 1983 (y del que se declaró siempre inocente). La larga serie de obstáculos que debe sortear Betty Anne para alcanzar su objetivo han sido encomiablemente dramatizados por la guionista Pamela Gray (en su segunda colaboración con Goldwyn luego de A Walk in The Moon) sin descuidar el desarrollo de los personajes y esa humanidad que los convierte en personas cercanas a nosotros en sus errores y virtudes. Gray ha realizado un trabajo de equilibrio muy certero en su guión sin salirse de cauce ni perder de vista que detrás de la gesta personal de Betty Anne existe una crítica demoledora al sistema judicial de los Estados Unidos. Muchos han comparado Justicia final con Erin Brockovich, una mujer audaz (Erin Brockovich, 2000) pero más allá de sus semejanzas temáticas creo que se trata de dos películas con distintos propósitos: el filme de Steven Soderbergh tiene su razón de ser en la presencia exhibicionista de una Julia Roberts desesperada por ganar el Oscar con una caracterización impactante y de la mano de un director de prestigio. Y vaya si lo logró. La primera, en cambio, sólo apunta a narrar los sucesos tal como ocurrieron y con una interpretación anti diva de una Hilary Swank que cuando acierta con los proyectos demuestra poseer un talento considerable. Su Betty Anne no requiere de tics oscarizables para emocionar con esa hermana tan leal como para sobreponerse a un divorcio, criar a dos hijos y sobrevivir como camarera mientras estudia leyes en la Roger Williams University. Sin pretender ser un modelo de nada Betty Anne se constituye en una heroína imprescindible para los tiempos que corren. Como la amiga y compañera de Betty Anne Minnie Driver se complementa muy bien con Swank. De un reparto numeroso también se destacan Peter Gallagher, Loren Dean y la sensacional Melissa Leo que con apenas tres o cuatro escenas ratifica una vez más porqué es una de las mejores actrices de la actualidad. ¡Cómo se nota que Tony Goldwyn posee una formación y experiencia como actor! Con sus limitaciones, Justicia final levanta el nivel de otros dramas judiciales recientes y entrega una lección de amor fraterno francamente conmovedora. Es imposible no identificarse con sus personajes o gustar de esta realmente recomendable película que a punto estuvo de no estrenarse comercialmente en pantalla grande. Una de las escasas sorpresas de la temporada. Spoiler: Por una de esas ironías de la vida (ya se sabe que Dios tiene un torcido sentido del humor) Kenny Waters murió en un accidente ridículo seis meses después de ser liberado. Después de las casi dos décadas de sacrificios que pasó la hermana para que le revoquen la sentencia es casi un chiste malo que el tipo se parta la cabeza en la vía pública de la manera más idiota. Claro, eso no podría estar nunca en la película. ¡Si parece una escena extraída de alguna de las tantas Scary Movie!
Los animales se divierten... el público no ¿Cinco guionistas? Sí, ni más ni menos que diez manos metieron su cuchara en este plato poco apetitoso que se ha dado a conocer como El Guardián del Zoológico; una comedia muy poco graciosa al servicio de un actor bastante ignoto por estas latitudes como Kevin James. Lo único que puede salvar comercialmente a esta producción de Adam Sandler dirigida por su habitual colaborador Frank Coraci es el “concepto” que intenta vender: los animales hablan (aunque nunca frente a los seres humanos) y deciden revelarle el secreto al personaje del título para ayudarlo a reconquistar a una ex novia. ¿Qué se puede rescatar de una película cuyas escenas de humor involucran a un tipo copiando el comportamiento animal en situaciones cotidianas? Nada, diría yo. O apenas dos o tres pequeños momentos, sumamente aislados, en los que surge a pleno la espontaneidad de un Kevin James que ha dado muestras de eficiencia con un material superior. Con el mismo Sandler en una comedia discretísima como Yo los Declaro Marido y… Larry o en la sitcom The King of Queens el muchacho de aspecto voluminoso ha salido bien parado. Ahora que sobre él recaiga todo el peso de una historia, y una tan finita como la de El Guardián del Zoológico, seguramente no es una idea brillante. Hasta ahora sus aportes más interesantes han sido como partenaire del actor protagonista (recuérdese también Hitch, Especialista en Seducción junto a Will Smith). Es ahí, en mi opinión, donde relucen sus mejores armas para la comicidad: expresividad, un lenguaje corporal que incorpora astutamente las peculiaridades de su físico y un perfil bonachón recurrente que se mete al espectador en el bolsillo con suma facilidad. Como es costumbre en la filmografía de Sandler –por lo menos la de los últimos años- hay un “mensaje” humanista detrás de las payasadas, el slapstick y los clichés de tantas comedias románticas que hemos consumido en aras del entretenimiento. Griffin Keyes está obsesionado con recuperar a la tilinga Stephanie (Leslie Bibb) quien tiempo atrás se le riera en la cara al ofrecerle matrimonio. Roto el noviazgo Griffin no ha vuelto ha conocer a nadie que saque de su mente el recuerdo de la bella Steph (aunque la veterinaria que compone Rosario Dawson lo mire con buenos ojos). Como es un pan de Dios y no sabe qué hacer con su vida, los animalitos del zoo a los que ha cuidado con cariño y respeto por largos años empiezan a darle consejos con resultados catastróficos. ¡Y menos mal que desestimó la sugerencia del monito de arrojarle excremento a la hembra! A todas las demás pavadas Griffin las sigue a pie juntillas generando un montón de micro escenas embarazosas, de esas que dan vergüenza ajena y disparan la preguntas más obvias: ¿en qué estaban pensando? ¿Cómo se les ocurrió hacer semejante mamarrachada? ¿Nadie se percató de que los gags no funcionaban? ¿Existe el buen gusto en Hollywood? Por más delirante que esto suene el compañero de andanzas de Griffin es un gorila. Que, no lo voy a negar, tiene una secuencia módicamente graciosa cuando salen de reviente a TGI Friday’s (tremendo chivo dicho sea de paso) pero teniendo en el elenco al divino botón al talentoso Ken Jeong (el asiático amanerado de ¿Qué pasó ayer?) como el encargado del serpentario uno hubiese preferido verlo a Kevin James interactuando más con otros comediantes de su talla. El tema aquí es que como producto dirigido al público familiar el filme fracasa sin discusión. Los animales no son simpáticos y todo el tema de conversación gira siempre sobre cómo atraer y seducir a Stephanie. Es una temática adulta con un tratamiento estupidizante. Y para colmo ni siquiera las voces originales de intérpretes de gran trayectoria como Nick Nolte (el gorila), Sylvester Stallone (el león), Cher (la leona), Adam Sandler (el mono), Maya Rudolph (la jirafa) y Jon Favreau (el oso Jerome) logran elevar a esta realización de la más rotunda mediocridad. Un paso en falso que quizás pueda remediarse con la próxima comedia de este mismo equipo: Here Comes the Boom, a estrenarse en el 2012. Mientras tanto un aserto lapidario: El Guardián del Zoológico es en verdad impresentable…
¿Y Monguito dónde está? Para el fanático de la ciencia ficción, las historietas, los videojuegos, la televisión y el cine existe un Paraíso terrenal llamado Comic-Con que se celebra anualmente en la ciudad de San Francisco, en la costa oeste de los EE.UU. En esta convención que convoca a miles de personas –entre freakies, nerds y geeks de todo tipo- hay dos muchachos que se mimetizan con la masa pese a su indumentaria convencional (muchos se disfrazan de sus personajes favoritos): son los inmaduros e inocentones británicos Graeme y Clive que han roto el chanchito para cruzar el Atlántico con tal de cumplir un sueño en común. Y ahí están los chicos; sólo que en verdad ya no son chicos sino señores que pisan los cuarenta años y pese a ello persisten en la pavada total hablando en klingon (el idioma creado para la serie Star Trek), comprando merchandising a precios exorbitantes y demostrando que a las mujeres las conocen, sí, pero sólo gracias a las revistas de desnudos. ¿Se puede afirmar, entonces, que se trata del nunca bien ponderado estereotipo del loser especializado? Sí, se puede; es eso, me temo que es eso. Con el encanto de Simon Pegg (Graeme) y Nick Frost (Clive) -la dupla de amigos actores que trabajara en Muertos de risa y Arma letal- como estandarte aunque no creo que esta vez sea suficiente. No para mí, al menos… ¿Qué “novedad” nos quieren vender con Paul estos ingleses que además han escrito el guión? Sólo una, razonablemente aprovechada: la presencia del alien del título, una criaturita grisácea que habla hasta por los codos, fuma, bebe y hace chistes… ¿Cómo? ¿No es el pato Howard? Con otra fisonomía, otra personalidad, otro estilo y otros objetivos digamos que sí, que comparten algunas características. Los dos son extraterrestres, los dos quedan varados en la Tierra por un accidente, los dos son “adoptados” por humanos y los dos quieren volver a su casa. En Paul los guiños son múltiples y el bombardeo de referencias a la cultura pop está a la orden del día. Sólo falta el Monguito de Los extraterrestres (Enrique Carreras, 1983) para que cantemos bingo. El mérito, si es que existe alguno, es haber mezclado todo eso para volcarlo en la historia sin mucho cálculo previo. Como sale, así se queda. Le guste a quien le guste. Argumentalmente no hay mucho para analizar. La trama sólo es una excusa para homenajear a una interminable lista de programas de TV, películas de los setentas, al santo patrono Steven Spielberg y un largo etc. Todo envuelto para regalo con la estructura de una road movie que le cede algo de espacio a la crítica cuando se trata de satirizar el fanatismo religioso y armamentístico de los estadounidenses. Gracias a la participación de la campirana tuerta Ruth (Kristen Wiig) y su padre Moses (John Carroll Lynch), un auténtico caso de gatillo fácil, la película -dirigida sin demasiado alarde por el correcto Greg Mottola- de cuando en cuando levanta un poco el nivel y causa su gracia. El flashback con la voz en off de Spielberg siendo asesorado por Paul previo al rodaje de E.T. El Extraterrestre no puede ser más idiota. Las obviedades que todos se imaginan están ahí y también en muchas otras escenas. Y por si alguien piensa que me equivoqué de género, que esto no es mi target o que simplemente no estaba en mi mejor día cuando la ví... bueno, tal vez esto último sea cierto. Lo demás, nada que ver… El E.T. con la voz del inefable Seth Rogen se roba la función opacando a sus coequipers. Posiblemente sea deliberado. Simon y Nick hacen bien su parte aunque se extraña un poco la frescura de sus primeras colaboraciones. El MIB que compone Jason Bateman es de lo más flojo que yo le recuerde a este generalmente estupendo intérprete. Bill Hader, comediante fetiche de Mottola, y otros actores de reparto no logran destacarse casi nada. Por su parte Sigourney Weaver sólo aparece para que en el final un personaje secundario le sacuda un mamporro con la inolvidable frase de la Tte. Ellen Ripley en Aliens, el regreso: “Get away from her, YOU BITCH!!!”. Bastante patético. El homenaje mal insertado en la acción sólo despierta el interés del que desconoce la cita al comprender que hay algo que se le está escapando. Si se identifican con la casta de freaks que pululan por la Comic-Con y si su sentido del humor sintoniza con esta propuesta formalmente poco inspirada quizás la experiencia les reditúe de alguna u otra forma. En lo personal esperaba mucho más. No me siento estafado pero sí decepcionado. Y créanme que lo lamento…
El primero te lo regalan... Tras mucho trajinar como actor secundario en roles para el cine y la televisión a Bradley Cooper, el carilindo de ¿Qué pasó ayer?, le llegó su cuarto de hora en Hollywood. Sin límites es la demostración de que ha superado las pruebas necesarias para que le confíen un protagónico excluyente pese a la episódica presencia de Robert De Niro en el elenco. Por si fuera poco Cooper también ha debutado como productor con esta historia ideal para ver en un viaje en micro o mientras nos despabilamos de una siestita un día domingo. La premisa argumental concebida por el novelista Alan Glynn y adaptada al cine por Leslie Dixon le da nuevos bríos a la palabra inconsistencia. Para ser una película sobre una droga experimental que despierta zonas poco usadas del cerebro disparando la inteligencia del personaje principal a la estratósfera, el tratamiento es realmente tonto y por demás perezoso. No es suficiente con hacerle repetir cual loro parlanchín frases altisonantes y presuntamente agudas sobre cualquier tema que amerite una mini disertación. El Eddie Morra que compone Cooper debería transmitir algo más que una verborragia interminable sobre la economía, la bolsa de valores y las estrategias para comprar o vender acciones de acuerdo a parámetros invisibles para el resto de los mortales. Pese a tanto texto rimbombante el tipo es un pavote inmaduro y no puede dejar de serlo aunque el intelecto le crezca proporcionalmente a lo que consume de NZT 48 (la sustancia química en cuestión). El que nace pavote… Eddie ha ocupado buena parte de su vida de adulto aprovechándose de quienes lo rodean para pasarla bien y darse sus gustos auto justificándose patéticamente por tener un contrato firmado para la publicación de un libro del que no ha sido capaz de escribir ni una miserable oración. No se habla de trabajos literarios previos por lo que el acuerdo comercial resulta demasiado sospechoso (y aquí empiezan las inconsistencias aludidas). El perfil del personaje queda marcado con la escena en la que su novia (la linda australiana Abbie Cornish) en el momento previo a abandonarlo le pregunta qué representa para él. “Amante, enamorada”, le asegura Eddie. “La mujer de la limpieza, banco”, le replica impiadosamente ella mientras paga la cuenta del bar con su tarjeta de crédito. Y sí, Eddie es un loser… No obstante, su suerte parece cambiar cuando se cruza por la calle con un ex cuñado (¿de veras no podían pensar en algo mejor?) que termina ofreciéndole la milagrosa droga sintética. Sin revelar demasiado digamos que por un capricho de guión Eddie se hace con una cierta cantidad de pastillas a la vez que se ve involucrado en un caso de asesinato. Con la ayuda de la NZT 48 el joven se convierte en poco tiempo en un gurú de Wall Street y mano derecha del magnate de los negocios Carl Van Loon (un Robert De Niro que continúa dilapidando su leyenda en producciones mediocres). Los lujos de su nueva vida se contraponen con dos pequeños detalles que impiden que su felicidad sea completa: un prestamista ruso al que le debe dinero (¿por qué no le pagó la deuda con las fortunas que amasó?) y que lo extorsiona al averiguar la verdad sobre sus poderes y unas prolongadas lagunas mentales como consecuencia de los efectos secundarios de la droga. Durante uno de estos “blackouts” se produce la muerte de una amante ocasional de Eddie que podría llevarlo a la ruina total en su trabajo por no mencionar unas cuantas temporadas a la sombra. Sin límites intenta implementar una estructura no tan lineal iniciando la narración con un conflicto de vida y muerte que transcurre muy cerca del final. Acto seguido, corte a un extensísimo flashback con la voz en off de Eddie como elemento omnipresente. Toda la película se apoya en este recurso literario que raramente deja un saldo positivo. Por algún motivo se han puesto de moda los relatos en primera persona como recurso canchero para personajes ad hoc. Algo de eso sucede en este thriller bastante vacío de contenido pero repleto de trucos ópticos, montaje frenético y efectos especiales que complementan la puesta en escena del inquieto realizador Neil Burger. Los despropósitos del guión no son su responsabilidad aunque secuencias como la de la pista de hielo y la resolución del ataque del ruso con sus esbirros (sí, la escenita de la sangre derramada…) provocan carcajadas involuntarias. Descerebrada, dinámica y poco perspicaz, la novelesca historia de Eddie quizás deslumbre a su público como les ocurriera a los indígenas con aquellos espejitos de colores traídos de la vieja Europa por los españoles. Fuera del artificio se adivina una absoluta nadería, apenas otra fruslería llegada del norte con mejores referencias de las que se merece…