Relaciones por deporte "Voley" es el segundo largometraje como guionista y director de Martín Piroyansky, quien también actúa en esta entretenida comedia juvenil donde el sexo y las drogas forman parte de un juego que terminara enredando a todos sus protagonistas. Tras Abril en Nueva York, Martín Piroyansky escribe, dirige y es uno de los protagonistas de esta comedia de enredos, tantas veces vista en las comedias hollywoodenses para adolescentes, en la que cinco amigos se embarcan para pasar la noche de fin de año en una casa de una isla del Tigre y a la que luego se sumara otro integrante más para complicar la historia. Así es como un desprejuiciado y descreído del amor -Piroyansky-, junto a su ingenua amigovia Pilar -Inés Efrón-, su mejor amigo Nacho -Chino Darín- con su controladora y obsesiva novia Manuela -Violeta Urtizberea-, la enigmática Cata -Vera Spinetta- y una despampanante Belén -Justina Bustos-, que llegará para enredar todas las relaciones de pareja, componen la galería de personajes que da curso a esta historia sin pretensiones más que entretener e identificar parte de una generación actual. Voley logra mantener buen ritmo a lo largo de todo el relato a fuerza de gags, físicos y verbales, propios del género; personajes estereotipados y superficiales con los que uno no se identifica pero que son interpretados con tal naturalidad y verosimilitud que enganchan; y diálogos concretos y concisos, aunque éstos cobren mayor fuerza y significación en el contexto del lunfardo local. Sin descuidar los aspectos técnicos y centrando su potencial en el buen trabajo de todo su reparto, Voley logra ser una comedia distendida y entretenida que se anima a jugar con algunos temas tabúes de nuestra sociedad, retratando -en algún sentido y superficialmente- una generación de jóvenes que en la actualidad experimenta las relaciones como deporte, buscando permanentemente nuevas reglas.
Fama o Prestigio El director de "Amores perros", "21 gramos" y "Babel", entre otros films, plasma en su nueva película -nominada a 9 premios Oscar- una feroz crítica a las celebridades y la absurda inmediatez actual de la fama en tiempos de Facebook y Twitter, sumada a la eterna disputa sobre al arte entre el teatro de Brodway y la industria cinematográfica de Hollywood, en una propuesta que atrapa tanto a nivel visual como argumental. La película plantea al espectador un juego de espejos entre los personajes de la ficción y sus intérpretes, donde Michael Keaton interpreta a una antigua estrella de películas de superhéroes -como si tratase del Batman de Tim Burton- que pasados los años se empeña ahora en convertirse en un reputado actor y director teatral de éxito dirigiendo en Broadway una adaptación de la obra “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, de Raymond Carver, a pesar de que el mundo le ha encasillado por su papel como el superhéroe Birdman. Con un comienzo que trae a la memoria el magistral plano secuencia de The Player -1992-, de Robert Altman, Iñárritu construirá un relato sin cortes aparentes en un largo y trucado plano-secuencia que deambulará entre bambalinas, pasillos y camerinos de un gran teatro –incluso el mismísimo Times Square - con el que iremos descubriendo los diferentes personajes, todos ellos conflictivos y desquiciados, y sus historias relacionadas, donde el centro de todo es el actor, con sus vanidades y sus miedos. Nadie mejor que Keaton, encasillado en el papel del murciélago de Tim Burton, para dar vida a un Birdman que ha sido pero ya no es y quiere volver a ser pero diferente, en una especie de Quijote incapaz de amoldar sus sueños con la realidad. Y un Edward Norton, dispuesto a reírse de sí mismo -son bien conocidas sus problemáticas relaciones con directores y productores-, en el papel de la ególatra y arrogante estrella de Broadway que intenta arrebatar el control de la obra a Riggan, conformarmando estupendos duelos interpretativos que parecen reales. A pesar de que todos los personajes son creados para ir definiendo a Birdman, la jerarquía de un elenco de estrellas hace que también brillen Zach Galifianakis, su abogado y mejor amigo Brandon, demostrando que no solo puede hacer comedias absurdas; Naomi Watts la actriz que intenta hacerse un camino a la fama en Broadway y la siempre fascinante Emma Stone -nominada a mejor actriz de reparto-, en su papel de joven rebelde y traumática. Con sarcasmo y pinceladas de surrealismo, Birdman construye una interesante historia que satiriza la naturaleza cambiante de la fama, la figura del actor, el teatro y sus egos, la pugna entre la fugacidad del éxito y el miedo al fracaso, en un mundo donde las redes sociales se imponen y diluyen los límites entre fama y prestigio. Birdman atrapa desde el comienzo y absorbe al espectador casi hasta el desenlace, donde dilata un poco el final ya anunciado, pero se redime con una ingeniosa vuelta de tuerca que dejará volando a varios espectadores. Mención aparte merece la banda sonora, que usa inteligentemente los solos de batería -por momentos diegética y por otros extradiegética- para marcar el ritmo el y movimiento de una cámara que no para de seguir a sus personajes.
Terapia bajo los árboles Rob Marshall vuelve al género adaptando el famoso musical de Broadway de Stephen Sondheim y James Lapine, que mezcla con notable habilidad los cuentos infantiles clásicos de los hermanos Grimm "La Cenicienta", "Caperucita Roja", "Rapunzel" y "Jack y las habichuelas mágicas". Adaptar un musical del escenario al lenguaje cinematográfico siempre supone un desafío interesante, donde se perderá cierta magia para descubrir otra. Rob Marshall -Chicago, Memorias de una geisha, Nine, Piratas del Caribe 4- vuelve al género adaptando el famoso musical de Broadway de Stephen Sondheim y James Lapine -estrenado en 1986 y repuesto innumerables veces- contando además con la colaboración del propio Sondheim para adaptar las canciones originales y con Lapine para adaptar el guión original a la película. Into the Woods mezcla con notable habilidad cuatro cuentos infantiles clásicos de los hermanos Grimm -La Cenicienta, Caperucita Roja, Rapunzel y Jack y las habichuelas mágicas- con el bosque como escenario principal, que funciona como transformador de sus personajes y los lleva a explorar sus verdaderos deseos y sentimientos. Así es como una vaca blanca, una manta roja, un mechón de cabello dorado y una zapatilla de oro son los cuatro objetos -que a manera de un MacGuffin hitchconiano- sirven de excusa para movilizar al panadero y su esposa para conseguir romper una maldición y poder tener hijos. Un arranque dinámico y divertido va introduciendo a los personajes, con cuadros musicales que rinden tributo a su origen teatral –tanto por las puestas de cámara como el diseño de producción, mezcla de escenografías con Fx usados solo para momentos de magia, y trajes que ponen atención a los detalles de cada personaje y época- hasta colocarlos en el centro mismo del bosque. A partir de allí, el ritmo se desacelera y los personajes serán conducidos progresivamente hacia un desenlace tradicional, con algunas escenas que funcionan más que otras. Pero llegando el desenlace, tal vez la parte más interesante para quien escribe, hay un drástico cambio de tono y ritmo que hace incursionar al divertido musical por el drama y la aventura. La historia toma un giro oscuro, a la par que encantador, en el que todos los personajes sacan a relucir la oscuridad en sus corazones. La estupenda Meryl Streep, villana principal de la película, reinventa el papel de una bruja con profundos problemas de autoestima, dando otra lección de actuación por la cual está nominada a un Oscar. Emily Blunt brilla interpretando a la mujer del panadero, tal vez el personaje más interesante, divirtiendo con su frescura y transmitir en el final el dramatismo de un personaje que se cuestiona moralmente. James Corden como el panadero, Anna Kendrick como Cenicienta, Chris Pine como el Príncipe Encantador, Lilla Crawford como Caperucita Roja, Mackenzie Mauzy como Rapunzel y Daniel Huttlestone como Jack, completan un reparto de famosos que no desentona y en el que pasa sin dejar estela Johnny Depp, interpretando al lobo. A diferencia de otros musicales, Into the Woods no sobresale por los efectos ni por su diseño de producción -que a pesar de ser muy logrado visualmente no alcanza la magia de otras producciones animadas ni dramáticamente se acerca a Moulin Rouge -2001- o Chicago -2002--, sino por satirizar de alguna manera al mundo de los cuentos exponiendo un príncipe azul adúltero y temas como el amor enfermizo y obsesivo. A pesar del final feliz, queda una extraña sensación de que Marshall y Disney transitaron senderos diferentes para llegar al dulce hogar, siendo dificultoso determinar a qué público va dirigido el film, o quien podrá disfrutarlo más.
Un clásico Santo norteamericano Tras ser reconocido también como actor dramático en trabajos como "Lost in Translation" -2003- o "Hyde Park on Hudson" -2012-, Bill Murray vuelve a demostrar en "St. Vincent" lo bien que le calzan los personajes de fracasado de buen corazón, y regala una de sus grandes interpretaciones que va cautivando al espectador con el devenir de la historia. Murray encarna a Vincent, un solitario hombre maduro, antisocial, alcohólico, aficionado a las apuestas de carreras de caballo y clubes de striptease, cuya única relación afectiva es con una prostituta embarazada -Naomi Watts-. Pero la accidentada llegada de sus nuevos vecinos, Maggie -Melissa McCarthy- una mujer separada que apenas puede hacerse cargo de su hijo de doce años Oliver -Jaeden Lieberher-, será el comienzo de una extraña relación -mitad niñero y mitad padre- que cambiara sus vidas. Con una fórmula vista mil veces, donde un viejo malhumorado y desalmado redescubre su humanidad gracias a la irrupción de un niño en su vida, el director Theodore Melfi recupera aquella premisa de las viejas comedias en las que dos personajes completamente opuestos debían, por las circunstancias que fuesen, compartir espacio y tiempo, pero depositando todo el peso del film en la brillante actuación de B. Murray y sus interrelaciones con los otros protagonistas, un conjunto de personajes llenos de imperfecciones que consiguen formar una especie de entrañable familia disfuncional. Siempre llaman la atención personajes antisociales que esconden un pasado interesante para develar, basta con remitirnos a Clint Eastwood en Gran Torino o Jack Nicholson en varios de sus trabajos, y Vincent no es la excepción. Bill Murray consigue hacer de Vincent un personaje verdaderamente interesante, que va construyendo, sobretodo, desde el lenguaje corporal y que se deja querer y odiar por igual. Un personaje detestable pero de algún modo cautivante.Murray consigue que su Vincent no sea todo lo estereotípico del género, apoyado también por los personajes secundarios que sirven o bien para definirlo o para iniciar su transformación. Tanto Melissa McCarthy -Damas en guerra-, moviéndose con soltura en su primer papel dramático en la piel de una madre que lucha por la crianza de su hijo, como Naomi Watts, divertida y extrovertida en el papel de stripper y prostituta embarazada con acento europeo -que le valió ser nominada como mejor actriz secundaria por el Sindicato de Actores-, o Jaeden Liebergher, una feliz revelación que debuta en el cine con esta película pero al que pronto veremos en el film de ciencia ficción Midnight Special, dirigida por Jeff Nichols, ayudan a ir develando este Santo no tan Santo. Si bien el film peca de los tópicos recurrentes del género, predecibles momentos lacrimógenos y un final políticamente correcto que no da lugar a la sorpresa, Theodore Melfi sabe imprimirle un ritmo ágil al relato que se mueve por la comedia con toques trágicos y va ganando en emotividad hacia su desenlace. La acertada fotografía, tan fría y desanimada como su protagonista, en perfecta combinación con la banda sonora -con temas clásicos de Bob Dylan o Jefferson Airplane- conforman una estética que contribuye a resaltar la acción dramática de cada personaje de la trama. Tal vez, el film tropieza en el abordaje de algunos temas como el religioso o la parcialidad con que toma el accionar de un soldado en Vietnam, pero a pesar de ello St. Vincent emerge como una propuesta interesante y entretenida, que huye de lo pretencioso y sólo busca narrarnos una historia sencilla, con una gran actuación que divierta y cautive al espectador.
Sangre, sudor y lágrimas por la Música Una pequeña y sencilla historia, cuyo relato se mueve con la precisión de una orquesta de jazz que cautiva hasta cuando improvisa.
Transformando debilidades en fortalezas Marcos Martínez vuelve a mostrar su vocación por lo diverso y experimental en este, su segundo largometraje, donde combina el documental con la ficción brindando un punto de vista distinto para reflexionar sobre una discapacidad como la sordera. Tras su primer largometraje Estrellas, codirigido junto a Federico León y filmado casi íntegramente en la Villa 21 y donde mostraba cómo se va organizando una productora de cine villera que buscar darle trabajo a los habitantes del barrio, Marcos Martínez explora nuevamente el género documental combinado con la ficción en Sordo, donde un grupo de teatro compuesto por actores sordos prepara una innovadora propuesta artística que les sirva de plataforma para intentar vivir de esa pasión. Con un grupo de teatro creado especialmente para el proyecto cinematográfico y constituido por actores sordos que participan de diversos talleres de teatro de la comunidad sorda de Argentina, el film presenta a cinco jóvenes actores con dicha discapacidad que se plantean ampliar su lugar de pertenencia, y darse a conocer con una obra de teatro centrada en su capacidad de comunicar más allá de que el espectador conozca o no la lengua de señas y que sorprenda desde lo estético. Con una visión de cámara testigo que va acompañando a este grupo de actores en el proceso de producción de dicha obra, con fragmentos subtitulados y otros relatados por la intérprete del grupo que contribuyen a la comprensión del público, Sordo aborda la temática de la discapacidad sin golpes bajos ni mirada cLAs ondescendiente. A través del proceso de creación de ésta obra de teatro, centrada en dar a conocer la percepción del mundo de los sordos, su posibilidad de comunicar y la riqueza del lenguaje gestual, Sordo también propone reflexionar sobre los conflictos relacionados a la elección de ser actor (cualquiera sea su condición) cuando debe desenvolverse en el ámbito del teatro independiente. A pesar de lo interesante de la propuesta, varias escenas se desvían de la historia central haciendo decaer el interés del espectador, y por otro lado, no aprovecha del todo los multiples conflictos propios del proceso de producción de una obra teatral, considerando los 90 minutos que dura el film. Sordo resulta un documental interesante que, más allá de sus debilidades, propone una mirada diferente y reflexiva sobre una temática poco abordada.
Un animal redentor El escritor Dennis Lehane, cuyos bestsellers Mystic River, Gone Baby Gone y Shutter Island fueron llevados a la pantalla grande nada menos que por Clint Eastwood, Ben Affleck y Martyn Scorsese respectivamente, adapta cinematográficamente un relato corto suyo llamado Animal Rescue (Rescate animal), nombre que paradójicamente sintetiza al final de la historia el destino de sus personajes. Ambientada en una Brooklyn actual, donde el crimen organizado utiliza los bares como caja de seguridad del dinero sucio producto de sus transacciones, La Entrega se centra en Bob, un solitario y tranquilo barman (Tom Hardy) ajeno a los conflictos a su alrededor, que trabaja para su primo Marv (James Gandolfini), ex dueño del bar que ahora administra para los gángsters y que no se resigna a ser un perdedor. Pero la rutinaria vida del barman cambia tras descubrir un maltratado cachorro en el cesto de basura de una casa y conocer a la misteriosa mujer (Noomi Rapace) que allí vive, cuyos destinos se cruzaran para enfrentar su pasado y presente de falsas apariencias en búsqueda de una redención. Con ritmo lento, pero sin pausa, el relato consigue articular una historia anecdótica que va construyendo la tensión a partir de las relaciones entre sus personajes, la cual explota de forma magnífica durante su tramo final, al tiempo que propone un retrato de gángsters modernos donde lejos quedaron las tradicionales mafias italianas. Un thriller embebido del clásico policial negro, donde la acertada fotografía de tonos fríos, la música incidental y una sobria puesta en escena, dotan a la película de un cierto toque intimista e instalan un halo de misticismo en cada secuencia, dejando el protagonismo absoluto a un gran trabajo actoral complementado por atinados diálogos, que dan cuenta de las ventajas de contar con un guion adaptado por el propio creador de la novela. Tom Hardy sorprende interpretando a este barman de apariencia frágil, melancólico y de carácter reservado, que dice más por lo que calla que por lo que cuenta, imprimiendo diferentes matices psicológicos al personaje en función de cada escena, en una demostración de ambigüedad emocional que atrapa al espectador. Acompañado de un conjunto de actores que dan solidez a su tarea con grandes interpretaciones, como Noomi Rapace, Matthias Schoenaerts o John Ortiz (el policía que anda tras la pista de los sospechosos movimientos de El Bar), dando vida a personajes donde no hay buenos ni malos, tan sólo individuos obligados a sobrevivir. Mención aparte merece el añorado James Gandolfini, que con este film se despide desafortunadamente de la actuación tras su muerte el pasado 19 de junio. Con un papel hecho a su medida (recurrente en toda su carrera, entre otros dando vida de forma magistral a Tony en la mítica serie de Los Soprano), Gandolfini brilla y por momentos roba protagonismo a Hardy, con su papel de mafioso devenido a menos, cansado de todo y con un grave problema familiar que le obliga a tomar una decisión desesperada. Estrenada de forma póstuma, la película nos permite despedirnos de este gran actor. La entrega se cimenta en una pequeña pero solida historia (Acaba de ganar el premio al mejor guión en el Festival de San Sebastián de 2014), donde no hay buenos contra malos ni moralejas, donde las grandes interpretaciones consolidan un relato que con sutileza tensiona, cautiva y sacude al espectador.
Esta nueva propuesta animada de Disney combina astutamente y en su punto justo, su tradicional aspecto familiar y emotividad, con el humor y la ternura de los personajes de Pixar, sumados a una fuerte dosis de acción de superhéroes al estilo Marvel con influencias del animé japonés. Inspirada en una poco conocida historia de superhéroes creada por Marvel en 1988, Grandes Héroes desarrolla una comedia de aventuras con la suficiente inventiva visual y argumental para entretener en todo momento y sin altibajos a chicos y grandes. Ambientada en una ciudad ficticia pero sumamente verosímil (diseñado a partir de la fusión de elementos reales de las calles de San Francisco con el aspecto futurista de Tokio), un adolescente prodigio de la robótica y la tecnología que busca su lugar en el mundo deberá enfrentarse a una doble pérdida, su invento mas preciado y la accidentada muerte de su hermano, todo un referente en su vida cuyo legado fue el más importante de sus inventos, Baymax, un robot asistente médico personalizado. Recuperar su invento y vengar la muerte de su hermano será el llamado a la aventura para este genio de la tecnología que, junto al legado de su hermano Baymax y un grupo de nerds con un peculiar sentido del humor, formarán un grupo de nuevos superhéroes con poderes basados en la ciencia para ir en búsqueda de un malvado y misterioso encapuchado. Desde el fantástico prólogo, con la crisis existencial del adolescente y posterior creación del grupo de superhéroes (lejos de los estereotipos con origen traumático) que marcará el inicio del camino del héroe propio del género, la divertida y conmovedora interacción entre Hiro y Baymax (el entrañable robot inflable creado como auxiliar médico, con aspecto de muñeco Michelin, que se convertirá en su mejor amigo, hermano y brújula moral de Hiro), el carismático equipo de nerds amantes de la ciencia que adoptan poderes extraordinarios gracias a su inteligencia, hasta la maravillosa estética, tanto en los diseños y texturas de los personajes (apegados al anime japonés) como en los elementos de ambientación, iluminación y el genial e imaginativo recurso de los microbots aprovechado de todas las maneras posibles, Grandes Héroes logra conformar un brillante y entretenido relato, con algunos guiños para mayores (la escena de Baymax llegando a casa como si fuera un alcoólico), que recuerda a los jóvenes los valores de la amistad, valentía y tolerancia por sobre todas las cosas. Grandes Héroes invita a los jóvenes a descubrir la ciencia y la tecnología, ya no como algo que facilita la vida cotidiana, sino como fuente para explorar y desarrollar nuevos emprendimientos. Con un 3D que, salvo por las secuencias de acción, en muchos fragmentos llega a pasar desapercibido, el film emociona y entretiene de principio a fin dejando la promesa de una secuela.
Una anecdótica y entretenida shivah El director de comedias como Una noche en el museo o Más Barato por Docena, adapta en esta oportunidad la novela del mismo título de Jonathan Tropper, con un elenco multiestelar y una trama que pretende ser una comedia de humor negro pero termina siendo familiar. La muerte del jefe de familia que, pese a no ser judío practicante, pidió como último deseo que su familia haga "shivah" (ritual fúnebre judío en el que la familia cercana del fallecido debe permanecer unida bajo un mismo techo durante 7 días y 7 noches en ámbito de reflexión), es el punto de partida de esta comedia en la que una familia disfuncional deberá convivir después de mucho tiempo y donde se descubrirán varios secretos del pasado y presente. La viuda, interpretada por la genial Jane Fonda, una psicóloga que se hizo famosa con un libro sobre las infancias y adolescencias de sus propios hijos que se erige como una cicatriz duradera y obvia sobre ellos, es la matriarca de una familia disfuncional donde los problemas se ventilan con franqueza extrema. Tras un comienzo casi de sitcom americana el relato va circulando entre el extremo dramático y su contraparte cómica, instalando los temas del adulterio, la inmadurez emocional y los secretos familiares, pero que luego ira edulcorando hasta dejarlos en la mera anécdota. Sin espacio para la sorpresa o la improvisación, va alternando entre escenas de diálogos, casi siempre salpicados con anécdotas sexuales, ejecutadas con el timing justo por el sobresaliente reparto, con situaciones supuestamente graciosas o dramáticas que en muchos casos no pasan de ser un cliché ya visto, pero que a pesar de ello logra mantener el interés de principio a fin. La dinámica entre Jane Fonda y Jason Bateman, Tina Fey y Adam Driver logra elevar el nivel de ciertas escenas, aunque la supremacía de las melodías románticas en varias de ellas hacen perder su carga emotiva. Cualquier atisbo de ironía o cinismo sobre la familia disfuncional o las instituciones religiosas, se van diluyendo completamente hacia final hasta convertirse en una simpática y entretenida comedia familiar donde las excelentes actuaciones llevan el relato a buen fin.
El hijo buscado aborda el tema de la adopción ilegal y la compra de bebés en las provincias fronterizas de nuestro país, retratando con naturalidad una realidad a la que inexorablemente los habitantes de la región se ven expuestos, y donde las redes de ilegalidad, corrupción y complicidades son moneda corriente. Con una escena en el juzgado que comprueba los obstáculos burocráticos imposibles de sortear para la adopción, comienza este relato que expone con claridad y sencillez una realidad que existe, de la cual muchos saben y pocos se ocupan. Con la verosimilitud de un documental, pero en clave de ficción, el protagonista emprenderá un viaje hacia tierras del norte de Argentina para tratar de volver con el hijo buscado. Una historia sencilla, expuesta con sobriedad, donde D. Gaglianó opta por una puesta que insiste con la cámara en mano, que en algunas situaciones dramáticas (sin suspenso ni acción) terminan distanciando al espectador de los personajes. Las buenas actuaciones de Rafael Ferro, Sofía Brito (ganadora del premio Mejor actriz revelación de película argentina en el reciente Festival Int. De Cine de Mar Del Plata), y elenco secundario contribuyen a un film, que a pesar de contener algunas escenas que solo suman minutos al relato e incluso restan verosimilitud en dichas acciones, logra mantener un buen ritmo y cierra con un acertado final el circulo de una peripecia tan real como cotidiana por esos pagos.