El trio de empleados que, tras haber planeado asesinar a su superior, salió airoso en Quiero matar a mi jefe, regresa en esta secuela con un invento que le permitirá lanzar su propio negocio y ser sus propios jefes. Nick (Bateman), Dale (Day) y Kurt (Jason Sudeikis) desarrollan un prototipo denominado "ducha amigo", que dispensa jabón, champú y acondicionador en una único ducha. Después de dar publicidad a su nueva invención en un programa de TV, un astuto empresario (Waltz) termina robando su negocio y deciden secuestrar a su hijo (Chris Pine) para recuperar lo que es suyo, acudiendo incluso a los consejos de su exjefe en prisión (Kevin Spacey). Quiero matar a mi jefe 2 resulta una comedia mas de las típicamente hollywoodense, redundante a la primera, cargada de situaciones inverosímiles y absurdas que en su mayoría no logran la risa del espectador. La similitud entre los personajes principales hace que terminen sobresaliendo las acotadas apariciones de Jamie Foxx, Kevin Spacey y Jennifer Aniston, mientras que el trio protagonista sólo se limita a sobrellevar un relato cuyo único atributo es su buen ritmo, a pesar de sus 105 minutos, y una moraleja un tanto curiosa para el sueño americano, pero bastante verosímil para nuestros pagos.
Una vaquita heroica Basada en una serie de animación francesa para televisión de nombre homónimo, Minúsculos combina paisajes campestres reales y animación 3d, para narrar una historia de aventuras y acción cuyo extraordinario diseño sonoro y la ausencia de diálogos la transforman en una cautivante experiencia para niños y grandes. Un joven insecto (aquí conocido como vaquita de san Antonio) que debido a una distracción pierde a sus padres, comienza a explorar el mundo que le rodea hasta que descubre los restos abandonados de un picnic, donde se unirá a un grupo de hormigas exploradoras negras en una serie de aventuras que incluye una batalla épica contra las hormigas rojas. La extraordinaria banda sonora, que prescinde de los diálogos y enriquece con metáforas (el tráfico de los insectos sonando como en una autopista cargada), expresiones sonoras de los animales que dan verosimilitud a los personajes y a los ambientes, y contrapuntos sonoros que manipulan las emociones del espectador, potencia la experiencia visual de este filme cuya historia aparentemente sencilla plantea el tema de la amistad, el abandono, la sobrevivencia, la persistencia al trabajo y la lucha por lo personal. Un relato donde no falta la aventura, la acción, travesías y riesgos que deberán asumir sus personajes, cuyos nombres desconocemos pero igualmente nos identificamos y mantienen nuestra atención. Un película concebida para niños con una propuesta narrativa que trasciende la barrera idiomática, que entretiene y cautiva a los pequeños y grandes por igual.
Inquietud Spielberg con estilo Nolan El director C. Nolan deja atrás la saga del superhéroe del comic (pero no a los héroes) y vuelve a la ciencia ficción con temas que sustentaron al genero en sus inicios, tiempo en el que las teorías de la evolución, las leyes de gravedad y viajes en el tiempo fundamentaban un género apasionante con el cual el cine intentaba buscar respuestas a lo desconocido e inexplicable. El relato se ubica en un escenario futuro y apocalípticos, pero sumamente verosímil, en el que la Tierra está llegando a su fin. Allí, un ingeniero y ex piloto de la Nasa que trabaja como granjero descubre junto a su hija un grupo de científicos y astronautas que lo invitan a embarcarse en la que puede ser la misión más importante de la historia de la humanidad, un viaje interestelar más allá de nuestra galaxia para descubrir un planeta que pueda albergar el futuro de la especie humana. Dicho padre deberá abandonar su familia en pos de la humanidad. Un viaje que para el cual deberá dejar a su familia en la tierra. Basado en las teorías sobre la relatividad del científico Kip Thorne (productor ejecutivo de la película), que afirma que los agujeros negros o de gusano no solo existen si no que se pueden usar como portales para viajar en el tiempo y en el espacio, Nolan desarrolla un relato ambicioso sentimental, dramático y visualmente imponente que indaga sobre el futuro de la humanidad en los confines del universo pero reflexionando sobre todo aquello que nos hace humanos. En su ambición temática mixtura conceptos científicos convincentes con temas tan eternos como la fe, el poder del amor, el instinto de supervivencia y el mundo que dejaremos a la próxima generación. Y lo hace a través de personajes mundanos interpretados por un elenco de lujo, como Matthew McConaughey (reconocida por su trabajo en True Detective), Anne Hathaway, Michael Cain y Jessica Chastain que vuelve verosímiles situaciones extremas y logra la empatía del espectador hasta absorberlo en la historia. Aunque inobjetable, en la perfección de sus rubros técnicos, la fotografía y puesta en escena de Interstellar es referencia obligada de la ganadora de varios Oscar Gravedad, de Alfonso Cuarón, sobre todo en el entorno galáctico, así como 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick, del cual Nolan es ferviente admirador y rinde homenaje a través guiños como los robots de forma rectangular que completan la tripulación. Tal vez por eso, sea visualmente cautivante pero no sorprenda ni tenga el impacto que si tuvo El origen, para el cual también se guardó una cita sobre el final cuando vemos la nueva ciudad instalada sobre los anillos de saturno desafiando las leyes de gravedad. La sublime banda sonora, del consagrado Hans Zimmer, generando espacios sonoros que alternan melodías épicas con momentos de silencio, es determinante para crear la atmósfera de tensión y cautivar al espectador a lo largo del relato. Interestellar es audaz como los anteriores trabajos de Nolan, que cobra fuerza en los momentos dramáticos y las situaciones limites, con una vuelta de tuerca sobre el final con un futuro esperanzador para la raza humana que lo acerca de cierto modo al legado de Spielberg, cuya creatividad visual sirvió siempre para exponer sus mayores inquietudes sobre la fe, la familia y el futuro de la especie humana.
El tour que no hacemos El director canadiense David Cronenberg, considerado de culto por películas como Videodrome y Naked Lunch, y reconocido por films que dejaron su huella como Scanners (1981), La Mosca (1986) o Crash (con la que gano el Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 1996), vuelve a escena tras la malograda Cosmopolis, su anterior película olvidada rápidamente. En Polvo de estrellas Cronenberg vuelve a exponer su obsesión de siempre, las perversiones humanas, y elige Los Angeles (la meca del cine) para narrar con su característico cinismo y humor negro la cara más infame y perversa posible de Hollywood, una industria signada por el ansia de popularidad y superficialidad de sus integrantes. Nombres estelares como John Cusack, Julianne Moore, Mia Wasikowska y Robert Pattinson dan vida a una galería de supuestas estrellas compuestas por un gurú de la autoayuda que atiende celebritis, su hijo estrella de 13 años y en recuperación (que parodia la carrera de Macaulay Culkin) con su madre y manager emocionalmente inestable, y una actriz con un tortuoso pasado, a la que la edad empieza a pasar factura, que lucha desesperadamente por obtener el papel en un remake de la película que hizo famosa a su madre en los años 60 y contratara sin saber cómo asistente personal a la hija pirómana recién salida del manicomio del famoso gurú. A las que se suma el atractivo chófer de limusina quien aspira a convertirse en una celebridad. Con cierto humor negro y escatológico al estilo Todd Solondz, algunos aspectos en la psicología de los personajes que recuerdan a El camino de los sueños (Mulholland Drive), de David Lynch, varios puntos de contacto con el cine de Sofía Coppola, en cuanto a la obsesión por la fama y el universo de las celebridades, e imbuido de su cinismo característico Cronenberg narra una retorcida y extravagante sátira sobre el mundo de Hollywood, que comienza como un simple drama familiar, incursiona la comedia y hasta se asoma al thriller, para culminar con una tragedia que por lo ridícula nunca llega a conformarse como tal. David Cronenberg tiene un estilo que a veces resulta difícil de definir, pero indudablemente sabe cómo entretener y dejar huellas en un espectador que no tendrá claro exactamente qué vio, pero saldrá satisfecho.
Inspirada en la popular serie televisiva de los años 80, El justiciero trae nuevamente a escena a Denzel Washington, en un papel muy cercano al que le valió el Óscar a mejor actor protagónico por la película Día de entrenamiento. Independientemente de su relación con la serie, y para quienes nunca tuvieron la oportunidad de verla, en la película Washington interpreta a Robert McCall, un trabajador común y corriente, pero meticuloso, rutinario y enigmático que establece una amistad con una niña muy particular. Su enigma comenzara a develarse cuando descubra que la chica es víctima de una red de prostitución y el decide ayudarla. El justiciero es una película de acción, con la venganza y la justicia como leitmotiv, que como tal tendrá sus clichés narrativos y visuales propios del género, presentando claras referencias con Hombre en Llamas (también con Washington), Al Filo de la Oscuridad y Búsqueda Implacable. Incluso podríamos asociarlo al prototipo de justiciero que supieron representar tiempo atrás Charles Bronson, Steven Seagal o Chuck Norris. Básicamente reutiliza los mismos elementos pero su principal acierto radica en el buen trabajo de guion, dosificando la información y no revelándonos la verdadera identidad de McCall hasta el desenlace. Con un personaje que tiene una historia desconocida, al que percibimos hábil e inteligente pero gélido en sus emociones, y que ira demostrando a lo largo del relato habilidades que lo convierten en un súper héroe, mezcla de Jason Bourne, MacGyver y Liam Neeson juntos, que nunca devela su identidad haciendo justicia por mano propia. Con diálogos claramente inspirados en Día de Entrenamiento y una combinación justa de misterio (al que contribuyen las apariciones de Bill Pullman y Melissa Leo), drama y violencia ensambladas por la gran actuación de Washington, al que se suma el reducido papel de Chloe Grace Moretz que sin lucirse logra otorgarle ese conflicto interno a su personaje. La interesante propuesta estética y una buena banda sonora se suman a las virtudes antes mencionadas que hacen de El Justiciero un vibrante y entretenido film de acción, cuyos predecibles ajusticiamientos del final son compensados por la originalidad de las ejecuciones.
Con varios premios en su haber, incluido el premio al mejor director debutante en el pasado Festival de Berlín, Aprendiendo a volar marca el debut en la ficción del director holandés Boudewijn Koole (afamado cortometrajista y documentalista de la televisión holandesa) y trae a la cartelera porteña un interesante y agradable film que nos sumerge en la vida de un niño, marcado por la ausencia materna, que establece una insólita amistad con un cuervo pichón. Jojo es un niño de 10 años que vive en las afueras de la ciudad, con una madre ausente y un padre inestable emocionalmente que lo deja muchas horas en soledad. Pero Jojo encontrará una vía de escape en su nueva compañía, una cría de cuervo que encuentra en el campo y al que adopta con la complicidad de Yenthe (Susan Radder), una compañera de waterpolo. De corte intimista y en cierto tono de fábula la película nos acerca a la relación de este niño y su pichón, que guarda cierto simbolismo con la historia de su madre, con un punto de equilibrio entre lo entrañable y lo cruel. Con sutileza y buen gusto el relato se centra en el día a día de esa relación signada por el entorno de vacío emocional familiar y el duelo por la muerte de su madre que el niño debe afrontar. A pesar del final un poco forzado, con la radical y veloz transformación del vinculo entre padre e hijo que resulta precipitada y poco verosímil, no alcanza a empañar los buenos atributos del film. Un personaje central simpático, interpretaciones muy naturales, la cuidada fotografía y una dirección más centrada en lo emotivo (la fuerza de la película está en lo que no dice) hacen de Aprendiendo a volar una sencilla y agradable película.
Esta secuela del film que fue éxito de taquilla en el 2012, protagonizado por Channing Tatum y Jonah Hill y que parodiaba la serie de televisión de los ochenta ‘’21 Jump street’’ donde participaba Johnny Depp, repite la fórmula del primero tanto en sus protagonistas como en los gags y situaciones disparatadas gestadas a partir del cine de acción ochentoso y de los clichés, tanto narrativos como de dinámica de personajes, de las parejas policíacas de aquellos films. Con una trama simple, que solo recicla el escenario académico, ahora los torpes e inmaduros agentes de policía Jenko (Channing Tatum) y Schmidt (Jonah Hill) tendrán que infiltrarse en un campus universitario para investigar la muerte de la alumna y desarticular una red de narcotráfico con una nueva droga que amenaza con extenderse por todo Estados Unidos. En el camino, ambos pondrán a prueba su relación, un especie de bromance divertido llevado al borde del ridículo, presentando a ambos personajes prácticamente como en una comedia romántica hasta incluso llegar a hacer terapia de pareja. Comando especial 2 se burla de sí misma por ser una secuela, se ríe de su propia lógica y parodia los clichés del género y hasta estilos de dirección, con guiños y referencias a films como Arma Mortal, 48 horas, comedias universitarias herederas de Porkys y hasta una persecución a lo Benny Hill. La película cuenta con varios momentos divertidos, algunos exageradamente ridículos y ciertas secuencias que se alargan innecesariamente (falla la graduación del tiempo del gag más allá de la inverosimilitud del mismo). Pero la química entre Jonah Hill y Channing Tatum y cierta expansión del personaje de Ice Cube, que consigue una de las mejores escenas de la película en la incómoda cena familiar, hacen de Comando Especial 2 una divertida comedia, aunque un poco extensa, que obliga a quedarse hasta los créditos finales, donde satiriza a las interminables secuelas, remakes y franquicias de Hollywood con las apariciones de Seth Rogen y Anna Faris incluidas.
Todo o nada El director francés Luc Besson, reconocido por su estilo casi hollywoodiense mezcla de John Woo con Michael Bay más una pizca de citas a otros films, donde el ritmo frenético y la acción son verdaderos protagonistas, y que cuenta en su filmografía con grandes éxitos como Nikita, León, el profesional (considerada por muchos película de culto) o El quinto elemento, explora nuevamente el género de ciencia ficción con Lucy, película que escribe, dirige y produce, Lucy parte de una idea original y sugerente propia de un género que pretende llevar al espectador a otros mundos u otros planos imaginarios, una premisa científica con una base más o menos real que puede ser falsa o no pero es verosímil, en el sentido de que debe parecer posible. Una chica común y corriente se ve involucrada en una red mafiosa de narcotraficantes asiáticos, que le obligan a hacer de “mula” de un nuevo tipo de droga que aumenta la capacidad cerebral, abriendo las puertas de la percepción y llevando al cerebro humano a niveles de operación desconocidos. Lucy adquiere superpoderes de forma inesperada y buscará consejo en el Profesor Norman (Morgan Freeman), cuyas teorías sobre el aprovechamiento de la capacidad cerebral del ser humano son refrendadas con el ejemplo de la joven y su accidental descubrimiento. Tras un comienzo, en el que Morgan Freeman (una reencarnación de su personaje en Transcendence) comienza a explicar los inexplorados límites de la mente humana haciendo honor al eslogan de la película: “Una persona normal utiliza el 10% de su capacidad cerebral. Imagina lo que ella puede hacer con el 100%”, y donde Scarlett Johansson se ve involucrada en una serie de escenas repletas de tensión y violencia (incluidas las poco sutiles pero efectivas metáforas visuales estilo ''Animal Planet'' de la captura de la protagonista) que terminan con la droga tomando posesión de Lucy, el relato ingresa en una montaña rusa que colecciona a un ritmo frenético y en partes iguales secuencias tan absurdas como deslumbrantes. Lucy se convierte en una mezcla de Nikita con Terminator, sin sentido del humor, gestualmente inmutable y sin alma, que además de venganza emprende una carrera contra el tiempo por alcanzar el máximo de su capacidad cerebral y así el conocimiento supremo, eliminando el único apoyo emocional decente que teníamos, dando lugar a un cambalache con Lucy enfrentada a la mafia taiwanesa, controlando todos los aparatos electrónicos a su alcance (casi bizarro), poderes sobrehumanos al estilo súper héroes, sed de venganza, efectos especiales, tiroteos, grandes persecuciones y accidentes espectaculares por las calles de París, mezcladas con alegorías sobre la naturaleza y el proceso evolutivo con unas cuantas reflexiones sobre la vida, el conocimiento y el universo a ritmo vertiginoso y sin dar respiro. Fiel a su estilo Beson incorpora “guiños” de otros films, como Matrix (en la manipulación de información, visibilidad de las líneas de comunicación, efectos especiales), Atlas de las nubes y El árbol de la vida (cuestiones metafísicas sobre el papel del ser humano en el mundo, su origen y su destino), Kill Bill (la mujer que emprende un viaje de venganza) con auto referencias de Nikita y hasta 2001 Odisea del espacio de Stanley Kubrick (con el encuentro entre Lucy y su análoga en la prehistoria). El delirante final donde todo vale, con viajes en el tiempo incluidos, cierra un relato que se origina sobre una base pseudocientífica pero de la que nunca pretende tomar parte ni desarrollar ni mucho menos convencer de su veracidad, para dar lugar a la evolución de Lucy, con personajes unidimensionales y arquetípicos propios del genero de acción y la síncresis lograda entre la espectacularidad de las imágenes y el ritmo vertiginoso impuesto por la banda de sonido a puro techno (a cargo de Eric Serra). Pese a sus absurdos (no tiene mucho sentido la escena del avión en la que poco a poco se va deformando y desintegrándose – ¿Para qué necesita al cirujano coreano? – ¿Si califica de rudimentarios los estudios del científico para que necesita su ayuda? - ¿Si puede decodificar el sistema binario de los ordenadores y conectarse mentalmente a internet por qué utiliza ordenadores portátiles? - ¿Si puede manipular el tiempo, los seres vivos y cualquier tipo de materia con un dedo, para qué pide concentrarse al final? - ¿Entran todos sus conocimientos en un Pendrive?, y podría seguir.), la película absorbe al espectador y fluye tan bien que cuando uno quiere ver todo lo que está mal ya habrá terminado y disfrutado de la acción, comprobando una vez más que Scarlett puede hacer de todo.
Impulsos que no se sienten La directora Sandra Gugliotta incursiona en el thriller psicológico y policial con un relato que, siguiendo la línea de los films Tesis sobre un homicidio y Betibú, combina un caso policial con la novela de investigación periodística y ciertas obsesiones (demasiado) parecidas a las de Bajos Instintos (Basic Instinct, 1992). Arrebato centra su historia en Luis Vega (Pablo Echarri), un escritor de novelas policiales y profesor de literatura, a quien le proponen para su próximo libro abordar un caso mediático de asesinato de un dentista llamado Grotzki. Su investigación lo llevara a involucrarse con la viuda (Leticia Brédice) y principal sospechosa de Grotzki, que lo introducirá en un mundo de prácticas sexuales desconocidas. Con un comienzo prometedor, en el que el profesor habla a sus alumnos (cual espectador) sobre los principios del relato de ficción y la importancia de comprender la psicología de los personajes, Arrebato prepara al público para un relato donde la paranoia, el suspenso, los triángulos amorosos y mentiras verdaderas serán sus protagonistas. Pero lamentablemente aquella charla inicial del profesor queda en el olvido. Si bien Arrebato cumple con rasgos característicos del género falla en su primer eslabón, la identificación del público con sus personajes. Uno no logra identificarse con el profesor que es el eje central del relato, Pablo Echarry no da tal vez con el "fisic du rol" de escritor y profesor y no logra transmitir sentimiento o emoción alguna aún en situaciones extremas, y a partir de allí todo lo demás nos será ajeno como espectador. El relato nunca logra generar verdadera tensión, el suspenso es casi nulo y, si bien el guión esquiva algunos lugares comunes, está repleto de escenas que no conducen a nada y diálogos que se vuelven redundantes haciendo tempranamente predecible su resolución. Promediando el final, la intrascendente obsesión del escritor por entender la visión de los asesinos corre el eje de la trama y hace quedar en el olvido tanto al disparador de la historia como su relación con la viuda. Leticia Brédice, como la excéntrica y sospechada viuda (estilo Sharon Stone) que con sus encantos despertará lo más oscuro del escritor, que aparece y desaparece sin dejar rastros, las breves apariciones de Gustavo Garzón como tenaz fiscal, Claudio Tolcachir, como el editor de Vega y una destacada Mónica Antonópulos como la sufrida esposa de Vega, completan un reparto cuyas buenas actuaciones hacen transitable el relato pero en el que nunca podemos conectarnos con sus protagonistas.
El guionista Stuart Blumberg, creador de Más que amigos, La vecina de al lado y Los Niños están bien (The Kids Are All Right), por la que llegó a ser candidato al Oscar, incursiona en la dirección con esta comedia dramática que aborda en forma ligera y algo divertida, la particular adicción al sexo y el drama que viven esos personajes sometidos al deseo compulsivo y a la terapia de grupo de por vida. La película narra paralelamente la historia de tres hombres asistentes al grupo de adictos, vinculados entre sí por ser “padrinos” unos de otros, y como enfrentan sus problemas. Adam (Mark Ruffalo), un profesional exitoso quien lleva cinco años de “sobriedad” sin ver pornografía, prostitutas ni citas, que intenta comenzar a reconstruir su vida tras conocer a Phoebe (Gwyneth Paltrow); Neil (Josh Gad), un enfermero a punto de perder su trabajo por su adicción y Mike (Tim Robbins), un hombre con una larga historia de adicciones que ha logrado rehacer su vida familiar con su esposa Katie (Joely Richardson) pero que guarda un pasado conflictivo con su hijo. Muy distante de la profundidad temática sobre las adicciones y el potencial visual de Shame: Sin reservas, la película de Steve McQueen con Michael Fassbender, y lejos de Entre sus manos (Don Jon), la diferente e interesante propuesta de Joseph Gordon-Levitt, Gracias por compartir propone una mirada bastante superficial sobre esta adicción tan particular a través de un relato que oscila, de forma alternativa y sin unirse, entre los mecanismos de la comedia romántica y el drama familiar, reduciendo a romance la relación de Mark Ruffalo y Gwyneth Paltrow, a drama familiar la de Tim Robbins y su hijo, y a culto a la amistad la del enfermero Josh Gad y la cantante Pink. Si bien Blumberg sabe construir ironías en sus diálogos, las situaciones demasiadas trilladas y el relato políticamente correcto y aleccionador sobre las adicciones contemporáneas y los grupos de autoayuda, circunscriben la película al estupendo reparto, cuyas relaciones fluyen con total naturalidad creando la conexión con el espectador para poder disfrutar de esta simpática película que rápidamente olvidaremos.