Jess (Sarah Michelle Gellar} es una mujer con una vida casi perfecta, enamorada de su esposo Ryan (Michael Landes) quien en todo momento le demuestra su amor con mucho romanticismo, y siempre sorprendiéndola gratamente. Con ellos vive Roman (Lee Pace), hermano de Ryan, con una personalidad muy conflictiva, que los está observando permanentemente. Todo cambia cuando el esposo y cuñado de Jess sufren un terrible accidente y ambos hermanos terminan en coma con muy pocas posibilidades de sobrevivir. Hasta que un día Roman sale del estado de coma convencido que es el esposo de Jess, hecho en el que insiste dando pruebas de hechos privados vividos por el matrimonio de los cuales sólo ellos tienen conocimiento. Jess comienza a preguntarse que esconde este cambio de personalidad. La sospecha la lleva a un gran desafío. A partir de ese momento se van sucediendo una serie de situaciones confusas, con el entramado de una historia que no terminan de cerrar, con lo cual el misterio planteado carece de consistencia y los sucesos no resultan creíbles por su incoherencia. Es muy poco lo que se podría rescatar respecto a la labor del binomio de realizadores, quienes contaron con un soporte rutinario en lo técnico y la presencia de un elenco profesional que se limita a aportar su experiencia.
Lograda simbiosis de acción y humor por veteranos que se divierten... y divierten Escrita por Jon y Erich Hoeber, “Red” es una adaptación del comic sobre la vida de Frank Moses (Bruce Willis), un agente secreto retirado que decide volver a la acción cuando intentan asesinarlo, para lo que recurre a su antiguo equipo a fin de que lo ayuden para juntos descubrir por qué, habiendo sido los mejores de la CIA, ahora los persiguen por los secretos que ellos conocen, y por ese camino también se darán cuenta de grandes conspiraciones del gobierno por que son el blanco de la agencia. Este es una realización que contiene mucha acción, algo de romance y bastante humor. Los productores parece haber sostenido un guión que en el desarrollo de la historia se haya pensando en Helen Mirren para animar el personaje de Victoria, espía y asesina retirada. John Malcovich ratifica una vez más, si ello fuera necesario, su gran calidad de actor al realizar una excelente composición de Marvin Buggs, quien fuera víctima como miembro de la CIA, al ser tratado durante 11 años con la aplicación diaria de LSD, un muy calificado especialista en explosivos, ahora ser solitario y ermitaño. Como no es de extrañar se destaca Morgan Freeman como Joe Matheson, quien en su retiro no ha perdido la costumbre de coquetear con las mujeres, que se une al grupo para ayudar a su amigo Frank y combatir al enemigo. El toque romántico femenino, junto a Willis, lo aporta Mary-Louse Parker animando a Sarah incursionando en la historia de manera equívoca. Ante una elenco tan sólido no desentonan Richard Dreyfus y Ernest Borgnine, dos reconocidos valores actorales con una extensa historia profesional. Todo el plantel de intérpretes contaron con una muy buena dirección de Robert Schwentke, quien supo aprovechar la capacidad del elenco guiándolos con mano segura en un relato equilibrado donde la acción se integra a un humor fresco, fluido y muy bien dosificado. Los equipos del área técnica aportan a la obra oficio necesario para dar el marco apropiado. En suma, una comedia muy lograda que el espectador disfruta en toda su extensión, últimamente ausente en los productos procedentes desde la fábrica de los sueños.
Una historia sencilla, con pinceladas de la realidad, es lo que esta obra le aporta al espectador, mediante la mirada, tan absorta como inocente, de la niñez que, inconscientemente, tratan de integrar en su mundo de juguete los conflictos cotidianos de los adultos con sus ficciones y fantasías. Yuki y Nina son dos criaturas de 9 y 10 años, amigas desde las primeras travesuras en sus vidas, comparten sus existencias en el transcurrir de los días en la escuela, los juegos, sus casas, los sueños, entre estos, por ejemplo, vacacionar juntas. Practican ingenuamente, casi como un juego más, la amistad franca, profunda y desinteresada. Ellas, por sobre todo son eso tan simple: Amigas. Cuando Yuki se entera que sus padres se van a separar desconcertada observa que todo comienza a cambiar, para ella inexplicablemente. Su padre es francés, su madre japonesa. No comprende el por qué de esa separación, menos aún la razón por la cual su madre irá a vivir a Japón y que ella deberá acompañarla. Yuki se resiste a ese traslado porque tiene su vida en Paris. Con Nina como cómplice hacen planes para intentar la reconciliación de los padres, que incluye la redacción una carta que remiten al padre y la madre firmada como “Hadas del amor”. Como el resultado fue contrario a sus aspiraciones, resuelven huir perdiéndose en un bosque donde piensan que encontrarán la protección como solución al problema. El realizador japonés Nabuhiro Suwa (50, años, autor de cinco largometrajes) y el actor francés Hyppolite Girardot (55 años) en su debut como corealizador cinematográfico, concibieron y concretaron una producción donde relato y personajes son tratados con ternura respecto a la infancia, planteando los conflictos con sobriedad y delicadeza, pero también abre la reflexión a los adultos respecto a hechos doliente de un tema que afecta a más familias de las que uno pueda suponer en la sociedad contemporánea, donde las verdaderas victimas son los hijos, inocentes de las causas que originaron el resquebrajamiento del núcleo familia. Contaron con el aporte efectivo de técnicos que supieron captar la intencionalidad que guió a los guionistas-realizadores, particularmente en cuanto a fotografía, ambientación y cámara. Por otra parte, se destaca una muy buena dirección de actores, y la muy acertada selección de los dos chicos para interpretar a las pequeñas protagonistas, Arielle Moutel como Nina, y especialmente Noë Sampy que como Yuki tiene la responsabilidad de ser el eje de toda la obra.
Un comando de mercenarios conocido como Los indestructibles no tiene afiliación a ningún país ni identidad "oficial", por lo tanto cuentan con total libertad. Lo integran un amante de los cuchillos, un experto en artes marciales, un especialista en artillería pesada y un par de aficionados a los explosivos. Eligen los trabajos que desean realizar, generalmente no por dinero sino por que se sienten emocionalmente conectados con las víctimas o con sus causas. Sus servicios son solicitados para asesinar a un malvado dictador de un pequeño país en una isla sudamericana, un general que corrupto que somete al pueblo, mediante el miedo y la tortura, mientras acumula poder y fortuna en sociedad con un ex agente de la CIA. La fotografía de un niño brutalmente masacrada los induce a aceptar la misión. Una vez en la isla son emboscados por los hombres del malvado General, complicándose más situación cuando descubren que también son perseguidos por un traidor infiltrado que supuestamente coopera con la CIA El equipo resuelve abandonar la empresa, para luego resolver vuelve a completar y salvar a una chica inocente que sabe toda la verdad detrás del complot contra ellos. Tal es el resumen de esta aventura que involucra a “Los Indestructibles”, por lo que es muy fácil deducir que promete acción sostenida desde el principio hasta fin, con luchas permanentes empleando todo tipo de armas imaginables, con enfrentamientos cuerpo a cuerpo, un esplendoroso marco de efectos especiales y visuales, y muy generosas balaceas, todo ello para coronar el imperio de violencia que siempre acompaña a este grupo de mercenarios. El espectador que gusta de estas manifestaciones fílmicas no se sentirá defraudado, pues contiene todos los ingredientes para una receta muy frecuentada por guionistas, productores y realizadores dedicados a la cinematografía-espectáculo de acción por la acción, incluso con un apropiado final abierto a un romance, por ahora apenas insinuado, y merced al animo predispuesto del equipo para involucrarse en una nueva aventura. “Los indestructibles” les resultará satisfactoria particularmente a quienes les traiga reminiscencias de aquellas producciones de acción por acción características de las décadas del 70 y 80 del siglo pasado, con sus clisés y códigos, incluida la presencia de algunos de sus iconos masculinos entre los intérpretes, con sus físicos musculosos, tatuajes varios, camperas de cuero, que podrán reconocer no sin cierta saludable nostalgia, en tanto que a las nuevas generaciones es posible les resulte entretenida, particularmente por el ritmo logrado por la bien articulada compaginación, y los toque de humor aportado por comentarios o frases sueltas en los diálogos, con un gags que queda para la historia: en una escena aparece Arnold Schwarzenegger, uno de aquellos iconos –hoy gobernador de California- cuando le preguntan a Stallone “ese, ¿quién es?”, la respuesta no se hace esperar: “ese quiere ser presidente...” Puede también descubrir al gigantesco contrincante que enfrenta a Stallone en “Rocky IV” (1985), Dolph Lundgren, u otros más frescos en la memoria como Bruce Willis o Mickey Rourke. Los excesos de arbitrariedades y artificialidad no lo invalida como buen producto de entretenimiento, aunque resulte muy discutible, o polémico, al ser considerado ideológicamente por estar en las antípodas de la actual política estadounidense al sustentarse en la que rigió en ese país durante los años ochenta. Por otra parte, pueden encontrarse puntos de coincidencia, salvando distancias conceptuales y artísticas, con títulos de otros realizadores que reivindican a los “viejos”, quienes otrora integraban los consejo de los sabios, en tanto hoy son considerados carne de geriátrico. Por ejemplo, lo hizo con gran nivel, y cierto humor e incluso una dosis de ironía, Clint Eastwoon particularmente en “Los imperdonadles” (1992) y en ”Jinetes del espacio” (2000) Con Stallone de por medio, y una segura buena taquilla en su explotación internacional, no es de extrañar futuras secuelas de “Los indestructibles”, como lo fueron sus anteriores exitosas incursiones con Rocky y Rambo, si tenemos en cuenta que ha declarado seguir activo en el negocio fílmico.
La producción narra la historia de Joe Warr (Clive Owen), un exitoso periodista deportivo, especializado en tenis, casado con Katy (Laura Frasser), su segunda esposa, madre de uno de sus hijos, Artie (Nicholas Mcanulty), quienes viven en Australia una existencia casi perfecta, de amor y dulzura, conformando una familia plena. Todo esto cambia cuando a Katy le descubren un cáncer, a cuya consecuencia muere en muy poco tiempo. El hecho tan imprevisto le cambia la vida a Joe, quien de pronto se ve obligado a asumir el rol de padre de tiempo completo. A esta circunstancia se suma el arribo repentino desde Inglaterra de Harry (George MacKay), su hijo de 14 años producto del primer matrimonio, radicado en Londres junto a su madre, Su llegada se debe a la vivencia londinense poco feliz, lo que lo impulsó a buscar una respuesta por parte de su padre respecto al por qué lo abandono siendo muy pequeño, dejándolo con su madre para emigrar a Australia donde conformó un nuevo núcleo familiar del que es producto un medio hermano. Para llegar a un equilibrio muy deseado, Joe tendrá que superar numerosos obstáculos y situaciones conflictivas, para finalmente comprender las necesidades afectivas y humanas de Artie y Harry, reestructurar sus vidas, desde la suya propia, a fin de emprender una nueva integración familiar. Un relato dramático, que por momentos bordea el melodrama, trasunta la sensibilidad del guionista y del realizador para abordar con ternura un planteo donde están en juego los problemáticos vínculos y convivencias, siempre latente, entre padres e hijos. Conmovedora y emotiva realización, con apropiados toquecitos de humor que apuntan a distender las persistentes tensiones dramáticas. Un buen plantel de intérpretes cubren apropiadamente los distintos personajes, destacándose el trabajo de Clive Owen. La atinada dirección Scott Hicks se apoyó, además, en muy eficientes equipos técnicos.
Protagoniza esta historia una familia integrada por Catherine, ginecóloga exitosa, David, profesor de música, y Michael, hijo adolescente de ambos. Aparentemente se trata de una familia de clase media casi perfecta pero, como advierte un recordado proverbio, “No todo lo que reluce es oro”. En la intimidad Catherine sospecha que su marido la engaña, lo que se acentúa cuando David le comunica que perdió el vuelo desde Nueva York (donde dictó un curso) para retornar a su hogar en Toronto, por lo que llegará recien a la mañana siguiente. El hecho la afecta especialmente en razón de que había organizado una fiesta sorpresa para agasajarlo junto a los amigos con motivo de celebrar su cumpleaños. Al día siguiente, con David de regreso, Catherine circunstancialmente atiende su celular para encontrarse con un mensaje de texto de una de sus alumnas, quien alude con humor a lo que supuestamente sucedido en la jornada anterior. La decepción de la noche pasada y el mensaje en cuestión avivan sus sospechas de engaño. Circunstancialmente conoce a Chloe, una joven bellísima, muy sensual y seductora, a la que contrata para que intente seducir a David, poniendo así a prueba su fidelidad. Se ven regularmente narrándole Chloe, en detalle, cómo se van desarrollando sus encuentros. Pero entre ellas se va creando una rara conexión, entretejiéndose un peligroso juego que propone Chloe. Catherine descubrirá lo peligroso que puede llegar a resultarle a ella y su familia la vuelta de tuerca. Cuando creía que tenía todo bajo control, se encuentra al borde de un detonante que la puede conducir a resultados inesperados. La historia no es desdeñable, siempre y cuando resultase ingeniosa la trama narrativa, algo que brilla por su ausencia. Prometedora en el comienzo, entra luego en una sucesión de acciones muy previsibles para el espectador. Etom Egoyan es un realizador con oficio y profesionalidad, que a demostrando saber dirigir actores. En esta ocasión pareciera haber asumido el proyecto sin convicción. Un buen plantel de intérpretes cumplen con decoro los roles asumidos, destacándose particularmente Amanda Seyfried, quien en su carrera aportó ponderable interpretaciones románticas, como lo apreciamos en “Mamma mia” o “Cartas para Julieta”, sorprendiendo en esta oportunidad con la composición Chloe, al asumir un personaje tan diferente a los que venia encarnando, y lo hizo con resultados positivos.
Planteo subliminal denso y reflexivo sobre la fe y sus limites “La fe y la pasión” se refiere a una joven novicia obsesionada por la fe hasta llegar a un castigarse sin limites. La narración sigue el proceso de una joven, de origen burgués católico, recluida en un convento. Se pasea por los jardines desabrigada, no come, debilitada, muy delgada, su alimento se lo arroja a los pájaros, y nunca se separa de un rosario. Incondicional en su amor a Dios, con quien dice dialogar, aguarda el momento de convertirse en monja. Por sus extrañas actitudes la Madre Superiora se ve obligada a expulsarla, por lo que retorna al seno familiar. Consecuentemente, vuelve a ser la joven parisina Celine, hija de un ministro francés, con padres ausentes, habitando en la mansión de su familia, lugar tan sombrío como el convento. En una de sus incursiones por el pueblo conoce a dos jóvenes palestinos, uno de ellos fanático religioso como ella, pero de creencias en principio muy distintas. Yessine comienza a ejercer influencia sobre Celine, desde su posición fundamentalista, a punto tal de resolver huir con ellos hacia Medio Oriente, donde, sin perder sus convicciones, integra un grupo terrorista participando de un violento atentado, forma diferente en la búsqueda de la redención, y también, según su apreciación, servir a Dios aún desde el extremismo. El relato implica un desarrollo lineal y dramático, que en su análisis afloran momentos de ingenuidad, agresividad, sexualidad, además de un misticismo que de inocencia pasa a ser fanatismo. Es una historia sencilla, no exenta de cierta poesía, a la vez que compleja y reflexiva, muy bien desarrollada en el guión y realizada con delicadeza en el relato y densidad expositiva por parte de un realizador, quien hace pesar la atmósfera reinante y el planteo psicológico de los personajes. Julie Sokolowski cumple una excelente labor, su rostro es tan expresivo que aporta toques justos a Celine, poniendo de relieve sus padecimientos, su vida confusa y vacía volcada ciegamente en la fe católica, La puesta en escena, la fotografía de Yves Capes y la música gravitan en el ánimo del espectador trasmitiéndole las fuerzas entremezcladas del bien y del mal. Obra sumamente densa e interesante respecto de la cual cada cinéfilo llegará a las conclusiones, conforme su lectura e interpretación de los hechos y las situaciones propuesta por sus responsables.
El agente secreto Roy Miller (Tom Cruise) comienza una complicada relación con una bella mujer, June (Cameron Diaz) en el aeropuerto donde abordan el mismo vuelo a Boston, donde le tienden una trampa a Roy, quien se revela al espectador como experimentado peleador aniquilando a una decena de agresores. El avión se precipita en aterrizaje de emergencia en un maizal con Roy y June como únicos sobrevivientes. A partir de ese momento June se encuentra involucrada en los conflictos de Roy en una persecución sin cuartel, por ejemplo, saltando por techos en Austria, recorriendo calles de Sevilla o entre la suelta de toros en la tradicional festividad de San Fermín en Pamplona, entre otras locaciones turísticamente atractivas. Entre escapes insólitos, identidades falsas, traiciones, persecuciones sin respiro y un archirepetido romance apropiado a las circunstancias, se va desgranando una trama simpática aunque lineal, con resoluciones basadas en la arbitrariedad narrativa donde los personajes van superando sin ton ni son los obstáculos ideados sin mayor esfuerzo imaginativo por el guionista “Encuentro explosivo” tiene buen ritmo, adecuada técnica y presenta una dupla actoral con mucha química, por lo que no sería extraño que vuelva a ser reunida en algún otro proyecto de comedia romántica, por ejemplo. Tom Cruise y Cameron Díaz, ya vista en “Vainilla Sky” (2001), cumplen con la expectativas que su presencia puede despertar en quienes buscan un pasatiempo sin relieve sobre la base de acción sostenida con ribetes de comedia, sostenida por personajes frescos animados con desenvoltura por quienes los encarnan, cuyo final es previsible al cumplirse los primeros cinco minutos de proyección.
La historia gira en torno a Otto (Christian Ulmen) y Leo (Simon Verhoeven) dos alemanes que viajan por negocios a Japón desde donde importan Koi un pez japonés bellisimo, exclusivamente para coleccionistas. En este viaje conocen a Ida (Alexandra Maria Lara), una turista alemana diseñadora de telas, quien se siente atraída por Otto el buscador de los peces. El encuentro culmina en un casamiento en una ceremonia japonesa tradicional. Otto esta tan enamorado que le dice que es todo para él, que con su trabajo, ella y la casa rodante donde viven disfruta de una existencia plena. Al tiempo Ida queda embarazada, le pide de ir a vivir a una casa con jardín y luego de dar a luz quiere seguir con su carrera. Otto la ayuda, será él quien cuidara al hijo, aun en perjuicio propio. Llega un momento en que esto a ella no le resulta suficiente, le reclama a Otto que sea ambicioso, que presente más batalla, no reconociendo lo que sacrifica su marido en la convivencia, le cuestiona todo a punto tal que resultan inevitables los choque y los consecuentes conflictos. Ambos sienten la tentación por la infidelidad, están a un paso, pero no se concreta porque los sentimientos recíprocos operan como salvavidas, empero el enfrentamiento culmina con la separación en coincidencia con la pérdida de la fortuna lograda por la venta de un pez Koi, campeón de una especie en extinción. La crisis familiar y económica los llama a la madurez, el crecimiento y la reflexión respecto al panorama futuro que deberán afrontar. Doris Dörrie, la recordada realizadora alemana (54 años) de “Nadie me quiere” (1995), “¿Soy linda? (1998) y “Las flores del cerezo” (2008), una joyita cinematográfica, el mejor de sus trabajos vistos en el país, estrenada en la Argentina el 17 de septiembre de 2009, llega con cuatro años de demora “El pescador y su mujer”, segunda de sus obras rodada – esta parcialmente- en Japón, antecedida por “Sabiduría garantizada” (1999), y seguida por “La flores...” En esta oportunidad denota, como en los títulos anteriores, la búsqueda de propuestas interesantes por la historia que narra y el tratamiento cinematográfico utilizado exponela, aunque trasmite cierta sensación de frialdad para el sentir del espectador latino. Sus trabajos, y este no es la excepción, son inteligentes, prolijos, realizados con buena técnica y bien definida dirección de un plantel de intérpretes que responden a su estilo fílmico. Es para pasar un buen momento y pensar que las cosas cotidianas siempre son valiosas e importantes en la vida de cada uno. Alexandra Maria Lara fue galardonada como mejor actriz en Milan InternationalFilm Festival
Sensibilidad y fuerza dramática en una obra mesurada y profunda Esta es la tercera realización de la guionista y directora francesa Mia Hausen Love (29 años, “Après nûre rêfexion” -2003-, “Tout est pardonné” -2007-), primera estrenada comercialmente en el país, a quien considero como uno de los talentos de la nueva generación de la cinematografía gala. Gregoire (Louis Dode Lencquesaing) tiene todo, una bellísima mujer y tres hijas adorables. Dedicado a la producción cinematográfica independiente transita su carrera afrontando los avatares de quien, en cualquier latitud, se aventura en encarar obras de auténticos valores artísticos. Hiperactivo, trata de resolver encarar y los problemas que provocan directores y personal de los filmes que encara, transcurriendo sus vivencias con intensidad la entre familia y el trabajo disfrutándola plenamente. Con su personalidad y carisma parece que nada afectará su felicidad, pero su empresa Moon Films atraviesa serios problemas económicos, aunque estima que dispone de una última carta: pedir un préstamo a sus hermanos, empresarios de los cuales esta alejado hace mucho tiempo, cuyo resultado resulta negativo. Este quiebre financiero lo lleva a al suicidio. Atrás queda su familia, sus deudas, una producción inconclusa y otras en proyecto, además de un catálogo artísticamente importante del cual nunca quiso despenderse. Sylvia, su viuda, intenta seguir adelante como él lo deseaba, se hace cargo de la empresa pensando que logrará reactivarla, pero deberá someterse ante la cruda realidad, debiendo aceptarla y encarar lo porvenir. A través de la narración queda abierta al espectador definir si la decisión trágica de Gregoire respondió a un acto planificado o, como piensa Sylvia, un momento desesperación, de locura. Un guión inteligente y sin fisuras impulsa una progresión dramática muy medida que en su primera parte plantea los conflictos con apropiada cadencia narrativa, para luego, a propósito del suicidio, producir una abrupta inflexión que agudiza las acciones hacia la culminación de la historia. Mia Hansen-Love como realizadora denota sensibilidad, pero sin caer nunca en la sensiblería, y habilidad para generar y sostener latente la atmósfera requerida por la trama, desarrollada con delicadeza, inyectándole una dosis mordacidad y sutiles toque de humor. Técnicamente prolija desde la concepción de los encuadres hasta la compaginación del material registrado. Otro de los méritos de Mia es la muy ajustada dirección de un excelente plantel interpretativo, que tuvo una guía firme en el tratamiento de los diálogos de palabras, de miradas y de silencios.