Un lugar en el mundo Varias veces el cine retrató la crisis de creatividad de un escritor. El dilema de la hoja en blanco, la crisis existencial del autor y la falta de conexión con el lector, son algunos de los tópicos que este tipo de relatos atraviesa. La afinadora de árboles (2019) funciona en esa línea pero con el plus de tratarse de literatura infantil, un universo donde la imaginación visual es vital para sobrellevar la realidad, e incluso, transformarla. Clara (Paola Barrientos) es una prestigiosa escritora de libros infantiles en plena crisis existencial y profesional. Sin embargo sus dibujos surgen antes que los textos y las palabras, mediante el trazo de su crayón, boceta su universo y convierte en fantástico el mundo que la rodea. Con su marido (Marcelo Subiotto) e hijos adolescentes se muda al pueblo de su infancia en las afueras de la ciudad. Allí deberá reencontrarse con su profesión, con sus afectos de antaño y con la comunidad para la cual elabora su obra. La afinadora de árboles es una película sensorial, busca y encuentra con los elementos que cuenta trasmitir al espectador el universo interior de su protagonista. El dolor, la angustia y el afecto se perciben en cada plano. De manera inteligente su directora Natalia Smirnoff (Rompecabezas, El cerrajero) nos adentra en el universo emocional de una artista, magníficamente interpretada por Paola Barrientos. Su instinto y espíritu deambulan por el espacio rural (la vegetación, la tierra), la vida cotidiana del barrio y los trabajos de carnicero de un ex novio (Diego Cremonesi) y la ayuda social del comedor de la parroquia de Carlos (Matías Scarvaci). La escritora aburguesada de libros infantiles paradójicamente no puede conectar con los niños/jóvenes para quienes -supuestamente- escribe. Encerrada en su mundo, los esquiva y hasta pone una distancia con ellos. Primero con sus hijos y luego con los chicos del comedor comunitario. Pero esa búsqueda, ese ir y venir por los espacios del pueblo la llevan a encontrar su lugar y función social. Clara aprende a escuchar a sus hijos y a entrar en código con los adolescentes de su pueblo y tratará con su trabajo de trazar puentes con ellos. Smirnoff logra su mejor película hasta la fecha con este relato de crisis, al trascender las barreras del arte y su vínculo social, del artista y el mundo -en este caso- infantil que retrata. La imaginación se plantea como una vía de escape a la realidad pero que parte -de forma necesaria- de la misma realidad existente. Una película intimista que retrata ese momento que no puede explicarse con palabras e invita a descubrir y descubrirse con el poder comunicacional de las imágenes.
Entre los mapas La escuela contra el margen (2018) se ha convertido en el ámbito escolar en un documental muy mencionado: se trata de una película donde una docente propone a sus alumnos marginales del sur de la Ciudad de Buenos Aires reflexionar sobre su condición con interesantes resultados. Como parte de un ejercicio para un taller, una docente (Florencia) propone una actividad en la Escuela “Manuel Mujica Láinez” ubicada en Lugano, en el sur de la Capital Federal: que sus alumnos realicen un mapeo colectivo sobre su barrio. Un trabajo de campo sobre su identidad asociada al espacio geográfico que habitan para ser presentado en el proyecto Jóvenes y Memoria. El proceso del mismo es registrado por los directores Diego Carabelli y Lisandro González Ursi en este film. El comienzo de La escuela contra el margen recuerda a su par francesa Entre los Muros (Entre le murs, 2008), el film de Laurent Cantet en el que un profesor de ideas progresistas acude a una escuela pública francesa con una comunidad en su mayoría de inmigrantes con el fin de modificar la realidad de los jóvenes. Pero si bien esa idea social dificultosa por el contexto está presente en el film, La escuela contra el margen se despega de aquella película para centrarse en los adolescentes. Son ellos con sus conductas y actitudes –y no la docente- quienes van experimentando la transición entre la estigmatización social que asumen como una cruz y la conciencia de cambio. La película también sale del colegio con el viaje a Chapadmalal a presentar el proyecto de los estudiantes, y el regreso al barrio, cercano al Parque Indoamericano que en diciembre de 2010 fue tomado por más de 13.000 personas con deficiencias habitacionales graves. El resultado de su desalojo fue de tres muertos. Este hecho hizo que dos barrios marginales, los que viven en las villas y asentamientos, y los que viven en los viejos complejos habitacionales –de ambos asisten chicos a la escuela- se enfrenten por un rencor de años. Entender de dónde viene dicha grieta entre pobres y a quién beneficia realmente, es parte del trabajo reflexivo que esta película trae a colación.
Solidarietà La película de clausura del [21] BAFICI es un reflexivo documental del italiano Nanni Moretti (Habemus Papa) sobre el golpe de estado de Pinochet en 1973. Santiago, Italia (2018) es un documental de cabezas parlantes. Entrevistados cuentan a cámara sus experiencias tras el golpe de estado de Augusto Pinochet que derrocó el 11 de septiembre de 1973 al presidente electo Salvador Allende. El clima de esperanza enarbolado por el gobierno constitucional de izquierda fue derribado por el manto de oscuridad propiciado por el gobierno de facto. Pero Moretti se centra en la luz de esperanza vislumbrada en aquellos años nefastos por la embajada italiana en Chile. La solidaridad trazó un puente que sirvió de refugio para miles de ciudadanos opositores al régimen de Pinochet. Moretti narra los acontecimientos desde el golpe entrevistando a protagonistas desconocidos y conocidos (los cineastas Miguel Littin y Patricio Guzmán por ejemplo) que cuentan a cámara sus relatos de sufrimiento en esos sombríos momentos. También, Moretti da palabra al “otro bando” que trata de justificar su accionar. Las argumentaciones son desgarradoras por insólitas e irracionales e indignan tanto como los relatos de víctimas de secuestro y tortura. El fin de este trabajo es hacer foco en el puente de apoyo entre personas de ambos países, dejando de lado nacionalidades y partidos políticos para encontrarse en el humanismo y un sentido de legalidad según establecen normas y tratados internacionales. Pero a la vez, busca trazar un paralelo con la Italia contemporánea, esa nación cuya política inmigratoria actual se encuentra en las antípodas de la patria solidaria de los años setenta. Santiago, Italia hecha luz sobre aquellos momentos de penumbra, conmemorando y recordando los dolorosos e indignantes sucesos pero homenajeando a aquellas personas que en momentos traumáticos tuvieron la compasión de tender un brazo de sostén que para muchos significó la salvación.
El hombre y la bestia Matteo Garrone regresa al universo que mejor conoce con Dogman (2018), una fábula sobre un pequeño dueño de una veterinaria y el prepotente matón del barrio. En la descripción precisa de cada personaje está lo mejor de este film que participó del 71 Festival de Cannes. Marcello (Marcello Fonte) tiene una veterinaria llamada Dogman. En ella dedica su tiempo al cuidado, curación y adiestramiento de los perros. Este personaje solitario, una especie de Camilo Canegato, el protagonista de Rosaura a las diez (1958), tiene un vínculo con el resto de los comerciantes del barrio, y una adoración especial por su pequeña hija, a la que su ex mujer le deja ver esporádicamente. Pero Simone (Edoardo Pesce), el matón del barrio al que le vende cocaína, se vuelve violento e incontrolable. Por alguna extraña razón, el único que tolera su comportamiento es Marcello, hasta que lo mete en problemas con la ley. Dogman es la mejor película de Matteo Garrone, porque fusiona la descripción exacta del hostil sur de Italia con una narración poderosa. El contexto invita a pensar en el western como el género que mayores coincidencia tiene con los tópicos utilizados por la película: el espacio definido como territorio a defender, personajes de pocas palabras y una evidente ausencia de la ley. Las cosas se arreglan con códigos internos que acuerdan los habitantes del lugar. De esa forma los comerciantes deciden mandar a matar a Simone luego de que su conducta se torna intolerable. También hay códigos de lealtad que no se acuerdan pero están implícitos y quienes los rompen, son condenados a la expulsión del grupo. Garrone traza paralelos entre los perros que el hombrecito aprende a dominar y el matón, siendo la razón del vínculo entre dos seres opuestos. Pero en ese control que uno cree tener sobre el otro aparece el conflicto del film. Porque como en el western, el protagonista debe tomar decisiones claves para su destino y se equivoca por exceso de confianza, por ceder ante la prepotencia de Simone. El hostigamiento físico acosa al hombrecito desde la presencia corporal, fundamental en la película. Sentimos el peso de los cuerpos a través de la pantalla, en un contexto donde la ley del más fuerte se impone. A diferencia de Gomorra (2008), la genial ópera prima de Garrone, Dogman cuenta un cuento específico, articulando de manera eficaz los elementos del relato para dar su visión desesperanzada de una zona acosada por la delincuencia.
Cuidado con el cocodrilo El director francés de Alta Tensión (Haute tensión, 2003) vuelve a demostrar con Infierno en la tormenta (Crawl, 2019), que sabe combinar conflicto interno con la trama de terror que transforma a su protagonista en guerrera, en una película que tiene la forma de otras pero carece de identidad propia. La cosa empieza como cualquier película de cine catástrofe, esta vez de tornados. La tormenta comenzó, el huracán código 5 se acerca y adivinen… la protagonista (Kaya Scodelario) se meterá en medio del problema. Busca a su padre (Barry Pepper) quien se encuentra herido en el sótano de su casa. Allí los azotará la furia de la naturaleza. Pero la catástrofe se tiñe de terror doloroso, ese que el gore expresa con sus planos detalle de heridas, rotura de huesos y sangre. Las sensaciones se propagan por el film con mejor destino que el débil guion que, en lugar de crecer en fuerza dramática, apila elementos para multiplicar la tensión sin ningún tipo de verosimilitud en el camino. Al tornado se le suma inundación y cocodrilos hambrientos. Angustia y claustrofobia mediante el acertado uso de primerísimos primeros planos que expresan sufrimiento en la oscuridad mientras el agua crece minuto a minuto. Esta “experiencia sensorial” es lo mejor de la película, la puesta en escena y profundidad de campo generan el clima de encierro necesario para un film bastante básico en argumentos. El último manotazo de ahogado que el film utiliza es el de aventuras, cuando la tormenta trae consigo una serie de cocodrilos –muy mal diseñados por computadora por cierto- con el afán de devorarse a los personajes. Acá la película se torna divertida pero sin la intención de serlo como sucedía con la remake de Piraña (1978) que el mismo Alexandre Aja dirige. Una suerte de Jumanji: En la selva (2017) tenebroso, inconsistente y hasta torpe de a ratos. A Infierno en la tormenta le pasa lo mismo que a la mayoría de las películas contemporáneas: no tiene tiempo para desarrollar conflictos y justificar situaciones. Menos para desarrollar vínculos entre los personajes. La relación entre la protagonista y su padre está presente pero de manera tan efímera que no alcanza para que ella justifique su accionar . Se resume a un montaje que "unifica" las palabras motivacionales de su padre al entrenar a su hija en natación con la actitud de heroína adquirida por ella a la hora de sumergirse en las aguas de la tormenta para salvarlos de la catástrofe natural. Un cine entretenido con la fisonomía de un videojuego, que entrega algunos climas y no mucho más para la película de terror de las vacaciones de invierno.
Mujer protectora El cineasta chino Jia Zhang Ke regresa luego de la genial Lejos de ella (2015), con otra historia sobre el amor de una mujer (Zhao Tao) por su pareja a quien sostiene a fuerza de convicción y coraje. Pero también, el film traza un paralelo con la China actual, mostrando de contexto la melancolía de un país en declive. Corre el año 2001 y Qiao (Zhao Tao) es la única mujer en la casa de apuestas clandestinas de su hombre Bin (Fan Liao). Ella regentea el lugar y se hace cargo de conflictos menores. Cuando una banda rival los ataca se ve obligada a utilizar un arma ilegal. Presa por la ley por no declarar en contra de su novio, la mujer comienza su calvario y resurgimiento. Lejos de transitar un camino de venganza, Qiao realiza un viaje introspectivo de reencuentro con sí misma. La película comienza como un film sobre el sometimiento femenino en ambientes manejados por hombres para, de manera inteligente, hacer un giro hacia otro mucho mas complejo: aquel que muestra una mujer dispuesta a todo en un profundo acto de amor, que elige cargar con su pareja ahora con un problema físico, incluso en contra de su propia libertad e independencia. Qiao es una mujer que, después de intentar en ese viaje rehacer su vida aprendiendo a defenderse sola y a ser económicamente auto sustentable, decide quedarse con su hombre. En paralelo a la historia de Qiao podemos leer la historia de China, desde el año 2001 hasta la actualidad. Jia Zhang Ke encuadra cada escena con planos generales para asociar ambas historias. La mujer que resiste y se reinventa por amor a pesar de las carencias afectivas que su país le brinda. Un canto de amor a la resistencia. Esa mujer (Jiang hu er nv, 2018) no anda con facilismos, es una obra compleja que busca plantear algo del orden de lo incomprensible pero sumamente humano: el amor incondicional a pesar de todo. Como todos los personajes femeninos del director chino, Qiao demuestra su valor en las acciones, su fuerza en los resultados, y su decisión más allá de, a simple vista, condicionamientos sociales. Feminismo con todas las de la ley.
Entre ellas dos Hay películas que presentan grandes relatos en torno a la historia de la humanidad, mientras que otras, nos acercan al universo interior de personas comunes. En esa última línea aparece esta producción española que narra un momento inevitable y sensible en la vida. Viaje al cuarto de una madre (2018) es una película que trabaja con elementos mínimos que, si prestamos atención, están incluidos en su título: el viaje, el cuarto y la madre. Alrededor de ellos tres circula la película. Son elementos que construyen sentido en -al menos- dos direcciones: el viaje existe pero también es la búsqueda interior, el cuarto es donde transcurre la acción pero también representa la calidez y el encierro, mientras que la madre por definición, también delata la presencia de una hija y el vínculo que las une como mujeres independientes. La película de Celia Rico Clavellino no cuenta una historia épica, simplemente narra el momento en que Leonor (Anna Castillo), la hija adolescente decide dejar el nido familiar y las emociones que repercuten en su madre Estrella (Lola Dueñas). Sin embargo, las sensaciones encontradas de uno y otro personaje (magistralmente interpretados por Castillo y Dueñas) son lo suficientemente profundas como para engrandecer al relato y trasmitir sensaciones vivenciadas por ambas. Leonor consigue un trabajo de niñera con cama adentro en Londres y debe viajar, comienza su camino a la adultez en soledad mientras se distancia de su madre (su contención, su complicidad, su seguridad). Por su parte Estrella tiene que reinventarse, reencontrarse consigo misma y dejar de depender de las necesidades de su hija. Utiliza la comunicación por WhatsApp y se dedica tiempo completo a su trabajo. La película cambia la focalización de Leonor a Estrella y de Estrella a Loeonor, para que nos identifiquemos con ambos personajes en su soledad y anhelos, pero también con el vínculo elaborado entre ellas. Un relato intimista que se recuesta en los personajes y el espacio que habitan, para hacer llegar al espectador un cúmulo de emociones asociadas a un estado de ánimo difícil de describir con palabras, pero universal en la experiencia vivida por cada individuo.
Provincia usurpada El nuevo documental de Carlos Echeverría (Juan como si nada hubiera sucedido, Pacto de silencio y Huellas de un siglo) relata la historia de la usurpación de tierras en la provincia de Chubut desde el siglo XIX hasta la actualidad, y lo hace con rigor histórico a cargo de las protagonistas Nahue y Fernanda, historiadoras que realizan una investigación exhaustiva que incluye trabajo de campo, entrevistas a los campesinos y recopilación de documentos. El resultado es una clase de historia magistral sobre el tema. El gran enemigo de los pueblos originarios, aniquilados, esclavizados y luego explotados en las estancias, son los capitales extranjeros y la complicidad del Estado Nacional, encarnados en la denominada Compañía Inglesa. La empresa fue obteniendo tierras liberadas por la Campaña del Desierto ejecutada por Julio Roca y Perito Moreno, y tuvo el control de la explotación de los terrenos por más de cien años y ahora, gran parte pertenece a Benetton Group. Una historia con fundamentos económicos que explican cómo los intereses ingleses posibilitaron ese hurto, incluso al acondicionar a su merced el espacio para dicha explotación: El trazado del ferrocarril para llevar la producción al puerto, la policía para cuidar sus terrenos y la iglesia para contener a los rebeldes. Una historia de injusticias que detrás de víctimas y victimarios esconde intereses económicos muy bien explicados por las protagonistas. Chubut, Libertad y Tierra (2018) es un documental ficcionado, una de las protagonistas relata en off los hechos acontecidos con un punto de partida personal: la historia de su abuelo, Juan Carlos Espina. Espina fue doctor y diputado nacional, fundó un hospital, ayudó a los lugareños a mitad del siglo pasado. Pero en determinado momento y con el apoyo de la gente, decide meterse en política y funda el partido “Libertad y Tierra” dentro de la Unión Cívica Radical Intransigente. Cuando lleva al Congreso la reforma agraria empieza a ser perseguido como comunista y observado por el Gobierno de Frondizi. De esta historia personal se pasa a la universal para contar el despojo de los pueblos originarios de sus tierras ancestrales. Carlos Echeverría narra el cuento de manera clásica, con una intención didáctica evidente pero sin subestimar al espectador. Busca hacer ameno el relato y la cantidad de información para que su discurso (que no esconde su postura política) llegue con mayor eficacia. El resultado es contundente, algunas imágenes hablan por sí solas como la celebración de los cien años de la compañía aplaudiendo la explotación de dos de sus empleados más antiguos al festejar los 48 y 40 años de servicio de esta gente que, evidentemente, nunca obtendrán ni jubilación ni condiciones dignas de trabajo. Por supuesto el documental termina con los asesinatos de Santiago Maldonado y el mapuche Rafael Nahuel, dos personas que lucharon por los derechos de los pueblos originarios a recuperar sus tierras entregadas a empresas privadas -y extranjeras- mediante una gran estafa no sólo a las comunidades sino a todo el pueblo argentino. El tema es crucial y excede al documental que busca denunciar y tomar conciencia de lo ocurrido. Ahí radica su importancia y trascendencia.
Mi pasado me condena “El recuerdo miente, hace bonitas cosas que eran horribles. De lo contrario la vida sería insoportable”. Es el inicio de Ricordi? (2018), película de Valerio Mieli, y el comienzo de la historia de amor entre Lui (Luca Marinelli) y Lei (Linda Caridi). Con ese diálogo se conocen y plantean el núcleo de la trama. Pero aquello que anuncia una interesante reflexión sobre el paso del tiempo, rápidamente se convierte en la cáscara innovadora de una típica película romántica. Lui (Luca Marinelli) es depresivo y melancólico. Su mirada triste supone un halo de misterio que se vuelve interesante para Lei (Linda Caridi), planteada como su contracara. Alegre, vivaz, siempre dispuesta a encontrar la mitad medio llena del vaso. Pero el dolor existencial de él arrastra la relación a una oscuridad que le impide disfrutar del presente y vivir anclado a un pasado que inevitablemente no volverá. La propuesta nos trae a la mente otras películas que han trabajado el paso del tiempo, como la edulcorada visión de Federico Fellini en Amarcord (1973) sobre su pueblo, o el cuento de Jorge Luis Borges Funes el memorioso. Porque el tema en el film surge de su construcción a retazos, fragmentos del pasado que se conectan y desconectan con el presente de los personajes. En ese aspecto el film con mayores puntos de contacto es El año pasado en Marienbad (L'Année dernière à Marienbad, 1962) de Alain Resnais, el clásico en el que una pareja recordaba su pasado feliz desde un presente gris. Sucede que Ricordi? lejos de reflexionar sobre los recuerdos y la elaboración que la mente humana puede hacer al respecto, se limita a utilizarlos de base para actualizar el clásico relato amoroso. La pareja que se conoce, enamora, van a vivir juntos para luego entrar en crisis, separarse y volverse a reconquistar, es harto conocida por todos. Para renovar la puesta el director Valerio Mieli apela al orden aleatorio de los acontecimientos: el antes y el después se conecta y desconecta según el estado emocional que la relación atraviesa. Este recurso es presentado con una atractiva puesta sensorial. Por momentos la historia mdidfica la versión del mismo hecho según sea recordado por uno u otro personaje con diferencia de colores y matices. Los tintes surrealistas, de ensoñacion en la elaboración de los recuerdos, hacen lo mejor de la propuesta. Su energía visual es indiscutible. Sin embargo, el tema daba para profundizar en el asunto, trabajarlo desde el existencialismo y la configuración de la identidad, cuestiones que están en la película pero desdibujadas debajo del formato del drama romántico. Como si el director no confiara en su propia búsqueda y necesite anclarla en lugares comunes para llegar a buen puerto.
Conocimiento adquirido Todos aquellos que hemos transitado la formación académica nos encontramos familiarizados con los alumnos sometidos a evaluación de Las facultades (2019), la película de Eloisa Solaas, en competencia en el [21] BAFICI. Se trata de un documental de observación que reposa la cámara en el momento de mayor tensión de la estructura de enseñanza: aquella en la que se le pide al alumno que en pocos minutos maneje conceptos, elabore una reflexión y demuestre conocimiento en su discurso. Lo que vemos son exámenes de física, piano, derecho, filosofía, medicina, cine y economía, entre otras áreas. El documental Las facultades se distingue de otros trabajos de observación porque la cámara reposa en los alumnos en esa instancia decisiva, sus rostros y gestos, sus titubeos y posterior alegría o frustración. El edificio de la facultad contextualiza y el docente interrogador (la mayoría de las veces) queda fuera de plano. Como si no importase otra cosa que el alumno evaluado. Esta decisión formal llega a dos conclusiones: por un lado muestra el sinsentido del rigor académico en ese único y determinante momento, y por el otro, la necesidad de su existencia, sobre todo cuando vemos al estudiante del penal empoderado al apropiarse del conocimiento. Las facultades es una película simple a nivel formal pero que profundiza con su planteo intelectual, deja al espectador reflexionando sobre lo visto, justamente por la relación que el montaje –fundamental- teje entre examen y examen encontrando puntos en común: las facultades de los estudiantes para sortear la estresante instancia.