El turno de las ilusiones La nueva película de Woody Allen habla de las ilusiones. Continuando en su búsqueda existencialista del sentido de la vida, el director neoyorkino aborda irónicamente el misticismo en Conocerás al hombre de tus sueños (You will meet a tall dark stranger, 2010), como no podía ser de otra manera. Al parecer una historia coral, pero no lo es. Allen articula el relato con una voz narradora, una suerte de mega narrador (¿su alter ego?) que excede a los protagonistas de la historia. Alfie (Anthony Hopkins) se separa de su mujer Helena (Gemma Jones) luego de cuarenta años de casado y se casa con Charmaine (Lucy Punch), una joven prostituta. Su mujer visita periódicamente a Cristal (Pauline Collins), una “ilusionista” que le da los pasos a seguir. Su hija Sally (Naomi Watts) está casada con Roy (Josh Brolin) en un matrimonio en crisis: ella se enamora de su jefe Greg (Antonio Banderas) y él de su joven y sensual vecina Día (Freida Pinto). Las historias no se entrecruzan ni confluyen entre sí, son simplemente distintos puntos de vista del mismo discurso sobre las ilusiones que el mega narrador expone. Todos los personajes están en crisis y, en vez de enfrentar la verdad, se evaden mediante las ilusiones que se les presentan. Por ello Alfie tiene la ilusión de que su nuevo matrimonio funcionará, Roy de que las curvas de su vecina serán la musa inspiradora de su nuevo libro y Helena que los cuentos de Cristal la alejarán de la depresión en la que se encuentra. Nada es real, todos se mienten y creen lo que quieren creer. Pero el mega narrador no plantea un discurso de superioridad con respecto a sus criaturas dando una suerte de moraleja. No. En todo caso es un nuevo planteo acerca del sentido de la vida que Woody Allen nos trae con su nueva película. En La maldición del escorpión Jade (The curse of the jade scorpion, 2001) era el azar el elemento que estructuraba la historia, en Crímenes y pecados (Crimes and misdemeanors, 1989) el destino, sólo por citar algunos ejemplos. Siempre recostándose en actitudes políticamente incorrectas y de moral dudosa que en los tiempos que corren cada vez le sientan mejor al director de Manhattan (1980). Conocerás al hombre de tus sueños cuyo título original significa algo así como “conocerás a un hombre alto, extraño y oscuro” deja en claro que, aquello que ilusiona es el sabor de lo misterioso, lo desconocido, lo exótico. Nada que ver con la vida real, aunque a la vez, sea tan necesario.
Algo en común El film argentino La vieja de atrás (2010) de Pablo José Meza es un desencantado retrato sobre la soledad en la vida citadina. Dos personajes que pasaron sus vidas ignorándose mutuamente –a pesar de vivir en el mismo piso del mismo edificio- descubren que se necesitan y tienen más de una cosa en común. A pesar de haber participado del Festival de Mar del Plata y llevarse el premio a la mejor actriz en Huelva sólo se estrena en los cines Gaumont y Showcase Norte. La vieja de atrás se centra en la relación entre una anciana de ochenta años (Adriana Aizemberg) y un joven de la Pampa que vive al final del pasillo (Martín Piroyanski). Sus vidas empiezan a fusionarse por una falta que compete a ambos: su soledad en el mundo. La narración lenta, por momentos tediosa, remarca la falta de reacción de sus protagonistas ante la vida en el film de Meza, que peca de contar con una cantidad de frases y situaciones inverosímiles. La relación entre protagonistas resulta forzada en algunos pasajes. Por ejemplo la anciana pasa de cascarrabias a bondadosa bruscamente. Aunque, y más allá de lo mencionado, el segundo film de Pablo José Meza (Buenos Aires 100 km) se destaca por la descripción de pequeños momentos y climas y por priorizar los gestos de sus protagonistas ante cada situación, logrando inmiscuirnos en la tediosa rutina de dos seres que se encuentran en la soledad de la vida en la ciudad, ese extraña circunstancia que produce el vivir rodeado de una multitud de gente. Con esta simple pero atractiva premisa La vieja de atrás sostiene su extenso metraje gracias a una gran actuación de Adriana Aizemberg y la continua confrontación con el personaje –habitual- de Martín Piroyanski.
La original y su remake Remake del film dirigido por Meir Zarchi en 1978, Escupiré sobre tu tumba (I spit on your grave, 2010) da un paso más en el cine de violencia física. Para quien disfrute de películas impresionables como Hostel (2005) o El juego del miedo (Saw, 2003), esta nueva versión dirigida por Steven R. Monroe va aún más lejos agregándole a las escenas de tortura física con desmembramientos, las sádicas violaciones en primer plano. Jennifer Hills (Sarah Butler) alquila una cabaña en el medio del bosque con la intención de pasar un par de meses de vacaciones y poder escribir su novela. Pero no cuenta con que cinco hombres la visitarán con el único fin de humillarla física y psicológicamente al violarla reiteradas veces. Una vez creída muerta, ella volverá para vengarse uno a uno de sus brutales asaltantes. No hay construcción sutil de lo terrorífico, sino que está dado por lo explícito de las imágenes. El terror no se basa en lo que se sugiere sino en lo que se muestra. Estamos frente al más puro cine splatter, un subgénero de explotation de los años setenta (basado en exponer el morbo de la forma más cruda posible) al que adscribe el filme original y trata de ser fiel la remake. Y vaya si lo logra. Escupiré sobre tu tumba versión 2010 tiene un par de cambios para estar a tono con la estética “impresionable” actual. Son dos las diferencias destacadas: una es el énfasis en la violencia psicológica además de la física. Antes de violarla la psicopatean. En la escena de violación múltiple vemos en un primer plano a Sarah Butler muy similar al de Mónica Bellucci en la violación de Irreversible (2002) de Gaspar Noé. El segundo es la venganza. Jennifer no seduce para atraer a los violadores, simplemente los atrapa como conejitos de indias y somete a ingeniosas torturas físicas al mejor estilo Hostel. La primera película era de 1978 e iba a llamarse originalmente “el día de la mujer” –su productor prefirió finalmente un título más vendedor- porque de alguna manera la mujer se imponía frente a los agresores utilizando como armas la seducción y la inteligencia contra la fuerza física y el salvajismo del hombre. En la actual, la igualdad femenina está en que la heroína –si puede llamársela así- accede exactamente a las mismas armas que el hombre para vengarse. Sólo que la posibilidad de reírse último la posiciona mejor. Eso sí, aclaramos que si gusta de este tipo de temáticas hay un filme nacional –y no es por defender el cine argentino- que es mucho pero mucho mejor llamado No moriré sola (2009)de los hermanos Bogliano. A esa película sí la recomendamos ampliamente.
Fábula literal y moralista La última adaptación cinematográfica del clásico de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray (Dorian Gray, 2009) comete el pecado de literalizar aquello propuesto por el autor original mediante una simbología. Una adaptación que se dedica a poner en imagen aquello que ocurre en el texto en vez de trasponer la esencia de la novela al lenguaje fílmico. Dorian Gray (Ben Barnes) llega al Londres victoriano sorprendiendo a la sociedad con su perfección física y su ingenuidad. Rápidamente se hace amigo de Henry Wotton (Colin Firth) quien lo introduce en los placeres del alcohol y las mujeres, llevándolo por una vida de pecado, reflejados en el retrato de Dorian Gray y no sobre su propio cuerpo. A la hora de trasladar una obra literaria al cine se debe realizar un proceso de trasposición de un lenguaje a otro. El texto literario se “transforma” en un texto fílmico, no se adapta tal como es, por la simple razón que son lenguajes distintos. Ahora, si se toma el texto literario como si se tratase de un guión, veremos en pantalla los sucesos tal como los describe el papel. No hay trasposición. No hay una interpretación del texto literario para captar su esencia y trasponer “el sentido” de lo escrito en imagen y sonido. Eso sucede con El retrato de Dorian Gray. Todas las acciones se traducen literalmente. Pero dejemos de lado el que hubiera pasado y hablemos de lo que pasó. El retrato de Dorian Gray se basa en una premisa de por sí interesante y, aunque no hay en el film metáfora ni simbologismo alguno, entretiene, con el único recurso de generar suspenso al ocultar el famoso retrato y algún que otro peligro que el joven Dorian corre en sus promiscuas aventuras. Dirigida por Oliver Parker y de origen británico, la película se extiende en duración pero no llega a ser extremadamente tediosa. Para quien no conozca la historia (el público adolescente al que está dirgida) puede llegar a funcionar e, incluso, darle un aleccionador mensaje moralista para el futuro. Los demás seguiremos esperando que no se vuelvan a meter con las grandes obras de la literatura con el único sentido de hacer un éxito de taquilla.
Los recuerdos de Tornatore Baarìa, las puertas del viento (Baarìa: La porta del vento, 2009) es muchas cosas. Es la película más cara del cine italiano -costó 35 millones de dólares- es la candidata al Oscar extranjero representando a Italia, es el film de apertura del pasado festival de Venecia y una autobiografía de Giuseppe Tornatore -su director- en un colorido retazo de la historia italiana a través de los recuerdos sobre su pueblo natal (Baarìa) cargados de sueños, fantasías e ideales comunistas. La película es una sucesión de recuerdos transformados en curiosas y pintorescas anécdotas que Giuseppe Tornatore ordena cronológicamente a partir de reconstruir su infancia en el siciliano pueblo de Palermo Baguería, apodado Baarìa. La historia cuenta la vida de la familia de Peppino Torrenuova (Francesco Scianna, álter ego del director) desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década del setenta, aunque no haya un anclaje temporal específico en el filme. Baarìa comienza con una serie de “anécdotas” que describen el costumbrismo del pueblo y los habitantes del mismo, que para el caso son la misma cosa, partes de un tiempo y un espacio fantástico que viven dentro de la memoria. Anécdotas separadas por fundidos a negro, marcando su valor intrínseco, independientes de los sucesos que las encadenan. Sin embargo Baarìa no desestima jamás su intención narrativa en su estructura general. Tornatore utiliza una serie de recursos para expresar el carácter alegórico de lo descripto. Uno es la representación como elemento ideal que construye las imágenes “memorables”: el cine, la cámara de fotos, la pintura en la iglesia. Otro son las miradas que marcan elipsis temporales que permiten el pasaje de la infancia a la adultez de los personajes. Pero, y quizás el elemento más destacado, son los ideales como motor de la vida. No sólo los ideales comunistas que el personaje de Peppino defiende a raja tabla, sino los ideales entendidos también como las creencias, ya sean místicas, religiosas, políticas, o populares. Son el motor de los protagonistas y la pulsión de sus vidas. En su autobiografía el director empapa los sucesos de ese realismo mágico, de esas ilusiones sin las cuales todo carecería de sentido. Por eso, parece decirnos, sería un sin sentido contarnos la historia como realmente fue, perdería “la ilusión” de recordarla. Y la representación, en este caso la película como dispositivo cinematográfico, no es más que una fábrica de ilusiones. A ella asistimos en todo su esplendor con Baarìa.
La chica del cabello largo Cada tanto Disney realiza una película genial que cumple con todas las aspiraciones pretendidas y que reafirma su marca distintiva por sobre el resto de la compañías de Hollywood. Es el caso de Enredados (Tangled, 2010) el nuevo cuento de hadas medieval que posee todos los condimentos para convertirse en un nuevo clásico de la productora del ratón Mickey. Una bebé con extraños poderes en su cabello es secuestrada y encerrada en la torre de un castillo por una bruja malvada. A la edad de 18 años la pequeña Rapunzel (voz de Mandy Moore en la original) tiene ansias de conocer el mundo y decide salir de la torre a espaldas de su madre-secuestradora con su príncipe azul que, paradójicamente no subió a la torre a rescatarla sino a esconderse de un robo que acaba de cometer. Todos los tópicos Disney se repiten en Enredados: la historia medieval contemporánea, los valores familiares inquebrantables, las estructuras sociales incuestionables, la división del mundo en “buenos” y “malos”. Todos estos componentes hacen que Disney sea Disney, es decir, una marca firme que vende sus productos con la certeza de que los consumidores sepan de ante mano que van a comprar. Cine de género puro. Pero Disney tiene también esa capacidad de reinventarse una y otra vez, haciendo siempre lo mismo pero buscándole -y encontrándole- la vuelta al producto para que tenga la solidez y frescura suficiente para venderse como novedoso y reafirmar la marca una vez más. Enredados construye su historia desde la metáfora de la madre sobre protectora a la que su hija -en edad adulta- se revela. La conversación entre ambas no tiene desperdicio para ninguna quinceañera. La madre hace gala de su experiencia personal para asustar a su hija de los peligros del “afuera” bajo el lema de “cuidar” a la niña. La chica sintiéndose culpable por desobedecer a su madre llora por los rincones luego. Disney dice “debes revelarte para conocer el mundo pero también debes esperar a la mayoría de edad que te lo permita”. Mensaje conservador teñido de mensaje liberal. Otra metáfora genial es cuando Rapunzel entra en un bar repleto de hombres “temibles”. Todos tienen el torso desnudo explotando su masculinidad. Aunque no hay mención directa al hecho de que “la niña angelical que acaba de salir del lecho materno se topa con toda la hombría junta” metáfora sexual si las hay, queda relegado al comentario naif de la niña “que olor fuerte que hay en este lugar”. Claro que, al ser una chica “moderna” rápidamente maneja la situación y los hombres “peligrosos” pasan a ser inofensivos y hasta buenos compañeros. Pero para no extendernos demasiado en un análisis que llevaría varios caracteres, vamos a cerrar esta nota diciendo que Enredados tiene la dosis justa de humor, aventuras, carisma, personajes adorables y moralina –obvio- que hacen que Disney entregue uno de sus mejores productos en mucho tiempo.
La televisione del Cavalieri El documental italiano Videocracy (2009) centra su atención en la televisión italiana destinada al más burdo entretenimiento, cuyo magnate paradójicamente es el presidente de ese país Silvio Berlusconi. La película analiza la relación entre la manipulación mediática y la construcción de una imagen exitosa. Se podrá ver sólo en los Arteplex. La historia de la televisión italiana coincide con el ascenso al poder de su máximo responsable, el Cavalieri Silvio Berlusconi, actual presidente de Italia. El documental narra el proceso cultural que el medio audiovisual fomentó con el paso de los años, todo un mecanismo intencional donde se promueve el costado más primitivo del ser humano. La película de Erik Gandini comienza con el último eslabón de la cadena del éxito artificial que genera el mundo televisivo hasta llegar al primer responsable: Berlusconi. El primer personaje es Rick Canelli, un curioso muchacho que pasa sus días intentando ser reconocido en los canales de TV con sus imitaciones a Van Damme y Ricky Martin. Su destino no puede ser otro que el fracaso y allí se induce la idea ficticia que transmite el film: el éxito de una imagen televisiva no puede ser otro que la construcción de una gran mentira. El otro personaje es Berlusconi. En este interesante análisis de factores que llevan desde “las velinas”, famosas bailarinas sexys que acompañan al conductor del programa, hasta un famoso paparazzi Fabrizio Corona, conocido por extorsionar con fotografías in fraganti a estrellas del mundo del espectáculo, una suerte de Robin Hood moderno, según la definición dada por él mismo. Todos estos personajes descifran en Videocracy, una manera de entender la Italia de Berlusconi, sus injusticias, sus miserias sociales, sus valores morales o mejor dicho la ausencia de ellos. El documental de construcción convencional adquiere momentos grandiosos al tomar distancia siempre de lo que estamos viendo. Accedemos a los acontecimientos como meros turistas, impresionándonos con aquello que deberíamos divertirnos. El culto al sexo, al dinero, al consumo desmedido, a la fama sin importar como, atemorizan en cada segmento. La banda sonora tiene un importante lugar. El sonido viene a funcionar como contraste de las imágenes o a exacerbarlas, con la intención de provocar extrañamiento en lo visto. De este modo, el director Erik Gandini invita a distanciarnos y mirar objetivamente aquello que consumimos a diario sin cuestionarlo. Y no es un tema local de Italia si tenemos en cuenta la televisión de esparcimiento mundial. En un mundo donde la imagen vale más que cualquier idea, los personajes se convierten en una fauna muy particular y sólo el más salvaje puede ser rey. Videocracy nos comenta con altura, justamente cómo este personaje pudo llegar al poder.
El Charly García alemán Bienvenidos al mundo rave, universo que habita el famoso DJ Ickarus a punto de arruinar su brillante carrera por su dependencia a las drogas. La película de Hannes Stöhr que tiene al DJ Paul Kalkbrenner en el papel de Martín Karow alias DJ Ickarus, nos trae la historia de un simpático drogadicto en caída libre y su posterior recuperación pasando por la lucha a la abstinencia. Un típico Charly García alemán si tenemos que buscar un sinónimo argentino. Icka vive de gira. Fiestas rave, música electrónica, y muchas pero muchas drogas hacen que su cuerpo resista la falta de descanso y comida. Su novia y manager Mathilde, lo acompaña en todas sus aventuras, es su cable a tierra, su contención. Pero Icka no puede con su genio y en la obsesión por editar su nuevo álbum cae una y otra vez en el consumo de drogas. Por ello es internado en una clínica de rehabilitación donde experimentará su lucha contra la abstinencia fortalecida por su única compañera: su consola. Berlin Calling (2008) se recuesta en su particular personaje Icka para hacer un retrato del universo rave. A través de él, el film nos introduce en el mundo de fiestas electrónicas donde el desmadre sexual y de drogas (todos consumen, desde el dueño del boliche hasta el DJ) es materia de todos los días. Ahí justo en el medio se encuentra Icka, un sensible artista de música electrónica envuelto en el aura de “Dios de la consola” por sus fans, su dealer y demás drogones que no dejan de acompañarlo. Pero Icka no es una bestia en esa jungla sino un simple animalito que necesita ser contenido para crear “su arte”. La película trata mediante todos sus recursos formales de dar con las sensaciones que experimenta su protagonista. Cuando está en su salsa, tocando su música para las masas que se deleitan con su arte, cuando está drogado tratando de evadirse como un niño que no es capaz de poner límites a todo el mal que lo rodea, o cuando lucha por abstenerse al violento impulso que lo ataca por no volver a drogarse. La cámara lo rodea, lo envuelve, lo aprisiona. La música del film es la de su mente, la que está dentro de su cabeza expresando sus estados de ánimo. Su nombre Ickarus viene de Ícaro personaje de la mitología griega que quería volar y su padre le construye alas de cera. Al querer volar muy alto se le derriten con el sol y termina cayendo. Icka, en alusión a este personaje, vive su mismo destino, es vanagloriado como un Dios y termina sufriendo el destino de un mortal. Profundamente humano, termina por rearmarse y volver a ser quien alguna vez fue. La historia que cuenta Berlin Calling es lo menos importante. Lo importante del film es su discurso que, sin pretensiones de aleccionar a nadie, intenta convertir a su carismático personaje en un perdedor querible en el que se esconde un curioso genio de la música. Say no more.
Video muy independiente La distribuidora VideoFlims estrena únicamente en Club Mon Amour (jueves a las 21:15 Hs) y ArteCinema (viernes a las 20:30 Hs), La Casa por la Ventana (2010) co-producción chileno-argentina protagonizada por Walter Cornás y dirigida por Esteban Rojas y Juan Olivares. Julio Saéz Jr. (Walter Cornás), un prolífero nerd, organiza una fiesta en su casa. Lo que no se imagina es que se llenará de descontrolados poniendo en peligro el orden del lugar. Buscando la forma de ponerlos en vereda, encontrará la manera de relajarse y disfrutar. Esteban Rojas, responsable de los cortos Post: La Aventura Completa (2010) Fomingo (2008) y Strogonoff (2008) y Juan Olivares realizador de Ataque Samurai (2004), son los encargados de llevar cabo esta aventura “hogareña” que apela al humor histriónico, a base de personajes estereotipados y chistes básicos. Es una idea muy breve que se sentiría más cómoda en el formato de un cortometraje. Quizás por eso el film (o mejor, el video) no dure más de 72 minutos. Apenas sobrepasa la duración estándar (68 minutos) para considerarse largometraje. Uno puede estar a favor de este tipo de cine independiente o en contra, es una cuestión de gustos que no debe descalificar de ante mano la calidad del producto audiovisual. Pero sucede que en La Casa por la Ventana hay algunos encuadres y transiciones que dejan mucho que desear, como si se tratase de errores de estudiantes de primer año de una carrera de cine. Aunque, hay que admitir, que el público que gusta de este tipo de films, poco se preocupa por la calidad técnica de los mismos, priorizando una historia lineal, que arranque alguna que otra carcajada y eso es todo. Con tan limitadas expectativas, el planteo parece no desentonar tanto. Después de todo, es una película para ver tomando cerveza con amigos.
Naturaleza sangre La segunda película de Jennifer Lynch (Boxing Helena, 1993) es un rompecabezas de un caso policial pero a la vez de la mente humana, envolviéndonos en la perversa psicología de sus protagonistas relacionados con una serie de asesinatos. La hija del afamado David Lynch (El hombre elefante, Terciopelo azul, Carretera perdida), orquesta de este modo un juego de puntos de vista a la perfección con Surveillance (2008), una bocanada de aire fresco a la trillada cartelera local. Un brutal asesinato propiciado por unos encapuchados da comienzo a la más ardua investigación para resolver el caso. Dos agentes del FBI (Bill Pullman y Julia Ormond) llegan a la jefatura de policía ubicada en un pequeño pueblo de carretera comandada por el Capitán Billings (Michael Ironside). Tres testigos cuentan sus versiones de los hechos que continuaron con la ola de crímenes en medio de la ruta. El espectador deberá desentramar la oscura naturaleza de los relatores para comprender quien es el culpable de la masacre. Parece más de lo mismo pero nunca lo es. Los distintos clichés de este tipo de relatos se suceden uno tras otro: un violento asesinato de unos encapuchados dementes en medio de la carretera; policías de un pequeño pueblo rural esperando algo de acción; distintos testigos declarando los hechos con policía malo/policía bueno tratando de sacarles la verdad. Pero nada, absolutamente nada termina siendo así. Y esto sucede porque Jennifer Lynch invierte todos los componentes del género policial y del serial killer para explorar el origen de la violenta naturaleza humana. El asesinato parece quedar de lado, ser sólo la causa de tanta locura desatada en medio de la nada. La realizadora trabaja las consecuencias del hecho que altera el accionar de los distintos personajes. La película articula minuciosamente un entramado de puntos de vista que irá manipulando la información que le llega al espectador para sorprenderlo minuto a minuto y dar inesperadas vueltas de tuerca. No hay personajes buenos, ni víctimas ingenuas de lo acontecido, hay una manipulación tras otra, desde los personajes entre si hasta de la realizadora con el espectador quien también, y como un cuarto punto de vista, desconfiará de lo expuesto para tratar de desentramar el caso. Surveillance se impone como uno de los mejores filmes del año en cuanto a su construcción narrativa. Desde su título ya está manipulando un juego sonoro con las palabras vigilancia y violencia: facetas centrales de la naturaleza humana, esa misma que explora tan acertadamente Jennifer Lynch.