Le Parrain El thriller francés El inmortal (L’immortel, 2009) apuesta todas sus fichas al film de gangster, utilizando incluso escenas calco de clásicos del género como El padrino (The godfather, 1972) o Buenos muchachos (Goodfellas, 1990). En este caso es la guerra de mafias en la ciudad francesa de Marsella el lugar designado para la acción. La película está basada en el libro de Franz-Olivier Giesbert escrito a partir de los hechos verídicos ocurridos a Jacky Imbert, apodado el inmortal luego de sobrevivir a veintidós balazos. Charlie Matteï (Jean Reno) es un padrino de la mafia que busca retirarse de su vida cargada de sangre y muerte para ocuparse de su familia. En ese intento es brutalmente atacado por ocho tipos y dado por muerto luego de recibir veintidós balazos en su cuerpo. Pero Charlie no muere, de ahí recibe el apodo de “El inmortal”, y buscará venganza eliminando uno a uno a sus agresores. El inmortal es una superproducción francesa bien construida por su director Richard Berry, que intercala escenas de acción que van desde los asesinatos a sangre fría a persecuciones de autos, con escenas dramáticas que inscriben la historia de vida de los personajes. Las escenas de acción son lo mejor del film por su despliegue técnico, su elaborada coordinación y su edición vertiginosa que exacerba el golpe de efecto en cada caso. Mientras que las escenas dramáticas recrean momentos y condiciones familiares. Todas de gran parecido a películas como El padrino de Francis Ford Coppola. A saberse, el asesinato que comete Matteï de pequeño visto en un flashback, es muy parecido al asesinato de Sonny Corleone (James Caan) dentro de su auto. Las bromas que hace uno de los mafiosos en el bar al apuntar a uno de sus amigos a la cabeza mientras los demás no saben si está bromeando o lo hace en serio, es una escena muy similar a la protagonizada por Tommy (Joe Pesci) en Buenos muchachos. Sin contar claro, el montaje alterno entre los asesinatos y el ritual religioso y la música de ópera acompañando la masacre. A nivel temático ocurre algo similar. La familia siempre es el motivo de redención de los personajes. Es por ellos que sufren e intentan desprenderse de su vida de sangre y muerte, pero el pasado vuelve a cobrar sus deudas. Es llamativo como las escenas familiares anteceden a cada asesinato buscando darles mayor humanidad a los personajes. La familia también entra en juego como conjunto de amigos con sus códigos de lealtades, compadrazgos y traiciones. Y es, en ese juego, que algunos personajes se muestran más carnales que otros. Sin embargo, y más allá de lo mencionado, la película protagonizada por Jean Reno -en su vuelta al cine francés- no deja de cumplir el objetivo buscado: armar una historia entretenida con mucha acción y algún mensaje aleccionador. Nada nuevo bajo el sol, pero bien logrado y con eso alcanza. Un dato interesante es ver a Kad Merad, actor cómico francés, el mismo de Bienvenidos al país de la locura (Bienvenue chez les Ch’tis, 2008) y Mis estrellas y yo (Mes Stars et moi, 2008), interpretando a Tony Sacchia, el capo mafia más despiadado de todos en alusión a otro Tony de la historia del cine, el Tony Montana de Al Pacino en Caracortada (Scarface, 1983).
Errores surrealistas Si algo hay que reconocerle a Silvio Fischbein (Tus ojos brillaban, 2003) es su coherencia cinematográfica. Su nueva película Opciones Reales (2009) cuenta con tantos horrores de realización como en sus producciones anteriores. Y no sólo eso, contiene además la frase del año del cine nacional “Un culo posible es mejor que uno real”. Se podrá ver únicamente en el ArteCinema de Constitución. Lucio viaja a la ciudad de Tandil por un trabajo. Al llegar la persona que debía esperarlo no está y le informa que recién lo verá en unos días. En ese lapso, entra en relación con Milena quedándose en su casa como si fuera su novio de toda la vida. Todo es misterioso en la trama, sin poder creer lo que se está viendo, lo que impulsa -paradójicamente- a seguir mirando la película hasta el final, aunque sea a los saltos narrativos. Opciones reales mantiene cierto aire surrealista en su construcción. Las imágenes en el comienzo se difuminan unas con otras, las elipses temporales son bruscas y sólo las voces de la memoria de Lucio parecen darle sentido narrativo a la historia. Hasta aquí un film que puede resultar interesante e incluso atractivo en su desarrollo por el escamoteo informativo hacia el espectador. Pero hay algunos problemas técnicos que invitan a “salirse” de la película y, por momentos pensar que el “surrealismo” fue una manera de enmendar errores graves de realización. Hay una cuestión que se vuelve reiterativa y difícil de obviar, que son los saltos de eje. Algo clave si de construcción espacial se trata. Si en un diálogo vemos un personaje hablando y quien le contesta mira hacia el mismo margen del cuadro cinematográfico, estamos frente a dos personajes que no hablan entre sí. Esto es lenguaje audiovisual I de cualquier carrera de cine. Ahora si hondamos en detalles, vemos que la retoma tiene un fondo negro, es decir, la escenografía no coincide con la de la toma anterior. Estamos frente a dos posibilidades: o que la retoma sea tan mala que tuvieron que filmar otra en otro escenario o que se olvidaron de filmar la retoma. En cualquiera de las dos opciones estamos frente a un error primario de realización. Recordemos que Fischbein filma desde 1988, año de estreno de Mamá querida su primera producción. Pero intentemos dejar estas cuestiones de lado y vayamos a la historia, lo que se cuenta (o intentó contar). La historia vira hacia lo extraño y lo bizarro, con toques de perversión, cuando Lucio y Milena van a un cerro a tener encuentros con seres sobrenaturales. Y la cosa se pone más interesante aún, cuando se descubre el trabajo tan ansiado que va a realizar Lucio. Allí aparece Gloria, la misma visualmente a Milena pero otra persona, ¿o tal vez la misma? Hay una intención fallida de trazar un paralelo entre realidad y fantasía. Y sucede porque la precaria dirección termina de exponer todos los baches narrativos que podía tener previamente la historia. Ante tanto delirio sin gollete, no tenemos más que aplaudir por la osadía de lograr estrenar la película. No hay motivos para justificar semejante film, con diálogos inverosímiles y situaciones aún más increíbles. El surrealismo viene a tono con tanta incongruencia y parece más una solución de último momento que una búsqueda estética. Pero eso nunca lo sabremos, lo que si sabemos es que junto a Un buen día (2010), Opciones reales es uno de los grandes filmes nacionales de culto de este año. Y además, y a diferencia del film de Nicolás Del Boca, cuenta con el apoyo del INCAA. Una “opción real” es no ir a verla.
Lucy y yo Proyectada en la Argentina en el BAFICI 2009, Wendy and Lucy (2008) es un film pequeño pero crucial, de esos que deambulan por los festivales de cine de todo el mundo conmoviendo al espectador y que difícilmente llegue a salas comerciales. En Argentina tendrá su estreno únicamente en la recuperada sala del Cine Cosmos. Wendy (Michelle Williams) emprende un viaje a Alaska junto a su perra Lucy por un trabajo. Ella no tiene mucha plata, ni siquiera la suficiente para alimentar a su compañera de viaje. En el trayecto, su viejo auto se descompone y entra a un supermercado a robar una lata de comida para su perra, con tanta mala suerte que es detenida. Mientras tanto, Lucy desaparece. Aquí comienza la épica lucha de Wendy por recuperar lo único que tiene. Dirigida por Kelly Reichardt (Old Joy 2006, Travis 2004), Wendy and Lucy se enmarca dentro de los filmes independientes que narran el viaje de un personaje, denominados road movies o indies. La suerte de sueño americano que intenta vivir con mucho esfuerzo Wendy se ve resquebrajada poco a poco por el clima hostil. Entrando en juego el otro elemento fundamental de este género: El escenario natural que no escapa a la puesta en escena. Pero hay algo que distingue a Wendy and Lucy de los demás filmes, y es que sus criaturas viven, sienten y transmiten pequeños toques de humanidad en sus gestos y comportamientos. Kelly Reichardt logra captar con sensibilidad lo que expresan sus personajes, con Wendy a la cabeza (gran labor de Michelle Williams), generando empatía con su heroína en un mundo sin sueños ni esperanzas, dejando toda ilusión en manos de la buena voluntad de sus personajes que, con pequeños gestos, pueden brindar una ayuda inesperada. Wendy and Lucy es un vívido retrato del mundo de hoy. Un mundo de sobrevivientes abandonados institucionalmente por un Estado que los olvidó completamente y los dejó a merced de las duras e insensibles leyes del mercado. A la vez, es una historia sobre la lealtad con los amigos, sean animales o humanos. La película consiguió en el 2008 el premio de la Asociación de críticos de Toronto, entre otros reconocimientos.
Robar la casa equivocada De los guionistas de El juego del miedo IV (Saw IV, 2007) al El juego del miedo 3D: El capítulo final (Saw 3D, 2010), llega una película acorde a las circunstancias. El juego del terror (The collector, 2009) es un film del más puro horror gore moderno cargado de escenas de torturas y destripamientos, que intenta abrir una nueva franquicia sobre el morbo. Arkin (Josh Stewart) se ve acorralado económicamente cuando su mujer es perseguida por la mafia (?). El muchacho no tiene mejor idea que robar la caja fuerte de la casa en la que trabaja por las tardes. Lo que no se imagina es que al entrar encontrará a toda la familia maniatada por un enfermo mental que se entretiene torturando gente. Hay una regla clásica entre los guionistas de Hollywood, la película en sus cinco minutos iniciales debe presentar alguna de las tres “s”: suspenso, sangre o sexo. Bien, El juego del terror presenta las dos primeras y en algún momentito de su trama la tercera aunque no es su fuerte. Lo que busca el film es impresionar de la manera más salvaje posible, tanto o más que la saga de El juego del miedo. ¿Las diferencias? Aquí no hay acertijo, sí en cambio el juego del gato y el ratón por los recovecos de una casa “minada” de trampas mortales. ¿Parecidos? La historia en su afán por “clausurar” el relato sea como sea, se permite algunas vacilaciones pero que no llegan a afectar el ritmo narrativo ni cortar la atmósfera creada. El juego del terror no viene a revolucionar nada dentro del género gore, que quede claro, sólo continúa con esta moda de películas “impresionables” donde la tortura y el desgarramiento físico es el caballito de batalla de quienes gusten ver este tipo de atrocidades.
El porno y yo A diferencia de lo que puede suponerse, Maytland (2010) no es una biopic sobre el pionero del cine pornográfico en la Argentina Víctor Maytland, sino una ficción que tiene al viejo Maytland de protagonista haciendo de él mismo. Lo que se cuenta es tan ridículo y patético como las historias dentro de las películas pornográficas del director. Víctor Maytland vive el ocaso de su carrera, ya no hay mercado para las “porno con historia” que él realiza. La gente que lo acompañó en su carrera le da la espalda. Su productor no quiere perder dinero, los actores están viejos y sólo su hijo se interesa por ayudarlo a filmar su última epopeya titulada Exxxterminio que, según dice, transcurrirá en los años setenta y la primera escena de sexo se desarrollará en una proyección clandestina de La hora de los hornos (1968). El principal problema del filme de Marcelo Charras es que no define su rumbo. No termina de ser una parodia auto reflexiva, un cliché autobiográfico o un homenaje al legendario realizador. En algunos tramos se lo ve como un Ed Wood del cine porno, considerándolo un artista incomprendido, por momentos es un ser solitario y patético, mostrando su panza en la pileta pelo pincho de su terraza, y en otros un ser bondadoso y simpático que sabe como consolar a sus actrices o responder las preguntas difíciles de su hijo. Lo cierto es que estos desajustes entorpecen la fluidez narrativa dificultando cualquiera de los objetivos que el film pretenda alcanzar. Sin embargo, y haciendo una comparación con la filmografía de Maytland, que incluye títulos como Las tortugas pinjas (1990) (considerada la primera porno argentina), Los pinjapiedras (1991), el reality show Expedición Sex y Cosecha de lujuria (2003), se justifica lo narrativo del filme de Charras, argumentada por la idea acerca del cine de su protagonista: contar una historia más allá del sexo. El misterio generado a partir de la falta de una copia de Las tortugas pinjas (que se encuentra para descargar en internet) es descabellado, al igual que la extraña desaparición de una actriz en el rodaje. Estas leyendas que se enlazan en la película son las que construyen el mito acerca de Víctor Maytland, la historia de un director frustrado en la frustrada historia del cine porno argentino, valga la redundancia.
Ojeadura espacial Las invasiones extraterrestres tuvieron ejemplos muy variados en la historia del cine. Skyline: La invasión (Skyline, 2010) apela a todos ellos agregando un elemento más: ¡¡¡Mirando al cielo quedás obnubilado por los extraterrestres!!! Una joven pareja descubre que va a dar a luz a su primer hijo. Ante la incertidumbre del destino, sus miedos amenazan con separarlos pero la invasión extraterrestre afianza los lazos y los pondrá a luchar a muerte por esa vida que está por nacer. Skyline acierta en dos cuestiones: Primero en generar un conflicto débil pero útil a la hora de justificar la lucha por la supervivencia de sus protagonistas. Segundo, en utilizar todo el despliegue visual desde un sólo punto de vista: Los personajes miran por la ventana (o desde la azotea del edificio en el cual se encuentran) y recrean toda la invasión extraterrestre que se sucede frente a sus ojos. El suspenso se construye a partir de la situación estática en que se encuentran los personajes encerrados en el edificio. Algo parecido pasaba en La niebla (The mist, 2008) con los protagonistas encerrados en el supermercado. Pero el punto de vista se termina de consolidar con el ejercicio de la visión que termina “transformando” a aquellos que observen detenidamente las luces que se desprenden de las naves espaciales. Pensar en una alusión a La ventana indiscreta (Rear window, 1954) sería pedirle mucho a Skyline, un film que utiliza ese elemento para generar tensión (Hitchcock también) pero nunca para hacer un paralelo con el dispositivo cinematográfico. Es un recurso interesante en una película que busca –y logra- entretener. Hay en Skyline máquinas que parecen a las del film de Spielberg La guerra de los mundos (War of the worlds, 2005) o a Matrix (1999), mientras que situaciones fuera de campo rememoran a Cloverfield (2008). Eso sí, una vez que la tensión se acrecienta Skyline levanta vuelo propio y el desarrollo visual impacta escena a escena, llegando a una toma que sintetiza toda la película: la joven pareja abrazada y un travelling semi circular detrás de ellos describe las dimensiones de la invasión extraterrestre cubriendo todo el cielo. Ellos aferrándose a la vida con su hijo en camino, enfrentándose a todos los obstáculos que les depare el futuro. Para bien o para mal, Skyline sorprende visualmente y genera atractivo aunque sea otra de las tantas películas del género de invasiones extraterrestres. Por más que intente perfilarse como la versión 2010 de Sector 9 (District 9, 2009), no alcanza desde su subtrama a posicionarse en otro lugar que el del más puro entretenimiento.
Un machete de la Clase B Machete (2010) forma parte de la onda retro muy en auge en estos días. En este caso anclada en producciones de los setenta Clase B de súper acción, específicamente realizadas para ser vistas en autocines. El subgénero que transita no es otro que el más puro cine de explotación sin ningún tipo de pretensiones artísticas. Machete (Danny Trejo) es un ex agente federal puesto en desgracia al ser despojado de su trabajo por el corrupto personaje que interpreta Steven Seagal, villano de la película. Asesinada su esposa, Machete vagabundea haciendo changas de albañilería y peleas clandestinas para obtener algún dinero. Un buen día lo contrata el personaje de Jeff Fahey para que asesine a un candidato presidencial (Robert De Niro) que basa su campaña en exterminar inmigrantes ilegales. La nueva película de Robert Rodríguez (El mariachi, Érase una vez en México) nace de un trailer incluido en el proyecto en conjunto que realizó con su colega y amigo Quentin Tarantino llamado Grindhouse (2007). El mismo incluía un programa doble con dos filmes, uno de Rodriguez (Planet Terror) y el otro de Tarantino (Death Proof, que aquí se llamó A prueba de muerte) separados por el supuesto trailer del inexistente film Machete. Cabe aclarar que en Argentina no se estrenó en programa doble sino que se vieron ambas películas por separado. Lo curioso y llamativo de este fenómeno posmoderno –un fenómeno que se desprende de otro, de la onda retro el cine de explotación, y del trailer la realización de un film- es que en ese programa doble el trailer de Machete era más interesante que las dos películas proyectadas, generando una suerte de insatisfacción en quienes rememoraban el cine de autocines de la década del setenta. Robert Rodríguez, hábil productor con buen ojo para los negocios, se recuesta en el interés despertado por el público a raíz del trailer y pone en marcha la realización del film Machete, con el heroico discurso de querer conformar al público. Y aquí entra en juego el tercer fenómeno consecuencia de la onda retro: la realización de una superproducción para rememorar los filmes de bajo presupuesto. Falta de ideas más añoranza más nostalgia parece ser igual a éxito comercial, o al menos, una apuesta más segura que crear algo completamente nuevo (no original) de lo cual se desconoce sus posibilidades comerciales. Pero Rodríguez como dijimos es hábil, y para salirse del lugar estrictamente comercial en el que parece insertarse, convoca actores cuyo momento de auge caducó pero que incentivan y elevan la cuota de nostalgia, añoranza y Clase B de su película. En Machete actúa Steven Seagal, Jeff Fahey, Don Johnson y Robert De Niro (este último es la única estrella que mantiene cierto prestigio aún hoy en día) además de las bellas Michelle Rodríguez y Jessica Alba. Machete es todo eso junto, como una gran ensalada muy bien mezclada y condimentada que desparrama sabores para todos los gustos. Sigue el estilo posmo paródico de su director, que consta en no tomarse nada en serio, haciendo divertido cualquier derrame de sangre a fuerza de machete en mano.
Crisis moderna Hay en Villa Amalia (2009) una historia existencial narrada a través del personaje femenino que interpreta Isabelle Huppert. Todo sucede por dentro de su personaje. Lo narrado (o mejor dicho descrito) expone las sensaciones de una mujer que superó los cuarenta años y descubrió que no estaba viviendo la vida que quería vivir. Isabelle Huppert compone a Ann, una mujer que cambia su vida de un día para el otro luego de ver a su marido besar a otra mujer. O al menos eso infiere el film, porque Villa Amalia muestra y demuestra pero nunca explicita ninguna de las acciones que se suceden en la trama. La “Amalia” que da título al film es una veterana anciana que vive en un aislado pueblo en la montaña. Su particular personalidad posibilita que entable una relación con Ann. La película dirigida por Benoît Jacquot adscribe a ciertos parámetros del cine moderno. Uno es el desarrollo dramático de la historia que transcurre por dentro del personaje de Huppert. No se impone un relato sino que se deja fluir el devenir y es, en ese devenir, donde las acciones de Ann adquieren importancia. Otra característica del cine moderno es la identificación del paisaje con el proceso interno que vive el personaje, donde el primero “habla” de los cambios internos que experimenta el segundo. Así, las vistas panorámicas del mar, la montaña o el campo adquieren una relación con la apertura de la personalidad de la protagonista. A la inversa sucede con los espacios cerrados: las ventanas y puertas que se abren y cierran simbolizan actitudes transformadores que vive internamente Ann. Del mismo modo que el personaje de Kristin Scott Thomas en Partir (2009), Huppert interpreta a una mujer en plena crisis existencial capaz de despojarse de toda su vida -literalmente hablando- para conectarse con aquello que le resulte placentero, sea sexual, filosófico o trascendental. Todo este giro dramático está mejor logrado que en Partir. Aquí hay una decisión acertada de generar suspenso y describir los actos mediante una fragmentación que provoca cierta tensión que hace más verosímil el relato. Y no es que haga esto último mediante su construcción narrativa, sino que busca la conexión voluntaria con las sensaciones que la protagonista advierte. Adaptación de la novela del escritor Pascal Quignard (Todas las mañanas del mundo) Villa Amalia, sin ser una gran película, propone un relato desde el orden de lo simbólico, como el buen cine europeo supo hacer. Ese mismo cine al que se lo denominó moderno.
Guerrero Suburbano El segundo largometraje de ficción de José Campusano (Vil Romance), nos sumerge en el universo de los motociclistas del conurbano bonaerense. Vikingo (2009) es toda una declaración de códigos y principios de esta legión de personajes que comparten lealtades y traiciones para soslayar su cotidianeidad. Su protagonista (Rubén Orlando Beltrán) es un motoquero de antaño. Con sus reglas y códigos clásicos enfrenta todos los problemas de la modernidad. Las drogas, los robos y secuestros, la delincuencia juvenil. En ese ambiente hostil debe criar a sus hijos y repartir lealtades con sus amigos. Un héroe clásico que debe enfrentar todos los males modernos. Contextualizada en el segundo cordón del conurbano bonaerense, Vikingo nos representa un modo de subsistencia de la marginalidad. Sus personajes son sobrevivientes cuya resistencia está arraigada por fuertes reglas morales que invitan a relacionarlos con los vikingos de antaño. Ante esta cruda realidad, Campusano elige un estilo de registro frontal y directo, priorizando los valores de sus personajes al enfrentar los hechos, errados o no, pero siempre fieles a un estilo, una estructura de vida tan sólida como digna para solventar sus tragedias cotidianas. Pero hay que aclarar que Vikingo no es un drama sino una suerte de épica moderna. A su vez Vikingo, como Vil Romance (2008), es una película que no se parece en nada a lo estrenado habitualmente. No se parece en nada porque su punto de vista está inmerso en el corazón de sus personajes. No busca mostrar para denunciar, ni exponer para juzgar, la película narra una historia desde el corazón mismo de sus protagonistas. El universo al que accedemos se nos presenta a través de los ojos de ellos. De ahí el rescate de sus valores y códigos. Campusano había dirigido un documental en 2006 que anticipaba como vivían estas pandillas de motociclistas llamado Legión, tribus urbanas. Con Vikingo cuenta una historia centrándose en los motivos y pasiones que movilizan a estos increíbles seres.
Los indestructibles 2 En misma línea de Los Indestructibles (The expendables, 2010), se estrena Red (2010) un film que vuelve a reunir a un grupo de veteranos actores dispuestos a demostrar cómo ser un héroe de acción. En este caso, se pone el acento en la edad jubilatoria de sus protagonistas, con buenos chistes y escenas de acción desopilantes. Frank Moses (Bruce Willis) es un jubilado de la Cía que pasa sus días repitiendo la rutina doméstica sin hacer nada que le devuelva la energía. Mientras intenta cortejar a la oficinista de pensiones en sus conversaciones telefónicas, un grupo de encapuchados irrumpe en su hogar dando un cambio drástico a su vida y poniéndolo nuevamente en acción. Para ello reúne al viejo equipo entrenado para matar y juntos, buscarán desentramar los sucesos que los incriminan. Red, cuyas siglas significan Retirado Estrictamente Peligroso (Retired Extremely Dangerous), cambia la nostalgia y tetosterona del film de Sylvester Stallone por la comedia de acción. El equipo es aquí encabezado por Bruce Willis y continúa con John Malkovich, Morgan Freeman, Helen Mirren y Richard Dreyfuss, entre otros. Ernest Borgnine hace una breve pero fundamental aparición. Basada en la novela gráfica de culto de DC Comics, escrita por Warren Ellis y dibujada por el artista gráfico Cully Hammer, el film comienza con un ritmo tranquilo producto de la vida rutinaria que lleva Frank, para luego desenbocar en una montaña rusa de adrenalina que no da respiro. Cada uno de los restantes miembros del elenco personifica a un red con gracia, siempre desde la parodia y poniéndole el cuerpo a las divertidísimas escenas de acción. Red es un film moderno, no busca desde su construcción asemejarse a los relatos de los ochenta como sí sucedía en Los Indestructibles, ni tampoco a los filmes de los setenta, como sucede en la próxima a estrenar Machete (2010). Su estructura narrativa, estilo y estética remiten a las producciones de hoy en día. En esta moda de traer nuevamente a escena actores de acción cuyo cuarto de hora caducó (Los Indestructibles, Red, Machete) pero que demuestran en pantalla seguir estando a la altura de las consecuencias, la película de Bruce Willis no pierde nunca el ritmo ni la gracia, recordándonos por qué disfrutábamos tanto ver a estos personajes en escena.