Anexo de crítica: En Sólo Tres Días (The Next Three Days, 2010) Paul Haggis entrega exactamente lo que se espera de él: un guión sólido, actuaciones precisas y una dirección ajustada a los parámetros de una típica historia de “hombre común en circunstancias extraordinarias”. Más allá de las bienvenidas participaciones de Liam Neeson y Brian Dennehy, debemos admitir que aquí Russell Crowe ofrece uno de los mejores trabajos de su carrera (por suerte en esta oportunidad está bastante medido). El realizador demuestra una vez más su inteligencia a la hora de construir un verosímil tan multidimensional como angustiante...
Anexo de crítica: La segunda realización de Guillem Morales es una de las propuestas de género más extrañas de los últimos tiempos: lo que comienza como una versión en “clave terror” de La Doble Vida de Verónica (La Double Vie de Véronique, 1991) da paso a un thriller paranoico que de golpe muta, promediando el metraje, en una pequeña epopeya sádica a la Brian De Palma (hasta nos topamos con interesantes citas formales). La bellísima Belén Rueda sostiene un guión extremadamente enajenado que hace honor a lo mejor del cine contemporáneo de suspenso. Con una progresión dramática impecable, Los Ojos de Julia (2010) ofrece un segmento final prodigioso desde todo punto de vista...
Anexo de crítica: A pesar de cierto tufillo arty y la presencia de un generoso puñado de golpes bajos, Líbano (Lebanon, 2009) es un retrato minimalista y eficaz de las interminables luchas en Medio Oriente. El film de Samuel Maoz pone de manifiesto la violencia exacerbada característica del conflicto y la ingenuidad -por no decir estupidez- de gran parte de la milicia, sea del bando que sea…
Ese gustito por el humor chabacano... ¿Qué se puede escribir acerca de un mamarracho insalvable como Mi Abuela es un Peligro 3 (Big Mommas: Like Father, Like Son, 2011)? Estamos hablando de la última entrada en la saga de Martin Lawrence quien, bajo la excusa de interpretar al agente encubierto del FBI Malcolm Turner, sigue ventilando su consabido gusto por el humor muy chabacano (a esta altura podríamos afirmar que es algo compulsivo). En esta oportunidad Turner une fuerzas junto a su “hijo” Trent (Brandon T. Jackson toma la posta de Jascha Washington). Además de ser uno de los actores más odiados e insufribles de Estados Unidos, a Lawrence por lo general se le achaca el no haber ofrecido ni siquiera un film decente a lo largo de su carrera, circunstancia que no es tan así porque en sus inicios formó parte del pelotón de Haz lo Correcto (Do the Right Thing, 1989) de Spike Lee: consuelo irrelevante o excepción que confirma la regla, queda en cada uno elegir la respuesta adecuada. Por otro lado, el caso de Jackson es menos grave ya que recién está comenzando y hace poco participó en la excelente Una Guerra de Película (Tropic Thunder, 2008) componiendo a “Alpa Chino”. Mientras que Mi Abuela es un Peligro (Big Momma´s House, 2000) apuntaba a un “público adulto” aunque con un coeficiente mental calamitoso y Mi Abuela es un Peligro 2 (Big Momma´s House 2, 2006) estaba dirigida al “sector familiar” con una capacidad intelectual similar, ahora la presa a engullir son los adolescentes. Precisamente los responsables del convite decidieron ambientar la acción en una Academia de Artes para jovencitas, volcar la balanza hacia el personaje púber de Trent e incluir un manojo de segmentos musicales orientados al soul y el hip hop: la jugada resulta bastante patética y abarca muchos clichés. El paupérrimo realizador televisivo John Whitesell y el guionista Matthew Fogel repiten las estupideces de las anteriores y para colmo no consiguen despertar ni una mísera sonrisa. Todos los involucrados deambulan perdidos en una trama sin alma o convicción que gira alrededor de una suerte de competencia entre los Turner y la mafia rusa por un pen drive con datos incriminatorios: la propuesta funciona como un desastroso sketch de un solo chiste de alguna sitcom berreta norteamericana que ha sido extendido sin el más mínimo sentido a tres largometrajes que bien podemos ubicar entre lo peor del cine contemporáneo.
Oda a los marines Desde hace tiempo que no nos topábamos con una película tan nauseabunda como Invasión del Mundo- Batalla Los Angeles (Battle: Los Angeles, 2011), dicho esto tanto a nivel formal como ideológico. Estamos ante un film militarista que de ciencia ficción tiene poco y nada ya que está construido como si se tratase de una cinta bélica patriotera de la década del `50, hoy con aliens en el lugar de aquellos simpáticos nazis demonizados hasta el hartazgo. A partir de miles de primeros planos registrados con una cámara en mano hiperquinética, el insignificante Jonathan Liebesman aburre a lo largo de 116 minutos. Combinando a lo bestia las ridiculeces varias de La Caída del Halcón Negro (Black Hawk Down, 2001) y los rasgos estilísticos de la trilogía de Jason Bourne, el guión de Christopher Bertolini rankea en punta entre los más trillados de los últimos años: el protagonista central es el Sargento Michael Nantz (Aaron Eckhart), quien debe lidiar con los fantasmas de su pasado y con un nuevo pelotón comandado por el joven Teniente William Martínez (Ramón Rodríguez). En el contexto de un ataque extraterrestre, la misión de turno es rescatar a unos civiles que quedaron varados en una zona que pronto será bombardeada. Vale aclarar que no existe ni una idea original y/ o valiosa dentro de este cúmulo por momentos insoportable de estereotipos, latiguillos y salidas francamente patéticas: a cada escena de escaramuzas con los señores del espacio (por cierto caracterizadas por una enorme torpeza y coreografías bastante confusas) le sigue una secuencia de relax plagada de diálogos bobos y rostros compungidos (el desarrollo de personajes es nulo porque el verosímil quedó sepultado bajo la estupidez general). La catarata de disparos y explosiones no compensa la pereza hasta en el diseño de los alienígenas, vistos siempre desde lejos. De hecho, Invasión del Mundo- Batalla Los Angeles más que realizada con el beneplácito de los marines parece financiada por la fuerza, así la moraleja se vincula a una lucha eterna: como ocurre con otras obras hollywoodenses que justifican la intervención imperialista de los Estados Unidos en plan “policía global”, resulta vomitivo ver a Eckhart solicitándole a un nenito que se sobreponga a la muerte de su padre porque ahora necesita que sea “su pequeño marine”. Lo más gracioso de todo es que este engendro ineficaz y pedante se ubica por debajo de productos clase B como la reciente Skyline: La Invasión (Skyline, 2010)…
Sobre la disponibilidad de recursos Gore Verbinski es uno de esos asalariados de Hollywood que dependen por completo del contexto de colaboradores circunstanciales y de la naturaleza intrínseca del material a trabajar debido a que por su cuenta es incapaz de entregar un producto interesante: recordemos sino pasos en falso como Un Ratoncito Duro de Roer (Mousehunt, 1997) y La Mexicana (The Mexican, 2001), obras aceptables como La Llamada (The Ring, 2002) y El Hombre del Tiempo (The Weather Man, 2005) o la trilogía en decadencia de Piratas del Caribe, la cual comenzó prometiendo entretenimiento retro para pronto caer en desgracia. Más allá de la simpática idea de tomar prestada la premisa central de Barrio Chino (Chinatown, 1974) del extraordinario Roman Polanski e incluir alusiones explícitas a figuras de la talla de Hunter S. Thompson o Clint Eastwood, Rango (2011) no pasa de ser otro “film homenaje” que sólo funciona a nivel técnico y metadiscursivo: el subgénero aquí explorado es el spaghetti western a través de una historia de un “recién llegado” que pretende satirizar los correlatos más famosos de Yojimbo (1961) de Akira Kurosawa, léase Por un Puñado de Dólares (Per un Pugno di Dollari, 1964) y por supuesto Django (1966). En gran medida esta colección caprichosa de citas es responsabilidad de Johnny Depp, un actor cuyo período de gloria indudablemente ha quedado en el pasado. Acercándose a la autoparodia involuntaria y la eterna repetición de un andamiaje petrificado de manierismos, el señor de 47 años compone a un camaleón metropolitano que termina como sheriff de un pueblito remoto llamado Tierra al que le viene faltando desde hace tiempo el agua para sus cultivos. Todos los lugares comunes dicen presente: robos, muertes varias, corrupción, un interés romántico, etc. (la trama es oscura para niños y demasiado simple para los adultos). Prácticamente no hay ni un gramo de originalidad en el guión del bienintencionado John Logan, basta con señalar que los villanos de turno constituyen sendas referencias a Lee Van Cleef y John Huston. Nadie se puede ofender por tanto amor cinéfilo, el problema se origina en el hecho de que la película es apenas un vehículo tosco en “plan refrito” con más cinismo que corazón (de más está decir que el grueso del público no acusará recibo). Se extraña a Terry Gilliam en lo que por momentos parece ser una versión domesticada del espíritu salvaje de Pánico y Locura en Las Vegas (Fear and Loathing in Las Vegas, 1998). La animación símil caricatura a cargo de la Industrial Light & Magic resulta el rasgo distintivo de la propuesta, el elemento que justifica su visión a fuerza de una exquisitez y meticulosidad que dejan sin aliento. Con mucho apoyo estético y un encanto maltrecho, Verbinski vuelve a poner de manifiesto sus limitaciones al privilegiar el apartado visual por sobre la coherencia del relato. La única forma digna de rendirle tributo a Sergio Leone es construyendo un spaghetti autosuficiente y no un álbum de recortes aislados: así siempre entre los recursos debería primar el talento, ese oro líquido que a veces se nos evapora…
Anexo de crítica: John Curran regresa con una propuesta irreprochable que continúa la línea de Adulterio (We Don´t Live Here Anymore, 2004) y Al Otro Lado del Mundo (The Painted Veil, 2006) llevando los cuestionamientos existenciales del pasado hacia recovecos aún más profundos y con una mayor eficacia. Mezcla de thriller psicológico y melodrama de tono grave, La Revelación (Stone, 2010) se caracteriza por un pulso narrativo austero que nunca pierde el rumbo ni cae en la tentación de convertirse en una mera excusa para el lucimiento del dúo protagónico. Sin dudas estamos ante otro trabajo notable de Edward Norton y ante la primera película decente de Robert De Niro en más de una década…
Anexo de crítica: Esta mixtura bastante berreta de Rec (2007) y La Comunidad (2000) se queda en las buenas intenciones de su realizador Nicolás Goldbart, léase retratar la estupidez del argentino promedio combinando sutilmente la comedia costumbrista y el terror apocalíptico. Fase 7 (2010) cuenta con un par de escenas destacables pero es en esencia un producto fallido debido a las torpezas varias del guión y las pobres actuaciones del anodino Daniel Hendler y del grasiento Yayo Guridi…
¡El nono se escapó del averno! Podríamos resumir una vieja y querida fórmula cinematográfica señalando que existen películas malas que a la larga resultan simpáticas y otras simplemente malas: sin lugar a dudas en esta última categoría cae de cabeza Infierno al Volante 3D (Drive Angry 3D, 2011). Desde ya que pedirle un producto de calidad al anodino Patrick Lussier sería casi un delirio pero recordemos que en su anterior propuesta, Sangriento San Valentín 3D (My Bloody Valentine 3D, 2009), supo aprovechar la tecnología y compensó en parte el cúmulo de estereotipos con un montaje bastante decente que garantizaba entretenimiento barato. En esta ocasión lo que nos viene faltando es precisamente un ritmo narrativo acorde con la idiotez general del guión de Todd Farmer y el propio realizador. Combinando comedia fallida, latiguillos quemados, escenas de acción poco originales y un tempo en verdad soporífero, la historia se pasea por las tribulaciones de Milton (Nicolas Cage) en pos de vengar la muerte de su hija y rescatar a su nietito de las manos de una secta de satanistas comandada por el terrible Jonah King (Billy Burke): el detalle principal es que el nono se escapó del averno y tiene al “Contador” (William Fichtner) siguiéndole de cerca los pasos. La mayoría de los lugares comunes no están bien trabajados y la cosa empeora debido a que son legión: mujeres hermosas, vehículos veloces, andanada de disparos, explosiones varias, mucha sangre y asuntos pendientes con Mefistófeles. Lussier, conocido por su paupérrima trilogía centrada en Drácula y por ser el editor de Wes Craven desde los ’90, es incapaz de imprimirle un mínimo de corazón al film y/ o usufructuar las posibilidades que abren las tres dimensiones. De hecho, la obra ni siquiera cuenta con el humor y el espíritu lúdico de la “clase B” autoconsciente, hundiéndose en banalidades huecas que nada aportan al relato. Mientras que Nicolas Cage continúa empecinado en participar en cuanto desastre industrial se cruce en su camino, sus colegas en cambio pueden ser perdonados en función de su buena voluntad (aquí lo mejor son las actuaciones de Amber Heard y David Morse como los colaboradores circunstanciales del protagonista). Por momentos pareciera que “alguien” se equivocó feo porque Infierno al Volante 3D es un despropósito insalvable, un claro ejemplo de lo que debería ser un “directo a DVD” si no viviéramos en un mundo al revés: nunca entenderemos cómo se llegan a estrenar comercialmente mamotretos de esta ralea…
Las pymes de trabajo esclavo provocan cáncer Finalmente ocurrió lo tan temido y por consiguiente podemos formular un axioma que no caerá simpático: una película de Alejandro González Iñárritu sin un guión de Guillermo Arriaga es tan tediosa como vacía. Biutiful (2010), su “debut” en solitario luego de la trilogía con su compatriota, resulta un fiasco en lo referido a la dimensión del contenido y la estructuración general de la propuesta, empantanada desde el inicio en los vaivenes de la vida de Uxbal (Javier Bardem), un pequeño empresario del trabajo esclavo con una bella cadena de producción (chinos haciendo carteras, senegaleses vendiéndolas). Si por un lado se agradece la inclusión de tópicos como el multiculturalismo, los atropellos y la marginación, por el otro queda claro que tratarlos en piloto automático y sin ningún sustento discursivo puede provocar efectos contrarios a los deseados. Esencialmente estamos ante un intento de duplicación de la obra existencialista de Arriaga que no llega a satisfacer las expectativas debido a que en esta oportunidad tenemos personajes poco interesantes, una constante vacilación temática, demasiados tiempos muertos, tramas colaterales atadas con alambre y diálogos que no agregan nada a la progresión narrativa. Así el film combina un retrato rutinario de un protagonista en caída libre con tomas descriptivas listas para la exportación y/o los festivales internacionales. Quizás el mayor problema pasa por esa típica pata boba del humanismo barato, léase el dibujar a trazo grueso componentes positivos en seres nefastos con vistas a “humanizarlos”: detrás del telón siempre hallamos el argumento de que el hombre es “bueno” por naturaleza, lo que eventualmente lleva a la ridiculización de los diletantes de esta filosofía en función del considerable manojo de evidencia en su detrimento (Uxbal es además hijo, esposo y padre). Como si se tratase de una versión resumida de los guiones de antaño, en esta ocasión el leitmotiv es “tener una pyme basada en explotar a inmigrantes ilegales genera cáncer de próstata”. Los esfuerzos bondadosos empeoran todo y conducen hacia un tono dramático endeble, casi de cartón (vaya uno a saber qué aportes hicieron los argentinos Armando Bó y Nicolás Giacobone, coautores del libreto junto con el director). Por supuesto que Bardem está excelente en tanto aspirante a la salvación posmoderna pero queda muy desprotegido como fuerza matriz de una historia bastante hueca que gira ensimismada sobre su centro. Por suerte el desempeño del elenco compensa en gran parte los deslices señalados y los toques casuales símil realismo mágico, muchísimo mejor trabajados en la reciente Más Allá de la Vida (Hereafter, 2010) de Clint Eastwood. En especial merece destacarse lo hecho por Maricel Álvarez, una revelación cargada de histrionismo en su primera labor en pantalla. Sólo resta aguardar que Alejandro González Iñárritu levante la puntería a futuro y vuelva a colaborar con profesionales de peso: en Biutiful roza la autoparodia y la comodidad, bien lejos de la eficacia de Camino a la Redención (The Burning Plain, 2008).