Odisea del espacio Aunque las últimas películas de James Gray fueron ninguneadas en nuestra cartelera de estrenos, tenemos que festejar el hecho de que una obra como “Ad Astra: Hacia las estrellas” finalmente llegue a nuestras salas. Si bien esto se debe a que el rol protagónico cuenta con una estrella de primer nivel como Brad Pitt (en una de sus mejores actuaciones hasta la fecha), la experiencia de poder disfrutar semejante trabajo visual en pantalla grande es una condición esencial para apreciar su grandeza. Pitt interpreta a Roy McBride, un experimentado astronauta que es reclutado para una misión secreta en el espacio, la cual parece involucrar al padre de Roy, quien varios años atrás desapareció durante una expedición en busca de vida extraterrestre. La tierra está sufriendo severas tormentas eléctricas que aparentemente son provocadas por aquella nave expeditiva, y es tarea de nuestro protagonista descubrir si su padre tiene algo que ver con estas catástrofes climáticas. Todo en “Ad Astra: Hacia las estrellas” está ejecutado con una precisión sublime. El guión de Gray, junto a Ethan Gross, propone una relectura de “El corazón de las tinieblas” en plan espacial, sabiendo intercalar el aspecto íntimo del personaje de Pitt (aborda cuestiones existenciales como la pérdida de los vínculos humanos) con el entramado aventurero que despliega distintos conflictos a lo largo de la travesía. Mención aparte para el enorme Tommy Lee Jones y el registro cinematográfico que la ubica a la par de realizaciones imponentes como “Gravedad”, “Interestelar”, y la más reciente “El primer hombre en la luna”.
Muere monstruo muere Luego de consagrarse entre los realizadores de género más prometedores de la actualidad con la mega taquillera “It (Eso)”, el argentino Andy Muschietti regresa para mostrarnos el desenlace de la terrorífica historia basada en el clásico best seller de Stephen King. Con “It: Capítulo 2” Muschietti redobla la apuesta gracias a un mayor presupuesto que le permitió acceder a estrellas de la talla de Jessica Chastain, James McAvoy y Bill Hader, además de poder desarrollar un concepto visual de mayores pretensiones. La trama se lleva a cabo 27 años después de los sucesos que acontecieron durante la primera entrega, cuando el grupo de adolescentes que derrotó al payaso Pennywise se reencuentra en su versión adulta para enfrentar una vez más a la monstruosa entidad que se esconde en las cloacas de Derry y, de paso, superar algunos traumas del pasado. Esta continuación marca una diferencia importante con respecto a su antecesora, siendo que su estructura narrativa combina al elenco de los más chicos con el de los mayores a base de flashbacks y constantes conflictos que abusan de los efectos digitales. El problema con “It: Capítulo 2” es que Muschietti peca de ambicioso y pretende elaborar demasiadas ideas y situaciones a lo largo de unas casi tres horas de duración que se hacen sentir en la butaca del cine. Una prueba más de que “It” sigue siendo una obra sumamente compleja para querer adaptar en la pantalla grande.
Un cuento americano En “Había una vez... en Hollywood” Tarantino vuelve a desplegar sus obsesiones cinéfilas para abordar un contexto específico de la cultura norteamericana (el fatídico año de 1969 cuando se llevaron a cabo los crímenes de Charles Manson y su grupo de seguidores), tal como en su momento lo hiciese con el nazismo en la grandiosa “Bastardos sin gloria”. La historia se centra en la relación entre Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un actor que se volvió popular durante los años 50 por su protagónico en un western televisivo, y Cliff Booth (Brad Pitt), el doble de riesgo de Rick que además es su confidente y ayudante. Ambos se encuentran afrontando la debacle de sus carreras, mientras en paralelo se desarrolla el ascenso como actriz de Sharon Tate (Margot Robbie) durante su estadía en Cielo Drive. Con esta base, Tarantino nos pasea por los interiores de la industria hollywoodense, desde decorados de programas de televisión hasta fiestas en la Mansión Playboy. “Había una vez... en Hollywood” es otro gran acierto en la carrera de Tarantino, no solo por las excelentes actuaciones de DiCaprio y Pitt, sino por el tratamiento narrativo y técnico que se destacan a lo largo de sus casi tres horas de duración. Por otro lado, su postura a contramano de los productos convencionales que invaden la cartelera semana a semana, es de por sí motivo suficiente para considerarla entre lo más interesante que se pueda encontrar en las salas de cine.
Venganza criolla Luego de trabajar juntos en “Un Cuento Chino” y “Kóblic”, el dúo de Sebastián Borensztein y Ricardo Darín regresa con “La Odisea de Los Giles”, una comedia que transcurre durante la crisis económica que padecieron los argentinos a fines del 2001. La historia se centra en un grupo de habitantes de Alsina, un pueblo del interior de la Provincia de Buenos Aires, quienes luego de intentar sacar adelante una cooperativa, pierden todo el dinero recaudado a partir del nefasto “corralito”. A medida que la trama avanza, esta agrupación de vecinos liderada por Darín y Luis Brandoni finalmente descubre que el dinero quedó en manos de un empresario corrupto, por lo que deciden llevar adelante un plan para recuperar el dinero, el cual se encuentra escondido en una bóveda enterrada en el pueblo. Bajo esta premisa Borensztein despliega una heist movie de manual, efectiva para el público convencional, pero carente de giros narrativos. El entramado de situaciones que se presentan no saca provecho del contexto (apenas una parte del relato hace hincapié en los sucesos verídicos que cambiaron el rumbo de los argentinos) y cae todo el tiempo en lugares comunes. El elenco, por otro lado, se mueve en piloto automático (Darín, Brandoni y Carlos Belloso repiten esquemas de personajes que interpretaron reiteradamente). “La Odisea de Los Giles” es otra aventura argenta que lamentablemente se queda a mitad de camino.
El viaje del héroe Marvel no para de facturar. Después de romper todos los records taquilleros con “Avengers: Endgame”, la exitosa franquicia que supo administrar el empresario Kevin Feige abre el juego una vez más para seguir invadiendo la oferta de la cartelera cinematográfica. “Spider-Man: Lejos de casa” es la segunda aventura en solitario del superhéroe que interpreta Tom Holland, con Jon Watts ocupando una vez más la silla de director. Siguiendo con la referencia directa al cine de John Hughes, Watts se mantiene dentro del subgénero de comedias estudiantiles, el mismo al que apuntaba la primera entrega, sumando algún que otro guiño al clásico “Vacaciones en Europa”. Luego de los eventos sucedidos en el capítulo anterior, el trepamuros adolescente deberá lidiar con la carga de convertirse en el sucesor de Iron Man, al mismo tiempo que intenta llevar adelante una vida social normal durante unas vacaciones escolares en Europa. La trama se complica aún más cuando las obligaciones superheroicas de nuestro protagonista lo obligan a unir fuerzas con Siniestro (Jake Gyllenhaal) para derrotar a una entidad sobrenatural. “Spider-Man: Lejos de casa” es una película que se resuelve sin demasiado esfuerzo, saturada de chistes livianos y con un trasfondo que constantemente busca reiterar la figura de Iron Man. Lo apenas rescatable se concentra en el personaje que interpreta Gyllenhaal (con una vuelta de tuerca que puede irritar a los fanáticos ortodoxos del comic); además de la escena post crédito con el mejor cameo en una película de Marvel hasta el momento. Por Enrique D. Fernández
Amigos son los amigos Nadie niega que la garantía de Pixar a la hora de crear historias es indiscutible. Aunque la compañía líder en películas de animación a tenido algún que otro altibajo a lo largo de su trayectoria, la calidad de sus productos siempre mantuvo la vara alta respecto a sus trabajos en el cine. Claro que si bien el anuncio de “Toy Story 4” sonaba para muchos como una excusa para reventar boleterías y amontonar familias en las salas durante las vacaciones, el equipo creativo detrás de la saga se las supo ingeniar para entregar otra historia sumamente disfrutable. Este episodio introduce a Forky, el nuevo integrante de la pandilla de juguetes parlantes liderada por Woody, quien deberá asumir su función en el grupo como compañero, y aceptar la tarea de acompañar a Bonnie durante su infancia. Una trama casi en sintonía con los cortos que salieron posteriores a la tercera entrega. Si bien “Toy Story 4” está lejos del viaje épico que significó su antecesora (con Lotso como villano antológico y ese cierre enternecedor para sus protagonistas), la nueva aventura de Woody y compañía en el exterior sabe cómo asegurarse risas y lágrimas durante todo su trayecto, manteniendo intacta la magia de Pixar y sin defraudar a su legión de fieles seguidores. Por Enrique D. Fernández
Perro amor explota Con las dos primeras entregas de la saga “John Wick”, su director Chad Stahelski dejaba en claro que el cine de acción necesitaba reinventar su lenguaje. Stahelski, junto al co-director David Leitch y la estrella principal Keanu Reeves, trasladaron el tecnicismo de películas como “La Redada” y “El Maestro de Tai Chi” al circuito americano, pudiendo de esta manera reivindicar al género que en su momento supieron enaltecer eminencias en la materia como Sam Peckinpah y John Woo. Esta fórmula de balaceras frenéticas y peleas coreografiadas procesaba un estilo atractivo para el público contemporáneo, teniendo como entramado un submundo habitado por sicarios que son condicionados a cumplir una serie de reglamentos que estructuran su mecánica de trabajo. “John Wick 3: Parabellum” continúa con la odisea que padece el personaje interpretado por Reeves para sobrevivir en una Nueva York atestada de asesinos a sueldo que buscan cobrar una recompensa millonaria. Además de los nuevos ingresos que se suman al elenco (una avejentada Anjelica Huston, la devaluada Halle Berry y el regreso triunfal de Mark Dacascos), la historia se traslada a nuevos escenarios (la secuencia de disparos en Marruecos es tremenda) y expande su línea argumental. Para el cierre de la trilogía, Stahelski mantiene el pulso dinámico del montaje, su humorada autoconsciente y sus guiños al spaghetti western, mientras que Reeves se sigue glorificando como una de las mejores figuras de acción de su generación. Y para alegría de todos, el próximo capítulo ya está en marcha.
La casa está en orden Después de reventar las taquillas de todo el mundo año tras año durante un poco más de una década, el plan de Kevin Feige por coronar al Universo Cinematográfico de Marvel como una de las franquicias más importantes en la historia de la industria finalmente alcanza una instancia cumbre con la épica “Avengers: Endgame”. Este episodio llega para ponerle un punto y aparte al ciclo de producciones que se iniciaron allá por el 2008 con la muy bien lograda “Iron Man”, y darle un cierre a los eventos sucedidos en “Los Vengadores: Infinity War”. Luego de que Thanos haga chasquear sus dedos con el Guantelete del Infinito y la mitad de la población en todo el universo desaparezca, los Vengadores sobrevivientes, junto a algunos aliados, deciden juntarse una vez más para derrotar a Thanos e intentar revertir el fatídico destino de sus compañeros. Si bien su antecesora demostraba un tratamiento de ideas más ordenado, en “Avengers: Endgame” nos encontramos con un desenlace que apuesta única y exclusivamente por el “fan service” como maniobra narrativa. Sus directores, los hermanos Anthony y Joe Russo, optaron por desplegar una gran cantidad de referencias y chistes constantes, apelando al entretenimiento bombástico de sus estrellas y el infaltable factor nostálgico (hablamos de un negocio de más de 10 años traducido en 22 películas). Fue tanto el hype generado alrededor de “Avengers: Endgame” que la campaña para prevenir spoilers puso alerta a todos los interesados en conocer cómo se definiría el futuro de esta saga que aún no se detiene (sus productores anunciaron que se sumarán más títulos durante los próximos años). El negocio de Marvel y Feige no tiene techo.
Los invasores Después de asegurarse un lugar de privilegio entre los autores más mimados por la prensa especializada gracias al hype de Huye (Get Out, 2017), el comediante devenido en director Jordan Peele retoma el cine de género con Nosotros (Us, 2019). Pero a diferencia de Huye, donde la bajada de línea y los tintes humorísticos estaban casi por encima del perfil terrorífico (el conflicto racial determinaba el contexto), esta vez Peele se aboca por completo a un relato macabro para desplegar su bagaje de referencias cinéfilas y experimentar con un trasfondo más ambicioso. Adelaide Thomas (Lupita Nyong’o) se encuentra vacacionando junto a su marido y sus dos hijos, cuando deciden pasar una tarde en una playa turística de Santa Cruz, California, lugar donde siendo apenas una niña le tocó vivir un hecho traumático después de encontrarse a su propia doppelganger. Durante esa misma noche, toda la familia es acechada por un grupo de individuos que resultan ser una versión aterradora de ellos mismos. Esta premisa desarrolla la primera mitad de Nosotros, compuesta de tramos donde la tensión y el humor construyen secuencias altamente logradas. Recién para cuando el desenlace empieza a asomarse, el intelecto de Peele desemboca en una lectura sociopolítica apoyada en la sátira y lo fantástico. A esta altura podríamos hablar de una marca autoral respecto al imaginario de su director. También cabe resaltar el trabajo de Nyong’o y el soundtrack a manos de Michael Abels. Por segunda vez, Peele se sale con la suya y suma otro título fundamental del terror contemporáneo. Por Enrique D. Fernández
Ese hombre encantador Luego de que finalizara su rodaje en Un Ladrón con Estilo (The Old Man & the Gun, 2018), bajo las órdenes de David Lowery, el actor Robert Redford anunció que este sería su último trabajo frente a la cámara, y desde aquel entonces las expectativas fueron muchas. Entre la elegancia y el carisma que lo caracteriza, Redford interpreta a Forrest Tucker, un particular ladrón de bancos que a sus 61 años lleva cometiendo una infinidad de robos y tiene fama de ser un verdadero artista del escape. El relato se encarga de intercalar algunos flashbacks que rememoran la trayectoria criminal de Tucker, al momento que intenta comenzar una relación con una solitaria mujer (la grandiosa Sissy Spacek), y planea una serie de atracos junto a sus cómplices de siempre (los veteranos Tom Waits y Danny Glover). En la vereda opuesta tenemos a Casey Affleck (quien continúa con su carácter ofuscado y deprimido), como el policía de turno empecinado en atrapar a Tucker mientras investiga su enigmático pasado. Si bien Lowery compone un trabajo refinado (tanto en los diálogos como en la fotografía), cabe destacar en especial la secuencia que recrea las diferentes fugas carcelarias de un Redford rejuvenecido durante sus días de gloria, la cual sirve a modo de homenaje respecto a la carrera del actor, y nos regala un momento sumamente melancólico como broche de oro. En cuanto al resto de la película, lo mejorcito que tiene para ofrecernos se ubica en el aporte de los secundarios, sobretodo Spacek y Waits. Un Ladrón con Estilo es, lo que se dice, una despedida a lo grande. Por Enrique D. Fernández