Son contadas las producciones provenientes de India que nos llegan a la cartelera Argentina, y este jueves ocurre una de esas rarezas: el estreno de “Sir”, dirigida por la cineasta Rohena Gera (ópera prima). Poco habituados a la actual cinematografía hindú, uno podría esperar cualquier cosa, pero “Sir” es un muy bello debut, rodado con cierta precisión, y esquivando algunos caminos tumultuosos que la trama debe enfrentar. El film narra la historia de Ratna, quien trabaja como ayudante doméstica de Ashwin, un hombre proveniente de familia adinerada. Ratna afronta sus días con entusiasmo, pese a no poder concretar sus sueños laborales. Por el lado de Ashwin, acaba de ser abandonado por la mujer con la que se iba a casar. Ambos mundos colisionan, pero hay una gran barrera: la ‘condición’ de Ratna como mujer en India, y las diferencias económicas entre ambos. No hay nada nuevo bajo la manga en “Sir”, pero Rohena Gera se pone al servicio de una historia bien contada, que triunfa y se refuerza en la química de sus protagonistas Tilotama Shome y Vivek Gomber. La historia empieza en la periferia de la ciudad. Ratna se prepara en su casa para iniciar una nueva jornada laboral como todos los días. Se sube al micro para trasladarse al epicentro de la ciudad, donde vive su jefe, y observa en la ventanilla un local de moda. Conciso y muy simple, Gera configura la clase social de su personaje, así como también su propósito, su sueño, ser una diseñadora de modas. Claro que más adelante es ella misma la que se encargará de decirlo explícitamente. Del otro lado llega Ashwin en un auto lujoso. Vive en una torre. Y así se empieza a desplegar una trama de diferencias sociales y amor, un tema que está bastante presente en la cinematografía actual (sin ir más lejos, la ganadora del óscar “Parasite”, presenta su eje allí). “Sir” es una linda historia de amor, pero lo más interesante es que lo hace con delicadeza, sin apurar las líneas argumentales. Todo transcurre dentro de 90 minutos que nunca pierden su prolijidad. Es un film que abarca varios temas actuales, no solo las categorías sociales, sino también el rol de la mujer en su cultura. Puede pecar de ciertos subrayados, pero sus intenciones son valiosas, y podemos confiar en Gera como una cineasta bastante prometedora.
El joven William Eubank fue haciéndose un pequeño hueco en el cine más indie de Estados Unidos. Tras sus dos primeros trabajos, “Love” y “The Signal” (ambos de ciencia ficción), pega un salto industrial mucho más grande, aunque sin alejarse del fantástico. En “Underwater”, se muda del espacio a las profundidades marinas con un presupuesto de $65 millones de dólares, y un reparto encabezado por Kristen Stewart y el francés Vincent Cassel, además de contar con la protección del sello Disney (ahora dueña de Fox). Una tripulación de seis integrantes quedan atrapados en una instalación submarina que se está inundando a gran velocidad como consecuencia de un sismo. Sin embargo, poco a poco se irán dando cuenta de que en las afueras están siendo acechados por unos monstruos marinos. Tranquilamente “Underwater” pudo haber transcurrido en un planeta extraño, porque posee todos los elementos de una ciencia ficción de gran escala. La plataforma marina cuasi como una nave, los enormes trajes, muchas referencias a la obra maestra de Ridley Scott, “Alien”, y toda la construcción de ese fondo marino como si se tratara del espacio. La película estalla el conflicto ya en los primeros minutos, con una cámara inmersiva metiéndose por los rincones al lado de sus personajes. “Underwater” tampoco pierde demasiado el tiempo en mayores complejidades narrativas. Es lo que es, y así se siente satisfecha. William Eubank se apega tanto a la fórmula, que el camino se hace bastante predecible y lineal, pero “Underwater” tiene cierto encanto en el uso de la oscuridad y los sonidos. Eso la hace muy entretenida y disfrutable. Hollywood cada vez está menos interesado en financiar estas películas, y para los que disfrutamos de ellas, “Underwater” es una especie de regalo que nos da todo lo que queremos. Serie B, algunas dosis de sangre y monstruos. ¿Qué más le podemos pedir? Cumple en lo que se propone.
El mítico personaje de videojuegos creado por SEGA en 1991, Sonic, salta por primera vez a la pantalla grande con una película que toma a su personaje animado para llevarlo a la realidad, con actores de carne y hueso compartiendo la pantalla. Como toda adaptación de un juego, se trata de un desafío enorme, difícil de sortear. Muchas películas fallaron, y uno de los casos más emblemáticos puede que sea quizás el de Mario Bros. Entonces todo hacía pensar a “Sonic” como una muy mala idea. Dirigida por el ignoto Jeff Fowler, la producción ya arrancaba con problemas relacionados al aspecto del erizo. Cuando se filtraron las primeras imágenes de su apariencia, los fans atacaron masivamente al film. Esto derivó en una posterior modificación más apegada al look original de Sonic. Pero la verdadera gran sorpresa de “Sonic” fue tener en su reparto al gran Jim Carrey, quien ya llevaba un largo tiempo sin aparecer en la pantalla grande. La película sigue las aventuras de Sonic en la tierra, quien empieza a ser perseguido por el Dr. Robotnik, contratado por el gobierno luego de que produzca un fallo eléctrico sin intenciones. Sonic encontrará como aliado al policía del pueblo, Tom Wachowski, que lo ayudara a destruir a Robotnik. Dadas las escasas expectativas, “Sonic” no resulta una mala propuesta para ver con toda la familia. Tampoco va a decepcionar a los fans del juego. Tenía todos los boletos para ser fallida, pero Jeff Fowler logra construir una historia sobre amistad que, dentro de los parámetros, funciona bastante bien. Hay algo de telefilm, muchos chistes malos, y actores con muy poco carisma, pero las fortalezas de “Sonic” residen en ese simpático erizo y su villano, Robotnik. Jim Carrey parece ser el hombre ideal para encarnar a un personaje que siempre bordea lo caricaturesco. El actor despliega todo su humor físico y expresividad, pero sin pasarse de rosca. Lo justo y necesario como para no ser irritante. Entretiene con lo justo. Opinión: Regular.
La clásica novela de Louisa May Alcott, “Little Women” (publicada en 1868) se ha transformado con los años en un estandarte de la literatura feminista, un libro que pudo sobrevivir al paso del tiempo para ser reflotado una y otra vez en cada sentimiento de ‘renovación social’. Grandes cineastas se encargaron de trasladarla al cine: George Cukor y Mervyn LeRoy en los años 33’ y 49’, pero también hubo una directora, Gillian Armstrong, que filmó en 1994 la tercera y última adaptación de “Little Women”. ¿Qué puede justificar entonces una nueva adaptación al cine? ¿Por qué Greta Gerwig es la elección perfecta? “Little Women” se trata de un libro altamente universal y aplicable a cualquier época, que refleja los valores y la unión de unas hermanas enfrentadas a un mundo machista (si, esto en 1868). Cuando las mujeres no tenían lugar en los estudios de Hollywood (al menos como directoras), los fantásticos Cukor y LeRoy moldearon los modelos de feminidad de las primeras dos adaptaciones. Las películas llegaban en un momento de quiebre, la construcción de una ‘nueva mujer’. En épocas de empoderamiento femenino e igualdad de condiciones, Greta Gerwig elige “Little Women” (su novela favorita) como el segundo largometraje en solitario de su carrera. La decisión de optar por un trabajo clásico, no original, de época, con una producción mucho más grande y alejada de lo que fue esa primera experiencia con “Lady Bird” (film minúsculo en despliegue) puede parecer sorpresiva, pero no lo es tanto. Gerwig se mete en un proyecto ambicioso, afrontado con coraje, personalidad y mucha decisión. Un film que calza perfectamente en el contexto social, y una clara demostración de Gerwig como narradora lúcida, capaz de hacer propia una historia ajena, escrita hace ya más de 150 años. ¿Cómo reinventar una trama tantas veces filmada? No es que Greta Gerwig recurra a fórmulas extrañas o disruptivas (de hecho “Little Women” es bien clásica), pero la vuelta de tuerca está por el lado de la temporalidad propuesta. El guión de Gerwig y el montaje de Nick Houy, descomponen la historia en diferentes tiempos. Y esto demanda a un espectador activo, que se involucre en la historia. Pero lejos de excluir al público, Gerwig mantiene una cohesión narrativa, y hace de la fotografía de Yorick Le Saux, otra herramienta central para poder ordenar el film. Cada tiempo tiene su propia colorimetría. Un detalle tan ínfimo como vital, que le da a la obra mayor complejidad. Los saltos de tiempo se introducen para hacernos comprender la personalidad de los personajes, así como acontecimientos del pasado que influyen en esos presentes. Y de a poco “Little Women” va tomando el camino del coming of age (como “Lady Bird”), donde a través de la cronología las vemos crecer, madurar, enfrentarse al mundo y enamorarse. Gerwig hace de Jo (Saoirse Ronan) su propio alter ego y visión del mundo. Ser escritora en el Estados Unidos del siglo XIX, y ser cineasta en una industria machista. Dos paralelismos: arte-sociedad. Allí se ve el compromiso de la directora por la obra. El elenco brilla con –sobretodo- una Saoirse Ronan inmensa, y una Florence Pugh extraordinaria en sus dos caras (niña y adulta). Gran segunda película de Greta Gerwig, quien fue capaz de reinventar y apropiarse de la novela de Alcott. Pudo haber sido otra típica producción de época, pero hay detrás de este proyecto autoría y seguridad en lo que se narra.
El premiado director brasilero Kleber Mendonca Filho (“Aquarius”), pieza clave del Nuevo cine brasilero, unió fuerzas con Juliano Dornelles para crear “Bacurau”, una rareza total dentro de Latinoamérica. Por estos lares, no son muchos los directores que se meten a jugar en el terreno de lo fantástico, sobre todo por una cuestión presupuestaria, pero también por una escasa tradición y formación dentro del género. Entonces, en ese sentido, lo de “Bacurau” es milagroso y valiente. El film se sitúa en un futuro cercano (sin anclaje temporal concreto), en Bacurau, un pueblo ficticio de Brasil. Los lugareños lloran la muerte de Carmelita, una sabia mujer de 94 años. A partir de acá, los habitantes comienzan a percatarse de que Bacurau está desapareciendo del mapa, y que hay unas cámaras que sobrevuelan el cielo de este pueblo. “Bacurau” abre con un plano del planeta Tierra y un satélite, clara línea que va a trabajar el film: el ser vigilados constantemente por agentes externos. La cámara se acerca a la Tierra y se localiza en Bacurau, donde transcurre la acción. Hay un aura de muerte alrededor del pueblo y para peor, no hay ninguna desmarca tranquilizadora que nos contextualice en un lugar muy distinto al de cualquier pueblo latinoamericano de hoy en día. Los habitantes de Bacurau sufren hambruna, no tienen acceso al agua y son acechados por un político (similar hoy en día a Jair Bolsonaro) que viene con un camión de provisiones y libros (que tira al suelo), con tal de obtener un par de votos en las próximas elecciones. Se lleva a las mujeres de Bacurau como modo de pago sexual. Para peor, posee el apoyo económico de Estados Unidos. Pero eso es solo una capa de las tantas que “Bacurau” ofrece. La extrañeza se va adueñando del relato ya en los primeros minutos, cuando el camión va arrollando una multitud de féretros. ¿Por qué tantos? Ese es el primer indicio de lo que luego terminara siendo un festival de muertes y sangre, porque “Bacurau” no escatima en nada. La aparente tranquilidad de la trama se empieza a quebrar con la aparición de dos motoqueros, y el ingreso del gran Udo Kier fortalecerá la apuesta fantástica de la cinta. El filme es, por un lado, un spaghetti western, “Mad Max”, una película que podría dirigir John Carpenter, y más aún, el regreso a la tradición del Cinema Novo de Glauber Rocha, con esa especie de realismo mágico, segmentos musicales, y toda una mixtura parecida a la de otro exponente extraordinario como “As Boas Maneiras” (2017). Hay un camino fascinante que está tomando el cine brasilero, y como todo riesgo, a veces puede no funcionar de forma sólida, pero lo que triunfa es la valentía. En “Bacurau” existe un problema relacionado al punto de vista. No hay un personaje en el que la trama ponga todo su peso. Los protagonistas son los habitantes del pueblo, y eso está bien, porque la fauna de lugareños es fascinante, pero nos dificulta establecer una identificación, un lazo que haga que nos preocupemos por ellos. Ese es un típico problema que deben afrontar las cintas que apuestan por la pluralidad de puntos de vista. También el manejo de información es extraño, sabemos todo lo que ocurre, tenemos información que ninguno de los lugareños tiene, y allí el punto de vista corre con gran parte de la responsabilidad, porque vuelve a desplazarse, pero ahora del lado de los “villanos” del film. “Bacurau” nunca tiene muy en claro de qué lado posicionarse, o, mejor dicho, sabe perfectamente donde hacerlo, pero se preocupa porque todo quede lo suficientemente claro. Con aciertos y errores, es una pieza interesante. Esperemos que el cine brasilero funcione como disparador para el resto de Latinoamérica. Se pueden hacer cosas relevantes si apostamos por el fantástico
Hemos visto en estos años una fascinación de Hollywood por las películas políticas. Podríamos trazar dos líneas: las que caminan por el sendero de Adam McKay (“El vicepresidente”, “La gran apuesta”), combinando mucho humor y dinamismo. Y luego están las más solemnes y estructuradas como “Argo”, “La noche más oscura”, y una enorme estirpe de ejemplos similares. El thriller político de este año es “Reporte clasificado”, dirigida y escrita por Scott Burns, producida por Steven Soderbergh, y protagonizada por Adam Driver, dos que este 2019 estuvieron hasta en la sopa. Esta producción, basada en un caso real, nos cuenta la historia de Daniel Jones, un hombre que investigó y expuso al mundo el programa brutal de torturas que llevó adelante la CIA – en secreto- contra aquellos posibles terroristas, durante el gobierno de Bush. “Reporte clasificado” se ajusta más a esa segunda línea de films políticos. Es el reverso de los temas que tocaba “La noche más oscura”, de Kathryn Bigelow, pero con mucho menos éxito y talento. La primera iba directo al campo de batalla, mientras que esta se mantiene tibia, inofensiva, para enfocarse mayormente en la etapa de investigación. “Reporte clasificado” tiene un aire a telefilm que le juega en contra. Está bien, pero es excesivamente seria, prolija y nunca se sale demasiado del molde de lo predecible. No hay una gran apuesta por lo cinematográfico propiamente dicho. La temporalidad intenta ser lo más clara y didáctica posible. El propio film presenta una línea donde nos va marcando los saltos de fecha. Hay un racconto que va a permitir entender el presente, donde comienza el film. Es muy probable que “Reporte clasificado” sea una de esas cintas mucho más interesantes para el público norteamericano que el internacional, pero dejando de lado eso, Scott Burns nunca logra construir un proceso de investigación demasiado interesante ni potente. Hasta la resolución del film luce desganada y con poca fuerza. Aceptable a la vez que olvidable.
Ari Aster ha creado una nueva grieta entre los cinéfilos. Su ópera prima, “Hereditary”, estrenada hace apenas un año, ya había sembrado una especie de polémica que no fue ajena a los propios amantes del género. Aster presenta una fuerte carga dramática e intelectual que muchas veces puede hacer que el espectador se sienta estafado. Es interesante lo que hace este realizador neoyorquino, perteneciente a una nueva generación de cineastas que ya están pisando fuerte en la industria, generando nuevas cosas que escapan a las vías más convencionales del género. Jordan Peele, Ari Aster y Robert Eggers son indudablemente una tríada bastante gloriosa en la que podemos tener grandes expectativas de aquí a futuro. Este 2019 luego de tantas demoras regresa con su segunda (y muy esperada) película: “Midsommar”, que nació directamente para sembrar un nuevo debate en el ambiente del cine: El film se centra en Dani, una joven que ha perdido trágicamente a sus padres y hermana. Chirs, su novio, le propondrá unirse a unas vacaciones en Suecia con su grupo de amigos. El objetivo, además de despejarse, es que uno de ellos pueda preparar su tesis centrada en un festival de verano que se celebra cada 90 años en la aldea donde se hospedaran. Los rituales terroríficos empiezan a desarrollarse, y enseguida Dani sospecha de que hay algo más oscuro detrás de todo eso.”Midsommar” es un viaje extenso, agotador y exigente, que retoma algunas ideas ya trabajadas por Ari Aster en su excelente ópera prima “Hereditary”. Nuevamente el dolor y la tragedia dan paso al terror. Aunque en este caso, se ajusta un poco más a lo que sería la fábula adulta. Una genial Florence Pugh transita este viaje reparador para superar la pérdida de su familia, y la inminente conclusión de una relación tan tóxica como frágil. Pugh representa la esencia perfecta de lo infantil, inocente y a la vez totalmente maduro. La tragedia la hizo crecer. El primer plano nos anticipa de principio a fin lo que sucederá en la película. Se abre el telón, y nos sumergimos de entrada con planos que chocan mundos radicalmente opuestos que funcionarán como binomios del film. Por un lado, el bosque nevado (la fábula, el lugar reparador, la tranquilidad, donde los lazos humanos importan). Del otro, el bullicio de la ciudad dominada por el aparato tecnológico y la absoluta desconexión humana. A partir de ahí, se puede diferenciar la estructura en dos grandes bloques. Los primeros 40′ abarcan el drama personal. Se trata de un bloque oscuro, solemne y desgarrador. Lo confronta una segunda mitad que parece otra película, con distintas búsquedas. La primera parte es sencillamente extraordinaria. Una vez llegados a Suecia, Aster se desata y el film se transforma en uno extremadamente colorido, diurno, alucinógeno y hasta por momentos graciosos. Ahí explorará el día a día de esta secta, con sus rituales y métodos peculiares. “Midsommar” da paso a situaciones gratuitas que bordean entre lo ridiculo, desconcertante y perturbador. Se empieza a deslizar una especie de comedia negra que se burla de sus propios mecanismos, y ese parece el verdadero resumen: un cóctel indescifrable y muy fascinante a la vez. A pesar de la presencia de la secta, Aster ofrece una mirada curiosamente optimista. Este lugar es construido como algo idílico, un espacio donde la protagonista puede llegar a encontrar una nueva familia que la respete y cuide. ¿Por qué negarlo? Es caprichosa en muchas decisiones, y Aster se regodea dentro de un cine más pretencioso. Pero es un realizador con sobrado talento (más como director que como guionista). No es una película redonda. Le falta una vuelta de tuerca al guión, algo que rompa con lo esperable. Se acomoda en una rutina y nunca acaba de despegar del todo. Los 150 minutos que dura, se sienten, y son un capricho más dentro de los tantos que tiene la cinta. Con un metraje menor y sin esa repetición en algunas acciones demasiado ensanchadas, hubiese funcionado de forma más eficaz, no hay dudas. Ari Aster ha vuelto a crear algo que es mínimamente interesante, por momentos irritante, genial y finalmente agotador. Una propuesta mucho más radical que “Hereditary“, y también mayormente detestable para sus detractores. “Midsommar” es la unión de piezas heterogéneas entre sí, totalmente atravesadas y fusionadas por el drama. Un muy buen segundo largometraje, imposible de encasillar, pero que augura en Aster la figura de alguien que tiene mucho para decir.
El éxodo de los directores de la nueva comedia americana continúa. El año pasado Peter Farrelly había abandonado el humor chabacano para rodar una feel-good movie políticamente correcta como “Green Book”, que acabo siendo la gran triunfadora en los Óscar (mejor película, mejor guión). Este año probó suerte otro viejo conocido de la comedia: Todd Phillips, realizador de películas como “Viaje censurado”, “Todo un parto”, y la trilogía devenida en clásico instantáneo, “¿Qué paso ayer?”. Lo que nadie esperaba era que terminará dirigiendo “Joker”, el film sobre el mítico villano principal de Batman. La competencia entre Marvel y DC la venía ganando hace años la primera, no solo con films muy taquilleros, si no también superiores. DC había registrado una gran cantidad de tropiezos cinematográficos como “Batman vs Superman”, “La liga de la justicia” y “Escuadrón suicida”, entonces ese flojo curriculum hacía pensar que esta “Joker” andaría por la misma senda. La presencia en el festival de Venecia, así como su posterior triunfo del León de Oro, empezaron a levantar sospechas de que definitivamente esto sería otra cosa bastante alejada de lo que estamos acostumbrados a ver en el universo de los héroes/villanos. Y así fue. La muy elogiada interpretación de Joaquin Phoenix como el nuevo Guasón lo metió rápidamente en la carrera seria por llegar a los Óscar, y con el premio principal el propio film exigió ser tomado en serio. Recordemos que “Logan”, de James Mangold había hecho un gran movimiento por desplazar al comic y transformarlo en una especie de western moderno. Pero lo de “Joker” es todavía más radical. Acá directamente Todd Phillips se libera de cualquier atadura y fórmula predecible para utilizar al personaje del Guasón como soporte de una crítica sagaz al estado de las cosas: El resultado es una cinta magnifica y revulsiva que pone a Estados Unidos al desnudo, tanto social como políticamente. Un riesgo maravilloso dentro de una industria que se ha acostumbrado a ir por lo seguro. No hay mucho secreto dentro de la trama. Phillips hace del Guasón un hombre con severos problemas mentales que vive en una ciudad donde intenta sobrevivir como puede a la discriminación y las injusticias. Esa Gotham City/Nueva York es retratada de una forma sucia, llena de violencia, crueldad, depresión, caos, con enormes desigualdades sociales, el ascenso de una televisión chatarra, el sistema de salud desfinanciado, un estado ausente y un clima de revueltas sociales. El director teje el panorama de fines de los 60’ comienzos de los 70’, con un espíritu anárquico y pesimista. JKR_DAY056_120418_1251888.dng Es cierto que por momentos pueda pecar de subrayar algunas situaciones con musicalización y escenas desmedidas, pero es una cinta admirable que funciona perfectamente cuando debe –por obligación- presentar puntos de contacto con el universo DC, y también cuando es la construcción del nacimiento de un demente devenido en psicópata. “Joker” es una película que funciona para los dos espectadores: el que no sabe nada de los comics la podrá ver como un drama social, y el fanático de los comics la podrá ver como una extraordinaria y gloriosa génesis digna del villano que retrata. Si una película incomoda es porque algo bueno ha generado. Phillips expone al psicópata en sus actos atroces, así como también en los maltratos que sufre. Entonces en “Joker” se activa algo que cada vez se hace más difícil de encontrar, nosotros como espectadores somos puestos en jaque: ¿empatizamos con un asesino? ¿sentimos pena? ¿queremos que triunfe o que sea vencido? Ya nos habíamos olvidado eso de que el cine industrial cuestionará al espectador, por eso esta cinta es una especie de bálsamo en el panorama cinematográfico. No hay una pizca de gracia. Todo está filmado con mucho realismo y crudeza. La gigante fotografía de Lawrence Sher acentúa una atmósfera oscura, con un poder en sus encuadres brillante. Es por momentos una autentica película de terror. Por último, no podemos pasar de largo la interpretación de Joaquin Phoenix, quien vino directamente a cerrar toda grieta posible entre Jack Nicholson o Heath Ledger. Su Guasón es el más humano, terrorífico y enfermizo de la historia. La representación perfecta de una psiquis desequilibrada y perturbada. Completó los casilleros del Óscar por transformación física, pero lo de Phoenix es mucho más que esa extrema delgadez, lo suyo es lo interno, lo que genera en el personaje. Esa risa que esconde detrás la tristeza, el llanto, la alegría, el nerviosismo, o vaya uno a saber que, porque Phoenix canaliza una personalidad totalmente quebrada. Una de esas actuaciones tan gloriosas como inolvidables. Todd Phillips se ajusta a la camada de esos cineastas de los 60’/70’ (Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, William Friedkin, etc) que hartos de la plasticidad de las historias en las que había quedado estancada la industria, plasmaron realidades crudas y brutales. “Joker” es claramente una colosal reescritura de “Taxi Driver” y “The King of Comedy”, pero su espíritu se expande más allá: es una película que se inscribe en ese cine guerrillero en total extinción. Aquel llamado Nuevo Hollywood está más vivo que nunca en estas calles de Gotham. Calificación: Excelente.
El prolífico actor francés Louis Garrel (hijo del gran cineasta Philippe Garrel), de tan solo 36 años, suma su segunda experiencia como director y co-guionista en el film “Amante fiel”. El mítico Jean- Claude Carrière es el otro guionista involucrado en esta película que se exhibió en el pasado BAFICI, donde Garrel ganó el premio a la mejor dirección. Protagonizada también por el propio director, “Amante fiel” cuenta la historia de un trio amoroso que completan Laetitia Casta, una actriz de vasta carrera, y la joven Lily-Rose Depp (hija del célebre Johnny Depp). Marianne y Abel son pareja. Un día ella le confiesa que está saliendo con Paul, uno de los mejores amigos de Abel. Y no solo eso, además espera un hijo de su amante y está dispuesta a casarse con él. Se separan y tras varios años, Abel se entera que Paul ha muerto de un inesperado paro cardiaco. El reencuentro de ambos se da en el funeral. Allí las emociones vuelven a florecer, pero Eve, la hermana de Paul, no parece estar muy contenta con esto. Es extraño el enfoque de “Amante fiel”, porque comienza como un drama que rápidamente se transforma en una tragicomedia y que tiene incluso hasta algún coqueteo con el thriller. Así va pendulando la nueva película de Louis Garrel, plagada de personajes indecisos que van y vienen durante sus muy cortos 70 minutos. Los personajes de Garrel están desesperados por amor. Llevan sus emociones a lo extremo, una regla clara del melodrama, se enredan, se pelean, y se mueven como bien podrían hacerlo los personajes del cine de Woody Allen. Desde el minuto 1 nos queda claro que el objetivo de Garrel es construir una cinta al estilo ‘Nouvelle Vague’. La voz en off se hace protagonista principal del relato y funciona como ordenador y distribuidor de la información. Pone en palabras lo que vemos en imagen y refuerza las emociones. Esos amagues a entrar por el terreno de lo policial son llevados simpáticamente por Garrel quien nunca se los toma demasiado enserio, pero le sirven para darle algún enredo más a la historia. Ese roce con los géneros clásicos es otra de las cosas que tanto ha caracterizado a la corriente francesa, pero “Amante fiel” siempre tiene bien en claro lo que a fin de cuentas es, una comedia romántica con bastante humor negro. El film nunca termina hundiéndose en el tono dramático que el comienzo podría sugerir. Esa densidad acaba siempre alivianada por rápidos chistes y situaciones que van llevando la historia para otro terreno. Sin ser grandiosa ni compleja, “Amante fiel” es una buena y bienvenida segunda película del cineasta Louis Garrel. La sombra de su padre es grande, pero Louis de a poco ha encontrado un estilo de narrar sus historias bastante bello. Si ganará un poco de profundidad seria aún mejor. Una película francesa de cepa.
La mítica realizadora francesa, Claire Denis, continúa experimentando y probando nuevos géneros a sus ya 73 años. Con “High Life”, su último film, se mete de lleno en la ciencia ficción, un terreno que para muchos autores sigue siendo interesante de abordar. La directora de “Chocolat”, “Trouble Every Day” y “Un bello sol interior”, vuelve a reunirse con su habitual colaborador Jean-Pol Fargeau y suma a Geoff Cox, en la elaboración de un guión complejo. Protagonizan “High Life”, Robert Pattinson, que con Claire Denis sigue alimentando el muy buen curriculum de estos últimos años (ya filmó con Cronenberg, Herzog, los hermanos Safdie, entre otros). También está la extraordinaria Juliette Binoche, en su segunda colaboración con la directora. “High Life” comienza ya en el espacio, con Monte y su hija bebé, a bordo de una nave espacial que antes supo estar ocupada por muchos tripulantes. A lo largo del film nos iremos enterando que paso con cada uno de ellos.¿Cómo seguir narrando la vida y la soledad en el espacio después de Kubrick y Tarkovski? Bueno, Claire Denis encuentra una bonita forma de hacerlo en “High Life”. Por esto sigue siendo un campo de interés para el cine con ínfulas intelectuales, porque el espacio es un escenario que permite abordar el existencialismo de la humanidad. El optimismo de los primeros minutos muta rápidamente a una ciencia ficción oscura, retorcida y muy arriesgada, incluso para una directora valiente como Claire Denis. El sexo y la violencia se van adueñando de la densa atmósfera, al punto de que nos hace pensar una cosa: si David Cronenberg hubiese filmado una cinta en el espacio, sin dudas sería algo similar a esta. No todo funciona bien en “High Life”: Hay algo en la relación de los personajes que es fallido, con no tanta profundidad para comprender comportamientos o actitudes, pero la película lo gana en belleza visual (una excelente fotografía de Yorick Le Saux y Tomasz Naumiuk), hermosos encuadres de Denis, y una simbología plena en cada escena. El punto de vista inicia con un Robert Pattinson aportando sensibilidad como padre en cada una de las escenas. Luego de esa introducción, el film va adquiriendo una complejidad estructural desprendiendo diversas líneas temporales. Primero a modo de brevísimos flashbacks, nos enteramos a cuentagotas la infancia del personaje de Pattinson y el motivo por el que estuvieron esos tripulantes en el espacio. Este tiempo esta diferenciado por la textura de la imagen, un claro fílmico y una paleta de colores grisáceas. Finalmente “High Life” vuelve a romper ese presente para mostrarnos casi hasta el final de la cinta el pasado, cuando estuvieron todas las otras personas en la nave. Claire Denis no nos regala casi nada de información, y el acceso que tenemos a ella es a través de los saltos temporales. Allí comienza a tomar el timón del punto de vista, Juliette Binoche, quien con sus años de experiencia sigue arriesgándose en cada nuevo papel. Una actriz que se renueva y se aleja de cualquier posible zona de confort. Más que interesante. “High Life” está lejos de ser una cinta tranquilizadora y fácil de digerir. Ciencia ficción retorcida, por momentos escalofriante, y un drama sobre la soledad, los lazos humanos, el sexo y la muerte