"Con el sello de la casa" El talento que desplegó David O. Russell en los últimos años lo convirtieron en un director merecidamente reconocido y elogiado por la prensa y el público, sin que a ninguna de estas dos partes les importe demasiado las ya reconocibles marcas personales que les impregna a sus films, sin importar el género al que pertenezcan. Russell es un realizador hecho y derecho, exquisito y tremendamente efectivo a la hora de atrapar al espectador con sus historias no muy rebuscadas y casi clásicas en las que todo termina bien, sin giros imprevistos y sorpresas inesperadas. Vamos a ser completamente honestos: Ese es el sello de Russell. Sus personajes atrapantes, su puesta en escena dinámica y entretenida y sus relatos apasionados y bien humanos nunca recorren otro camino que no sea el de un camino liso y llano en el que no existen los sobresaltos y todo se reduce a contemplar la belleza que lo rodea. Si repasamos sus últimos tres trabajos, entre los que incluimos “El luchador”, “El Lado luminoso de la vida” y “Escándalo americano”, nos encontramos con grandes películas que, con sus pequeñas y atrapantes historias, nos regalaron a lo largo de su desarrollo todos los elementos necesarios para que lleguemos al final de las mismas con una sonrisa de oreja a oreja y ganas de aplaudir de pie un gran producto. David O. Russell, alias “finales felices”, hoy en día es talento en estado puro. Un trabajador del cine con todas las letras al cual hay que disfrutar dentro de la pantalla grande. De eso no quedan dudas. Por eso hay que ser francos con “Escándalo americano”, ya que si bien se trata de un peliculón tremendo que se disfruta completamente, no deja de ser un film que lleva nuevamente la firma más reconocida del realizador, siendo este el único aspecto que me pareció, paradójicamente, algo decepcionante. No se asusten con eso, ya que mi punto es que la historia del caso ABSCAM y la forma en la que la trabajó Russell (tanto delante como detrás de las cámaras) quizás hubieran merecido un pequeño giro de originalidad sobre su parte final, para romper esa costumbre propia del realizador y ofrecernos un panorama completamente distinto en la que es, sin dudas, su película más lograda y ambiciosa hasta la fecha. Que una historia como esta, la cual a su vez es tremenda, polémica y encima está inspirada en hechos reales, hable de forma tan certera sobre los efectos devastadores del engaño, la traición y la ambición humana, merece desde mi humilde lugar un cierre acorde al peso y la “seriedad” que le otorga Russell durante sus dos implacables primeras partes. Prologo y conflicto de “Escándalo americano” son una cátedra cinematográfica de cómo contar una historia humana seria, entretenida, amplia y solida, acompañándola de excelentes actuaciones y un apartado técnico que no deja nada librado al azar. El epílogo, en cambio, si bien no resulta ni forzado ni queda desparejo con relación a las dos partes anteriores, quita el pie del acelerador y nos deja con ganas de un poquito más en pos del idealismo que practica Russell. Que nadie se confunda: Hacia rato que el cine no ofrecía una pista tan acida e ideal para el despliegue de actuaciones tremendas por parte de Christian Bale, Amy Adams, Jennifer Lawrence, Bradley Cooper y Jeremmy Renner (este último pieza clave del film y llamativamente pasado por alto por la prensa) y una dirección sobresaliente de un realizador como David O. Russell quien baila, por ahora, al ritmo de sus propias historias y nos invita que nos sumemos a la fiesta. “¿Alguna vez tuviste que encontrar la forma de sobrevivir sabiendo que todas las opciones que tenes son malas, pero, tenes que sobrevivir?” dice Irving Rosenfeld, ofreciendo una radiografía de esta nueva corriente del cine norteamericano que se encarga de mostrar, sin miedo al ridículo ni las exageraciones, los trapos sucios que existen puertas adentro de su propia sociedad. “Escándalo americano” llega para ocupar el primer lugar en el podio de dicha corriente, de la mano de un David O. Russell que ya puede disfrutar de tener un nombre de la jerarquía de sus películas.
"Ni una pluma de tontos" Lo que hace divertido y entretenido el mundo de las películas animadas es que si bien existe un apabullante rival a vencer (Disney), el resto de los estudios que desarrollan esta clase de películas optan casi siempre por luchar con productos distintos y originales que se alejan de las clásicas y repetidas formulas que ofrece la casa del ratón, construyendo así un panorama de ofertas más que llamativo. Por eso la balanza no siempre se inclina hacia un solo costado, sino que al contrario, a veces la equidad de esta áspera e interminable competencia ofrece resultados interesantes que provienen de lugares imprevistos. “Dos pavos en apuros” es la cuarta incursión en el mundo de la animación de la productora Relativity Media, que en el 2009, 2008 y 2006 presentó las correctísimas “Número 9” de Shane Acker, “Despereaux: Un pequeño gran héroe” de Sam Fell y Robert Stevenhagen y la nominada al Oscar “Monster House: La casa de los sustos” de Gil Kenan, respectivamente. Ese contexto pinta de pies a cabeza el nuevo trabajo del director Jimmy Hayward quien, luego de su estrepitoso fracaso en el mundo de carne y hueso de la mano de la patética “Jonah Hex”, vuelve a la animación para contar una divertida y original historia que atrapa a grandes y chicos por igual sin volar demasiado alto. Un pavo llamado Reggie es el único que conoce su verdadero destino dentro de una tranquila y colorida granja: Tarde o temprano llegará el momento en el que él se convertirá en el plato principal del día de acción de gracias. Por obra y magia del destino, Reggie recibe un indulto del mismísimo presidente de los Estados Unidos y tiene la oportunidad de comenzar una nueva vida, alejado completamente de las preocupaciones y los problemas que tienen los de su raza, los cuales se reducen a uno solo: Convertirse en comida para los humanos. Sin embargo, otro pavo mucho más loco y paranoico que Reggie llamado Jake aparece en su camino para ofrecerle una aventura que incluye un viaje a través del tiempo para evitar ni más ni menos que los pavos sean, históricamente, el alimento predilecto de todas los norteamericanos durante el día de gracias. Hayward contó esta vez con un presupuesto más chico que el de su primera incursión en el mundo de la animación (dirigió la muy recomendable “Horton y el mundo de los quién”), pero sin embargo ofrece un resultado que en aspectos técnicos no dejan nada que desear. Las secuencias de los viajes en el tiempo están increíblemente logradas, y no solo son la justificación perfecta para ver esta película dentro de una sala de cine (y en 3-D) sino que también son la clara muestra de que la calidad en términos de animación está lejos de emparentarse con lo económico y depende casi exclusivamente de la dedicación y calidad de los realizadores involucrados. Inevitablemente hay que destacar dos puntos que perjudican el resultado final que ofrece como película infantil “Dos pavos en apuros” y son las innumerables vueltas que da su historia a medida que avanza el relato (lo cual provoca que los más chicos se pierdan y que los más grandes se pregunten a cada rato “¿Cuál es el hilo de la historia?”) y su inseparable contexto que hace referencia constantemente a una fecha conmemorativa e histórica que se celebra solo en los Estados Unidos. De todas formas, mencionar esto puede parecer un acto de hilar demasiado fino, para un producto que cumple con creces su único y verdadero propósito: Entretener a los más chicos de principio a fin gracias a su galería de personajes divertidísimos y su llamativo apartado técnico. El resto, definitivamente, es moco de pavo.
"Desmenuzando la epopeya" Uno se choca con la dura realidad varias veces durante el visionado de la opera prima de Carl Rinsch, realizador que saltó a la fama hace unos años gracias a un interesante y llamativo cortometraje llamado “The Gift”. En primer lugar hay que decir que el talento, la creatividad visual y las grandes escenas de acción acompañadas de un ritmo vertiginoso que popularizaron a Rinsch están presentes en grandes dosis en “47 Ronin”, película basada en la leyenda japonesa más importante de toda su historia ya que retrata de forma fría y perfecta la lealtad, el honor y la valentía de aquellos hombres que llevaban la embestidura de los samurais. Con un guión firmado por Chris Morgan (Las últimas tres entregas de “Rápido y Furioso”) y Hossein Amini (“Drive”), “47 Ronin” respeta las líneas generales de esta fabula japonesa, pero le agrega un toque de fantasía que, si bien en ningún momento desentona, tampoco es la clave ni el eje donde se sostiene el film. A nivel técnico, esta película ofrece un espectáculo más que interesante, con unos cuidados efectos especiales, una enorme fotografía de John Mathieson (“Gladiador”), un increíble trabajo de vestuarios a cargo de Penny Rose (“Piratas del Caribe”) y una hermosa puesta en escena que llevaron a cabo David Allday (“Charlie y la fábrica de chocolates”) y Elli Griff (“La caída del Halcon Negro” y ”Hellboy: El ejercito dorado”). Incluso la banda sonora compuesta por Ilan Eshkeri, quien entró por la puerta de atrás para remplazar al ganador del Oscar Atticus Ross, logra crear unos correctísimos momentos de clímax en donde la piel se te pone de gallina. Vale destacar también que el 3-D en esta película está bien implementado y por momentos acompaña algunas secuencias de forma más que interesante. Los grandes problemas de “47 Ronin” pasan por dos aspectos que ya se volvieron moneda frecuente en las últimas producciones hollywoodenses de los últimos años: Keanu Reeves y la edición de las películas que realizan los estudios para hacer productos que apuntan a una audiencia más amplia. Sobre Reeves poco más se puede decir, ya que sus últimos proyectos hablan por sí solos: Pareciera que cada vez tiene menos ganas de actuar o de involucrarse en películas que requieran algo más que su cara estática, sus poses de peleador nato y su repertorio de frases sacadas de un videojuego. En “47 Ronin” Reeves es el mayor responsable de no poder crear en ningún momento de la película el espíritu de la misma, convirtiendo así a este producto en un desarrollo de acciones que carecen de un conductor emotivo que realmente atrape al espectador de forma genuina. Que se entienda: Las dos horas de duración no se sienten demasiado y uno se mantiene atento a lo que pasa en el transcurso del film sin ningún inconveniente. El problema es que el relato carece de alma, espíritu y emoción, consolidándose así como una pobre epopeya histórica que encuentra su más cercano parentesco en la paupérrima “10.000 A.C” de Roland Emmerich (2008). Sobre el tema de la edición de “47 Ronin” realizada por Universal con intenciones de estrenar esta película con una calificación apta para mayores de 13 años, las evidencias son escabrosas: Desde personajes que aparecen tan solo 5 segundos y sin embargo tienen su poster individual que los vende como protagonistas del film (Rick Genest) hasta el insulto de no mostrar ni una gota de sangre ni siquiera en el ritual del Seppuku. Esto último me pareció tan patético, que solo es comparable a ver una película de fútbol en donde no se muestren los goles. Realmente increíble. No tendríamos que acostumbrarnos a ver debuts cinematográficos tan manoseados, ni buenos elencos arruinados por una sola pieza como en este caso. Lamentablemente ya estamos familiarizados con la idea de que, dentro del mundo del cine, en Japón durante la época medieval sus habitantes hablaban ingles tranquilamente y no respetaban algunas de sus tradiciones más importantes y emblemáticas con tal de llamar la atención de los más chicos.
"Final feliz" Nadie pone en duda su calidad actoral, ni mucho menos la buena onda que transmite por los distintos medios en los que de vez en cuando aparece. Joseph Gordon – Levitt es mucho más que una cara famosa y de a poquito se va ganando un merecido lugar dentro de Hollywood como la estrella que es. Ahora bien, tampoco hay que ser exagerados ni chupamedias (algo que parece imposible dentro del medio) a la hora de hablar de la calidad de los trabajos en los que se ven inmersos esta clase de personas que, por alguna razón, tienen un aura especial que los destaca sobre el resto. Las comparaciones son odiosas y los ejemplos sobran de que si a un artista, tanto la prensa como el público, le dan alas lo suficientemente amplias de forma injustificada terminará volando muy alto y la caída será estrepitosa y muy dolorosa. Por eso hay que tomar con pinzas “Entre sus manos”, la opera prima de Gordon – Levitt como realizador, ya que se trata de un pequeño film que está lejísimos de rozar la excelencia y comete un error garrafal que como espectador uno no debe dejar pasar. De todas formas, vayamos primero por lo positivo: “Don Jon” es un producto entretenido, que se disfruta de principio a fin siempre y cuando el único objetivo del espectador sea el de pasar un buen rato dentro de una sala de cine. Con actuaciones solidas, como las de Scarlett Johansson y la de la siempre correcta Julianne Moore, “Entre sus manos” sigue los pasos de Jon (Gordon-Levitt), un joven vigorexico, católico, mujeriego y adicto a la pornografía que, precisamente por este último punto, tiene problemas a la hora de entablar una relación seria y a largo plazo con las mujeres. El gran acierto de “Entre sus manos” es que, del mismo modo que su protagonista seduce a muchas mujeres y no se queda con ninguna, la película coquetea con géneros como la comedia romántica y el drama pero no se establece sólidamente en ninguno de los dos ofreciendo un resultado entretenido que por momentos también ayuda a la reflexión. Sobre esto último, la intención es visible, ya que no en vano el film traza una excelente disyuntiva acerca de los efectos que pueden producir en las personas el meta mensaje que transmite tanto la industria de la pornografía como también la del mundo del cine, siendo ambos igual de perjudiciales. No hay que ser ignorantes en esto: Es igual de peligroso que se retrate a las mujeres como ninfómanas y dispuestas a tener sexo de todas formas con cualquiera que se cruce en su camino (como lo refleja el porno), así como también que se las retrate como princesas cuyo único objetivo en la vida es enamorar a un hombre con dinero para ascender socialmente y tener una vida mejor (como suelen reflejarlo novelas, películas, obras literarias, etc). Y ahí es donde está la punta del ovillo que sirve para desenmascarar el grosero error que comete “Don Jon” ya que critica algo que luego termina haciendo, solo que cambiando los sujetos (los hombres en vez de las mujeres) y los hechos (el amor en lugar del sexo). Finalizar una película que, ni demasiado seria ni tampoco muy irracional, invita todo el tiempo a reflexionar sobre como el sexo (a través de todas sus instancias) puede distorsionar la vida de las personas con una especie de moraleja “Made in Disney” es un despropósito por el cual “Entre sus manos” deberá pagar un precio muy alto. Opacando el “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, la opera prima de Joseph Gordon – Levitt como realizador se asemeja a un perro que se muerde su propia cola y entretiene porque da vueltas sobre sí mismo pese a ser, ingenuamente, un acto ridículo.
"Normalidad absoluta" Si uno analiza bien el panorama puede encontrar las razones de por qué estamos frente a la paupérrima 5º entrega de una saga que lucha constantemente contra el campanazo final que dice a gritos “no va más”. Cuando en el 2007 Oren Peli sacó a la luz “Actividad paranormal” difícilmente imaginó que el destino y la suerte que correría la misma lo convirtieran en el realizador responsable de uno de los éxitos cinematográficos (en términos económicos) más importantes de la historia del cine. “Actividad paranormal” lejos de ser perfecta, al menos se trataba, de un producto que se dejaba ver y entretenía sin que entren en juego demasiadas pretensiones de parte del emisor como de los receptores. Pero a partir de allí las garras ambiciosas del resto de los involucrados en este proyecto empezaron a estirar una historia de la nada misma, apoyándose en unos cimientos tan débiles como pobres que rápidamente empezaron a mostrar sus falencias y que ni siquiera el mismísimo Peli pudo (ni puede hasta la fecha) disimular. Por eso esta nueva entrega, por más que se venda como una expansión “latina” del universo creado por Peli, no se aleja demasiado de la calidad irregular que ofrecieron todas las entregas anteriores de esta franquicia. Es decir: Nuevamente un formato visual completamente injustificado tanto desde el punto de vista de la producción como desde lo argumental, una historia que se esmera por borrar con los codos todo lo que anteriormente se escribió en los capítulos previos de la saga y personajes patéticos y aburridos que no generan la más mínima empatía con el público. El terror obviamente brinda por su ausencia, solo que en este caso la propuesta durante su primera parte desbarranca de tal forma que lo que termina por ofrecer se parece bastante a una burda copia de “Poder sin límites” de Josh Trank. Lo de la novedad latina queda resumido al personaje de una vieja que ofrece buenos momentos cómicos pero después hace agua por todos lados y a un perro llamado “chavo”. Nada más. Obviamente van a estar los fanáticos, que gracias a su incredulidad, seguirán apostando a esta clase de propuestas que cuentan con una campaña de promoción más elaborada que la propia película en sí, pero al resto les digo que “Actividad paranormal: Los marcados” sirve como reflejo perfecto de una de las alegorías más divertidas de “Los Simpsons”. Para aquellos que quieran seguir comprando la Stacy Malibu por el simple hecho de que tiene un sombrero nuevo, “Actividad paranormal: Los marcados” es el estreno que estaban esperando. El resto, donde seguramente se encuentran los verdaderos fanáticos y amantes del cine de terror, tiene en la cartelera un pésimo augurio para arrancar lo que puede llegar a ofrecer el genero en el transcurso del año.
"Pánico y locura en Wall Street" Dentro de la inmensa carrera del grandioso Martin Scorsese hay una extensa lista de películas que ya son clásicos dentro de la historia del séptimo arte, sin importar demasiado los variados géneros a los cuales pertenecen. “El lobo de Wall Street” difícilmente pueda entrar de forma cómoda dentro de ese grupo, pero sin embargo estamos frente a una producción que se disfruta y se celebra por ser una inmejorable oferta para comenzar el año en materia de cine. Los grandes directores son aquellos que trabajan una infinita variedad de historias y pueden impregnarles a todas ellas su sello particular, sin que eso signifique caer en la repetición u otros errores más comunes de los realizadores novatos. Las comparaciones son odiosas, siempre, pero el gran Scorsese en sus últimos tres proyectos abarcó géneros con los cuales no estaba familiarizado y salió más que victorioso, algo que difícilmente podamos decir de otros directores. Si “La isla siniestra” (2010) fue una gran historia de terror y suspenso y “La invención de Hugo Cabret” (2011) fue una tremenda y emotiva historia de aventuras para toda la familia, el más reciente desembarco a la comedia y el humor negro de la mano de “El lobo de Wall Street” sirve para demostrar que Martin Scorsese es un realizador enorme con un talento intacto para contar grandes historias. Basada en hechos reales, la historia de Jordan Belfort es cinematográfica en todo sentido y con este traspaso a la pantalla grande se consolida como otro gran exponente de las películas norteamericanas que en el último tiempo se esmeraron por mostrar los limites irracionales y estúpidos que alcanzan algunas personas por cumplir el famoso “sueño americano”. Nuevamente apoyándose en un gran trabajo actoral por parte de Leonardo Di Caprio y en un elenco cargado de talento, “El lobo de Wall Street” sigue los pasos de la vida Belfort basándose en lo que él mismo relató en su propio libro, el cual abarca sus inicios como un idílico y joven corredor de bolsa, su caída estrepitosa en la adicción a las drogas, el sexo y el alcohol y su patético pero real desenlace frente a la justicia norteamericana. Hay que destacar sí o sí de “El lobo de Wall Street” la correcta química que logra la dupla DiCaprio y Jonah Hill en algunos momentos muy bizarros y entretenidos, como así también la interesante actuación de la joven actriz australiana Margot Robbie y los breves pero intensamente divertidos minutos de Matthew McConaughey, los cuales definen la película por completo con una escena genial junto con DiCaprio. El siempre interesante apartado técnico apoyado en la fotografía de Rodrigo Prieto (Argo, Wall Street 2), la dinámica edición de la Thelma Schoonmaker (clásica colaboradora de Scorsese) y una banda sonora para todos los gustos logra también que las casi tres horas de duración se pasen volando sin que uno lo sienta demasiado. Lo único negativo que se le puede recriminar a “El lobo de Wall Street” es que termina en arenas movedizas, dejando un tramo final bastante recortado y de sello abrupto. Recordemos de todas formas que Scorsese tuvo que trabajar bastante en la edición de este proyecto para que no sufriera una calificación que perjudicara su desempeño en taquilla, por lo que no sería de extrañar que tarde o temprano conozcamos el corte del director de esta historia en algún formato casero. En definitiva, “El lobo de Wall Street” no es perfecta pero es una más que placentera propuesta que logra ofrecer en un solo resultado algunos de los aspectos más salientes de dos clásicos del cine como lo son “Buenos Muchachos” (1990) y “Wall Street” (Oliver Stone, 1987).
"Moraleja americana" Hay un cuento llamado “Pedro y el lobo” (también conocido en ciertas partes del mundo como “Juanito y el lobo”) que narra la historia de un niño que, para burlarse de sus vecinos y familiares, inventa la presencia amenazante de esa criatura en varias oportunidades. Cuando Pedro finalmente se ve amenazado por un lobo de verdad y decide pedir ayuda, ningún vecino ni familiar le cree al niño, quien es atacado por la criatura en algunas versiones del cuento, mientras que en otras directamente el lobo se come a toda su familia. La moraleja y los vaivenes de dicho relato, como así también el ideal que existe en el imaginario popular del “sueño americano”, tranquilamente pueden aplicarse a la carrera de Michael Bay, director responsable de “Bad Boys” (1995), “La Roca” (1996), “Armageddon” (1998), “Pearl Harbor” (2001), “Bad Boys II” (2003), “La Isla” (2005) y la trilogía “Transformers” (iniciada en el 2007), la cual lo convirtió en el director de cine mejor pago de los últimos 10 años. Bay es un realizador de gran talento para dirigir películas de acción (por lejos uno de mis favoritos), pero su fama en Hollywood lo posiciona como uno de los peores directores modernos (algo ridículo y alimentado fervientemente por la prensa) y su personalidad no ayuda a revertir dicha imagen ya que difícilmente exista otro tipo más egocéntrico y narcisista que él en la industria del cine. Hay que entender también su situación: Michael Bay en toda su carrera no acumuló ni un solo fracaso económico (lo cual es más determinante que la calidad de los films en Hollywood) y se rodeó de algunos amigos pesados dentro de la industria como ser Jerry Bruckheimer, Don Simpson, Steven Spielberg y James Cameron, quienes exacerban su ego desde hace un tiempo. El mismísimo Bay en su momento, bajo la mirada aprobadora de Spielberg, se animó a decir que “Transformers: La venganza del Caído” (2009) era tan grande como si mezclaras “Ben Hur” (William Wyler, 1959) y “Apocalypse Now” (Francis Ford Coppola, 1979). pain and gain 2 “Sangre, sudor y gloria” es su última producción estrenada comercialmente en distintas partes del mundo (excepto nuestro país), la cual se filmó en tiempo record, con un presupuesto que no superó los 20 millones de dólares y cuya realización fue posible gracias a la extorsión de Paramount Pictures para que Bay filmara la 4° entrega de “Transformers” una vez finalizado este trabajo. Debido a razones más económicas que personales, y porque sabía que quizás no existiría otro mejor momento para llevar a cabo su tan ansiado proyecto, Bay aceptó la oferta y tuvo que tragarse sus palabras deslizadas años anteriores en donde decía que no filmaría más películas de la saga “Transformers” porque se sentía “aburrido de esa clase de proyectos, a los cuales ya no podía aportar nada más”. Así nació “Pain & Gain”, película escrita por la dupla de guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely (“Capitán América”, “Thor: Un mundo oscuro”) basada en los increíbles hechos reales redactados por el periodista Pete Collins para el periódico “Miami New Times”, los cuales se publicaron en diferentes por capítulos e incrementaron notablemente las ventas y la fama del diario allá por 1999. Tal fue el éxito y la repercusión que logró la crónica titulada “Pain & Gain” que hasta la fecha se considera como la noticia más importante publicada por aquel diario y además fue recopilada a modo de novela y editorializada en varios países. “Sangre, sudor y gloria” cuenta la historia de Daniel Lugo (el siempre correcto Mark Wahlberg), un entrenador físico narcisista que, cansado de no poder concretar su visión del sueño americano (conseguir mucho dinero, tener una casa enorme, un patio verde para podar y un grupo de vecinos que lo admiren y lo consideren necesario para el barrio) decide tomar cartas en el asunto y secuestrar a un exitoso empresario cliente suyo en el gimnasio donde trabaja llamado Victor Kershaw (el gran Tony Shalhoub) para torturarlo, extorsionarlo y quitarle todos sus bienes personales. Para llevar adelante dicha misión Lugo recurrirá a la ayuda de su mejor amigo Adrian Doorbal (Anthony Mackie), un vigoréxico con problemas físicos debido al consumo excesivo de esteroides y a Paul Doyle (Dwayne Johnson), un ex convicto recuperado de sus terribles adicciones a la droga y al alcohol que se encuentra desempleado y abandonado. A diferencia de todos los demás proyectos de Bay, “Sangre, sudor y glorias” es un relato que carece de grandes escenas de acción y todo su peso radica en mostrarnos de forma exacerbada (sin que eso signifique menos realismo) la ambición y desesperación de este grupo de criminales que decidió cumplir el “sueño americano” llevando adelante un plan tan violento como ridículamente mal orquestado. Durante gran parte del relato el género que más se le asimila a esta producción es el de la comedia, pero la ridiculez con la que actuaron Lugo y compañía en la vida real, y las increíbles decisiones que tomaron en situaciones críticas, hablan por sí solas: Solo en Estados Unidos hay gente capaz de hacer semejante locura de forma tan estúpida. 68901c35-ec69-4742-80e5-161c7ee6c68a_zpse7eb8c1b Por ese motivo la película se apoya en las correctas actuaciones de Wahlberg, Johnson, Mackie, Shaljoub y Ed Harris, quien recién hace su aparición en la segunda parte del film para introducir así al primer y único personaje moralmente bueno de toda la historia. Ahí radica uno de los grandes méritos de “Pain & Gain” y es el hecho de desarrollar una interesante y atrapante crónica que, pese a presentar un final anunciado, tiene siempre como personajes centrales a un grupo de delincuentes políticamente incorrectos que reflejan la crudeza de la ambición humana, alimentada por erróneos modelos de formación. Sería bueno ver que opinan ahora aquellos periodistas u otros miembros de la prensa que consideran a Bay como uno de los directores que más trabajaba con los estereotipos desacertados del ciudadano norteamericano, ya que en ésta oportunidad lo que el realizador refleja de forma crítica y concreta son los efectos que impone una sociedad competitiva, egocéntrica, violenta y cargada de mensajes alentadores ilógicos como la de los Estados Unidos a sus habitantes. Daniel Lugo, sin ir más lejos, ofrece un repertorio de frases tales como “Si creo que lo merezco, lo obtengo” que construye a medida que avanza el relato uno de los personajes más patrióticos, realistas y ridículos de los últimos años dentro del cine de Hollywood. Como mencione anteriormente, “Pain & Gain” no tiene grandes escenas de acción, por lo que técnicamente la película se sostiene gracias a un dinámico trabajo de edición a cargo de Tom Muldoon (60 Seconds), un excelente trabajo de fotografía (fuera de lo común en las películas de Bay ver tanta cámara en mano y ubicada en lugares impensados) realizado por Ben Seresin (Guerra Mundial Z) y la perfecta banda sonora compuesta por Steve Jablonsky que musicaliza de forma excelsa esta historia. Es una lástima que, luego de años y años de llamar la atención de forma errónea con proyectos entretenidos y mediocres, Michael Bay haga una pequeña gran película como esta y nadie le preste la atención que realmente se merece. 1888cc08-45b2-4c37-bbaf-f2275a3ef590_zps8f9399faDe no haber corrido la misma suerte que Pedro y el lobo, hoy tranquilamente este criticado y atacado director podría presumir con mucho más entusiasmo que tiene en su filmografía la mejor y más polémica película hollywoodense de criminales desde “Asesinos por Naturaleza” de Oliver Stone (1994). Si “Argo” de Ben Affleck (2012) se esmeraba por mostrar el exacerbado heroísmo de los norteamericanos en misiones de rescate riesgosas en el extranjero, “Sangre, sudor y gloria” se encarga de demostrar que la violencia (con fácil acceso a las armas incluido), la envidia, la discriminación y la desmesurada competencia contra el resto de las personas de una sociedad son un problema latente puertas adentro que está lejos de solucionarse en los Estados Unidos. “Sangre, sudor y gloria” es la versión porno de “Argo”. La muestra más concreta que ofreció el cine este año de lo que los norteamericanos son capaces de hacer por construir un mundo mejor, según su tergiversado punto de vista.
"Magos superpoderosos" La regla numero uno al ver una película de Louis Leterrier es “Lo tomas o lo dejas”. Así de sencillo. El realizador francés, responsable de las dos primeras entregas de “El Transportador”, “Danny The Dog” (su mejor película hasta la fecha) y “El Increíble Hulk” siempre te propone desde el inicio de sus relatos que te abstengas de preguntarte demasiado acerca de su trama y también de los giros extraordinarios y fantásticos que a veces suelen tomar estas. Es decir: Hay que comprar que Jason Statham persiga con una moto de agua a un criminal por medio del asfalto como sucedía en “El Transportador 2”. O que Jet Li es una especie de perro guerrero humano capaz de vivir como esclavo tantos años sin animarse a una venganza o escapar de sus dueños. O simplemente hay que dejar pasar el hecho de que Edward Norton es ni más ni menos que Bruce Banner en “El increíble Hulk”. Para evitar que el espectador caiga en esos cuestionamientos que pueden desmoronar por completo sus mundos irreales, Leterrier lo que hace es acribillarte con secuencias de acción perfectamente coreografiadas con un ritmo frenético en donde no podes sacar los ojos de la pantalla y efectos especiales cuidados al servicio de su historia. Con “Now You see me” el ahijado artístico de Luc Besson explota al máximo todas sus cualidades como director y ofrece un producto entretenido de principio a fin que alcanza unos niveles de ingenuidad y fantasía como pocas veces habíamos visto en películas con magos como protagonistas. Producida por Roberto Orci y Alex Kurtzman, la dupla de guionistas más pochoclera de los últimos años en Hollywood, “Nada es lo que me parece” cuenta la historia de un grupo de magos interpretados por Jesse Eisenberg, Isla Fisher, Woody Harrelson y Dave Franco. quienes conforman una especie de “Liga de la Justicia” que realiza actos increíbles durante sus shows, como por ejemplo robar un banco sin que nadie los atrape ni pueda culparlos por ello. Este grupo de ilusionistas rápidamente llamará la atención, por razones obvias, de los agentes del FBI interpretados por Mark Ruffalo y Michael Kelly, quienes ayudados por la agente del Interpol interpretada por la bella Mélanie Laurent, empezaran una persecución frenética para evitar una seguidilla de asaltos cuya lógica supera los límites de la imaginación. Así es como “Nada es lo que parece” no se detiene ni un solo segundo de su relato para tratar de ofrecer las explicaciones necesarias para saber lo que está sucediendo (ya que ni sus protagonistas lo saben) y deja todas las explicaciones para una última media hora final en donde la película da tantos giros argumentales como le fueron posibles insertar a los guionistas en esta historia. Por eso hay que aprovechar las primeras dos partes del film, en donde todo está relativamente dentro de los parámetros de lo imprevisible pero dentro de un marco realista, inclusive las actuaciones donde sobresalen Melanie Laurent (no solo por su belleza) y los experimentados Morgan Freeman y Michael Caine. Después viene el cierre donde se intentan responder todas las preguntas de esta increíble aventura que si bien no convence demasiado, gracias al ritmo frenético plasmado por la edición de Robert Leighton y Vincent Taballion, ayudado a su vez por la música compuesta por Brian Tyler y la cámara de Leterrier que nunca se queda quieta, “Nada es lo que parece” ofrece dos horas de entretenimiento bastante pretensioso, pero entretenimiento certero al fin. Al igual que un truco de magia si te pasas demasiado tiempo tratando de buscar la lógica en lo que se hace te perdes la oportunidad de disfrutar un buen espectáculo.
"El amor no depende del reloj" No soy partidario de ese bodrio infumable que es “Un lugar llamado Notting Hill”, ni mucho menos de la ambiciosa y simplona “Realmente amor”, pero sí de esa pequeña joyita llamada “That Boat that Rocked” conocida en nuestro país como “Los piratas del Rock”. ¿Qué tienen en común todas esas producciones? Richard Curtis, realizador que ya sea oficiando como guionista o director deja siempre impregnada su inconfundible marca de combinar drama y comedia en todos ellas. A veces en dosis más aceptables, otras veces no tanto. En “Cuestión de tiempo” Curtis logra ofrecer un producto parejo en todas sus líneas, capaz de hacerte reír y emocionar en igual forma con una historia que vale la pena recomendar ya que está llena de elementos interesantes para destacar. Tim (Domhnall Glesson, ofreciendo un trabajo que va de mayor a menor) es un joven que no tiene suerte en el amor y con cada nuevo intento suma fracasos cada vez más difíciles de olvidar. Por eso su padre (el grandioso Bill Nighy) decide darle un consejo que a su vez revela un viejo secreto familiar: Tanto Tim, como todos los hombres de la familia, pueden viajar en el tiempo. Con esa sencilla y poderosa habilidad Tim sale a vivir su vida, mudándose a Londres, donde se enamora de Mary (la siempre hermosa y gratificante Rachel McAdams) y empieza a descubrir que pese a contar con ese don hay cosas muy importantes que no puede ni debe intentar cambiar, como lo son el amor, la familia y los amigos. Lo primero que me resultó llamativo de esta película fue el pequeño y simple toque fantástico que tiene la historia y lo bien desarrollado que está el tema de los viajes en el tiempo en este relato. El tratamiento que Curtis le dio a este aspecto, y el peso que va adquiriendo la habilidad de nuestro protagonista a medida que avanza el film, convierten a este simple elemento de comedia en una pieza clave para construir una interesante moraleja reflexiva sobre el amor en todas sus formas. Precisamente ese es el segundo gran acierto de “Cuestión de tiempo” y es que no se asemeja en nada a las recientes producciones de este género que se apoyan por completo solamente en el romance que protagoniza la pareja principal y los traspiés novelescos con los que suelen tener que lidiar a lo largo del relato. El último trabajo de Curtis se esmera por ser una comedia romántica más amplia y habla no solo del amor entre los integrantes de una pareja, sino también entre los miembros de una familia. De hecho, las partes más emotivas y genuinas las encontramos ahí, cuando la película se ocupa en reflejar la relación entre nuestro protagonista y su padre, la madre (Lindsay Duncan) y la hermana (Lydia Wilson), por lo que “Cuestión de tiempo” es una de esas ofertas ideales para ver y disfrutar en cualquier momento con tu familia y seres más queridos. El camino que va recorriendo esta producción desde que arrancan los viajes en el tiempo y hasta llegar al final del relato difícilmente te resulte completamente indiferente ya que con la habilidad que solo tienen los grandes realizadores y guionistas Curtis te toca las fibras más sensibles en la medida justa y necesaria para emocionarte y sacarte una sonrisa en más de una oportunidad. Los últimos minutos de esta producción son simplemente impagables, con una historia que se cierra de forma perfecta logrando que reflexiones sobre uno de los elementos más significativos, fundamentales y trascendentales de la historia del ser humano: El tiempo. Si esa reflexión es el resultado de ver una película que está bien actuada, bien dirigida, tiene buen ritmo, un excelente apartado técnico y una gran historia detrás, lo único que podes hacer al respecto es aplaudir de pie una vez finalizado el visionado.
Es un gran ejercicio escribir sobre el nuevo trabajo de Paul Thomas Anderson, ya que se trata de un film que hay que invitar a ver para poder luego reflexionar sobre el mismo de manera conjunta y sacar varias conclusiones que merecen ser compartidas y analizadas. Podes ver tranquilamente esta película con un grupo amplio de personas y al salir de sala todos ellos tendrán una concepción completamente distinta acerca de lo que vieron en este relato ya que cada uno se adueñara del mensaje de este nuevo film del realizador de “Petróleo sangriento” de formas muy diferentes. “The Master” es de esas películas que significan el equivalente a mirarse al espejo y ver, según el día y el momento, una imagen distinta de nosotros mismos que nos lleva a preguntarnos “¿Cómo llegue hasta acá?”. El camino que recorremos, las decisiones que tomamos y las situaciones que nos toca sobrellevar nos van construyendo como seres humanos incapaces de vivir en soledad en todo sentido: Desde lo físico, pasando por lo emocional y hasta llegar al plano de lo intelectual. Siguiendo los pasos de Freddie Quell (interpretado de gran forma por Joaquin Phoenix), un ex soldado de la segunda guerra mundial que vuelve a los Estados Unidos con serios trastornos mentales y una importante adicción al alcohol, “The Master” ofrece un relato acerca de la necesidad de tener en ciertos momentos de la vida un guía, un líder, un protector que nos ayude a tomar esas decisiones difíciles para superar determinados conflictos que no podemos solucionar solos. Esa relación de complementariedad e interdependencia que plantea Anderson con los personajes de Freddie Quell y “El Maestro” (un excelente trabajo del siempre eficiente Phillip Seymour Hoffman) logra unos momentos muy interesantes dentro de la película, dejando en evidencia que ninguno de estos estilos de vida se encuentra lo suficientemente afianzado y seguro para seguir dando los pasos necesarios que conduzcan a la felicidad. “The Master” es una interesante propuesta que reflexiona sobre cómo se puede alcanzar esa meta en nuestras vidas, ya sea siendo un líder o un simple discípulo, sin que esto signifique que algún momento no sea necesario invertir los roles para poder seguir adelante esa búsqueda constante nuestro ideal de la felicidad. Lo que también hace muy destacable al trabajo de Anderson es que dicha reflexión se encuentre dentro de un argumento polémico e inspirado en hechos reales acerca del creador de la cienciología, uno de los movimientos religiosos más controvertidos del siglo XX. Lancaster Dodd (el personaje al que le da vida Hoffman) está moderadamente basado en la vida de Ron Hubbard, el creador de este sistema de creencias que con el correr de los años fue adquiriendo la fama de ser una secta, donde algunos de sus integrantes abusaban de otros por medio de diferentes técnicas persuasivas. Anderson sin embargo trata de evitar por momentos los lugares más polémicos que plantea hablar sobre esta religión (que al igual que todas, genera más interrogantes que respuestas) e implícitamente solo ofrece pasajes donde refleja la dudosa forma de obtener ingresos que tuvo la cienciología años atrás, como así también sus primeros choques fuertes con algunas ramas de la medicina y círculos científicos. Lo más flojo que ofrece “The Master” es la sobrevalorada actuación de Amy Adams (increíble que haya estado nominada al Oscar por esta película) y el abrupto desenlace con el que Anderson cierra de forma casi de obligada un relato de más de dos horas que, por momentos, también nos pasa factura. De todas formas, al igual que en sus trabajos anteriores, Paul Thomas Anderson empieza atrapándote por una hermosa fotografía (a cargo de Mihai Malaimare Jr.), unas suaves y escasas melodías (compuestas por Jonny Greenwood)) y grandes actuaciones para posteriormente introducirte en un extenso espiral de donde solo podes salir reflexionando sobre lo que ves en la pantalla.