"Álex recargado" Dos años después de su estreno en varias partes del mundo llega a nuestro país este interesante trabajo del gran Álex de la Iglesia, quien este 2013 vino a presentar a Buenos Aires su más reciente producción “Las Brujas de Zugarramurdi”. A diferencia de aquella propuesta, en donde casi todo giraba en torno al mero entretenimiento, en “La chispa de la vida” tenemos la oportunidad de ver el lado crítico, reflexivo y ácido de un director que tiene desde hace ya unos años voz y peso propio en la industria del cine a nivel internacional, aunque por decisión personal decide no dejar de lado nunca su querida España. Por ese motivo, y teniendo en cuenta también el contexto en el que se filmó esta película, “La chispa de la vida” refleja de forma muy acertada (y en ciertos puntos hasta divertida) la crisis económica que empezaron a sufrir los españoles en el 2011, como así también el rol crucial que juegan los medios de comunicación a la hora de reflejar tragedias u acontecimientos drásticos que inmediatamente se vuelven sucesos mediáticos. De hecho, los protagonistas de esta película mencionan constantemente el accidente de los 33 mineros ocurrido en Chile ese mismo año, burlándose de forma eficaz del tratamiento mediático y la fama que consiguieron, gracias a este, los sobrevivientes de dicho evento. “La chispa de la vida” sigue los pasos de Roberto Gómez (interpretado por José Mota), un publicista desempleado que busca desesperadamente trabajo para volver a insertarse en el medio y poder darle a sus hijos la posibilidad de estudiar en la universidad. Un día de esos, en lo que todo le sale mal, Roberto decide bajar un par de revoluciones y se dirige al hotel donde pasó hace ya unos años la noche de bodas junto a su esposa Luisa (Salma Hayek) para hacer una reserva en ocasión de la celebración de su aniversario. Una vez allí se encuentra con que el hotel es ahora un museo arqueológico de alto interés cultural para la zona y desgraciadamente termina sufriendo un accidente que no solo impide la presentación oficial de las instalaciones por parte de sus encargados, sino que también da inició a un raid mediático de escalas impresionantes que solo busca lucrar con el morbo y la tragedia de lo que le sucedió a Roberto. Con algunos pasajes de comedia, y otros en donde simplemente se vale de contar esa cara de la realidad que muchos desconocen (o quieren desconocer) acerca de la forma en que operan los medios de comunicación, Álex de la Iglesia da cátedra de como entretener y hacer reflexionar al espectador con una historia simple y realista que ofrece varias aristas interesantes para analizar. Desde el aprovechamiento político (en nuestro país sobran los ejemplos), la cobertura mediática que termina desvirtuándose muchas veces en noticias cada vez más intrascendentes (nuevamente, aquí abundan los casos), la crueldad con la que los medios convierten a las víctimas en personajes famosos para su propio beneficio y el increíble nivel de caradurismo y oportunismo plagado de poca solidaridad que tienen todos aquellos actores que se ven involucrados en un tragedia, Álex de la Iglesia los atiende a todos con un film que critica de forma tan ácida como voraz el rol de los medios de comunicación en la vida cotidiana. Por eso si con “Las Brujas de Zugarramurdi” de la Iglesia se proponía que pases un buen momento dentro de una sala de cine, con “La chispa de la vida” lo que busca es que reflexiones y empieces a entender la verdad oculta detrás de las cámaras, como así también las intenciones de aquellos que se erigen como los dueños de la verdad. Un Álex despiadado y enojado funciona mucho mejor que cualquier otra valoración u análisis que puedas obtener de los medios hoy en día.
"Somos lo que comemos" “Hay dos cosas que no podemos elegir en nuestras vidas y que nos definen por completo: La familia y el lugar donde nacemos” decía una voz en off que recitaba unas líneas muy interesantes en los minutos iniciales de “Gone Baby Gone”, la ópera prima de Ben Affleck (2007). Basándose en esa frase simple, pero a su vez bastante cierta, se pueden contar miles de historias dentro del séptimo arte, como así también analizar y entender miles de historias más que no pertenecen solamente al plano de la ficción. Paradójicamente “Ritual sangriento” puede considerarse como un relato que tiene un poquito de ambas partes, ya que la película mexicana original en la que se basa esta remake de Jim Mickle está inspirada ligeramente en hechos reales. Jorge Michel Grau, el director de “Somos lo que hay”, declaró en su momento que su inspiración para el guión de esta película fue un caso real de la muerte de un hombre de clase baja en la vía pública que, al ser sometido a una autopsia, arrojó un resultado escabroso: Muerte por intoxicación por la práctica de antropofagia. Partiendo de ese disparador, Grau escribió el guión de su película donde el protagonismo lo tenía una familia desamparada que, por la pérdida de su padre y la pobreza, recurrían al canibalismo para sobrevivir. La remake de Mickle (quien también firma el guión) cambia algunos puntos con respecto a la original, pero la historia es casi idéntica: Una familia con una extraña y violenta tradición ve amenazado su estado de bienestar en un pequeño y gris pueblito de los Estados Unidos al morir la madre, (interpretada por Kassie Wealey DePaiva) quien era la cabeza de la familia. Bajo esas circunstancias son las hijas (interpretadas por Julia Garner y Ambyr Chirlders) las que deberán ocupar ahora su lugar, no solo para continuar con la tradición familiar sino también para que su padre (encarnado por Bill Sage) no termine de perder los estribos frente al inminente riesgo de que su terrible secreto salga a la luz. Con algunas similitudes a “Los Hamitons” (The Butcher Brothers, 2006) y a la versión original de “La Masacre de Texas” (Tobe Hooper, 1974), “Ritual sangriento” al contrario de lo que dice su nombre, apoya todo el peso de su relato en las firmes actuaciones de sus tres protagonistas principales y en el guión que mantiene e incrementa el suspenso a medida que avanza el relato. Para aquellos que solamente buscan sangre y escenas dignas del gore, “Ritual sangriento” les parecerá una película de Akira Kurosawa, ya que el film de Mickle no necesita de esos elementos para contar una historia perversa e interesante. De hecho, gran parte de lo que te pone incomodo en “We are what we are” es aquello que no se ve y que implícitamente todos los personajes dejan entrever: Su verdadera naturaleza salvaje. Desde la búsqueda por parte de la familia de potenciales víctimas para ser sacrificadas, la soledad que inspira deseos de venganza por parte de un padre (el médico interpretado por Michael Parks) que perdió a su hija y un final que a modo de cierre es bastante contundente y salvaje, “Ritual sangriento” es una película que te provoca de forma eficaz, sin necesidad de mucha sangre, un nudo en la garganta y hará que saques los ojos de la pantalla en varias oportunidades. Es para destacar el trabajo de fotografía de Ryan Samul, como así también la musicalización de Phil Mossman ya que le impregnan al film un estilo técnico que remite bastante a “La aldea” de M. Night Shyamalan y que en definitiva se esmera por tratar de mostrar de forma fría, gris y dura una historia de caníbales en la pantalla grande. Con “Ritual sangriento” tenes la posibilidad de cerrar de una excelente manera este gran año para el cine de terror.
"Sigue girando" Si me ofrecieran ver nuevamente esta película lo pensaría dos veces antes de dar mi respuesta. Y esto lo digo desde un punto ambiguo que destaca tanto lo positivo como lo negativo de esta producción. Lo que vi no me convenció completamente, pero tampoco me arrepiento de haber disfrutado por momentos de un producto que visualmente es más poderoso que su argumento. “Cycle” (así a secas) es un film animado en 3-D realizado por Zoltán Sóstai que cuenta una historia que de tan compleja y ambiciosa que es solo termina por ofrecer un disfrutable y entretenido aspecto visual que difícilmente se compare con otras propuestas de este estilo que llegan a la cartelera local. Sóstai (quien viene de la industria de los videojuegos) cuenta por medio de una animación sin demasiados lujos, la historia de un astronauta que durante una misión que consiste en encontrar una extraña maquina termina dentro de un universo en donde escasean las pistas sobre el destino de su objetivo, sobran los personajes extraños y todas las situaciones se repiten una y otra vez adquiriendo sentidos completamente distintos en cada oportunidad. Por ese motivo “El ciclo infinito” no solo es una película para un público adulto, sino que también exige demasiada paciencia y predisposición por parte de la audiencia para comprender parte de su inentendible trama y no dejarse atrapar solamente por lo visual. En ese sentido también hay que decir que la película de Sóstai, con una calidad de animación más baja de lo normal, logra ofrecer algunas secuencias que son realmente muy llamativas y visualmente poderosas. De todas formas, repito, la complejidad de su trama y el modo en el que ésta se desenvuelve no favorece demasiado su ritmo y por ese motivo los escasos 78 minutos que dura el film se terminan haciendo pesados en su última parte. En definitiva, si tenes ganas de disfrutar de una propuesta bastante original y visualmente interesante, “El ciclo infinito” es un producto que está lejísimos de ser perfecto pero no por eso deberías dejar de tenerlo en cuenta.
"Problemas de niños, juegos de grandes" ¿Quién nunca se vio involucrado en la mentira, siempre plagada de inocencia, de un niño que ve todo lo que lo rodea como un campo de juegos y a todos aquellos que están cerca como meros objetos para entretenerse? Nadie puede decir que nunca vivió una experiencia de ese estilo, donde incluso uno termina siendo cómplice consciente del divague necesario que lleva a un niño a imaginar situaciones irreales con el simple hecho de entretenerse contando una historia que nunca sucedió, o que quizás en realidad, nunca sucedió de tal forma como lo relata. “La cacería” de Thomas Vinterberg (amigo de Lars Von Trier y director de pequeñas joyitas como “Todo es por amor” y “Dear Wendy”) es todo lo humanamente posible perfecta en su intento de reflejar los devastadores efectos en el mundo de los adultos que puede alcanzar un simple juego de niños. Lucas (interpretado por un tremendo Mads Mikkelsen) es un hombre recién divorciado que todavía no puede salir de esa difícil situación debido a las peleas con su ex pareja por la tenencia de su único hijo (Lasse Folgelstrøm). Cuando su vida parece encontrar nuevamente rumbo en ese pequeño pueblito dinamarqués donde todos lo conocen, y donde trabaja desde hace un tiempo en una guardería de niños, surge una terrible acusación de abuso sexual contra uno de los hijos de su mejor amigo lo que amenaza con cambiar su vida para siempre. Un ritmo muy moderado en el modo de contar las cosas, una cámara precisa que pone el lente en los efectos de lo que sucede y no en las razones que lo desatan y un grupo de actuaciones solidas convierten a “La caceria” en un thriller muy chiquito que a medida que avanza se transforma en un drama muy grande. El modo en el que Vinterberg plantea un par de situaciones al inicio del film es tan delicado e inocente (porque hay niños de por medio, claramente) que uno como espectador jamás se anticipa a los increíbles ribetes que alcanzará la historia durante su desarrollo gracias a la introducción de los personajes adultos. Y en ese sentido es donde radica toda la riqueza que tiene para ofrecer “La cacería”, ya que su base es una interesante propuesta de reflexión sobre como los ojos de los mayores pueden ver sombra y maldad en los terrenos luminosos e inocentes en los que se mueven los niños. Sin embargo esto no significa bajo ningún punto de vista que dentro de un mundo como el nuestro todos las personas se encuentren a salvo de caer en las garras, no solo de situaciones extremas como la de un abuso, sino también de la desinformación, el prejuicio, la discriminación y la violencia injustificada y desmedida en manos de otros. Una fotografía fría y oscura (a cargo de Charlotte Bruus Christensen), una banda sonora triste, desoladora y casi ausente durante gran parte del relato (compuesta por Charlotte Bruus Christensen) y un guión que nos invita constantemente a trazar alegorías terminan haciendo de “La cacería” una película de visión obligada y posterior debate y reflexión. Para destacar esa hermosa y amarga escena final que refleja de gran forma que a veces estamos al filo del peligro en situaciones que consideramos placenteras y cotidianas de nuestras vidas y, por más que sepamos que ese factor amenazante es cercano y conocido, sabremos que su éxito se basa en tratar de ser irreconocible y estar siempre presente. El peligro, siempre, nos termina acechando a todos.
"Cómplices del crimen" Existe una clase de magia dentro del séptimo arte que podemos llamar complicidad, la cual es a veces un poco más fácil de ejercer y otras veces no tanto. Como dicen los que saben en otro ámbito, “la mejor ubicación en un obra de teatro es aquella lejana que no te deje ver lo irreal de la escenografía”, por eso el espectador avezado critica solamente aquello que es importante ver y trata de omitir el resto. En el cine también existe mucho de eso, de mirar para un costado y dejar pasar la evidencia que demuestra el quiebre de ese universo ficticio que se nos presenta, con tal de seguir siendo parte de él por un tiempo más para aprovechar todo lo bueno que nos puede dar. El fenómeno televisivo conocido como “Jackass” siempre jugó con que el público no le prestara demasiada atención a esas serias sospechas acerca de la veracidad de las supuestas cámaras sorpresas que montaban sus personajes de vez en cuando. Por eso gran parte de ese show también consistía en mostrar, legítimamente, los niveles de imbecilidad que uno puede llegar a alcanzar mediante la influencia de un grupo de amigos bastante infantiles y otra clase de sustancias quizás. Lo que siempre me pareció interesante de esta serie es que tenía una galería de personajes (como es el caso del Irving Zisman y PartyBoy, entre otros) que podían hacerte reír con cámaras ocultas, sin que te importara demasiado la legitimidad de las mismas, ya que mostraban situaciones increíblemente exageradas dentro de situaciones cotidianas. Las películas de “Jackass” no me parecieron tan divertidas a excepción de la primera que ofrecía (si se quiere) la originalidad y frescura del debut cinematográfico. Las tres secuelas posteriores fueron simplemente efectos colaterales del éxito económico de la original y no mucho más. “El abuelo sinvergüenza” también está dirigida por Jeff Tremaine (director de todos los films anteriores) y escrita por el nominado al Oscar (sí, créanlo) Spike Jonze, quien además también oficia de productor de esta película que cuenta la historia del abuelo Irving Zisman (irreconocible Johnny Knoxville) y su poco querido nieto Billy (excelente Jackson Nicoll), quienes tienen que atravesar todos los Estados Unidos en busca del padre del menor. Copiando el esquema narrativo de “Borat” de Larry Charles (2006) y convirtiéndose a medida que avanza el relato en una versión XXX de “Little Miss Sunshine” (2006), “Jackass: El abuelo sinvergüenza” se destaca por ofrecer muchísimas dosis de humor negro, escatológico y hasta del más estúpido y sencillo (como los golpes de sus protagonistas) que se disfrutan bastante. La clave para divertirse con esta propuesta es hacer la vista gorda a ciertas situaciones que resultan completamente inverosímiles pero que, apoyadas en el recurso de las cámaras ocultas escondidas en puntos múltiples y remotos, intentan erigirse como hechos verídicos. Si bien ayuda bastante el hecho de ver caras completamente descolocadas y atónitas de gente común frente a situaciones extremas (la escena del velorio, el baile en el club nocturno y la fiesta de casamiento) y algunas menos drásticas (las bromas de Billy en la calle), la simple historia de un abuelo y un nieto, el formato dinámico y llamativo con el que se filmó, las actuaciones de Knoxville y Nicoll y sobre todo el repertorio de situaciones cómicas bastantes efectivas terminan siendo los verdaderos puntos altos de esta comedia que vale la pena recomendar. Una vez que veas “Jackass: el abuelo sinvergüenza” vas a ver para siempre con otros ojos esa joyita indie llamada “Pequeña Miss Sunshine”.
"Los ídolos nunca mueren" Difícilmente haya otro icono del cine de terror tan versátil e importante como Leatherface, capaz de reinventarse con éxito tantas veces en la pantalla grande. Si analizamos bien la situación, la respuesta más lógica que encontramos es que Leatherface es el padre del slasher, ese subgénero tan importante dentro del cine de terror y por lo tanto el público todavía lo sigue respetando y valorando como tal pese a los años y todos los personajes que vinieron después. Cuando en 1974 Tobe Hooper estrenaba “The Texas Chainsaw Massacre” le estaba regalando a los espectadores una imagen tan escalofriante como adictiva: La de un loco asesino corriendo a su víctima con una motosierra y una máscara hecha con la piel de sus anteriores victimas. Todo lo demás, si bien era interesante y original (familia devenida en caníbales por la desolación y el abandono de un pueblo y adolescentes indefensos en peligro) no llegaba a generar el mismo impacto que esa imagen, imborrable para nuestros ojos y marcada a fuego en nuestros recuerdos más terroríficos. Si por esas cosas de la vida sos uno de esos bichos raros que nunca vio la primera película original de “La Masacre de Texas”, hacelo cuanto antes y comprobalo vos mismo: La primera aparición de Leatherface sigue siendo igual de escalofriante y aterradora hasta el día de hoy. Por eso quiero empezar a destacar este trabajo de John Luessenhop, ya que si bien no está a la altura de otras películas más recientes hechas con este personaje (La de Marcus Nispel en el 2004 y la de Johahtan Liebesman en el 2006 me parecieron geniales), cumple con lo necesario para ser un producto digno de ser disfrutado por los fanáticos de esta saga. De hecho, lo que convierte a este film en algo interesante y entretenido es que se trata de una secuela directa del clásico de 1974 que abre una ventana de nuevas posibilidades concretas para seguir explotando la saga por un camino diferente. Con títulos iniciales que contienen algunas escenas de la película original, un argumento que instantáneamente te obliga a (por lo menos) echarle un nuevo vistazo a ese clásico, mucha sangre, muchos guiños (incluso el gran Gunnar Hansen tiene un papel clave) y mucho protagonismo de su estrella principal, (el gran Leatherface), “Masacre en Texas 3-D” es una propuesta más que decente. Recordemos que el mismo Hooper dirigió una secuela en 1986, la cual fue muy bastardeada por la prensa y ciertos fanáticos de la saga. Lo que hicieron los guionistas de “Masacre en Texas 3-D” fue tomar el final de la original y deslizarlo de forma cuidada y respetuosa hasta los tiempos que corren para cargarla de personajes bastante simplones y payasos que terminan siendo de lo peorcito del film. Nuevamente estos personajes ridículos, que los guionistas se empecinan por poner en las películas de este subgénero, van convirtiendo a medida que avanza el relato a nuestro asesino en un verdadero justiciero. Atención que el 3-D vale la pena, ya que Leatherface te tira de todo con tal de dejarte bien en claro quién fue, es y seguirá siendo el más capo del barrio cuando en materia de slasher se trata. Y por eso hay que recomendar “Masacre en Texas” que, pese a todas sus falencias y errores, sirve para demostrar una vez más que la locura por el asesino de la motosierra no morirá jamás.
"El lado luminoso de la soledad" Difícilmente exista otra obra literaria tan exitosa y reconocida mundialmente que encaje de forma perfecta con el extravagante y sobrecargado modo de filmar de un gran realizador contemporáneo como lo es Baz Luhrman. La novela escrita por Francis Scott Fitzgerald en 1925, y que hasta el día de hoy refleja de forma inoxidable el materialismo en el que se basa el sueño americano y la crueldad y ridiculez del esnobismo, le queda como anillo al dedo al australiano responsable de films como “Moulin Rouge” y “Australia”, entre otros. “El Gran Gatsby” sin embargo debe tomarse con pinzas ya que se trata de una gran película que significa el regreso de uno de los directores más detallistas del cine actual, y a su vez también, de una adaptación relativamente pobre a la hora de reflejar la crítica social y los argumentos más fuertes de la obra homónima en la que se basa. Y digo relativamente porque por momentos Luhrman se pierde en intentar atrapar al espectador con un espectáculo visual de inmensas proporciones, musicalizado como los dioses (y realzado por el 3-D), y termina por olvidarse de transmitir el espíritu de la historia. Con sus antecedentes esto era completamente esperable, pero así y todo la primera parte de “El Gran Gatsby” con sus fiestas y la cámara siguiendo hasta el más intrascendente de los detalles (a nivel argumentativo, claro) termina haciéndose un poco densa y repetitiva, aunque repito: No por eso menos entretenida y deslumbrante a nivel visual. A medida que avanza el relato Luhrman va levantando el pie del acelerador y empieza a conducir despacio por la ruta que es de interés para la gran mayoría de los que acuden a ver esta película y, dejando de lado el cotillón y los efectos especiales, se adentra en el desarrollo de una historia que habla como ninguna otra de la superficialidad de las relaciones personales en la clase alta. Con un argumento que nos invita a llevar adelante una reflexión que trascendió generaciones y generaciones, “El Gran Gatsby” aunque muchos no lo entiendan de esa forma, muestra su mejor cara en la segunda mitad del film, ofreciendo solidas actuaciones, un guión dinámico y bastante aceitado y un apartado técnico menos llamativo y mucho más acorde a lo que se cuenta. La historia de Gatsby no deja de ser un drama acerca de la soledad, la superficialidad y el fuerte choque contra la realidad que se llevan aquellas personas que piensan que el dinero es la llave que abre todas las puertas de la vida. Leonardo DiCaprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan, Joel Edgerton, Isla Fisher y Jason Clarke son las piezas claves que, al moverse al ritmo de la novela de Fitzgerald, hacen que el realizador logre atrapar nuevamente al publico de forma más genuina, preparándolos para un desenlace que puede ser abrupto y previsible, lo cual es una consecuencia completamente ajena a esta producción. Recordemos que con esta última versión ya son cinco las veces que se adaptó esta obra a la pantalla grande (1926, 1949, 1974 y 2000), instalándose así en la cabeza de una generación completamente nueva que, sin embargo, ya adquirió los retazos de esta historia debido a que la misma generó una influencia casi masiva en muchísimas otras producciones de este estilo. Por eso “El Gran Gatsby” de Baz Luhrman seguramente será vitoreada por los más jóvenes, quienes con fundamentos sólidos y tangibles pueden sostener que están frente a una película que encaja perfecto para los gustos de su generación, lo cual también es cierto. Los más añejos, en cambio, disfrutaran de la grandilocuencia cinematográfica que el realizador australiano supo darle a una historia clásica y que, sin alcanzar los niveles de calidad del libro, cumple con todas las expectativas que uno tiene a la hora de entrar a una sala para ver la historia de Gatsby.
"Nuevas figuritas" Confieso que soy un fanático de Stephen Sommers, un realizador que gracias a su imaginación y mente de niño (además de abultados presupuestos) hizo verdaderas joyitas del cine de aventuras que hasta el día de hoy sigo disfrutando. “Las aventuras de Huckleberry Finn” (1993), “El libro de la selva 2” (1994), “Agua Viva” (1998), “La Momia” (1999), “La Momia Regresa” (2001), “Van Helsing” (2004) y “G.I.Joe: El origen de Cobra” (2009) me parecen películas fantásticas que, aun con sus limitaciones, logran entretenerte y mantenerte pegado a la pantalla con una sonrisa de oreja a oreja de principio a fin. Lamentablemente cuando Paramount empezó a encarar la idea de una secuela del film del 2009 consideró que lo realizado por Sommers a la hora de adaptar estos personajes (que nacieron en los comics, se hicieron conocidos a través de su línea de juguetes y se convirtieron en un suceso gracias a su serie de televisión) había sido un fracaso y por lo tanto prescindieron de él para contar esta segunda parte de la historia. Con la salida de Sommers del proyecto también se bajaron algunas piezas claves que habían hecho interesante la primera película, como es el caso de los actores Joseph Gordon-Levitt, Sienna Miller, Dennis Quaid, Christopher Eccleston y el mismísimo Brendan Fraser a quien todos esperábamos ver más en esta historia. Lo bueno y lo que resulta llamativo de los G.I.Joe es sin dudas que la extensa galería de personajes que componen sus filas permitió solucionar esto de forma sencilla a la hora de realizar un segundo y necesario film cuyo resultado no es tan placentero y estruendoso como el primero, pero se deja ver y se disfruta bastante. Uno como espectador sabe que le sacaron gran parte del espíritu a este proyecto, sin embargo sería injusto decir que “G.I.Joe: El contraataque” es una mala película ya que entretiene, sin grandes pretensiones, a grandes y chicos por igual con una propuesta 100% pochoclera. La dirección a cargo de Jon Chu (quien increíblemente dirigió películas de bailes y un documental sobre Justin Bieber) no está a la altura de lo que ofrecía Sommers, pero cumple con creces la tarea de ofrecer grandes escenas de acción a raudales, entre las que se incluye una impresionante secuencia de pelea protagonizada por Snake Eyes (Ray Park) y Jink (Elodie Yung) al filo de unas montañas. Esa secuencia en 3-D paga por completo la entrada de cine y demuestra una vez más que mientras no falte Snake Eyes, hay G.I.Joe en el cine para rato. Por otro lado en esta segunda oportunidad los guionistas acertaron al dejar un puñado más chico de personajes al frente de la pantalla lo cual hace más simple y dinámico un relato donde no todo el peso de la diversión esta puesto en la espectacularidad visual (los casi 50 millones menos de presupuesto ni se notan), sino también en algunos pasajes de humor bastante acertados. The Rock, Channing Tatum, Adrianne Palicki (la ultima actriz en darle vida a la Mujer Maravilla) y Bruce Willis tienen muy buenos momentos juntos y se nota que, al menos, se divirtieron trabajando en esta película. Algunas escenas de acción y un final más grandilocuente podrían haber estado un poco mejor para esta segunda parte, pero en definitiva “G.I.Joe: El Contraataque” tiene las dosis justas y necesarias para hacerte pasar un buen momento en el cine y eso es lo que vale la pena destacar. Hay Joe para rato en la pantalla grande.
"Aventuras a la antigua" Luego de casi 5 años de ausencia finalmente Bryan Singer volvió a la pantalla grande incursionando por primera vez en un género maravilloso como lo es el de las aventuras y, lleno de elementos fantásticos, logró crear una verdadera joyita. Tómese esto último como lo que realmente es: El cine de aventuras es una de las vertientes menos explotadas últimamente en el séptimo arte y dicho panorama hace que la mayoría se olvide de todo lo grandioso que contiene este género, aun teniendo al frente suyo grandes exponentes como en este caso. Hay toda una generación que piensa que “El Señor de los Anillos” es la obra fundamental del cine de aventuras sin saber que por detrás de ella hay sagas mucho más importantes y entretenidas como las de “Indiana Jones”, “Volver al Futuro”, “Los Goonies”, “Peter Pan”, “La Momia” y películas clásicas como “Cuenta conmigo”, ”El Ultimo de los Mohicanos” y las más recientes “Tron: El Legado” y “John Carter”, entre otras. Por eso cuando salen a la luz films como “Jack el cazagigantes” hay toda una horda de personas que con el pretexto de “es parecida a tal otra” se pierde la gran oportunidad de pasar un momento fantástico dentro de una sala del cine gracias a un producto que, sin demasiadas pretensiones, cumple a raja tabla todos los requisitos para matar el aburrimiento. Basada en el cuento anónimo mundialmente conocido como “Las habichuelas mágicas”, la nueva película de Singer sigue los pasos de Jack (Nicholas Hoult) quien en su lucha por salir de la pobreza termina consiguiendo unas extrañas habichuelas mágicas que, en el medio de la lluvia, se convierten en una especie de escalera que se dirige hacia el reino donde habitan los temibles gigantes que aguardan ansiosos por sembrar el caos en la tierra. Si bien esta ultima parte, agregada por los guionistas Christopher McQuarrie y Dan Studney, es algo completamente nuevo en la archireconocida historia, sirve bastante para darle más acción al relato, mientras que las dos primeras partes del film de Singer cumplen al pie de la letra los vaivenes del cuento. Quizás por eso la primera mitad de esta producción puede resultar un poco más lenta y el peso del relato se apoye en ese elenco coral que presenta el film compuesto por Ewan McGregor, Stanley Tucci, Ian McShane, Eddie Marsan, Ewen Bremmer y la bella Eleanor Tomlinson. Sin embargo una vez que los gigantes copan la parada y toman la posta en la película, el trabajo de Singer se convierte en una montaña rusa plagada de adrenalina e imágenes espectaculares que, realzadas de forma magistral por el excelente uso del 3-D, termina de ofrecer un producto que entretiene en toda regla tanto a grandes como a chicos. La batalla final contra los gigantes son los gloriosos minutos que consolidan a esta propuesta como un gran exponente del cine de aventuras. Así que pedirle algo más a “Jack el cazagigantes” es completamente ridículo e innecesario, ya que su principal objetivo lo cumple con creces. Y si alguno no lo tiene todavía claro, se trata solamente de despejarnos la cabeza por un buen rato y hacer volar nuestra imaginación a lugares increíbles y completamente mágicos de la mano del séptimo arte.
"Marvelduración" Dejando de lado por un rato el despilfarre y rejunte de superhéroes que trae consigo el universo de “Los Vengadores”, Marvel ofrece con “Iron Man 3” una de sus películas más serias y entretenidas de los últimos años. ¿Por qué? Básicamente porque “Iron Man 3” nos muestra a un Tony Stark (Robert Downey Jr. ya completamente mimetizado con el personaje) abatido, cansado, con ganas de replantear su vida como justiciero y, por si fuera poco, sufriendo ataques de pánico y ansiedad, algo que le da un toque de madurez interesante a esta historia. Luego de la regular segunda entrega del 2009, en donde Tony Stark se pasaba casi todo el tiempo afuera del Mark V solamente para hacer uso de su imparable verborragia y tirar una insufrible galería de chistes, en esta oportunidad tenemos casi siempre al frente nuestro su lado más humano, menos payaso y por ende mucho más disfrutable tanto por grandes y chicos. Sin embargo dicha madurez no podría ser completa si no tuviéramos a uno de los villanos más realistas y polémicos que se sacó Marvel de la galera en los últimos años: El Mandarín (interpretado por el gran Ben Kingsley). La polémica juega una partida doble en esta ocasión, no solo porque se trata de una reinvención absoluta del villano más importante de Iron Man en los comics, sino también porque en definitiva lo que hicieron con este personaje para esta película es correr un riesgo inesperado que resulta chocante al principio, pero termina cerrando por todos lados y hasta te deja pensando un poquito después de salir de la sala. No se puede hablar demasiado acerca de su historia, pero seguramente El Mandarín dividirá aguas entre aquellos que vayan a ver esta película, seguramente posicionándolos a favor del entretenimiento o rechazando rotundamente los cambios. De todas formas “Iron Man 3” no deja de ser una propuesta donde todo gira alrededor del personaje que le da nombre a esta saga, una de las más rentables de la historia de los superhéroes y del universo Marvel, que llega a su fin de forma estruendorosa, divertida y correcta. La escena del ataque a la casa de Tony por parte del Mandarin, el atentado contra el avión presidencial y el explosivo final son quizás las más grandes secuencias de acción que se hayan contado con Iron Man en toda su trilogía. No es fácil encontrar terceras entregas (a excepción del Batman de Nolan) en donde la calidad técnica (la música de Brian Tyler, el tercer compositor de la saga, termina siendo un acierto rotundo), el respeto a ciertas líneas argumentales planteadas anteriormente y sobre todo las actuaciones estén a la altura de las circunstancias. A veces es difícil para los actores, como así también para todos aquellos que forman parte de estas producciones, mantener el espíritu de la novedad y el entusiasmo del éxito durante tantas entregas muy seguidas en el tiempo. Sin embargo “Iron Man 3” logró superar esa difícil piedra y el resultado es más que placentero. Quizás el cambio de director (sale el padre de la criatura, Jon Favreau, y entra el correctísimo y casi debutante Shane Black) y un reparto que no afloja para nada (Kingsley, Guy Pearce y la bella Rebecca Hall) fueron piezas claves para aterrizar en tierra firma este verdadero desembarco exitoso del hombre de hierro en la pantalla grande. El destino del universo Marvel sigue estando completamente abierto para sus próximas entregas, ya que “Iron Man 3” solo se ocupó de hacer lo correcto y necesario: Darle un gran cierre a la historia que lo inició absolutamente todo. Si la nostalgia los invade cuando terminen de ver esta película es porque en definitivamente acudieron a un gran espectáculo pochoclero de la mano del gran Tony Stark.