La ópera prima de Constanza Novick, también guionista del film y autora de las series El tiempo no para y Soy tu fan, focaliza en la relación de amistad que une a dos mujeres a través del paso del tiempo. Su debut ofrece una cálida mirada sobre el mundo afectivo y los cambios de una relación que se extiende por más de veinte años. Para llevar adelante su historia, cuenta con dos actrices que cumplen con las expectativas de la propuesta: Dolores Fonzi es Romina, la muchacha que trabaja desde hace años en la AFIP, y Pilar Gamboa, como Flor, la novelista exitosa casada con un artista mexicano, que luego de un paréntesis vuelve al país y se instala en la casa de Romina y de su marido -Esteban Bigliardi-, viéndose empujada a cuidar a la beba de ambos durante una noche. Con dos realidades diferentes, la película expone los conflictos en diferentes momentos de sus vidas y está estructurada en tres etapas: la pubertad en la década del 80, una segunda que las encuentra con algo más de 20 años, y la tercera, con 40 y madres de dos niñas que tienen la edad que ellas tenían cuando comienza el relato. Desde chicas compartieron horas de colegio, coreografías y una convivencia que las hizo inseparables y las llevó a conocerse profundamente. Con este esquema, la realizadora explora los conflictos propios de cada etapa: la música, la inocencia del primer amor, los esposos, los hijos, los amigos y la rutina. ¿Ellas son las mismas de siempre o cambiaron por las circunstancias que les tocó vivir?. Iguales y diferentes, separadas por extensos períodos de ausencias, Romina se separa y se va a vivir con su hija a lo de su madre ya fallecida, mientras que Flor sigue con un matrimonio que arrastraba problemas y que actualmente parece acomodarse. Desde el walkman hasta el celular, El futuro que viene alterna conquistas, pérdidas, reconciliaciones y pañales al ritmo de temas ochentosos que las vieron crecer. Y la historia parece repetirse.
La idea de desarrollar una película de género en un escenario y con pocos personajes resulta atractiva para inquietar al espectador, y Señora Haidi parte de una buena premisa para instalar el suspenso y el terror en una vieja y aislada casona cercana a la ruta. Siguiendo pasos de títulos como Misery y Carrie, la película dirigida por Daniel Alvaredo y Rafael Menendez gira en torno a dos jóvenes -Guillermo Pfening y María Abadi- que sufren una accidente de auto durante una tormenta y encuentran refugio y cuidado en la casa de la señora Haidi -María Leal-, una enfermera diplomada que vive y es custodiada por dos ovejeros alemanes. Lo que parece un remanso para recuperarse de las heridas y pasar la noche en el lugar, se transforma en una pesadilla para la pareja. Lejos de toda ayuda posible, sin señal de celulares y con las líneas interrumpidas, los recién llegados empezarán a sospechar de la dueña de casa y de otro personaje al que se nombra en la historia. En La Señora Haidi, el comienzo tiene un clima de misterio y sospechas varias, pero la situación de encierro que sufren los jóvenes en la habitación de huéspedes, y a merced de Haidi, requería una mayor elaboración. Si bien la historia no ofrece demasiados giros, da la sensación de que el desenlace está armado a las apuradas, restando a la atmósfera general que requiere el film. El punto más logrado es ver a María Leal en un registro totalmente diferente al que el público está acostumbrado a verla, dotando a su criatura de locura y ferviente inclinación religiosa. Ella tiene un motivo para hacer lo que hace y evitar que el "mal" se propague en la Tierra. Un buen intento para transitar por el terror pero con resultados a medias.
Una mujer emblemática del espectáculo argentino, combativa, una adelantada para su tiempo y un símbolo de supervivencia. Eso es Tita Merello y la película de Teresa Costantini muestra fragmentos de su vida, sus amores y su crecimiento en el mundo del tango, el teatro y el cine, en una tarea nada fácil para trasladar a la pantalla grande. Yo soy así: Tita de Buenos Aires cuenta con una buena reconstrucción de época, muestra una dura juventud junto a su amiga Silvia -Andrea Pietra-, la conflictiva relación con su madre Ana -Esther Goris- y con Simón -Mario Pasik-, un hombre casado, en un ambiente violento y marginal dominado por hombres. "No pienso morirme de hambre" asegura Tita adelantando su costado artístico y vislumbrando su estelaridad. Desde el conventillo donde vivía hasta el Teatro Bataclán, uno de los primeros donde trabajó y mostró sus piernas, hasta el encuentro con Eva -Soledad Fandiño-, la película es un recorrido ameno e ilustrativo con carteles sobreimpresos de los títulos de sus filmes y las famosas salidas de los teatros, entre flores, admiradores, luces y sombras del espectáculo. La directora de Felicitas alterna estos pasajes de vida con fragmentos musicales y la vida social y política de Argentina desde 1920 a 1960, con sus amigos Hugo del Carril -Ludovico di Santo- y Discépolo y su conflictiva relación con el actor Luis Sandrini -Damián De Santo-, su verdadero amor. La composición de Mercedes Funes en el rol central es el punto fuerte de la propuesta, con su impronta, gestos, posturas y su capacidad vocal para recrear las canciones más populares de la artista que expuso toda una época de manera áspera, brutal y sensual. Entre la nostalgia y la mirada triste y contemplativa, la película cumple con su misión, aunque por momentos algunos personajes secundarios no tienen el peso dramático que la historia necesita -sobresale Andrea Pietra-, el resultado es favorable e impone el estilo único de su estrella, el mismo que acuñó en la ciudad del tango y de la revista porteña, y a la que nunca quiso abandonar.
Con ecos del cine que acuñaron Armando Bo e Isabel Sarli en cuanto a las escenas eróticas y los diálogos que se disparan a lo largo de la historia, Desearás al hombre de tu hermana es un producto extraño, anclado en el melodrama, el erotismo y en perversiones varias. El director Diego Kaplan aborda el mundo íntimo femenino y se basa en el guión escrito por Erika Halvorsen -El hilo rojo- sobre su propia novela. Quizás el secreto es no tomarse en serio lo que se está viendo, porque la película es una acumulación de situaciones exageradas y forzadas, una búsqueda deliberada del tono que se le dio al relato. Desearás al hombre de tu hermana, alterna pasado y un presente ambientado en los años setenta para contar la conflictiva relación de Lucía -Mónica Antonópulos- y Ofelia -Carolina "Pampita" Ardohain-, dos hermanas separadas que vuelven a encontrarse para la boda de la primera con Juan -Juan Sorini-. Con una madre negadora y anfitriona -Andrea Frigerio, la que más se destaca por su personaje extrovertido-, la fiesta causará más de un inconveniente cuando se encuentren Lucía, su prometido, Ofelia y su marido -Guilherme Winter, el actor de Moisés y los 10 mandamientos-. Ellas se darán cuenta, que a pesar del paso del tiempo, están condenadas a desear al mismo hombre y de gozar una a través de la otra. Con este esquema, el relato combina una lujosa fiesta al borde de la pileta, entre canciones, líneas impensadas en boca de sus personajes, estética vintage, voyeurismo y porno soft que roza el mal gusto. También hay cabalgatas en la playa -y de las otras- para mostrar la escultural figura de Pampita. Todos -excepto Frigerio- hacen esfuerzos por creerse lo que están haciendo, desaprovechando el rol de comediante de Antonópulos. Resultan confusos los flahbacks con las hermanas niña y adolescente inmersas en juegos eróticos que se extienden hasta el presente, y el conjunto no siempre funciona porque da la sensación de que el texto y lo que se ve van por caminos separados. Perverso, cruel, absurdo y delirante, este melodrama vintage recurre al zoom violento y a la cámara lenta. A mitad de camino entre las buenas intenciones y el resultado, en donde resalta la banda sonora.
Para quienes leyeron la novela de Stephen King o vieron la miniserie realizada en los años noventa, con Tim Curry como el payaso siniestro del título, la nueva versión de It, dirigida por el argentino Andy Muschietti y producida por su hermana Bárbara -creadores del éxito mundial Mamá-, se encontrarán con un relato que combina varios géneros e impone el terror nostálgico de manera acertada. Los miedos infantiles, las historias personales y familiares de los chicos que conforman El Club de los Perdedores, con el líder Bill -Jaeden Lieberher- y Richie -Finn Wolfharque, el joven actor de la serie Stranger Things-, son los verdaderos disparadores de esta historia que trae varios conflictos y un mundo adulto tan aterrador como amenazante. La casa embrujada que sería la tentación de cualquier mortal que pase por su puerta, las lúgubres alcantarillas, las peleas entre El Club de los perdedores y los villanos de la trama -que siempre tienen un motivo para portarse de esa manera- y la desaparición del hermano pequeño de Bill junto a otros adolescentes del pueblo, son las atracciones principales de este aterrador viaje a los miedos más profundos del ser humano. En ese sentido, el realizador conserva la atmósfera y el nudo central de la historia de King pero la alimenta con condimentos que la transforman en un film más sangriento e inquietante, en el que el Mal adquiere diferentes formas para asustar y decir presente bajo la siniestra forma del payaso Pennywise, encarnado ahora por Bill Skarsgards -Matthew en la saga Divergente-. El "flotarás" del slogan publicitario ancla perfecto dentro de la historia de corte fantástico en la que la unión de los chicos hace la fuerza y sirve como escudo contra el avance del Mal que vuelve al mismo lugar cada 27 años para alimentarse con sus distintos tentáculos. Un lugar tranquilo transformado en un escenario provocador que trae a la memoria otros relatos de King, como Cuenta conmigo, en torno a la amistad; La hora del espanto, con la reaparición del hermano muerto y el bullyng de Carrie. Todo ese cóctel no le es ajeno al director de Mamá, para traer a criaturas monstruosas que, en definitiva, son la misma cosa: El Mal en estado puro, entre recuerdos de películas ochentosas -con referencia a actrices como Molly Ringwald- y sonrisas voraces. Este es el capítulo uno y el terror continuará...
Madre y prostituta, las dos caras en la vida de Alanis, el nuevo film de la realizadora Anahí Berneri, quien se asoma al mundo interior de sus personajes luego de Aire libre, Encarnación, Por tu culpa y Un año sin amor. En Alanis, el film protagonizado por Sofía Gala Castiglione y su hijo Dante Della Paolera en la vida real, la historia focaliza en esta mujer sin posibilidades de supervivencia a no ser por la explotación de su propio cuerpo. Vive en un departamento alquilado donde recibe clientes hasta que dos inspectores municipales clausuran su hogar y se llevan a su compañera Gisela -Dana Basso-, acusada de “trata”. Sin dinero y en la calle, se ve obligada a irse a vivir a un negocio de Once, entre percheros y una vidriera que da a la calle, mientras combate sus propios fantasmas y una realidad que parece no darle posibilidad. Entre la atención de su bebé, la lucha por el "territorio" con otras prostitutas, el vacío legal y víctima de una forma de esclavitud, Alanis es símbolo de supervivencia en este relato que espía a personajes marginales que se cruzan en el camino de la protagonista y que también buscan su lugar en el mundo. Sin otra intención que la de retratar tres días en la vida de Alanis -¿Te llamás así por la cantante?, le dice una compañera-, el film tiene conexión con Un año sin amor, donde el cuerpo corrompido y explotado trasciende a la historia misma. Sofía Gala Castiglione presta cuerpo y alma en escenas que son descarnadas y transmiten la sensación de angustia y frialdad, entre clientes violentos, patovicas y compañeras que siguen su mismo camino. Un paréntesis de horas que sirve para ilustrar su peligroso mundo cotidiano.
El film, basado en una de las quince novelas de Vince Flynn que traen las agitadas aventuras del agente Mitch Rapp, llega en momentos donde los ataques de grupos armados alertan a las grandes ciudades del mundo. Asesino: Misión venganza viene con acción e impone nuevamente la figura del héroe, un joven entrenado para misiones casi suicidas y a punto de ejercer su propia venganza. Dyan O´Brieb -el actor de la saga Maze Runner- es Rapp, el joven que presencia el asesinato de su novia en plenas vacaciones en Ibiza en manos de un grupo terrorista -lo más intenso del film-, es un recluta de operaciones encubiertas de la CIA que sigue el severo entrenamiento del veterano de la Guerra Fría, Stan Hurley -Michael Keaton-. Este dúo responde además a la Subdirectora de la CIA Irene Kennedy -Sanaa Lathan- y debe investigar y seguir los pasos de un misterioso agente -Taylor Kitsch- que intenta comenzar una Guerra Mundial en el Medio Oriente. El director Michael Cuesta -Matar al mensajero y la serie Homeland- cuenta con el guión de Stephen Schiff para construír una historia ambientada en diversos escenarios internacionales que trae a la memoria a Jason Bourne, manteniendo el tono de ese tipo de realizaciones aunque con menos suerte. Si bien la acción se paraliza en mitad de la película, sumando minutos de más, la tensión está latente. La presencia de Michael Keaton como el militar que entrena a jóvenes con condiciones para enfrentar peligrosos desafíos, deriva en un producto de acción que pone su cartel de alerta mundial en un desenlace donde la producción echa la casa por la ventana, entre torturas, recuerdos del pasado y un presente tan caótico como desolador.
Escrita y dirigida por Natalia Garagiola, Temporada de caza resultó la mejor película en la Semana Internacional de la Crítica, que transcurre en paralelo con el Festival Internacional de Cine de Venecia. El film habla de los vínculos familiares alterados por el tiempo y de un reencuentro que traerá aparejado varios conflictos. Nahuel -Lautaro Bettoni- es un adolescente de conductas violentas que luego de la muerte de su madre y del cuidado de Bautista -Boy Olmi-, la pareja de ella, viaja a la Patagonia para reencontrarse con supadre Ernesto -Germán Palacios-, un respetado guía de caza que ahora vive con su mujer y sus hijas, luego de diez años de haber estado separados. El choque de costumbres, el nuevo hogar, el colegio y las nuevas amistades, son los disparadores de esta historia en la que la naturaleza violenta del joven protagonista toma nuevos rumbos. El cazador y su presa, el hombre que enseña a matar y ama a su hijo abandonado, son los tópicos dramáticos que la realizadora elige para este relato ambientado en el sur argentino -filmado en San Martín de los Andes- y con una convivencia que coloca a los protagonistas frente a su propia capacidad de matar y perdonar. El orgullo y el resentimiento son las dos caras de la misma moneda y son las que mueven tanto al padre como al hijo de pocas palabras. Con precisión narrativa, Temporada de caza impone su marco helado y lo transmite a las relaciones familiares, en la creación de los climas que se van generando con la llegada de Nahuel a un entorno desconocido y también peligroso que lo hace tambalear en sus decisiones y comportamientos. Las fuerzas del rechazo y la atracción -en ese orden- son llevadas cómodamente por Germán Palacios y Lautaro Bettoni, quienes sostienen todo el relato, entre peleas, silencios, lucha por el territorio y caminatas previas a la hora de apretar el gatillo.
Con la idea de seguir expandiendo el universo de la franquicia El Conjuro, Annabelle 2:La Creación funciona como precuela ideal de la película estrenada en 2014 que coloca nuevamente a la muñeca siniestra como centro de la acción. Lo más atrapante del film, cuya acción se sitúa en la América rural de mediados del siglo XX y su final linkea directamente con el comienzo de Annabelle , reside en los climas creados por el director David F. Sandberg -el mismo que acertó en Cuando las luces se apagan-, quien recurre a una narración clásica del género que supieron acuñar realizadores como John Carpenter,Joe Dante y George A. Romero, por citar a algunos. Acá el miedo viene representado en la muñeca siniestra oculta en una habitación cerrada la casa y explica las causas de lo que el público vio en la película original. Un fabricante de muñecas -Anthony LaPaglia- y su esposa, reciben a una monja -Stephanie Sigman- y a un grupo de niñas huérfanas en su hogar, años después de la trágica trágica de su pequeña hija. El film reelabora el concepto clásico del miedo a través de situaciones que inquietan y perturban al espectador, en un constante juego de figura y fondo, claroscuros y apariciones que van sembrando el terror en los recién llegados al nuevo orfanato. La presencia de un espantapájaros, la muñeca cubierta con una sábana al mejor estilo Noche de brujas y un viejo aljibe -una referencia a La llamada-, son aciertos del director y de la visión del productor James Wan, que disfrutan del género y entregan un bienvenido producto lleno de sobresaltos con una historia que sitúa a la franquicia varios peldaños -la secuecia de la escalera es muy lograda- por encima del resto de las producciones que se ven últimamente. Una suerte de tren fantasma en el que no faltan posesiones, muertes, presencias diabólicas que azotan a las niñas que llegan al lugar y situaciones de terror diurno que no opacan la atmósfera lograda a lo largo del metraje. Lo que no es poco.
El inquietante universo del escritor Stephen King no ha tenido demasiada suerte en sus adaptaciones a la pantalla grande, a no ser por excepciones como El resplandor, Carrie y La hora del vampiro. La Torre Oscura está basada en una serie de sus 8 novelas que comenzó a escribir en 1982 y el resultado es decepcionante en varios sentidos. Una historia compleja para comprimirla en noventa minutos que combina aristas fantásticas, terror y western post-apocalíptico cuando el niño Jake -Tom Taylor- comienza a tener pesadillas sobre un mundo paralelo. El film contrasta una vertiginosa ciudad neoyorquina con un universo en el que el pistolero Roland -Idris Elba- persigue al villano de turno, el Hombre de Negro -Matthew McConaughey-, que controla un ejército dedicado a secuestrar niños en la Tierra. Con un comienzo atrapante en el que una madre se desmorona por los comportamientos y los dibujos extraños de su hijo, la película presenta ecos de Los invasores, portales que se abren hacia otros mundos, terremotos y criaturas monstruosas que se ven camufladas por la piel humana. Entre las persecuciones en La Gran Manzana y una Torre que se alza en medio del mundo paralelo, se construye la despareja historia escrita por Akiva Goldsman y dirigida por el danés Nikolaj Arcel. Si bien el relato ofrece algunas situaciones entretenidas, el resto se va desmoronando sin demasiados atractivos entre los que sobresale el joven actor Tom Taylor, que logra ponerse el papel al hombro ante las deslucidas participaciones del resto del elenco, entre pirotecnia visual sin adrenalina, personajes planos y monstruos que no suman suspenso ni tensión a esta trama, en la que también aparece un destruído y abandonado parque de diversiones. Una torre que prometía mucho más de lo que entrega.