Con el acelerador a fondo Aunque no es del todo original, la presencia de Halle Berry suma y el comienzo tiene tensión. Una madre presencia el secuestro de su pequeño hijo y se lanza a una carrera mortal para recuperarlo. Una apacible tarde en un parque de diversiones se transforma en una pesadilla cuando el pequeño hijo de Karla (Halle Berry), una mesera de Nueva Orleáns, es secuestrado frente a sus narices. El planteo argumental de Desaparecido, dirigida por el español Luis Prieto, no es del todo original ni tiene mayores aspiraciones que las de generar tensión y adrenalina, y lo logra en muchas de sus secuencias aun con escasos recursos. Desde el comienzo, el espectador se coloca en la piel de Karla, la mujer desesperada y enloquecida que persigue a los captores de su hijo Frankie (Sage Correa) y trata de recuperarlo como sea, después de una verdadera batalla legal que mantiene con su ex marido por la tenencia del niño. A bordo de su automóvil y a gran velocidad, la heroína no deja de pensar en voz alta, pedir infructuosamente ayuda a la policía o llamar la atención de otros automovilistas. El filme, impulsado por un personaje común y corriente sometido a presiones extremas y observando carteles de niños desaparecidos en una comisaría, recuerda al de su anterior thriller 911: Llamada mortal o, incluso, al esposo desesperado interpretado por Kurt Russell en Sin rastro. Desaparecido acierta en el clima asfixiante impreso por el realizador en su primer tramo debido al ágil montaje y los encuadres violentos, acumulando los convencionalismos y las situaciones inverosímiles para su desenlace, en el que la pareja de villanos de turno, Margo (la gigantesca Chirs McGinn) y Terry (Lew Temple), terminan siendo más torpes que peligrosos. La ganadora del Oscar se pone la película al hombro con total comodidad como la esposa que sufre las presiones de su ex marido, del trabajo y ahora hace frente a enemigos dispuestos a todo. Ella también puede resultar amenazante cuando decide pisar el acelerador a fondo.
Con un buen equilibrio entre el melodrama y la acción sin límites, llega La villana, la película que juega con la venganza e impone el estilo violento que le dio éxito a los mismos productores de Invasión Zombie. El film ofrece un gran despliegue de luchas, persecuciones y un sangriento camino que deja detrás -y al costado- la pequeña Sook-hee -Ok-bin Kim-, quien fuera entrenada para convertirse en una máquina de matar. La jefe de la Agencia de Inteligencia de Corea del Sur -que utiliza a mujeres desorientadas para enfrentar a delincuentes- la recluta como un agente encubierto y bajo su nueva identidad, Chae Yeon-soo, una actriz de teatro de 27 años. Desde un comienzo vertiginoso, narrado a manera de video juego y con una cámara subjetiva, el público se percata de la violencia con la que la protagonista enfrenta y ejecuta a sus oponentes, iniciando una carrera contra el reloj a pesar que desea mantener una vida normal. La acción alterna pasado y presente y cuenta a través de flashbacks el hecho traumático que vivió de pequeña la protagonista -el asesinato de su padre-, uno de los móviles que desatan su accionar en pantalla, aunque por momentos la trama se enreda innecesariamente y desconcierta al espectador seguidor de este tipo de propuestas. El realizador Byung-gil Jung apuesta al juego visual y ofrece un abanico de vínculos alterados, asesinatos, traiciones, romance con el vecino de al lado y un extensa persecución a bordo de un ómnibus que se extiende hasta los minutos finales. No faltan escenas bien coreografiadas en las luchas cuerpo a cuerpo, disparos, cuchillos, hachas, motocicletas y destripe sangriento. La heroína inicia su trágico derrotero desconfiando de todo aquel que se cruza en su camino mientras intenta llevar adelante su vida de madre, esposa y asesina, entre representaciones de Shakespeare y criminales armados hasta los dientes. El espíritu de títulos como Kill Bill, Hardcore y Oldboy está presente en esta película que conserva lo mejor del género al principio y al final de la historia.
Después de la muerte de Superman -Henry Cavill-, el caos amenaza con instalarse en todo el planeta en este nuevo eslabón del universo DC dirigido por Zack Snyder -Batman vs. Superman: El amanecer de la justicia-. En esta entrega, el malvado Steppenwolf y sus alados secuaces se alimentan del miedo para fortalecerse y, para poder combatirlo, Bruce Wayne/Batman -Ben Aflleck-, ayudado por el siempre fiel ayudante Alfred -Jeremy Irons-, recluta a un equipo de metahumanos: Mujer Maravilla -Gal Gadot-, Aquaman -Jason Momoa-, Cyborg -Ray Fisher- y Flash -Ezra Miller- para formar un verdadero escudo contra el Mal. La aventura de Liga de la Justicia comienza de manera atrapante con la acción de cada uno de los populares personajes, que son el corazón de la propuesta y los que mantienen el interés de una historia que no ofrece demasiadas sorpresas, pero que cuenta con el marco de un ritmo endemoniado y parafernalia visual. A la hipnótica presencia de Gadot como Wonder Woman, se suman el histrionismo y la gracia de Ezra Miller en su papel de Flash, entregando frescura a mucha de las escenas. Por su parte, Ben Affleck, algo mayor para el personaje de Batman, imprime solemnidad y desgano a su criatura nocturna. La acción se alterna entre Ciudad Gótica, Metrópolis, la isla de las Amazonas y un mundo amenazado en el que los civiles se ven desprotegidos ante criaturas sobrenaturales. El guión escrito por Joss Whedon y Chris Terrio une los caminos de estos superhéroes en una historia que combina acción, persecuciones, escapes y muchas peleas cuerpo a cuerpo, pero la magia del CGI le juega en contra a personajes que pierden carnadura, como es el caso del villano de turno. La película se guarda una sorpresa y permite el desfile de secundarios como Luisa Lane -Amy Adams-, la madre de Clark Kent -Diane Lane- y el comisionado -J.K Simmons-, además de dos escenas post créditos que adelantan lo que vendrá. Los fanáticos de DC encontrarán lo que buscan en esta película en la que el combo hace lo suyo.
Dirigido y protagonizado por Kenneth Branagh, Asesinato en el Expreso de Oriente es una remake del clásico de 1974 y está basado en la novela homónima escrita por Agatha Christie. Hercules Poirot -Branagh-, el detective belga de gran bigote y olfato para resolver casos policiales, planea sus vacaciones a bordo del Expreso de Oriente, que va de Estambul hacia Londres. Sin embargo, el descanso se ve interrumpido cuando uno de los pasajeros es asesinado a puñaladas y, como si fuera poco, el tren queda varado luego de una avalancha de nieve en el medio de las montañas. Con este esquema que coloca el misterio en primer plano, se enciende una investigación en este relato que esconde varios interrogantes, pasado tortuoso y acumula a los doce sospechosos que viajan en el tren. Asesinato en el Expreso de Oriente remite al cine policial clásico, con sus tiempos y explicaciones, una puesta casi teatral y un gran pulso narrativo impreso por Branagh para convertir al espectador en un pasajero más. Su cámara recorre pasillos, persigue de espaldas a figuras escurridizas y las tomas cenitales convierten a todos en "presas" de un mal mayor. Como en toda novela de Agatha Christie se acumulan detalles, interrogatorios y la inteligencia y el humor de Poirot para dejar al descubierto al asesino de turno en una trama que va uniendo el pasado de los personajes a manera de un rompecabezas, donde la venganza toma cuerpo, y es potenicada por los flashbacks sobre los minutos finales. Con un elenco de lujo que cumple con las expectativas de la historia, viajan en el Expreso: Johnny Depp como el cruel y elegante señor Ratchet; el mayordomo encarnado por Derek Jacobi; la viuda personificada por Michelle Pfeiffer; la princesa, a cargo de Judi Dench; además de Penélope Cruz y Willem Dafoe. Con un magnífico escenario nevado de fondo, reconstrucción de época, un comienzo enigmático en el Muro de los lamentos, en Israel, y un final que anticipa Muerte en el Nilo, el siguiente caso de Poirot, la película llega en un momento en que el cine necesita recuperar la atmósfera de los relatos clásicos.
La película está basada en la vida real de Barry Seal, el ex piloto que se convirtió en un importante narcotraficante en el cartel de Medellín y que fue reclutado por la CIA y el departamento de inteligencia de la DEA. Con un tono más de comedia que de acción, Tom Cruise regresa al cine con este producto alejado de la parafernalia visual de Hollywood para adentrarse con una estética de VHS y colores brillantes en las década de los setenta y ochenta. Cruise es Barry Seal, el piloto de la línea TWA que, cansado de la rutina de su trabajo, acepta una misión a cambio de dinero para fotografiar pueblos insurgentes en Centroamérica, bajo la supervisión de la CIA, y que termina trabajando para Pablo Escobar a bordo de una avioneta que deja paquetes con cocaína en lugares estratégicos. El realizador tergiversa el "sueño americano" en este relato donde la ambición del antihéroe lo lleva a rincones insospechados y a rodearse con gente sin escrúpulos con tal de mantener a su familia a flote. A la manera de un registro en video de 1985, Seal relata a cámara su historia de excesos y ambiciones desmedidas, entre el resquebrajamiento familiar, las persecuciones y su carrera de excesos. Con un ritmo que no decae en casi dos horas, Tom Cuise sabe ganarse al público con su carisma desde el comienzo y un tono divertido impreso en este drama real que entretiene y resulta contundente en su combinación de material de archivo de la época, gags y retrato del piloto que quería más y más. La dupla de Al filo del mañana -Cruise-Liman unirán talentos en futuras producciones- funciona muy bien en este film anacrónico que retrata con buen pulso narrativo la historia de un gran perdedor.
La saga truculenta iniciada en el 2004 por el director James Wan entrega ahora su octavo eslabón después de una larga pausa y de la mano de los hermanos Michael Spierig y Peter Spierig -realizadores de la interesante Vampiros del día-, quienes relanzan la historia, pero respetando el estilo de las anteriores. Contra toda lógica y un guión que acumula demasiadas vueltas de tuerca, Jigsaw: El juego continúa esparce cadáveres en la ciudad y todo indica que el asesino serial John Kramer -Tobin Bell- estaría de vuelta en acción, a pesar de que se lo dio por muerto diez años antes. Cinco personas aparecen encadenadas en un juego siniestro en el que deberán superar pruebas para salir vivos como castigo por sus delitos cometidos. Al mismo tiempo, se pone en marcha una investigación en la que científicos forenses tratan de encontrar y capturar al asesino. En un perverso juego de cadenas, víctimas y victimarios, cuchillas filosas y otros mecanismos ingeniosos que instalan una carrera contra el tiempo, la película tiene un buen comienzo donde las dudas atraviesan la trama, pero después del despilfarro de tripas se termina enredando en sí misma en su afán por no dejar cabos sueltos. Los fans de la saga encontrarán las mismas trampas de las anteriores películas aunque se ven mejor filmadas que sus predecesoras, a excepción del film original. No hay sorpresas, sino demasiadas explicaciones acompañadas por flashback en los minutos finales. Confesiones, pecados y crímenes mantienen a las ¿víctimas? encerradas y a merced del asesino cuyas reglas y amenazas aparecen desde un triciclo siniestro. Detectives, investigadores, ataúdes que son abiertos y una lista de sospechosos que se apilan en esta nueva entrega que juega más con el impacto que con los climas. Sólo para los buscadores de escenas fuertes y mecanizadas, en un cine gore que mantiene atrapado a su público.
Registrada en blanco y negro, la nueva película de Eduardo Pinto expone un mundo cotidiano que con el correr de los minutos se transforma en una olla a presión y en el que la violencia dice presente. Corralón, exhibida en la edición 19 del BAFICI, muestra a Juan -Luciano Cáceres- e Ismael -Pablo Pinto-, dos empleados de reparto de cemento en un corralón ubicado en el Municipio de Moreno. Ellos realizan su trabajo a bordo de un camión, limando asperezas y ayudados por el alcohol hasta que se topan con un matrimonio acaudalado -Brenda Gandini y Joaquín Berthold-, con quien mantienen una discusión y una pelea. A partir de ese momento, el film enciende la mecha de un plan siniestro, violento e inhumano que Juan está decidido a llevar adelante. El realizador de Caño Dorado retoma la violencia de aquel film pero coloca su mira en las diferencias entre las clases sociales, en la falta de oportunidades, y en la amistad entre los protagonistas como disparadores de un relato brutal, intenso y con el clima necesario como para mantener al espectador apresado durante toda la historia. Juan e Ismael inician un camino hacia el infierno en el que se cruzan con pocos personajes, entre ellos, el capataz encarnado por Carlos Portaluppi, y en una trama en la que el espíritu animal aparece sintetizado en la figura de los perros. Lograda en su atmósfera de peligro inminente y claustrofobia suburbana, la película está potenciada por las pocas palabras en boca de los personajes, por los gritos ahogados y por la contundente banda sonora de Axel Krieger que imprime el marco ideal a la propuesta. El film hereda por momentos el clima de cineastas como Campusano y Perrone y encuadra con precisión esa realidad marginal y las miserias de los personajes de manera efectiva.
Recordando títulos como Viven!, el director palestino Hany Abu-Assad -Omar- salta a Hollywood y cuenta una historia de dos personajes que no se conocen y unen fuerzas para sobrevivir ante situaciones inesperadas y extremas. Ese es el punto de partida de La montaña entre nosotros, un relato que va virando de tono en su tramo final. El neurocirujano Ben Bass -Idris Elba- y la fotógrafa Alex Martin -Kate Winslet- se ven empujados a alquilar un vuelo privado para llegar a sus respectivos destinos cuando los vuelos comerciales son suspendidos por una fuerte tormenta. Ben tiene que realizar una operación de alto riesgo a un niño y ella debe estar a tiempo para su casamiento. Son dos extraños que suben a una vieja avioneta -piloteada por Beau Bridges y en companía de su perro- que, tras sufrir un accidente en las montañas de Colorado, quedan varado en la inmensidad del lugar. El film concentra catástrofe, tensión y peligro en su comienzo para iniciar luego un largo peregrinaje de los protagonistas, en compañía del can, cuando se dan cuenta que el alimento se acaba y la ayuda no llega. El relato está sostenido por la química establecida entre la dupla protagónica: el Ben encarnado por Elba arrastra un drama del pasado que no termina de hablar con su compañera de aventuras y se muestra distante pero pragmático a la hora de resolver situaciones inesperadas; mientras que Alex intenta saber más sobre el pasado de su compañero en un presente incierto en el que ambos contemplan la idea de la muerte cercana. Si bien no guarda sorpresas, la película impone la grandilocuencia del escenario natural congelado, un personaje clave dentro de la trama y, que en el título original, es lo que se interpone entre ambos. El hecho de necesitarse uno al otro para sobrevivir los va acercando cada vez más en un improbable romance, no sin tener que pagar luego consecuencias en sus vidas y alterar a aquellos que los rodean. Kate Winslet siempre convence en su rol y le brinda debilidad y fortaleza a su personaje. Entre heridas, ataques de animales y un cabaña que se convierte en un cálido refugio, Más allá de la montaña entrega lo que promete aunque posiblemente el espectador espere un poco más.
En el año 1979 se estrenaba Aquí vive el horror, una película basada en los asesinatos llevados a cabo por Ronald DeFeo contra su familia, un padre que escuchaba voces que lo alentaban a cometer esos hechos con escopeta en mano. El film se inspiró en ese caso policial que también instaló la idea de una entidad maligna que habitaba el lugar. Se conocieron varias continuaciones, otros títulos que se aprovecharon del éxito, libros y hasta una remake que protagonizó Ryan Reynolds, en 2005. Cuarenta años después de lo ocurrido en la historia original, llega Amityville: El despertar, cuya trama gira alrededor de una nueva familia que llega al lugar del horror. La madre Joan -Jennifer Jason Leigh, correcta en su rol-, la joven Belle -Bella Thorne-, su pequeña hermana Juliet -McKenna Grace- y James -Cameron Monaghan-, el hermano postrado y conectado a un respirador artificial, debido a una caída que sufrió desde un tercer piso. El frágil e inmóvil cuerpo de James es el nexo entre la entidad siniestra y la realidad que enfrenta el nuevo clan. El film del especialista en el género, Franck Khalfoun, tuvo postergaciones y retoma la idea de la versión original -y de hecho es la que más se acerca- para mantener la tensión y los sobresaltos bien dosificados en la primera parte del relato, pero sin escapar a los convencionalismos del género y conociendo que el espectador sabe lo que ocurrirá. Entre sótanos siniestros, cuerpos retorcidos, empapelados ensangrentados y una presencia que se pasea por la casa, la trama juega además con la idea de la inocencia de Belle -la única que no conoce realmente donde se mudó y comienza a investigar-, la inteligencia de sus dos compañeros del colegio -"Las nuevas versiones son pésimas"- y hasta el hecho de animarse a mirar la película que protagonizaron Josh Brolin y Margot Kidder en la oscuridad del living. Si bien el desenlace pierde puntos en cuanto a la construcción de las atmósferas de terror sobrenatural, el relato ofrece momentos logrados que inquietan, asesinatos, posesiones y sobresaltos. Y la historia se repite una y otra vez.
La película dirigida por Pablo D'Alo Abba expande el universo de la pieza teatral de Claudio Tolcachir, El viento en un violín, y cuenta dos historias que confluyen en personajes que buscan la felicidad a su manera. Una cámara nerviosa sigue la corrida de Darío -Lautaro Perotti- por las calles de un barrio acomodado. El es un treintañero desorientado que aun vive con su madre Mecha -Miriam Odorico-, una abogada inescrupulosa y manipuladora. Por su parte, Celeste -Tamara Kiper- y Lena -Inda Lavalle- es una pareja obsesionada por cumplir su deseo de ser madres y decide salir en busca de un donante en la noche porteña. Dos mudos contrastantes que tienen algo en común: la necesidad de ser felices y poner sus deseos en marcha, sin importar los límites o las consecuencias. Con tópicos universales como la crianza, la educación, la búsqueda de caminos personales y el amor en sus distintas formas, Mater también tiene a Norma, otro pilar en la historia, la madre de Celeste que trabaja en la casa de Mecha, el nexo de dos mundos que parecen irreconciliables. El film expone con humor y brutalidad a este puñado de seres de diferentes clases sociales en una versión cinematográfica que muestra a familias disfuncionales en pleno movimiento y acción. En la trama desfilan además el psicólogo -Gonzalo Ruiz- -en una chispeante escena con Darío- y las intervenciones de Marina Bellati y Martín Slipak, que no estaban en la puesta teatral. Las potentes actuaciones del "dream team" de Timbre 4 saltan a la pantalla grande con convicción, llenas de matices en esta propuesta que juega entre la violencia, suspiros, prejuicios y amor.