El cuarto film de Rupert Wyatt, "La rebelión", es una oscura metáfora política, en medio de un entramado de ciencia ficción post invasión extraterrestre. Históricamente el género de ciencia ficción sirvió para enmascarar otras cuestiones más “realistas” a modo de metáfora o fábula con paralelismos. Grandes obras que podrían encuadrarse dentro del género, son consideradas obras máximas de filosofía/sociología/antropología contemporánea. Tal es el caso de "El planeta de los simios", o "1984", por citar dos de los ejemplos más encumbrados. Con el cine sucede algo similar, la ciencia ficción puede ser un bombástico despliegue de acción y efectos sin mucho contenido, o ser el velo para hablar de la actualidad o temáticas más tangibles. Es al día de hoy que se sigue hablando de la filosofía de "Matrix". "La rebelión" es ese tipo de ciencia ficción. Sí, hay una invasión extraterrestre, se muestra alguna tecnología inexistente, puede haber alguna explosión, pero (no tan) en el fondo, están hablando de otra cosa. La referencia inmediata para La rebelión será "Sector 9", aquel ¿clásico? moderno de Neil Blomkamp, que prometió un ascenso a la fama para su protagonista Sharlto Copley que nunca llegó. Al igual que en aquella, hay una invasión de seres de otro planeta, pero lo que importa es otra cosa, y por eso nos ubicamos en los hechos posteriores a la misma. No sería correcto decir que La rebelión es un film apocalíptico, o post apocalíptico. Por lo menos no en el sentido que todos conocemos/suponemos. Nos ubicamos en un futuro inmediato, a casi una década de una invasión alienígena que creó un nuevo orden… o en realidad no tanto, sólo se ordenaron un poco las cosas. La acción se desarrolla mayoritariamente en un barrio de Chicago, que es clave para el nuevo sistema imperante. Los humanos, lejos de desaparecer, “se acomodaron” a esta nueva situación. Hay un sector opositor, que fue relegado casi a la indigencia; y un sector aliado gobernante, militarizado, que toma el control de este nuevo orden junto a los alienígenas. Lo que varió es que las situaciones son mucho más extremas, y los disidentes pueden ser fácilmente eliminados por estos alienígenas sin misericordia, o por los militarizados que tampoco son muy compasivos. Mientras que no haya nada ni nadie que se revele, o que intente penetrar “desde abajo hacia arriba”, el orden se mantiene, y las cosas están bien. El guion de Erica Beeney y el propio Wyatt, plantea un desarrollo coral en el que podemos seguir a varios personajes simultáneamente, e inmiscuirnos en las vidas dentro de las dos clases sociales marcadas. Hay dos líneas principales, la de los hermanos Gabriel y Rafe Drummond (Ashton Sanders y Jonathan Majors), cuyos padres son liquidados por los extraterrestres en la primera escena, siendo ellos apenas niños; que crecen para convertirse en piezas de una red rebelde que planea un golpe al orden gobernante. A través de ellos iremos conociendo a los otros miembros de la agrupación. Por otro lado, William Mulligan (John Goodman), burócrata de los aliados, que actualmente se replantea muchas cuestiones, y tiene pequeños escapes con una prostituta (Vera Fármiga) recluida en un departamento, con la que entabla una relación. Son muchos personajes, y acción cambiante, en medio de un ritmo más bien lento. Si no estamos muy atentos, "La rebelión" puede resultar algo confusa entre las varias capas que despliega y un desarrollo con varias situaciones y vueltas de tuerca (algunas más evidentes que otras). Wyatt, que tiene en su haber "El Planeta de los simios (R)Evolución", la primera entrega de la excelente nueva trilogía basada muy libremente en la obra de Pierre Boulle, esta vez optó por algo más pequeño, no tan ágil, oscuro, y de un entramado político mucho más directo. "La rebelión" no se anda con medias tintas, deja su mensaje en contra de los gobiernos militares, totalitarios, y en contra de las clases altas que los apoyan para su propio beneficio; y plantea una defensa de las revoluciones desde las bases. El asunto alienígena pocas veces fue tan un adorno – no por eso prescindible o insustancioso – como en esta ocasión. La fotografía de Alex Disenhof, y la banda sonora omnipresente y taciturna de Rob Simonsen, son aportes fundamentales para crear el clima sombrío, oscuro, casi de noïr futurista, que plantea la propuesta. Wyatt maneja una economía de recursos propia del cine más independiente, pese a ser un film con un pie (sino los dos) dentro del mainstream, por más que sea un “estreno chico”. Resuelve correctamente las limitaciones de lo que puede mostrar y lo que no, y hasta hace creer que más hubiese sido un exceso que desvirtúe las intenciones de la propuesta. La rebelión es un film inteligente y atípico dentro de una cartelera que suele ofrecer pochoclo pegado a la ciencia ficción. Interpela al espectador, y plantea cuestiones adultas de muchísima actualidad. A pesar de su ritmo lento y acción dispersa, genera un interés inmediato para que siempre comprendamos lo que sucede. Un elenco sólido en el que se destacan John Goodman – siempre sobresaliente – y Kevin Dunn como el presidente aliado, suman. Vera Fármiga también resulta eficaz, como siempre, aunque sus apariciones generen una extrañeza similar a hacernos pensar que filmó sus intervenciones en solitario. La rebelión es ciencia ficción que apuesta a superarse, que no subestima, y entrega más de lo que fuimos a buscar. Ojalá tenga futuro destino de clásico de culto. Rupert Wyatt vuelve a confirmar que es un realizador inquieto con mucho para decir, y sobre todo, muy arriesgado.
La ópera prima de Pablo Gonzalo Pérez, "El kiosco", es un cálido fresco sobre los valores, las crisis, y sobre todo, el ser argentino. En pleno crecimiento de una etapa en la que se privilegia el fomento a una producción de cine más industrial en detrimento de las “historias chicas”, una película como esta adquiere un significado extra de resistencia. El cine industrial, suele ser pensado para su inmediata venta al extranjero, con códigos universales, y un tratamiento que lo aleje de aquello que alguien dijo que estaba mal, los localismos. Historias que pueden ocurrir acá, allá, en cualquier lado; con un tono neutro, podríamos decir híbrido. El kiosco también es una película que podría transcurrir en cualquier parte del mundo; pero sin dudas, sino fuese argentina, sería una película bastante diferente. Pablo Gonzalo Pérez debuta como realizador con una película cuya búsqueda es encontrarnos a nosotros mismos, sentirnos reflejados, y descubrir la emoción en los pequeños detalles. No será difícil que nos identifiquemos o encariñemos con Mariano, el protagonista de "El kiosco". Podemos encontrar cosas nuestras en él, o al menos quisiéramos ser un poco como él… y eso que no es un personaje que la pase bien. Casado con Ana (Sandra Criolani), con una hija, Belén (Olivia Gucken); Mariano (Pablo Echarri) no es feliz en su trabajo como oficinista. Mientras que su mujer realiza lo que le gusta como artista plástica y comienza a vender sus primeras obras; él no le encuentra sentido a lo que hace, y sigue pensando en aquel barrio de la infancia. Los anhelos de cambio lo llevarán a visitar el kiosco de Don Irriaga (Mario Alarcón) en el barrio de Nuñez, aquel en el que pasó buena parte de su niñez, y en el que empezó a dar sus primeros pasos en solitario. El kiosco es el bazar de los sueños perdidos, el lugar en el que se encontraba todo lo que le gustaba a Mariano; y a la caza de eso que se perdió debe ir nuevamente. Decide aceptar una oferta de retiro voluntario en la descorazonada empresa para la que trabaja, y con ese dinero, más préstamos de los cercanos, y alguna venta de bienes como el automóvil familiar, le compra el kiosco a Don Irriaga que justamente tenía pensado retirarse de la actividad. Mariano se siente renovado, y acogido por la gente del barrio como Charly (Roly Serrano), el pizzero. Pero pronto comienzan los inconvenientes. La municipalidad va a realizar la obra de un puente que convertirá a la cuadra en la que se encuentra el kiosco en una calle muerta, sin tránsito recurrente; y hasta correrá la parada de colectivo que era el gancho ideal para la llegada de clientes. Como una bola de nieve a Mariano y su kiosco se le acumulan problemas de todo tipo, deudas, hipotecas vencidas, las traiciones menos pensadas, y la compra de un producto con un destino desafortunado, entre otras cosas ¿Cómo salir de este ciclo de sueños rotos? Es imposible no recordar "Luna de Avellaneda" al ver "El kiosco". Aquel club de barrio, es ahora el local con todo lo que los chicos querían; y el inminente cierre de ambos, sigue siendo el símbolo del desamparo y una etapa que se cierra y sobre la que nos impiden volver. La película de Juan José Campanella, se estrenó en 2004, cuando estábamos comenzando a salir de una crisis social profunda, y necesitábamos de un mensaje de esperanza (que no estoy seguro de que este lo haya dado) que nos invitara a no bajar los brazos; convirtiéndose en un emblema popular que aún hoy es referente. "El kiosco" llega también en una época difícil, en la que nuevamente necesitamos un empujón; eso de tropezar una y otra vez con las mismas piedras; en un año que puede ser reforma de situación; que clama una unión para salir adelante. Todo eso lo encontraremos en el film de Pérez; y aquí es donde marca la diferencia con aquella y la eleva muy por encima. Siempre positiva, "El kiosco" es una propuesta que enaltece los valores y los principios. Más cercana a la entrañable "Cuestión de principios" en este aspecto. Hay cosas que no se negocian y lo fundamental es siempre poder mirar a los ojos al otro. Despojada de la mirada ácida, impostada, incrédula, del film protagonizado por Ricardo Darín; "El kiosco" plantea algo que puede resultar una fábula idealista; y es que quizás, necesitamos volver a creer en los ideales. A la luz de la distancia, "Luna de Avellaneda", si bien es un ícono, su mensaje no resistió el paso del tiempo, con un personaje que se resistía a una oferta laboral para toda la comunidad, por un sueño que ya estaba perdido, y cuyo final termina por darle el último mazazo. "El Kiosco" se aleja lo suficiente de esta consigna, y es lo que nos hace pensar que su llama puede ser perenne, pese a tener una actualidad candente. Plagada de personajes entrañables, que son menos un cliché de lo esperado. En cada uno hay viveza y también corazón, porque son humanos, y son argentinos. El guion se estructura de un modo sencillo, con tres actos bien diferenciados; llega al corazón del espectador, y transmite todas las sensaciones necesarias. Permanentemente se la ve con una sonrisa, y arranca varias carcajadas. Aguarden, también habrá momentos para las lágrimas emotivas, sin golpes bajos, a pura ternura y felicidad. Cuando tenga que mostrar las vicisitudes negativas de su protagonista, nuestro protagonista, lo hará con un tono tan jovial y ameno, que lejos de punzarnos a llorar, hace que le tomemos más cariño a Mariano y queramos de todo su corazón que su suerte, nuestra suerte, comience a cambiar. Pablo Echarri es uno de los actores más carismáticos del país, es el protagonista ideal para esta película. Se la carga al hombro, y nos mete a todos en el bolsillo. Apartado de su rol de galán sudoroso, aquí luce pancita, y ropa holgada, es uno de nosotros, vos, yo, el vecino, cualquiera, quisiéramos ser como él. En el elenco, las presencias de Roly Serrano, Georgina Barbarrosa, Mario Alarcón, Ruben Pérez Borau, y Martín Rocco (a cuya memoria está dedicada la película); suman mucho. Cada uno despliega su cuota de simpatía, y se les otorga su/s momentos de lucimiento. Al igual que sucede con Mariano, son personajes que podemos reconocer en la cercanía. El guiño de una participación especialísima, será uno de los puntos más altos de la propuesta. Párrafo aparte para Sandra Criolani que logra muchísima química con Echarri y le escapa a ser simplemente “la esposa de” o un mero interés romántico. Juntos componen una pareja real, con los problemas cotidianos de muchos. Criolani aporta naturalidad y luz a una Ana que lo necesitaba. Sin grandes artilugios, pero sin caer en lo televisivo; con muchos gags certeros; sin temerle a lo declamatorio y al costumbrismo bien entendido; El kiosco es una película que expone sus principios sin medias tintas. Recuerda también a las mejores épocas de un cine bien nuestro, de barrio, trayéndolo a la actualidad, y sin que se sienta anticuado o remanido. Luego de varios cortometrajes, entre los que se destaca el también excelente "Lo llevo en la sangre" (integrante de Historias Breves 4), Pablo Gonzalo Pérez logra con "El kiosco" una película que penetra en nuestro ser, que nos habla de igual a igual, y nos entrega el aire de esperanza y buenas intenciones que necesitamos. En momentos de golpes diarios, ver algo que nos diga que no todo está perdido, que no todo tiene precio, es algo así como una caricia al alma que nos llama a seguir luchándola.
El llamado de la naturaleza Cuarta película de Alex Tossenberger, segunda de un quinteto filmado en Tierra del Fuego. A esta altura, podríamos decir que los tópicos recurrentes en su cine son el encuadre de la naturaleza y su protección, y el mensaje social por sobre la vorágine mundana. Desde su ópera prima Gigante de Valdés se le reconoce una vertiente de cine social que no se mete tanto con lo político como con las causas humanas. El hombre urbano tratando de hallar su eje, el accionar humano dañando el equilibrio natural, la conexión entre las personas más allá de los intereses. Tossenberger parece querer conjugar cierto cine de consumo popular con un abordaje que deje enseñanzas sobre la alienación del hombre dentro de la rutina en las ciudades, volviendo a reencontrarse en la desconexión con la naturaleza. Después de una variada experimentación temática en la que siempre mantuvo su eje en los personajes que necesitan rencontrarse, parece haber descubierto su mejor forma con La guarida del lobo, su propuesta más correcta hasta la fecha. Dos personajes y un contexto La premisa es más bien básica. Vicente (Gastón Pauls) tiene un accidente en medio del bosque de los valles de montaña en Ushuaia. Inmediatamente es rescatado por Toco (José Luís Gioia), un hombre que maneja un trineo tirado por perros y vive alejado en una cabaña en medio del bosque. Toco se encarga de cuidar de Vicente, entre ambos se marcan las diferencias. Toco es un hombre en permanente contacto con la naturaleza, prácticamente prescinde de la tecnología, mantiene un contacto mínimo con la sociedad y creó un lazo muy fuerte con los perros a los que bautizó con nombres de personas. Vicente es un ser urbano. No puede despegarse de su celular, tiene todas las costumbres y los modos de alguien que vive con el ritmo acelerado. Acepta muy a regañadientes los consejos que le da Toco, aunque algo lo ata ahí. Para tratar de hacer más llevadera su estadía, y ante una negativa de aceptar dinero por los cuidados, Vicente “contrata” a Toco para que le enseñe a manejar el trineo. Así, de a poco, se teje un vínculo entre ambos cercano a la amistad, que también guarda muchos secretos. La guarida del lobo es una película de personajes, y el ambiente es otro personaje más. Toco le enseña a Vicente a reconectarse, a encontrarse con su interior; y a su vez, Vicente será la compañía que Toco necesita más allá de los perros. No hay dudas que otra sería la película de ubicarse en otra locación. Tossenberger explota mejor que nunca las posibilidades del lugar para transmitir lo que pretende. A pesar de la nieve, de lo gélido, de lo solitario, La guarida del lobotransmite calidez y cercanía. Su historia sencilla hace que el interés nunca se pierda, y el vínculo entre ambos, el fuerte de la propuesta, está perfectamente construido. Tardíamente se introducirá otra arista mediante un personaje interpretado por Víctor Laplace, que pretende comprar los terrenos propiedad de Toco. Llevará la acción hacia un cause de género bien resuelto –aunque algo abrupto– en su sencillez de fórmula. Color humano La guarida del lobo apuesta a los sentimientos más básicos. A estos hombres que en la soledad del lugar recobran lo que perdieron. Toco es un personaje de fuertes principios pero demasiado encerrado en su forma de ser huraña. Vicente tampoco parece saber lo que es tener un vínculo si no hay un teléfono o un interés de por medio. Es evidente que se necesitan. Crear esa simbiosis es el gran hallazgo de La guarida del lobo. Tossenbeger demuestra tener un sólido manejo de cámara para captar la belleza de la naturaleza y la ternura de los perros, pero además aparece como un correcto director de actores que puede sostener una historia con pocos personajes y una relación de amistad en la soledad. También es necesario el aporte de los actores. Pauls posee el carisma necesario para este tipo de personajes que ya le vimos hacer, por ejemplo, en Una estrella y dos cafés o Corazón de fuego. Su composición es sólida y logra buena química con su compañero. Quien sorprende es José Luís Gioia en un personaje dramático, si bien despega algo de su humor ácido. Toco es entrañable y el actor cuenta con todo lo necesario para lograrlo. Probablemente sea el corazón de la película junto a los elementos naturales. Víctor Laplace recae en alguna sobreactuación típica en su trayectoria, aunque en este caso puede serle útil al personaje. Su participación es más bien chica y funcional. Algún detalle llegando al final respecto a un personaje no muy bien presentado, y cierta esquematización general en las características, restan un mínimo en una película que convence desde su sencillez. Alex Tossenberger parece haber encontrado el tono justo de su fórmula en La guarida del lobo. El tono medio entre la exposición de los escenarios naturales y la calidez de las relaciones humanas, logran una propuesta que conquista cuando más se aleja de las cánones establecidos.
A modo de gran homenaje despedida, "Un ladrón con estilo", de David Lowery, es una propuesta al servicio de Robert Redford en su última aparición en la gran pantalla. Lo conocimos en los años ’60, y saltó a la fama compartiendo cartel con Marlon Brando y Jane Fonda en "La Jauria Humana", y fue un ícono de esa década y la siguiente. Los ’80 lo presentaron como director en "Gente como uno" ganando tanto admiración como rencor por algún premio que quizás no merecía. Los ’90 lo recibieron de brazos abiertos como EL galán maduro, gracias a la propuesta que le hacía a un todavía no muy conocido Woody Harrelson de pasar una noche con su pareja Demi Moore ("Propuesta Indecente") ¿Para el Siglo XXI será el villano de la película de Marvel con más adeptos? Creador y promotor del Festival de Sundance. Una de las personalidades más amadas y respetadas del star system hollywoodenses. Robert Redford estrena "Un ladrón con estilo", una película que se presenta como su retiro delante de la pantalla. Que esto vaya a ser cierto o no, es cuestión del futuro (nunca digamos nunca); lo cierto es que en ella, entrega lo que promete bajo esa idea; un film pensado para el retiro de una estrella… lo cual no quiere decir que esté a la altura del actor, o por lo menos no de sus más recordados hitos. "Un ladrón con estilo" cuenta la historia de Forrest Tucker (Redford), un personaje de la vida real, con una historia que pide a gritos ser narrada en el cine. Un hombre que a los 78 años fue arrestado en Florida luego del robo a cuatro bancos; y que contaba con el curioso historial de haberse fugado de cuanta cárcel lo haya apresado; en total unas 18 veces… y no es que a esa edad el hombre necesitaba de salir a robar, es puro arte delictivo. En 2003, el periodista David Grann escribió una nota para The New Yorker, narrando la vida de Tucker, mediante una entrevista a su última esposa Jewell Center (en la película Sissy Spacek); y es este artículo de notable popularidad – que lleva el mismo título que el original de la película – el que sirvió de inspiración para Un ladrón con estilo. En la década del ’80, un ya mayor Tucker conoce a Center a la salida de uno de sus robos; y entre ambos se genera una conexión inmediata, y una historia con varios ribetes. Forrest tiene dos cómplices, Waller (Tom Waits) y Teddy (Danny Glover); y entre los tres tienen una fórmula tan sencilla como el uso del carisma y la convicción. Tucker simplemente necesitaba mostrar un arma y hacer uso de su labia y encanto. También entra en la historia John Hunt (Cassey Affleck), un policía joven que lo persigue, y que puede funcionar como una antítesis de lo que es Forrest Tucker, a la vez que lo admira. Si bien la historia real del ladrón es conocida (en EE.UU. fue un personaje bastante popular hasta su fallecimiento en 2004, y elevado a la figura de mito a partir de entonces); será mejor no adelantar mucho más, y dejar que puedan disfrutar con todo lo que sucederá entre estos personajes. David Lowery es un director y guionista bastante ecléctico. Con apenas un año de diferencia pudo pasar de dirigir "Mi amigo el dragón" (probablemente la mejor de las adaptaciones live action de Disney) a la peculiar y taciturna "Un cuento de fantasmas" (que todos recordarán como la película en la que Casey Affleck anda con una sábana blanca encima con agujeritos en los ojos, cual cliché fantasma); y anteriormente "En un lugar sin ley" (que también hablaba de un escape de prisión y de un romance, pero en un tono totalmente diferente al de "Un ladrón con estilo"). Quizás, el hilo común que podamos encontrar en sus obras – de las cuales siempre se encargó también del guion – sea la simpatía o el carisma que generan, pese a pasar de algo más apacible y taciturno como las anteriores, a algo con más brío como "Un ladrón con estilo". Otro punto en común, es que el modo de narración siempre parece ser sencillo, y esta no es la excepción. Esta es una propuesta bastante simple, casi de manual, sin grandes atributos ni en su guion, ni en sus rubros técnicos. Toda la atención está puesta en el grupo de actores, con Redford a la cabeza. Para el actor de "Algo muy personal", es casi una labor de taquito. Forrest Tucker le permite desplegar todo el encanto que ya le conocemos. Puede enamorarnos con esa sonrisa y esa mirada; puede hacer uso de ese hablar tan galanesco. Redford es "Un ladrón con estilo". Estamos frente a una película digna para un retiro, que celebra la vitalidad de los personajes mayores, y les otorga un lugar de privilegio. Es mucho más de lo que pueden decir otros actores de sus películas de retiro, como Sean Connery o Gene Hackman. Probablemente no llegue ni al top diez de sus mejores películas, pero cumple con dejárnoslo ver hacer lo que mejor sabe, a sus anchas. Como plus, puede homenajear a uno de sus roles más famosos en "Butch Cassidy & The Sundance Kid". Sissy Spacek también encanta como esta mujer perdida ante los dotes seductores de Tucker, y dispuesta a todo para seguirlo. Sus encuentros son la salsa de la película. Casey Affleck (actor fetiche de Lowery) es un excelente contrapunto. Ya no hace falta que demuestre ser un gran actor, pareciera estar bien en todo lo que hace, y en roles diversos. Aquí juegan con Redford a algo similar a "Atrápame si puedes", con la diferencia de edad invertida. Waits y Glover quizás necesitaron de algo más de espacio, pero el tiempo que están, la película crece, demostrando ser una celebración de los personajes más adultos. "Un ladrón con estilo" es una propuesta simpática, con momentos briosos; y sobre todo, digna de un elenco talentoso que se ubica por delante del resto de los rubros ¿Que pudo esmerarse y tener pasta como para ser una gran película? Es cierto, pero ahí está como una cálida despedida a uno de los soles más brillantes de Hollywood.
Segundo opus de Jordan Peele coqueteando con el mundo del terror, "Nosotros", es una película con un potencial mucho más grande lo que termina siendo. En 2017 "¡Huye!" supuso una sorpresa por varias razones. Una película que reversionaba la historia de "The Stepford Wives" (sin confesarlo) en clave racismo hacia el afroamericano; el debut como director de un comediante de incipiente popularidad, sumado a que “se trasladaba” al mundo del terror; y la aceptación masiva de crítica y público que la convirtieron en un taquillazo y le permitió una nominación a los Premios Oscar como mejor película (dentro de un género como el terror al cual la Academia siempre fue reacia). El nombre de Jordan Peele estalló de la noche a la mañana. Pasó de coprotagonista de una comedia – de gusto discutible – con un gato marihuanero; a ser catapultado como un autor del terror ¿Rótulo exagerado? Para eso hacía falta esperar su segundo opus, quizás una de los estrenos más esperados de este 2019, "Nosotros". Hay algo fundamental que hay que decir; así como en la película hay personajes que repiten las acciones de sus dobles, Jordan Peele también repite sus acciones. Mucho del agrado o desagrado de "Nosotros" dependerá de las sensaciones que nos haya dejado "¡Huye!": Peele no sólo aplica la misma fórmula, la exacerba, con eso de seguir apostándole al número ganador. La diferencia quizás esté en el peso."¡Huye!" no dejaba de ser una película chica, que entraba al género como pidiendo permiso, y que, sí, se valió de un gran aparato publicitario para hacerse un lugar como “innovadora”. Nosotros parte de otro lado, ya es “La nueva película de Jordan Peele”, es más ambiciosa, pretende pisar más fuerte en el mercado del terror, y hay cierto aire de “cine de autor”. Piensen en la diferencia entre "Sexto sentido" y "El protegido", hay algo similar a ese fenómeno acá. Si nos guiábamos por los trailers y la campaña (que fue tan o más fuerte que para "¡Huye!"), parecía que el director se jugaría por otra cosa, que realmente tendríamos horror puro y duro que corta la respiración, y obtendríamos algo así como una historia original y perturbadora. Hay que felicitar al equipo publicitario. "Nosotros" dista bastante de ser horror puro y duro; pero menos aún logra ser una propuesta permanentemente inquietante y perturbadora. El apartado original es como mínimo, discutible. No es la primera vez que el terror nos ofrece un juego de dobles, de reflejos perversos; y hasta hay todo un subgénero respecto a la invasión de hogar (temática que aborda en buena parte de su metraje). Sí podríamos decir que se las ingenia para parecer original. La acción comienza en 1986 con una pequeña que se extravía en una casa de espejos durante unas vacaciones en la playa. Ya sabremos que allí ella se encontró con un reflejo suyo con “vida propia”, y que algo pasó. Ese nena es Adelaide Wilson (Lupita Nyong’o) que en la actualidad está casada con Gabe (Winston Duke), y tienen dos hijos, la adolescente Zora (Shahadi Wright Joseph), y el pequeño Jason (Evan Alex). Los cuatro llevan una vida tranquila, aunque hay una sombra que pesa sobre Adelaide. Por supuesto, esa sombra tiene que ver con el hecho traumático vivido de niña. Gabe convence a Adelaide a ir de vacaciones a la playa, y justo a la misma playa en el que ocurrió aquel suceso. Todas las sospechas de Adelaide de que algo puede salir mal, por supuesto, se cumplirán. Empieza a revivir circunstancias muy similares a las vividas en aquel momento, y todo llevará a su cauce cuando en plena noche de diversión familiar, vean asomarse por entre los enormes ventanales de la casa aislada en el bosque a una familia de cuatro, vestidos con mamelucos rojos, actitud taciturna amenazante, y apariencia idéntica a la de ellos. Nosotros es una película de buenos momentos, grandes momentos, pero que en su conjunto no logran una cohesión pareja. Peele vuelve a recurrir al humor como muletilla. Construye personajes pretendidamente clichés, casi planos en sus características; y hace uso (y abuso) de un humor capaz de cortar el clima constantemente. El humor dentro del terror es bienvenido, grandes exponentes (sobre todo en el slasher de los ’80) hicieron gala de él; pero debería dársele su momento y espacio, o saber insertarlo bien para que el mismo terror sea tan absurdo que genere el humor (el arte del llamado estilo Clase B). Nosotros, tal como sucedía en "¡Huye!", pero mucho más, recurre al gag en momentos de plena tensión y no lo amalgama, no lo hace funcional. Allí donde estamos aferrados a la butaca, y los amantes del terror celebrando un gran momento; un chiste, un remate, una frase ¿ocurrente? nos arroja de un hondazo anticlimático hacia otro sector. Una vez está bien; dos veces, bueno; hacerlo todo el tiempo, puede arruinar la experiencia. Es algo similar con lo que ocurre con el humor y las referencias pop (que aquí también abundan) en el MCU. La historia es inconsistente, se extiende más de lo debido, y a su paso va dejando agujeros indisimulables de todo tipo; desde el accionar de los personaje fuera de lógica, hasta la sin razón de varias situaciones. Cuando en el tercio final intente explicar algo de lo que no se entendía cae en dos errores, sobre explica lo obvio intentando generar una sorpresa que ya no es tal, y genera más confusión gracias a una explicación que no tiene ningún sentido (a veces menos es más, dejar las cosas libradas al azar o a la imaginación, ayuda). Cuando "Nosotros" se toma en serio, cuando le baja el decibel al personaje de Gabe, cuando opta por generar clima de tensión; el asunto se eleva, y mucho. Hay algo que nos hace pensar que pudo ser una gran película de terror; quizás no muy original, por eso de que dobles y home invasion ya son viejos conocidos, pero sí potente. Pero en el armado la piezas encastran forzadamente, como si nos alegráramos de armar un rompecabezas como sea, aunque la imagen no tengo sentido, aunque hayamos tenido que recortar las piezas, y aunque nos hayan sobrado un par que las escondemos debajo de la alfombra para que nadie se dé cuenta. Lupita Nyong’o, Shahadi Wright Joseph, Evan Alex, y Elisabeth Moss (como una vecina cliché rubia), superan la propuesta logrando grandes interpretaciones. No sería de extrañar que Nyong’o logre algún laurel por su labor. En el manejo de cámara y el aporte de la banda sonora hay también sensación satisfactoria. "Nosotros" pareciera ambicionar más de lo debido, refuerza todo lo que ya vimos en "¡Huye!", sus aciertos, pero más aún sus errores.
La nueva película de Rodolfo Durán, "Lobos", es un desafío aprobado para el director que sabe trasladar su estilo costumbrista al cine de género con fórmulas establecidas. Más allá de cualquier apreciación personal. El cine de género se define por seguir una fórmula universal, por acotarse a las reglas establecidas que el género escogido (valga la redundancia) mantiene para ser “catalogado”. En contraposición se hablaría de cine de autor, personal, y también de costumbrismo. Con cinco largometrajes de ficción previos, se puede hablar de un estilo en el cine de Rodolfo Durán. Sabe moverse dentro de un cine atemporal, comedias y dramas, o comedias dramáticas, y retratar un costumbrismo barrial que es cada vez menos común dentro del cine nacional. Sus detractores hablan de un cine quedado en el tiempo; quienes lo defendemos, hablamos de un impronta propia, nuestra, cercana. Para su sexta ficción, Durán toma un riesgo, se aleja de sus temáticas habituales, la mencionada comedia dramática; para plantear un policial, un thriller con mucho de género. Lo hace con la inteligencia suficiente como para también respetar los códigos de su cine. De esa mezcla entre el género y la marca propia, surge "Lobos". Dicen que cada familia es un mundo. El de la familia que integra "Lobos", es un mundo podrido, y aun así, identificable. Podríamos hablar de "Los Soprano", de "At close range", por supuesto de esa pequeña gema tapada "Pride and Glory"; pero también del cine – y principalmente los policiales – de Santiago Carlos Oves y hasta los clásicos de Juan Carlos Desanzo. Lobos absorbe de buen cine policial, y Durán lo lleva a su terreno. El patriarca es Nieto (Daniel Fanego), que lidera una banda delictiva en la que participa su yerno Boris (Alberto Ajaka). Nieto tiene dos hijos, Natalia (Anahí Gadda), casada con Boris, peluquera que busca independizarse laboralmente con un local propio; y Marcelo (Luciano Cáceres), que en el pasado colaboró en las actividades de su padre, pero actualmente trabaja como seguridad privada y se ubica en la vereda de enfrente. Lobos pone el foco principal en esa relación padre e hijo enfrentados moralmente; algo similar a lo que mostraba "At close range" entre Christopher Walken y Sean Penn. Marcelo hace todo lo posible por alejarse de su pasado y de los suyos, pero la sangre tira. Natalia parece más permeable al trabajo de papá y marido. Si bien no participa activamente en los delitos, es consciente, y aprovecha los beneficios. Su relación con Boris también denota vestigios de violencia de género doméstica que, como se sabe, no necesariamente tiene que ser violencia física. Los vínculos son fundamentales en Lobos, y ahí es donde más allá del policial, sabemos que estamos en presencia de un film de Rodolfo Durán. Nieto ya es un hombre mayor, y desea retirarse del negocio, quiere asegurarse tranquilidad y futuro para él y su familia; pero nada será tan fácil. El comisario Molina (César Bordón) que es el que le encarga los trabajos a Nieto – ambos lados de la ley – no va a aceptar esta posible filtración, lo quiere adentro, y para eso le encarga un último trabajo a Nieto a cambio de “su libertad”. Por supuesto, será un trabajo más complicado de que lo que esperan. En esa familia con incendios puertas abiertas a punto de implosionar; en esos personajes que quieren reformarse pero el entorno se los impide (tanto padre como hijo); en las redes vinculares propias de una familia tradicional; "Lobos" se acerca a Pride and glory, cambiando la mafia irlandesa por los códigos de los barrios bajos de la Ciudad de Buenos Aires. Los personajes hablan como nosotros, reconocemos situaciones, y toman decisiones que, fuera de nuestra coyuntura, sería aún más difícil de comprender. Hay algunas fallas propias de un film que abarca demasiado, algunos detalles “técnicos” en el accionar de los personajes, y algún cliché generalizado. Nada que afecte al tronco de la propuesta, su corazón. El fuerte de Durán siempre fue el retrato de personajes; y en eso no falla. Nieto ya está retirado aún en actividad. Habrá sido un hombre respetado de las bandas barriales; pero hoy en día es un ser sombrío, cansado, adusto, rutinario; quizás hasta arrepentido de la vida que llevó, aunque no le quede otro camino. Marcelo se muestra como una autoridad que no es. Es el típico seguridad privada que actúa como si fuese policía. Mantiene una imagen de moral, huye de su pasado, y hasta busca redención mediante una mujer en la que posó sus ojos. La relación entre ambos será tirante, imposible, y aún así son padre e hijo, y el amor familiar existe, y es fuerte. No le pidan el vértigo, ni la explosión de un film de acción. No es ese tipo de película, su camino es otro, el del drama policial humano. Entendiendo eso, el clima que genera es correcto, y su ritmo es sostenido como para nunca perder interés sobre lo que sucede, y los dilemas y planteos morales que presenta. El elenco suma. Daniel Fanego y Luciano Cáceres son un gran acierto protagónico. Ambos están más que correctos, y plantean su propio duelo actoral. Ajaka, y Bordón, hacen también sus aportes desde los secundarios. "Lobos" es la muestra de un director con mirada propia, preocupado por lo que sucede a su alrededor, y atento a contar una buena historia de base universal y traducción puramente nuestra. Sin lugar a dudas, es un paso adelante.
La ópera prima de Sol Miraglia y Hugo Manso, "Foto Estudio Luisita", es un cálido retrato de una vida en contraste con la profesión elegida. El refrán dice “en casa de herrero, cuchillo de palo”. Algo así como no ejercer puertas adentro, lo que mostramos al afuera desde nuestra labor o profesión. Algo así podría decirse de Luisa Escarria, conocida como la fotógrafa de la época de oro de la revista argentina. Una mujer que se encargó de retratar los cuerpos más esbeltos, en las poses más provocativas, con los vestuarios y los brillos más sensuales; todo era provocación en las foto de Luisa, o Luisita. Sin embargo, ella no es lo que muestran sus fotos. Sol Miraglia toma las riendas de este documental co-dirigido en segunda línea por Hugo Manso, encargado del armado del guion. Ella será la voz en off, que, de vez en cuando, nos cuente cómo llegó hasta Luisita, cuál es el vínculo que las une, y cómo es la experiencia de llevar a cabo este trabajo documental, en conjunto con una muestra fotográfica ad hoc en el Teatro San Martín. Sol es fotógrafa, y el mismo día que dio con algunas muestras del trabajo de Escarria, pudo conocerla personalmente. Inmediatamente las unió un vínculo fuerte, probablemente encariñada con esa figura tan diferente a lo que expresan las fotos, tan querible. Sol se adentró en la vida de Luisita y sus hermanas Rosa y Graciela. Cuando surge la posibilidad de homenajearlas mediante una muestra fotográfica de sus obras en el Teatro San Martín; a la vez que la de llevar a cabo un registro documental de esos hechos; se plantea una puesta en valor del material, y una reconstrucción mediante testimonios de la vida y los años de gloria del estudio fotográfico; Luisa, Rosa y Graciela llegaron desde Colombia en 1958 y casi de casualidad les hicieron unas fotos a la troupe de José Marrone que se estaría presentando en el Maipo. Al poco tiempo, ya eran las fotógrafas oficiales de ese teatro, y hablamos de los años ’60 y ’70, la época dorada de la revista argentina; también de los ’80, los años de su caída. Luisa es la encargada de llevar adelante el estudio, es su nombre y cara visible, pero Rosa y Graciela, que según la propia Luisita son una solo persona, cumplen también sus labores. Es que las fotos de "Foto Estudio Luisita" no son cualquier foto. Más allá del brillo y la osadía, se caracterizan por el montaje posterior realizado sobre los negativos, lo cual crea un mundo de ensueño, ese que caracteriza al universo revisteril. Fotos pintadas, superposiciones, explosión de colores, fantasías, brillo, y glamour popular/mundano. Eso es lo que se ve en las fotos del estudio. Cuando uno conoce la vida de estas hermanas, caeremos en el contraste. Las Escarria llevan una vida recatada, muy tranquila y tradicional, casi conservadora. Tres hermanas solteronas, ahora ya ancianas, siempre muy tapadas, con los pelos batidos y recogidos, lentes gruesos, maquillaje sobrecargado, en una casa con adornitos de bazares populares sin respetar ningún código estético, que respetan rutinas como tomar el té, y escuchar Radio 10. "Foto Estudio Luisita" es un documental hecho con amor, y eso es lo que transmite durante su corta duración. Es imposible no sentir cariño por estas tres hermanas que se hacen querer con cada cosa que dicen, con cada accionar. Son personajes de John Waters, profundamente cinematográficas. Además de retratar la vida de estas hermanas que se tienen a sí mismas, de expresar el vínculo que las une con Sol, y contar sus vidas y su labor mediante viñetas; "Foto Estudio Luisita" es una interesante reflexión sobre el paso del tiempo, con añoranza, y sin rencor. Luego de la caída de la revista en los ’80, el estudio tuvo que ir aggiornándose a oros ámbitos, como el mundo de la música popular; luego pasar a las portadas de álbumes de bailanta y tropical – y no de los grupos más conocidos –; para luego caer irremediablemente frente al poderío de la tecnología. El trabajo artesanal de las chicas, hoy se hace en pocos pasos digitalmente. No es un dato menor que el devenir del estudio lo sepamos de inmediato en el documental. Es uno de los primeros datos que nos arrojan. Las propias hermanas no viven el cierre del estudio con negatividad, la debacle de los últimos años se ve con una sonrisa, es el inevitable paso del tiempo. El brillo se fue apagando poco a poco, es hora de dar lugar a otra etapa. Una divertida secuencia post crédito, y la visita al nuevo Maipo (quizás la única secuencia con un dejo de tristeza), terminan por definir esta idea. Entrevistas, registro observacional, material de archivo, voz en off, todo es útil parar retratar el mundo ahora y antes de las Escarrio. Hay algunas decisiones de cámara que pueden ser cuestionables, pero entendibles en su búsqueda de mostrar un mundo “a natural”; y hasta el hecho de que Miraglio se ubique delante, puede resultar extraño hasta que se configure la necesidad de retratar el propio vínculo que la une con las hermanas. "Foto estudio Luisita" no es un documental doloroso, en sus reencuentros con las glorias de aquellos años como Amelita Vargas, Moria Casan, Gogó Rojo, o Mimí Pons, no primará la mirada triste, siempre la alegría, siempre el reconocimiento. Como si el brillo más que desaparecer, hubiese mutado. Cuando veamos la reacción de Luisita frente a una portada suya en Página/12 terminaremos de cerrar esa idea. Otro acierto será la banda sonora que recrea la música de aquellos años. "Foto estudio Luisita" contrasta las vidas detrás y delante del lente, mira al pasado glorioso desde el presente de reconocimientos, y escribe versos de amor entre dos generaciones, siempre con color y alegría. Un documental que hace bien al alma.
Nuevo exponente del drama romántico adolescente con protagonistas aquejados por enfermedades, "A dos metros de tí", de Justin Baldoni, es una propuesta aparentemente empecinada en que sus personajes no despierten empatía. ¿Ya podemos hablar del mal que nos hizo "Bajo la misma estrella"? Desde su estreno en 2014, su éxito creó, o restauró, una nueva moda que vino a reemplazar a la saliente de los “dramas basados en novelas de Nicholas Spark”. La tendencia son dramas basados en novelas adolescentes, en el que uno, o los dos puntos de la pareja sufren una enfermedad que puede ser terminal, y se transforma en el principal, sino único, impedimento para que ambos estén juntos. Recordemos que durante finales de los ’70, los ’80 y principio de los ’90; encontramos algunos exponentes como "El niño de la burbuja", "Love Story", o "Mi primer beso". Pero en todos esos casos, se creaba algo genuino, natural, tierno, que acá no existe. La fórmula nunca pudo estar más apretada. Casi son todas iguales, mismo estilo de protagonista, mismo estilo de pareja, mismo estilo de expresarse el amor, mismos secundarios y entorno, mismos filtros fotográficos y banda sonora, y desarrollo de la historia idéntico. Un calco que las hace muy difícil diferenciar una de la otra, salvo por pequeños detalles. "A dos metros de ti", ópera prima de Justin Baldoni, no es para nada la excepción; y sin embargo, se las ingenia para estar aún un par de escalones por debajo que varias de sus pares. La protagonista es Stella (Haley Lu Richardson), una adolescente que sufre fibrosis quística que afecta sus pulmones. Ella se encuentra internada en un hospital en el que se realiza estudios para un tratamiento experimental. Su vida fue entrar y salir del hospital, y sin embargo se las ingenió para tener vida social. Es una activa youtuber y mantiene a sus amistades. Eso sí, de amor ni hablar. Al hospital llega Will (Cole Sprouse), otro adolescente con enfermo, que también se somete al tratamiento experimental. Al principio, Will es reacio y retraído, no quiere saber nada con encontrar una salida a su padecimiento, se muestra bromeando sobre la muerte, y algo extremista. Todo esto llamará la atención de Stella que querrá convencerlo de que vale la pena continuar. Lo cual logra haciendo un pacto con Will. Si todavía no se durmieron leyendo la sinópsis, digamos que sigue lo obvio de ver nacer el amor del pacto; y el impedimento. Ambos son incompatibles, podrían contagiarse uno al otro, y agravar su situación hasta llevarlos a la muerte. Por lo cual, no deben acercarse a menos de dos metros ¿Es obvio que se las van a ingeniar para poder seguir viéndose manteniéndo la distancia, no? Como sea, esto es lo que ofrece "A dos metros de ti", basada en la novela de ¡¡¡tres autores!!! Rachael Lippincott, Mikki Daughtry, y Tobias Iaconis; los dos últimos encargándose de la adaptación al cine. No pidan ningún tipo de coherencia. Will deja de mostrar todas las características con las que nos lo presentaron casi al instante de iniciar la relación con Stella. El plan de los metros y las reglas establecidas (como el uso de guantes) es sistemáticamente vulnerado una y otra vez; Stella craneó todo una fiesta escolar siendo evidente que no podría concurrir, llevó un vestido para salidas a la internación ¿por las dudas?, y mantiene unas amistades tan unidas que sólo logramos ver al grupo en dos escenas; y ni hablemos de la seguridad de un hospital en el que los pacientes entra y salen sin demasiada complicación, y se puede montar una fiesta a todo trapo – con utensillos y comida/bebida gourmet del hospital – sin que nadie se de cuenta hasta muy tarde. Es poco o nada lo que tiene lógica en esta película. Pero no, eso no es lo que ubica a esta película por debajo del resto que ya es bastante pobre. Lo más grave es que no haya un personaje, ni uno solo, en todo un hospital con gente enferma y enfermeros más compasivos y amorosos que atentos con sus pacientes, que nos despierte algo que no sea un profundo rechazo. Stella es un cliché de carisma, Richardson parece ser una actriz simpática, tiene una belleza no tan tradicional que la acerca a una Natalie Portman menos impostada; pero el personaje es francamente insoportable. Como si no bastase con ser una enferma que pena con no poder llevar una vida adolescente normal, dice tener Trastorno Obsesivo Compulsivo, aunque lo único que le vemos hacer es acomodar una y otra vez unas cajitas con medicamentos, y querer controlarle la vida a todos, eso sí, de un modo amable. En realidad es un fastidio que no obedece ni una de las reglas del hospicio, pero bueno no, no debe pasar por caprichosa sino por dulce. Will es el ejemplo de adolescente anodino. No tiene personalidad, solamente de vez en cuando nos lo muestran bosquejando (esperen ver el destino de esos dibujos y pregúntense en qué momento dibujó eso), y a veces es un adolescente millonario con padres abandónicos, y otras es un adolescente tierno con mamá Claire Forlani preocupada ¿Qué es lo que enamora de Will a Stella? Vaya uno a saber. A diferencia de Richardson, Sprouse colabora menos con su personaje, permanentemente en pose, con mirada entrecerrada a lo sexy perfume, e incapaz de tener alguna expresión. También están Moises Arias como otro paciente, amigo de Stella, y cliché patético gay; y Kimberly Gregory como una enfermera cuida pero bastante poco efectiva con sus métodos. Ni analicemos el hecho de que la forma de amor que propone atrasa a los conceptos actuales, que tiene lugares comunes bastante discriminativos, y el hecho de que no parecieran existir otros ciudadanos en toda la ciudad salvo el puñado chico que muestran en esta película que – casi – no muestra el afuera del hospital. Justin Baldoni es más conocido como actor secundario convocado para representar el estereotipo sexy de macho latino tuboso. Con la misma postura plástica encara su debut en la dirección, nada tiene ni un ápice de impronta. Pareciera estar hecha en base a los filtros automáticos de alguna app de celular. "A dos metros de ti" atrasa ideológicamente, es molesta, nada original, y no hace nada ni por conmovernos ni sentir algo de cercanía. Decir que es fallida es quedarnos cortos.
La sombra del niño Sea por el juego de la inocencia perdida, por encontrar la maldad en la figura menos pensada, o por revertir el teorema de adultos controlando a los niño, el tópico de “niños perversos” dio mucha tela para cortar dentro del thriller, el suspenso y el terror, desde sus inicios. Sin ir más lejos, la que para muchos es la mejor película de terror de todos los tiempos, El Exorcista, es una variante del tema mezclada con posesiones. Recuerden las cosas que Reagan hacía con la cruz y háblenme de inocencia. Maligno vuelve una vez más sobre el asunto. Claro que con menos ambiciones que el clásico de Friedkin. Su propuesta es más básica y tradicional: matrimonio prototípico con un nene que, de golpe, empieza a tener una conducta, por lo menos, peligrosa; punto. ¿Qué es entonces lo que hace que Maligno sea una experiencia satisfactoria? Que en sus bajas expectativas cumple, entretiene, nos interesa, hace recordar a otras (mejores) películas, y logra que un par de veces queramos correr la mirada de la pantalla o peguemos algún sobresalto. Tenemos que hablar de Miles La cosa comienza confusa. Una mujer escapa de su captor con una mano cortada, mientras que el hombre es baleado por la policía. Simultáneamente, los Blume acaban de tener a su primer hijo, Miles. En una secuencia de elipsis por diferentes años, veremos cómo Sarah (Taylor Schilling, de Orange is the new black) y John (Peter Mooney, de Rookie Blues y Heroes Reborn) crían a Miles cayendo desde muy temprano en la noticia de que están frente a un niño de mentalidad superdotada. Miles (Jackson Robert Scott, el Georgie de la nueva It) ofrece todo un desafío para sus padres que aprenden a contener a un hijo con la mente privilegiada y -como suele suceder en muchos de esos casos- algo retraído por ser incomprendido por los otros niños de su edad. Pero hay algo más, al principio imperceptible, cada vez más notorio. Miles presenta ciertos cambios de humor o temperamento repentinos. Podrían ser causa de lo mismo, o podría ser algo más. Por supuesto, pronto van a ver que sí: hay algo más. Miles comienza a demostrar una conducta violenta, perversa, casi diabólica ¿Qué es lo que sucede con Miles? Las bases de Maligno son bastante claras. Inmediatamente, los más memoriosos o adeptos al género, recordarán la última película de Mario Bava, Shock, de la que hasta “homenajea” algunas escenas calcadas. Los más cercanos en el tiempo notarán las varias similitudes que hay con el clásico moderno de Jaume Collet Serra, La huérfana. Hasta el tagline del afiche es básicamente el mismo. Las similitudes con La huérfana podrían llegar hasta en su génesis. Ambas provienen de productoras cuasi independientes que se están haciendo un lugar en el mundo del terror (Dark Castle/Orion Pictures); son películas chicas, no tan ambiciosas; con directores con una impronta propia; y que ganan gracias al efecto que producen en el público. El tiempo dirá si Maligno llega al mismo nivel de popularidad y culto de aquella. Hay algo fundamental que tenía el film con Vera Farmiga y que aquí no encontramos: su originalidad y el mantenernos desconcertados por saber qué era lo que ocurría. Maligno tiene el estigma de la que llega después, ya no es tan original, y “el misterio” en su corazón puede ser fácilmente deducido por un espectador ávido en el género. (No tan) Juego de niños Nicholas McCarthy sorprendió en 2012 con El pacto, una película que a simple vista parecía otra insufrible repetición de clichés del terror directo a casa, y terminaba entregando unos cuantos sustos, química entre sus pocos personajes, y un giro final muy interesante. Las pruebas de su estilo están en lo malograda de su secuela, Regreso del infierno, con la cual McCarthy no tiene nada que ver. Aquí, el director vuelve a aplicar una fórmula similar. Parte de una premisa básica, sienta sus bases en varios homenajes o ideas prestadas, se concentra en la creación de clima y un puñado de escenas con mucho efecto. Maligno se estructura en tres partes diferenciadas. Comienza fuerte, tensa, logrando que nos interesemos por los personajes; en el medio decanta hacia un drama familiar con un niño problemático y unos padres desbordados; y retoma las riendas del terror y el suspenso al final de un modo cumplidor. En el conjunto, si bien la atención en el medio puede quedar algo dispersa para aquellos que fueron a buscar terror puro y duro, lo cierto es que logra que los personajes se muestren con aristas, aunque estas no sean del todo originales. Hay algunas decisiones azarosas, algún personaje que extrañamente desaparece, y un estilo clásico, cercano al “directo a VHS” de los ’90 que atrae, aunque también absorba ciertos momentos en que la lógica diría que los personajes debieron utilizar tecnologías más actuales (cuando la vean entenderán a qué me refiero). Taylor Schilling y Peter Mooney cumplen en los roles de estos padres que cargan con sus propios conflictos; y Jackson Robert Scott mete miedo con su accionar, su voz pausada y una mirada de lo más pérfida. En los secundarios, la presencia del siempre correcto Colm Feore, suma. Maligno no descubre la pólvora, pero deja bien en claro que tampoco era su intención. En su propuesta de mezclar el suspenso con terror y bastante drama, logra posicionarse por encima de la media gracias al clima que genera, a sus personajes, y a un par de escenas que sugestionan. Efectista y efectiva.
Nueva expansión del multiverso Marvel, "Capitana Marvel", de Anna Boden y Ryan Fleck, no es más que un puente hacia el plato fuerte de Avengers Endgame. Pocas veces sucede esto de tener que ver toda una película de más de dos horas para finalmente ver lo que nos interesa, una escena post créditos, que todos saben de ante mano que va a estar, que conecte las cosas entre Avengers Infinity War y la próxima entrega Avengers Endgame. Pero bueno, así son las cosas en este gigante multiverso creado por Marvel Studios desde la primera Iron Man, allá por 2008. Pareciera que cada película, por lo menos en cuanto a las “individuales”, no importan por sí mismas, sino como eslabones hasta llegar a la próxima película del grupo ¿O acaso Pantera Negra antes de ser la primera película de superhéroes en ser nominada a los premios Oscar, no era recordada como la antesala a Avengers Infinity War? Capitana Marvel es, probablemente, la que menos disimula esta condición. Desde el post crédito de Avengers Infinity War – los que no la vieron y quieran hacerlo, saltéense este párrafo – en que apareció la llamada a Capitana Marvel en el dispositivo de Nick Fury, todos la esperan como “la salvadora”. Sin embargo, algo hay que disimular, y por lo tanto, también se intenta vender a esta película como la primera superheroína – por lo menos con película propia – del mundo Marvel. Probablemente no sea aleatoria su fecha de estreno entre el 7 y 8 de marzo. ¿Es Capitana Marvel una relectura feminista de este universo? Hasta se armo una suerte de ¿auto? boicot de supuestos fans machistas que se oponían a esta visión. Bueno, cálmense muchachos, Capitana Marvel está lejos de ser una película feminista, no alcanza con poner a una mujer en el rol central, si no le damos el contexto y encima, cada dos por tres, le andamos robando el protagonismo. De hecho, no es por acrecentar rivalidades, pero Mujer Maravilla, dos años atrás, aún con mucho para cuestionarle, parecía tenerla más clara. Más allá de esforzarse en complicarla, la cosa es bastante simple. Hay una guerra intergaláctica entre dos razas alienígenas. Un comando especial a las órdenes de una inteligencia superior (con el cuerpo de Annette Bening), y un grupo de rebeldes terroristas que desean derrocar ese orden. Vers (Brie Larson) forma parte del comando especial, dirigido por Yon-Rogg (Jude Law). Ella tiene algunas imágenes confusas en su memoria, y cuando la integridad del comando sea puesta en peligro por los rebeldes, ella deberá regresar hacia donde todo empezó. Esto la lleva hacia el Planeta Tierra, en la década del ’90, en el que deberá contactar a una mujer que ahora es la llamada Inteligencia superior. Además descubrirá su propio origen como Carol Danvers, piloto militar. Por supuesto, los del otro bando, también van a llegar a la Tierra. No sólo conoceremos el origen de la Capitana Marvel, que en verdad es Mar-Vell, sino que conoceremos la primera aparición de Nick Fury (Samuel L. Jackson), curiosamente, sin el parche en el ojo que caracteriza al personaje, en un incipiente S.H.I.E.L.D. que se unirá en la cruzada de la Capitana. Habrá alguna “sorpresa” (en verdad es bastante evidente), y algo más de desarrollo. Pero básicamente es eso. Una historia de viaje iniciático, orígenes, y descubrimiento de verdades, con un objeto que se dispútan los dos bandos. Ah, y un par de panfletos patrióticos obtusos remarcados a falta de los prometidos mensajes feministas. La cosa comienza bastante confusa, cuesta durante bastante tiempo adentrarse en qué es lo que está sucediendo, por esta estructura fragmentada, de comenzar adelante, ir hacia atrás, y presentar una ensalada de hechos y personajes. Pero a medida que avanza, veremos que toda esa confusión no es más que un envoltorio en el que se esconde un juego bastante básico sin mayor peso. Capitana Marvel no pareciera ser una película con peso propio, su historia es más bien una excusa para presentarla, y dejárnosla servida para lo que va a venir, es lo que ya dijimos. El viaje a los ’90 le servirá a la película para hacer todo tipo de ganchos sobre la cultura de la década, y ahí desplegar un humor que rara vez es efectivo. Los ¿chistes? Se basan en mostrarnos logos viejos de empresas actuales, o empresas que ya no existen, o hacer ver lo retrasada – sobre todo informáticamente – que era la vida hace veinte años (la acción transcurre en 1995). Por supuesto, en la vestimenta hay referencias, y la banda sonora abusa de canciones de la década, que la mayoría de las veces no tienen correlación con lo que ocurre en pantalla, solo están porque tienen que estar. Brie Larson no llega a dar nunca con la altura del personaje. Le falta carisma y presencia. Quizás también se deba a que la propia película no le depara toda la atención al personaje, pese a ser su película. Constantemente, Larson es eclipsada por un Jackson que desborda de carisma (como siempre), y un gato que logra los únicos dos o tres momentos realmente graciosos de la película. Hasta Annette Bening logra lucirse más en apariciones cortas, porque es Annette Bening y no necesita mucho para ser una gran actriz. Jude Law y Ben Mendelsohn como los líderes de ambos bandos también están bastante por debajo de sus trabajos habituales. En el medio, hay algo que hace recordar al clásico del videoclub y el TvCable Trancers, sólo que con más presupuesto y menos ingenio. La película se hace larga, carece de gracias genuina, y recién en su último tercio, toma algo de forma como película de superhéroes, nunca de superheroína. Capitana Marvel es presentada como una señora, bastante conservadora, seria, avejentada pese a sr joven; por más que su traje le marquen los pechos de modo sexista. Más allá del poder de los rayos saliendo de sus manos, su poderío nunca queda demostrado, y muy probablemente ocupe un rol secundario dentro del equipo liderado por hombres. Anna Boden y Ryan Fleck, es nada lo que pueden hacer dentro de este universo de películas, que, como todas las anteriores – salvo excepciones como ambas AntMan – carecen de espíritu propio, y parecen dirigidas por su productor Kevin Feige. Finalmente, después de algunas escenas de combates coloridas, no tan abrumadoras, pero mal resueltas, y con villanos que nunca encontraron su punto (otro eterno problema de Marvel, los villanos); llegamos a lo que todos fueron a ver. Quédense hasta el final que hay dos escenas, una inter y otra post créditos, una importante, y otra simpática; y eso es todo. Lo demás, adorno.