La ópera prima de Matías Tapia y Carlos Piwowarsky, "Atrevidas", es una típica comedia de género, sencilla, de códigos abiertos, y muy divertida. Cuando hablamos de cine de género, es aquel que respeta una fórmula concebida para ser catalogada, valga la redundancia, dentro de un género específico. No entra en los grises, ni ambigüedades."Atrevidas" es una comedia pura y directa, con una serie de elementos que recuerdan a algunas comedias clásicas del humor hollywoodense, pero trasladado a la idiosincrasia argentina y a los moldes del cine independiente local. Podríamos decir que no tiene mayores pretensiones que las de entretener, sin que esto se entienda como algo negativo; al fin y al cabo, el objetivo principal del cine, y más de una comedia, es ese. En tiempos de sororidad y mujeres al frente, "Atrevidas" se posiciona también como un film de esencia femenina; con tres mujeres que interactúan entre ellas y no necesitan del hombre para depender. Algo que la diferencia el estilo clásico de la comedia femenina hollywoodense, siempre más ligada a lo romántico condescendiente. Ana (Sofía Bertolotto) es acompañante terapéutica, vive en medio de un caos interno más o menos controlado. Es amiga de Dolo (Coral Cabaglio), una mujer un tanto más neurótica que ella, y precisamente, en medio de un ataque de nervios, acaba de descubrir que su novio la engañaba, y para colmos, la abandonó. Desesperada, Dolo acude a la casa de Ana, sin saber que en verdad, ella es amante de ese novio que la acaba de dejar. Como si fuese poco, Dolo tiene intenciones de quedarse en casa de Ana para atravesar la crisis. También está Roxi (Azúl Fernández), la hermana más chica y liberal de Ana, que irrumpe en su vida aportando aún más caos. Estas tres mujeres, de generaciones que van entre los 20 a los 40 años, aproximadamente, se juntan en la casa de Ana cuando sucede un episodio muy particular. Beba (Mirta Wons) es esa vecina morosa y metida, que tiene intenciones de juntar firmas para echar a un vecino muy molesto, Rojas (el inefable Chucho Fernández), baterista, guarro, maleducado. Ana no quiere saber nada, pero por accidente, terminará cumpliendo el deseo de Beba de sacarse a Rojas de encima."Atrevidas" no destaca por lo original de su planteo, ni por las vueltas y pliegues de su guion; tampoco intenta serlo. Es sencilla, concreta, directa, y perfectamente identificable. Maneja un hilo histriónico constante, casi como si fuese la representación de un relato de stand up, y aún así, las mujeres de esta generación joven podrán sentirse identificadas con más de uno de los planteos que realizan estas tres mujeres que guardan secretos entre sí, y tratan de sobrevivir despegándose del hombre. Si bien es la ópera prima de Tapia y Piwowarsky, ambos tienen mucha experiencia previa. Tapia como asistente de dirección y en un colectivo de películas que siempre mantienen este código de una estructura simple, y un cine de género directo, sin vueltas, independiente, y de llegada amplia. Entre los títulos encontramos "El peor día de mi vida", o "La señora Haidi". Piwowarsky es uno de los productores más clásicos de los últimos veinte años. Estuvo detrás de películas de grandes como Santiago Carlos Oves, Edmund Valladares, Juan Carlos Desanzo, o Jorge Polaco. De la unión de ambos, que también se encargan del guion junto a Malena Fainsod, surge un producto de un acabo sencillo pero muy correcto, que juega las líneas del histrionismo y la comedia negra, pero nunca desborda hacia algo sobrecargado o fatigoso. El trío protagónico tiene mucha química, y sus personajes, están correctamente delineados, escapándole al cliché directo. Sobre todo , el personaje de Dolo corría el riesgo de ser un estereotipo; pero tanto desde el guion, como desde la actuación, se ve como una mujer en crisis creíble, y atípica en lo que uno podría pensar sería un personaje así. Mirta Wons y Chucho Fernández acompañan perfectamente en los secundarios, ambos se divierten en roles muy distintos. A Wons le toca ser la mujer agria, estricta, uno imagina una chusma chupa sirios; y la actriz de Pendeja, payasa y gorda la hace sin exagerar, sin correrse de los límites. Fernández juega pasos de comedia propios. Es el plato fuerte del film. Hace uso de su cuerpo, y de los pre conceptos que surgen de su imagen, para componer a este vecino insoportable. Hasta se anima a homenajear a "Fin de semana de locura" y salir triunfante. Juan Tupac Soler también se encarga del secundario masculino en una película de corte femenino. Su policía Pedro es querible simpático, y ajustado a ese código de ser un hombre por debajo de las mujeres preponderantes. "Atrevidas" no descubre la pólvora, juega a un juego conocido, y es mejor que muchas hollywoodenses de su especie como la conocida "Mujeres al ataque". La solvencia de sus realizadores, y la practicidad de su equipo interpretativo, logran el cometido de hacernos pasar un rato muy divertido. De yapa, ponderar al otrora falsamente concebido sexo débil es un lujo que la ubica como un producto armoniosamente contemporáneo.
La reciente ganadora del FIDBA, "El proceso", de María Augusta Ramos, sigue con nervio y precisión el paso a paso de la puesta legislativa – judicial que terminó con la destitución de la presidenta brasileña Dilma Rouseff. En 2016, una palabra resonó fuerte en la región, “Impeachment”. El 31 de agosto de ese año, Dilma Rouseff, hasta entonces, presidenta de Brasil, era destituida de su cargo a través de este procedimiento equivalente a nuestro Juicio Político, pero con mayor ribetes judiciales. Hace ya muchos años que, no sólo en Argentina, sino en toda Latinoamérica, se acuñó la palabra “Grieta”, para definir esa brecha “de opinión” que divide a dos sectores bien diferenciados de la sociedad. En Brasil también existe la grieta, quizás aún más marcada que en Argentina, y este proceso dejó todo expuesto. De un lado o del otro, se la defendía, o se la condenaba públicamente. Lo cierto es que, hay algo sobre lo que no quedaron demasiadas dudas. El impeachment estuvo cargado de una serie de sospechas e irregularidades, que dan a pensar que esto fue algo más. Es entonces, que la grita no es sólo sobre cuestiones de opinión, es una grita de clase y de posición, que, como todos sabemos, existe desde hace muchísimas décadas antes de que a algún marketinero formador de opinión se le ocurra otorgarle ese título. Dilma Rouseff fue destituida, y asumió su vice Michel Temer, que ya para ese entonces era un ferviente opositor; e inmediatamente se dedicó a tirar por la borda las políticas sociales aplicadas durante los gobiernos de Rouseff y Da Silva. Otro que participó activamente en el impechment moviendo las aguas acusatorias fue Jair Bolsanaro, justamente el candidato a la presidencia por el Partido Social Liberal (conservadores/derecha) en las elecciones de este domingo próximo. "El proceso" cae en una fecha que la vuelve necesaria para saber qué y cómo se juega. María Augusta Ramos, documentalista de larga trayectoria en el país vecino, con un estilo siempre cercano a las temáticas sociales de coyuntura de su país, retrata ni más ni menos que lo que expresa el título, el proceso; la rutina del impeachment. n efecto, "El proceso" es un documental observacional, Ramos posa su cámara y actúa como un testigo o espectador más; pero como un testigo muy sagaz. Aquí lo que importa no son tanto las palabras, como las formas, los gestos, y los detalles. La propia Ramos fue descubriendo el tono a medida que iba filmando. De un modo similar a lo que sucedió con la reciente "El camino de Santiago", "El proceso" es un documental de urgencia, que se fue rodando a medida que ocurrieron los hechos. En el caso del trabajo de Tristán Bauer fue a partir de las primeras comunicaciones de desaparición de un joven manifestante en el Sur, bastante antes de la trágica noticia de la aparición sin vida. En "El proceso", será desde los primeros pasos de formación de este impeachment, sin saber cuál sería su resolución. El documental comienza en abril de 2016 con la primera reunión de la Cámara, en la que se decide apartar a Rouseff de su cargo hasta que se resuelva si seguirá o no en su cargo, y culmina en agosto, con la resolución final. A modo de crónica o diario, Ramos prescinde de entrevistas, voz en off, archivo(casi), o cualquier otro recurso que no sea el registro de lo que sucede ahí dentro. Apenas si se nos ubica en fecha mediante placas. Esta metodología de ir rodando mientras sucede, sin saber cómo terminaría, hace que "El proceso" vaya cambiando su tono, que cada vez sea más premuroso. A su vez, Ramos actúa en consecuencia de lo que los medios (des)informan, queriendo contradecir con lo que ella ve; como si lo que filmase fuese visto en vivo y en directo por el público, como un grito desesperado sobre lo que vendría. Despojado, el documental se centra en el juicio, y en lo que sucede detrás de la Cámara, en los pasillos, en las reuniones de un lado y del otro; de un modo que no pareciera tendencioso, aunque claramente hay una idea detrás. no sólo está bien que así sea, así debe ser, desmitificando las falsas objetividades. A la defensa y a la parte acusatoria se los ve en la rutina, que no siempre tiene que ver con cuestiones litigiosas legislativas, también en los momentos de descanso; marcando quienes están más seguros de antemano del resultado. En los discursos, los alegatos, los gestos, y las palabras utilizadas, es donde Ramos va armando su propio discurso. Alcanza con ver a quienes se refiere e invoca cada uno. La documentalista le contesta a quienes esparcían la información en ese momento, apenas utiliza algunos momentos del propio canal de TV del Senado, para exponer qué era lo que mostraba. Pero no funciona a modo de prueba y respuesta, no, ella se asegura de dejar en claro que en lo que muestra hay verdad, que sólo posó la cámara y dejó fluir. "El proceso", en definitiva, es un documental riguroso, pero también fervoroso. Un retrato cabal de un hecho que marcó a fuego (¿el fin?) de un momento histórico en la región. Su peso no es sólo fílmico – que lo tiene y es enorme – también es el de un documento para la posteridad.
Con licencia para parodiarse Rowan Atkison surgió a la popularidad junto al personaje que encarnaba en los famosos cortos televisivos Mr. Bean. Luego llegarían los secundarios en muchas películas de la factoría de Richard Curtis, y el riesgo con ventura en 1997 de llevar a la pantalla grande a su clásico personaje hasta ese entonces solo probado en los cortos mudos. En 2003, cuando se estrenó Johnny English todo olía a un mero manotazo de ahogado y rescate de popularidad, aplicando la clásica fórmula del ciudadano común, medio/muy tarambana, que terminaba como agente de seguridad/agente secreto. Johnny English era eso, pero también era una comedia que si bien no descubría la pólvora, cumplía con entretener. Recién en 2011 Atkinson apareció con una secuela que nadie parecía pedir. Sorprendentemente Johnny English Recargado fue mejor que la original. Ahora, siete años después, llega la tercera entrega, confirmando que, al revés de lo que indica la norma, cada entrega es mejor que la anterior. Johnny English 3.0 tampoco apunta a ser el producto más original del mercado, pero en su mezcla de diferentes estilos de humor, su ritmo clásico, el talento de todo el elenco, y la capacidad para burlarse de sí misma, se posiciona muy por encima de lo esperado. Llamen al inepto El mundo se encuentra en jaque. Un ataque cibernético deja expuesta la identidad de todos los agentes del servicio secreto británico en actividad. Ante la posibilidad de nuevos ataques, la Primer Ministro (Emma Thompson) solicita que se convoque a los agentes retirados aún con vida. A esa convocatoria a la que acude un grupo digno de un club de jubilados refinados (la cantidad de chistes a la saga de 007 en esos minutos es incontable), acude también Johnny English, quien ya en la segunda película había pasado de ser el conserje de la agencia a ser un agente. Ahora Johnny está jubilado, tiene más de 60 años y se emplea como profesor en un instituto primario, enseñando técnicas de disfraz. Torpeza va, torpeza viene, no les quedará otro remedio que elegir a Johnny como el encargado de descubrir quién se encuentra detrás de estos ataques cibernéticos. Misión para la cual formará dúo con su segundo Bough (Ben Miller), al que tampoco le sobran las luces, y una doble agente rusa (Olga Kurilenko, link perfecto entre Bond y English). Paralelamente, la neurótica –y tampoco muy hábil, vamos a decirlo– Primer Ministro, decide sellar un pacto con un magnate de la informática (Jake Lacy) por una red de seguridad que parece infalible. Sí, en realidad, es este joven millonario quien está detrás de los ataques, y todo es un plan para que las naciones del mundo le entreguen el control de su seguridad informática. Nuevamente, la trama de espionaje no es sorprendente, pero no está mal llevada, resulta bastante actual, y si se le quita lo humorístico podríamos imaginarnos que perfectamente se incluiría dentro de algún capítulo del personaje creado por Ian Fleming. De nosotros me río Johnny English 3.0 mezcla mucho humor físico, especialidad de Atkinson sumada a su gestualidad elástica, con un timing de situación que casi la acerca a La pistola desnuda u otras de Zucker/Abrahams. También hay humor de diálogo afilado absurdo/inteligente propio de los ingleses. Entre toda esa mixtura, permanentemente hay un gag en pantalla, y lo primero que sorprende es que todos son efectivos. Johnny English 3.0 basa su humor aprovechando la edad de su protagonista, y se ríe del reniego a los adelantos tecnológicos, parodia el clasicismo propio bondiano y también se burla de la propia cultura inglesa. La Primer Ministro compuesta por Thompson (brillante) es cholula, algo ignorante e inoperante; los servicios de inteligencia también tienen lo suyo, plagados de una burocracia inexplicable. Y la sociedad misma mantiene un orden que solo complica el juego. A diferencia de la primera y Recargado, aquí el humor no se limita a una parodia de las sagas de espías. Lo toma como base para expandirse y así resulta muy fresca y divertida. Como dijimos, al talento conocido para el humor de Atkinson (que con los años solo parece mejorar), sumémosle a todos los secundarios que se divierten y nos divierten. Saben que están haciendo una comedia pero no por eso subestiman: entregan un humor de calidad. Emma Thompson, Ben Miller, Olga Kurilenko, y Charles Dance, todos están en un perfecto nivel, teniendo gags propios, no necesariamente siendo solo el apoyo del protagonista. El novel David Kerr cumple en otorgarle dinamismo y hacer que esta comedia se vea actual y clásica a la vez, como para convencer al público amplio. Con más vigor que nunca, Johnny English 3.0 divierte en buena ley, ofrece un producto liviano pero que respeta la inteligencia de su espectador.
La Tierra después del tiempo Durante décadas hablar de animación en Hollywood era sinónimo únicamente de películas de Disney. Por suerte, hace ya varios años le surgieron competidores que lejos de mirar a la empresa del ratón desde abajo, le hacen frente de igual a igual. Warner intentó largamente tener su propio estudio cinematográfico de animación, pero la suerte le era esquiva una y otra vez, a excepción de los cortos clásicos de los Looney Tunes exhibidos en salas. En 2013, iniciaron una nueva etapa bajo la denominación Warner Animation Group, o WAP, y desde entonces, con títulos como La película de Lego o Teen Titans Go, todo cambió para bien tanto en taquilla como en críticas. Pie pequeño es el primer largometraje creado 100% original dentro de WAP, sin depender de una franquicia instalada ya anteriormente en otro medio. Y lo primero a decir es que se trata de otro paso adelante. No, en esta Pie pequeño no están Don Bluth, ni tiene nada que ver con aquella saga de películas animadas de Amblin. No hay dinosaurios, pero sí otros seres que cultivan tanto misterio como aquellos, o incluso más, porque su existencia está envuelta en mitos y leyendas. También podemos decir que a falta de un Bluth en la dirección y un Spielberg en la producción, tenemos otros dos nombres que pisan fuerte en el terreno de la comedia: Nicholas Stoller como uno de sus productores, y Glenn Ficarra como uno de sus guionistas. Nombres que aseguran una línea muy fina entre el humor infantil y el adulto. De hecho, algo de eso es la magia de Pie pequeño. La verdad detrás del mito La figura del Yeti, también llamado Pie grande, inspiró muchísimas historias y películas, en su mayoría producciones estilo Clase B de terror, en las que obviamente ese ser es visto como el monstruo villano. Al igual que Pie grande y los Henderson, Pie pequeño, viene a derribar ese mote. Los Yetis pueden ser buenos. Basada en el libro Yeti Tracks de Sergio Pablos (creador también la historia origina de Mi villano favorito) cuenta la historia de Migo, un Pie grande o Yeti, que vive en su comunidad por encima de las nubes. La comunidad tiene un orden estricto muy establecido en el que cada uno cumple con su tarea como un destino a seguir. Migo también tiene el suyo: suceder a su padre, y para eso debe golpear un gong con la cabeza atravesando un arco, cual flecha en tiro al blanco Yeti; tarea para la cual falla sistemáticamente. En una de esas fallas causa problemas mayores y es expulsado a las afueras de la comunidad, en las que se encontrará primero con un grupo de resistencia comandada por la propia hija del líder de la comunidad, Meechee, y también con un paracaidista humano en un accidentado cruce. Tratando de desentrañar el encuentro con aquel humano, Migo termina cruzándose con otro humano, Percy, conductor de un programa de TV dedicado a investigar sucesos paranormales, bastante amarillista. Pie pequeño se divide en dos (o tres) tramos. Luego de presentar a la comunidad de Yetis, la primera mitad será el clásico encuentro de humano/ser mitológico, en el que ambos se temen, se rechazan, y terminan confraternizando aprendiendo uno del otro. Este será el tramo más convencional de la película. Cuando ya parece que hay poco para entregar, Pie pequeño pega un interesante y sorpresivo volantazo, que logrará finalmente que se diferencie del resto. Reglas quebradas Pie pequeño luce un envase bastante tradicional. Animación caricaturesca, de colores vivos (obviamente con predominancia del blanco y el celeste, pero en fuertes contrastes luminosos), y trazos simples dentro de la animación 3D. La creación de personajes tampoco destaca mucho por sobre la media. Migo es el outsider que debe cumplir con un mandato a regañadientes, Meechee es la princesa rebelde, hay un líder que sabemos oculta algo, un padre que pone su deber como lacayo por sobre las exigencias de su hijo, y el humano pedante que aprenderá a convivir. Por supuesto, hay toda una variedad de (más) secundarios que cumplen las veces de refuerzo comic relief, en particular uno que vive una historia con una cabra, muy similar a Scrat de La era de hielo con la avellana. El humor mezcla las referencias pop de un modo no tan invasivo como en otras propuestas que ya traspasan lo molesto; hay varias canciones hasta de hip hop, algunas más pegadizas que otras; y el ritmo es ágil y afortunadamente no tan frenético. Será en la sorpresa que el film nos tiene preparada para su segunda mitad, que la cosa repunte para bien, y lo que hasta el momento era aceptable ahora se vuelva destacable. Sin adelantar, Pie pequeño se mete con los dogmas religiosos, los vulnera y sobreanaliza, sin faltar el respeto, haciéndolo de modo muy inteligente. Ahí donde otras películas infantiles hubiesen puesto el freno, esta acelera, y sale ganando. Pie pequeño, de Karey Kirkpatrick y Jason Reisig, encuentra un correcto equilibrio entre un film tradicional de animación y un argumento inteligente que depara sorpresas. Su permanente tono divertido y el carisma de sus personajes redondean una propuesta infantil que se deja querer.
Segundo largometraje de Bárbara Sarasola Day, "Sangre Blanca", explora los vínculos filiales en medio de una situación extrema. ¿Qué es lo que hace a una historia original? De dos premisas ya transitadas varias veces por el cine, el talento puede lograr originalidad al unirlas. Los dramas fronterizos no son ninguna novedad. Gente tratando de pasar contrabando de drogas en medio de los controles entre dos países, a veces, cargándolo sobre su propio cuerpo. Pensemos en "Expreso de medianoche", "Traffic", o "María llena era de gracia". Menos novedoso son aún las películas sobre relaciones de hijos con padres ausentes. En su segundo largometraje Sangre Blanca, Bárbara Sarasola Day, hace “chocar” ambos frentes, y el resultado es un argumento sencillo, y lo suficientemente original como para captar inmediatamente. Martina (Eva de Dominici) llega con un hombre, a un hostel en la frontera con Paraguay. Se nota la premura en ambos. Ya en la habitación, el hombre comienza a sentirse mal, pero no pueden ir al médico. Los dolores se agravan, y fallece. Una de las cápsulas de cocaína que llevaba en su interior se desintegró, provocándole la muerte. Martina debe encargarse del cuerpo, pero antes, debe expulsar sus propias cápsulas. A los hombres a quienes debía entregar “la mercancía”, obviamente, no les interesan las razones; le dan un plazo para que ella entregue todas las cápsulas, las del hombre también, y se deshaga del cuerpo. Ante la desesperación por no tener a quién recurrir, Martina se ve obligada a llamar al hombre que menos quería ¿o no? Su padre, que ni siquiera se hace cargo de su existencia. Necesita un auxilio, el que sea, que la vengan a ayudar que ayuden con el cuerpo, que le den más tiempo de vida. Cuando su padre se niega, ella decide extorsionarlo con contarle todo a su familia; así, a él (Alejandro Awada) no le queda más remedio que asistir. El gran acierto de Sarasola Day será balancear de modo equilibrio tanto el thriller narco, como el drama íntimo familiar. "Sangre Blanca" es un film sobre la relación de una hija, queriendo reconectar con un padre que la niega sistemáticamente. Obviamente es fruto de una unión extramatrimonial ¿una prostituta? Él ya tiene una vida hecha, con una esposa y otros hijos, con los que lleva una imagen intachable; lo que menos quiere es conectar con esa mancha en su currículum. Tal como sucedía en "Deshora", a Sarasola Day le interesa revisionar los vínculos sucios. Crear un limbo en el que nada es demasiado claro, donde la desesperación, la necesidad, y el amor se confunden. Como tal, prevaleciendo los vínculos, estos no se expresan tanto en palabras. "Sangre Blanca" es un film de gestos y situaciones, entre los dos protagonistas, no hay la mejor de las relaciones como para hablan largo y distendido. Los dos quieren terminar con esto cuanto antes. Sin embargo, peso a tener grandes silencios, su directora maneja un timing de tensión exacto, que hace que el film nunca sea aburrido, pesado, ni menos moroso. Desde el primer instante capta nuestra atención y no nos larga. Sobre este último punto es fundamental el contexto. Esa espada de Damocles permanente que pesa sobre Martina, esa imposibilidad de sacarse al muerto de encima (literalmente), y la desesperación por saber que deberá vaciar un cadáver. Todo eso, apunta el condimento de policial necesario para que la acción en el film sea continua. Alejandro Awada es ideal para este tipo de papeles, seco, de emociones internas, medio querible, medio despreciable, escondedor. Tenemos otra gran actuación suya. Eva de Dominici vuelve a sorprender. Es grato ver como una actriz que podría quedarse en la comodidad del culebrón dado su natural canon de belleza, elige el cine para arriesgarse en roles diferentes, fuertes. Martina le escapa al cliché. No es la típica mujer humilde marginal, es adicta pero tampoco se subraya ese dato sobremanera. Es una mujer que, en otras condiciones, llamaría la atención, no por su peligrosidad, sino por su presencia. Dominici la compone desesperada, siempre al borde del llanto y quebrada; no era fácil hacerla creíble, y ella lo logra. También era fundamental la química entre ambos. No es la química normal entre un padre y una hija. Hay factores especiales. Influye que él no quiere saber nada, que ella quisiera reconectar y romper la muralla de ese hombre; y sobre todo, afecta el contexto. Ellos se rechazan y se atraen. Bárbara Sarasola Day maneja esta vinculación con precisión, logrando el punto más importante de la propuesta. Esa zona fronteriza tampoco es presentada bajo el típico cliché, se ve y se siente real. Sucia, sudorosa, polvorienta, marginal pero con seres de diferente clase. No estigmatizada. "Sangre Blanca" no necesita ser una película enorme. Es una propuesta de atmósfera, con los diálogos justos pero mucho ritmo de tensión, una historia ya conocida pero con los ingredientes correctos para capturar la atención, y dos protagonistas en sus mejores formas. El resultado es una película que convence.
Fuerte alegato contra la tortura durante la última dictadura uruguaya, "La noche de 12 años", de Álvaro Brechner, explora el dolor mucho más allá de lo físico. Los duros años ’60 y ’70 son un tema inagotable en la filmografía latinoamericana. Las consecuentes dictaduras militares que se llevaron a cabo, no solo en nuestro país, sino en casi toda la región de modo programático y “colaborativo” marcaron un antes y un después en la historia, y por lo tanto, una referencia ineludible para todo cine que se digne de ser social y referencial hacia su pueblo. La temática se abordó desde diferentes ángulos, y quizás el de "La noche de los 12 años" no sea el más original, pero sí el más directo. Exponer sin vueltas las crudas vivencias de un grupo de apresados clandestinamente. En el país vecino Uruguay, la dictadura inició en 1973, y se extendió hasta 1985. El mismo período que los tres protagonistas de esta historia pasaron en cautiverio. El 27 de junio de 1973, las Fuerzas Armadas toman el poder, ya cedido previamente por el presidente Bordaberry, disuelven el parlamento, asumiendo ilegalmente al gobierno. Una de las primeras medidas, fue la detención de nueve dirigentes tupamaros: Raúl Sendic, Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof, José “Pepe” Mujica, Adolfo Wasen, Julio Marenales, Henry Engler, Jorge Manera, y Jorge Zabals; quienes fueron especialmente torturados durante esos doce años de terror gubernamental, a modo ¿aleccionador? Para con la agrupación que pretendían disolver. "La noche de 12 años", sigue el destino de tres de estos nueves detenidos clandestinamente, precisamente, los tres que fueron separados y tomados como rehenes de modo más cruento. Mauricio Rosencof (Ricardo “Chino” Darín), Eleuterio Huidobro (Alfonso Tort), y José “Pepe” Mujica (Antonio de la Torre); este último, ya se sabe, décadas después elegido como Senador y posteriormente Presidente de la Nación, con toda una figura mítica alrededor. La historia se sigue casi a modo coral, dividiéndose entre estos tres hombres que deberán atravesar las peores “pruebas de resistencia”. Es imposible verla y no recordar films locales como "La noche de los lápices", o "Crónica de una fuga". Sin embargo, el acierto de Brechner es que expande el sufrimiento más allá del padecimiento físico, que obviamente lo hubo y se muestra. Eludiendo el morbo directo, y hasta en buena parte el golpe bajo (en estas historias es imposible que no haya momentos de extrema sensibilidad); "La noche de 12 años", se adentrará en la psicología de los tres, en los vínculos entre ellos y con los demás, y en el dolor psicológico y sentimental de estos hombres incomunicados, apartados, y llevados a condiciones de subsistencia infrahumanas. De los tres, el filme pareciera centrarse más en la figura de Eleuterio Huidobro; será él quien lleve buena parte del relato y funcione como conexión más de una vez. Pepe Mujica cobrará peso por la identificación inmediata del público con el personaje real, conocido mundialmente. Por lo tanto, Mauricio Rosencof, será quien menos tiempo ocupe de metraje; de todos modos, otorgándole peso. Por momentos, "La noche de12 años" se ve como un thriller psicológico, mantiene una tensión electrizante; y el drama nunca es abandonado. Pero repetimos, nunca cae en un morbo innecesario, y cuando deba llegar a la emoción, lo hará de un modo natural y humano. Brechner, que cautivó hace casi diez años con su ópera prima Mal día para pescar, recurre a elementos típicos del cine de género. Similar a lo que había hecho Adrián Caetano con "Crónica de una fuga", pero superior. Allí donde el director de "El otro hermano", recaía más de una vez en los primerísimos planos del dolor físico, casi a modo de porno tortura; Brechner elige conducir el thriller a través de tomas subjetivas, diálogos fuertes, y el punto de vista del torturado en todas sus variantes. El trabajo en la fotografía de Carlos Catalán es exquisito, eligiendo diferentes tipos de planos, abiertos o cerrados, para captar los diferentes momentos y sensaciones que irán atravesando los protagonistas; no replegándose en un estilo único. "La noche de 12 años" invita al espectador a transitar por el sufrimiento de estos detenidos, y también expone un fuerte alegato político, sin disimulo ni medias tintas. Las cuestiones históricas serán explicadas de un modo claro y preciso, para quienes tengan un bagaje previo, y para el que no. Interpretativamente, si bien los tres están más que correctos, Tort y De la Torre ganan la partida por el peso de sus personajes. Tort conmueve con el personaje más sufrido de los tres, el más desesperante; y De la Torre por la mimetización traslucida de poder ver al Mujica real en él. Es inevitable, "La noche de 12 años" colaborará aún más en fortalecer el mito alrededor del Pepe. Los secundarios tampoco son descuidados, César Troncoso y César Bordón se hacen odiar como los militares, y en especial Mirella Pascual nos hará llorar con esa madre sumida en el dolor de ver a su hijo consumiéndose. El aporte de la talentosísima actriz es fundamental para llegar al sentimiento que busca el film. La noche de 12 años recurre a un formato tradicional del cine sobre la dictadura, expone el horror de modo directo, prevaleciendo lo psicológico. La armonía de la fotografía y las actuaciones en el mismo sentido, logran un film que difícilmente nos deje indiferentes.
El cuarto film de Diego Lublinsky, "Amor urgente", es un divertidísimo coming of age sobre el despertar sexual de dos adolescentes muy particulares. En medio de una filmografía fructífera en la que muchos realizadores filman de acuerdo a un esquema y moda impuesto, es para celebrar que existan realizadores tan atípicos como Diego Lublinsky. Un creador en todos los sentidos del término. En 2007, su ópera prima "Tres minutos", lo ubicaba dentro del cine de género. Pero lejos de querer imitar el terror o la acción hollywoodense, su propuesta apostaba a una lírica muy particular, armoniosa, cercana al mejor Subiela, para nada moroso, y siempre curioso. Tres films después, "Amor urgente" ya no aborda temáticas fantásticas, aunque tampoco podemos decir que se aferra a nuestra realidad. Lublinsky es de esos directores que crearon un universo propio. Al diablo con el MCU, esto es el LCU. Más cerca de su última película "Hortensia", que de tres minutos (aunque los correlatos entre todas sus obras son notorias), "Amor urgente" cuenta la historia de Agustina (Paula Hertzog), quien junto a su madre (Paola Barrirentos) se mudan a Resignación, pequeño pueblo del interior. Allí, de inmediato llamará la atención de Pablo (Martín Covini), un compañero de colegio, ambos de quince años, que se sentirá atraído por su presencia. ¡Ah el amor adolescente!, ¡qué lindo es!, o no, porque en el universo Lublinsky las cosas nunca son tradicionales, y aquí la sal de "Amor urgente". Pablo es un joven retraído, le falta bastante para avisparse y ponerse a la par de sus compañeros; y desea dar su primer paso con Agustina. Agustina no quiere saber nada, para ella, estar de novia, tener sexo, no está en sus planes, ni jamás va a estarlo. No, no quiere ser religiosa, simplemente, rechaza todo tipo de contacto con el sexo opuesto. ¿Podrá Pablo romper con semejante barrera? No por nada el pueblo se llama Resignación. Probablemente, la actitud de Agustina tenga que ver con un contrapuesto con su madre, una mujer extrovertida, que va de pueblo en pueblo (hasta caer en Resignación) tratando de ser una mujer independiente, pero siempre cae en los brazos de un hombre. Una personalidad avasalladora, sexual, dueña de una casa de lencería (y también ex modelo), Su nueva presa será el intendente del pueblo (Fabián Arenillas). Una palabra define perfectamente a "Amor urgente", simpatiquísima. Desde la primera secuencia hasta el final se ve con una sonrisa amplia, y más de una vez soltaremos la carcajada. Pero nunca apela al gag tradicional, no es una comedia típica, bordea el drama, se mete dentro de los films más intimistas, pero lo hace con un brío, una inventiva, y una chispa en los diálogos que encanta. Nuevamente el director hace una gran apuesta estética. Nos habla de una atemporalidad. Pareciera ubicarse en las modas de los años ’50, al igual que su arquitectura, y la construcción de personajes; pero con elementos de la vida cotidiana actual, o de épocas anteriores a la nuestra, pero muy posteriores a los ’50. Covini y Hertzog son dulces y logran hacer creíbles a sus personajes tan particulares. Barrientos y Arenillas son grandes comediantes, y acá otra vez se lucen. Quienes aquí componen a madre e hija, repiten luego de la lograda "Ciencias naturales", por lo que la conexión entre ellas es perfecta, y es un placer poder volver a verlas juntas. En medio de ese mundo imaginario y disparatado. Con utilización de retroproyección de un modo deliberadamente notorio (hasta se ven los bordes de la pantalla escenario) y acertado. Amor urgente habla también de problemas reales. Agustina tiene claramente un comportamiento retraído, y sus compañeras, todo lo contrario, desean ser adultas antes de tiempo, y el camino fácil es el sexo y al alarde del mismo. Desde la gracia infinita, nunca apelando al golpe ni a la bajada de línea. Lublinsky también está diciendo algo. Presentada en el marco del último BAFICI, es un placer que este tipo de películas puedan romper su marco festivalero. "Amor urgente" es una propuesta alegre, simpática, amena, inteligente, disparatada, pero a la vez coherente consigo misma. Desbordada en talento y carisma; pero sobre todo, única y particular. La nueva película de Diego Lublinsky es una muy grata sorpresa en la cartelera local, y ya estamos ansiosos por esperar el nuevo capítulo de este universo mágico.
Historias para no dormir Las antologías de terror son todo un subgénero en sí mismo. El susto, si es corto, doblemente bueno, parecen estar diciendo. Muchos clásicos del género han recurrido a este formato de reunir tres o más historias de horror y suspenso dentro de una película que las englobe. Body Bags y Tales From the Darksides son los títulos que ahora se me vienen a la cabeza. El terror británico también ha sabido dejar su huella elegante distintiva, y en materia de films episódicos la mítica productora Amicus ha hecho escuela allá por los años ‘60. Justamente, en el medio de Amicus y su competidora local Hammer, se ubica el estilo de Historias de ultratumbra, que se convirtió rápidamente en uno de los films más comentados del género del año. En realidad, Dyson y Nyman adaptan su propia obra de teatro homónima estrenada con éxito en 2012, pero lejos está Historias de ultratumba de poseer un esquema teatral. ¿Qué es lo que la hace tan particular? Su capacidad de lograr terror en base a un buen clima y manejo de recursos escasos, si bien no necesariamente es una producción “clase B”. Historias de ultratumbasugestiona más de lo que asusta, y pone el foco en la historia, la profundidad de sus personajes, y el armado del escenario. Características propias del cine de la época a la que rinde homenaje sin recurrir al gancho fácil. Creer o reventar Historias de ultratumba presenta tres historias dentro de otra historia general. Típico estilo de Amicus (en Argentina utilizado en Obras maestras del terror), que recurría a un personaje narrador con una historia propia tratando de espantar a otros personajes que hacían las veces de oyentes. El propio Andy Nyman compone a Phillip Goodman, un profesor y presentador de TV dedicado -por un trauma y epifanía de la niñez- a desenmascarar estafadores de lo paranormal. Mentalistas en un teatro, familias que dicen tener un espíritu en su hogar, son puestos a juicio por el escéptico Goodman que siempre le encuentra el truco o explicación racional a todo. Él mismo recibe una invitación de Charles Cameron (Leonard Byrne), el hombre que lo inspiró en su niñez desenmascarando casos paranormales también desde la TV. Su empeño por aferrarse a lo real y tangible le sirvió para sobrellevar los malos tratos de su padre ortodoxo judío para con él y su hermana. Cameron, a quien creían desaparecido luego de un confuso episodio, reaparece de la nada, invitando a Goodman. De inmediato tira por la borda sus preceptos escépticos: le ofrece tres expedientes con un caso cada uno sin explicar. Por supuesto, serán estos los que veremos. Un guardia de seguridad en un psiquiátrico abandonado, un joven que tiene un accidente manejando el auto de su padre, y un padre de familia atormentado por algo en su hogar. Ante cada caso Goodman irá sumiéndose cada vez más en la confusión, y la relación con Cameron se hará más tirante. No tanto por lo espeluznante, todo lo contrario, porque Goodman parece emperrado en seguir ateniéndose a lo fáctico y realista. Mil gritos tiene la noche Dyson y Nyman apelan a lo básico. No van directo al jump scare, al susto fácil. Tampoco necesitan del gore ni la violencia extrema. Al igual que Cámeron juega con Goodman, ellos jugarán con nosotros. El clima lúgubre se respira permanente, la atmósfera pesada es palpable, introduciéndonos al horror paulatinamente. El escenario está plagado de detalles, con una puesta que aprovecha los lugares cerrados (no olvidemos que proviene de una puesta teatral) para crear sensación de encierro y ahogo; pero también el abierto, para sentir soledad, desamparo, y desesperación. Los más puristas podrán encontrar que la resolución final es traicionera, que nos juega una pasada, como si no hubiese confiado en sí misma. Cuestión de gustos. Aún así, ese detalle no derriba lo construido hasta el momento. Con buenas dosis de humor inglés, personajes simpáticos y una gran creación de clima y atmósfera, Historias de ultratumbra es uno de esos films que cada tanto se animan a salir de los cánones habituales del cine de género.
Basada en la novela homónima de Pablo Ramos, "El origen de la tristeza", de Oscar Frenkel; es una historia sobre un grupo de chicos alejados de las grandes urbes, que tropieza por su fallido modo narrativo. Cada una de “las artes” tiene su modo particular de expresarse. Una novela puede ser una escritura atrapante, precisa, meticulosa, vigorosa; y al ser adaptada al cine fallar en todos los aspectos; o viceversa. De pobre novelas ("Los puentes de Madison", "Tiburón") salieron grandes películas, de grandes novelas ("El amor en los tiempo de cólera", "El nombre de la rosa"), han salido películas mediocres. Tampoco sirve demasiado analizar el nivel de fidelidad de la adaptación. Puede ser muy respetuosa con el original, y aún así ser fallida como película; o adaptar muy libremente y obtener un gran film. "El origen de la tristeza", adapta la novela que Pablo Ramos escribiera en 2007, sobre un grupo de niños durante los años ’80 en un barrio llamado El Viaducto. Lo primero que llamará la atención es que el propio Ramos forma parte de la película, no como actor, sino como narrador, además de encargarse del guion. Lo cual pudo ser un recurso curioso, llamativo. En realidad, es el origen de los problemas. Gavilán tiene 12 años y está obsesionado con una chica de un viejo almanaque de gomería. Junto a sus amigos, integra un grupo, cuasi pandilla, que pasa sus días en las calles de El viaducto, el barrio que los cobija. Es una edad difícil, de muchos cambios e indefiniciones, y la preocupación mayor para ellos es el debut sexual; que por una cosa u otra resulta infructuoso. En el contexto, la explosión e incendio de una fábrica en el barrio le agrega un tono de apuro y extrañeza. El origen de la tristeza tiene una duración corta, poco más de 70 minutos. Sin embargo, no parecieran quedarle cortos. A diferencia de la novela, que entreteje historias y anécdotas, la película no cuenta demasiado. Ambas coinciden en plantear más un estado de situación que un relato homogéneo, pero los resultados en el film son diferentes. La voz en off de Ramos en primera persona relatando su niñez como el personaje principal es omnipresente; y ni siquiera hay una adaptación del texto, es el propio Ramos leyendo páginas del libro. Las imágenes acompañan, pero nunca adquieren fluidez narrativa propia, y resultan una reiteración de lo que dice la voz en off. Es esa voz en off que va captando todo, como en "Casa tomada" de Julio Cortazar. Los diálogos tampoco abundan ni suman, todo se expresa tal como si asistiésemos a una presentación del libro en la que el autor lee párrafos a los presentes. Falta cohesión, ilación común. Varias escenas son inconexas, lo que, sumado, nuevamente, al relato en off, dificulta el seguir qué sucede. En el elenco sobresalen la naturalidad de los chicos, que deben atravesar varios tramos dramáticos. No siendo actores profesionales, sacan adelante su labor. Germán De Silva nuevamente demuestra todo su talento, su presencia es otro acierto de la propuesta. Eduardo Pinto se encargó de la fotografía, y se nota la mano del realizador de "Corralón", su trabajo es impecable, con recursos escasos, maneja un juego de tonalidades, colores, aprovecha los campos abiertos, y logra varios cuadros narrativos aún por sobre el trunco guion. Hay errores de continuidad, y algunos elementos que debieron ocultarse. Todos esto resulta un detalle que pudo no haber hecho en el resultado final. Lo que sí afecta, es la dificultad para seguir una historia simple, para seguir con empatía esta suerte de Cuenta conmigo local, hasta para lograr ubicarnos en época. El origen de la tristeza eligió como adaptación tomar un extracto del texto y trasladarlo tal cual, con imágenes que (sobre) explicaran el texto. Lo dicho, cada una de las artes tiene un lenguaje diferente, y el de esta película se complica asimilarlo con el cinematográfico.
Representante de un estilo de cine argentino tradicional, "Viaje inesperado", de Juan José Jusid, habla de las problemáticas del mundo adolescente desde la óptica y la realidad de un adulto. Andrés tiene problemas ¿Hasta cuándo los vamos a desoír? Juan José Jusid parece estar gritándole al espectador que tenemos que hacer algo, que no podemos seguir viendo hacia el costado y seguir con nuestras vidas sin asumir las responsabilidades; nuestros adolescentes nos necesitan. El tema es que Juan José Jusid tiene 77 años, y la visión de Viaje inesperado es la de la adolescencia actual con el lente de alguien de su edad. No necesariamente este dato es algo negativo. La distingue de otras películas, y uno como espectador ya sabrá a qué abstenerse. En efecto. "Viaje inesperado" no le habla a los adolescentes, se diferencia de títulos como la reciente "Los vagos". No, le está hablando a los padres, o a la vista de los números (sin herir susceptibilidades), a los abuelos, para que vean cómo sus hijos descuidan a sus nietos. Andrés (Tomás Wicz) tiene a sus padres separados. Vive con su madre Ana (Cecilia Dopazo), y su padre Pablo (Pablo Rago) vive en Brasil, en pareja con otra mujer que al inicio del film le avisa que está embarazada (de un modo bastante raro, por cierto). Andrés es amonestado en el colegio luego de haber llevado un machete al colegio. No, no se copió, es un machete de los de cortar ramas o gente a lo Jason Vorhees (sí, en la película hacen el chiste). Desesperada, Ana llama a Pablo, que está a full con el trabajo, pero deberá hacerse de un tiempo para, después de mucho tiempo, venir a visitar su hijo. Pablo tiene que hablar con Andrés, y para eso decide llevarlo de mini vacaciones a su ciudad/pueblo natal Bolivar. "Viaje inesperado" será la cronología de ese período que pasarán juntos padre e hijo, redescubriéndose entre sí, pero más aún, a sí mismos. Viaje que se vivirá menos como road movie que como escapada de la rutina. La mayor parte del film sucederá en Bolivar, no en la ruta; y algunas tomas extras en Brasil para darle colorido, y aprovechar los drones tan de moda. Lo que sigue, no difiere mucho de lo típico. Andrés al principio ignora a su padre, en seguida se engancha con un grupo de jóvenes del lugar, y empieza su propia historia, que también es problemática. Pablo es de ese tipo de personajes cuarentones que mezclan costumbres de antes, con actitudes de adolescencia tardía. Deberá aprender a comunicarse con su hijo, desconectarse de su trabajo y sus propias andanzas, y también focalizar en lo que quiere para su vida de ahora en más. El guión, escrito por el propio Jusid, junto a César Copello (Francisco, el Padre Jorge), y Oliver Kolker (que también actúa); recurre a varios subrayados, lugares comunes, y sobre todo, a frases declamatorias sentenciosas. La construcción de diálogos responde a una estructura de cine argentino de hace por lo menos veinte años, el período de brillo de Jusid. Pero nuevamente, no lo convierte en algo de por sí negativo. ¿Es casualidad que Dopazo (que aparece menos de lo necesario) y Rago hayan sido la pareja noventosa joven de Clave de Sol? "Viaje Inesperado" parece hablar de esos jóvenes. También se asemeja a un institucional, o un capítulo largo de "Atreverse" o "Alta Comedia". Todo esto, que visto desde una visión en donde la vanguardia es "100 días para enamorarse" y su abordaje de cuestiones de género, huele a anticuado, nos hace olvidar que, por ejemplo, detrás de "Atreverse", estaba Alejandro Doria; y detrás de "Viaje inesperado" está Juan José Jusid. Todo lo que al director de Bajo Bandera le falta de “modernidad” le sobra en talento. Esta película está filmada con experiencia y garra narrativa, con el pulso necesario para que la atención nunca se disperse; y está lejos de ser otro de esos representantes de un cine estático. Aquí la acción y las palabras van de la mano. Rago y Dopazo son dos grandes actores de su generación y aquí demuestran solvencia. Luchan contra algunos diálogos difíciles, pero siempre convencen. Repetimos, Dopazo aparece muy poco, y siempre en intervenciones algo exageradas, pero su labor es comprometida. Rago es carisma puro, se sabe, y su personaje lo aprovecha al 100%. Tomás Wicz, a quien ya vimos en cine y TV, es un joven con mucho talento, y también resulta un gran elemento a favor del film. La química padre-hijo con Rago es natural, y Jusid los guía por buen camino. "Viaje inesperado" es una propuesta de adolescentes para adultos. Cálido, potente, declamatorio, y seguro de lo que quiere decir. El talento de su director para narrar, y de sus actores para resaltar los personajes rescatan de los errores que podemos encontrar.