A veces menos es más. Cuando estamos frente a un documental cuya temática y los datos que arroja resultan de por más reveladores, no se necesita de ningún artilugio para que funcione. A diferencia de lo que podría significar en el cine de ficción, para un documental la técnica no suele serlo todo, una realización sencilla, básica, sin grandes pretensiones deja el lugar para lo que realmente importa, la información que se nos quiere brindar, la calidad de la transmisión y cómo se articule el medio, es lo que hace la diferencia. “Imágenes del Tio Sam” es un documental brillante por donde se lo mire, su construcción no es para nada novedosa, y no lo necesita. Su director Daniel Stefanello sabe que con lo que tiene para decir, para revelar, no necesita de ningún disfraz, se basa en los elementos más simples del género y sin embargo logra que no podamos despegar los ojos de la pantalla. Sus datos son tan precisos e irrefutables que van a asombrar a más de uno, y eso que mucho de lo que habla pasa comúnmente delante de nuestras narices. Una aclaración, para ver “Imágenes del Tio Sam” hay que dejar de lado cualquier bandería política; su punto principal este en la Ley de Medios Audiovisuales impulsada por el actual gobierno nacional (pero que contó en ambas cámaras con amplio apoyo de gran sector del arco político), pero principalmente refleja un costado poco difundido de la ley, el que abarca al cine. Casi siempre que se comenta sobre esta ley, se hace referencia a televisión y radio (recordemos que no abarca medios gráficos); pero lo que pocos conocen (o no se quiere difundir) es que dedica varios artículos a la defensa del cine nacional, no solamente a través de fomentos, sino ante la batalla por la cuota de salas con respecto el cine de Hollywood, este es el tema del documental. En base a imágenes de archivo, testimonios, y datos contundentes reflejados ejemplificadamente en pantalla, Stefanello propone un juego al espectador, ver cuál es la penetración del poderío económico extranjero a través del cine; y para eso se remonta a tiempo atrás, haciendo también un recorrido histórico, con pequeños pasos imperceptibles que se fueron dando y que pocos advirtieron. Un dato fundamental está en la llegada de las grandes cadenas cinematográficas, muchas de ellas propiedad de productoras cinematográficas estadounidenses, ellas mismas se encargan de bajar la cuota de cine nacional (o cualquier país al que no quieran favorecer) y hasta hacen determinadas “artimañas” para eludir la reglamentación. Dentro de ese mismo enfoque, es revelador ver el detalle de, por ejemplo, la decoración de los complejos, su ubicación dentro de un shopping, los puestos cercanos al hall de entrada, el ahora llamado candy bar y su incitación al libre consumo de azúcar con golosinas impropias para nuestro país. Todos son detalles que parecen mínimos, casi inservibles, si hasta parece mentira que uno pueda caer en esos trucos, pero vistos de la manera en que este documental lo muestra, como un bombardeo informativo, realmente impacta y hace razonar. Stefanello no busca ser original en su puesta, pero sí maneja los ritmos de un modo ágil, casi sin dar respiro, y esto convierte a “Imágenes del Tio Sam” en un ejercicio divertido (aunque si uno lo analiza mucho de lo que se dice es para el espanto). Sí, habrá momentos que reflejen la lucha interna y de la población porque salga la ley, habrá testimonios de funcionarios, es inevitable y suma al documental. Lo dicho, hay que ser observador sin banderías, sin buscar la confrontación interna. Lo cierto es que esta propuesta, deja una sensación de agradable sorpresa, y unas ganas terrible de buscar algún cine de barrio y zambullirse en él, aunque por desgracia cada vez queden menos. Es una lástima que algo tan poderoso sólo sea exhibido en el Centro Cultural de la Cooperación únicamente durante los jueves de abril en el horario de 19:30hs, pero analizando su contenido, es iluso pensar en una distribución mayor, es absolutamente imperdible.
Esta frase suena de por más trillada y obvia, suele utilizarse para actos de la realidad que superan ampliamente la imaginación o inventiva de cualquier ficción. En el caso del documental ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? Esta frase vuelve a quedar adecuada, pero quizá desde otra perspectiva, que abarca también al ejemplo anterior. Basado en un libro de investigación de Diego Rojas (con el cual comparten nombre), ¿Quién mató a Mariano Ferreyra hace una elección arriesgada desde lo narrativo, no estamos frente a un documental tradicional, menos al típico “de denuncia y testimonio” – aunque algo de eso hay – con cabezas parlantes y material periodístico de archivo; es lo que llamaríamos docu-ficción, una ficción creada a los fines de meternos en el relato. Esta técnica, probada ya repetidas veces, a veces logra buenos resultados (recientemente en Gricel o parcialmente en el logrado Beirut-Buenos Aires-Beirut), y a veces no. El protagonista es Andrés Oviedo (Martín Caparros) un periodista al que le encargan una serie de notas sobre la muerte del militante del Partido Obrero. El realiza una investigación profunda, se compromete, pero al entregar las notas son rechazadas por el editor de la revista por ser demasiado crudas, reveladoras, al fin de cuentas, comprometidas. Entonces, Oviedo va por más y decide seguir investigando hasta las últimas consecuencias y escribir un libro sobre lo conseguido. Entonces, tenemos dos puntos paralelos, la historia de Ferreyra, asesinado el 20 de octubre de 2010 en medio de una protesta por trabajo tercierizado en el Roca presuntamente a manos de patotas de la Unión Ferroviaria comandadas por su líder Pedraza; y la historia de este periodista que en medio de las entrevistas a familiares, amigos, y allegados a Ferreyra se nos muestra en una suerte de vida cotidiana, en su trabajo en la redacción, en su hondo pesar por lo escuchado – con voz en off de Caparrós –, en la relación con su hija que lo ayudará en su cometido, y también en un intento por dejar de fumar (que se le complica por los nervios del momento). Separados en tantos, la parte documental es interesante y consigue testimonios crudos, reveladores (aunque mucho ya se halla escuchado por televisión), y también emotivos, podríamos hablar de un trabajo correcto y digno de ser apreciado; pero lo ficcional que, siendo justos es funcional al resto, le quita peso al testimonio no parece agregar mucho más que algo anecdótico. Sí, ayuda para ver cierto entramado en los medios (la voz del redactor es la de Enrique Pineyro, otro “documentalista” al que le gusta ser el centro de la escena utilizando algo de ficcionalización), y para reconocer la ardua labor del día a día en la profesión del periodista de investigación, pero también distrae de lo principal, de Mariano Ferreyra, o es que lo principal en verdad es hablar del periodismo frente a un caso resonante, de ser así le faltaría ahondar más en algunas cuestiones. Técnicamente, el trabajo de los directores Julián Morcillo y Alejandro Rath es correcto y hasta meritorio desde la fotografía y el ángulo de muchos testimonios; pero otra vez, una ultima ficcionalización, la del momento de la muerte de Mariano Ferreyra parece más sacada de un film de acción a puro vertigo de cámara en mano que el de un documental de testimonios. Quedan las palabras de los que conocieron a Ferreyra, los que hablan de la intimidad y la militancia, ahí es donde el foco crea un clima interesante, y en donde lo único que importa es la verdad y la búsqueda de justicia que esperemos en estos días se consiga
Hace unos días comentábamos con una colega sobre la desaparición del buen cine clase B en el cine actual, la imposibilidad que parecen tener para hacer una buena película de género pura, hecha y derecha; con el solo fin de entretenernos digamos vacíamente, sin ninguna excusa ni lógica, sólo diversión bien lograda. “Posesión infernal” podría refutar nuestra “teoría” sino fuese por cierta indecisión. Los años ochenta fueron la explosión del video hogareño y con él apareció un tipo de cine que antes parecía imposible de ver en una sala. En 1981 Sam Raimi llevó al largometraje un corto que había filmado hacia poco tiempo ( “Into the Woods”), y el resultado fue la inalcanzable Diabólico (Evil Dead) un gran clásico del terror hecho a pulmón, artesanal, en donde lo que escaseaba de presupuesto sobraba en creatividad. Ahora, en medio del furor por las remakes de clásicos de terror (que creí que ya iba pasando) le llegó su turno bajo el título con el cual la original se estrenó en varios países de Hispanoamérica. Los rumores sobre esta demorada remake corrían de un lado a otro, y hacían sospechar positiva y negativamente, los nombres en la producción de Raimi, Robert Tappert y Bruce Campbell eran alentadores, la elección en la dirección del uruguayo Fede Alvarez sonaba llamativa… Su gran logro fue un corto impresionante sobre la destrucción de Montevideo a mano de robots creados a puro FX, y la firma en el guión de Diablo Cody (luego del pifie de “Jennifer’s Body”) no era lo mejor que podíamos escuchar. Sin embargo, a primer lugar, las expectativas están superadas, “Posesión Infernal” es un film de terror puro y duro, sin concesiones, muy gore y explícito pero con sentido, y lo principal, realmente mete miedo; ahora, lejos está de acercarse en algo a Diabólico. La historia es y no es la misma, como suele suceder en casi todas las remakes que bien podrían ser pseudo-secuelas, olvídense de Ash no hay nadie que se le parezca, acá tenemos a cinco amigos veinteañeros, dos de ellos hermanos… Mia tiene un pasado extraño y quiere desintoxicarse de una adicción a las drogas, así que se dirige a una antigua cabaña familiar junto a David su hermano y tres más Eric, Natalie y Olivia (sus iniciales forman la palabra DEMON, guiño, guiño). Una vez allí encuentran la cabaña cambiada, alguien parece haber realizado un ritual, y dan con un texto particular: “El libro de los muertos”. Casi de inmediato, David se obsesiona con él recitando las palabras “correctas” en voz alta, y sin querer, despertando a los espíritus demoníacos del bosque, que, no avivaríamos a nadie, irán poseyendo los cuerpos de estos muchachos de uno a uno. Como en el original, la historia es sencilla y es pretexto para ir a la acción que queremos ver; la última hora de película será para aferrarse a la butaca. Alvarez sabe como crear un buen clima, pese a lo que uno podía esperarse, “Evil dead” rehúsa de lo digital, hace uso de una imagen granulada y huele tan (o más) desagradable que “Diabólico”. En esos años (en que la original reinaba), había algo fundamental en esos films de universitarios experimentando en el terror, y es que antes que nada eran divertidos, buena parte del gran impacto que causaron se basaba en su gracia, y en ese espíritu autoconciente de saber que hacían algo berreta y que podrían suplirlo con ganas y talento; quizás eso es lo que falte en esta nueva versión… Los tiempos no han pasado en vano, y si ahora Sam Raimi dirige la pomposa y plástica “Oz, el poderoso” con pocos rastros de aquel original, uno entiende que buscar “Diabólico” en “Posesión infernal” es inútil. Estamos ante un muy buen film de terror, que no nos dará respiro y nos bañará de sangre como hace mucho no veíamos, pero ¿clásico? Clásico fue el del ’8
En una filmografía que ya lleva más de 15 años entre cortos y largometrajes documentales Hernán Belón demostró capacidad para llevar adelante historias de las más variadas y hacerlo desde ángulos bien disímiles. Lo conocimos en 1997 con uno de los mejores cortos de "Historias Breves II", "Aluap", filmó el entrañable documental "Sofía cumple 100 años", y en 2011 estrenó su primer largo de ficción la intrigante y subvalorada "El campo". Ahora, vuelve a pegar otro giro en su carrera y nos entrega un documental personal, de cámara casi inexistente, en medio de un relato que bien puede inspirar a la mejor de las ficciones, se trata de Beirut-Buenos Aires-Beirut, otra muestra más de su amplio talento. La protagonista (porque lo que se cuenta es una historia) es Grace Spinelli (un rostro que talvez nos resulte conocido de una publicidad de crema antiarrugas en la cual prestaba su testimonio), una actriz de ascendencia libanesa que también oficia como guionista y productora. Su tía abuela le entrega unas cartas escritas en árabe que nunca antes fueron revisadas; se trata de correspondencia perteneciente a su bisabuelo Mohammed, y con estas le devela una parte de su historia familiar, él no murió en argentina, país al que emigró, sino que en sus últimos años abandonó a su familia regresando al Líbano. Con este descubrimiento, Grace comienza una investigación develando el contenido de las cartas (muchas de ellas de una sobrina de Mohammed que le recrimina el nunca haber vuelto a su tierra) y recorriendo gran parte de la historia familiar, hasta que la investigación termina en un viaje a ese país para ahí conocer sus verdaderos orígenes. Como si fuese un relato ficcionado, Belón y Spinelli construyen un documental que bien podría dividirse en dos partes. En un primer tramo, es ella yendo a averiguar datos y preguntando a varios miembros de su familia (en su mayoría mujeres, la familia parece tener una pesada herencia de abandonos paternos); esta parte resulta realmente muy querible y podría asemejarse a Sofía cumple 100 años, sobre todo por la presencia de la anciana a la que se muestra con total ternura (el episodio del cumpleaños es de una naturalidad sublime), sin embargo todo el tiempo pareciera faltar una parte del rompecabezas, una parte de la historia sin contar.Para llenar esa ausencia (de la historia familiar no del film), en el segundo tramo, Grace viaja al Líbano, a una zona de la Ciudad de Beirut sumida por el conflicto con Israel en donde su bisabuelo vivia y regreso, y en donde espera encontrar a Carime (la sobrina de su bisabuelo) o algún otro descendiente. Ahí el clima cambia, el foco seguirá estando en sus orígenes pero también veremos los efectos de una zona devastada. Grace tendrá varios guías en su viaje y todos le advierten de la peligrosidad, muchas de las personas a las que visite le prestarán su opinión sobre la situación del país, y realmente se vuelve tan interesante como desgarrador. En un momento, al espectador ya no le importará tanto el destino de Mohammed, lo que vemos se volverá algo más global, es la historia de personas que emigraron a un país más prometedor, pero que nunca pudieron sentir como propio, y al regresar se tuvieron que enfrentar a un dolor distinto y más profundo. Belón decide dejar que las situaciones fluyan, a diferencia de otros documentalistas, su presencia no se siente en absoluto, y ese es su gran acierto, el naturalismo, la simpleza, la honestidad que se expresa en la pantalla no hubiese sido posible con una cámara invasora. Bellamente fotografiada y musicalizada, "Beirut-Buenos Aires-Beirut" es un documental cambiante pero que siempre mantiene el buen ritmo del interés. Una buena oferta para descubrir más sobre un costado de la historia poco revisado por nuestro país.
Cuando hace un par de años se estrenó G.I. Joe: El Origen de Cobra, la pimera adaptación a la gran pantalla de los clásicos muñecos y la serie animada de los ’80 (sin contar algún telefilm de esta) la sensación era extraña; por un lado se agradecía que la película no fuese tan patriótica como lo esperado, pero por el resto la película se perdía en un mar de efectos rimbombantes en los cuales era difícil encontrar algo que recordara sus verdaderos orígenes. Pese al fracaso en la taquilla y la mala reputación de aquella, no se tardó en avanzar con una secuela, que en un primer momento sería estrenado hace exactamente un año (al igual que otro de los films estrenados esta semana, Jack. El cazador de gigantes, extraña coincidencia) pero que luego se pospuso para su reconversión al 3D. La sensación de que deja G.I. Joe: 3D: El contraataque vuelve a ser ambigua, parecieran haber aprendido del error del primer film, y termina cayendo en otros. El argumento no es más que una mera excusa, secuela directa de la primer entrega pese a que hay un cambio en los personajes que podría suponer un relanzamiento), como se advertía en su final, el Comandante cobra y sus secuaces logran introducirse en la Casa Blanca mediante el secuestro y reemplazo del Presidente. De esta manera, se logra desprestigiar mediáticamente a las fuerzas de elite G.I. Joe que básicamente quedan desterradas; pero estos regresan, se unen a un antiguo militar y dan el contraataque para volver a ocupar el lugar que les pertenece... o algo así, la verdad es que el argumento es muy simple (pese a algún giro que dejará a los fanáticos sorprendidos, o no tanto ya que era de esperarse) y muy poco claro; todo se resuelve en poco tiempo y lo que queda es una sucesión interminable de batallas variadas sin excusas. La primer entrega del film había sido dirigida pos Stephen Sommers (que venía de pegarla con las dos entregas de La Momia y estropearla en Van Helsing); ahora, Sommers abandonó el barco y quien ocupa su lugar es Jon M. Chu, un director que hace su primera incursión en el terreno dde la acción ya que sus anteriores trabajos fueron más bien en el terreno musical con Step Up 3 y el documental de Justin Bieber Never Say Never. Esta decisión en un primer lugar parecía extraña, pero al ver G.I. Joe 2 puede llegar a comprenderse, muchas de sus batallas (impactantes visualmente) notan mucho su estilo coreográfico, organizado, como una El tigre y el dragón pero sin su ángel. Lo que sí parece jugar a favor de esta secuela es su decisión de ser una suerte de film clase B, como esos que Menahem Golam y su productora Cannon entregaban a rolete allá por los ochenta, es un film de acción directo y sin vueltas, con personajes más simples e identificables; y en ese sentido, la dirección de Stephen Sommers quizás hubiese sido más correcta (demostró moverse bien en el B con Deep Rising/Agua Viva), ya que la ampulosidad de Chu convierte al film en algo indeciso. Técnicamente estamos ante un film correcto, con buena fotografía y una banda sonora un tanto rimbombante. Otra vez queda demostrado que la reconversión al 3D no es efectiva, no son muchas las escenas en las que se note y realmente parece puesto por encima. Del rubro actoral no se puede exigir mucho, Dwayne Jonson se vuelve a cargar el proyecto al hombro y avanza a puro carisma; Adrianne Palicki vuelve a demostrar que su elección como una posible Wonder woman era incorrecta; Bruce Willis aparece recién en el segundo tramo y nbásicamente se interpreta a sí mismo (y lo bien que le sale); en Luke Bracey como Cobra en lugar de Joseph Gordon Levitt no parece haber un cambio fundamental; y Jonathan Pryce, obviamente actúa con miras a un cheque gordo. G. I. Joe 3D: El contraataque no va a decepcionar a quienes buscan un film de pura acción pero aggiornado a estos tiempos confusos, quienes busquen un poco más de sustento deberán plantearse qué hacen eligiendo una película como esta
El terror argentino tiene ya a esta altura una larga tradición de producciones variadas, a lo que fue cierto auge en los años ’50 y ’60 en donde se mezclaba el terror y el suspenso ingeniosamente con algo (mucho) de drama, le siguió un estancamiento con pocas producciones más ligadas al erotismo y posteriormente un resurgimiento en forma de films de culto, clase B, autoconcientes y orgullosos de serlo, convirtiéndose en casi una parodia de clásicos del género, films para un público particular pero muy fiel. Actualmente parece estar viviéndose una transición, un paso de ese cine “marginal” a algo más comercial, llegando a las salas (aunque con suerte en salas diversa), y la prueba de esto es La memoria del muerto, una película respetuosa de sus orígenes de bajo presupuesto, clase B podríamos decir, pero con ambiciones. La protagonista es Alicia (Lola Berteth) viuda reciente, que en connivencia con el mejor amigo de Jorge (su difunto marido interpretado por Gabriel Goity) reunirá a los amigos más cercanos a él con la excusa de leerle una carta que dejó antes de su muerte y la que se refiere a cada uno de ellos. En realidad todo es una excusa para formalizar un ritual en el cual el grupo deberá pasar toda una noche en una casa quinta donde falleció Jorge y sobrevivir rodeado de fantasmas del pasado de cada uno de ellos... claro que no todos sobrevivirán. El argumento lineal es tan simple como efectista, no pareciera otorgar nada nuevo al género, pero tampoco busca hacerlo, La memoria del muerto tiene como fin ser un clásico exponente de terror, ni más ni menos, y eso lo logra. No hay que ser muy hábil para notar reminiscencias a “Haunted Hill”, algo de los films de George Romero, y si me permiten decirlo algo también de un gran film subvalorado, “Flatliners”; pero no suena a copia sino a una suerte de homenaje. Valentín Javier Diment en su rol de director, productor y uno de los guionistas (entre otros figura en este rubro también Nicanor Loretti director y guionista de la sublime “Diablo”) sabe crear el clima necesario para lograr una atmósfera ominosa, fuerte tensión, y algunos giros interesantes. También es logrado el rubro actoral, esto también sirve para elevar el producto, contar con algunos actores de trayectoria como Berteth, Goity (en participación pequeña), Luís Ziembrowsky, Matías Marmorato (un excelente joven conocido para quienes siguen las ficciones televisivas de TDA y la TV Pública haciendo su merecido paso al cine) y otras apariciones de Rafael Ferro, Jimena Anganuzzi y Ana Celentano; todos están a la altura de una producción importante. Hay algo fundamental en “La memoria del muerto”, y es que si bien no deja de lado su espíritu independiente y B (es muy recomendable para sus seguidores), no toma el camino de la burla, es una película seria ante todo, lo cual ayuda a pegar varios sustos. Los más atentos y entendidos también notarán ciertos juegos de cámara y luces similares al primer San Raimi y Stuart Gordon o Brian Yuzna. Tal vez no estemos ante un film perfecto, quizás no rebose en originalidad, pero sí estamos ante un film de transición, La Memoria... es un producto logrado, hecho en serio y con ganas de darle un buen sacudón al público, los guiños a los camaradas ahí están presentes, pero también le abre la puerta al público amplio, esperemos que esta transición se complete del todo.
Los films corales y/o episódicos tienen una larga trayectoria en Hollywood, han transitado varios géneros y metodologías de realización diferentes. Puede que tengan alguna mínima unión entre sí, que se entremezclen en un mismo relato, o que sean totalmente independientes. Lo cierto es que más de una vez ha servido como motor para juntar a un gran elenco y poner a toda la crema y nata de la gran industria en una misma película, aunque en historias diferentes; pruebas de esto han sido varios films de Robert Altman, Woody Allen, los dos últimos trabajos de Garry Marshall, o la espléndida “Realmente amor”. Esta vez el asunto es la comedia, satírica, negra, y realmente zafada; estos elementos son los que hacen a Proyecto “43” un film tan particular. La cabeza detrás de todo el asunto parece ser el director Peter Farrelly que en su rol de productor general se encargó de reunir a un grupo de directores y a un cast actoral de lujo para que cada uno realizara un segmento de lo que es una película global. La película comienza con dos adolescentes haciendo una prueba estúpida para subir a Youtube y siendo engañados por el hermanito menor de uno de ellos, un cerebrito que vive pensando en sistemas informáticos. Para devolverle la broma, los amigos le hablan de un video prohibido que circula por internet, el cual el verlo es mortalmente peligroso, el Proyecto/Película 43; de inmediato el niño se obsesiona y comienza a encontrar distintos videos prohibidos – los diferentes segmentos del film – lo cual terminará en una suerte de conspiración internacional. Es difícil relatar los episodios de Proyecto 43, son todos cortos y se corre el riesgo del humor sorpresa; son variadísimos y no queremos anticipar mucho (tendremos por ejemplo, una cita a ciegas, unos padres educando a su hijo, una pareja con una petición especial por parte de la novia, etc, etc, etc –son una cantidad más que suficiente-). Entre los directores encontramos nombres de la talla del propio Peter Farrelly, Steven Brill, James Gunn, Griffin Dunne, Elizabeth Banks (que tanbién actúa), Brett Ratner y Steve Carr entre otros. El cast está integrado por Kate Winslet, Hugh Jackman, Jasón Sudaikis, Richard Gere, Halle Berry, Kristen Bell, Gerard Butler, Uma Thurman, Naomi Watts, Liev Schrieber, Kate Bosworth, Chloë Moretz, Emma Stone, Leslie Bibb, Anna Faris y Josh Duhamel entre otros; un verdadero dream team. Como todo film episódico su resultado es dispar, hay momentos brillantes destinados a ser clásicos, y otros de una gracia más moderada. Lo que sí es parejo es el estilo en el que todo está encuadrado. Los Farrelly hicieron la comedia zarpada y muy incorrecta su estilo, y aquí parecen subir la apuesta. Proyecto 43 puede ser desagradable, asquerosa, escandalosa, prejuiciosa, burlona, muy negra, pero (casi) siempre es divertida; aunque vale la aclaración que está destinada al público que ama este tipo de humor. Casi como un largo de SNL, un film de sketchs a lo yanqui, Proyecto 43 es una comedia tan divertida como guaranga, no busquen aquí rasgos de intelectualidad o una gran comedia verbal, se trata de un gag atrás de otro, y pese a que hay ciertas cosas que pueden no gustarnos, no podemos para de reir.
No hay dudas de que estas películas tienen su público, su éxito (por lo menos en su país local) es indiscutible, se han convertido en un sub-género dentro de la comedia, y hasta tienen actores, directores y guionistas propios/especializados. La comedia de parodia tuvo su “brillo” durante los ’80 y los ’90 de la mano de Jerry Zucker en películas como "Airplane", "Top Secret", "The Naked Gun" y "Hot Shots", y cuando el género parecía agotado a finales de milenio, el exitazo de Scream trajo como consecuencia también el regreso de las parodias de la mano de “Una Película de miedo” (Scary Movie). El tremendo éxito de la comedia de los hermanos Wayans no solamente deparó en cuatro secuelas más (este año se estrena la cinco), sino millones de películas de toda clase que la imitan, casi todas poniendo como título un género/subgénero seguido de la palabra “Movie”. El estilo se fue deteriorando, surgieron montones de “parodias” propias del directo a DVD y los Wayans, que abandonaron su creación luego de la primer secuela para optaron por comedias “regulares”; hasta ahora, que uno de ellos regresa con ¿Y dónde está el fantasma? (el ¿Y Dónde está...? es otro título local frecuente). Marlon Wayans, que en esta oportunidad no dirige (lo hace Michael Tiddes), solamente actúa, produce, y escribe el guión. Es Malcolm un hombre que vive en una pseudo mansión y espera la llegada de su novia Keisha (Essence Atkins) que por fín se dignó a mudarse con él. Pero con la llegada de la concubina llegará el horror, comenzarán distintos tipos de sucesos paranormales, casi todos relacionados con lo que parece ser la presencia de un fantasma. Pero eso no es todo, Malcolm pretende documentar la bienvenida de su novia con una cámara, y cuando los hechos inexplicables sucedan el equipo de un reality show televisivo le instalará otras tantas cámaras alrededor de toda la casa, por lo cual todo quedará documentado caseramente. No hace falta decir que estamos frente a una parodia directa de “Actividad Paranormal” y todo su séquito de películas hechas con Found Footage, el nuevo furor del terror estadounidense.El primer problema con “¿Y dónde está el fantasma?” (en su original “A Haunted House”, aunque en un primer momento iba a llamarse Ghosth Movie) es el obvio; sí lo que parodia, la excusa del material encontrado, ya luce cansino dentro del terror y rara vez asusta a alguien, asi que tampoco cumple su cometido en la comedia, el recurso realmente aporta muy poco. Lo que no parece poder disimularse es la falta de ingenio. Aún para los estándares bajos que está teniendo este sub-género, “¿Y dónde está el fantasma?” resulta menor a muchas de ellas, no logra sonrisas ni carcajadas (y no hay nada peor que el espectador adelante un chiste diez minutos antes de que suceda), y transita su duración como se espera de este tipo de productos. El rubro actoral queda, también, en deuda. Técnicamente (salvo los “errores” en la técnica del found footage e incongruencias en el argumento, todo perdonable) la película es correcta y se deja ver, suena como una comedia con un cierto presupuesto detrás.Como aclaré en un principio, estas películas tienen un público fiel, y posiblemente el mismo no salga (del todo) decepcionados, se les está ofreciendo lo que ellos quieren ver, eso sí, en una dosis menor de lo que se podía esperar.
Hace sólo unas semanas, este mismo cronista se encargaba de cuestionar la ecléctica carrera de Steven Soderbergh plagada de títulos dispares, algunos mejores que otros, y quizás hasta ahora no había alcanzado la gloria de una gran obra cinematográfica. Hace un año, cuando presentó Haywire, Soderbergh anunció que se retiraría del cine próximamente, que sólo le quedaban tres películas por delante. Al film de acción con Gina Carano, le siguió Magic Mike de la cual hablamos en su momento, y ahora estamos ante su (supuestamente) penúltimo film; y de ser sincero, las expectativas por los últimos trabajos no eran las más altas. “Efectos Colaterales” es un film cambiante, que va variando su trama a medida que avanza, muta en su contenido y en su forma, pero que en todo momento atrapa, deslumbra; sí, Soderbergh consiguió su gran obra. Con un guión del mismo autor de “Contagio” (otro film anterior suyo, menor, pero que guarda algunas similitudes con este), comienza como la historia de los Taylor, un matrimonio joven y adinerado; él, Martin (Channing Tatum, extraño actor fetiche del director acá en una labor aceptable) ha caído en prisión por tráfico de influencia; ella, Emily (Rooney Mara, lejos de la ampulosidad de “La chica del dragón tatuado”, en un verdadero gran papel) lo espera ansiosamente, y todo parece volver a andar perfecto. Pero hay determinados signos en ella que indican lo contrario, como una perturbación, un trauma; a la salida de un garage ella chocará su auto contra una pared, desatando una crisis psiquiátrica. Por el acontecimiento será internada y atendida por el Dr. Banks (Jude Law que vuelve a demostrar ser mucho más que un rostro de porcelana) que la tratará con distintas pastillas. Emily no parece mejorar, cada vez se la ve peor, actúa erráticamente, atraviesa lapsus de fuerte depresión, sonambulismo, y hasta ataques de pánico. Banks irá cambiando de medicamentos, combinará, hasta hará una prueba con una droga alternativa (la cual el laboratorio le paga por hacer dicho “experimento”); y recurrirá a una anterior psiquiatra de Emiliy, la Dra, Siebert (Catherine Zeta-Jones en una de sus mejores interpretaciones) que revelará algún hecho y aconsejará a Banks una nueva droga; todo esto desembocará en el primer giro en el argumento, el cual, por supuesto, no develaré. Como un consejo, es conveniente ir a ver “Efectos Colaterales” con la mínima información necesaria, sin saber mucho de su argumento, menos haber visto el trailer (demasiado revelador); dejarse llevar por este entuerto que cambiará y virará varias veces, pero siempre acompañado por el espectador, nunca se vuelve confusa. Lo que en un primer momento pareciera ser las pequeñas delicias de la vida joven burguesa y las trampas del mundo de la medicina psiquiátrica desembocará en algo muy distinto sin perder ni un poco el interés. Soderbergh solía destacarse en sus films por la cuidada fotografía y aquí recordó cómo hacerlo, “Efectos Colaterales” será brillante y majestuosa cuando lo necesite y oscura en otros momentos precisos. El ritmo del montaje también será el adecuado para que nadie se pierda o se maree como en una montaña rusa. Todo parece encajar adecuadamente.Lo dicho, las actuaciones son otro gran aporte sumadas a una buena dirección en ese sentido, todo es armonioso, como en una buena labor de artesano.Es una gran sorpresa, es difícil adelantarlo a principios de año, pero puede ser uno de los grandes films del año. Sin lugar a dudas estamos ante una película de género hecho y derecha, de esas disfrutables entre ambas secuencias de créditos. Ahora sí, no queremos que Soderbergh se vaya.
Cuando a finales de los ’90 se dio a conocer el llamado NCA (Nuevo Cine Argentino), una camada de jóvenes directores apareció para otorgarnos un aire fresco a base de nuevas temáticas y problemáticas actuales. Así, uno de los tópicos mas frecuentes fueron las historias de “barrios bajos”, la abulia de la juventud de esa época, y las consecuencias que la década que estaba terminando había dejado en nuestra sociedad. Ezio Massa es un director al que por contemporaneidad no podríamos ubicar dentro del NCA, su primer largometraje data de 1994, y aunque tiene largos años de trayectoria su filmografía no es muy extensa, aunque sí muy variada. A las tardíamente valoradas Más allá del límite, El último duelo (realizada en EE.UU.), y Cacería, suma ahora Villa, un ejercicio en el estilo de aquellas Pizza, Birra, Faso y Mundo Grúa, pero imprimiéndole un sello personal y distintivo. Nos ubicamos en la caótica Argentina de 2002, Freddy, Lupín y Cuzquito son tres jóvenes de diferente edad que viven el día a día en la Villa 21. Es el año del mundial Corea-Japón y las expectativas generadas por la selección de fútbol argentino son grandes. Al comienzo del film, los tres serán echados de una pizzería cuando quieran observar a través de la vidriera la ceremonia y partido inaugural, luego de tratar infructuosamente de conseguir otro televisor que funcione correctamente, ese simple hecho les hará un clic, se prometerán entre sí ver el primer partido de la selección como Dios manda, en el mejor televisor que puedan. De ahí en más veremos las peripecias de cada uno para tratar de conseguir su promesa, algo que para cualquiera podría resultar fácil de cumplir, pero que para ellos tres traerá importantes consecuencias, personales y en el grupo de amigos. Massa se dispone a contar un relato de seres marginados, excluidos; pero lo que diferencia a Villa de otras similares es el tono en el que cada una de las tres historias es narrada. Cada uno de los protagonistas tendrá una historia y una suerte diferente, pero el resultado final no priva de cierta dosis de esperanza, de que no todo estará perdido para todos; y en esto ayuda también cierta cuota de gracia agradecida. Ni los unos ni los otros son mostrados como villanos o personajes con maldad, cada uno hace lo que puede y reacciona según su origen de una manera comprensible. Esto hace que más allá de la simpleza del argumento, la película se siga con el suficiente interés. Julio Zarza, Fernando Roa, y Jonathan Rodríguez componen al trío protagónico, y de los tres el único con cierta experiencia previa es Roa. Los tres provienen de ese ámbito y otorgan mucha naturalidad, sobre todo Jonathan, el más chico de los tres, que otorga crudeza y ternura en cuotas iguales. Es imposible desde la butaca no sentir empatía por cada uno, la compenetración con los personajes es tal que hasta logra crear cierto suspenso en el devenir de lo que será su suerte en lograr ver el partido. Massa hace un uso de la cámara prolijo, algo apurado como es común en estos relatos, y en este sentido, la banda sonora propicia en canciones con temática sobre la villa es otro buen acierto. Los nombres más conocidos de Adrian Spinelli (como un cura de la villa) y Floria Bloise (como un anciana que se relaciona con Cuzquito) otorgan la suficiente cuota de profesionalismo. Villa puede ser vista como una película que otorga algo de originalidad a un estilo de cine que, parece mentira, brilló hace ya más de 10 años. Bienvenido sea algo de esperanza dentro de un entorno tan violento como el que viven día a día estas personas; una esperanza sin ser edulcorada, falsa; si algo tiene Villa es conciencia de la realidad. No todos serán finales felices, la vida para ellos no es un lecho de rosas, y por eso, una anécdota tan simple como lo es ver un partido de fútbol, puede transformarse en un round para ganarle a la dura rutina diaria.