La historia del anarquismo en Argentina es poco conocida para la mayoría de nuestro pueblo. Dentro de este contexto, la imagen que quizás prevalezca en la memoria colectiva (y absolutamente primaria y hasta desinformada) es la de catalogar a este grupo de acción política como marginal, extremista y sin proyección en el tiempo... Probablemente se desconoce el alcance que tuvo en la sociedad, (fuera de los grupos de izquierda que revindican esta línea de pensamiento), y mucho menos se aborda (fuera de los ámbitos académicos y las discusiones de la militancia), la historia de quienes integraron sus bases. Uno de ellos es Simón Radowitzky, quien es ícono del anarquismo a principios del siglo pasado y del que muchos solos conocen el acto que lo inmortalizó: un asesinato. El escritor e historiador Osvaldo Bayer ("La Patagonia Rebelde") ha basado gran parte de su obra en investigar la historia de este movimiento, y la presencia de Radowitzky es ineludible. Se encargó de escribir una formidable y exhaustiva biografía sobre este personaje, de reivindicarlo frente a las duras críticas, y ahora es tiempo de llevarlo a la pantalla grande. Efectivamente, "Simón, hijo del pueblo" es un documental (con aspectos ficcionalizados) que gira en torno a la figura de Radowitzky, ¿pero quién era este controversial hombre? Hablamos de un inmigrante ucraniano que llegó a nuestro país en los comienzos del Siglo XX, con la idea de encontrar una tierra fructífera, pero que venía con los ideales marcados de su tierra natal. En 1909, el militar y Jefe de Policía Ramón L. Falcón se encarga de dirigir duramente la represión de una manifestación anarquista, dejando una estela de terror y muerte. Meses más tarde el carruaje en el cual viajaba, esta encumbrada figura, explota en un atentado; hecho del cual es encontrado culpable un joven de 18 años, Simón Radowitzky. Capturado rápidamente, se lo envía a Usuhaia, junto con otros líderes del momento, a purgar su condena. Pero incluso allí, las discusiones políticas no cesan. El debate, incluso, cobra mayor fuerza. Los directores Rolando Goldman y Julián Troksberg encararon este documental con la idea de trasladar las conocidas palabras de Bayer pero otorgándole dinamismo, y eso lo consiguen manejando dos aristas. Por un lado, la cuestión periodística, con archivo, relato en off, material de periódicos y valiosísima documentación está cargo del historiador. Esta parte del film sirve para entender mejor, para saber de qué se habla, darle contexto, y en definitiva para contar una parte de la historia argentina que siempre se trató de mantener oculta. Este costado podríamos relacionarlo con el logradísimo "Awka Liwen". El otro costado tiene que ver con la introspección, con lo personal y familiar. Un joven ve su apellido escrito en una revista y relacionado con una imagen de Simón, ahí, un poco a la manera de la reciente "Beirut-Buenos Aires-Beirut", comienza un viaje interno de investigación para dar con quién fue este personaje; lo cual entrega calidez, permite cierta identificación, compenetrarse, interesarse, y seguir la historia de Radowitzky como si fuese una ficción. "Simón, hijo del pueblo" es un documental valiosísimo por muchos sentidos, sería inútil negar que se trata de un film político y es acertado no disimularlo; toma una posición, reivindica, cuanta lo que otros callaron. Radowitzky es un personaje que despertó polémica, para algunos casi un héroe con ideales inquebrantables, para otros un asesino despiadado. Aún así, para quienes se ubiquen en la vereda de enfrente, el documental puede resultar interesante como investigación exhaustiva de un costado casi oculto y de un personaje que bien o mal no tuvo miedo a jugarse por lo que creía. Si se lo analiza con la visión del pasado y el presente, "Simón, hijo del pueblo", ofrece aún más riqueza, nos da la posibilidad de reflexionar sobre a qué figuras se le rendía (o rinde) homenaje en nuestro país; permite que cada uno saque sus conclusiones, y aunque sea, desde este costado de debate, puede ser un documental de visión imprescindible.
Voy a confesarlo antes de seguir escribiendo, soy amante de la comedia francesa, seguidor fiel del estilo de humor galo basado en diálogos rápidos y situaciones casi de boudeville. Basado en esta premisa, lo primero a decir es que "El nombre" es un referente clásico de este estilo, y a mi gusto es de celebrar cada vez que llega un exponente a nuestras salas; pero a la vez lo aggiorna con un toque más cosmopolita, digamos del estilo hollywoodense o estadounidense. El argumento toma un poco de varios exponentes clásicos del género, y principalmente hace recordar a Cena de amigos la refinada comedia de Danielle Thompson estrenada hace unos años en nuestro país. Veamos cómo viene la mano, la situación planteada es clásica, una reunión en casa de un matrimonio, la razón del encuentro es Vincent (Patrick Bruel) un seductor nato de entrados cuarenta años que está a punto de convertirse en padre por primera vez. El hombre se dirige a cenar a casa de su hermana Elisabeth y su marido Pierre (Valerie Benguigui y Charles Berling), ahí se encontrará un amigo del grupo, Claude (Guillaume de Tonquedec), y la última en llegar será la pareja de Vincent, Anna (Judith El Zein) casi en fecha de parir. Pero Vincent tiene un anuncio para hacer, el nombre del crío por nacer, Adolphe, y ahí se genera el enredo; o el enredo principal, porque los directores y guionistas Mathieu Delaporte y Alexandre de La Patellière plantean varias semillas de discusión alrededor de este grupo de amigos y en torno a eso se maneja el ritmo de la comedia. Vincent, Pierre, Claude, Elisabeth y Anna discuten sobre todo, política, paternidad, el pasado de cada uno de ellos, secretos y mentiras, temas sociales, y claro el polémico nombre del bebé; la carne se hecha toda al asador y los diálogos rápidos con frases punzantes se acrecientan cada vez más. Pese a ser una comedia que tracciona a puro verbo, su ritmo no decae en ningún momento al contrario se siente como un huracán al que solo reciente una duración un tanto extendida que abruma. Fácilmente uno podría imaginar una adaptación a manos de alguien como Judd Apatow y sus personajes en crisis cuarentona que se niegan a madurar; o una vuelta a los films neoyorquinos de Woody Allen. "El nombre" se asienta en un estilo moderno de la comedia francesa, aquel pensado para ser vendido al mundo. Pero como suele suceder, estas adaptaciones difícilmente capten la esencia y el encanto de estas comedias. Es, y pienso en voz alta, ante todo una comedia de ingenio y agudeza, no hay acá situaciones burdas (bueno, tal vez se filtre alguna), todo está revestido con ese encanto francés; pero tampoco diálogos complejos e intelectuales, todo se maneja con encanto y liviandad, aún cuando se tocan temas sociales ríspidos y políticos. Los cinco amigos hablan de todo y ninguno sale inmune, como reza el título de la reseña se origina ruido, pero también se recolectan nueces. De origen teatral (algo que se intenta disimular y se logra a medias), a cargo de la misma dupla creadora, actualmente se encuentra una puesta argentina en una sala porteña también ampliamente recomendable. Si como este cronista, tienen predilección por los enredos creados en base a diálogos hilarantes y respuestas rápidas, El nombre los ofrece a por mayor, es un exquisito banquete para saborear.
Miguel Gomes es un director que ha sabido cautivar a su público con grandes historias, pero sobre todo por la manera en la que estas son filmadas. En este, su tercer largo, después de la logradísima “Aquel querido mes de agosto”, vuelve a la carga con lo que mejor sabe hacer, lograr una mixtura entre historia e impacto de imagen. “Tabú” se divide en dos capítulos, y perfectamente podrían tratarse de dos mediometrajes separados, aunque uno tenga correlación directa con el otro. En el primero, Paraíso Perdido, Pilar (Teresa Madruga) es una mujer filántropa que se dedica a varias obras de caridad y se relaciona, casi como una de sus labores, con Aurora (Laura Soveral) una anciana senil, perdida en sí, con delirios varios, que acusa tener una hija que no la visita, y siente que su criada proveniente de Cabo Verde, Santa (Isabel Cardozo) la hostiga, le hace daños a propósito. La historia se centra en la peculiar relación entre las tres mujeres, Aurora parece tener mucho para contar y Pilar muchas ganas de escuchar. Pero Aurora se está apagando, y así entramos al segundo capítulo, Paraíso, tras la muerte de la anciana, Pilar y Santa descubren una historia oculta del pasado que sucedió en las lejanas tierras africanas, en el monte Tabu, y ahí el film da un giro radical. Una Joven Aurora (Ana Moreira) se instala en una colonia portuguesa del lugar en momentos previos pero muy cercanos a la independencia junto a su marido; allí, el hombre tiene una banda de música contemporánea, y uno de los músicos es Ventura (Carlotto Cota) un hombre sin dudas cautivador que de inmediato se transforma en amante de Aurora desatando hechos terribles que llevarán a la tragedia. La diferencia entre el primer y el segundo capítulo es sustancial. Si bien en ambos se maneja una cuidadísima fotografía en blanco y negro; en el primero lo que prima es la calidez de la relación, se marcan bien las personalidades de las mujeres y sus diferencias y encuentros, casi como un drama femenino. En el segundo, impera el relato en off sobre las cartas que dejó Aurora o Ventura, y un mundo entre aventurero, riesgoso y onírico, capaz de albergar una pasión imposible de contener a la vez que hacernos vivir momentos de tensión con un cocodrilo como mascota y el peligro rondando en la esquina, además de inmiscuirse en los avatares del momento histórico. Es como mezclar un film de Rodrigo García con una producción de la Warner de los años ’40, esas aventuras de caballeros y damiselas que afrontan riesgos y se enamoran de manera prohibida. El resultado, impacta, pero a la vez descoloca. Gomes busca un sentido estético en su obra, y “Tabú” está plagada de imágenes que son íconos, en donde las palabras sobran, y todo se expresa en los detalles. A esto hay que sumarle una magnífica banda sonora que mezcla constantemente “Baby, I Love You” de The Ramones, con la versión en castellano “Tu Serás mi baby” por parte de Les Surf, y otras grandes canciones de todos los tiempos, un punto altísimo del film. “Tabú” es un film críptico y abrumador, la suma de todos los elementos con los que juega su director a algunos puede maravillar y a otros puede sobrepasar. Sin dudarlo estamos frente a una experiencia de esas que no todos los días nos cruzamos en pantalla, y si uno es un espectador arriesgado, bien vale la apreciación de esta obra en una gran pantalla, puede resultar algo único.
Hay películas sobre grandes eventos y películas que capturan un momento, un hecho en particular que pareciera no tener gran relevancia, y que sirven como botón de muestra de algo más grande que no es necesario mostrar. Dentro de las últimas se encuadra “De jueves a domingo”, ópera prima de Dominga Sotomayor que cuenta algo tan simple como unas vacaciones familiares, y ni siquiera eso, sólo el viaje desde el punto de partida hasta el de llegada; eso sí, quizás en el trayecto puede ocurrir una implosión emocional. Presentada como un film autobiográfico, los protagonistas son dos niños, Lucía y Manuel de 10 y 7 años respectivamente. Ellos viven en la ciudad de Santiago y se dirigen con sus padres al norte de Chile en lo que supuestamente son vacaciones, aunque detrás, desde el comienzo sabemos que hay algo más. Sotomayor, también autora del guión, se encarga de mostrar lo que hacen estos niños para matar el aburrimiento de un viaje que parece interminable, hacen lo que cualquiera de nosotros hacíamos – o hubiésemos hecho – al emprender viajes largos ( o casi, hay determinadas cosas como viajar arriba del portaequipaje que demuestran alguna anomalía), y de mientras la realidad parece sucederles de costado hasta que choque de frente. En todo momento hay indicios, Lucía, muy callada al contrario de su hermano, ve a su madre llorando, hay poca comunicación y muy cortante entre los padres, y todo tiene un aire de despedida paternal. La película transcurre, obviamente, con un ritmo calmo y tranquilo, no hay sobresaltos, aunque sí una cierta tensión que podría hacernos pensar que en algún momento vendrá una hecatombe. Es un film de personajes, de mirada inocente, un gran acierto de Sotomayor, poner el foco en los personajes que no entienden del todo cuál es la situación que los rodea. En este sentido, la elección de los niños es perfecta, tanto Santi Ahumada como Emiliano Freifeld se tragan al film y junto a esto a los personajes adultos que en comparación lucen un poco deslucidos. También, si hablamos de un viaje largo y con varias paradas, De jueves a domingo indefectiblemente es un film de paisajes, y en este sentido se transforma en cálido aunque algo triste; estéticamente despojado, se muestra la naturaleza en seco logrando una mayor naturalidad en concepto. Es un film de relaciones, diferentes de acuerdo a las edades y a los roles jugados por cada uno; un film humano e inocente que insinúa más de lo que expone. Tal vez caiga en algunos baches narrativos que hagan decaer el interés, gane la sensación del “nada sucede”; sin embargo, en el conjunto, habrá que estar atento para entender la complejidad de todo lo ocurre. Es un momento, un punto insignificantes dentro de vidas que pueden tener millones de momentos como estos, y sin embargo hay algo, oculto, no tan intrascendente, que lo vuelve único. Sotomayor logró una obra personal, casi de descargo, con ciertas imperfecciones, pero sobre todo muy sincera.
El director italiano Andrea Segre es mejor conocido por sus filmes documentales, varios de ellos que giran en torno a la problemática social. En “La esperanza de una nueva vida” prueba suerte en la ficción, pero sin embargo no abandona su estilo característico, y a lo largo del filme se notan sus orígenes, lo cual nos hace sentir cómodos. La historia no es novedosa y no busca serlo, la protagonista es Shun Li (Tao Zhao) una inmigrante china en Italia, que como suele suceder con muchos inmigrantes provenientes de países de Oriente, es traída por un “amo” que la ubica en distintos trabajos, y al que debe rendir cuentas ya que adeuda el dinero del viaje. Así, Shun primero trabaja en una fábrica textil en Roma, y luego es cambiada a un bar en la zona pesquera de Chioggia en el cual trabajará como camarera. A ella no le importa el maltrato del ambiente, ni todas las pruebas por las que debe pasar, su único objetivo es traer a su hijo que aún vive en China, y para eso parece dispuesta a casi todo. En Chioggia, Shun conocerá a Bephi (Rade Sherbedgia), otro inmigrante pero más asentado de la ex Yugoslavia, recio pescador, el cual parece no tener ningún tipo de vida social hasta que conoce a nuestra protagonista con la que extrañamente entabla una amistad casi de inmediato y algo más. Segre parece centrarse en dos flancos, por un lado las charlas entre los dos personajes que van de poesía, arte y vida social (esto en un término muy amplio), y en cómo se acrecienta la relación entre estos dos seres incomprendidos por el resto; y por el otro lado el foco en el ambiente (la hostilidad hacia los inmigrantes, las cuestiones económicas, etc). La esperanza de una nueva vida es un drama duro, de ritmo lento, pausado, y reflexivo; no esperen grandes acontecimientos, la riqueza está más en los diálogos (algunos parecen triviales pero no lo son) y en mostrar una relación despojada, con simpleza. Como buen documentalista, Segre captura momentos de belleza con su cámara con paisajes al borde de lo bucólico. Es “La esperanza de una vida nueva” una obra paisajista, melancólica, y eso queda plasmado en la cámara contemplativa de su director. Simple y directa, no será una película que sorprenda a su público, tampoco que cautive con grandes logros; es tan simple como los personajes que muestra. Es cierto que hay muchas películas que tratan una temática similar, y Andrea Segre parece buscar destacarse bajo una premisa minimalista, detallista. Si lo que se busca es un film contemplativo, calmo, que hable tanto de las relaciones humanas como de la extrapolación de una persona en un entorno que no la comprende, este es un film que tiene algo que ofrecer.
Los triángulos amorosos han servido para contar historias de todo tipo y en todos los ámbitos. Podemos oscilar entre lo meramente erótico, el suspenso, la comedia de enredos, y el drama. También suele ser el eje central de muchas telenovelas, la heroína que ve su romance trunco ante la llegada de una tercera en discordia; este parece ser el rumbo que toma “La vida anterior”, ópera prima de Ariel Broitman, basada en la novela “La maestra de canto”. El triángulo se compone así, Ana (Elena Roger) es una estudiante de canto lírico en pareja con Federico (Sergio Surracco). A su apacible vida llega Ursula (Esmeralda Mitre), otra estudiante de avanzada de la cual Ana queda embelezada por su potente voz y registro. Esta admiración la lleva a hacer lo que ninguna mujer debería hacer, la presenta a su pareja, y ahí las cartas ya están servidas. La otra, con algo de trepadora, se “enamora” extrañamente de Federico, y este no se decide entre las dos puntas, juega también un comportamiento extraño, generando confusión e inquietudes. Si bien no estamos ante un film fallido en sus propósitos, Broitman pareciera enfocarse más en el aspecto estético de su obra que en la historia a desarrollar. “La vida anterior” se ve lujosa, prolija y detallista; todo se desarrolla en el mundo de las altas artes, y eso queda plasmado en la cámara preciosista, repleta de decorados de alta alcurnia y grandes mansiones: En concordancia con esto, una banda sonora cargada de líricos en conjunto con otras escenas de puros “sonidos” secos, también le suman gravedad al asunto; una gravedad que no se condice con lo que se cuenta; propiamente como una historia de amor más bien televisiva. Quienes gusten de este tipo de trama, encontrarán una hecha a medida y condensada en apenas una hora y media, lo cual puede ser toda una ventaja. El asunto es si estamos ante una propuesta puramente cinematográfica o un producto mas emparentado con las novelas simples de bolsillo. Elena Roger vuelve a demostrar talento de sobra, es una excelente actriz que hasta ahora no ha encontrado un rol a medida, que la merezca, en el cine. Sergio Surraco, a quien hace semanas vimos como Galimberti en "Puerta de Hierro", se muestra sólido como el galán escondedor, es digno de que dos mujeres se peleen con él. No se puede decir lo mismo de la blonda Esmeralda Mitre, demasiado encorsetada en un personaje extraño (mezcla de belleza inocente con Glenn Close en Atracción Fatal) el cual parece estar por encima de sus capacidades. Los mejores momentos serán cuando el drama quede de lado, y Roger y Mitre hagan lo que mejor les sale, entonen grandes arias para deleitar al espectador: una pena que no estamos ante un film musical, sus interpretaciones no tienen desperdicio…
Hay distintas maneras de abordar un hecho histórico desde una película; se puede atener a un rigorismo histórico absoluto, ficcionalizar una historia paralela, sacralizar/demonizar a sus personajes… y está el método abordado por el colombiano Andrés Baiz en "Roa". El hecho histórico en sí es el asesinato del abogado candidato a presidente por el Partido Popular, Gaitán. Un hecho que marcó un antes y un después en la historia de Colombia, y que, según se lee en un texto al finalizar el film, fue una de las semillas para la actual situación conflictiva que se vive en esa sociedad. El acusado del crimen fue un obrero, Juan Roa, pero hay varias versiones sobre el hecho, y por supuesto, la película nos cuenta una de ellas. Juan Roa (Mauricio Puentes) es un obrero despedido, padre de familia, insertado en el sindicalismo, y que admira profundamente a Gaitán (Santiago Rodriguez) casi hasta la obsesión. En un primer momento pareciera que vive para encontrar a su ídolo, quiere trabajar para él, lo sigue a todos lados. Pero las cosas van a cambiar, por un hecho casi fortuito contacta a Gaitán, pero quedará desilusionado. Por otro lado, hay fuertes rumores sobre un posible atentado al candidato a presidente, y unos matones contratados por empresarios presionan a Roa para que cometa el hecho. El film de Baiz tiene aciertos y desaciertos. La reconstrucción de época es casi impecable, el ritmo de la historia es bastante ameno, la fotografía y puesta en escena es correcta y denota cierta producción; también es un punto fuerte el rubro actoral generalmente logrado. Pero tenemos dudas en el espíritu que guia el libro. Por un lado, pareciera buscarse cierto rigor, los hechos fundamentales se encuentran, y la disputa política es intensa e interesante. El problema es que a este enfoque se le suma una ficcionalización en la figura de Roa (el personaje existió en realidad) y su entorno con escenas que viran más a una suerte de comedia o realismo mágico en la mejor de las suertes. A una escena dramática y grave, le sigue una reconstrucción, a veces no muy lograda; cambiando el registro constantemente. La labor de Mauricio Puentes es correcta, su presencia en pantalla es casi absoluta, se carga la película al hombro con un personaje difícil y sale airoso. Santiago Rodriguez como Gaitán pareciera necesitar de mayor tiempo en pantalla para desarrollar su personaje con mayor matíz. Se nota la decisión de Andres Baíz (también guionista) mostrar más la vida cotidiana y familiar de su protagonista que los asuntos políticos, es así que gana más espacio Catalina Sandino Moreno en correcto labor como la esposa de Roa. También veremos a nuestro querido Alberto Fernandez de Rosa (justificando la coproducción con Argentina junto con Arturo Goetz en un personaje poco claro) como un jefe que aporta simpatía al relato. Baíz viene de dirigir películas mejores como "Satanás" o "La cara oculta", y esto se nota en el profesionalismo con que todo parece ser filmado. Nos quedamos con ganas de más. Tiene sus desniveles, pero en el balance aprueba (con lo justo) y si les interesa la historia latinoamericana, deberían tenerla en cuenta para este fin de semana.
Siempre se da la “discusión” cuando se estrena un film animado/infantil extranjero sobre la exhibición de copias doblas al castellano o en su idioma original subtitulado, para que los adultos también podamos disfrutar de las voces originales y además un plus, hay términos muy difíciles de traducir y que en el doblaje se pierde. Debo confesar que comúnmente me inclino por la primera opción, las copias dobladas sobre todo para los niños (a los que va dirigida la película) ayudan a preservar nuestro idioma si se quiere. El caso de “Tadeo, el explorador perdido” es bien particular; no estamos ante un film de habla extranjera (o no tanto), es un film español, pero aquí se decidió estrenar una copia doblada al castellano latino, lo cual no sería tan importante… sino fuese que en el medio se perdieron varias cosas. Este excelente film dirigido por Enrique Gato está basado en una serie de cortos de animación (búsquenlos por Internet porque son aún mejores) que luego pasaron al comic, y el año pasado aterrizó al largometraje con gran éxito en su país arrasando también con los Premios Goya. El personaje principal aquí lo conoceremos como Tadeo Stones, un obrero de la construcción, muy atolondrado, huérfano, que desde niño soñó con ser arqueólogo. Por esos avatares del destino o las coincidencias cinematográficas, dará con una de las partes de la tabla que sirve como mapa para encontrar la Ciudad Perdida de Paititi en Perú la cual debe entregar a su amigo restaurador de un museo. Pero cuando este último no pueda viajar, Tadeo lo reemplazará de emergencia, y una vez en las tierras de Alan García comienza su aventura, el profesor poseedor de la otra mitad de la tabla fue secuestrado por los villanos, unos piratas tecnificados cuyo líder hace acordar mucho a Dolph Lundgren, y Tadeo, junto a Sara, la hija del profesor, deberá rescatarlo y encontrar la Ciudad Perdida. En la aventura se sumarán el perro de Tadeo, el loro Belsani, un vendedor de baratijas peruano, y Max el héroe de Tadeo y prometido de Sara. El argumento no es complicado y está puramente pensado para el público infantil con chistes y guiños a cada paso; pero también ofrece aventuras constantes, casi sin dar respiro. La animación (sobre todo en los fondos con muy buen uso del 3D) es cuidadísima y muy lograda siendo de gran atractivo. Gato se aseguró que al paso de su personaje a la pantalla grande no le falte nada, es divertida, bien narrada, graciosa, no subestima ni a niños ni a adultos, y deja un hermoso mensaje; realmente estamos ante un producto de animación excelente. El problema es que el personaje de Enrique Gato se llama Tadeo Jones… La película originalmente “Las aventuras de Tadeo Jones”, y el guión original estaba lleno de guiños (como se podrán imaginar) a Indiana Jones en una simpatiquísima burla a la condición de obrero del personaje. Bueno, casi todo eso se perdió, en el doblaje varios términos y chistes desaparecen (lo extraño es que ocasionalmente se utilizan palabras propias de los españoles), y hasta alguna que otra escena. Lo mismo sucede con la banda sonora, reemplazada por canciones de grupos estadounidenses de moda como One Direction. Como sea, lo que veremos en Argentina, “Tadeo, el explorador perdido”, será una copia la quizás no tan completa aunque cosmopolita, pero mantiene aún el espíritu de la original y eso es lo que importa. Ante tanto film cargado de violencia, este Tadeo ofrece aventuras sin cesar pero siempre con un guiño a la inocencia.
Son los tiempos previos al regreso del General, los últimos días del exilio obligado; y los tiempos en Argentina están revueltos aunque Perón lo ve todo desde España. Estos simples renglones podrían definir una parte importante de "Puerta de Hierro...", pero su riqueza parece estar no tanto en los lineamientos generales como en los detalles de la larga espera. Víctor Laplace y Dieguillo Fernández se ponen al frente de una producción a la cual en primer lugar no parece faltarle presupuesto, o mejor aún, saben hacer un buen uso de los recursos con los que cuentan. En un breve racconto veremos como Perón (Laplace) conoce a Isabel (Victoria Carreras) y esta prácticamente se funde con él y entrega a la causa. Pero después las cosas cambian, ambos viven encerrados, casi agobiados por el encierro en esa mansión de España, y cada uno canaliza de manera distinta. Isabel se compenetra demasiado con el Secretario de su marido, López Rega (Fito Yanelli) y se va sumiendo cada vez más en la desesperación y tal vez, una suerte de locura, previendo que no podrá soportar lo que está por venir. Perón, por otro lado, de salud cada vez más débil, recibe constantes visitas con las que mantiene largas charlas, se relaciona políticamente, observa de reojo a su mujer, y principalmente conoce a una sastre española, Sofía (Natalia Mateo) con la que entablará una relación cuasi paternal y grabará unas cintas que le regaló esta, relatando el día a día con mensajes políticos. Esta es la propuesta de "Puerta de Hierro...", mostrar a un Perón cotidiano, viviendo el día a día, y con la política argentina que reclama su presencia nuevamente. Por supuesto, también se lo verá dirigiendo todo a distancia a pesar de debilitarse cada vez más y más. La película, que también cuenta con la colaboración de Laplace en el guión, tiene aciertos y flaquezas, el asunto será ver cuáles pesan más, y eso estará en la visión de cada espectador. Por un lado es rica en la reconstrucción histórica, en la interesante visión política, en poner el foco en detalles mínimos (algo que Fernández ya hizo en su anterior film "Uno"), y en la caracterización y labor actoral general. Todos estos logros enflaquecen ante una banda sonora demasiado altisonante y algunos puntos del guión algo flojos y discutibles de los cuales se hace difícil volver. Quizás recuerde a un tipo de cine histórico que hacía un tiempo no se hacía en nuestro país, el del regreso de la democracia, el que corre el riesgo de convertirse en declamatorio (sobre todo cuando Perón se vuelve una máquina de frases célebres); pero de alguna manera sale airoso y logra un resultado interesante. Laplace repite su papel de Perón y sin embargo se lo ve distinto que en film con Esther Goris logrando una composición impecable. Yanelli conduce a su López Rega de manera misteriosa y con la traición y el engaño a flor de piel (una escena en la que ocupa el sillón de su jefe es remarcada y convincente, muy lograda). Lo mismo podríamos decir de Javier Lombardo, Manuel Vicente y Sergio Surraco como Jorge Antonio, Cámpora y Galimberti respectivamente. Párrafo aparte para Victoria Carreras en la que puede ser la mejor actuación de su carrera, lejos quedó la adolescente de los films dirigidos por su padre. Isabel es frágil, enferma, adolece de equilibrio, y también se muestra manipuladora... Esos registros se marcan en la actriz con naturalidad. "Puerta de Hierro" pudo haber sido un gran film histórico sobre un período poco conocido de nuestra historia, un guión más pulido hubiese ayudado en ese sentido.
La temática del profesor correcto que viene en reemplazo a una escuela problemática y a fuerza de voluntad saca a la clase adelante ha sido tratada repetidas veces en el cine y con todas las variantes y resultados posibles, Al maestro con cariño (y su secuela directo a VHS), Mentes Peligrosas, La Sociedad de los Poetas Muertos, y Querido Maestro son solo una muestra de ello. Sin embargo, parece ser una temática inagotable, y viendo el estreno (tardío, compitió por el Oscar a Mejor película extranjera en 2011) de la canadiense Profesor Lazhar es una suerte para el espectador. Es que el film de Phillippe Falardeau no es uno más del montón, y eso queda demostrado desde el principio. Asistimos a un colegio en Montreal, una maestra toma la trágica decisión de suicidarse y lo hace de la forma más terrible se ahorca para que su cadáver pueda ser apreciado por todos los niños de la escuela primaria. Ante este hecho tan terrible pronto le sigue la calma al film, o es un decir; llega un maestro sustituto, el argelino Bachir Lazhar (Mohamed Fellag) que tiene una difícil situación, enseñar a unos niños shockeados por la muerte de su maestra (que además era muy querida por los mismos), y hacerlo en un lugar donde los inmigrantes parecen no ser personas muy bienvenidas. Lo primero que hay que decir, Profesor Lazhar es una película recomendada a todo pedagogo o estudiante en la materia; la historia no es otra cosa que las enseñanzas (mutuas) que se van viviendo en las clases, y los temas son muy variados. Por supuesto el tópico ineludible es la muerte (en algo que me hizo recordar a Madadayo), las pérdidas (con alguna revelación incluída), el cuestionamiento sobre si esos temas deben ser tratados con niños pequeños, las distintas creencias religiosas y la discriminación y el asedio por las mismas, y también la cuestión del exilio político que tan de cerca toca a nuestro país. Falardeau, que también se encargó del guión, logra una puesta cuidada, prolija y delicada, aún cuando los temas se tornen ríspidos, o en donde otro cineasta hubiese apelado al impacto o al golpe bajo; el resultado es de una sensibilidad increíble, sin caer en sentimentalismo. Trabajar con niños siempre puede ser complicado, y sin embargo aquí la marcación actoral es casi perfecta; los estudiantes se complementan muy bien con la lograda interpretación de Fellag. Ahora es el momento de las advertencias, como se podrán imaginar, Profesor Lazhar no es un film para amantes del vértigo; es un film que se toma sus tiempos, en el cual los diálogos importan más que los hechos y hasta un gesto compone un diálogo; y sí, su duración de escasos 94 minutos no pasan a la ligera. El espectador va a salir de la sala con más preguntas que respuestas, si bien contiene una calidez inmensa no es un film cómodo y muchos de los cuestionamientos de los niños resuenan un tiempo después de abandonada la proyección. Profesor Lazhar es un film pequeño, lleno de detalles y datos que pueden pasar inadvertidos, por eso requerirá de la mayor atención del espectador, hay sectores del argumento que no se explican de la manera tradicional, se darán a conocer muy sutilmente y ahí es donde debemos concentrarnos. Tal vez una segunda visión profundizadora sirva para comprender mejor todos los planteos. El cine canadiense (hermano muy cercano del mejor estilo francés) ha dado acabadas muestra de que no se necesita de espectacularidad para hacer un gran film, una historia simple y directa como esta, con escasas locaciones y un grupo cerrado de actores puede causar la misma o más emoción que el mejor de los efectos dramáticos de una superproducción grandilocuente; tan solo se necesita contar una realidad, sin mayores efectos que ese, poder verse uno mismo en pantalla.