IDENTIDADES POSIBLES E IMPOSIBLES Un profesor de filosofía de la universidad de Asunción del Paraguay emprende un viaje al interior del país para averiguar más sobre Nueva Germania, un pueblo que fue fundado por la hermana del filósofo Friedrich Nietzsche. Un suelo lejano muestra en primera persona al docente, quien por una serie de charlas que tiene que dar pasará por este pueblo creado por antisemitas que querían traer su idea de raza aria y pura, pero fallaron por ser gente que no conocía el trabajo en el campo y no lograron hacer prosperar los cultivos. A través de las cartas que Nietzche se escribía con su hermana, conocemos mucho de la fundación y el pensamiento que se tenía, y lo que trataban de imponer en ese lugar; la constante desaprobación que tenía el filósofo a las ideas que promovía su cuñado Bernard Forster (el otro fundador, junto a Elisabeth Nietzsche, del pueblo); y cómo terminaron sus días en el lugar. Todo esto acompañado de diálogos con los lugareños que cuentan lo que es vivir en Nueva Germania hoy (su actividad principal es la cosecha de yerba mate) y los preparativos de la fiesta de la ciudad que todavía mantiene tradiciones alemanas. Una de las virtudes que podríamos encontrar en esta especie de documental/road movie es el trabajo que el director Gabriel Muro realiza con la voz en off para llevarnos al pasado y poder apreciar cómo se fue constituyendo esa experiencia fallida de imposición de un pensamiento y un modo de vida en un territorio hostil, especialmente cuando el pequeño grupo de extranjeros se fusionó con los lugareños. Desde ese posicionamiento, el film aborda con acierto la noción siempre esquiva de identidad, incluso aprovechando para indagar en las características actuales de la sociedad paraguaya, con su tendencia a callar su propia cultura y valorar lo extranjero. Con su construcción dialéctica, Un suelo lejano hasta logra interpelar experiencias y contradicciones de otros países de la región, aportando atractivas reflexiones.
IDENTIDADES POSIBLES E IMPOSIBLES Un profesor de filosofía de la universidad de Asunción del Paraguay emprende un viaje al interior del país para averiguar más sobre Nueva Germania, un pueblo que fue fundado por la hermana del filósofo Friedrich Nietzsche. Un suelo lejano muestra en primera persona al docente, quien por una serie de charlas que tiene que dar pasará por este pueblo creado por antisemitas que querían traer su idea de raza aria y pura, pero fallaron por ser gente que no conocía el trabajo en el campo y no lograron hacer prosperar los cultivos. A través de las cartas que Nietzche se escribía con su hermana, conocemos mucho de la fundación y el pensamiento que se tenía, y lo que trataban de imponer en ese lugar; la constante desaprobación que tenía el filósofo a las ideas que promovía su cuñado Bernard Forster (el otro fundador, junto a Elisabeth Nietzsche, del pueblo); y cómo terminaron sus días en el lugar. Todo esto acompañado de diálogos con los lugareños que cuentan lo que es vivir en Nueva Germania hoy (su actividad principal es la cosecha de yerba mate) y los preparativos de la fiesta de la ciudad que todavía mantiene tradiciones alemanas. Una de las virtudes que podríamos encontrar en esta especie de documental/road movie es el trabajo que el director Gabriel Muro realiza con la voz en off para llevarnos al pasado y poder apreciar cómo se fue constituyendo esa experiencia fallida de imposición de un pensamiento y un modo de vida en un territorio hostil, especialmente cuando el pequeño grupo de extranjeros se fusionó con los lugareños. Desde ese posicionamiento, el film aborda con acierto la noción siempre esquiva de identidad, incluso aprovechando para indagar en las características actuales de la sociedad paraguaya, con su tendencia a callar su propia cultura y valorar lo extranjero. Con su construcción dialéctica, Un suelo lejano hasta logra interpelar experiencias y contradicciones de otros países de la región, aportando atractivas reflexiones.
POR LA TEXTURA (Y LA MAGIA) DEL GIALLO Un mago (Germán Baudino) regresa luego de 30 años a un teatro de Turín en donde su padre fue asesinado supuestamente por su asistente en un acto de magia. Ni bien llegado al lugar, una serie de crímenes se volverán a producir en su entorno. Abrakadabra, tercer giallo de Luciano y Nicolás Onetti (los anteriores fueron Sonno Profondo y Francesca) exhibe las mismas virtudes que sus trabajos previos. De ahí que puedan apreciarse el acertado trabajo con la textura del color que remite directamente a los años 60 y 70, un cuidado diseño del arte y una buena banda de sonido (Luciano es el encargado de llevarla adelante). Asimismo, esta vez podemos sumarle actores principales (Baudino y María Eugenia Rigon) con un óptimo desempeño, más sus ya tradicionales actores de Azul, ciudad en donde se filmó la película. Los problemas radican en algunos pasajes del guión, principalmente cuando nos acercamos al final, que resulta un tanto confuso y llega de manera apresurada, aunque hay que tener en cuenta que la mayoría de los giallos italianos del 60 y 70 tenían también este inconveniente. Del mismo modo, si bien las muertes son atractivas desde la puesta en escena, algunas son muy plásticas desde lo estético (la escena en que la actriz Clara Kovacic es decapitada) y no están tan elaboradas en los momentos previos para ir escalando la tensión, factores que en el subgénero eran claves. Más allá de esto último, las películas de los Onetti siguen conservando su encanto y ojalá vuelvan al giallo en algún momento, ya que por lo que comentó uno de ellos, su idea es ir hacia otros subgéneros dentro del terror. Lo positivo es que seguirán filmando y con Abrakadabra demuestran tener un piso de capacidad y habilidad para releer y actualizar materialidades genéricas.
UNA COMEDIA QUE NO ARRANCA En Hora-Día-Mes, el director Diego Bliffeld sigue algunos momentos de la vida de Nardo (interpretado por el actor Manuel Vicente), quien vive y trabaja en un garaje llamado La Alborada. A lo largo de la semana que narra la película, Nardo trabaja en la cochera y lleva una rutina monótona, como corresponde a ese personaje algo gris. Así es como descubrimos que un hecho trágico de su pasado lo terminó llevando a trabajar en ese lugar. Pero lejos de lo trágico, Hora-Día-Mes es un film que utiliza algunos recursos humorísticos sin demasiada fortuna. Uno de esos recursos que señalamos es la voz en off de Marcelo Cohen, quien narra y subraya varias partes de los diálogos, mientras Nardo interactúa con los otros personajes y remarca lo mismo que escuchamos en off. Decíamos que es un recurso que se utiliza al principio como elemento gracioso, pero que no lo logra e inclusive tiende a desaparecer mientras avanza la película. Hay una especie de separadores, algunos funcionan (él que cuenta cómo fue pasando de dueños un Renault 12) mientras otros se vuelven poco interesantes y es ahí donde el recurso pierde efectividad. En un momento Cohen dice que esta película no tiene conflicto, ni desenlace y se le nota, nunca termina de cerrar ninguna de las pocas historias que comienza: la romántica, por decirlo de alguna manera, en la que el personaje recrea una especie de ópera con los sonidos de varios autos (es muy lograda desde lo visual y sonoro), a una mujer que va a estacionar su coche (la actriz Romina Pinto, que acá no puede lucirse pero tiene interesantes papeles en cortometrajes de comedia); o la historia del asiático que queda en una mera anécdota y podría haber sido un disparador para algo mejor. Una historia circular que denota un universo absurdo que no termina de cerrar.
UN PLANTEO QUE NO ALCANZA Una pareja de ancianos que vive en una casa cerca de los cerros será el eje central de La nostalgia del centauro, documental que sigue el día a día mostrando todas las actividades que realizan. La idea de un estilo de vida que se apaga o algo que es parte del pasado y se aferra a no desaparecer, da vueltas en esta historia. El protagonista, un gaucho que rima coplas y algunas vez tuvo caballos (diría José Larralde en su tema El Tamayo) parece ser el último de los que quedan por la zona, como él dice. Junto a su mujer, que lo acompaña y le dio hijos (el entrevistador le repite varias veces “¿y ella que te dio?” y el gaucho dice “algunos hijos”, casi como menospreciándola), parecen aislados o como si lo estuvieran. Las imágenes que los muestran en sus actividades son monótonas, no sorprenden, y si el espectador no entabla una conexión con los personajes, la rutina termina por ganarle no solo a la narración sino también a las ganas de seguir mirando la pantalla. El mejor momento de La nostalgia del centauro es cuando hablan a cámara y dan sus versiones de su vida juntos, que difieren mucho entre sí: la más divertida es la de la mujer, que cuenta lo inestable que era su marido laboralmente y lo poco que la ayudaba desde lo económico. Sin embargo, es apenas un fragmento puntual de interés dentro de una totalidad que no llega a impactar. Cuando pensamos y analizamos La nostalgia del centauro desde su estructura global, nos encontramos ante una historia que se amoldaba mejor para un cortometraje y a la que le se nota que su pequeña premisa no le alcanza para ser realmente atractiva.
FUGA REAL Luego del derrocamiento del General Perón en 1955, un grupo de cuatro dirigentes del mismo partido, pero de distintas fracciones, son llevados a un penal de Rio Gallegos. Ante la inminente posibilidad de que sean fusilados, planean una fuga. Unidad XV aborda este hecho histórico, centrando su narración en esos cuatro protagonistas, que fueron personajes bastante emblemáticos de la historia argentina del Siglo XX: Guillermo Patricio Kelly (Diego Gentile), Jorge Antonio (Lautaro Delgado), John William Cooke (Rafael Spregelburd) y Héctor Cámpora (Carlos Belloso). La película de Martín Desalvo parece estar hecha con poco presupuesto, lo que incrementa el mérito porque la recreación de época es lograda y las pocas locaciones, más algunos secundarios, le dan solidez a un relato que de por sí es interesante y muy cinematográfico. Los cuatro actores están muy bien en las interpretaciones de los personajes, pero también podemos sumar a Mora Recalde como la mujer de Jorge Antonio, Germán De Silva como el jefe de la cárcel y a German Fondari como el jefe de los guardiacárceles. Es cierto que en algunos momentos la bajada de línea se vuelve algo explícita en los parlamentos de los personajes: por ejemplo, en la escena de Cámpora junto con el guardiácarcel. Del mismo modo, de a ratos se trata de forma caricaturesca alguno de los personajes (Antonio y Kelly), pero esto último le juega a favor logrando algunos pasajes de comedia en un relato más bien denso por las situaciones que viven. La música comienza en un registro que parece no encajar con lo que vemos (está cercana a una banda de sonido de película italiana de explotación), pero a medida que la película avanza y se planifica la fuga, entra de manera perfecta. De ahí que, con sus vaivenes, Unidad XV es un film que, sin alcanzar grandes alturas, consigue llevar a buen puerto un relato que funciona como retrato de una época pero también como exponente genérico.
MÁS QUE UN HOMENAJE Cuando uno visualiza el tráiler de Los hambrientos, lo primero que ve es todo el contexto rural en donde sucede e inmediatamente remite a The night of the living dead (1968), la película que dio inicio a lo que hoy conocemos como zombie moderno. Lo bueno de esta película de Robin Aubert es que no se queda en un simple homenaje y da un paso más adelante para tener personalidad. La estructura es la misma, un grupo de personas que quedan aisladas en un pueblo rodeado por hermosos bosques e intentarán llegar a la gran ciudad. Están rodeados por estos infectados -no están caracterizados como zombies-, que son personas que tienen un apetito voraz y que al morder contagian lentamente y se comunican por unos gritos que remiten a The body snachters (1978). Hay mucho humor en la película, puesto en determinados momentos y que se utiliza especialmente en un gag que tiene un remate muy negro. Los hambrientos gana por su puesta en escena, por unos climas muy bien logrados, y por toda una secuencia filmada de noche en la que dos personajes salen de una casa y quedan parados frente a un bosque: han puesto trampas para ratones por todo el lugar y se quedan escuchando cómo las trampas se van activando hasta dar la sensación que no hay uno sino muchos infectados. Ese gran momento es todo lo que hay que aprender del fuera de campo. Aubert tiene una película anterior que no vi, pero le prestaremos atención porque sabe manejar muy bien los momentos para llegar a resoluciones tensas sin caer constantemente en el efectismo. Eso para el cine de terror actual es todo un logro.
UN ATRACTIVO JUEGO CON LA HISTORIA Una periodista francesa investiga a una sociedad secreta llamada “Los corroboradores”, que según un tal Martin Dressler (uruguayo que ejercía de guía por emblemáticos edificios de Buenos Aires parecidos a los que se encuentran en París, entre otras profesiones) querían copiar varios edificios franceses en la capital argentina. Con estos elementos, Luis Bernárdez monta un relato sumamente atractivo con la estética del falso documental. Es que siguiendo las reglas de ese formato, narrado por una periodista francesa como un thriller conspirativo, el director logra en Los corroboradores un film didáctico en el que conocemos el origen de esta sociedad que se remonta según el relato a 1882, cuando Carlos Pellegrini y Miguel Cané la crearon en el antiguo Jockey Club de la ciudad. La película logra entonces un muy interesante recorrido por la historia de Argentina desde esa fecha hasta la actualidad, mostrando los más emblemáticos palacios y edificios. Pero hay algo más interesante en la película de Bernárdez, y es que si bien hay entrevistas a sociólogos y arquitectos, todo lo que se dice no puede ser comprobado, por lo que Los corroboradores alcanza así una cuota mayor de misterio. El director profundiza en lo lúdico y hacia el final propone un giro que remite a las películas de suspenso clásicas, aunque hay que reconocer que es un poco agarrado de los pelos. En todo caso el documental en sí ya se presenta desde el vamos con un tono semi-paródico -sin ser humorístico-, motorizando una idea alrededor de su propia tesis: si esto en el futuro se confirma, la película de Bernárdez alcanzará status de film anticipatorio.
CHOQUE DE PERSPECTIVAS En Soldado, el foco está dado por el ingreso de Juan José González al Regimiento de Infantería 1 de Patricios como soldado voluntario. Su actividad dentro del regimiento estará abocada a ser uno de los tambores de la Banda Militar “Tambor de Tacuarí”, una actividad que funciona como punto de encuentro (y también de colisión) entre lo artístico y lo militar. El documental de Manuel Abramovich comienza con un plano que promete lo mejor, mostrando a un grupo de soldados que practica una formación y es castigado por hacerlo mal. Van ingresando otros soldados con diferentes rangos mezclándose, todo se vuelve un caos (podría ser un digno gag emparentado con el del camarote en Una noche en la ópera, aquel clásico protagonizado por los hermanos Marx), inmediatamente después títulos y ya entramos en la rutina de Juan José. Esta primera parte, en donde vemos cómo aprende a tocar su instrumento, mixturada con situaciones del entorno del regimiento, logra mantener el interés de la película, que comienza a diluirse cuando nos vamos acercando al desenlace. Allí entra en juego la dispersión narrativa y la premisa central se disuelve, lo que atenta contra la estructura general. Quizás por la relación que tiene la institución militar con el arte, los pasajes más divertidos de Soldado son los discursos que le tiran a los novatos direccionando todo hacia el valor y un patriotismo que muchos de los que van, como el protagonista, no sienten. En ese choque casi involuntario entre perspectivas (pero sin embargo buscado por la puesta en escena y el montaje), es donde el film de Abramovich encuentra sus mayores fortalezas.
UN DIVERTIDO JUEGO DE OPUESTOS En Los hermanos Karaoke, la nueva producción de Cine Humus (aquí dirigen Bernardo Francese, Agustín Gregori, Ignacio Laxalde), una pareja de músicos que hace covers viaja a una ciudad del sur del país para realizar un show navideño. Sin embargo, al quedarse cortos con el presupuesto y no conseguir hotel, deciden acampar en el bosque. Ese será el punto de inicio para lo que viene: conocerán un chamán con conocimientos de marketing, que intentará encontrar lo mejor del dúo para potenciar su carrera. En la película, los hermanos cantantes están bien definidos: él (Gregori) es más utópico, con la veta artística más desarrollada; ella (Maru Zapata), en verdad busca fama y ser reconocida. Para tratar de darle lugar esos deseos es que ingresa el personaje del chamán (Francese), alguien con características definitivamente mefistofélicas que intentará a partir de sus acciones dividir al dúo. Los hermanos Karaoke plantea un interesante juego con los opuestos en entornos cambiados y con la naturaleza como contexto, donde el personaje chamánico hace de productor creativo con todos los clichés que uno imagina de un gerente de marketing de la gran ciudad. Lo realmente divertido es el uso del lenguaje técnico que habitualmente usaría una empresa y que los personajes asimilan con naturalidad. Una comedia que mantiene el ritmo, no decae gracias a las actuaciones y utiliza los pocos recursos que tiene de forma convincente.