LA DISTANCIA JUSTA Hay films que se definen por su punto de vista y aproximación a su foco de interés, y más cuando se trata de un documental. Orione es una película que toma la distancia necesaria para mostrar cómo una madre vuelve a recordar la vida de uno de sus hijos, abatido por la policía luego de ser delatado por un integrante de su propia banda con la que hacían secuestros exprés. El film de Toia Bonino apela a imágenes de grabaciones hogareñas recorriendo veranos en familia, entrega de diplomas y cumpleaños, que ayudan a conocer un poco más del joven muerto y darle entidad como persona e individuo. Mientras la madre hace actividades de cocina, se van develando detalles de cómo su hijo fue cayendo en la delincuencia y ella no pudo ayudarlo a salir, poniendo ahora todo su esfuerzo en criar a su nieto, que en un punto mantiene viva la memoria de su descendencia. El documental va ordenando piezas por testimonios y grabaciones que terminan de armar un relato que involucra a jueces, policías, mecánicos que retocan autos robados, todos ellos de alguna u otra forma involucrados en el caso. De esta forma, Orione se configura como un relato sobre un sistema, sus mecanismos e integrantes, donde el recuerdo y la evocación son motores decisivos.
MARINA CONTRA EL MUNDO Marina está de novia con Orlando. Una noche, Orlando comienza a sentirse mal y Marina intenta hacer todo lo posible para llevarlo rápido a una clínica. Sin embargo, Orlando muere de un aneurisma. Este trágico desenlace para una historia de amor podría suceder en cualquier película, pero lo que hace diferente a Una mujer fantástica de Sebastián Lelio es que Marina es una mujer trans y todo lo que sería un duelo natural comienza a ser un acoso por parte de una sociedad que no la acepta y por sobre todas las cosas no acepta los cambios. Así, en este film chileno, la protagonista comienza a sufrir todo tipo acusaciones: los policías que la persiguen por creer que tiene la culpa de la muerte de Orlando, los doctores la juzgan, la familia del muerto la obliga a devolver el auto y la echan del departamento que compartían. Pero ella, sin importarle nada y contra todos, seguirá adelante para poder despedir a su amor. Una mujer fantástica maneja un registro parecido a algunos films de Pedro Almódovar, haciendo del personaje de Marina eje central y poniendo a su alrededor todos los pruritos que se tiene sobre los transexuales: una identidad que gran parte de la gente no quiere darle, nadie sabe cómo tratarla, le dan la mano o un beso, le dicen su nombre del documento o la llaman por el nombre que ella eligió. Lo bueno de la película de Lelio es que si bien cae en algunos tópicos (la escena de la disco), evita la sordidez y pone a una mujer que sigue para adelante por más que toda la sociedad la juzgue. La película es Marina (enorme actuación de Daniela Vega) y queda representado en el plano final, cuando canta un hermoso tema lírico.
NADA NUEVO En Vergel, la película de Kris Niklison, una mujer de origen brasileño viene a intentar repatriar los restos de su marido muerto. Mientras intenta acelerar los burocráticos trámites para llevárselo, con todas las demoras y las dilaciones imaginables en esos casos, tendrá que quedarse esperando en un departamento de Buenos Aires. Y a medida que pasan los días, comenzará a relacionarse con una vecina del piso de abajo. La película propone una historia de amor entre mujeres, que si bien no está mal contada tampoco aporta un punto de vista novedoso sobre un tema que ya ha sido visto bastante en relatos de autor o en ese cine de recorrido festivalero al que pertenece en buena medida esta película. En el contexto de un film que no sale de cierta medianía, se podría destacar el aporte de las protagonistas. Y también algunos de los diálogos en off con personajes como un cordobés que llama por teléfono y repite un chiste con el tequila, aunque también es cierto que cuando la situación comienza a repetirse va perdiendo efectividad y gracia. Algo que le termina sucediendo a la película.
UNA VISITA INESPERADA En Todo lo que veo es mío, los directores Mariano Galperín y Román Podolsky recrean la estadía que el artista Marcel Duchamp tuvo en Buenos Aires durante 1918, mientras escapaba de la crisis global por la Primera Guerra Mundial. De todos modos, lo que muestra la película no es más que una suposición, ya que se sabe poco sobre lo que hizo el artista en el país, más allá de algunas cartas a sus amigos en las que contaba cosas que sirvieron de inspiración para ficcionalizar este film. De esta manera, lo meses que pasó Duchamp en Buenos Aires son recreados a partir de algunas de sus obsesiones, como la que tenía con el ajedrez, además de la particular relación que mantenía con su compañera de viaje Yvonne Chastel y su amiga Katherine Dreier. Todo lo que veo es mío relata el enamoramiento que tuvo el artista con la ciudad y su paulatino desencanto: por ejemplo se sabe que en una de sus cartas llegó a poner “Buenos Aires no existe”. La película cuenta con un buen trabajo fotográfico en blanco y negro, y algunos pasajes remiten al imaginario publicitario, lo que empobrece varias escenas. En verdad la película muestra poco de la actividad de Duchamp, aunque se diga que está trabajando mucho, y cae en algunos clichés para mostrar obras que lo consagraron en su carrera (el famoso mingitorio aparece en un plano). Otro de los problemas de la película es que no se logra empatizar con los personajes secundarios porque tienen apariciones muy cortas o que sólo sirven para conformar un pequeño manual de estereotipos (los casos de Guillermo Pfening o Luis Ziembrowsky son evidentes en este sentido). Lo mejor está en las actuaciones de los tres protagonistas: Michel Noher, Malena Sánchez y la siempre solvente Julieta Vallina logran hacer creíbles sus personajes. Todo lo demás es muy superficial.
LA CONFUSIÓN IMPONIÉNDOSE A LA FLUIDEZ El relato de Otra madre se centra en una madre soltera con dos hijas y el entorno familiar que incluye a su tía, hermanos, primas, con relaciones e interrelaciones marcadas por la conflictividad y la necesidad de hallar puntos de encuentro. La película de Mariano Luque ingresa en el terreno de lo confuso, ya que no se llegan a conocer bien los vínculos filiales de los protagonistas porque hay un regateo permanente de la información. La historia parece un permanente loop en el que las mujeres son seres sufridos que llevan adelante sus vidas sin la presencia de hombres, que podrán aparecer, pero solo como figuras colaterales y de reparto. En Otra madre pueden rescatarse los diálogos entre el personaje de la madre (Mara Santucho) y su hija menor, que logran una fluidez como pocas veces se ha visto en el cine nacional y permiten avizorar el potencial de la película cuando se permite indagar en los vínculos entre las protagonistas. Sin embargo, hacia el final vuelve a imponerse la confusión: la última imagen, congelada, hace pensar que vemos a los protagonistas en un futuro, aunque eso no es más que una intuición ya que el realizador hace un fundido previo que desconcierta al espectador. En esas contradicciones queda inmersa Otra madre y con ella, su historia.
BUSCANDO UN CINE INFANTIL EN EL LITORAL Es el cumpleaños número 11 de Juana y su entorno familiar le esconde algo, le quieren contar pero no tienen la oportunidad. La niña quiere irse de campamento, su madre se niega a firmar el permiso, su padre lo hace y se va por unos días; la madre finalmente acepta y cuando firma, el secreto familiar se devela. Los integrantes de la familia pueden convertirse en animales: su mamá ahora es una lora y Juana tendrá que lograr que cambie su forma en 72 horas si no quedará así para siempre. Este cuento o leyenda que parece venir del Litoral le da a Mi mamá lora un toque original, donde el personaje principal y algunos niños hablan con tonada, mostrando otra imagen que no es tan común en el cine argentino más arraigado en Buenos Aires y posiciona a la película en un lugar distinto, corrido de la media de estrenos nacionales. El film tiene un arranque bastante interesante a partir de cómo establece su premisa, pero es en el nudo donde encuentra problemas: la narración se vuelve lenta, algo pesada en su desarrollo y algunos personajes sobre-explican mucho (el malo de la película, por así denominarlo), redundando en unos cuantos pasajes y restando la fluidez que este tipo de cine infantil necesita. Llegando al final, Mi mamá lora consigue volver a encarrilarse, logrando entretener y haciendo funcionar de la manera apropiada unos cuantos chistes. Vale la pena rescatar el jugarse por hacer cine infantil, en un contexto como el argentino, que no tiene una mirada muy puesta en ese público.
BUENAS INTENCIONES QUE NO ALCANZAN En El aprendiz, la premiada película de Tomás de Leone, la historia tiene como escenario a la ciudad costera de Necochea. Allí, Pablo es un aprendiz de cocina que tiene que lidiar con la salud de su madre, una mujer alcohólica, mientras intenta relacionarse sentimentalmente con una chica. En este contexto, es que actúa para un tipo haciendo trabajos sucios o realizando pequeños robos con su grupo de amigos. El aprendiz se inscribe en el orden del policial argentino, con cierto componente social. Lo mejor de la película es cómo transmite la idea de una ciudad gris, en donde no pasa nada por fuera de la temporada de verano. Esos espacios fantasmagóricos y esa tristeza infinita están muy bien capturadas por la cámara, que aprovecha perfectamente el clima que ofrece la citada ciudad costera. Sin embargo, y más allá de su interesante ambientación, El aprendiz se pierde en algunas subtramas que no terminan de estar bien definidas, especialmente todo lo que tiene que ver con la adicción de la madre. Si bien el protagonista (Nahuel Viale) está bien como ese muchacho contenido que guarda rabia y está por explotar en cualquier momento, hay diálogos que no están a la altura y especialmente los personajes secundarios son bastante flojos. Pero donde la película cae aún más es en la construcción del villano Parodi, que representa el estereotipo del matón piola de cierto cine policial argentino y que hace ruido en el contexto de un film que apuesta por lo implosivo. Sin dudas que El aprendiz es una película que tiene buenas intenciones, pero se queda sólo en eso.
UN RELATO PEQUEÑO Y TENSO En su nueva película, El Pampero, el director Matías Luchessi apuesta por el thriller y la tensión de un único espacio con interesantes resultados y sostenido fuertemente en su trío de protagonistas. Aquí, un hombre (Julio Chávez) que padece una enfermedad terminal y que trata de aislarse de su hijo, saca su barco y se dirige al Delta. Pero -y aquí el primer giro sorpresivo- luego de un tiempo navegando descubre que en el baño de la embarcación hay una mujer escondida cubierta de sangre (Pilar Gamboa), supuestamente de un crimen que no cometió. A partir de ahí, la película trabajará el contacto entre ambos personajes más allá de que él no corresponda de igual manera el interés de la mujer. Y la situación se tensará aún más con la aparición de un tercero en discordia, el policía de la zona (César Troncoso) que intentará seducir a la mujer. La historia de El Pampero es pequeña y se nos vienen a la mente títulos como El cuchillo bajo el agua o Terror a bordo, pero en este caso las tensiones están más contenidas y se juega con lo que nunca se mostraría en una película totalmente de género. La película de Luchessi se sostiene mucho con los diálogos y se esconden algunos datos que se van revelando a medida que los personajes avanzan en el relato. Las actuaciones son correctas, aunque sobresale el uruguayo César Troncoso con un personaje que a partir de su imprevisible accionar genera incomodidad en los otros y en los espectadores.
UN HIBRIDO QUE NO FUNCIONA En su nueva película, Casa Coraggio, Baltazar Tokman cruza la ficción y el documental para contar la historia de una familia de trabajadores de una funeraria y sigue las relaciones que se dan entre sus integrantes, como por ejemplo el romance entre uno de los empleados y la hija del dueño. Por allí pasan también la madre del dueño, la abuela materna, una sobrina, entre otros, en un muestrario que alcanza sus mejores momentos cuando la espontaneidad se hace presente. Tokman aclaró, cuando presentó esta película durante el último BAFICI, que quería para los personajes protagónicos a no actores, en este caso padre e hija, y ese es uno de sus mayores aciertos ya que ambos están muy naturales en sus roles. Pero por el contrario y llamativamente, cuando aparecen los actores profesionales la película pierde esa frescura y las situaciones y diálogos se notan más forzados. En definitiva, ese híbrido entre documental y ficción que es Casa Coraggio nunca llega a ensamblarse demasiado bien, quedando en evidencia que muchos temas fluirían mejor si no se los actuara, como ese momento en el que la protagonista cuenta la historia de su tatarabuela mapuche a su novio y otra amiga. Por otra parte, hay algunas secuencias demasiado extensas que no aportan al desarrollo puesto que van perdiendo interés a medida que avanzan los minutos. Y la película va perdiendo fuerza más allá del carisma de algunos personajes.
LAS MISERIAS EN LOS ESPACIOS CERRADOS En el nuevo film de Álex de la Iglesia, un variopinto grupo de personas queda atrapado en un bar luego de que alguien dispara y mata a una persona en la puerta del local. Con el pasar de los minutos, se darán cuenta que tienen a una persona infectada con un virus dentro del local y deberán ponerse a prueba para ver cómo salen sin ser heridos, en un escenario de creciente tensión. En El bar, nuevamente el director español trabaja con espacios cerrados y hasta claustrofóbicos (un bar, un sótano, los desagües) para crear los climas e interacciones humanas que serán el motor generador de la película. La desconfianza y el egoísmo irán ganando terreno, y la subsistencia hará salir lo peor de cada uno de los personajes, ya que el realizador si hay algo que sabe es trabajar la empatía negativa: los protagonistas nos resultan atractivos no por sus virtudes, sino por sus miserias. Sin embargo, al film el humor y algunas situaciones escatológicas le bajan el clima de tensión y suspenso, que en algunos pasajes cobra mayor relevancia. Hacia el final, surge uno de los defectos habituales del cineasta, que es su dificultad para cerrar apropiadamente sus propuestas. En el caso de El bar, se estira y hace un poco extensa, perdiéndose en situaciones que se hacen reiterativas. Aún así, lo que se impone es lo desarrollado previamente, en ese desfile paradójicamente atractivo de personajes miserables.