Un western criollo Con guion de Mario Pedernera, Hugo Curletto, y dirección de Pablo Brusa, Desertor es una bien lograda producción, con acción fuerte y bien clarificada. El mencionado guion traza una historia excelente, bien ordenada y dispuesta para una imaginativa construcción de un universo de conspiración real enmarcado en el ámbito castrense, en un espacio árido y solitario, en el que los personajes se ven envueltos por la desazón y cierto miedo a lo desconocido; derivado de ello, luego se abre una nueva punta narrativa que desemboca en un relato mágico tanto como espiritual y onírico. Adaptar la idea y el modo de un western a una historia local no es sencillo, pero una excelente construcción de la historia y la adecuada interpretación de un elenco a medida logran llegar al resultado es más que interesante. En el elenco se destacan Santiago Racca como Rafael Márquez, Marcelo Melingo como el superior que guía a Rafael a su llegada al cuartel, y Daniel Fanego como el hombre solitario que vive alejado de todo y de todos. Mención aparte también para el muy buen trabajo de Milagros Ponce. Claro que otro punto de apoyo para llevar a buen puerto la película es la geografía y la adecuación del espacio a la historia de un soldado que persigue la memoria de su padre en tanto sigue sus propios pasos, dentro de una estructura de mando que no entrega margen para el pensamiento individual. Lo más importante de subrayar es la sensación que impregna todo y deja en el espectador un mensaje sobre las decisiones y el destino, las cuales no siempre van entrelazadas. A veces son cuestiones que nos superan.
Tiro de gracia En 2009 nos sorprendimos de la mano de Ruben Fleischer con una vuelta de tuerca en el largo derrotero zombie (manoseado hasta el hartazgo hoy) con un universo divertido, con una subtrama emocional y romántica por momentos, en el envase de una comedia que cubre todo. Columbus conoció a Tallahassee, luego el destino los cruzó con Wichita y Little Rock (para los que no la vieron, cada personaje elegía el nombre de una ciudad para no dar a conocer su verdadera identidad, y así poner distancia) y el resto fue historia… hasta hoy. Y si no vieron 30 minutos o menos, del director que nos trae aquí hoy, se las recomiendo. Retomando, diez años después Columbus (Jesse Eisenberg) regresa con sus reglas de supervivencia; Tallahassee (Woody Harrelson) también hace lo propio y en esta ocasión junto a Wichita (Emma Stone) tienen que ir en busca de su hermana, Little Rock (Abigail Breslin), quien es ahora una adolescente y se escapa junto con un joven idealista. Primer detalle: es una comedia. No le pidan más, y mucho menos corrección política. Nada de eso habrá. Y por eso, a partir del lugar de lo que una buena comedia de este tipo pide, es genial. El elenco creció y fue hacia diversos lugares en lo interpretativo, pero al observarlos en pantalla nuevamente en los roles originales, es notorio que la química que producen sigue intacta. En mi humilde opinión Zombieland 2 es una película que de público más o menos minoritario pasará a ser de culto dentro del género. Es lo que quiso hacer Jim Jarsmuch con Dead don´t die y no pudo. Hasta tomó prestado a Bill Murray para ello… y aún así no le salió. No hay chistes malos, los personajes se muestran aún más sólidos, y las nuevas apariciones, Rosario Dawson (Sin city, de 2005; Death proof, de 2007, entre muchas otras) y Zoey Deutch (a quien recientemente pudimos ver en la serie The politician, una delicia de comedia con tintes negros) son excelentes, como también Luke Wilson y Thomas Middleditch como secundarios, con cierta relevancia, quienes hacen de las suyas y encajan perfectamente, aportando aire fresco. El guion está bien logrado, deja un poco más de lugar a la aventura que en la primera entrega pero el romance y la amistad siguen allí. En algunos trazos me recuerda un poco al humor de Idiocracia, de Mike judge (2006). Hoy estoy recomendón, así que si no la vieron, adelante. La van a disfrutar. Como también van a disfrutar Zombieland 2. Funciona por mil y de verdad que no es solamente una secuela para recaudar. Cierra una historia y entrega un poco más de una historia divertida, emocional y bien construida. Solamente, aunque los voy a extrañar, creo que sería bueno que los dejaran ir, para no arruinarlo. Desde Columb… bueno, no, desde Buenos Aires, les digo no se olviden las reglas. Buenas noches. Pd. No se vayan. Las escenas post-créditos valen oro.
Un salpicón de realidad Con guion de Bárbara Sarasola Day y Emiliano Grieco, el proyecto encabezado por el realizador oriundo de Paraná, Entre ríos, quien cuenta en su haber con películas como Diamante, de 2013, y La huella en la niebla, 2014 grafica un tema candente por estos días en que las cuestiones de lucha por el medio ambiente y los efectos del cambio climático se han hecho sentir fuertemente, pero cuya vigencia en el ideario popular llevan años; y si bien hay asociaciones que le hacen frente desde diversas acciones físicas tanto como políticas, el cuerpo lo ponen quienes viven y quedan afectados por resultados de la utilización de químicos para mejorar, teóricamente, la vida y el futuro. Claro, los efectos no deseados son como las contraindicaciones del prospecto de cualquier remedio y, como esos indeseados malestares que aparecen para curar algo y generan una nueva dolencia, allí está, otra vez, un mal menor, un resultado indeseado para que venga la “bonanza”. De eso va El rocío, la película que nos convoca en la reseña de hoy. Las actuaciones son ajustadas pero podrían tomarse como “naturalistas” y, como encajan con la temática y las circunstancias de los personajes en la historia a contar, se entiende y adapta a ello. El salpicón de realidad es fuerte y atraviesa cuestiones de la vida en pueblos y lugares pequeños, la presión de trabajos mal pagos para sostener una familia de parte de una mujer sola y la exposición a situaciones border por una necesidad mayor, generada, al fin, por políticas que nada más son ideadas considerando la inmediatez sin pensar en las consecuencias a mediano y largo plazo. Es entonces que la madre (Daiana Provenzano, en el rol de Sara) lleva a Olivia al médico (interpretado por Tomás Fonzi). Al verla afectada por una tos recurrente, él le pide se realice estudios más específicos. El contexto de los campos sembrados con soja y los agrotóxicos toman un nuevo relieve luego del planteo inicial por el modo en que afecta a la protagonista y a su hija, cambiando todo para ellas y, por supuesto, el enfoque y camino del relato. Las imágenes tienen cuidado en el estilo y el trabajo general. El rocío es una película que apunta a abrir los ojos del espectador sobre realidades complejas que escapan a la simplificación de los intereses en los avances tecnológicos relacionados con los cultivos y se propone profundizar en realidades que afectan a quienes también son, aunque parece que no se los considere así, sujetos de derecho en el contexto de un manejo de la realidad a manos de gente sin corazón, que peca más que ocasionalmente de miopía selectiva. El rocío es una película con deseo de ser una crítica profunda sobre cuestiones que son políticas, económicas, de protección del ambiente, y se vuelven luego de salud pública por descuido, desinterés, con buen trabajo de guión, dirección y fotografía. O ambas.
Una historia conmovedora ¿Puede ser el temor a ser incomprendido, la vergüenza de no poder transmitir que se desconoce algo, miedo a ser juzgado por la ignorancia, el germen de un problema, un encontronazo familiar? De alguna manera esta es la premisa que se desprende de Rosita, la película de Verónica Chen. Pero la propuesta es más amplia y se van abriendo, con el transcurrir del avance de la historia, más capas de una cebolla que no huele bien del todo. La interpretación de Sofía Brito (Lola), con su toque de cierta inocencia, pero de furia cuando es necesario, es creíble y el trabajo de proyección y crecimiento se nota. Así también puede decirse de Marcos Montes, en el rol del padre interpretado por Brito. Los niños Dulce Wagner (Rosita), Joaquín Rapalini y Felipe Dratler, cumplen adecuadamente su papel dada la complejidad de la temática que puede ser dura para intérpretes infantiles. La construcción de los vínculos (o más bien su recuperación) es un punto en el que el relato se apoya; y en ese proceso se ven los diferentes estadíos de los personajes desde su propio trabajo interno, desde lo que, cada uno a partir de su sentir y entender vive y reacciona. El guion lleva las circunstancias, la desesperación, el enojo y las vivencias de las que hablo con sutileza y sin apurar el ritmo con el que se suceden. Es una metáfora sobre la violencia y las imposiciones culturales y sociales, que bien podría ayudarnos a entender la sociedad que conformamos (y de la que todos somos, en mayor o menor medida, responsables). Un planteo interesante que podemos revisar a la hora de ver esta muy buena película nacional. Rosita es una ayudita de una muy buena película para revisar los vestigios autoritarios que se intercalan en las diferentes capas de la historia.
Mirada a la Guerra Civil Alejandro Landes es un productor, guionista y director colombiano, con un fuerte perfil político, y en su haber se cuentan títulos como Cocalero (2007) y Porfirio (2011). Guionada por Landes y Alexis Dos Santos, Monos fue presentada el 26 de enero del 2019 en el Festival de Cine de Sundance, en el que fue premiada; lo mismo ocurrió en el Festival Internacional de Cine de Transilvania, y en el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, entre otros. Monos es un trabajo inteligente, peligroso y explosivo a la vez, casi de cirugía de la imagen y el sonido; con un proceso de rodaje intenso y preparación de los actores juveniles en base al entrenamiento realizado con la coordinación de Inés Efrón. La historia de los chicos de la guerrilla es un relato fuerte, basado libremente en situaciones reales que se conocen al respecto de la conformación de milicias y escuadrones infanto-juveniles al servicio de la guerrilla. El papel del comandante del grupo armado recayó en un real cuadro de las FARC, Wilson Salazar, quien en primera instancia ocupó el rol de asesor y posteriormente se incorporó al elenco. Como mencioné al principio, un trabajo destacable es el del sonido, que permite sentir de cerca las amenazas de la selva tanto como los del atacante probable, sentirse involucrado con el espacio abierto y la desesperación, con la sensación de soledad, con el vínculo con lo salvaje. Destacan en el resto del elenco Moisés Arias como Patagrande; Jorge Román en el rol de “El minero de oro” (El bonaerense, 2002; Zama, 2017 y la muy lograda Monzón, de 2019); Julianne Nicholson (famosa por su participación en series como Ally McBeal y Law & Order: Criminal Intent , además de numerosos films), tiene un papel jugado en el rol de la rehén (La “doctora”) que sostiene la tarea del grupo, dado que es la razón número 1 del objetivo que les ha tocado en suerte. Monos es un seguimiento cercano de una realidad cruel a través del ojo de un director que, en el armado ficcionado de la misma, suma al espectador a fundirse con todos los sentidos en su crudeza.
Un western moderno Ubicada temporalmente durante la época del gobierno de Onganía, Pistolero es un cuento que bien podría ser una película con Clint Eastwood. Pero no, es la historia de un bandido argento, Isidoro Mendoza, quien, junto a su hermano, comienza unido a la banda que conforma una serie de asaltos cada vez más osados por diferentes pueblos. A medida que el recorrido avanza, la leyenda crece a la par y los lugareños alimentan la imagen de esta suerte de Robin Hood vernáculo. El amor no está ausente y como una más de las patas del relato, cruza e interpela a los personajes que se sienten en él refugiados. Las emociones que se desprenden del romanticismo no siempre son sutiles y aparecen así contadas en el transcurso del relato. Con guion y dirección de Nicolás Galvagno, con un elenco que hace honor a la historia planteada (Juan Palomino, Lautaro Delgado Tymruk, Diego Cremonesi, Sergio “Maravilla” Martìnez y María Abadi) y no se pierde en exageración ampulosa, y en cambio toma el lugar de cada uno de los personajes con lo necesario para ellos, la película completa con la perfecta fotografía, la que refuerza con su calidad los detalles de la imagen que también cruza en cada cuadro al espectador. En un año en que muchas películas toman temas como la necesidad humana de la supervivencia, el dolor, la angustia, la idea de revisión de las cuestiones emocionales más elementales, Pistolero trabaja el tema y lo lleva un poco más allá. Lo convierte en un western filosófico en medio de una discusión sobre la sociedad, la política, el amor, la razón de ser del hombre en una sociedad que en el futuro que aún no puede verse en el contexto histórico en el que los personajes se encuentran, porque será mucho más complejo aún, cada vez, conforme el tiempo pase. Pistolero es una excelente narración con muy buen elenco, elementos técnicos que acompañan con justeza y una historia bien planteada y narrada para esta interesante producción nacional.
Premiada como Mejor Ópera Prima en el 22º Festival Internacional de Cine Documental de Ji.hlava, la película de Joaquín Maito, quien ya cuenta con un documental previo en su haber, en dupla con Tatiana Mazú, propone un juego, un camino que indique, que ejemplifique con los sonidos y el espacio tomado por animales en estado semi salvaje lo que vivimos como sociedad, como animales en una libertad teórica que es más un cautiverio medio ordenado, medio armado para simulación de lo que creemos ser y lo que entendemos por vida. Todo esto es Retrato de propietarios. Una graficación visual, una utilización de la experimentación de la imagen y del sonido que no necesita de palabras que llene el espacio; alcanza con las imágenes que son acompañadas por sonidos que por momentos son brutales, por momentos molestos, y luego incómodos. Y ese parece ser uno de los objetivos de esta película: mover al espectador de ese letargo de ensueño en el que cree que todo está bien, que todo puede ser contenido, en el que siente que hay seguridades que al final no son tales. Es un documental, pero es una experiencia de sonidos por sobre las imágenes, a veces ampliadas y luego inmersas una en la otra, una experiencia que trabaja los sincronismos entre la vida y el dolor de existir, a modo de intervención en los espacios en que las imágenes fueron rodadas en Argentina, Europa o Japón. La incomodidad de la que hablo al principio es la intención, entiendo, de sacudir la modorra del espectador y hacerle ver en sus propias narices lo que genera un sistema que cuestiona la propiedad. Es una experiencia interesante que provoca, y no es poco.
Where do you go, my lovely Richard Linklater hace un culto de las historias sobre los vínculos, con roce ligero con el drama y toques de humor que están más o menos presentes en cada una de sus producciones, dependiendo, desde ya, del estilo de la historia que elige narrar cada vez, En este caso, Dónde estás Bernadette?, vuelve a contar con un elenco de primera categoría para contar una historia liviana y que se deja ver, que tiene muy buenos momentos pero de cara al final, de tres cuartas partes de la película hacia adelante, puedo decir que va en caída libre y no por eso deja de tener calidad a la que este director que es un tipo que se siente cómodo en un estilo de narración emotivo sentimental con toques risueños. Es un estilo no estilo, por definirlo de algún modo. Cate Blanchett es excelente intérprete pero es verdad que el papel no le exige mucho, en el contexto de un guion sencillo, dinámico y ligero fácil de interpretar, con los momentos divertidos de los que hablo arriba, que pintan a un personaje despistado envuelto en situaciones que luego no se recuperan del todo o se resuelven un poco atolondradamente luego de haber sido plantados. Fuera de estos pequeños puntos, es una película amable, que se deja ver, que no profundiza porque no es lo que busca en su planteo y simplemente avanza en un desarrollo que lleva a sus personajes a cierre alegre: y es lo que Linklater propone desde el inicio, de modo que es aceptable el tono general impreso. El elenco se completa con Billy Crudup (En primera plana, 2016; Watchmen, 2009), Kristen Wiig (Misión rescate, 2015; Cazafantasmas,2016), Judy Greer (Two and a half men y Arrested development), Emma Nelson (Margaret and the moon,2016), y la pequeña participación de Laurence Fishburne, a quien claramente podemos ubicar en grandes éxitos como Matrix y John Wick, entre muchas otras excelentes películas. Dónde está Bernadette? es una película amable que se deja ver, con idas y vueltas entre el drama ligero y toques pequeños de comedia.
El crimen perfecto En un homenaje sentido a la literatura de misterio y terror, y excelentemente trabajado en su desarrollo para el camino final a una entrega magnifica y a la vez una clase perfecta de cine, Daniel de la Vega da origen y presenta Punto muerto; me atrevo a decir, considerando que su trabajo como director es impecable, estamos frente a una de sus mejores obras. De la Vega da en el punto en la búsqueda y trabajo del ritmo necesario, y trabaja, a partir de un elenco perfecto, resuelve, con la decisión de generar una película en B&N, un relato supremo que realmente es un gusto ver en la pantalla grande. El enfrentamiento entre los dos protagonistas principales, Osmar Nuñez como Peñafiel y Luciano Cáceres, como el afectado crítico que le propone el reto que genera el primer puntapié de la trama, es muy logrado. No se quedan atrás los restantes integrantes del elenco: Daniel Miglioranza, Enrique Liporace, Rodrigo Guirao Díaz, Diego Cremonesi, Sergio Boris y Natalia Lobo. Alejandro Giuliani realiza un perfecto trabajo con la fotografía y lo mismo ocurre con Luciano Onetti y la música creada exclusivamente para la película. Punto muerto es un maravilloso y sentido recordatorio del cine clásico y de la literatura de horror y de misterio, con la calidad de una película que puede perfectamente convertirse en un trabajo a la altura de las más grandes muestras del cine local.