Bajo el agua Las comedias románticas son, a mi ver, una de las más difíciles del género. Porque, más allá de tener que cubrir las puntadas que son la base de cualquier construcción (creación de la historia, personajes, atmósferas, etc.) también tiene que tener la suficiente estabilidad para no ser melosa y suficiente agudeza para captar de manera amplia a la concurrencia. La construcción simbólica es útil para contar la historia del personaje principal, Joaquín, quien está en una encrucijada en su vida, estancado por miles de circunstancias que no puede (o no sabe) resolver. Y son esas cuestiones las que generan empatía a la hora de ver su historia. Con una base estilística que tiene muchos toques de “costumbrismo”, la película no pierde por ello su firmeza y efectividad en el trabajo de la idea narrativa. Suelo decir (y a veces parece que es un lugar común o una repetición) que una correcta estructura de personajes secundarios genera una subcapa que soporta la idea de conflicto de los principales, actuando como satélite de los primeros y evitando caer en una laguna de la que luego no es posible salir. Por suerte eso se da en la película que nos ocupa hoy, la cual cuenta con un elenco que cumple muy bien el rol indicado para cada uno, a saber: Victorio D`Alessandro como Joaquín, Maite Lanata, Paula Morales, Mario Pasik, Osvaldo Laport, Patricia Echegoyen, Facundo Espinosa, Gabriela Sari y Alejo Ortiz (estos últimos funcionan juntos de manera excelente) Con guion de Gustavo Cabaña, Juan Rodríguez, Diego Fried y dirección de Federico Palazzo, Cuatro metros presenta una idea bien desarrollada que a lo largo de su extensión, lleva a Joaquín a través de una serie de pasos en el redescubrimiento de su vida y el nuevo camino por recorrer. Cuatro metros es una buena comedia romántica con excelente trabajo de guion y dirección, apoyados en la estructura de personajes y elenco.
Nadav Lapid, director y guionista de “Policeman” (2011) y “La maestra del jardín” (2014), construye con “Sinónimos: un israelí en París” (película dramática franco-israelí de 2019 que ganó el Oso de Oro en el 69º Festival Internacional de Cine de Berlín) la idea básica de dar la descripción de un país y su conformación política y social que podría aplicar a cualquier país. Eso es lo que se aproxima a la descripción de la historia narrada por ésta historia que, con un grado de violencia que va escalando poco discretamente pero de manera tan intensa como natural, muestra cómo en un entramado social cualquiera, pueden (o no) ir encajando sujetos que desean buscar un nuevo destino, son forzados a ello, o no tienen más remedio, y deben amoldarse al nuevo lugar que los atrapará o les otorgará nuevas posibilidades. La producción es una descripción sobre cómo se siente construir desde cero una identidad adaptándola a un nuevo concepto de patria, con nuevas ideas, normas de convivencia, elementos de idolatría y objetos que brindan sensación de unidad y pertenencia. El primer encuentro con lo que puede verse como un espacio hostil muestra a Yoav expuesto y perdiendo sus pertenencias en el departamento al que ha llegado en París, despojado de ellas por alguien a quien no es posible ver (tal vez sea ello una alegoría). Los vecinos a los que pide ayuda en medio de la noche acuden en su ayuda en la mañana y, además de salvarle la vida, le proveen de medios de subsistencia básicos: ropa y dinero. Lapid muestra a este joven que busca una identidad y un espacio nuevo, y desea superar su pasado y la relación negativa con su lugar y sociedad de origen. El nuevo espacio no solamente le deparará sorpresas, sino que además abrirá frente a él situaciones y posibilidades que no siempre serán positivas. Durante aquel proceso, el director intercala pequeños momentos de humor retorcido crítico y de drama casi desesperante. En el fondo la idea que se narra es buscar dentro del concepto de patria que pretende, desde la organización estatal, aunar cuerpos y voluntades en pos de un futuro y un destino de fuerza y grandeza que no siempre llega (al menos no para todos), mientras a través de esa idea se domina y utiliza a quienes se encuentran cubiertos por dicha idea de pertenencia. Con ese estilo y esta mirada sobre la violencia y el proceso de adaptación a un nuevo espacio y realidad es que Lapid nos lleva de la mano a recorrer la realidad del protagonista mientras da vistazos a los contrastes entre dos sociedades y sus visiones diferentes de la vida. Lo que queda en claro es que ésta bien podría ser la realidad de cualquiera de nosotros, procurando ser y estar como uno más en cualquiera que sea nuestro lugar en el mundo. Veredicto: una película que nos hará preguntarnos muy en nuestro interior cuál es la identidad social y política a la que pertenecemos.
Gemelos o la terrible historia de un guion bastante obvio ¿Alguna vez vieron una película en que una situación era muy previsible o podían adelantarse a ella y saber qué era lo que iba a pasar unos diez minutos antes? Bueno, estimado Ang Lee, tengo noticias: Proyecto Géminis tiene momentos re obvios. Y bueno, aún hoy hay gente que sigue sosteniendo que a los grandes nombres no se los toca. Pasa en más de una actividad, pero la que nos ocupa en este momento es el cine. Además de la pregunta que seguramente puede también surgir (sobre la utilización de CGI para reconstruir a la perfección rostros de actores, algo que vimos en Terminator recientemente y que amenaza con ser una tendencia a partir de las noticias que hablan del interés de realizar películas “volviendo a la vida” a estrellas como James Dean, entre otros), ¿Alcanza la muy buena utilización de los rubros técnicos para decir que una película es buena? ¿O la utilización de una estrella, en este caso, y por suerte, aún con vida, para el papel protagónico? Creo que Proyecto Geminis es una muestra de cómo desperdiciar una idea que puede ser interesante y anular sus posibilidades con su propia construcción. Nadie es intocable y aún así es obvio que Lee (director de Secreto en la montaña y Una aventura extraordinaria, entre otras) no va a sufrir las consecuencias de un proyecto que al menos va a, aún perdiendo algo, mínimamente cubrir sus ganancias y sacar una más que segura abultada diferencia, y así también no va a quedar Will Smith marginado de los grandes proyectos de la industria, pero es una película más y dado que en estos tiempos es muy difícil inventar algo nuevo (algo absolutamente original, quiero decir, sin ninguna reminiscencia a una historia contada alguna vez antes, de alguna u otra manera) se mantendrá algunas semanas en cartelera y quedará rápidamente en el olvido hasta que un nuevo gran guion, una historia que parezca casi no tener réplica alguna, aparezca. Al llegar a la finalización de la historia… espero que no sientan la desazón que sentí yo. Y si fue así, y aún quieren algo al viejo Lee, esperen, junto conmigo, que la próxima sea una mejor decisión, a la hora de elegir una historia a narrar. Proyecto Geminis tiene un guion pleno de ideas obvias y remanidas que parece un desperdicio de dinero pero que a los efectos de recaudación, a las grandes compañías claramente les rendirá. Ni Lee ni Smith sufrirán por ello, claramente.
La fuerza del corazón ¿Alcanza con una buena película para ayudar a solucionar, o al menos a apoyar, la solución de una causa que implica la posibilidad de cambiar el destino de miles de chicos que necesitan de una familia que los ayude a crecer y los proteja? Parece que sí. A veces una forma de hacer visible una problemática tan fuerte a través de un medio que hará que la misma pueda llegar a ojos (y oídos) de una gran porción de la población es una de las cosas más efectivas que pueden hacerse. ¿Y qué mejor que la herramientas sea una película de género comedia, con una construcción sólida de la historia a narrar, elástica cuando es necesario, y con un elenco que sería la envidia (sana, pongamos) de cualquier director que se precie? Todo eso y más es Los adoptantes, una historia divertida pero con un drama real que la atraviesa, y, detrás de esos pasos excelentes de comedia, expone las cuestiones de los miles de chicos que ingresan a diario al sistema de adopción en espera de una familia. Todo lo que describo es llevado adelante con perfecta mano por la dirección de Daniel Gimelberg, y gracias al trabajo realizado por él en el guion junto a Andi Nachon, Los adoptantes logra en la distribución de las distintas partes del rompecabezas que, con una idea de un humor logrado con mano efectiva y buena noción de los tiempos en la construcción de la estructura de la historia, logra desarrollar con solvencia las diferentes partes de una mecánica que también es maleable cuando es necesario. La semblanza de las diferentes patas participantes de la historia en sus capas paralelas es sencilla en términos de demostración de las ideas y sentimientos de los personajes, pero a la vez efectiva, y su forma e historia vincular perfectamente desarrollada. Es así que la pareja conformada por Martín (Diego Gentile), un conductor de televisión súper exitoso, y Leonardo (Rafael Spregelburd), un ingeniero agrónomo con un ligero mal genio, comienzan a plantearse nuevas posibilidades en su vínculo como pareja, planteándose la idea de la adopción. Las situaciones equívocas no tardarán en llegar y ello se ve real en la piel de la selección de las diferentes partes protagonistas del cuento que la pantalla nos ofrece. Las actuaciones secundarias hacen honor y secundan con perfecta asistencia a la ya mencionada, y excelente, pareja protagónica: Soledad Silveyra, Marina Belatti, Guillermo Arengo, Mario Alarcón, Florencia Peña, Agustín Aristarán y Valeria Lois otorgan la forma justa para cerrar armoniosamente el mundo de Los adoptantes. Los adoptantes es una armoniosa historia sobre una pareja, sus desavenencias, sus necesidades y deseos acompañada en la forma de una construcción de circunstancias que incorporan de manera excelente a los personajes secundarios en la estructura de una realidad que es necesario visibilizar.
Después del 11S ¿Cómo se puede ver la tortura como un sistema aceptable para defender una forma de vida o de gobierno? ¿Es posible enfrentarse a esta situación? Nunca enfrentar al poder es fácil porque este nunca quiere perder su lugar de comodidad. Y bueno, la utilización del poder suele ser confusa… tal vez menos que su idea de conformación y la relevancia que tiene en la imaginación popular. Pero está en manos de personas, y esas personas siempre creen que actúan por un bien mayor que la mayoría no puede comprender. Y ello, su sostenimiento, permite cualquier acción por encima de los derechos de los demás. Scott Z. Burns lo narra muy bien en Reporte clasificado, la película que nos trae a Adam Driver en el papel de Daniel Jones. Luego de los atentados del 11 de septiembre, Jones comienza a seguir el hilo de las circunstancias luego de la aprobación de una “experimentación” para obtener información y proteger la tan mentada seguridad nacional. Torturas, bah. Si bien la iglesia se adelantó bastante al futuro durante la inquisición, en varios otros países y situaciones (digamos todo) se utiliza este método para obtener confesiones “espontáneas”. Estados unidos se ocupó de perfeccionar ello tanto como pudo. Y pudo un montón. El director habla en sus declaraciones públicas de Frank Serpico, Karen Silkwood y Erin Brockovich a la hora de describir a este personaje que trabaja tan lejos y tan hundido bajo la tierra como es posible… tal vez como un mensaje siniestro involuntario. La película es una muestra de estas políticas y estas circunstancias que no siempre ven la luz y al menos, aunque no sea lo usual, y pueda parecer menor, es buena una revisión el hecho que pueda contarse la historia al respecto. El excelente reparto se completa con Annette Bening, Jon Hamm, Sarah Goldberg, Michael C. Hall, Duglas Hodge, entre otras figuras.
La lucha continúa ¿Qué es más terrible que perder la dignidad humana frente a una persona que debido a su poder, cree que puede usar su fuerza dada la necesidad de la persona a la que convertirá eventualmente en víctima? De eso trata El valor de una mujer, una película con guion de Marco Tullio Giordana, Cristiana Mainardi y dirección del primero. Relata la negación de la violencia sexual, en este caso con conspiración de la iglesia, conspiración que se extiende hasta que la cuerda ya no da más. ¿Por qué es necesario ocultar esa violencia? Es una de las que preguntan que nacen. De verdad al ver la película me surgieron miles de inquietudes. No todas fueron respondidas. Por fuera de las simplificaciones ideológicas, que tristemente atraviesan todos los campos sociales, políticos, institucionales, entre otros, poco hay aquí de moda de denuncia. Existen realidades intolerables respecto del maltrato que no pueden de ninguna manera albergar justificación. Tal vez porque (supongo que muchos de nosotros podemos decir lo mismo) hemos sabido de situaciones similares en diferentes contextos. ¿Y qué es lo que pasa con las personas responsables de estos comportamientos? Lo peor de todo es una sociedad cuyas piezas deciden hacer la “vista gorda” ante situaciones para cubrir a una “celebridad”, a una figura “contestaria” o un “fuerza política”. Nada de ello debería suceder ni permitirse. Es allí donde creo que la cultura de la dominación cultural masculina se le suma la decisión individual. Se puede elegir señalar situaciones de este tipo. No importa de quién se trate. Es sobre el delito, pero también se trata de propia responsabilidad al respecto, a la hora de ver si se conocen los hechos y la posibilidad de denunciarlos. La verdad es que la historia conmociona, y es triste; es fuerte porque logró, mientras veía las imágenes, que piense en mujeres necesitadas de trabajo obligadas a someterse a alguien que utiliza su poder para doblegar la voluntad por la desesperación de sobrevivir. Un poco más de empatía, gente. De eso se trata. No hay bien común ni idolatría que valga a la hora de cubrir la responsabilidad de una persona que merece no solamente denuncia, también hacer conocer, al menos en teórica mirada educativa-social, hacerle entender a quien apañe que es, de alguna manera, cómplice de ese accionar. El valor de una mujer es una película real y cruda en su muestra sobre una realidad brutal e injustificable.
Ford Vs. Ferrari Las películas basadas en historias de personas que empujan sus posibilidades un poco más allá, y detrás de ello arrastran a un equipo, están en algunos casos mal vistas porque en teoría suponen un ejercicio de alabanza del individualismo. La cosa es que muchas veces son necesarios estos personajes para llevar más lejos a un grupo. Pasa en la vida, pasa en TNT. Bueno, ya no. Ahora en Netflix. James Mangold, el muy buen director que cuenta en su haber, entre muchas otras películas, Inocencia interrumpida (Girl, Interrupted, 1999), Johnny & June: pasión y locura (Walk the Line, 2005), Wolverine: inmortal (The Wolverine, 2013) y Logan (2017), nos trae esta historia en que el visionario automovilístico Carroll Shelby, interpretado por Matt Damon suma al británico Ken Miles (Christian Bale) como su corredor estrella. Al elenco se une Jon Bernthal como Lee Iacocca, quien llegó a ser presidente ejecutivo de Ford company en 1970. Estos excelentes intérpretes fueron los elegidos para cubrir los roles más relevantes. La película incluye escenas con toques risueños y/o cómicos que tienen un gran nivel gracias a ellos. Es un film interesante y bien resuelto, con algunas situaciones y lugares comunes pero el elenco ayuda a que valga la pena a la hora de llevarlos adelante y en cuanto a los rubros técnicos, todos son correctos, de modo que no hay muchas cosas reprochables fuera de las cuestiones que más o menos podemos ver en cualquier película de este tipo. Tal vez se me hizo un poco larga por momentos, debido a un par de baches medio complejos, pero nada que no esté pasando en varias películas en el último tiempo. Contra lo imposible es una película interesante y bien resuelta, con adecuado ritmo, llevadera, se deja ver y en la evaluación general sale airosa.
Con producción de Valentín J. Diment y Vanesa Pagani, y basada en la obra teatral “Sangre de mi sangre”, de Macarena García Lenzi, quien es la codirectora y coguionista de la película, junto a Martín Blousson, “Piedra, papel, y tijera” es una película oscura, con una violencia latente que va in crescendo a medida que el relato avanza. Los vínculos familiares, la relación entre hermanos de una familia ensamblada allá lejos y hace tiempo, que vuelven a reencontrarse luego de la muerte del non sancto patriarca. El guion de García Lenzi y Blousson graba a fuego la historia fuerte y violenta de la que hablamos; es necesario destacar el muy buen maquillaje y eltrabajo de FX a cargo de Constanza Pugliese y Simón Ratziel. También el gran cuidado y empeño del Director de Arte Fabián Harsany, tanto como el vestuario de Laura Ohman y María José Paulucci, brindando una composición excelente a la imagen y cerrando la construcción de los personajes desde su apariencia poco (o nada) inocente. En cuanto al elenco, Valeria Giorcelli y Agustina Cerviño repiten los papeles que interpretaron en la obra original, y a la película se sumó luego Pablo Sigal como la tercera pata del tridente protagónico. “Piedra, papel, y tijera” es un drama fuerte, que toma los detalles interpretativos que pueden verse en un espacio de representación teatral, resignificando los mismos al lenguaje audiovisual y construyendo nuevamente el universo en que los tres hermanos retoman la fantasía infantil aún a regañadientes; porque es lo único que han visto en su crianza y formación claramente carente de una guía “normal”. La alegoría del hogar como espacio de encuentro, y yendo un poco más lejos en mi apreciación personal, creo que es una pintura de una sociedad, un país, con rasgos frenéticos y enfermizos que simulan una naturalidad y claridad en el comportamiento, expresando teórica preocupación los unos por los otros, pero capaces de mantener sus intereses a salvo aún a costa del engaño, la aplicación de violencia física, y emocional. Una producción que hace honor a los más grandes exponentes del thriller local, con un ritmo controlado, adecuado a las necesidades de la historia y el descontrol (casi siempre) medido de los personajes. Una excelente producción nacional que merece gran éxito en cartel.
Considerando lo que una comedia de factura promedio local puede ofrecer, y dado que muchas de las realizadas en el último tiempo han mejorado su nivel al eliminar de su desarrollo expresiones de humor chabacano (no confundir con humor sencillo de resolución ágil y efectiva), podemos decir que en un porcentaje alto es posible que las comedias de origen local, sobre todo las románticas, llegan al resultado esperado. Por lo general una comedia del estilo que nos ocupa debe tener un contexto bien delineado, en el marco del mundo que se ha creado para los personajes, una pareja protagónica versátil, que no solamente se vea bien en cámara. También es menester que la química sea clara. Y convincente, que dicho universo lleve los tiempos narrativos de la historia de manera adecuada y que los personajes secundarios o satélite tengan el peso justo y no otorguen ni más ni menos de lo que es necesario para que no se desarme el equilibrio. Nicolás Furtado Y Natalie Pérez generan, en la interpretación de los personajes que encarnan en “Amor de película”, la química de la que hablo. Un universo bien planteado en el que un mundo ficticio, representado a través de un cortometraje, sirve para la unión de los personajes y resulta ser, a la manera de un mundo paralelo, el lugar en que ambos pueden reencontrarse una y otra vez, de manera poética, a la hora de verse cara a cara y saber qué es lo que sienten, casi como una divertida anécdota para contar a unos nietos que el futuro eventualmente puede darles. Un excelente contrapunto se produce con la figura del malvado director del unipersonal de Vera (Pérez), muy buen compuesto por Guillermo Pfenning, en este film dirigido por Sebastián Mega Díaz quien lleva, bajo su coordinación, al elenco por un camino bien trazado en el contexto de una comedia romántica de definición sencilla, divertida y concreta. Otro punto a favor aparece encarnado en Vanesa Butera, de trabajo más que correcto en el personaje de la amiga, en quien la protagonista se apoya en los pequeños y divertidos intercambios entre ambos personajes. El resultado es entretenido y sirve a la hora de pensar en una comedia que define una buena historia romántica con personajes de trazo sencillo pero reconocibles y certeros en dicha construcción.
Las mieles del éxito musical estaban muy cerca para varias bandas de la década del 60, época de revolución si las hubo en lo que a música se refiere. Y así era también para Los Knacks, quienes conformaron una banda que lograba un gran peso artístico, y aumentaba su presencia en shows, lo que los llevaba a un crecimiento que los catapultaría a la fama por siempre en cuanto a la historia del rock se refiere. Pero (siempre hay un pero) en esta historia hubo un golpe, y un decreto que, enfocado, teóricamente en la protección de la identidad cultural nacional hizo que la banda decidiera separarse para no perder la esencia musical que habían construido, considerando que todo su repertorio era compuesto y cantado en idioma inglés. Un poco de historia: Onganía toma el poder mediante un golpe de estado, derrocando al por ese entonces presidente Illia (al que nadie trataba bien, ni siquiera la prensa, que lo simbolizaba con una tortuga por su lentitud para tomar decisiones. Luego no estuvieron tan contentos con el resultado, y hubieran preferido que el buen Arturo Umberto continuara tomando decisiones, aunque fuera lentamente, pero ya era tarde). Entre todos los decretos del presidente de facto, uno impedía la reproducción en cualquier medio de canciones en inglés: el principio del fin para Los Knacks… al menos por un tiempo. Cada uno de los integrantes de la banda siguió su camino hasta que en un momento se reencontraron y decidieron volver a probar cómo se sentiría tocar de nuevo en público. De ahí en más, hubo cosas que tuvieron que descubrir solos. Por suerte, este excelente documental de Mariano y Gabriel Nesci tiene varias opciones de pantallas para que cada uno pueda descubrirlo por cuenta propia. Para los amantes de la música en general, y del rock en particular, “Los Knacks” es una excelente oportunidad para disfrutar.